CAPÍTULO 18
Emma.
Espero que Alexander despierte pronto. Pienso mientras me coloco una de sus playeras sobre mi cuerpo semidesnudo.
Mi subconsciente me mira con una ceja levantada, pero me encojo de hombros. Ha sido un día muy cansado, necesito ropa cómoda para relajarme y si me voy a mi habitación probablemente Ethan no me deje entrar de nuevo, será mejor no arriesgarse.
No fue fácil convencerlo para dejarme aquí, pero soy muy persistente cuando me lo propongo. Sonrío.
La playera blanca me llega a la mitad de los muslos y dejo mi ropa sobre el sofá. Esas pastillas deben ser muy fuertes, sus ojos verdes siguen cerrados y su cuerpo apenas se mueve con su ligera respiración.
El sonido de su celular sobre la mesita de noche me sobresalta y la luz blanca ilumina la pantalla, después de tres timbrazos se detiene.
Ni siquiera me acerco, puede que él esté dormido, pero no voy a invadir su privacidad de ninguna manera, aunque la curiosidad me hace avanzar unos pasos.
El celular vuelve a sonar y hecho un vistazo rápido a la pantalla, pero el número es privado. Alexander se remueve en la cama haciéndome apartar la mirada rápidamente, pienso que el ruido lo despertó, pero vuelve a quedarse quieto unos segundos después.
Así se ve tan... inofensivo y de alguna manera vulnerable.
Con cuidado acerco mi mano a su rostro y lo acaricio lentamente, eso es algo que nunca he hecho no porque no quisiera, simplemente es un gesto que no se acopla al acuerdo que tenemos.
Los rastros de la poca barba que comienza a crecer en su barbilla me hacen cosquillas en los dedos.
Se ve tan diferente a su habitual actitud dominante. Sonrío empapándome de su rostro, pero cuando noto lo que hago me alejo inmediatamente. ¿Qué estás haciendo Emma? Solo estas aquí para cuidarlo.
Suspiro ante mi regaño mental. Si no hubiera sido la causante de su actual estado de inconsciencia por hacerlo tomar esos medicamentos, no me sentiría obligada a cuidarlo.
Pero dadas las circunstancias, esperaré a que despierte y comience a gruñir como antes de entrar en la habitación, entonces me iré por donde vine con la conciencia tranquila.
Alexander no es una persona que dejaría que lo cuiden, solo me basto ver la reacción de Ethan para saberlo, eso explica porque me habló de un acuerdo casual en lugar de acercarse y seducir como una persona normal, los sentimientos deben estar prohibidos para él.
Pero no es el único.
Bajo la mirada a mis muñecas. Todos tenemos nuestros propios demonios encerrados bajo llave, pero me pregunto cuáles serán los suyos.
Se remueve sacándome de mis pensamientos. Me acerco otra vez a su lado de la cama esta vez tratando de no hacer movimientos extraños, sigue removiéndose y no sé por qué. ¿Efecto secundario del medicamento? No lo creo.
—Tranquilo— me pongo a su lado. —Todo está bien.
Paso mi mano por sus brazos suavemente. ¿Qué clase de medicamento es este? Miro los frascos a lo lejos y una idea me viene a la cabeza. La Dra. Kriss podría saberlo... No, nada de eso, esto es parte de su vida privada y yo no formo parte de eso.
Me sigo debatiendo y regañándome mentalmente cuando una suave voz vuelve a traerme a la realidad.
—¿Emma? — pregunta con voz ronca sin abrir los ojos.
Asiento, aunque no puede verme. —Sí, soy yo.
Se remueve otra vez. —No te vayas.
Frunzo el ceño, eso sonó como una súplica, pero ¿Por qué me iría? Sonrío y toco su hombro. —No voy a ningún lado— le aseguro y su mano se mueve por debajo de las sabanas hasta que encuentra mi mano y la envuelve con la suya.
Me quedo de piedra en mi lugar y miro nuestras manos. Culparé a su inconciencia de estar haciendo esto.
—Ven.
Mi mente me dice que no lo haga, pero solo por curiosidad sigo su súplica y me acerco a la cama. Su cuerpo se mueve sobre su espalda dejando un espacio libre y tira suavemente de mí. Me muerdo el labio inferior con nerviosismo. Quiere que me ponga a su lado.
Vuelve a tirar de mi mano como si escuchara mis dudas y con una mirada rápida a su rostro me acomodo a su lado. Solo me recostaré un poco, después de todo ha sido un día largo, pero él tiene planes diferentes porque su mano se mueve por debajo de mi cabeza y me atrae hacia su pecho.
