CAPÍTULO 29
Emma.
—Sexy, tienes que admitir que Luke sigue siendo simpático.
—Si tú lo dices "pastelito"— me atraganto con mi risa y me mira indignada. —Me pregunto qué pensará Bennett sobre ese apodo curioso y las miradas coquetas que tu agente te da de forma no profesional.
—¡Son miradas amables! — repite igual que siempre —Además Bennett no tiene nada que decir porque solo somos compañeros de sexo.
—Tú no tienes de esos compañeros.
—¿Y que quieres que le diga? El hombre no parece del tipo de citas como su hermano, además creo que puedo cambiar el rollo de las citas para cuando se termine y buscar a ese adorable chico que conocí en el restaurante al poco de tiempo de venir aquí.
—No me imagino a Alexander en una cita, pero con Bennett puede ser diferente— él es más abierto, más caballeroso y divertido —No lo lleves al extremo, es uno de mis únicos amigos en la empresa, además me gustan sus flores.
—A mí también me gusta su compañía y su amiguito.
—¡Cora! — miro al pasillo mientras abro la puerta,
El olor de los rollitos de canela que dejó en el horno está en el aire. —¡Oh Dios! — sale corriendo a la cocina —¡Los olvidé!
—Al menos tuviste suerte de apagar el horno si no tendríamos a los bomberos aquí y una factura que pagar. — me rio
Se coloca un guante y saca con cuidado la charola repleta de bocadillos demasiado tostados para comerse.
—Mi memoria está atrofiada últimamente así que no puedes culparme, la exposición me tiene ansiosa.
—Lo sé— sonrío y me acerco a ella, pero a medida que me acerco mi sonrisa se desvanece.
Mi nariz se arruga y una arcada comienza en mi estómago de repente.
—Toma uno, pero con cuidado porque están calientes— dice, pero yo ya estoy en camino al baño.
Abro la puerta de golpe y me dejo caer sobre las baldosas mientras vacío el contenido de mi estómago en el inodoro. Respiro hondo, pero al instante otra arcada más grande que la de antes me golpea.
—Sexy ¿Estás bien? — Cora me sostiene el cabello mientras cierro la tapa y tiro de la cadena.
Asiento, pero sin hablar, estoy respirando entrecortadamente y ahora no me siento bien.
Me levanto con cuidado y me lavo la boca. Por el espejo veo mi rostro pálido, me veo y me siento fatal.
—¿Qué sucedió?
—No lo sé— me recargo sobre la pared y recupero la estabilidad de mi respiración. —Debió ser algo que comí o el estrés, hoy tuve un día muy agotador.
Cora me mira en silencio. —Necesitas un buen té para eso. Recuéstate que yo te lo preparo.
Esta vez no protesto solo asiento y voy a mi habitación quitándome los tacones en el camino. Casi nunca tengo problemas estomacales, incluso puedo contarlos con la mano, no puedo creer que justo ahora me esté pasando.
—Toma— Cora aparece con una taza humeante y me la entrega. —Bébelo despacio.
—Creo que el restaurante al que me llevo Alicia es muy malo, aunque solo pedí salmón.
—Nunca confíes en la comida inglesa, ¿Recuerdas la vez que comimos almejas en ese restaurante carísimo por la fiesta de nuestra graduación?
Sonrío débilmente —Terminamos dos días en el hospital.
—Y nos perdimos el viaje estudiantil.
Nos reímos juntas y se recuesta a mi lado. —Hemos pasado mucho juntas y mira— señala la taza —Lo seguimos haciendo.
—Es bueno tenerte aquí— la abrazo —Hoy fue un día muy largo, fui al New Times, tuve un mareo, traté con los de Vinils, después tener que...
—Para, para— me detiene y se incorpora —¿Tuviste un mareo?
—Son los tacones.
Suelta una risa y luego se pone seria.
—Sexy— mira la taza en mis manos y luego vuelve a mirarme —Un mareo, náuseas, ¿Sabes lo que es eso? — sacudo la cabeza distraída y bebo otro sorbo de mi té —Pueden ser síntomas de embarazo.
