CAPÍTULO 20
Emma.
—Seth no— le supliqué con las mejillas empapadas.
Su mano se cerró sobre mi mejilla asestándome otro golpe. Me removí en mi lugar jalando mis manos inútilmente, el ardor en mis muñecas por las correas aumentó.
—Lograste escaparte de ellos, pero yo no voy a detenerme conejito.
Abro los ojos de golpe dándome cuenta que estoy apoyada en el hombro de Alexander.
—Lo siento— me separo inmediatamente y su saco cae de mis brazos.
Lo miro confundida y algo sorprendida también.
Me cubrió con él.
Miro a Alexander de reojo, pero su expresión está implacable sin mostrar alguna emoción, decido no decir nada al respecto y vuelvo a cubrirme con él.
—¿Dónde estamos? — miro por la ventanilla.
—Camino a Londres, llegaremos en poco menos de media hora.
Oh. Me lleva de vuelta a casa. Debió ser un viaje largo de poco más de tres horas en auto, pero esto es mejor que quedarme en Birmingham.
—¿Podrías dejarme en algún hotel del centro de la ciudad?
—¿Por qué?
—Yo... No quiero llegar de repente con Cora... hoy no — suspiro sin decir más de lo que debo, él no necesita saber mis problemas, ya le arruiné la noche lo suficiente como para frustrarlo otra vez.
Además, necesito ordenar mi cabeza antes de seguir adelante, si es que aún puedo hacerlo.
Claro que puedes hacerlo Emma. Me dice mi subconsciente con la mirada decidida.
—A mi casa— le dice a Ethan que asiente por el espejo retrovisor. Lo miro confusa. —Hay un buen hotel de camino al Score, te dejaremos ahí. — Oh, bien —¿Por qué no duermes un poco más? Aún queda un rato para llegar.
—Está bien.
Me recargo sobre la puerta lo más alejada que puedo para no terminar apoyada sobre él molestándolo de nuevo.
El calor de su saco y su olor masculino se me suben a la cabeza. Me acurruco contra él como si fueran sus brazos.
La carretera pasa como una mancha borrosa a mi alrededor como mis recuerdos.
Entonces.
Vuelvo a dormirme de nuevo.
El ruido del ascensor subiendo me despierta poco a poco, es muy ruidoso para un pequeño hotel, pero este hotel tiene ascensores muy ruidosos. Mi mente se despierta automáticamente.
¿Hotel?
Pero me llevan en brazos.
Abro los ojos lentamente parpadeando para que la luz no me moleste y veo a Alexander mirando fijamente las puertas de metal. ¿Me está llevando en brazos?
—Despertaste— el bulto de su garganta se mueve cuando habla, pero no me mira.
Tiene el ceño fruncido y se ve molesto.
—¿Dónde estamos? — mi voz suena rasposa.
—El Score.
—¿Tú casa?
—Sí.
Trato de incorporarme, pero su agarre es demasiado fuerte en mi cuerpo. —Te pedí que me dejaras en un hotel.
Su mirada molesta baja por primera vez a mí. —No vas a quedarte en una fría habitación de hotel si puedo ofrecerte una de las habitaciones de mi casa.
—No es necesario yo...
—Es más de media noche Emma, no vamos a comenzar a discutir ahora y tampoco voy a cambiar de opinión.
Está en su rol dominante.
Cierro la boca de golpe y acepto la negativa, incluso si comienzo a patalear y gritar por las cuatro paredes sé que no va a dejarme ir, es muy difícil para hacerlo cambiar de opinión.
Su rostro se ve serio y me muero por pasar mis manos para alisar la piel de sus mejillas para relajarlo, pero sé que hacer eso es imposible.
Las puertas se abren y sale con cuidado.
—Puedo caminar perfectamente.
Hace como si no me hubiera escuchado y entra por la habitación en la que me ha follado habitualmente.
—Puedes tomar ropa de uno de los cajones como hiciste en Birmingham— me deposita sobre la cama con demasiado cuidado que me habría hecho reír en otras circunstancias. —Descansa.
—Gracias Alexander— digo en voz baja, hoy hizo mucho por mí, es lo menos que puedo decirle.
Su ceño se frunce todavía más si es posible. Veo los engranes de su cabeza trabajando a toda velocidad, va a decir algo y deduzco que no me va a gustar. —¿Estás bien?
Su pregunta me toma por sorpresa y me tensó de pies a cabeza, mi forma de actuar no le pasó desapercibida, debe saber que algo sucedió para hacerme huir de Birmingham, pero esto es lo que he tratado de evitar toda mi vida, que la gente tenga lastima de mí.
Me niego a ser débil ante cualquier persona.
—Sí.
Me mira no muy convencido, pero no insiste. —Buenas noches Emma.
Una parte de mí no quiere que se vaya, pero la miro mal desde mi subconsciente. ¿Qué le pasa? No podemos pedirle que se quede. —Buenas noches Alexander.
Se incorpora y sale de la habitación sin mirar atrás. En cuanto la puerta se cierra me abrazo a mis piernas mirando en la oscuridad al gran ventanal que da a la ciudad.
El cielo de Londres está casi despejado y la luna brilla por todos lados.
<<Yo soy la Dra. Kriss y removeré las cicatrices en tus manos, has dado un gran paso Emma>>
Abrazo mis piernas con más fuerza.
<<Este es el dinero que el señor Taylor depositó en su cuenta bancaría para que cubra sus gastos y también pagó el alquiler de su apartamento durante un año>>
Miro la ciudad y los edificios.
<<Este es el dinero que le dio su padre, muchachos. Ella es la puta más cara que vamos a probar esta noche, pero yo seré el primero>>
Esa noche había logrado escapar antes que el infierno se desatara con esos tipos, pero no escapé de Seth. Cierro los ojos de golpe mientras mis muñecas empiezan a temblar. Él me había encontrado al día siguiente...
No. No vale la pena recordarlo.
Necesito salir de aquí. Necesito dejar de pensar.
