CAPÍTULO 40
Emma.
Levanto la barbilla y veo como la piel de Alesha pierde color hasta dejar sus mejillas pálidas.
Se metió con una Brown.
Grave error.
El señor Jones despega sus ojos de los documentos que tienen en su mano, documentos que me inculpan injustamente, si hay sospechoso aquí es ella y no voy a amedrentarme para demostrarlo.
—¿Cómo dice Emma? ¿Encerrada?
—Así es señor Jones y como lo oyen todos aquí, la señorita Smith me encerró en una de las bodegas durante siete horas en las que terminé desmayada por... por un ataque de pánico — termino la última parte en voz baja.
El cuerpo que tengo a mi lado está estático y cuando lo miro de reojo noto un ligero temblor en sus brazos. No esperaba esa reacción de parte de Alexander, solo quería exponer a Alesha delante de todos.
Los demás ejecutivos dirigen su mirada a la pelirroja que me mira como si quisiera estrangularme, pero todavía no he terminado con ella y con la elegancia que me enseñó Kate Brown la miro fijamente.
—Felicidades Alesha tu moral laboral es igual de repulsiva que tu moral humana.
Cuando termino es entonces cuando veo a Alexander avanzar a ella con la cara descompuesta.
—Alex puedo explicártelo— levanta las manos.
—¿Explicar qué Alesha? — me jefe se pone a la defensiva y esa, si era una reacción esperada, su calidad humana es lo que más lo identifica. —¿Cómo puedes explicar lo que está diciendo la señorita Brown?
—¡Está mintiendo! No estaba encerrada en ninguna bodega. Es otra de sus estrategias para que no la inculpen por lo que le hizo a la empresa. — levanta la barbilla —Vendió información confidencial a West B. Christopher escucha a la razón, te he advertido sobre ella desde que la conocí y nunca me has hecho caso.
Por Dios que arpía. Está admitiendo que ha metido zozobra sobre mi trabajo desde que me conoció. La gente a nuestro alrededor se detiene en su lugar y los murmullos se alzan por toda la sala, pero poco me importa, ya no tengo que perder.
Alexander la toma del brazo y veo como su pecho se levanta bruscamente. —¿Qué diablos le hiciste? — tiene la mandíbula apretada y los ojos de Alesha se entornan.
—¡Miente! — me señala de nuevo —Soy tu familia, debes confiar en mí, no en ella, ni si quiera puede probar lo que dice porque quiere cubrir su traición.
Es cierto, no puedo probar nada, las cintas de las cámaras de vigilancia están "misteriosamente dañadas".
—¿Te pregunté qué diablos le hiciste? — la voz de Alexander es un murmullo ronco y me hela la espalda.
Los sollozos patéticos se alzan y ladeo la cabeza. Estoy sorprendida por la facilidad en la que salen esas lágrimas.
—¡Nada! ¡Esa maldita zorra miente! — le grita a la cara.
Alexander se le planta de frente inclinando la cabeza y retrocedo por instinto aunque no soy yo la que tiene al frente.
—No la llames así en tu jodida vida.
Me quedo de piedra en mi lugar. Todos lo hacemos.
Toma una respiración profunda sin soltarla. —Recoge tus cosas y en este momento te largas de Hilton &Roe— la mira fijamente sin mostrar alguna emoción por las lágrimas de ella. —¡Blake prepara su liquidación! — ordena con un grito.
Alzo las cejas y ahogo un jadeo. ¿Qué está haciendo? Mi jefe me mira sorprendido y luego vuelve a centrar su mirada en Alexander. Todos en la sala nos miran.
—Si señor Roe— responde el abogado trajeado de inmediato ante el tono demandante del castaño.
—Pero Alex— solloza con más fuerza que antes sin importar que todos la vemos, sus mejillas se ponen rojas y no sé si es por la vergüenza o por la rabia. —No— sacude la cabeza —No puedes echarme, tenemos proyectos juntos, somos familia. ¡Ella no es nadie!
—Tienes diez minutos para irte y si no lo haces la seguridad te sacará— la suelta bruscamente y le da la espalda. —La reunión terminó.
Todo ocurre tan rápido que apenas puedo procesarlo. Los ejecutivos comienzan a salir algunos pierden el color, tal vez nunca habían visto a Alexander hacer algo así y tampoco yo esperaba que hiciera esto.
El cabello rojo de Alesha se mueve mientras va detrás de él. Uno de los publicistas camina a su lado para detenerla, pero ella no se deja. —¡Muévete! — le grita para pasar.
El hombre se sonroja y se hace a un lado y justo cuando ella pasa conmigo se detiene. Me mira fijamente, pero le regreso la mirada con la barbilla alzada.
—¡Oportunista! — me grita a la cara y retrocedo un paso, estoy tan absorta como ella.
—Alesha tranquila— le dice el otro hombre tomándola del brazo, pero ella no se detiene.
—¡Suéltame Mike! — se jalonea de su agarre. —¡No eres más que una oportunista!
Oh. Alto ahí zanahoria. Estaré muy impresionada con lo que acaba de hacer Alexander, pero no debería tentar su suerte.
¿Quiere otra demostración de mi puño en su cara como en el tocador de damas? Ayer encerró a una mujer vulnerable que no pudo defenderse porque no podía ni siquiera mantenerse en pie, pero hoy no lo hará.
—Te gusta jugar, pero te metiste en el lado equivocado estúpida y si no quieres perder quítate de mi camino— me susurra por lo bajo y cuando va a abalanzarse sobre mí con todo el cuerpo aparece un torso trajeado frente a mí.
—Si la tocas, te mataré — Alexander se alza sobre ella y mi pecho da un brinco bruscamente por la amenaza y porque parece muy real.
Se miran fijamente y por primera vez me doy cuenta que en ambos hay algo oscuro que no puedo descifrar. Esa mirada de Alexander es asesina, y le clava los ojos verdes a Alesha de un modo que me asusta.
Ella finalmente se rinde, no puede soportarle la mirada a alguien como él.
—Escúchame a solas querido— le pide miserablemente tratando de tocarlo.