Me resisto un poco, pero al final cedo, de todas formas, no es el Alexander consiente él que está haciendo esto.
Su calor corporal me envuelve y en un momento sin pensamientos coherentes me permito agarrarme a su cuerpo encajando perfectamente. Su cabeza se esconde en el hueco de mi cuello en un gesto demasiado vulnerable.
Nuestros rostros quedan a la misma altura, pero sigue sin abrir los ojos. Lo está haciendo por la inconciencia, ya no tengo dudas. El Alexander que yo conozco no haría esto ni en mis sueños más locos.
¿Qué pasara por su mente en estos momentos para actuar así? Subo mis manos de nuevo a sus mejillas y aliso la piel de su barbilla. Una alarma suena en mi cabeza, pero no me detengo.
Es tan... Suspiro.
¡Detente Emma! Mi mirada se desvía a mis muñecas y me aparto bruscamente.
Su respiración se vuelve más pausada y la mano que tiene sobre mi cintura afloja un poco su agarre. Ha vuelto a dormirse.
Debo salir de aquí, no sé qué me pasa esta noche, pero no es seguro quedarme y menos con él actuando de esa manera tan extraña. Solo me quedaré unos minutos más para asegurarme que todo está en orden y me iré.
Apoyo mi cabeza en su brazo y lo miro a través de mis pestañas casi cerradas. Esta cama es tan cómoda y su cuerpo tan cálido.
Mi cuerpo imita el ritmo de su respiración relajándose y mis ojos luchan por mantenerse abiertos. Aguanta Emma, solo unos minutos más y nos iremos, me dice mi subconsciente. La mano que está en mi cintura vuelve a la vida y me atrae a su cuerpo completamente.
No puedo resistirme, apoyo la cabeza sobre su pecho y mi lucha se detiene hasta que mis ojos no pueden abrirse otra vez.
. . .
Me acurruco al agradable calor y un suave cosquilleo en mi mejilla me despierta lentamente. El cosquilleo se mueve por mi barbilla, pero repentinamente desaparece como si nunca hubiera existido.
—Emma, despierta— le voz de Alexander retumba en mis oídos.
Me remuevo en la cama y me abrazo a una de las almohadas. Estoy muy cómoda aquí, no quiero levantarme todavía. Necesito cinco minutos más, solo cinco minutos más.
—Emma— su voz no suena para nada feliz.
Alexander es un gruñón. Todo el tiempo refunfuñando como un empresario molesto y... ¿Alexander? Abro los ojos de golpe. ¡Alexander! Me incorporo de inmediato.
No puede ser, no puede ser.
Está frente a mí con una rodilla sobre el colchón y aunque aún tiene la ropa de algodón que hice que Ethan le colocara y su cabello castaño está alborotado, se ve completamente despierto. Sus ojos verdes me estudian mientras alejo mechones sueltos de mi cara.
Se suponía que iba a salir de aquí, pero la luz que entra por las ventanas me dice que no lo hice y lo peor es que dormí a su lado en esa posición un poco personal.
—Estás despierto— mi voz suena rasposa.
—Sí.
—Yo no... esto... ah...— abro la boca para excusarme, pero las palabras no salen.
—¿Qué fue lo que pasó anoche? — se sienta en el borde de la cama con el ceño fruncido y recorre mi cuerpo con la mirada seria —¿Y por qué tienes una de mis playeras puesta?
Abro la boca y me remuevo en mi lugar un par de veces. Por Dios Emma, si te hubieras ido este interrogatorio incómodo no estaría sucediendo en este momento. Pero ¿Por qué demonios está tan molesto?
—Anoche después de tomar esas pastillas te quedaste como una estatua sobre el sofá — tomo una respiración —Ethan me ayudó a traerte a la cama y como me sentí culpable por haberte dejado en estado vegetal me quedé para asegurarme que estabas bien.
Me levanto de la cama rápidamente y él se mueve, por error quedamos frente a frente. Sus manos van inmediatamente a mi cintura para evitar que pierda el equilibrio. El solo contacto envía una corriente eléctrica que no me gusta en absoluto.
Sus ojos bajan un segundo y sin poder evitarlo los míos también bajan a su boca al darme cuenta de lo cerca que estamos.
—No pedí que te quedarás. — dice en tono serio.