Me incorporo y me despojo rápidamente del vestido de encaje y de los tacones. Ni siquiera me importa dejarlo en la habitación, no es como si Alexander fuera a robarlo o le importe tirarlo a la basura, que eso es lo que seguramente hará.
Abro uno de los cajones más cercanos a la cama y encuentro todos llenos de ropa perfectamente ordenada, como si alguien realmente durmiera aquí.
No le tomo demasiada importancia a eso y rebusco hasta que encuentro una larga camiseta de gimnasio sin mangas.
Me quito el sujetador y lo arrojo a cualquier lado de la habitación y me meto dentro de ella.
El algodón se desliza por mi cuerpo apenas cubriendo mi trasero, pero no voy a ponerme exigente. La parte de los brazos cae abierta y deja al descubierto más piel de mis pechos de lo normal, pero si bajo los brazos puedo cubrirlo.
Salgo descalza de la habitación con mi bolso en mis manos. Doy pasos silenciosos como si fuera un espía.
Camino por los pasillos sigilosamente y algo desorientada hasta que finalmente encuentro la estancia de la entrada y el ascensor, el ruido puede alertar a alguien, pero cuando lo noten ya habré bajado hasta la recepción, aunque ir descalza y apenas cubierta no parece una buena idea.
Pero las personas ahí me han visto ya un par de veces bajar de aquí.
—Emma.
Doy un sobresalto y me giro sobre mi espalda encontrando a Alexander solamente en un bóxer negro apretado sobre sus caderas y nada más que su reloj en su muñeca.
—¿Qué estás haciendo?
Su mirada me recorre con el ceño fruncido. Me quedo en silencio mirándolo como un pasmarote. Obligo a mis ojos a no recorrer su torso, pero Dios, es imposible. Los músculos duros están llamándome.
Se aprietan sobre su abdomen y más abajo hasta el rastro de vello castaño que comienza por el final de su vientre y se pierde debajo del elástico de su bóxer.
—¿Emma?
Aparto la mirada acalorada, muy acalorada.
—Yo no... la habitación es... tengo que... — suspiro pesadamente y controlo mi nerviosismo. ¿Cómo es posible que me haya atrapado infraganti? Ni siquiera hice ruido al respirar Este hombre debe tener oídos de halcón.
—No puedo dormir.
—¿No puedes dormir? — ladea la cabeza.
No cruces los brazos por favor. No lo hagas Alexander. El destino se ríe de mí y él cruza los brazos sobre su pecho apretando sus bíceps y si no fuera porque me está mirando fijamente me haría babear sobre mi barbilla.
Joder.
El cuerpo de este hombre va a ser mi perdición.
Me mira expectante y me doy cuenta que no respondí a su pregunta por estar disfrutando de su cuerpo semidesnudo.
—Ah, no, no puedo.
—Bien, entonces sentémonos a hablar— señala el enorme sofá a lo lejos en su sala de estar.
¿Hablar con él? ¡Ja! Hablar es lo que menos pienso cuando estamos juntos, además, así como está no sería buena idea tenerlo cerca.
—¡No! — digo demasiado fuerte sorprendiéndonos a ambos —Quiero decir, no es necesario, yo no quiero voy a...
—Siéntate Emma— me interrumpe antes que siga.
—¡No voy a sentarme, voy a irme! — me giro hacia el elevador y presiono los botones varias veces, pero no sucede nada.
Por Dios, esté hombre hasta semidesnudo es exasperante y ¿Qué clase de lugar es éste? Es un jodido edificio de lujo y su ascensor no funciona.
Sigo presionando los botones con fuerza hasta que lo escucho decir "Obstinada" en un gruñido bajo y un segundo después lo tengo a mi espalda. Mi cuerpo se eleva en el aire y termino sobre su hombro.
El movimiento me deja sorprendida y me agarro a su espalda para recuperar el equilibrio.
—¿Qué estás haciendo?
No dice nada y comienza a andar al pasillo en dirección a la misma habitación donde me dejó.
—¡Alexander bájame ahora mismo! — me remuevo, pero no se detiene.
Es un obstinado de lo peor, pero no se saldrá con la suya. Me remuevo otra vez logrando hacer que se tambalee a un lado y que ambos peligremos en caer al suelo, pero se plantas sobre sus pies y evita la caída.
—¡Deja de moverte, no voy a bajarte!
Me está llevando en su hombro en contra de mi voluntad. Es un cavernícola. —¡Maldita sea bájame!
Un golpe resuena en mis oídos dejándome con la boca abierta y el escozor delicioso recorre mi trasero apenas cubierto rápidamente.
—¡Controla esa puta boca!
Llegamos a la habitación y cierra de golpe la puerta detrás de nosotros con una patada, se acerca a la cama y solo hasta que está frente a ella me baja.
Me libero de su agarre y le lanzo la peor de mis miradas. —¡Estás loco! ¡Eres un engreído irracional! ¿Cómo te atreves a hacer eso?
Aprieta la mandíbula mientras escucha mis reclamos, pero no dice nada solo se dedica abrir las sabanas de la cama. Cuando termina, entonces vuelve a tomarme en brazos y me deja acostada sobre el colchón.
—No voy a dormir— golpeo mis puños sobre la cama. No soy una niña pequeña para que me arrope en la cama.
—Es una lástima, pero yo sí— entra en la cama después de mí y se coloca a mi lado. —Buenas noches nena.
¿Pero qué rayos? ¿Qué está haciendo?
Se coloca boca arriba con un brazo apoyado en su torso y cierra los ojos inmediatamente. No puede estar hablando enserio, no va a dormir conmigo. Su calor corporal envuelve mi cuerpo, aunque estamos a unos centímetros separados.
—No puedes hablar enserio.
Se queda en silencio.
Aprieto los dientes. —Bien, duerme profundamente tanto como quieras, yo me largo de aquí.
Levanto la sabana de mi lado, pero no tengo oportunidad de irme porque su mano toma mi cintura y me atrae a su pecho.