La miro fijamente y un segundo después me mis hombros se sacuden con mi risa. Me rio con ganas como nunca antes, pero cuando la veo seria me detengo.
—Lo digo enserio.
Sacudo la cabeza. —No— me levanto de inmediato —¡No! ¡De ninguna manera! ¿Cómo voy a estar embarazada?
Se pone la mano bajo la barbilla como si lo estuviera pensando.
—Según la biología y mi lógica, si sumamos dos más dos ¡Te acostaste con Alexander Roe!
Vuelvo a sacudir la cabeza. No. No. No. Él... yo... Joder, la realidad me golpea, nunca utilizó protección conmigo.
—No— me muevo por la habitación y abro el cajón de la mesita de noche. Saco la caja blanca y se la pongo delante —¡Pastillas! hoy he tomado la última pildora, así que aquí dentro— me toco el vientre —Solo están mis intestinos.
—¿Y si no?
—¡Por Dios Cora! No hagamos de esto un lio grande, no estoy embarazada.
Toma la caja de mis manos y cuenta. Cuento con ella ya suelto un suspiro.
—Tengo todo en regla. — las guardo en su lugar y coloco la nueva caja que medio la Dora. Kriss.
— Pero ¿Tienes la regla?
—No— sus ojos se abren con horror—Porque todavía no me toca y ya es suficiente. No estoy embarazada y si lo estuviera, el último hombre en la tierra al que elegiría para ser el padre de mis hijos sería Alexander Roe.
Levanto las manos para aclarar el punto.
El hombre es un gruñón domínate, obstinado, con carácter de los mil demonios, una versión pequeña de él sería como el karma de cualquier mujer.
—Está bien, solo fue una alerta por si los accidentes, ya sabes lo que dicen, la píldora puede fallar por muchas razones— camina hacia la puerta, pero se gira sobre su hombro una última vez —Estás tomando medicamento ¿No es así?
Le arrojo una almohada que la hace reír. Solo quiere ponerme nerviosa, pero no lo logrará, soy muy consiente de mi cuerpo. Miro el espejo a lo lejos y sacudo la cabeza con una sonrisa. Aquí dentro no hay nada y menos un mini Alexander.
. . .
—Me voy a la oficina— le digo a Cora mientras salgo del apartamento.
—Adiós sexy— me lanza un beso y bajo por el ascensor.
—Señorita Brown— dice el hombre mayor que se encarga de la recepción con una mano levantada para llamar mi atención.
—Buenos días señor Jules. ¿En qué puedo ayudarlo? — le regreso la sonrisa que me da.
—Ayer por la tarde le trajeron este pequeño paquete, pero no era una compañía local por eso no trae sello.
Tomo la caja de cartón que es como del tamaño de un libro y la miro por todos lados. —¿La persona que la trajo no le dijo de dónde venía?
—No, el caballero solo dejó el paquete para usted y se fue.
¿Caballero? —No le dio su nombre— niega con la cabeza. Solo él puede recibir un paquete así, aquí no hay tanta seguridad como me habría gustado. —Gracias.
No tengo tiempo para devolver el paquete al apartamento, supongo que lo abriré en la oficina, me meto en mi Mazda y me sumerjo por las calles de Londres.
—Hola Alicia— le doy una sonrisa que me devuelve al instante.
—Buenos días Emma.
Entro a mi oficina con el paquete en la mano y mientras mi ordenador comienza a encenderse. Abro la dichosa caja. Me cuesta un poco porque tiene más cinta de la necesaria. Unos recibos son lo primero que veo, pero no tienen mucho sentido.
Saco lo demás y solo es periódico envuelto por todos lados. Que broma tan inoportuna. Ruedo los ojos y tiro la caja al cesto de la basura, pero veo algo caer del fondo. Lo recojo y veo que es un folleto turístico.
Con el ceño fruncido le doy la vuelta. TRAFFORD. Un tríptico turístico de Trafford. Mi respiración comienza a ser irregular, pero bebo un poco de agua para controlarlo, esto no significa nada, solo es un tríptico nada más.
Pero al mismo tiempo es un tríptico de Trafford y el paquete fue entregado especialmente para mí.
