CAPÍTULO 26
Emma.
Maldita bruja. Espero haberle dado en la cara con la puerta.
Regreso a mi escritorio y dejo caer mi cara en mis manos frustrada y molesta hasta la medula por haberme contenido de patearle la cara.
Nunca debí enrollarme con Alexander Roe, debí hacerle caso a mi voz prudente y alejarme de él porque lo único que me trajo fueron problemas y más problemas.
Como si no tuviera suficientes.
Dejo de lamentarme como una cría y después de enviarle un correo a la compradora de mi apartamento en Trafford paso la mañana afinando los detalles del evento de apertura de Birmingham para el siguiente mes llamado a patrocinadores y me mantengo serena para no pensar en la arpía pelirroja.
Termino la última llamada con la señora Pitt dueña de la fundación que realizó el hotel y abro uno de los cajones de mi escritorio para tomar la lista de los arreglos de la locación de los que se encargó de Adam.
Mi mano se topa con un objeto pequeño aterciopelado, pero antes de poder sacarlo y descubrir lo que es unos golpes resuenan en la puerta y como supongo que es Alicia digo pase mientras tomo mis cosas.
Es la hora de la comida y como siempre debe querer ir juntas. Justo lo que necesito, una buena amiga para distraerme.
—Me muero de hambre. — le digo con una sonrisa, pero no es Alicia la que está en la puerta sino Adam.
—Es una suerte que esté aquí para invitarte a comer— dice con una sonrisa coqueta —¿Qué dices?
Lo he rechazado una y otra vez y una comida es lo menos que puedo hacer por él después de todo lo que ha pasado. Haberlo utilizado para molestar a Alexander y después su encierro en el baño del hotel que para mí no parece un accidente.
—Está bien, pero dividiremos la cuenta— acepto con una sonrisa tímida y su sonrisa cambia mientras asiente.
—Hecho, después de ti— señala la puerta y juntos salimos al estacionamiento.
—El restaurante no está muy lejos de aquí ¿Qué dices si caminamos un poco? El día es mejor que la lluvia de Brent — asiento y me extiende la mano para ayudarme a bajar la escalera de la entrada.
La tomo y bajo con cuidado sobre mis tacones, pero al terminar la suelto.
—Y hablando de Brent ¿Cómo va el trabajo?
—Hasta ahora ha sido un poco difícil, aun no entiendo por qué el señor Roe no quiere a más publicistas ahí, he estado muy ocupado llevando a los medios.
Tampoco entiendo por qué lo hizo. —Lo siento mucho.
—El trabajo no es lo que me preocupa, amo el trabajo duro, pero lo peor es no verte. — me guiña un ojo. —Creo que trabajamos mejor juntos— añade rápidamente.
Sus palabras tienen un toque amable y a la vez curioso, yo también me siento mejor trabajando con él, somos igual de objetivos, además me agrada su compañía.
—El sentimiento es mutuo— su sonrisa se ensancha con esas palabras mientras llegamos al restaurante.
El lugar se ve bastante caro para estar en zona céntrica, pero acogedor. Adam me abre la puerta. —Bienvenidos— nos dice un hombre de traje gris y nos conduce a una mesa. Inmediatamente uno de los meseros se acerca a nosotros y nos entrega las cartas.
Adam apenas la mira. —Un filete a punto medio.
—Lo mismo para mí.
El joven se aleja en dirección a buscar nuestros pedidos. —Entonces— dice Adam colocando sus codos sobre la mesa e inclinándose un poco hacia mí. —Dime Emma. Dime todo lo que hay dentro de esa cabeza tuya y que te hace tan interesante.
—Pensé que esta era una comida amistosa— bromeo.
—Por su puesto y quiero conocerte amistosamente. Pasamos mucho tiempo en el trabajo y pocas veces nos tomamos un respiro.
Tiene razón.
—Bueno, no hay mucho que saber sobre mí, lo que ves es lo que soy— ladeo la cabeza —¿Qué hay de ti?
—Soy tan transparente como tú y creo que eso ya lo notaste. Por eso encajamos a la perfección.
—Es verdad— lo confirmo —Pero es más que eso, la gente transparente es una de mis favoritas.
Me mira fijamente y el tono de su voz baja cuando me responde. —Perfecto.