Rápidamente me coloca a horcajadas sobre él. Me agarro a su pecho para no caerme. Sus ojos se mueven un segundo al movimiento de mis pechos desnudos debajo de la fina tela de su camiseta.
—¿Por qué tienes que ser malditamente obstinada Emma? ¿No te cansas de llevarme la contraría todo el tiempo? Nuestra vida sería más fácil si no lo hicieras.
—No.
—Mierda— mueve los ojos exasperado —Me frustras como no tienes idea. — bufa.
—El sentimiento es mutuo Alexander y para que sepas, no voy a irme solo porque no quiero no porque no me dejes— le frunzo el ceño — Ahora ¿Por qué no te vas a tu habitación a dormir y me dejas sola?
Hace un gesto de estárselo pensando. —Tienes razón, me apetece dormir en mí habitación y está es mi habitación.
Me remuevo para que suelte mi cintura, pero en el movimiento rozo algo duro por la fina tela de mis bragas y su agarre se aprieta. Ignoro la fricción y la innegable oleada de placer que me recorre y sigo con mi argumento.
—Está no es tu habitación, es la habitación donde me follas. — le recuerdo, a lo mejor el sueño le afectó la memoria.
Su mano sube y rápidamente toma mi nuca y me atrae a su rostro. Nuestros rostros quedan a centímetros de distancia y mi respiración se queda atascada en mi pecho.
—Desde la primera noche te he follado en mi habitación Emma, no necesito un jodido letrero que lo especifiqué, ¿Ahora vas a dormir o seguiremos discutiendo hasta que amanezca? Porque no voy a irme de aquí y tú tampoco.
Lo que dice sobre este lugar me deja anonadada. Le frunzo el ceño para no demostrarle mi sorpresa.
—Suéltame, no voy a dormir encima de ti.
—Si te dejo encima de mí no vas a dormir en absoluto— su voz está ronca, pero lo ignoro como puedo, aunque el hecho que esté semidesnudo no me ayuda.
Su mirada se ensombrece por algún pensamiento que ronda su cabeza, pero no lo dice y me mira fijamente mientras regreso a mi lado de la cama y me alejo a la orilla lo más que puedo. Le doy la espalda.
La cama es enorme así que hay espacio de sobra.
—Maldito engreído controlador— murmuro en voz baja.
Lo escucho moverse a mi espalda y el calor de su cuerpo comienza a cubrir mi cuerpo. —¿Dijiste algo? — su voz cosquillea en mi oído y recorre mi espalda.
Estúpido cuerpo que reacciona automáticamente a él.
—Dije "buenas noches señor Roe descanse" — dijo sarcásticamente y me gano un azote en el culo que me hace dar un saltito.
Después rompe los centímetros que nos separan pegándose a mi cuerpo por completo. Su erección se golpea con mi espalda. Un gemido traicionero escapa de mi boca y lo hace rotar las caderas.
Oh Dios.
—Buenas noches nena— baja la cabeza a mi oído y gira mi cuello hasta que baja la boca a la mía.
Su lengua entra sin ningún permiso y justo cuando respondo se aparta y regresa a su lado de la cama dejándome con las ganas.
Quiero gritar de frustración y peor aún pedirle que continúe, pero me contengo al verlo sonreír de lado, no voy darle el gusto. Ya veremos cuanto le dura su buen humor cuando me escape a mitad de la noche. Solo necesito que se duerma y podré salir de aquí.
. . .
Entre sueños me acerco al agradable calor y apoyo mi cabeza en él. Mis manos recorren la suavidad y los músculos se tensan bajo mis manos.
Me gusta, me gusta mucho.
Bajo mis labios hasta ahí y beso la suavidad con ganas. Escucho algo como un gruñido y abro los ojos lentamente.
¿Dónde estoy?
La respiración en mi cuello me hace cosquillas y me despierta por completo. Levanto la mirada y veo a Alexander profundamente dormido a mi lado.
Su brazo me tiene atrapada contra su cuerpo como si a la mitad ambos nos hubiéramos movido de nuestro lugar.
Cuerpo traicionero.
No sé qué hora es, pero el cielo fuera del ventanal sigue oscuro, aun debe ser de madrugada.
Miro la hora en el reloj en su mano que tiene bajo mi cabeza. Las cuatro de la mañana, mis ojos debieron abrirse automáticamente como siempre y por lo que veo el sueño me venció antes que pudiera escaparme justo como en Birmingham.
Me reprocho en voz baja, pero no soy tan dura, él todavía está dormido y mi plan puede seguir de otra manera.
Me muevo a un lado para salir de su agarre, pero su mano está aferrada a mi cintura con fuerza por debajo de la tela de la camiseta.
Sus dedos aprietan mi piel desnuda como si su cuerpo fuera consiente que estoy tratando de liberarme.
¿Cómo terminó teniéndome así? Sacudo la cabeza antes que mi mente comience a soltar suposiciones. Será mejor que no le dé vueltas a ese asunto a solo terminare con más preguntas que respuestas.
Tomo su brazo y trato de levantarlo para poder salir del delicioso calor de su cuerpo, aunque me encantaría quedarme, pero antes irme puedo...
Bajo la cabeza y aspiro su delicioso olor masculino.
Si no fueras tan imposible las cosas serían diferentes Alexander.
Sin poder resistirlo dejo un beso en sus deliciosos pectorales. Me agarro a ellos y bajo por su abdomen alimentando la tortura de tener que irme.
Suficiente Emma.
Tiro de nuevo de su brazo liberándome un poco, pero en ese momento la mano en mi cintura se mueve a mi espalda baja provocando una oleada de calor por mi piel y me atrae de nuevo a su cuerpo.
Algo duro choca contra mi vientre, algo más se despertó.
—¿A dónde vas? — pregunta con voz ronca sin abrir los ojos.
Me quedó quieta en mi lugar en silencio y espero pacientemente. Tal vez solo habló dormido, espero que realmente esté dormido porque si no sabrá que estuve dándome un festín con su pecho desnudo.