—Ocho minutos para que te largues— le aclara antes de apartarse y volverse hacia mí con la mirada seria. —Toma tus cosas— su voz está ronca y usa ese mismo tono mandón.
Doy un sobresalto pequeño, pero asiento. Hago lo que me pide con manos temblorosas y me saca de la sala de reuniones bajo la mirada de los que quedan.
Oh Dios. Creo que desaté el infierno ahí dentro. Lo miro de reojo, tiene la mandíbula apretada a muerte y no me suelta en ningún momento.
—Quiero hablar con la señorita Brown y el caso de Birmingham— mi jefe se interpone en nuestro camino. —Siento mucho lo que le sucedió Emma, pero sabe que este caso y las acusaciones son muy serias — añade alzando los documentos falsos.
No puedo descifrar su expresión, él estaba muy convencido con esos documentos que si duda de mí no me dejará irme a ningún lado. La espalda de Alexander se yergue en su más de metro noventa y mi jefe recibe una mirada seria.
—Fuera de nuestro camino Christopher.
El tono de voz no es simple, es el tono de voz de alguien que exige obediencia de inmediato y mi jefe al igual que yo lo mira atónito. Se hace a un lado de inmediato. Su mano está tensa sosteniendo la mia mientras me conduce por el pasillo a su oficina.
¿Qué demonios hice? Fue un impulso repentino el descubrir a Alesha frente a todos y no pensé que causaría todo este alboroto, mi cansancio mental me está jugando una mala pasada, ya no soy consciente de lo que hago.
Entramos por la puerta de cristal doble bajo la mirada de su secretaria robótica. Alexander me hace entrar primero y sigue trayendo la cara descompuesta, su pecho sube y baja irregularmente como si hubiera corrido por horas.
Me remuevo en mi lugar. Como decía mi madre, es mejor tomar al toro por los cuernos.
—Si planeas echarme la bronca por no decirte que ella fue la que me encerró de una vez te digo que no vas a...
—¿Te tomaste el calmante que te dejé sobre la cómoda está mañana? — pregunta entre dientes cortándome antes de terminar.
Frunzo el ceño. —¿Qué?
Rueda los ojos. —Claro que no lo hiciste. — se separa de la puerta y camina a su escritorio. —Nunca haces lo que se te pide.
Lo veo sacar un frasco de uno de los cajones y mientras lo abre llaman a la puerta. Blake asoma la cabeza y en cuanto Alexander lo ve con esos ojos verdes cargados de enojo temo por la vida del hombre.
—Señor Roe necesito...
—¡Fuera!
El hombre cierra la boca de golpe y sale casi corriendo mientras él camina al mini bar que tiene a la derecha. Saca una botella de agua, la vierte en un vaso de cristal y se acerca a mí con la mirada seria.
—Abre la boca, esto es lo que debiste tomarte esta mañana.
Lo miro a los ojos confundida y su ceño se frunce. Lentamente abro la boca, desliza una píldora blanca por mi boca y me ofrece el agua.
—¿Por qué haces esto? — pregunto después que se desliza por mi garganta.
No me responde, me quita el vaso de las manos y regresa al mini bar. —¿Por qué haces esto? — vuelvo a preguntar.
Su espalda se tensa, pero sigue en silencio. Frunzo el ceño y camino hasta donde él y me le planto al frente.
—¿Por qué haces esto?
—¡Porque estuviste encerrada en una maldita bodega siete horas por culpa de Alesha y voy a ocuparme de ti ya que tú no lo haces! — responde exasperado. —Y ni siquiera pienses en salir de esta oficina porque no lo harás hasta que te lo ordene.
—¿Qué? Estás demente. ¿Cuántas veces tengo que repetirte que no soy tu maldito problema? — le clavo el dedo en el pecho y siento sus músculos tensos.
—No te pongas a la defensiva Emma que justo ahora estoy malditamente cabreado contigo— bufa.
Así que es eso, me culpa por lo que hizo Alesha. Eso de algún modo duele.
—Si no querías despedirla no tenías por qué hacerlo, mi mierda la arreglo yo sola.
—Como digas, no voy a cambiar de opinión, te quedas aquí— se gira a su escritorio.
—¡No puedes retenerme maldito controlador!
Se gira de inmediato. Sus ojos verdes más oscuros que antes. Se inclina para tenerme frente a frente —Puedo y voy a hacerlo, no te vas.
Nos miramos fijamente. Ambos respirando con dificultad. No le respondo, camino hacia la puerta. No tengo que pelear, voy a largarme de aquí de una buena vez, si cree que va a tenerme prisionera está loco. Llego a la puerta, pero no tengo ni tiempo de tomar la manija porque estoy sobre su hombro en un segundo.
Camina con zancadas y me planta el culo en su escritorio. —Suéltame.
Me planta la cara. —Oblígame— ruge y se inclina sobre mí.
Le volteo la cara a un lado para que no me bese, pero no es lo que planeaba hacer porque en su lugar toma el teléfono fijo. —Amelia, haz que traigan de inmediato todas las cosas de la señorita Brown a mi oficina.
Aprieto las manos en puños. Cuando quita el altavoz me remuevo, pero no me suelta. —¿Por qué quieres tenerme aquí si soy la traidora de tu empresa? — lo cuestiono, él también vio los documentos que esa mujer presentó. —¿O ese es el plan retenerme mientras haces la investigación?
—Loca— sacude la cabeza y yo abro la boca indignada.
—¿Yo soy la loca? — lo tomo de las solapas y lo pego a mí —¡Tú eres el maldito demente aquí!
—¡Te pregunté quién te encerró y te lo guardaste!
—¡Si todo el drama es por ella, no tienes que...!
Tengo su boca sobre la mia y me besa con tanta fiereza que apenas puedo respirar. Jala mi labio entre sus dientes y el dolor me hace jadear.
—Puedes intentar discutir todo lo que quieras, no vas a salir de aquí— se aparta repentinamente
Me quedo jadeando. Desde esta mañana estoy decidida a irme para alejar a Seth y ahora veo a Alexander como una línea que me impide pasar, hubiera sido más fácil si no hubiera admitido lo malditamente enamorada que estoy de él.