Un par de golpes resuenan en la puerta y Adam asoma la cabeza. Tiro el papel a la basura y le indico que puede entrar.
—Buenos días— me da esa sonrisa característica en él. —Anoche quería ir a a ayudarte con lo de Birmingham, pero el señor Roe me dio suficiente trabajo para hoy.
—No te preocupes, tengo todo casi listo, solo necesito que el señor Jones le dé el visto bueno. — se sienta en frente a mí y ahora si puedo ver las bolsas debajo de sus ojos —¿Mala noche?
Niega con la cabeza. —Mucho trabajo como dije, al menos me satisface saber que el señor Roe pudo disfrutar su noche sin problemas, se veía ansioso por irse con la señorita Alesha.
—¿Ah sí? — asiente
—No soy ciego y cuando llegaron juntos esta mañana supe que mi trabajo no fue en vano— se ríe, pero no le encuentro humor a lo que dice.
—Pues no debería cargarte de trabajo solo para que él pase dándose un atracón toda la noche— digo molesta.
—Ya sabes cómo son los empresarios, ayer fue ella toda la noche, hoy ya la agendó otra vez, en fin— sonríe —¿Qué dices si comemos juntos?
Se fue con ella toda la noche. —Está bien, comamos juntos.
—En ese caso vendré por ti— me guiña un ojo y sale sin más.
Alexander.
Sacudo la cabeza de un lado a otro y después me aprieto las sienes con fuerza. Entrenar con Ethan me ayudó a relajar los músculos, incluso dormí mejor que en días anteriores.
—¿Jaqueca? — pregunta Bennett entrando a mi oficina con esa ropa casual que sabe no me gusta como código de la oficina.
Asiento y le señalo la silla delante. El estúpido dolor de cabeza regresó otra vez en la mañana y ni siquiera ha comenzado del todo mi día.
—Estos son los diseños que tengo para los hoteles de Nueva York y mira el nuevo logotipo. Hice una combinación con destellos dorados para la semana de inauguración.
Miro los diseños, son excelentes. —Perfecto. ¿Cuándo te vas?
—La próxima semana.
—De acuerdo, mantente en contacto con nuestras oficinas en Estados unidos y si requieres algo Erick está disponible para viajar contigo, conoce la estrategia de los accionistas.
—Lo hablaré con él— asiente —Aunque ha estado callado últimamente. Creo que el cambio de América a Londres le afectó.
—Seguramente, por eso quiero que te lo lleves— me reclino sobre mi silla.
Tal vez a ese viaje debería mandar a un tercero. Algo inútil, pero mientras más lejos de mi mejor. Me he encargado de sobrecargarlo de trabajo a ver si el idiota tiene tiempo de pensar en personas ajenas.
—Entonces ¿Qué dices Alexander? — la voz de mi hermano me distrae.
—¿Sobre qué?
—Sobre lo que te hablé anoche, ir a la exposición de Cora para atraer a la prensa.
Suelto una risa larga recodando nuestra placita de anoche.
—Por si lo olvidas tengo un departamento completo de publicistas y ninguno de ellos me ha dicho que asistir a una exposición de media calidad es bueno para mi imagen y la de mi empresa. Además— frunzo el ceño —¿Tengo cara de comprador de arte?
—Tienes cara de puto cabrón. — se levanta. —Pero te recuerdo que también soy un Roe así que pediré que asistan varios medios,
—Nunca te ha gustado llamar la atención— lo miro curioso.
Tengo la sospecha de saber cuál es su interés en que la esa exposición sea llamativa y comentada. No me responde solo sale por la puerta confirmando lo que ya se.
Me pongo a trabajar dejando temas sin importancia de lado, pero si la exposición es tan importante para la rubia, todas las personas cercanas a ella asistirán. Arqueo una ceja acariciándome la barbilla.
—Amelia— toco el botón del alta voz y un minuto después tengo a mi asistente en la oficina. —Cancela mis compromisos del viernes en la noche, estaré ocupado.
—Si señor Roe.
—Dile a mi secretaria que si la señorita Alesha ya llegó a la oficina me traiga los planos de Brent.