Cuando pasan un par de minutos vuelvo a intentar liberarme y solo consigo que sus parpados se abran lentamente mostrando esos pozos verdes.
Parpadea un par de veces como si estuviera enfocando, pero recuerdo lo que sucedió en Birmingham y me preocupo.
—¿Estás bien?
—Sí— responde inmediatamente.
—Entonces suéltame.
Me mira con los ojos entrecerrados y levanta la mano bajo mi cabeza llevándome con él mientras mira la hora en su reloj. Ignora lo que dije y la mano que tiene en mi espalda baja me atrae a su cuerpo.
Después su mano serpentea a mi pierna y la desliza hasta que se la enrolla en la cintura.
—A estar horas la gente normal está durmiendo Emma y si sigues moviéndote voy a follarte. — Sus manos se pierden por debajo de la camiseta sin mangas y recorre el borde de mis pechos paralizándome al instante.
—No me importa lo que hace a estas horas le gente normal— Mi cuerpo se mueve por inercia como si estuviera provocando su advertencia.
—Eso quiere decir que quieres mi polla en tu coño a las cuatro de la mañana.
Jadeo cuando toma mis pechos en sus palmas y comienza amasarlos. Quiero echar la cabeza hacia atrás y gemir.
—No, eso quiere decir que...— levanta la camiseta hasta mi cuello y su boca baja apoderándose de mis pechos interrumpiéndome.
Su lengua recorre mi pezón y lo succiona. Gimo y me agarro a sus hombros.
—Continua, te estoy escuchando— dice con la boca llena.
Mis gemidos retumban en la habitación.
Trago con fuerza y trato de recordar lo que estaba diciendo, pero no puedo. Otro gemido escapa de mi boca cuando sus dientes rapan la piel sensible y entonces se aparta con una sonrisa en su rostro.
Lo miro mal, aunque me muero porque se deshaga de mis bragas.
—¿Terminaste? — lo miro con una ceja levantada sintiendo mi pecho alzarse con mi agitada respiración.
Con ambas manos me levanta sobre su cuerpo y me coloca a horcajadas sobre su cintura.
—No, porque cuando termine será dentro de tu coño.
El calor sube por mis mejillas. Sus manos van al borde de su camiseta y la saca por mi cuerpo dejándome completamente desnuda de la cintura para arriba. La mirada se le oscurece y me agarro a su pecho para mantener el equilibrio.
Toma mis bragas por los dos extremos y de un soló tirón las rompe a la mitad y lanza los pedazos de tela a mi espalda. El movimiento es tan salvaje que me hace jadear en su rostro y la humedad comienza a aparecer.
Alza las caderas llevándome con él y libera su erección. Jadeo descontroladamente con la boca abierta sintiendo mi excitación golpearme con fuerza. El glande húmedo golpea mi clítoris y lo desliza hacia abajo.
Sonríe con suficiencia. EL muy cabrón sabe el efecto que causa en mi cuerpo. Lo sabe y le gusta.
—¿Por qué no juegas limpio? — me muerdo el labio inferior y me deslizo contra su polla.
—Porque contigo solo quiero ser sucio. — me toma de las caderas y me desliza hacia adelante y hacia atrás. — Y quiero que tú también lo seas.
Busca mi entrada rápidamente. Apoyo mis manos en su pecho y lo ayudo con su trabajo. Su grosor se estira y se abre paso en mi interior.
Me muerdo el labio inferior conteniendo mi grito de placer mientras el gruñe, pero su mano sube rápidamente a liberarlo.
—Hoy no te contengas Emma— jadea. —Quiero oír cada grito y cada gemido que sale de esa boca imprudente— recorre mi labio con sus dedos. —Fóllame a tu antojo.
Levanto la mirada rápidamente. ¿Oí bien? —¿Yo... tengo el control?
—Solo durante unos minutos así que aprovéchalo.
La excitación crece dentro de mí y sonrió con suficiencia. ¡Acaba de cederme el control! Me levanto en el aire y bajo lentamente sacándole un gruñido mientras mis paredes vaginales vuelven a cubrir su polla.
—Joder Emma— sus manos aprietan mi trasero con fuerza.
Yo también gimo mientras vuelvo a subir y a bajar lentamente. Echo la cabeza hacia atrás arqueando la espalda. Dios bendito, esto es delicioso. Un polvo mañanero con Alexander Roe es mi nueva adición.
Sus manos se aprietan con más en mi trasero y vuelvo a subir. El ritmo es lento y controlado y por sus jadeos y su respiración acelerada veo que quiere empotrarme ahora mismo.
—Más rápido— ordena mientras meneo la cintura.
—¿Así? — subo y bajo más lento que antes.
Su mirada se oscurece. —No juegues conmigo.
Le sonrió maliciosamente y ralentizo las penetraciones. Su mirada se oscurece y cuando vuelvo a bajar sube la cadera y me embiste por completo haciéndome gritar.
—¡Alexander!
—Tentaste tu suerte nena— vuelve a embestirme. —Ahora ofréceme tus tetas mientras te follo.
Me empotra de nuevo. Jadeo con fuerza y entonces como si estuviera en un trance levanto mis pechos y los llevo a su boca sin dejar de moverme sobre él.
El placer en mis pezones en conjunto por sus penetraciones y el descontrolado roce en mi clítoris con su pelvis me hacen perder la cabeza. Entierro mi mano en su cabeza y la levanto para buscar su boca.
Esta vez soy yo la que va en busca de su lengua y cuando la encuentro ambos luchamos por hacernos del control del beso. Sube y baja la cadera sin piedad y para hacerme ceder.
Clavo mis manos en su pecho y soporto las arremetidas mientras ambos ahogamos nuestros gemidos en la boca del otro.
—Me gusta— dejo su boca y arqueo la espalda. —Me gusta que me folles— digo inconscientemente presa del placer del momento.