El ultimo pensamiento hace que el corazón me dé un vuelco, apareció repentinamente sin que pudiera evitarlo como si desde hace mucho supiera que siempre ha sido Alexander.
Eso me asusta como el infierno. Mi cuerpo y mi mente no pueden aceptarlo tan fácilmente. No puedo tenerlo en la mente mientras me voy.
—Te odio Alexander Roe. — digo nerviosamente para protegerme.
Su ceño se frunce y llaman a la puerta en ese momento.
Amelia entra con dos hombres más, me bajo del escritorio de inmediato y veo como traen mis cosas. Alexander se queda de espaldas mientras traen todo aquí dentro. No puedo mirarlo, dije lo que dije y estoy asustada por estar enamorada de él.
—Dile a Christopher que trabaje con ella aquí— le dice a la mujer que asiente de inmediato.
Veo a Ethan entrar detrás de ellos y Alexander intercambia unas palabras con él antes de irse. Me quedo en la espaciosa oficina y miro el lugar por donde acaba de irse en silencio.
Alexander.
Me recargo sobre el mármol respirando con dificultad. Siento mi cuerpo temblar de pura ira que quiero descargar pronto. El imaginarla en esa bodega me cala como una puta navaja en la cabeza, nada se apiada de mí, ni siquiera los viejos demonios.
—¡Bennett!
—Alex sácame de aquí.
¿Qué mierda me pasa? Levanto la cabeza y me miro al espejo, estoy jadeando miserablemente y ni siquiera la pude besar en condiciones por toda esta rabia contenida. Lo único que puedo hacer es maldecir mientras me lavo y regreso donde Ethan.
—Tráeme el reporte de lo que hace Logan en Brent y quita la vigilancia de la casa de Bennett, la rubia llegará ahí en cualquier momento y no quiero que los vea.
—Como ordene señor, Matt se encargará de llevar a la señorita Gray por un camino seguro, hemos visto un par de Kray merodeando la zona desde ayer.
—Que no los vea, es muy persuasiva. — asiente —No me has dicho lo que sabes sobre Seth. ¿Tienes toda la información que te pedí?
—Así señor Roe. He estado en el asunto y buscamos a la persona incorrecta.
—¿Por qué?
El asunto no es de relevancia como toda la mierda que traigo encima, pero sigo teniendo curiosidad después de otro ataque de pánico de ella. Las pastillas que nos dio esa mujer la ayudarán, pero se que hay problema interno.
—El hombre que aparece en las cámaras de vigilancia no se llama Seth, su nombre es Jaden Roberts y tiene varios cargos en su contra en el estado de Trafford, el caso en el que está vinculado es más reciente y termina aquí en Londres.
Interesante.
—¿Cuál es el caso?
—Alexander— la voz de Alesha viene a mi espalda.
Me giro y la encaro. Es muy valiente para seguir aquí. Sabe que voy a correrla de nuevo porque retrocede ante mi mirada.
—No me voy a ir sin que me escuche el distinguido Alexander Hilton. Hilton. Hilton. Roe.
Ethan mete cautelosamente la mano detrás de su espalda. Levanto la mano y lo detengo. Ladeo la cabeza y Alesha levanta la barbilla.
—Tú decides querido.
Guardo la risa irónica que quiere salir. Se cree muy valiente, veremos qué tan valiente es. Avanzo hacia ella lentamente, su sonrisa satisfecha es lo último que veo mientras me conduce a la oficina continua a la suya. Me mantengo en silencio y ella pone el pestillo a la puerta.
—No hagas esto— las lágrimas de antes están de vuelta. Lagrimas que no estaban hace unos segundos cuando usó ese apellido. —Soy yo, no puedes desconfiar de mí.
La dejo hablar durante varios minutos más. Se sorbe la nariz con el dorso de la mano.
—No la encerré, ella miente, te lo puedo probar. — me mira con los ojos húmedos. —No querrás arruinarnos por una puta barata, de esas puedo conseguirte muchas y lo sabes— se inclina a susurrar en mi oído. —Te conseguiré una igual, pero más obediente. No te arruines querido.
Controlo la oleada de calor que pasa por mis venas cuando la llama de esa forma y ladeo la cabeza. —¿Arruinarme? ¿Eso es una amenaza?
—Si no me escuchas, no tendré más opción— comienza a sacar las garras poco a poco. —No quiero llegar a esto, sabes que mi padre no va a negarme nada y no quieres meterte con Caterva Smith— sonríe con suficiencia.
—Entonces me estás declarando la guerra.
Su mano sube por mi brazo. —No si cooperas, ya me cansé de que no me atiendas, de que estés todo el tiempo con ella, de todo, además un error podría costarte todo lo que has logrado— baja y deja un beso en mi pulso —Pero soy muy buena guardando secretos en especial los tuyos.
—Eso suena como un chantaje.
—No lo es. Solo quiero que abras los ojos, no estás enamorado de ella.
—Para esa mierda de una buena vez.
—De acuerdo no lo estas— sonrie cuando me ve molesto por mencionar esa ridiculez de nuevo —Pero si te tiene cegado y no voy a permitir que te manipule. Te quiero, te deseo, eres parte de mi vida y de nadie más, así que toma tu decisión ahora, sabes que soy la hija de Caterva y puedo ser peligrosa.
—Alesha— hago a un lado su cabello y le levanto la barbilla, una lagrima solitaria baja sobre su mejilla y la quito con mi dedo... bruscamente.
La tomo por los hombros con fuerza.
—A mí no me amenazas— avanzo haciéndola retroceder —Te advertí que no la tocaras y lo hiciste— pongo mi mirada penetrante.
—No quieres meterte con Caterva Smith.
Su padre es un pobre miserable que fue marcado por Logan hace mucho tiempo. Me inclino sobre ella, ya llegó al límite de mi paciencia.
—Te olvidas que soy el lobo Alesha— jadea al escuchar la última palabra y trata de librarse de mi agarre, pero no la dejo —Si quieres un enemigo ya lo tienes.