Hijo de... Me aparto bruscamente y rebusco mi ropa sobre el sofá donde la dejé con su mirada siguiéndome los pasos.
Bien, ya me quedó claro que crucé la línea de nuestro acuerdo, no volverá hacerlo y la próxima vez dejaré que se desmaye a mitad del ascensor.
Me mira con una ceja levantada, está molesto. Tal vez no le gusta despertar con personas en su cama justo como en Londres.
—No pretendía quedarme dormida, te lo aseguro, la próxima vez te dejaré a la mitad del ascensor y dejaré que cualquiera te ayude— ahora yo también estoy molesta.
—No es lo que...
Levantó una mano y lo corto antes que siga. —Ni siquiera vale la pena, cruce la línea lo entiendo, no volverá a suceder, lo que sea que te pase no es mi problema y sobre playera, la devolveré— camino hacia la puerta y salgo corriendo sin esperar más.
Para mi suerte Ethan no está y puedo dejarme caer sobre la puerta con la respiración acelerada. Escucho mi corazón retumbar en mis oídos. Esa no es la mejor manera de despertar y ni siquiera pude excusarme.
Estúpido Alexander Roe, no puede verse sexymente adormilado y tener esa actitud gruñona todo el tiempo.
Suelto un gruñido molesto y resoplo. No hay tiempo para quejarse, ya tendré... el aire del pasillo golpea mi piel y solo en ese momento me doy cuenta que estoy descalza con una playera que apenas cubre la mitad de mis muslos.
Como si mi vergüenza con Alexander no fuera suficiente.
Miro a ambos lados para comprobar que estén vacíos y voy por el ascensor directo a mi habitación. Emma, Emma, me regaño mentalmente.
Las puertas dobles se abren y rebusco mi llave electrónica hasta que me topo con alguien y mi ropa cae al suelo igual que mi cuerpo. Mis rodillas reciben el primer impacto y ceden.
—¡Emma! — la voz de Adam me llena los odios —Lo siento, no te vi venir— me ayuda a incorporarme.
—Está bien, yo tampoco estaba prestando atención.
El dolor en mis rodillas me hace hacer una mueca mientras me sostiene por los antebrazos. Su mirada baja un segundo, al darse cuenta de la cantidad de piel que queda al descubierto aparta rápidamente la mirada y un poco de color tiñe sus mejillas.
—Lo siento otra vez— se inclina y recoge mi ropa del suelo.
—No pasa nada, yo uhm, salí a dar un paseo y... solo sucedió— tomo mi ropa con nerviosismo. —Te veré después, creo.
Asiente y me pierdo dentro de la seguridad temporal de mi habitación con un gemido frustrado. Me dejo caer hasta el suelo y escondo mi rostro en mis manos. Como dice Cora, si empiezas el día con el pie izquierdo lo seguirás con el pie izquierdo.
Ahora Adam va a comenzar a especular en donde me encontraba para aparecer vestida así a medio pasillo, espero que solo lo dejé pasar.
Y Alexander...
Frunzo el ceño. Él me pidió que me quedara, él mismo me acurrucó contra su delicioso cuerpo, entonces no tenía derecho a ponerse como fiera en cuanto desperté.
Hice un gesto de humanidad al cuidarlo y parece como si le hubiera rociado repelente de insectos.
Y también está lo que sucedió anoche. La duda me carcome por dentro. ¿Qué sucedió con él? ¿Un malestar pasajero?
Sacudo la cabeza. Dejo esos pensamientos para después y entro a la ducha para reactivar mi cuerpo.
Hoy será un día más largo que ayer y ni siquiera tuve oportunidad de preparar el discurso de Alexander, lo que hace que mi vergüenza mañanera sea peor, en algún momento tengo que hablar con él sobre los aspectos que va a mencionar.
El agua alivia la tensión y reactiva mi cerebro adormilado. <<Emma>> su voz suena en mi mente, pero no hay algún recuerdo. ¿Despertó en algún momento de la noche? No, si eso hubiera pasado, lo habría notado inmediatamente.
Cuando termino me coloco un vestido simple en tonos neutros y escondo la playera blanca detrás de uno de los cojines de la cama. No quiero verla, ya me ocupare de devolvérsela después.
—Lo siento Adam no puedo desayunar con ustedes, me siento un poco indispuesta ¿Podrías excusarme con el señor Jones? — lo oído asentir al otro lado de la línea. —También ¿Podrías enviarme la información del señor Roe con la beneficencia?
—Por su puesto Emma, la estoy enviando enseguida.