Las arremetidas se hacen más profundas y ruge. Lo miro con curiosidad por esa reacción. Le gusta que se lo diga.
—¿Te gusta mi polla?
Llevo sus manos a mi pecho izquierdo para que lo apriete y acelero el ritmo de mis subidas y bajadas.
—Me encanta.
Su pecho se expande. —Detente— me toma de las caderas para ralentizar las penetraciones.
—No. — quería que fuera rápido y ahora no va a detenerme, no ahora que siento como voy a correrme.
Siento su polla expandirse, está a punto igual que yo. —Emma dije que es suficiente. — en un movimiento rápido me gira sobre un costado apoyada en el colchón y apoya mi pierna en su hombro antes de embestirme.
En esta posición es más profundo y... Grito de placer y jalo su boca a la mía. Me deja hacer y me toma con decisión, pero una pregunta no me deja sucumbir al placer por completo.
—¿Por qué no me dejas terminar arriba? — frunce el ceño y se queda en silencio, vuelve a embestir con más fuerza que antes distrayéndome un segundo, pero no voy a rendirme. —¿Por qué? — insisto de nuevo.
—Porque nunca he dejado que una mujer me haga correrme mientras me monta— responde exasperado sabiendo que no iba a rendirme hasta que me dijera la verdad.
Esa confesión es demasiado para mí, pero, aunque me guste lo que me hace quiero que vea que yo puedo tener también el control, no solo él. Empujo su pecho hasta que termina apoyado contra el colchón y vuelvo a montarlo.
Me dejo caer sobre su polla con un golpe duro y seco.
—Mierda Emma ¿Qué estás haciendo? — me toma de las caderas y jadea.
—Follarte.
Aumento el ritmo de mis caderas y subo y bajo sin control dispuesta a hacerlo perder la cabeza. Por irracional que parezca quiero que se corra conmigo montándolo.
Gruñe en alto levantando las caderas haciendo más profunda la penetración y me deshago en placer. Siento que su polla se endurece más en mí interior, pero aún no libera su esencia caliente y no sé si puedo aguantar más.
Voy a correrme.
Con ese último pensamiento arqueo la espalda y libero la presión de mi placer. Mis paredes se aprietan contra su grosor sintiendo cada vena y cada palpitación, pero sigue igual de dura que antes.
No se corrió.
Me dejo caer sobre su pecho totalmente agitada.
—¿Qué tratabas de hacer?
—¿Por qué no te corriste? — pregunto jadeando. Lo monté con fuerza, lo sentí deshacerse debajo de mí, también sentí su polla expandirse, pero se contuvo perfectamente.
—Eso no va a suceder.
—¿Por qué?
—¿Estamos en un interrogatorio?
Aparto la mirada de sus ojos penetrantes y lo hago subir la cabeza un centímetro. —No— le como la boca con decisión.
Gracias a mi reciente orgasmo y con él aun dentro completamente duro vuelvo a excitarme mientras me acaricia entre las piernas. Chupa mi labio inferior a la vez que sus dedos frotan mi clítoris.
Comienzo a gemir y se aparta más rápido de lo que hubiera querido. —¿Aún tienes las bolas vibratorias?
Asiento. —Están en mi bolso. Iré por ellas.
—No nena, de esta cama solo saldrás hasta que estés bien follada. — saca su miembro de mi coño y suelto un gemido por la falta de contacto.
Me agarro a su almohada disfrutando de su olor impregnado mientras lo escucho moverse por la habitación y algo resuena en el piso. Debe ser mi bolso.
—¿Te gustó tenerlas dentro anoche?
—¿Por qué? — Lo miro sobre mi hombro desnudo como el día que nació.
—Porque quiero joderte con ellas dentro.
Me incorporo con cuidado mirando las bolas en sus manos. Él espera mi respuesta con la mirada oscura. Trago con fuerza, su polla penas me cabe completa y ahora con las bolas... Oh buen señor, este hombre quiere corromperme.
Y lo peor es que está lográndolo.
Tomo su mano y la guio a mi boca. —¿Eso es un sí? — Asiento y me mira satisfecho. —No es necesario, estás preparada— las apartas de mi boca y las baja por mi abdomen lentamente.
El metal frio me estremece y cuando llega a mi botón doy un saltito. —¿Vas a hacerlas vibrar?
—Esa es la mejor parte.
Oh Dios, eso suena muy interesante. Las introduce en mi interior, las bolas se deslizan con suavidad, después jala la pequeña correa del final y las ajusta.
—Ponte sobre tus rodillas— su voz es susurro grave.
Con anticipación me pago sobre mis rodillas sobre el colchón y lo siento colocarse dentro de mí.
—¿Recuerdas lo que me dijiste la mañana después que te follé por primera vez?
¿A qué viene esto? Se queda en silencio esperando una respuesta. Mi mente viaja a toda velocidad, pero le dije tantas cosas ese día.
—¿Qué parte exactamente?
Recorre sus manos por mi espalda desnuda y comienza a moldarse. —Cuando querías que esto terminara, dijiste que no era lo que esperabas. ¿Qué fue lo que dijiste exactamente?
Ahora lo recuerdo, le dije que no me lo había dado duro, pero eso fue una enorme mentira. —Dije que no me lo diste duro.
Siento la punta de su polla rozar mi entrada. —Pues esto será duro— sin previo aviso me embiste de una sola estocada y grito con fuerza hasta que mi garganta se seca.
¡Oh Dios! Me aferro a las sabanas. Las bolas tocan mi útero y se aprietan contra su polla. Estoy completamente llena, muy llena.
—Hora de dejar tus quejas en el buzón, quiero oír cuanto te gusta lo que te hago— sale y rápidamente vuelve a embestirme.
—¡Alexander! — escondo mi cara en las sabanas y siento el sudor correr por mi cuerpo.
—Guarda fuerzas nena, porque esto apenas comienza— me preparo para otra embestida, pero en su lugar las bolas comienzan a vibrar en mi interior haciéndome gemir.