Asiente y sale por la puerta. Una hora más tarde Alesha entra por la puerta cargando dos porta planos. —Siento la tardanza, tenía asuntos que resolver y el traficó me atrapó.
—Está bien, siéntate y muéstrame las modificaciones que hiciste.
—Podemos revisarlas más tarde si quieres.
—No, tengo una reunión importante con mis accionistas y me tomara tiempo.
Asiente, aunque la veo molestarse, sigue resentida porque la dejé ayer por la tarde. Abre los planos sobre la mesa y me señala cada detalle que mejoró sobre el estacionamiento que se derrumbó.
—Aquí— señala una parte —No podemos reemplazar el muro o nos arriesgamos a que otro accidente ocurra en la zona, pero si lo movemos hasta aquí— señala otro punto —Te construiré un lugar reforzado.
Lo dice con tanta confianza que eso es lo que más me gusta de ella. Su perfil ejecutivo.
—¿Estás segura? — la pruebo, aunque sé que cada detalle está perfectamente calculado.
—Completamente segura. Déjalo en mis manos.
—Hazlo, tiene carta blanca para trabajar. — la ayudo a meter los planos satisfecho que hayamos encontrado un punto de equilibrio en el desastre que Logan causó.
—Señor Roe— el altavoz suena —La señorita Brown le trae los reportes finales de Birmingham.
—Que pase. — respondo y me pongo a trabajar en mis asuntos.
Dos minutos después un par de golpes resuena y ella entra. La primera imagen me golpea con fuerza que frunzo el ceño. Trae una falda de tuvo apretada y una blusa blanca similar a la que le compre que apenas puede contener sus pechos.
—Señor Roe, señorita Alesha— saluda con menos entusiasmo que el de siempre.
—Señorita Brown— le regreso el saludo y me levanto. —Eso es todo Alesha puedes retirarte, te veré después.
—Claro querido— se acerca y me besa en la mejilla más tiempo del necesario. —Adiós Emma.
—Muéstreme los reportes— le digo en cuanto Alesha sale.
De forma casi automática se acerca y me entrega la carpeta con la mirada seria, ahí caigo en cuanta en la venda que trae en su muñeca. Aparta la mano de inmediato y recorro mi mirada por su otra muñeca.
No tiene venda en esa solo el reloj de siempre cubriéndola.
—Una sonrisa no le vendría mal señorita Brown. — la provoco y abro la primera carpeta.
Me mira mal otra vez que no diga su nombre como ya lo he notado antes, pero no dice nada al respecto. Veamos hasta donde lo puede mantener.
—No voy por ahí regalando sonrisas a todo el mundo. — dice inmediatamente.
Tomo una respiración profunda. Ella y su boca imprudente.
—Hace bien porque su sonrisa es molesta la mayoría de las veces.
Abre la boca indignada y me contengo de reírme. —Igual que la tuya— suelta y se gira para irse. —Cabrón— la escucho decir perfectamente
—¿Perdone? — dejo la carpeta sobre la mesa y se vuelve hacia mí. —Le recuerdo que soy el dueño de esta empresa y no permito que nadie me hable de esa manera— pongo la mirada seria —Que sea la última vez que me insulta señorita Brown o voy a despedirla ¿Entendió?
Sus mejillas que no habían tenido casi nada de color cuando entró comienzan a ponerse rojas, pero sé que es de enojo. Me preparo para la bomba que va a soltarme.
—¿Entendió o no? — insisto.
—Si señor Roe— me dice con una mirada asesina.
Que se contenga de gritarme me deja menos satisfecho como si me hubiera llevado la contraía, pero no insisto en molestarla más.
Camina a la salida con los hombros rígidos, pero a medio camino se tambalea y se apoya en la pared con una mano para detenerse.
—¿Se encuentra bien? — pregunto con el ceño fruncido.
Asiente de espaldas y trata de caminar otra vez, pero vuelve a tambalearse. Rápidamente me acerco a ella y la tomo del brazo para que mantenga el equilibrio.
—No me toques— trata de alejar mi brazo, pero no se lo permito. —Solo fue otro pequeño mareo.