El mesero regresa con nuestros platos en tiempo récord y mientras transcurre la comida hablamos de cosas triviales, casi todas de trabajo y se me escapa una risa un par de veces.
—Eso me gusta.
—¿El qué? — pincho mi carne antes de llevarme el tenedor a la boca.
—Verte sonreír— ladea la cabeza. —Tienes una sonrisa encantadora, pero muy pocas veces la dejas ver. O solo se la das a personas selectas y no soy el afortunado.
Vuelvo a reírme.
—En Hilton &Ros las sonrisas no es lo que más importa de una persona, pero gracias por el cumplido, aunque tú no te quedas atrás ¿Alguna vez has notado lo que tu sonrisa hace con las chicas que tienes al frente?
No voy a negar que el hombre tiene un toque atractivo. Además, es carismático, centrado y no tiene mal cuerpo, incluso... Alto ¿Por qué estoy viendo las cualidades físicas de Adam?
—Tal vez, y por eso no me gusta ser audaz, cuando una mujer me gusta.
Eso suena interesante.
—Así que no prefieres la exclusividad.
Niega con la cabeza. — En absoluto, me gusta compartir.
Lo que dice me deja sorprendida. —Vaya— mis cejas se alzan —No pareces del tipo que le guste compartir honestamente.
—Tengo muchos talentos ocultos Emma— su mirada se ensombrece como si hubiera algo más detrás de eso —Solo hay que acercarse un poco más para descubrirlos— sonríe de lado y su mirada baja un segundo demasiado largo.
Lo estudio en silencio, me está hablando entre palabras, pero ¿Qué es lo que realmente quiere?
—¿Qué hay de ti? ¿Cuáles son tus talentos ocultos?
—Mi único talento es el trabajo.
Su risa rompe en nuestra pequeña mesa. —Cualquiera que dude de tu trabajo es un idiota— suspira —Eres el paquete completo Emma, una mujer de negocios determinada, inteligente y muy bella. — alzo las cejas sorprendida —Lo siento, pero no pude evitar decirlo.
—Creo que a veces hablas de más.
—No lo dudes, pero tampoco voy a negar que soy un tipo directo y voy a hablarte con claridad— frunce el ceño y centra toda su atención en mi —No quiero que nuestra relación laboral se rompa, pero tampoco quiero fingir que no me siento atraído hacia ti desde que te conocí.
Parpadeo sorprendida, no es como si no lo hubiera notado antes, pero no pensé que fuera a decírmelo y menos ahora.
—Adam yo...
Levanta una mano y me detiene. —No te lo digo para que me des una respuesta si no para que seas consiente del efecto que provocas Emma y creo que caí bajo el hechizo.
Siento un calor subir por mis mejillas que no tiene lugar aquí.
—Escucha Adam— logro recuperar la compostura, ese calor no me cegó como el de Alexander —Me halaga lo que dices y también voy a ser honesta contigo. Quiero centrarme en el trabajo por el momento.
Esa es la excusa más clásica de la vida, pero no es como si pudiera decirle que hay una sola persona en Londres capaz de ponerme la cabeza en desorden y las hormonas a tope porque eso es algo que ni siquiera yo quiero admitir.
Además, con lo que sucedió con Seth recientemente no tengo cabeza para otro rollo, apenas puedo curarme del efecto Roe.
—Como te lo dije, no busco una respuesta, por ahora me basta ser amigos para conocerte mejor. Espero que no te ofendas por lo que acabo de decir.
—En absoluto. Solo espero que la ayuda para el proyecto de Birmingham no sea condicionada.
—Eso Jamás— responde de inmediato. —Yo no mezclo el trabajo con el placer, aunque nunca está de más probar cosas nuevas.
Lo miro con una ceja arqueada y sus mejillas se sonrojan. No es un dominante.
Suficiente, esta conversación ya fue por un rumbo que no quiero por el momento. —En ese caso, somos colegas— le extiendo la mano.
Sonríe arrugando las mejillas y toma mi mano. La sensación de escalofrío me recorre el cuerpo, pero no como con Alexander, esta tiene otro rumbo que no termino de descifrar, aunque me resulta demasiado familiar. ¿Intriga?
—Podemos ser lo que tú quieras.