Alexander sale y vuelve a entrar. Arqueo la espalda y siento que voy a morirme literalmente de placer. Sus manos apresan mi cintura y comienza a entrar a un ritmo constante lanzando gruñidos que retumban por su cuerpo.
Estoy agradecida que esta casa sea enorme porque no habría manera que todo el edifico escuchara los gritos que me está sacando y el placer... oh buen señor, el placer me está haciendo ver estrellas donde no las hay.
—La próxima vez que digas que no te follo duro recuerda esto Emma— me embiste chocando su pelvis contra mi trasero —Recuerda que puedo follarte así.
Las lágrimas me saltan en los ojos mientras gimo descontroladamente. No podría olvidarme de esto ni, aunque perdiera la memoria.
—¿Te gusta? — Oh Sí, me gusta demasiado. Me asesta un azote en el trasero. —¡Respóndeme!
—¡Sí! ¡Me gusta! ¡Me gusta! — grito con fuerza, si sigo así voy a quedarme afónica.
—¡Dime de quién es este coño! ¡¿De quién es tu coño Emma?! — sigue embistiendo con más fuerza.
Me aferro con más fuerza a las sabanas y le grito mi respuesta.
—¡Tuyo! ¡Es solo tuyo Alexander!
Ruge de satisfacción. —¡Que no se te olvide! — asesta otro azote
Pierdo el hilo de mis pensamientos y me arrastran hasta el mismísimo infierno del placer, donde se corrompe toda carne.
Donde Alexander me corrompe.
—¡Alexander! — mi grito retumba en la habitación y las vibraciones aumentan de intensidad mientras embiste otra vez.
Su pelvis choca contra mi culo una y otra vez y entonces sin poder aguantarlo más me corro ruidosamente. Ese delicioso cosquilleo recorre mi cuerpo y me deja la mente en blanco.
Sus manos se aprietan en mi cintura y las embestidas se vuelven descontroladas.
—¡Emma! — ruge y su esencia caliente se derrama en mi interior haciéndome jadear.
Mis músculos se aprietan contra su polla y sacan todo lo que tiene para darme, que es mucho. Después de unos minutos finalmente termina y ambos nos dejamos caer completamente agotados.
Sus brazos a mi lado detienen la mayor parte de su peso para que no lo deje caer sobre mi espalda.
Siento mi corazón retumbar en mi pecho, un día de estos va a salirse desbocado.
Aparta mi cabello dejando libre la piel de mi cuello y posa sus labios ahí. Se estira a un lado y las vibraciones de las bolas se detienen. Baja la mano y muy lentamente tira de la correa hasta que las saca de mi interior.
—Ya puedo salir de la cama, ahora si estoy bien follada— digo con una sonrisa y mi voz se escucha rasposa por los gritos.
Sigue besando la piel de mi cuello. —Es usted una pequeña seductora señorita Brown.
Giro la cabeza y tomo su boca. Nuestras lenguas se enredan suavemente hasta que se gira sobre su espalda y me lleva con él sin apartar nuestros labios.
—Vas a tener que quedarte en mi casa más seguido— sus labios bajan por mi clavícula —Me gusta despertar así.
Paso mis manos por su torso. —La gente normal duerme a estas horas— repito sus palabras anteriores con una sonrisa de oreja a oreja.
—Me importa una mierda— se enrolla mi pierna en la cintura y sigue deslizando la boca por mi cuello.
Me quedo como hipnotizada pasando mis manos por su espalda. Disfrutando de este pequeño momento, todo el estrés me abandonó, me siento tan liviana.
Pero mi buen humor no dura demasiado cuando recuerdo que hui de Birmingham sin decírselo a nadie.
—¡Mierda!
—Emma— me advierte y levanta la cabeza —¿Qué sucede?
—¡El trabajo, el señor Jones, Adam! ¿Qué voy a decirles?
Me mira con una ceja alzada. —¿Adam? Él no tiene que opinar ni una mierda aquí, tu jefe es Christopher y ya resolví ese asunto.
—¿Cómo?
—Le dije que enfermaste y regresaste a Londres para que tu doctor te revisara.
Eso es una buena excusa, además puedo pedirle una pequeña ayuda a la Dra. Kriss, pero aun así...—¿Sabe que me trajiste?
—No— responde automáticamente. —Pero, aunque lo supiera me da igual.
¿Qué? Me salgo de su agarre molesta y busco mi camiseta en el suelo. Bueno, su camiseta. —Claro, porque a tía no te afecta en nada, pero a mí sí.
Las habladurías comenzarían y serían peor que ahora, con la pelirroja ya tuve una prueba de lo que sería.
Se incorpora y me ve cubrirme. —Emma, eres un adulto, tu vida privada es tuya y solo tuya, lo que los demás piensen o no, es su jodido problema.
—¿No te importaría que sepan que te estas follando a la asistente de relaciones públicas? — Frunce el ceño y se queda en silencio. —Eso es lo que pensé.
Mi giro para levantar mi bolso del suelo y un segundo después me giran sobre mi espalda hasta que lo tengo de frente con la mirada seria.
—Controla esa jodida actitud molesta porque a mí me importa una mierda lo que la gente piense o diga.
—Van a comenzar a hablar de mí por la oficina, como... — me detengo antes de decir una estupidez.
—¿Cómo quién? — pregunta con una ceja levantada.
—Nadie— me libero de su agarre y trato de girarme, pero no me lo permite y vuelve a tomarme por la cintura. Su mirada se ensombrece. ¿Y ahora qué?
—Escúchame bien Emma— me mira determinado y su mano sube a mi mejilla para que lo mire —Si alguien si quiera trata de meterse contigo voy a joderlos por completo. Así sea incluso Christopher, me importa una mierda quién sea ¿Me oíste?
Mi pecho da un vuelco y me quedo de piedra mirándolo fijamente a los ojos.
¿Qué acaba de decir? Nos miramos fijamente y un segundo después su mirada cambia como si se diera cuenta de lo que acaba de decir.