En cuanto la palabra sale de su boca abre los ojos completamente como si se diera cuenta de algo y su respiración se acelera.
—¿Qué sucede?
No me responde solo mira hacia un punto al frente perdida en sus pensamientos. ¿Va a tener otro ataque de pánico?
Respira entrecortadamente y luego me mira horrorizada de arriba hacia abajo. Miro mi ropa impecable como siempre.
—No— dice sacudiendo la cabeza. —No puede ser.
—¿Qué pasa Emma? — dejo de lado mi enojo de no llamarla por su nombre y se lo pregunto exasperado.
—Suéltame— su tono de voz acaba de cambiar. Trata de zafarse, pero no la dejo y eso la enfurece más —¡Suéltame de una buena vez Alexander!
—Tranquilízate, estabas mal hace un segundo y ya no tienes color en las mejillas.
—¡Ese es mi problema! — me grita la cara y sigue forcejeando.
—Es suficiente— la retengo con más fuerza porque ni siquiera gritándome se ve bien físicamente.
Pero ella es una obstinada de lo peor porque manotea para alejar mi mano y el hecho de que no me deje ayudarla me enfurece.
—¡Dije que ya es suficiente Emma!
No me hace caso y sigue moviéndose por lo que en un impulso repentino y sin pensarlo la giro sobre sus hombros hasta que su cara queda contra la pared y estrello mi palma sobre su regodeado trasero.
Su piel rebota y ella se pone sobre sus puntas aguantando el impacto. —¿Qué estás haciendo? — me grita desafiante como siempre.
Vuelvo a bajar la mano con más fuerza que antes apretando la piel un segundo antes de alejarme y esta vez suelta inconfundiblemente un gemido.
Ese simple y sensual sonido se me sube a la cabeza y la azoto de nuevo dejando mi mano sobre su trasero más tiempo del necesario cuando hecha la cadera hacia atrás para recibir todo el impacto.
Después como la pequeña seductora que es vuelve a gemir, esta vez más agudo.
Maldigo en voz baja. Mi miembro da un tirón y siento como el calor abandona mi cabeza y baja rápidamente, pero no me olvido que ella está mal y no quiere que la ayude.
Resistiendo mi propio impulso la giro y me inclino sobre ella hasta que nuestros rostros quedan a la misma altura.
El color regresó un poco a sus mejillas. Está jadeando bruscamente levantando su pecho con cada respiración y yo, estoy a punto de perder el puto control.
—¿Terminaste o tengo que azotarte más?
Niega débilmente y su mirada baja a mi boca. Traga saliva con fuerza y cuando sube la mirada tiene los ojos avellana necesitados. Las ganas de probar su boca, de darle lo que quiere me consumen, pero me alejó.
—¿Cuándo fue la última vez que comiste?
—No sé— responde en voz baja alejándose de la pared.
—Emma. — le advierto.
—Anoche, ayer, no sé.
Emma
—¿Anoche?
Me mira como si fuera una lunática, pero después de ayer mi estómago no se siente como si quisiera nada dentro. Por eso me salte las comidas tanto como pude.
—Ya entiendo porque estás así.
—Estoy bien— digo con decisión.
Me mira mal. —Estás pálida— dice —Ven— trata de moverme, pero solo sacudo la cabeza y me llevo la mano a la boca.
El calor de sus azotes acaba de disminuir y las arcadas acaban de volver. Tengo miedo que si abro la boca terminaré marchando el suelo.
Antes que me dé cuenta está frente a mí con su mano sobre mi frente comprobando mi temperatura.
—Estoy bien— digo en voz baja sobre mi mano.
—No, no lo estás. — frunce el ceño —Ve por tus cosas a tu oficina y sígueme— Niego con la cabeza y se gira casi bufando por la nariz —Si no vienes voy a llevarte sobre mi hombro, Tú decides.
Lo dice muy enserio por eso me obligo a despegar mis pies con cada pasa y juntos salimos de su oficina. Me cuesta seguirlo porque da pasos largos, incluso me detengo un par de veces, pero ni siquiera lo nota.