Ese tono de voz pocas veces sale y cuando lo hace es como si mis demonios me consumieran y poseyeran mi cuerpo como una legión.
Emma.
Miro a la enorme y vacía silla de Alexander, no ha regresado desde que se fue y ya pasó casi una hora. Una parte de mi piensa que es por lo que le dije y la otra dice que busca calmarse por echar a su mejor arquitecta.
El suspiro más largo que he dado en mi vida sale de mi boca y cierro los ojos. Solo hay una solución para mi problema y es regresar a Trafford.
Anoche mientras dormíamos, o al menos mientras él lo hacía, al verlo me di cuanta cuan irreal son las personas. Lo miré durante la mayor parte de la noche y me atreví a acariciarlo solo una vez, igual que nuestra noche juntos en Birmingham.
Hace unos meses cuando llegué a Londres no tenía idea de donde me llevaría el destino o la vida, pero si sabía que no podía rendirme.
Ya no tenia oportunidad de hacerlo, había requerido toda mi fuerza de voluntad dejar Trafford y comenzar de nuevo, cuando tomé la decisión fue por el recuerdo de mi madre.
Ella había renunciado a todo cuando dejó a Sawyer Taylor, un hombre avaro y codicioso que llevaba años engañándola con su actual esposa. Su dinero no nos hizo falta, juntas sobrevivimos, así que como ella lo hizo yo podía sobrevivir.
El tono de texto me hace abrir los ojos y cuando lo leo, aunque es un mensaje corto, me tenso.
<<Hola conejito>>
Regreso el teléfono al bolso con manos temblorosas. Tengo que hacerlo, tengo que irme, en Trafford el infierno de alguna forma será menor, tal vez consiga hacer que Seth reaccione, negociar, ceder... rendirme...
Pero si voy a irme me iré limpia de culpas, yo no traicioné a Alexander vendiendo información a West B y voy a demostrarlo, mi jefe no ha aparecido y no toma mis llamadas.
Comienzo a teclear en la computadora y busco mi exclusiva lista de contactos, tengo un par de personas que me ayudaran a contactar con alguien dentro de West B.
Mientras trabajo recuerdo los años en la universidad. Aunque nadie lo sabía porque adopté el apellido de mi madre, era la hija de Sawyer Taylor, uno de los empresarios más influyentes de Trafford, pero eso no hizo que trabajara menos, para mí, conseguir lo que tuve profesionalmente fue por mi madre.
¿Quién dice que una chica no puede sobresalir sola?
Levanto el teléfono. —Buenos días habla Emma Brown, quiero contactarme con Matthew Andrews.
Sigo mi rastro en los emails que envíe la última semana y hago una copia de cada uno de ellos. La risa de Cora en mis recuerdos es mi motor para hacer la siguiente llamada.
—¿Es usted la directora de relaciones públicas de West B?
Cora al igual que yo se enamoró de un Roe, hacerlo de Bennett no debió difícil para ella, desde que lo conocí supe que el hombre tiene mucha carisma y se que él también puede estar enamorado de ella.
Ellos no iniciaron con un acuerdo casual, para ellos fue más sencillo. Y si le dije a Alexander sobre lo que siente Cora es porque tal vez remotamente se lo diga y él vuelva.
He tratado de llamarlo, pero no responde y ni siquiera ve los mensajes de texto. Algo está mal con él.
Termino la última llamada y reorganizo la información. Está listo, no solo mi inocencia probada, sino también el problema con la información filtrada. Salgo por la oficina y veo a Ethan en la puerta, me regala una inclinación de cabeza y espero que no me detenga.
A los minutos estoy en la oficina de mi jefe dejándolo revisar todo, al principio no dejó que Alicia me dejara pasar, pero fui muy insistente, aunque cuando entro no habla de lo sucedido en la reunión y yo tampoco lo hago.
—Lo que me está mostrando es imposible.
—No lo es señor Jones. Todo está resuelto, llegué a un acuerdo con la gente de West B. Lo llamarán en una hora para reunirse con usted.
—En una hora— repite en voz baja, de verdad luce sorprendido —¿Cómo logró hacer eso?
—Con buenos contactos.
—Ya lo creo, pero eso solo es una parte. — me mira y se inclina sobre sus codos como si fuera a decir algo de suma importancia, si me despide ahora solo acelerará las cosas.
—No vendí ningún tipo de información.
—Le creo y le ofrezco una disculpa por dudar de usted.
—Disculpa aceptada, todo me acusaba.
—Pero no todos dudamos de usted— me mira fijamente.
Es cierto, Alexander no lo hizo, ni por un solo segundo.
Deja los documentos de lado —Su estancia aquí no ha sido fácil, incluso con lo que sucedió hoy me sorprende que siga de pie— sus palabras tienen algo detrás, no habla solo de trabajo, como si hablara de Alexander también. —Desde que la vi trabajar por primera vez, supe que sería un elemento valioso para nuestra empresa y ahora que Adam no está, eres el perfecto apoyo.
No entiendo del todo lo de Adam, solo le tomará unos días regresar y mi jefe tendrá el apoyo que necesita. Miro su cabello grisáceo y aprieto los labios en línea recta, este es el momento.
—Gracias por todo señor Jones.
Su ceño se frunce. —No nos estamos despidiendo— sonrie —Me reuniré con los ejecutivos de West B y renovaremos el proyecto de Birmingham juntos, su proyecto Emma— asiento aunque eso no será posible—A trabajar.
Miro su regordeta cara y recuerdo su manía de hablar sin detenerse para tener todo perfecto. Este hombre creyó en mi desde el primer día que me vio. Lo echaré de menos. —Sí señor.
Regreso a la oficina de Alexander y para mi sorpresa Ethan me sigue. Cuando entro el castaño está de vuelta. Lo miro, pero tiene la vista en algo sobre su escritorio y el celular en la otra mano sosteniéndolo sobre su oreja, la expresión molesta sigue en su rostro.
Veo la botella de wiskey escoses descubierta cerca del mini bar y el vaso al lado casi vacío.
Mientras él trabaja de su lado le escribo a la mujer que compró mi apartamento y su respuesta llega de inmediato.