Su mano deja mi mejilla mientras frunce el ceño y se aparta. —No me gusta que las personas sean ultrajadas, por eso lo digo — explica.
—Ah— parpadeo —Entiendo, gracias... es muy generoso de tu parte.
No vuelve a mirarme solo va por su bóxer y vuelve a colocárselo. —Haré que suban tu maleta para que puedas cambiarte, ya sabes dónde está el baño por si quieres tomar una ducha, después de eso te llevaré a casa si eso es lo que quieres.
Lo miro fijamente. —Uhm, sí.
Levanta una vez la mirada hacia mí. —Está bien— sale de la habitación sin mirar atrás.
¿Qué fue eso?
No Emma.
Estás divagando y viendo cosas donde no las hay. Él es Alexander Roe y tienes un acuerdo casual con él. Me recuerdo.
Me libero de esos pensamientos y entro a la ducha.
Después de una ducha larga y encontrar mi maleta a la mitad de la habitación, me aliso la bolsa de mi vestido azul. No tengo ropa más casual, viajé a Birmingham por trabajo. Meto la camiseta de Alexander en uno de los compartimentos.
La lavaré antes de devolverla.
Arrastro mi maleta hasta la estancia de la entrada donde veo a Alexander en uno de los sillones frente a su computadora con la mirada concentrada. Tiene una polera negra y unos vaqueros des mismo color. Joder. Nunca lo había visto en vaqueros.
¿Dónde quedaron sus trajes?
Carraspeo para atraer su atención y funciona. —Ya podemos irnos. — abrocho mi abrigo.
Cierra su computadora y camina hacia mí. —No hasta que te alimente— su dedo acaricia mi labio inferior.
—¿Cómo? — bajo la mirada a su boca.
Se inclina. —Con comida señorita Brown— susurra en mi oído —Que mente tan pervertida.
Me guiña un ojo. Ruedo los ojos y dejo que me llevé hasta el comedor de antes.
—Octavian trae el desayuno— le dice a su chef que siente y regresa con dos bandejas enormes repletas de fruta, cereales y un poco de carne.
Mi estómago gruñe al ver todo en el paro y sin poder evitarlo tomo una de las fresas en la bandeja mientras Octavian termina de colocar todo sobre la barra del desayuno.
Veo un poco de crema batida en un pequeño bowl y sumerjo mi fresa.
Dios, que delicia.
Alexander me mira desde el otro extremo con curiosidad.
—Están deliciosas— digo un poco avergonzada. — Tomo otra y se la ofrezco, pero niega con la cabeza. —¿No te gustan las fresas?
—Comer eso en el desayuno no es saludable.
¿Habla de la crema batida? Por favor. Voy por otra fresa y entonces caigo en cuenta que uno de los platos tiene más cosas verdes que un jardín.
Ese en definitiva no es el mio porque no pienso comerme solo cosas verdes cuando hay un manjar en el otro, entonces es el suyo.
—¿Ese es tu desayuno? — pregunto sentándome en uno de los taburetes.
—Es el desayuno mejor equilibrado que puedo tomar.
—Estas de broma— tomo una tostada de pan y comienzo a untarle un poco de crema batida, me mira serio, pero esta es mi tostada espacial, la hago desde que era niña. —Tienes que estar de broma Alexander, el desayuno es una de las mejores partes del día no puedes comer solo eso.
—¿Estás cuestionando las habilidades de cocinero de Octavian?
—No, pero nadie come algo tan aburrido.
Sonríe y toma asiento frente a mí. —Emma el desayuno no es una comedia para que sea aburrido.
Le doy una mordida a mi tostada y lo miro con el ceño fruncido. —¿Alguna vez probaste algo tan delicioso como esto?
—Jamás— arruga la frente.
—No puede ser— me levanto de mi asiento y voy a su lado. —Te estás de las mejores delicias de mundo. Pruébalo.
Mira mi tostada con el ceño fruncido. —¿Sabes la cantidad de calorías que estas ingiriendo en este momento?
—Las suficientes para disfrutar mi desayuno. Vamos, pruébalo al menos antes que digas que no.
Niega con la cabeza y lo miro mal. Nadie rechaza una tostada de Emma. Abro sus brazos sorprendiéndolo y me coloco a horcajadas sobre él. Se me dificulta un poco hacerlo con una sola mano libre, pero al final lo logro.
—Pruébala.
—Emma.
—Alexander. — entrecierra los ojos —No seas un empresario gruñón y hazlo.
Resopla exasperado. —Está bien— levanta la mano para agarrarla, pero la aparto. Y muy a su pesar abre la boca y deja que lo alimente.
Le da un buen mordisco y hace un gesto de satisfacción. —Delicioso ¿Verdad?
—Eso no es un desayuno equilibrado.
—No te vas a morir por eso— me inclino y quito un poco de crema que quedó en la comisura de su boca y dejo un besito ahí. No me aparta y eso me hace tomar un impulso valiente y aliso la piel de su mejilla. —Mi mamá siempre lo hacía, por eso se volvió mi desayuno favorito.
Nunca le había dicho eso a nadie, pero en este momento sentí la necesidad de decirlo. La mirada de Alexander se queda fija en mi. Mi subconsciente se despierta de repente y me doy cuenta de lo que estoy haciendo.
—Lo siento— me levanto inmediatamente y regreso a mi lugar.
—Jugo de naranja fresco— Octavian aparece con una jarra en sus manos y silenciosamente agradezco la interrupción.
Después del desayuno en el que durante el resto me mantuve como toda una profesional en mi lugar para no hacer otra tontería, nos sumergimos con Ethan al tráfico de Londres.
Es hora de regresar a la realidad y no quiero hacerlo me gustan más las distracciones de Alexander.
Durmió conmigo, cuidó de mí y me alimentó, con todo eso hizo que mi mente no fuera a ese problema en particular llamado Seth y eso fue más de lo que nunca sabrá.