Pasamos por mi oficina un segundo para que tome mi bolso, todos cuando lo miran apartan la vista. Respiro hondo controlando las arcadas y salimos por el ascensor. Su auto negro aparece en la entrada con Ethan al volante.
—Llévala a emergencias. — le dice cuando sale para abrirnos la puerta y se gira hacia mí —Sube.
Miro la puerta horrorizada, no van a llevarme a un hospital de ninguna manera, le tengo pavor a esos lugares, además estoy en horario laboral.
—No. — sacudo la cabeza.
—Señorita Brown tengo una reunión importante que atender con mis accionistas, así que suba al auto ahora mismo.
Sacudo la cabeza. —No voy a ir a un hospital. De ninguna manera.
Estoy enferma, pero no loca. Me giro para volver dentro de la empresa, pero antes que me dé cuenta estoy dentro de la camioneta con su cuerpo al lado del mio y el auto está en marcha.
—¿Qué estás haciendo? — lo miro mal mientras me coloca el cinturón de seguridad. No me responde. —No voy a ir a un hospital Alexander, así que bájame de inmediato.
—No. — dice tajante.
—No puedo dejar el trabajo ni mi tarjeta de empleado— digo rápidamente mirando cómo nos alejamos —Al menos necesito mi tarjeta de empleado para que me atiendan.
—Tarjeta de empleado — resopla sin hacer caso de lo que digo.
—Alexander no tienes que...— me detengo cuando mi cabeza comienza a dar vueltas otra vez.
Me apoyo contra el sillón. —Lo vez te encuentras mal.
—Escucha— digo con cuidado tratando de negociar. —Hay un consultorio privado cerca Whitehall Street, ahí trabaja mi doctora, uh, familiar, déjame ahí.
—No— tiene el teléfono en su mano y teclea rápidamente.
¡Qué hombre tan exasperante por Dios!
—¡No voy a ir a un hospital Alexander! Solo confió en la Dra. Kriss, así que o me dejas ahí o voy a acusarte de secuestro.
—No te estoy secuestrando, además Ethan puede atestiguar a mi favor.
Miro a Ethan por el retrovisor, pero el hombre no pestañea ni un poco. Me quedo en silencio y miro por la ventana. Voy a tener que ir a ese horrible lugar, así que será mejor que me mentalice para eso. Ir a un hospital es fácil cuando vas de visita, pero para atenderte no lo es.
De repente me siento tan pequeña en este asiento y si esos síntomas son... Oh Dios no. Siento sus ojos clavados en mí, pero no puedo verlo, necesito salir de aquí.
Después de unos segundos Alexander suelta un suspiro largo. —Llévanos a Whitehall Street Ethan.
Levanto la cabeza de inmediato sorprendida y lo miro, pero él ya no me mira solo mira hacia el frente con el ceño fruncido.
—Entendido señor Roe. — dice Ethan.
Se lo agradezco en mi mente y miro como pasamos por la avenida principal de Neal's Yard. Este camino lo he recorrido varias veces, pero él no lo sabe. Aunque esta vez es distinto, me siento fatal. Cierro los ojos controlando el mareo.
En cuanto me dejé con la Dra. Kriss me haré un chequeó sobre estos malestares y volveré al trabajo.
—Gracias por traerme señor Roe— me quito el cinturón en cuanto el auto se detiene —También gracias a ti Ethan— le digo al grandote y salgo por la puerta, pero otra puerta se abre al mismo tiempo que la mia y Alexander sale por ella.
Lo miro extrañada y un segundo después está a mi lado. No me pasa desapercibida la camioneta negra que nos siguió desde la empresa donde viene su gente de seguridad.
—Vamos, te ayudaré a entrar.
—No es...
—¿Te llevo en brazos entonces? — me corta antes que termine.
De mala gana acepto que me ayude a entrar al consultorio. Mientras entramos no pierde oportunidad de ver por todo el lugar. Llegamos hasta la recepcionista de uniforme blanco.
—Buscamos a la Dra. Kriss— dice antes que yo pueda abrir la boca.
—Claro— nos regala una sonrisa en especial a mi porque me conoce.