Le doy las gracias y termino la llamada, al parecer se olvidó del pequeño incidente de hace una hora o es un caballero para no mencionarlo.
Mi estómago ruge con fuerza, pero en lugar de ordenar comida me pongo a trabajar con el discurso del evento de caridad de esta noche y asuntos importantes perdida en mis pensamientos, mi lado ejecutivo ha salido para tomar el control y estoy agradecida.
El estrés es mi peor debilidad y como no puedo salir a correr para despejarme porque en algún momento voy a toparme con Alexander y su estúpida actitud molesta prefiero encerrarme aquí.
Sin darme cuenta paso medio día trabajando. Es mejor concentrarse en el trabajo que en la vergüenza de esta mañana, mi celular ha sonado un par de veces en la última hora, pero ni siquiera revisé el remitente, si fuera algo importante habrían llamado otra vez.
Mis dedos se mueven por las teclas y alguien llama a la puerta. No tengo tiempo para servicio a la habitación, después de terminar con esto nos movilizaremos a las instalaciones de los nuevos hoteles y apenas tendré tiempo suficiente para bajar al lobby a la hora acordada que será dentro de poco.
Los golpes vuelven a resonar y aprieto los dientes, esperando que el empleado que esté fuera se vaya.
Miro la información que Adam me envió a mi celular y añado la última parte al discurso "A la organización de..." Los golpes vuelven a resonar y me levanto con un suspiro cansado. Trabajar así es peor que hacerlo en la oficina.
—No se me ofrece nada— digo en cuanto abro la puerta, pero no hay un empleado del hotel frete a mí. —¿Adam?
—Emma— el pelinegro sonríe y me muestra una caja de comida en su mano. —Como no nos hemos visto pensé traerte un bocadillo rápido antes que viajemos a la locación.
Miro la caja con ojos golosos. —Gracias, pero no era necesario— mi pecho se aprieta, no estoy acostumbrada a que se preocupen por mí. Mi estómago ruge otra vez recordándome que sigue vacío.
—No me lo agradezcas, somos colegas y no acepto una negativa, además es para relajarte un poco antes que vayamos al trabajo.
—Está bien— acepto encantada —Pero pasa. Cora siempre dice que un bocadillo dulce se disfruta más si se comparte con alguien.
—Probemos esa teoría entonces— vuelve a sonreír y entra.
La caja huele delicioso y me muero de hambre. Saco los bocadillos y los coloco sobre la pequeña mesa. Adam toma una silla a mi lado y ambos tomamos un rollito. —¿Cómo supiste que me gustaban los rollitos dulces?
—Digamos que solo lo adiviné, todos deberían disfrutar de las cosas dulces alguna vez en la vida.
Muerdo mi rollito antes de responder. —Es lo que siempre digo.
—¿En serio?
—No.
Ambos nos reímos y en ese momento otro par de golpes resuenan en la puerta.
—Parece que hoy es el día de visitas en mi habitación— bromeo y me levanto a abrir.
Mi sonrisa desaparece cuando veo a la persona al otro lado. No puede ser.
Me quedo de piedra cuando frente a mi aparece la bestia de los ojos verdes con una caja en su mano.
Carraspea y extiende la caja. —No respondiste a mis llamadas y oí que tampoco bajaste a desayunar.
—Ah, es muy considerado de su parte señor Roe, no era necesario.
—¿No vas a dejarme entrar? — me mira con una ceja levantada.
Me muerdo el labio inferior. —Eh, estoy por irme a la locación de los nuevos hoteles y como sabe el tiempo es oro, ya comeré después.
—No puedes estar con el estómago vació todo el día.
Otra vez su afición de alimentarme. ¿Cuál es su problema?
—Emma es hora de irnos— la voz de Adam lo interrumpe y su mirada se ensombrece. —Lamento interrumpirte, pero tenemos...— se interrumpe también —Señor Roe— dice asombrado.
La mirada de Alexander se ensombrece. —Adam.
—Espero que también nos acompañe a la locación.
—Claro. De hecho, me encargaré de llevar personalmente a la señorita Brown hasta ahí.
—Oh no, no es necesario, iré con el resto — me cruzo de brazos.
—No tengo problema con llevarla hasta ahí. Además, podemos revisar el discurso antes del evento— se cruza de brazos también.
Maldición. Me acaba de acorralar y no tengo escapatoria.
—Entonces te veré ahí, ¿De acuerdo? — Adam sonríe y solo porque soy educada, no porque quiera ser insolente, le devuelvo la sonrisa y lo despido con un gesto de mano.