—Busca uno exactamente igual— dice al teléfono. Levanto la mirada porque me parece escuchar la voz de Cora del otro lado y me encuentro con la suya.
La bajo rápidamente y sigo trabajando. Los minutos pasan y siento como sigue mirándome. Además, aquí hace calor cuando me abanico un recuerdo me viene a la mente. El primer día.
Un hombre trajeado entra y cuando Alexander termina la llamada comienza a revisar algo con él, se ve que es algo importante porque cuida mucho lo que dice como si no debiera decir de más.
—El contrato que revisé de Nueva York que envió Erick Jones, está valorado en el doble que el de Brent.
—¿Cuánto? — Alexander se reclina sobre su silla.
El hombre me mira de reojo —Dos cientos setenta millones de libras— responde— Más los impuestos de la transacción americana que son del veinticinco por ciento del precio total.
¡La madre que me parió! Casi me atraganto con mi propia saliva al escucharlo. La incomodidad me invade, yo no debo escuchar esto, nunca he visto tanto dinero junto y prefiero no hacerlo nunca.
—No es tanto como pensaba— Alexander arquea una ceja — ¿Y los del hotel ecológico en Manchester?
Oh no. Seguirán hablando de dinero y yo aquí soy una intrusa, tomo mis cosas como puedo y me levanto con la cara roja sin mirarlos. Este es un buen momento para regresar a mi oficina, además, Alexander está distraído. Camino sigilosamente a la puerta.
—¿Vas a algún lado? — la mano del castaño aparece frente a mí. Levanto la mirada y me encuentro con sus ojos verdes.
—A mi oficina.
—Hoy está es tu oficina— dice serio, era verdad que no iba a dejarme ir.
Aprieto los labios en una línea recta, trataré de no darle un espectáculo al hombre que está aquí. —Prefiero no interrumpir tu reunión.
—No me molesta tu interrupción— se cruza de brazos.
—No me gusta escuchar reuniones ajenas además soy publicista— levanto la carpeta en mis manos —Los negocios no son lo mio.
Ladea la cabeza —Que extraño, recuerdo que me abofeteaste y dijiste que yo no era el único imbécil con dos profesiones. Supongo que hablabas de negocios ¿O me equivoco?
Estoy sorprendida. Lo recuerda, pero solo se lo dije una vez. Frunzo el ceño, esa situación ocurrió cuando el acuerdo se terminó. Fue un idiota y lo sigue siendo.
—No lo sé, yo solo recuerdo unas palabras hirientes para alguien que solo quería ayudarte momento y una disculpa mediocre después de eso, aunque Alexander Roe nunca se disculpa.
Regreso a mi asiento auto asignado con los hombros caídos y me centro en una hoja cualquiera. Desde que estamos aquí se ha portado así, me sigo cuestionando si me culpa por despedir a la pelirroja.
Siento su mirada clavada en mí y como si mi vergüenza no fuera suficiente mi estómago hace acto de presencia gruñendo. Bendito estómago. Quisiera uno de los donuts de Alicia. Me arriesgo a mirarlo y ojalá no lo hubiera hecho porque sigue mirándome.
—Vete— le dice al hombre que está dentro.
—Aún tenemos que revisar los presupuesto señor.
—Estoy ocupado, vete— camina a su lugar y toma su saco. —Vamos— dice acercándose a mí mientras el hombre recoge sus cosas.
—¿A dónde? — ladeo la cabeza —Pensé que soy prisionera en tu oficina hasta que mi turno laboral termine.
Entrecierra los ojos. —Voy a alimentarte— responde ignorando mi sarcasmo.
—Bien— dejo todo de lado de inmediato y tomo mi bolso. Su ceño se frunce, creo que esperaba que peleara, pero no voy a hacerlo, tengo poco tiempo para desperdiciarlo.
Me pongo a su lado. —¿Nos vamos señor Roe o se quedará mirándome como un pasmarote ahí todo el día? — pregunto cuando no se mueve.
Sacude la cabeza y casi escucho la palabra obstinada en su mente cuando saca sus lentes negros de la bolsa interna de su saco y se los coloca. Me conduce fuera de la oficina con la mano en mi espalda. Mientras caminamos su mano roza ligeramente con la mía.
Lo miro de reojo, quiero también este recuerdo.
En un impulso valiente deslizo mi mano por la suya y entrelazo sus dedos con los míos. Esto se siente bien. Su mano es grande a comparación de la mia, pero, aunque sus dedos son un poco ásperos la piel de sus nudillos es suave.
Puede soltarme la mano en cualquier momento, pero no lo hace.
Veo la oficina de la pelirroja siendo desalojada y frunzo el ceño. De verdad la hechó. Nadie mira donde nosotros o eso parece porque soy más observadora y veo algunos ojos curiosos. No me importan ahora, será la última vez.
Llegamos a la entrada donde está su mismo auto del otro día y me detengo bruscamente al ver el auto plateado al otro lado de la calle. Oh Dios. No aquí. Los veo perfectamente por el retrovisor. Dos personas al volante.
Seth y Jaden.
Choco contra la espalda de Alexander y una camioneta pasa entre la acera y nosotros. —Lo... siento— me disculpo girándome, pero él tiene la vista clavada en la acera.
—Entra— me abre la puerta del copiloto.
Sin preguntar nada le entrego las llaves de mi Mazda y se las da de inmediato a Ethan, le hace un gesto con la cabeza que no entiendo. Entro y lo veo entrar por el otro lado. Las camionetas negras que siempre nos siguen cortan el paso de cualquiera incluso del auto plateado.
El motor ruge y se sumerge en el tráfico mientras algo vibra en mi bolso. Disimuladamente saco mi celular y veo otro mensaje en la bandeja. No lo abro. Tomo una respiración profunda, esto va a terminarse, me repito. Cierro los ojos un segundo y cuando los abro mi respiración logra calmarse.
—Hay un restaurante italiano no lejos de aquí— digo en voz baja —No es de tu gama, pero la comida es buena.
—Si está en por estos rumbos claro que no es de mi gama.