Hace una llamada rápida y nos asiente —Adelante, te espera Emma, por el pasillo a la izquierda.
—Gracias— le doy una sonrisa y me giro para despedirlo —Gracias por traerme.
—Al parecer con usted no tengo otra opción porque nunca hace caso de lo que se le pide.
—Buenas tardes señor Roe.
Aparto la mirada y me encamino por el pasillo. Toco la puerta y un pase me deja entrar. —Bienvenida Emma— me sonríe la Dra. Kriss y mira sobre mi espalda. —Y bienvenido...
—Alexander.
Me giro de inmediato y lo miro a mi espalda. ¡Me siguió! —¿Qué estás haciendo? — le pregunto entre dientes, pero me ignora.
—Está enferma, apenas puede caminar. — le dice a La Dora. Kriss como si yo no estuviera aquí.
—Yo no necesito que nadie...— me detengo cuando las arcadas vuelven con más fuerza que antes.
Cierro los ojos para controlarlas. No ahora por favor.
—Está pálida, será mejor que la recueste en una de las camillas.
Asiento, pero antes que pueda moverme estoy en el aire y el calor corporal de Alexander me envuelve. Abro los ojos mirándolo y sin poder resistirlo más dejo que me lleve. Me incomoda que mire fijamente la venda sobre mi mano.
La bajo rápidamente y él aparta la mirada de inmediato.
—Cuéntame tus síntomas Emma y cuando comenzaron, ayer te veías sana— la Dra. Kriss está sentada frente a la camilla cuando Alexander me deja sobre ella.
Lo miro un segundo. —Bueno he tenido arcadas desde ayer y me siento fatal con eso.
—¿Dolor estomacal? — niego con la cabeza —¿Dolor de cabeza? — vuelvo a negar.
—También he tenido— lo miro un segundo, pero su vista está fija en la placa de la Dra. Kriss. —Mareos— termino en voz baja.
—Mareos— repite ella en voz alta atrayendo su atención. —Bien te revisaré y después haremos un pequeño estudio para comprobar que no sea algo más— me guiña un ojo y comienza palmarme. —¿Podrías esperar fuera? — le dice a Alexander. —Esto tomará tiempo, además tiene que desnudarse para el chequeo.
Resopla y la mira con una ceja arqueada. —Ethan se encargará de regresarla a su casa en cuanto termine señorita Brown.
—No es necesario, volveré a la oficina de inmediato. — me incorporo.
Me mira serio. —En ese caso —Buenas tardes. — dice y sale sin decir más.
La Dora. Kriss no dice nada al respecto. Ni tampoco sé si cara le resulto familiar. Me hace un chequeo general y después de casi una hora estoy reacomodando mi ropa.
—Seré honesta contigo Emma— me dice cuando me siento en su escritorio. —Lo más probable es que tengas una infección estomacal.
El alivio me recorre por todos lados, aunque yo sabía que no había nada de qué preocuparse.
—La mayoría de los síntomas lo dan, aunque tuvimos que hacer la prueba de embarazo por rutina para descartar opciones. — Asiento. —Estas son las pastillas que debes tomar cada 4 horas, en unas horas o a más tardar mañana el malestar se irá.
Tomo el pequeño frasco.
—Está de acuerdo para que no afecte la dosis de tus medicamentos, aunque el próximo mes, ya no tendrás que tomarlos. Una última cosa, pueden provocarte un poco de sueño, pero solo eso y nada de saltarte las comidas ¿De acuerdo?
—De acuerdo. Muchas gracias por todo y siento no haber agendado una cita.
—No me lo agradezcas ten un buen día.
Salgo del consultorio con una botella de agua en la mano y tomo la primera dosis tomando nota del tiempo.
Voy a tener que tomar un taxi en la acera para volver al trabajo. Me acerco a la recepcionista para hacer el pago de mi consulta, pero me detiene en cuanto saco mi tarjeta.
—No es necesario el pago ya está hecho. El caballero con el que venía se encargó de hacerlo.
La miro confundida. —En ese caso, adiós me despido de ella y salgo a la calle. Pagar por mí es un gesto que no tomaré, le devolveré el dinero.