Lo veo desaparecer por el pasillo y me centro de nuevo en Alexander frente a mi. —Le enviaré ahora mismo el discurso y lo discutiremos de camino a la locación. ¿Le parece bien? — doy media vuelta para entrar en mi habitación.
—Creía que teníamos un acuerdo de exclusividad.
Miro sobre mi hombro. —¿Perdón?
—Supongo que estabas tratando un tema importante con Adam para meterlo a tu habitación. — levanta una ceja.
Suelto una risa sin humor en lugar de darle un golpe en la cara por lo que trata de insinuar, pero no voy a caer en sus provocaciones, lo dice solo porque quiere fastidiarme el día, en realidad Adam le importa un comino.
—No tengo que darte explicaciones de lo que hago en mi tiempo libre señor Roe— me encojo de hombros. —Sí quiere puede entrar para que revisemos su discurso.
—Así que admites que estabas pasando tu tiempo libre con Adam, interesante.
Ruedo los ojos. Es tan frustrante como siempre. Entro y escucho sus pasos venir detrás de mí.
—Un jodido bocadillo— alcanzo a oír un poco de lo que dice, me giro y veo que tiene la mirada fija en la pequeña caja sobre la mesita. Deja su caja a un lado y vuelve a su postura de empresario engreído.
—Muéstreme el discurso.
Asiento. —Aquí tiene— le doy mi laptop con la mirada seria.
La toma y las comisuras de su boca se mueven. —Una sonrisa de vez en cuando no le costaría nada señorita Brown, ya vi que las regala fácilmente a todo el mundo.
¿Qué? Aprieto las manos en puños. —¿Cuál es tu problema? — le frunzo el ceño.
—No. ¿Cuál es tú problema?
—Yo no tengo ningún problema.
—Tampoco yo.
—Ya veo— me cruzo de brazos —Cuando no vas reprochándole a las personas por ser amables, te dedicas a fastidiarles el día. — susurro en voz muy baja totalmente molesta.
—¿Qué?
—Nada, solo revisa el discurso para que me lleves a la locación y pueda hacer mi trabajo con tranquilidad.
—No, quiero saber que dijiste.
—Nada— camino al sofá para tomar mi bolso y oigo sus pasos venir detrás de mí.
—Emma. — No le respondo y me concentro en lo que estoy haciendo. —Emma— coloca su mano en mi hombro.
—¡No me toques! — me alejo bruscamente —¡No puedes echarme molesto de tu habitación en la mañana solo por ayudarte y después venir a fastidiar mi día fingiendo que eres amable! ¿Quién te crees que eres?
—No te eché de mi habitación, tu te fuiste. Y No levantes la voz, hablemos como personas civilizadas.
—¡No estoy levantando la voz! — le frunzo el ceño y se acerca demasiado invadiendo mi espacio personal —¡No eres el único que tiene derecho a estar molesto! ¡Mira, yo también estoy molesta!
—¡Suficiente Emma!
—¡No! Eres un maleducado, un engreído y un malagradecido.
—Ah, ese es el problema, ya veo— se pasa la mano por el cabello exasperado. —Quieres que te agradezca porque me "cuidaste" — dice la última palabra en tono sarcástico. —Pues no pedí que nadie me cuidara.
Y hasta ahí es donde puedo llegar. Golpeo mi dedo en su pecho. —¡No quiero que me agradezcas! A diferencia de ti, hay muchas personas que hacen cosas sin esperar nada a cambio y yo no quiero nada de ti.
—¿No quieres nada de mí?
—¡No! Solo que no seas un maleducado engreído todo el puto tiempo.
—¡Esa boca! ¿Eso es lo que quieres? Bien ¡Gracias por cuidarme! — grita molesto inclinándose y su aliento me golpea en la cara.
—¡Que no me lo agradezcas! — le grito de la misma manera a la cara.
Nos miramos fijamente ambos molestos. Esta es una pelea de voluntades y está claro que ninguno de los dos va a ceder fácilmente.
Su mirada baja y bloqueo la sensación de hormigueo que recorre mi boca. Nuestros pechos se alzan y en un movimiento rápido inclina la cabeza para apoderarse de mi boca.
Sus labios se mueven con urgencia sobre los míos como si me pidiera que corresponda al beso.