Aparto la mano rápidamente y le doy una sonrisa. —Entonces seamos los reyes de Inglaterra.
—No creo que mi cuerpo aun esté listo para la monarquía— bromea siguiéndome el rollo y así terminamos nuestra comida hasta que nos ponemos de vuelta a Hilton &Roe.
Cruzamos la avenida y por el rabillo del ojo me parece ver a un hombre detrás de nosotros, cuando la luz del trafico cambia deteniendo los autos, me giro pare verlo, pero lo único que alcanzo a ver es su espalda.
—¿Todo bien? — pregunta Adam.
—Sí— me giro y seguimos caminando.
Estoy sobre pensando y viendo cosas donde no las hay.
—Gracias por la comida Adam, fue muy bueno— le digo cuando llegamos a pasillo de mi oficina.
Ayudó a mejorar mi ánimo y no preguntó sobre la otra noche con Alexander, eso quiere decir que respeta mi privacidad y se lo agradezco en silencio.
—Es un placer nena.
Hago una mueca que trato de ocultar educadamente, esa palabra es...
Una de las puertas cercanas se abre repentinamente y con su traje negro hecho perfectamente a la medida y lentes oscuros sale dando grandes zancadas. Esa maldita y sexy actitud obstinada hace que Adam y yo nos giremos a él.
Su colonia mentolada me invade los sentidos cuando pasa a nuestro lado.
—Buenas tardes— dice Alexander apenas mirándonos.
Quiero apartar la mirada de los músculos que quedan a marcados por la tela con cada paso que da, pero simplemente no puedo.
Cuerpo traicionero.
Entra al elevador y sus cejas se alzan cuando se gira hacia nosotros. Ese calor que me quema me recorre cada centímetro de la piel, me está mirando, aunque por sus lentes oscuros no se puede ver, pero lo siento.
Me está recorriendo con la mirada. Levanta la mano y se quita los lentes oscuros dejando ver sus ojos verdes, mi respiración se atasca con esa mirada intensa con el ceño fruncido.
Las puertas se cierran.
—Emma— digo con tono ligero de voz y Adam me mira sin entender. —Solo llámame Emma.
Le doy una palmada amistosa en el hombro y entro en mi oficina con la respiración acelerada por el maldito efecto de Alexander Roe.
Regreso a trabajar y recuerdo el objeto desconocido que había antes de irme con Adam, cuando abro el cajón para buscarlo, está vació.
Termino de trabajar con mi jefe el resto de la tarde y cuando por salir me detiene. —Emma ¿Tiene algún problema laboral con alguno de los ejecutivos?
Su pregunta me toma por sorpresa y sacudo la cabeza.
—En absoluto señor Jones. Me he mantenido al margen de todo lo que sucede que no sea área laboral.
Frunce el ceño. —Bien, manténgalo así.
—Puedo preguntar ¿Por qué me pregunta eso?
Se reclina sobre su silla. —Este es un ambiente laboral de competencia Emma y aunque he visto su buen desempeño desde que llegó aquí, le pido que mantenga ese buen perfil como hasta ahora.
—Perdón señor, no lo entiendo ¿Hice algo mal?
—No, pero no hay que esperar a cometer un error para actuar. Tenga buena tarde.
Asiento con la cabeza confundida y salgo por la puerta. En ese momento veo a la pelirroja caminar a la oficina de Alexander mirando hacia ambos lados un par de veces.
Ella no se ha metido en mi camino durante el resto del día y hace bien porque no pienso soportarla más tiempo y lo que dijo mi jefe me dejó pensando.
—Ha estado así desde que el señor Roe se fue— dice Alicia siguiendo la dirección de mi mirada en cuanto me ve.
—Bueno, es una de sus mejores arquitectas— digo como si nada. —Y algo más— añado en voz baja.
—Todos saben que está prohibido entrar a la oficina de Alexander Roe si él no está incluso por error.
—¿Ah sí?
—Es una regla no escrita, pero lo he visto echarles la bronca a varias personas y créeme que ese hombre enojado es como desatar el infierno fuera.
No dudo lo que dice, si don gruñón asusta a los que se topa de frente, imaginármelo molesto es peor.
—¿Y qué busca ella ahí entonces?