Elimino las llamadas perdidas de Sawyer Taylor y con un suspiro guardo el teléfono en mi abrigo. El auto aparca en mi edificio y salgo por la puerta dándole las gracias en voz baja a Alexander, pero baja detrás de mí y ayuda con mi maleta.
—Te acompaño.
Lo dejo hacer esta vez guardando mis fuerzas para lo que viene a continuación en mi vida y cuando el ascensor se abre salgo para enfrentarme a Cora y a la infinidad de preguntas que harás por haber regresado antes de tiempo.
—¿Cojeas? — pregunta con una sonrisa cuando salgo del ascensor.
Lo miro con los ojos entrecerrados sin responderle, que bueno que le cause risa, él y sus embestidas con fuerza desde anoche fueron los causantes de esta ligera cojera.
Entro por la puerta cautelosamente para no despertar a Cora y que me vea llegar con Alexander. Un hombre sin camisa sale rápidamente por el pasillo abrochando sus pantalones mientras me quito el abrigo por los hombros.
—Hola Bennett— digo distraídamente colocando las llaves a un lado de la puerta.
Alto
—¿Bennett? — Levanto la mirada inmediatamente y quedamos frente a frente. ¿Qué hace aquí y de esta manera?
—¿Emma? — sus cejas se levantan y abrocha su pantalón inmediatamente.
—¿Quién está ahí? — Cora sale corriendo y aparece detrás de él con solo una camisa puesta y su cabello rubio igual de desordenado que el de él.
Abre la boca para decir algo, pero no logra terminar cuando me ve —¿Emma?
—¿Cora?
Se muerde el labio inferior y entonces repara en el castaño que está frente a mí. —¿Bennett?
No entiendo nada de lo que está pasando. Los tres nos miramos fijamente. La madre que me... Las piezas comienzan a tomar forma en mi cabeza, él acaba de salir del pasillo de las habitaciones, sin camisa y... oh Dios, rápidamente aparto la mirada.
—La puerta del ascensor casi se queda trabada, deberían darle mantenimiento— dice Alexander despreocupadamente a mi espalda y entonces todos los ojos se mueven a él.
Entra al apartamento ajeno a lo que sucede y levanta la mirada para detenerse. Sus ojos se mueven por todas las personas en el lugar hasta que reparan en Bennett y su falta de ropa. Los de Bennett se mueven por él y mi maleta en su mano.
—Bennett.
—Alexander.
Se miran fijamente.
—Gracias por traerme hasta aquí señor Roe, lamento las molestias— me giro a Alexander para que suelte mi maleta, pero no lo hace.
—¿Qué haces aquí? — le pregunta a su hermano.
Bennett sonríe abiertamente al tono de voz de don gruñón. —Lo mismo quiero saber yo.
Le doy una mirada rápida a Cora que tiene la misma expresión confundida.
—Bueno, voy por algo de ropa— dice Cora y solo así Bennett deja de mirar a su hermano y le da una mirada discreta y rápida a ella sin que lo note antes de desaparecer por el pasillo.
—Uhm, ¿Les ofrezco algo de tomar?
Alexander me mira con el ceño fruncido. Yo tampoco se lo que está pasando, así que su mirada ceñuda la puede ir quitando de una buena vez.
—Te lo agradezco, pero tengo que irme Emma, te veré después— Bennett termina de colocarse la camisa nerviosamente.
—De acuerdo, te llamaré.
Por lo que veo cuidó mejor a Cora de lo que pensé.
—Bien, ¿Te vas Alex? — le pregunta sardónico al castaño que se ha quedado de piedra a mi lado.
—No— responde tajante, pero eso no parece sorprenderlo y se van sin decir más.
Y yo que pensé que mi vida ya era lo suficientemente extraña.
—Gracias por traerme.
—¿Me estas echando?
—No— me quito el abrigo y lo dejó sobre mi sofá menta.
—¿Qué planes tienes para hoy? — se saca el abrigo por los hombros también.
Lo miro embobada haciendo algo totalmente normal, pero con él nada pierde sensualidad, ni siquiera quitarse el abrigo.
— Le preguntaré al señor Jones si puedo tomarme el día libre o tengo que ir a la oficina.
Espero que me lo de, necesito pensar.
—Piensa que estabas enferma, seguramente lo hará.
—Eso espero, no me gusta mentir en lo laboral, pero ¿Por qué lo preguntas?
—Solo curiosidad.
Lo miro desde mi lugar confundida. —Entonces ¿Te quedas aquí? ¿No tienes que ir a la oficina y hacer los asuntos del señor Roe que son muy importantes?
Sonríe ante mí no tan discreto intento de quedarme sola. —Sí— toma su abrigo y camina hacia mí. —Te veré después.
Asiento. —Adiós.
—Adiós nena— baja la boca y me relamo los labios con gusto, pero solo consigo un beso húmedo en la mejilla.
Mi subconsciente lo mira mal mientras sale por la puerta. Un rastro de cabello rubio aparece por el pasillo mirando con cautela a su alrededor.
—¿Y entonces pasaste buena noche?
Frunce el ceño. —Ni siquiera sabía que él estaba aquí.
—¿Qué?
—Eso mismo es lo que yo dije cuando lo vi, pero creo que ya me lo dirá cuando lo vea o yo misma voy a cortarle las pelotas.
¿Bennett Roe se quedó adormir en el apartamento infraganti? Aquí hay gato encerrado.
—Entonces ¿Por qué estás aquí? — dice Cora sacándome de mis pensamientos mientras se coloca frente a mí y mi buen humor se desvanece, tengo que hacerles frente a mis problemas. —¿Pasó algo?
Me quedo en silencio un momento y después muy lentamente asiento. —Seth— digo en susurro.
¡Hola sexys!
¡Actualización sorpresa!
Emma tiene una boca imprudente, pero Alexander tiene una boca habladora.
Yo solo digo que la sangre Roe es muy... intensa.
¿Es mi imaginación o alguien está celoso algunas veces?
Nos leemos pronto...
-Karla
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