Ruedo los ojos. —No te vas morir por ser menos sofisticado— lo miro cuando nos detenemos en la luz roja. —A puesto lo que sea que no sabes comer comida rápida o una hamburguesa doble.
Me mira como si me hubieran salido dos cabezas. —¿Cuál es la dirección de ese lugar?
Le indico por donde ir y cuando volvemos a estar en silencio lo miro de reojo, sigue teniendo la mirada seria de antes y sus hombros tensos. Me olvido un momento de Seth y sin pedir permiso muevo mi mano al botón del capote.
El techo se levanta poco a poco y sin mirar la expresión de Alexander levanto la cabeza hacia arriba. Quiero también este recuerdo. Veo la ciudad pasar a nuestro alrededor como una mancha borrosa y me adormezco poco a poco.
. . .
—Hola sexy, llegas temprano a casa— saluda Cora con una sonrisa que le devuelvo de inmediato en cuanto entro.
Está en el piso con un overol corto y el moño despeinado, los rastros de pintura están por todos lados y también en su cuerpo. Mi comida con Alexander fue más corta de lo que pensé, se mantuvo callado la mayor parte del tiempo y no tocó el plato sin poner cara de asco.
Fue un alivio regresar a casa. Incluso si lo atrapé viéndome durante la comida seguía molesto. Sigo creyendo que se arrepiente de haber corrido a la pelirroja.
—Hola. Cortesía de Alexander— me encojo de hombros. —Y antes que se lo digas me tomaré las pastillas— voy a la concina oyendo sus pasos venir detrás de mí.
—Si la Dra. Kriss te las dio fue por algo bueno.
Asiento, no puedo contradecirla. —¿Dónde estuviste todo el día? Me pareció escuchar que hablabas con Alexander.
Sus cejas se alzan y esa risa nerviosa aparece. —¿Yo?
La miro fijamente. —Sí, tú, mi rubia favorita, no puedes mentirme. Alexander me mantuvo con él la mayor parte del día y reconozco tu voz perfectamente.
Suspira. —De acuerdo te lo diré— me siento en el taburete frente a ella. —Bennett está metido en algo ilegal y Alexander va a detener su trasero antes que se meta a un hoyo.
—¿Qué? ¿Cómo que algo ilegal?
—No entiendo mucho de lo que el cabezota de Alexander me dijo, pero creo que invirtió en un negocio en el que lo engañaron y tenia ocultos unos documentos en una caja fuerte que vi la última vez que estuve en su casa — abro la boca tanto que casi me llega hasta el suelo. —Sé que no estuvo bien, pero entrar no fue difícil, Bennett no tiene tanta seguridad como don gruñón además es un idiota. ¿Cómo se le ocurre entrar en algo chueco?
—Dijiste que lo engañaron.
—Eso es lo que dice Alexander, pero Bennett sigue siendo un idiota y no responde llamadas así que entré a su casa y salí sin una pisca de culpabilidad.
—No puedo creerlo de él.
—Menos mal Alexander evitará que su estúpido trasero termine en la cárcel. — asiento y me dejo caer sobre la encimera. —No pensemos en eso, no quiero pensar en el idiota que me rompió el corazón ni hoy ni nunca. Mejor dime ¿Qué quieres hacer hoy?
No me importa lo que tenga que hacer, pero antes de irme me aseguraré que Bennett responda el maldito teléfono como que me llamo Emma Brown.
—Quiero allanar la casa de la pelirroja y usar el bate que tienes guardado en tu auto.
Cora ahoga una risa. —Y yo quiero volarle la cabeza con un rifle como el de unos hombres que vi hoy por el apartamento de Bennett.
Entrecierra los ojos como si estuviera pensativa.
—Hablo enserio Cora, allanemos su casa ¿Qué dices? — me levanto y la miro con una sonrisa, no tengo nada que perder. —De todas formas, la policía de este lugar es una mierda.
Llevar a mi agresor frente a mí, llamarme loca y finalmente absolverlo del caso fue suficiente, sé que Sawyer pago una buena cantidad por eso, pero la corrupción es tan miserable como él. Cora me mira y su mirada se pone nostálgica.
Su mano va por encima de la encimera y la pone sobre la mia. —Entonces ¿Qué dices?
—Si lo dices enserio estoy contigo sexy, tenía que reunirme con Luke, pero esto es más excitante — sonrie con complicidad. —Mostrémosle lo que una rubia y una pelinegra son capaces de hacer, no por nada aprendimos buenas técnicas de mi hermano.
—Estoy bastante segura que Dylan nos enseñó esas técnicas para salvar nuestro pellejo no para allanar la casa de nadie. — le sonrío con complicidad.
—Cataloguemos esto como una buena acción para la sociedad— se encoje de hombros —Después de terminar con ella también podríamos ir a la casa del agente y darle un trato especial y si algo sale mal que Alexander nos salve del problema.
—¿Por qué? ¿No te gusta dormir en prisión? Lo hicimos un par de veces en Trafford y te vi muy cómoda ahí.
Su risa rompe entre nosotras y luego una mirada nostálgica se pone en su cara con los ojos brillantes —Oh sexy, no sabes cómo me gusta verte así, bromeando, sonriendo— sus cejas se juntan —Pensé que después de lo de ayer nada iba a mejorar.
Le doy una sonrisa débil, ella no lo sabe, no sabe qué voy a irme a Trafford para que Seth me siga ahí y esto termine de una buena vez.
Esto podría ser como mi última hazaña con Cora porque recuperarme de ese infierno con Seth fue difícil y ahora sé que si vuelve a suceder no podré recuperarme más.
—Quizá nada va a mejorar Cora, pero ¿Sabes qué? — me inclino hacia ella y la miro fijamente a los ojos verdes ligeramente más claros que los de Alexander —¡Que le den al mundo! ¡Vamos a joder a la pelirroja!
Sonríe de lado a lado. —Juntas.
—Juntas.
Me envuelve en un abrazo tan fuerte que juro me regresa a la vida por unos segundos.
Alexander.