—No lo sé, su horario laboral terminó hace media hora y sigue aquí. — saca un pequeño donut cautelosamente por debajo de su escritorio. —Sospechoso ¿Verdad?
—¿Por qué sería sospechoso? — vuelvo a mirar el lugar por donde desapareció.
Alicia se encoge de hombros. —Nos estamos recuperando de "un accidente" y ella va sacando planos de forma misteriosa justo cuando estamos retomando el evento de apertura de Birmingham.
—¿Estás diciendo que ella pudo ser la saboteadora?
Levanta las manos sobre su pecho. —Yo solo digo que sigo apostando por el señor Roe y él hombre primero muerto antes que construir un hotel defectuoso.
Las palabras del trabajador en Brent se repiten en mi mente.
No voy a negar que por algún segundo me pasó por la mente ella. Pero Alexander no me creyó cuando le dije que fue un accidente porque es un obstinado de lo peor.
Tal vez esa pelirroja no es lo que parece y él no lo sabe porque se la está follando. —También estuvo aquí por la mañana— señala la oficina de nuestro jefe —Llámame loca, pero sé que no venía por trabajo.
Tampoco lo creo, por eso el señor Jones dijo lo que dijo. Miro con rabia el lugar por donde acaba de irse. La bruja quiere mi trabajo.
—Cúbreme— le pido a Alicia mientras voy detrás del pasillo.
Camino con cautela dándole una inclinación de cabeza a las personas que pasan detrás de mí. Cuando llego a la oficina de Alexander no veo a su secretaria en su lugar y mis sospechas aumentan cuando paso de largo y por una pequeña rendija de la puerta veo a la pelirroja buscando entre unos documentos de forma rápida.
Bingo.
Si ella es realmente la saboteadora ¿Cómo pudo hacerle esto no solo eso a Alexander, si no poner en riesgo la vida de esas personas que están gravemente heridas?
Su celular suena en su bolsillo y responde. —No, Alexander no los tiene aquí— dice frunciendo el ceño —Estoy en ello, maldición— baja la voz y mira hacia la puerta haciéndome retroceder —De acuerdo te veré ahí en Everton y te daré lo poco que conseguí.
¿Ella quiere quitarme mi trabajo solo por Alexander o porque sabe que estuve indagando en Brent sobre el accidente y está involucrada?
Guarda todo en su lugar y con el pecho galopando me alejó de ahí hasta el otro pasillo y la veo caminar hasta otra oficina.
Llamada sospechosa.
Actitud sospechosa.
Saboteadora o no. Ahora conocerá a una Brown, quiere mi trabajo, pero no se lo pondré fácil.
Regreso con Alicia rápidamente antes de ir por mis cosas. —Creo que tienes razón, está muy sospechosa. Voy a seguirla.
—¿Qué? ¿Seguirla?
—No hay otra manera, recibió una llamada sospechosa y se lleva unos documentos. Cúbreme si sucede algo. —Asiente, pero me vuelvo de nuevo a ella —Dijo algo de Everton, ¿Es una calle? ¿Un lugar?
Se levanta rápidamente al verme tan nerviosa. —Everton es el club exclusivo al que van los socios. — dice siguiéndome los pasos a mi oficina. —El señor Roe debe estar ahí, el señor Jones me pidió concretar una cita con él y...
Sigue hablando, pero solo tomo nota de lo primero que dice. —Gracias, te veré después —Tomo mis cosas y las llaves de mi Mazda y salgo al estacionamiento antes que ella.
Un Aston Martin negro sale del estacionamiento y después de unos segundos me coloco mis lentes negros y pongo mi auto en marcha para seguirla.
Mi pequeño bebé no alcanza la velocidad de su auto de lujo, pero me mantengo cerca. Aprieto el acelerador y me quedo a dos autos de ella.
—Arpía, saboteadora, bruja— digo mirándola a lo lejos —¿Cuál es otro de tus sucios adjetivos? Tal vez Cora tenga razón y te haremos una visita al viejo estilo de nosotras.
Pasamos por el lado más lujoso de la ciudad y se detiene en un enorme lugar con fuentes de mármol donde cae agua de forma sincrónica.