Camino a la acera para tomar un taxi, pero inmediatamente un auto negro se estaciona frente a mí y Ethan baja para abrirme la puerta.
—Buenas tardes señorita Brown, la llevaré de vuelta a la oficina.
Suelto una risa irónica. —Ethan se lo agradezco, pero tomaré un taxi.
—Creo que ambos sabemos que es inútil discutir, además el señor Roe ya no está aquí— dice en voz baja y me guiña un ojo.
Le sonrío de vuelta y me subo al auto de Alexander Roe.
Paso el resto del día trabajando después de disculparme con Adam por haber perdido nuestra comida.
Una bandeja de comida italiana sin remitente de quién la ordenó aparece en mi oficina y cuando le doy las gracias al hombre uniformado mi estómago gruñe.
Al parecer ya me encuentro mejor.
—Bon appétit— la voz de Adam viene a mi espalda.
—¿Tu lo hiciste? — lo miro con sorpresa. —Una comida que huele exquisito aparece en mi oficina misteriosamente.
Se encoje de hombros con las manos en su bolsillo. —Pensé que no podías quedarte con el estómago vació.
Mi pecho se aprieta. —Adam.
—Antes que me lo agradezcas lo que harás será comer.
—Solo si me acompañas. — le sonrío.
—Encantado.
Alexander.
Me levanto de mi escritorio y tomo mi abrigo, miro mi reloj, tengo tiempo suficiente para mi reunión con mis accionistas.
—Me voy— le digo a Amelia —Encárgate de llevarle este contrato a Blake para que lo revise.
—Si señor Roe.
Me coloco el abrigo sobre los hombros. —¿Ordenaste la comida para la señorita Brown como te pedí?
—Así es, el restaurante italiano la envió de inmediato.
—Perfecto. Pasa buena tarde Amelia.
Salgo por los pasillos, pero antes de entrar al elevador mis pies se mueven hacia otro lugar. Solo estoy siendo educado. Necesito saber si comió o rechazo la comida solo por ser obstinada.
—¿Sí? — responde desde adentro y sale con sus cosas en sus manos. —Señor Roe. ¿Necesita algo? Estaba por irme.
No me agradece en absoluto, no me sorprende. —Veo que te encuentras mejor.
—Sí— baja la cabeza —Gracias por llevarme.
Su forma tímida no es algo que vea a menudo. Me acerco poco a poco. Sus ojos se abren cuando me ve cerca.
—Tenga buena tarde señorita Brown. — le doy una inclinación de cabeza y me giro para irme.
—Emma— dice a mi espalda —Mi nombre es Emma.
—Lo sé. Buenas tardes.
—Alexander— me detiene y se acerca hacia mí, Se pone frente a mi para que quedemos frente a frente. Sus ojos me miran determinados —No juegues conmigo.
—Nuestros juegos se terminaron hace mucho señorita Brown.
A menos que lo haya olvidado, fue ella la que rompió el acuerdo de exclusividad y la que rompió el acuerdo. Su mirada baja otra vez y me tensó.
—Al fin lo entiendes— dice.
Me inclino más —Si— le digo con la rabia contenida.
Me muero por besarla y hacerla perder la respiración, pero no voy a tocarla otra vez hasta que la folle. Mi decisión es firme, pero es mirada hambrienta que tiene me hace querer mandar todo a la mierda.
—Adelante— me separo y le señalo el elevador.
Entra con una respiración profunda y la sigo. Fija la mirada en las puertas como esa ocasión donde me provocó sin saberlo. Al igual que ese día la miro fijamente, pero esta vez es más que solo deseo, el enojo sigue aquí y no me fio de mí mismo.
Las puertas se abren y salgo de inmediato.
Hay un hombre en la recepción que no he visto antes, pero apenas le presto importancia cuando camina en dirección al ascensor.
—Hola conejito. — le dice alguien a mi espalda justo cuando veo mi auto aparecer a la entrada.
Hola sexys
*Se va corriendo*
PD: Recuerden votar en los capítulos y seguirme en mis redes para vistazos del siguiente cap.
¡Los quiero tres millones!
-Karla
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