Paré la comida en cuanto pude, no podía estar cerca de ella más tiempo sin que el jodido tirón de mi nuca regresara a cada segundo. No hablamos mucho y tampoco quería hacerlo. Sigo cabreado y mierda santa necesito relajarme de una puta vez o no voy a pensar con claridad.
—Dios ¿Qué me pasa? — apoyo mi cabeza en las palmas de mis manos.
Vuelvo a llamarle a Bennett y otra vez salta al buzón. Lo maldigo en voz baja y si el cabrón no responde pronto yo mismo iré a Nueva York a sacar su trasero de la miseria en la que se ha sumergido.
Los documentos que la rubia sacó hoy de su casa están esparcidos por mi escritorio y como lo sospeché las firmas coinciden. Bennett está involucrado en el lavado de dinero con los inversionistas rusos.
—¡Maldita sea! — abro de nuevo la bandeja de llamadas y presiono el botón.
—Alexander— la voz ronca y soñolienta de Erick responde.
—No me importa donde coño estás, quiero que vayas con el cabrón de Bennett y me lo pongas al teléfono.
Haciendo el cambio pertinente de horario entre Londres y Nueva York, es probable que el muy idiota esté en algún apartamento desconocido y con una resaca de los mil demonios, pero va a tener que colocarse los pantalones y cumplir mis órdenes de inmediato.
—Mierda, no grites — gruñe —Bennett no está conmigo y por si no lo sabes es muy temprano para que llames.
Respiro hondo. —Erick— digo en voz baja. —Saca tu culo de ahí ahora mismo.
El tirón en mi nuca viene con fuerza, no va a desaparecer sin las malditas pastillas, no después de lidiar con la mierda que hizo Alesha y su estúpida amenaza. Ni tampoco después de encontrar la mierda de Bennett y mi propia mierda.
Respiro hondo y espero por que el idiota salga de ahí, escucho sus pasos por todos lados y también una voz de mujer. Le voy a cortar el miembro al cabrón.
Mantengo el teléfono conmigo mientras salgo de mi despacho jalándome a tirones la corbata. Entro a mi habitación y lo primero que veo es a Kieran sobre la cama con una de pantalones hecho pedazos a su alrededor.
Cuando me ve entrar ladea la cabeza y saca la lengua. —Se terminó, hoy te largas de aquí— me acerco a él con zancadas rápidas y salta de la cama y sale corriendo de la habitación.
Eres un maldito cabrón Bennett, eso es lo que eres. Sigo maldiciendo en mi mente mientras tiro todo a la basura. Van a limpiar esta cama, no voy a dormir donde estuvo esa bola de pelos. Paso mi mano por el borde quitando bruscamente los restos de pelo amarillo.
Mientras lo hago mi mano se topó con mi camiseta blanca debajo de uno de los cojines. ¿Qué coño es eso? La saco y el olor de Emma esta por todos lados.
La olvidó.
Maldición. Estuvo encerrada, malditamente encerrada. Yo solo recuerdo unas palabras hirientes para alguien que solo quería ayudarte y una disculpa mediocre después de eso, aunque Alexander Roe nunca se disculpa.
Te odio Alexander Roe.
Erick habla del otro lado de la línea, pero no puedo apartar mis ojos de la camiseta mientras recuerdo esas palabras.
—El cabrón de Bennett se ha vuelto un jodido ermitaño, no habla con nadie, ni siquiera sale del apartamento que compró, la única vez que lo veo es cuando nos reunimos con los inversionistas.
Te odio Alexander Roe.
—¿Escuchaste lo que te dije?
Logan está en Brent señor Roe.
Mierda. Si Logan no se ha ido es porque sabe perfectamente lo que hizo Bennett. Por eso lo acorraló en la autopista.
—Erick quiero que regreses hoy mismo a Londres, pero quiero que lo hagas solo— dejo la camiseta con el ceño fruncido.
—¿Por qué?
—¿Bennett te hablo de unos inversionistas rusos con los que haría negocios?
—No lo sé.
—¿Quieres un puñetazo para que te refresque la memoria?
—Coño cálmate un poco hombre — aprieto la mandíbula. Erick con resaca es tan exasperante como el jodido perro que Bennett me dejó. —Creo que lo hizo— carraspea —Recuerdo que le dije que estaba loco si quería trabajar con una empresa de facturas negras, lo poco que investigué sobre ellos es que recién habían entrado al mercado inglés como inversionistas, pero no pude encontrar el nombre de los pasivos que manejan.
Claro que no pudo, los rusos no son inversionistas. Carajo. —Cambie de opinión, quédate en Nueva York y si puedes, controla tu polla por al menos un día.
Corto la llamada y me quito el traje antes de ir por Ethan.
—¿Tienes los datos? — le pregunto a Matt mientras el hacker examina los documentos de Bennett.
—Estos documentos, son una manzana podrida señor Roe, solo sirven para despistar — dice el hombre de la computadora. —Los rusos son mafiosos asociados con Caterva Smith y son los hombres que Logan ha buscado durante un año para ponerlos de su lado en su pelea contra los daneses, pero Bennett se le adelantó.
Carajo.
—¿Cómo se llama el que los lidera? No pueden ser muchos, para estar aquí
—Ellos son el grupo más pequeño de contrabando de Rusia, solo armas robadas y drogas amateurs. — me muestra una lista de nombres —Sospecho que si se unieron a Caterva Smith fue porque alguien de más arriba los convenció.
—El padre de Alesha no ha tenido alianzas desde que Logan lo marcó, la persona que convenció a este grupo de rusos insignificante a unirse a Caterva quiere abrirse camino a Logan.
—¿Cree que los rusos quieran unirse a los daneses para pelear por el territorio de armas en el Gard de Dinamarca? — Ethan frunce el ceño. —Esa base militar ha estado abandonada durante siete años, pero los reactores siguen en buenas condiciones y quién, sean los rusos, los daneses o Logan, logrará fabricar nuevas armas.
—Los mafiosos rusos son muy ambiciosos, pero Logan también lo es, una alianza entre ellos es poco probable.
—¿Entonces qué haremos señor?
Bennett se metió con la gente equivocada y malditas sean las razones que lo llevaron a hacerlo. —Quiero que localicen al hombre que está a cargo de esta pequeña asociación de rusos. Le haremos una visita.