Me quito los lentes oscuros un segundo y admiro lo que tengo frente a mí. Es muy hermoso, pero sin duda es uno de esos lugares caros, solo basta ver cómo están vestidas todas las personas que pasan por las puertas de la entrada.
Un hombre recibe su aturo y baja caminando sobre eso tacones de aguja. Otro hombre también recibe mi auto y sin pensarlo dos veces tomo mi bolso y la sigo hasta la entrada.
El lugar es más grande de lo que pensé. Tiene la extensión de casi tres plantas y un enorme jardín al lado del estacionamiento.
La pelirroja pasa como un relámpago a un metro de mí y la sigo rápidamente, pero al llegar a la entrada un hombre me acerca una pequeña máquina.
—Su tarjeta de ingreso madame— dice con tono de voz bajo.
¿Tarjeta de ingreso?
—Oh, la tarjeta de ingreso— finjo buscarla en mi bolso —No la tengo, pero soy socia del club así que— hago intento de pasar, pero me bloquea la entrada.
—Su número de ingreso entonces.
¿Número de ingreso? ¿Eso si quiera existe?
—No lo recuerdo ahora amigo— digo nerviosamente —Solo muévete, entraré un segundo y después me iré.
—No eres socia del club— me mira de arriba hacia abajo.
—Lo soy.
Me da una mirada crítica. —Retírese, por favor.
—Soy miembro del club ya te lo dije, además solo quiero entrar un momento.
No dice nada, se pone implacable en su lugar y si no paso de inmediato perderé a la pelirroja de vista. Piensa Emma, Piensa.
Analizo mis opciones, claro que sabe que no soy miembro de este club pomposo porque no estoy actuando como ellos, ni vistiendo como ellos, pero no hay forma que me dejen entrar, a menos que...
—Muévete ahora mismo — fijo el tono pomposo de Charity la esposa de mi padre —O haré que te despidan— le digo enderezando la espalda.
Lanza una risa corta que me hace apretar los dientes, aunque sé que esa fue una imitación patética de mi parte.
—¿Cuál es su nombre? — ladea la cabeza.
Me muerdo la parte interna de la mejilla y veo a la gente pasar hasta que reparo en un hombre mayor de cabello castaño y recuerdo a otro castaño. ¡Eso es! No tengo otra opción. En un impulso valiente levanto la barbilla.
—Soy la futura señora Roe.
Sus cejas se alzan — ¿La futura señora Roe? ¿Del señor Alexander Roe?
Asiento y pongo expresión serena echando mi cabello sobre un hombro con la mano. —Así como lo escuchas, voy a casarme con Alexander Roe y ya que es miembro distinguido de este club no puedes negarme la entrada.
Me estudia con el ceño fruncido como si estuviera procesando mis palabras sigue sin moverse por lo que saco mi nuevo móvil dentro de mi bolso y finjo llamar antes de llevármelo a la oreja.
Por el rabillo del ojo veo a un hombre de mediana edad caminar hacia la salida y el alivio me recorre.
Rápidamente me giro a él.
—¡Ethan! — grito un poco fuerte haciendo que se vuelva de inmediato. —Aquí estoy— le doy una sonrisa carismática.
Unos segundos después se encamina hacia mí.
—Es un gusto verla señorita Brown
—Solo Emma, ya te lo dije. — el ceño del grandulón se frunce más, lo reconoce. Bien. —¿Dónde está Alexander?
—En el restaurante.
—Perfecto— le doy una sonrisa y me giro al guardia. —Mi prometido me está esperando así que si no te mueves tú le explicaras mi retraso.
Los ojos de Ethan se abren más de lo normal, le doy una mirada rápida y suplicante que lo hace recomponerse casi al instante.
—¿Le están negando el acceso a la señorita Brown? — le pregunta al grandulón con la mirada seria
—Así es— digo indignada antes que pueda responderle.
—Déjala pasar ahora mismo, antes que el señor Roe te quite el empleo — le dice serio —¿Cuál es tu número de empleado?
—No sabía que venía con el señor Roe o habría pasado de inmediato, pero ella acaba de decirlo— se mueve rápidamente para dejarme pasar.
Cruzo la entrada y le doy una mirada rápida a Ethan que me guiña un ojo. —Gracias y descuida abogaré por ti para que Alexander no lo haga— la boca de Ethan se mueve ligeramente como si fuera a reírse, pero vuelve a ponerse serio.
Cruzo la entrada y voy por la derecha donde vi irse a Alesha. Joder. Ethan es el mejor, aunque espero no le diga a Alexander nada de lo que sucedió.
El lugar es enorme. ¿Cuánto paga la gente por entrar aquí?
A lo lejos veo el cabello de la pelirroja y voy hacia ella. Entra al restaurante y toma asiento en una de las mesas cerca del ventanal. Yo tomo una mesa más alejada, del extremo opuesto y cuando un mesero se me acerca lo único que le pido es agua mientras uso la carta para cubrirme.
Ella se mantiene en su lugar con una copa de vino, pero unos minutos después un hombre mayor, casi de la edad de mi jefe aparece y toma asiento a su lado. Desde aquí solo puedo verlo de espaldas.
Conversan y entonces él le da algo en un sobre que guarda inmediatamente. Frunzo el ceño y ella guarda lo que sea en su bolso rápidamente.
Mientras la miro su cabeza se gira y me atrapa mirándola.
¡Mierda!
Fui descubierta. Hora de irme. Me levanto de inmediato y dos hombres pasan a mi lado.
—Fue bueno verte Alexander, espero que nos acompañes.
—Cuenta con ello.
Esa voz me hace detenerme en mi lugar y me quedo de espaldas a ellos. ¿Enserio tengo tan mala suerte? La pelirroja se levanta de su lugar y si no me muevo ahora vendrá a mi. Aprieto los labios en una línea recta y me vuelvo a los hombres detrás de mi.
—Buenas tardes— paso a su lado sin levantar la mirada.
—¿Emma? — escucho la voz de Alexander a mi espalda, pero no me detengo.
Hora de correr, comienzo a caminar con más velocidad hasta que me topo al grandulón de la entrada.
—Señorita Brown quiero pedirle una disculpa por lo que sucedió.
—No es necesario— le digo nerviosamente y trato de pasar, miro sobre mi hombro viendo que no viene detrás de mí, pero aun así tengo que salir de aquí.
—En verdad no quería retenerla— sigue diciendo.
Le doy una mirada comprensible y hago intento de pasar, pero sigue disculpándose.
—Dígale al señor Roe que me dejé conservar mi empleo por favor.
Abro la boca para decirle que nadie le quitara su empleo, pero alguien a mi espalda se adelanta.
—¿Por qué habría de quitarle su empleo caballero?
Oh no.
—Señor Roe— dice el guardia volviéndose a él y confirmando mi sospecha de que es él.
—No es nada— les digo a ambos y Alexander me mira con una ceja arqueada, debe estarse preguntando qué hago aquí. —Si me disculpan, tengo que irme.
El hombre otra vez se interpone en mi camino. —No quería impedirle el paso a su prometida señor Roe, ella no me dijo quién era cuando llegó.
Me trago mi gritó de frustración y telepáticamente le digo al hombre que se cierre la boca mientras le doy una mirada horrorizada.
Alexander se cuadra de hombros y mira al hombre con el ceño fruncido. —¿Perdón?
Bien, este es mi fin. No conseguí saber que trajo la pelirroja y ahora estoy en las manos de Alexander Roe en una situación incómoda.
—Su prometida olvidó su tarjeta de ingreso y es protocolo pedirla, pero si ella me hubiera dicho desde el principio quién era habría pasado sin problemas señor.
Alexander levanta la mirada del hombre y la posa en mí. Su gesto se endurece y me preparo para que me eche la bronca.
Está bien, está vez me lo merezco.
—La próxima vez que le vuelvas a impedir el paso no voy a tener consideración. Trae mi auto— le dice y el guardia rápidamente asiente.
Me quedo en silencio mirándola como un pasmarote.
Un hombre trajeado pasa nuestro lado y lo saluda con una inclinación de cabeza y una media sonrisa, pero cuando vuelve la mirada hacia mí su sonrisa se desvanece.
—Vamos— dice y comienza a caminar sin esperar mi respuesta.
—¿A dónde? — pregunto sin moverme de mi lugar.
—Vamos— repite sin decir más.
Levanto la barbilla. No voy a ir a ningún lugar con él. —No.