—Hay una cosa más señor— Matt se interpone en mi camino antes que salga. —La señorita Gray vio de nuevo a los Kray fuera del apartamento de Bennett.
—¿Qué?
—Traté de sacarla señor, pero se dio cuenta que la estábamos vigilando.
—¡Te dije que la cubrieras! — maldigo y me jalo e cabello exasperado. —Has notado que la rubia tiene ojos por todos lados.
—No puede hacer más señor Roe.
—Fuera de mi vista— lo echo, si lo mantengo frente a mi voy a partirle la cara por incompetente.
Agacha la cabeza como sabe que debe hacerlo. —Lo tengo señor— dice el hacker. —El que los lidera se conoce como Dmitri Pávlov y está a las afueras de Londres.
—Ethan reúne a los hombres, vamos por él y si veo una falla, así sea mínima, saco la mierda fuera de todos.
. . .
Reconozco a los rusos de inmediato, los veo desde la camioneta en la que voy. No pueden ser muchos, solo son títeres en las manos de alguien mayor.
—Caterva ha tratado de ponerse en contacto con usted señor.
—Mándalo a la mierda.
Veo a los rusos entrar al bar que nos señaló el hacker y doy la orden de que los rodeemos. Camino detrás de Ethan para cubrir su espalda. Voy a arreglar la mierda de Bennett de una jodida vez. Estamos haciéndolo bien, los tenemos en la mira.
Veo a Dmitri Pávlov y camino con mi arma cerca de él, su espalda se mueve como si me escuchara venir. —No tan rápido Alexander Roe, estaba esperando por ti.
Más de diez luces rojas se ponen sobre mí. —Emboscada— gritan a los lejos y el infierno se desata.
Las balas corren y se clavan las unas a las otras. Peleo con el ruso hasta que termino acorralado en una de las paredes. —Tu hermano es más ambicioso que tú.
Esas palabras.
—Y tu solo eres un vulgar títere en las manos de Logan.
—¿Quién dice que trabajo para él?
Dejo mi arma de lado dispuesto a tirarla al suelo. Si es un títere, cualquiera puede manejarlo. —Entonces manda que tus hombres se retiren— se detiene apuntándome con el arma. —Pero claro, no puedes solo eres una escoria bajo los pies del amo
Sus ojos azules se entornan. —¡Retirada! — les grita a los rusos y cuando se apartan los Kray de Logan aparecen frente a nosotros.
Emma.
—¿Estás lista agente Brown?
Aparca su auto en la acera. Los edificios aquí no son tan grandes como pensé, pero la zona si tiene prestigio. Ya pasaron dos horas desde que armamos el plan y siento una emoción como en los viejos tiempos.
Si Dylan pudiera vernos ya estaría tras nosotras gritándonos que no lo hiciéramos.
—Lista agente Gray.
Sacarle la información a Alicia no fue fácil, pero la habilidad de Cora para sacar información es casi perfecta, no me sorprende con un hermano como Dylan.
Vemos a Alesha subir a su auto cubriéndose un escote prominente con el abrigo y una sonrisa de lado. Detrás de ella sale una camioneta de color verde militar y la sigue de cerca cuando desaparece de nuestra vista.
Un hombre alto que por ser de noche no puedo ver su rostro, sale a la acera con un cigarrillo en su boca, le da una calada y el humo sube.
—¿Por qué iba tan feliz la zanahoria? Dijiste que Alexander la echó de la empresa por tocar a su reina.
—¡Ya basta con eso!
A mi pecho no le hace bien que Cora me recuerde eso, no cuando voy a dejarlo.
—La muy arpía debe tener algo en mente.
—Sea lo que sea, no cuando regrese se le va a borrar esa sonrisa. — entrecierra los ojos —Vamos a por ti zanahoria saboteadora, roba hombres, arpía roba trabajos y molesta mejores amigas— dice mirando el edificio con los ojos entrecerrados.
—Alexander no es mi hombre— le recuerdo resoplando, incluso si el acuerdo siguiera sería ridículo llamarlo así.
—Para mí lo es— se encoje de hombros —Vamos, es ahora o nunca, tenemos suerte que su auto haya salido de aquí hace un rato, pero no sabemos cuánto tiempo tendremos. — asiento —Por cierto, el rubio te sienta bien, aunque no tanto como a mí.
Ahogo una risa y reacomodo mi cabello corto. Esta peluca es demasiado real para costar solo siete libras en el centro comercial.
Salimos juntas de mi Mazda que Ethan llevó a casa. Paso al lado del hombre que está en la acera y vuelve a darle una calada a su cigarrillo. Mira la acera repetidas veces. Es alto y trae un abrigo casi desgatado.
Cora va por delante y lo pasa.
Cuando es mi turno el hombre se gira y yo por no meterme en su camino me muevo a un lado, pero igual termina chocando conmigo. Me tambaleo al suelo de rodillas mientras él se topa con la valla del lado.
—Lo siento— me disculpo cuando se agacha para ayudarme
Sus ojos se mueven por los míos y veo el rastro de una pequeña sonrisa. Es un hombre mayor, pero no demasiado. Me mira fijamente como si estuviera estudiando mi rostro y también repasa mi cabello rubio.
—Lo siento— repito.
Me levanta. —No hay problema, de noche las calles de Londres son muy inestables para pasajeros muy distraídos.
—Si— digo con vergüenza, por distraída lo lancé contra la valla.
Veo a Cora dar media vuelta cuando nota que no voy detrás de ella y me ve con él.
—Otra vez, lo siento de verdad.
—Disculpas aceptadas...— me mira como incitándome a decirle mi nombre.
—Uh, Rebeca— trato que el temblor de mi voz no se escuche y por educación le extiendo la mano.
Veo un brillo en sus ojos como si supiera que miento, pero de todas formas acepta mi mano.
—Es un placer Rebeca— su mano es muy grande y fría y su agarre muy fuerte. —Soy Logan.
¡Hola sexys!
*Se va corriendo*
¡Los amo tres millones!
-Karla
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