Frunce el ceño y se regresa a mi lado sacudiendo la cabeza molesto. Cuando llega me toma de la mano y me lleva hacia delante por donde antes comenzado a ir.
—¿Qué haces? — digo en voz baja viendo como algunas personas nos miran.
No me responde solo entrelaza sus dedos con los míos y tira suavemente de mi hasta un lugar al extremo opuesto.
—Todos nos están mirando— le digo.
—Tu noticia ya debió correr por todo el maldito lugar — dice y vuelve a sonreírle a otro hombre trajeado que pasa nuestro lado. —Emma. Emma— dice entre dientes fingiendo una sonrisa.
Eso parece verdad, las miradas que nos están dando son muchas. Los ricos son unos chismosos de lo peor.
Entre toda la situación del momento aprieto los labios en una línea recta para contener mi risa, no sé si es nerviosismo o de verdad me resulta gracioso lo que ocasioné.
Alexander está tenso hasta los hombros y sé que sea a donde sea que me lleve va a echarme la bronca de mi vida.
Entramos a un lugar menos concurrido por una de las puertas y entramos en otra más a una pequeña sala donde hay puro y otro tipo de cosas de golfistas. Al extremo hay un ventanal que da directo al campo de golf.
—Quiero a todos fuera— le dice al hombre a la entrada e inmediatamente corre prácticamente a las personas que estaban dentro. —Ustedes también— les dice con el ceño fruncido y los trabajadores salen.
Solo hasta que estamos completamente solos me suelta y se vuelve a mí con el rostro desencajado. Me quedo en silencio mirándolo expectante.
—Tengo muchas preguntas justo ahora, pero voy a ir por la más obvia. ¿Prometido? — suelta una risa irónica —¿No le parece eso una fantasía demasiado loca señorita Brown?
La vergüenza me carcome, pero me mantengo en silencio.
—Con mi atractivo no me sorprende, pero creo que usted se subestima demasiado.
Y ahí se va mi vergüenza.
—Lo hice para entrar al lugar no había otra forma— levanto las manos exasperada. —Vine porque...
—Por supuesto, me estás siguiendo de nuevo.
Ahora soy yo la que suelta una risa ronca. —¿Siguiéndote? Nunca te he seguido y no tienes idea que hago aquí.
—Tienes razón, explícate.
Abro la boca, pero no puedo decirle que vine por la pelirroja porque no tengo pruebas.
—Ahora no puedo decirte, pero no estoy siguiéndote, eso tenlo por seguro.
—Engáñese a usted misma señorita Brown, pero déjeme recordarle que nuestro acuerdo termino— camina a mi alrededor.
Aprieto los dientes y me planto frente a él.
—¿Hace dos días hablabas de embarazarme y ahora te ofende que haya mentido sobre ti para entrar al lugar? —Me mira serio, pero su mirada baja un segundo. —Tu eres el que se subestima demasiado y te recuerdo que yo terminé tu estúpido acuerdo.
—Sigues hablando de hijos y esto ya no es normal— se acerca hasta que entra en mi espacio personal y su olor se me sube a la cabeza.
En un movimiento rápido me toma de la cintura y me atrae a su pecho. Mis manos chocan contra su pecho y nuestros rostros quedan a la misma altura.
Esa corriente eléctrica me envuelve y abro la boca para respirar.
—¿Quieres que te embarace? — pregunta con voz ronca.
El calor sube a mis mejillas por esa mirada intensa.
—Nunca— le digo a la cara y me zafó de su agarre.
Me giro para tomar mi bolso y salir de aquí, pero de inmediato su cuerpo está detrás del mio. Su calor corporal cubre mi espalda y un escalofrió me recorre. Sus manos se posan rápidamente en mi cintura y algo duro choca contra mi trasero.
Me tenso y dejo de moverme. —¿Por qué veniste aquí?
—No es de tu incumbencia— respondo de inmediato.
Una de sus manos se mueve hacia adelante y viaja por mi vientre y más abajo. Cierro los ojos y me trago el gemido que trata de salir por mi garganta cuando mueve las caderas y me clava su miembro por encima de nuestras ropas.
—Suéltame— digo con voz clara.
Aparta mi cabello dejando mi hombro y la piel de mi cuello al descubierto.
—Oblígame— susurra con voz ronca en mi oído y sus labios recorren mi lóbulo antes de succionarlo a su boca.
Me muerdo el labio inferior con fuerza y vuelve a clavarse en mí. Aprieto las manos en puños. Oh Dios.
—Tan obstinada como siempre Emma Brown— lame la piel de mi cuello encendiéndome y succiona.
Aprieto los parpados con fuerza. Su mano me mantiene en mi lugar y mi pecho se alza de forma irregular, pero sigo sin soltar ningún gemido traicionero.
Su risa rebota con mi piel. —¿No sientes nada o ese dulce coño ya está húmedo y caliente? — Mi respiración se acelera todavía más. —¿No quieres que lo toque?
Sigue repartiendo besos pequeños en mi cuello y se clava otra vez tortuosamente lento. Muerdo mi labio con más fuerza sintiendo el sabor de mi propia sangre en mi lengua mientras sus manos bajan a al borde de mi falda.
Su cadera se separa para clavarse de nuevo y sin poder evitarlo mi cuerpo se mueve hacia tras para recibirlo haciendo que gruña bajo en su garganta.
—¿Estás caliente Emma? — vuelve a mi oído y miro por la ventana hacia fuera —¿Se sentiría bien si deslizo mi lengua por tu apretado coño y te lo como con ganas una última vez?
Oh Dios, mi cuerpo está en llamas y la humedad entre mis piernas aumenta. No puede hablarme así de sucio aquí.
Con la poca fuerza de voluntad que me queda tomo mi bolso y me giro hacia él haciendo que sus manos caigan a de mi cuerpo. Tiene la mirada oscurecida y hay un enorme bulto bajo su cinturón.
—No gracias— le digo a la cara y me separo de él.
Reacomodo mi cabello y mi ropa.
—Tenga buena tarde señor Roe. — le doy una última mirada y salgo.
En cuanto cruzo la puerta respiro hondo con las mejillas encendidas. Aun no sé cómo lo hice, pero logré escapar de su efecto, aunque uso cada gramo de mi autocontrol no caer.
Caer por Alexander Roe.
Subo a mi Mazda una aturdida y... caliente, pero no dejo que mi cuerpo gane esta batalla, vine aquí con un propósito y no era Alexander. Tomo mi celular y marco el número de Cora.
—Acepto que allanemos la casa de la pelirroja— le digo en cuanto contesta.
Alexander.
Miro el pequeño sobre plateado que la rubia dejó en mi escritorio según lo que dijo Amelia.
¿Ella sabrá que lo trajo o solo fue obra de la rubia?
Frunzo el ceño mientras espero a que el idiota aparezca en la oficina. Dos minutos después entra por la puerta con esa jodida cara que reclama mi puño.
—Señor Roe.
—Siéntate— le señalo la silla frente a mí.
Después de lo que pasó esta tarde en el club quiero saber una cosa, para poder dejar mi jodida cabeza en paz de una buena vez. Tengo cientos de cosas que resolver y estoy como un puto imbécil zancado en un solo tema.
Termina de sentarse y me levanto sin dejar de mirarlo. —Quiero saber una cosa y será mejor que mantengas esta conversación solo para ti Adam o pierdes las pelotas. — sus cejas se alzan, pero asiente.
Tomo una respiración profunda para evitar mandarlo a la mierda solo por placer.
—Emma Brown— digo mirándolo fijamente —¿Te acostaste con ella en Birmingham?
Sus ojos azules me regresan la mirada, pero el idiota no responde.
—Habla— le exijo.
Levanta la barbilla. —Si señor Roe.
El calor corre por mis venas de una forma que no me gusta. Respiro profundamente.
—Nuestra relación es un poco complicada, pero nosotros...
—No me interesa. Vete— le gruño cortándolo.
En cuanto la puerta se cierra tomo mi abrigo con la mandíbula apretada y con un movimiento limpio tiro al cesto de basura el sobre plateado.
¡Hola sexys!
Yo me iré lentamente de aquí porque esta vaina se prendió total vez es el fin...
¿Confiamos en mi reina Alesha o no?
PD: Recuerden que hay actualización todos los viernes y si quieren entrar al grupo de lectoras pidan el link al DM de mi Instagram.
¡Los quiero tres millones!
-Karla
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