Forcejeo cuanto puedo mientras atrapa mis manos sobre su pecho y las mantiene fijas ahí. Su lengua se abre pasó en mi boca sin pedir permiso y suelta un gemido ronco que me recorre la piel. Dejo de forcejear y jalo las solapas de su traje.
Me suelta las manos y me atrae contra su cuerpo. Mi mano se pierde entre su cabello y lo atraigo hacia mí de la misma manera.
—Gracias por quedarte — sus manos me sujetan firmemente por la cintura.
¿Qué?
Sus manos van a al borde de mi vestido y lo suben por mis muslos mientras aumenta la velocidad de sus besos.
Su celular suena despejando la niebla de la pasión y lo empujo sobre su pecho para apartarme inmediatamente, pero sus manos me toman de las mejillas y vuelve a unir nuestras bocas. Este beso no es como los otros, es más lento, se está tomando su tiempo.
Me quedo confundida y poco a poco pierdo mi cordura, me olvido de donde estamos y peor aún, ignoro la forma en la que me está besando.
Arrastro su saco por sus hombros y se mueve para ayudarme con la tarea. Sus manos se posan el borde de mi vestido y lo sube lentamente por mis muslos acariciando la piel al paso de sus manos.
—Emma— ese susurro ronco que oí en mi mente en la ducha vuelve a la vida.
Deja mi boca y baja repartiendo besos húmedos por mi barbilla, mi cuello y baja hasta que encuentra el borde mis pechos. Me mira fijamente y sus manos bajan los tirantes por mis hombros.
—Me haces perder la cabeza Emma— sus manos los toman sobre la dina tela de encaje —Me vuelves loco, un maldito loco— su boca baja y saborea el borde de ellos con su lengua.
Una llamarada ardiente se levanta en mi entre pierna y ahogo un gemido mordiendo mi labio. Su boca vuelve a la mia y nuestras lenguas bailan la una contra la otra.
Mis dedos van a su camisa y se pelean por abrir los botones con rapidez.
—Te follaría ahora mismo, pero tengo que llevarte a la locación.
La locación me importa un comino ahora mismo.
Termino de desabrochar su camisa y cuando hace una mancha en el suelo nuestras bocas se separan y me apodero de su cuello chupando a mi gusto. Lo siento estremecerse y las manos en mi cintura se aprietan.
Saco mi lengua y recorro la piel salada. Planeo darme un festín con su cuerpo. Mis manos ansiosas recorren su torso apretando cada musculo sintiendo la piel tensarse y bajan hasta los músculos bajos de su cintura.
—Emma, no— se muerde el labio inferior.
Eso debió pensarlo antes de besarme así de lento. Acaricio su erección contra la tela de su pantalón y palpita en mi mano.
Gruñe bajo en su garganta echando la cabeza hacia atrás. Pero más rápido de lo que puedo reaccionar aparta mi mano, después baja la suya por el borde de mi vestido y encuentra el borde de mis bragas.
—No tenemos tiempo para esto— dice en tono serio —Haré que te corras y nos iremos de inmediato.
Sus dedos encuentran mi botón y lo acaricia sacándome un gemido. Como siempre teje magia con ellos. Lo miro fijamente jadeando por la boca mientras sus dedos hacen maravillas.
—Quiero correrme... pero mientras me follas. — mi voz suena incitante y lo miro fijamente.
Su mirada se oscurece y suelta un gemido frustrado antes de tomarme por los muslos y levantarme sobre su cuerpo. —Pequeña seductora.
Se sienta sobre la cama conmigo a horcajadas sobre su cintura. —¿No quieres? — me restriego contra su erección y ambos gemimos al unísono.
Eso es suficiente para que mis manos vayan al único botón de su pantalón y lo desabroche. Mi mano se pierde dentro de su bóxer y aprieto la carne caliente, está duro... completamente duro.
La necesidad entre mis piernas palpita y saco su erección rápidamente. —Emma vamos a llegar tarde— jadea, pero no me detiene.
Me toma de la cintura con una mano y con la otra hace a un lado mis bragas y deja que me lo meta. Su falo se desliza por mi humedad haciéndome respirar entrecortadamente y con un golpe seco me dejo caer sobre el bruscamente atrapando todo su grosor.
Ambos gritamos y sus manos aprietan mi cintura. ¡Dios bendito! Me levanto y vuelvo a caer de golpe.
—Dime que no te gusta. — jadeo y subo.
Gruñe.
—O detenme— me agarro a sus hombros y caigo con fuerza.
Su mirada se encuentra con la mia y levanta las caderas para penetrarme más profundamente. Lo tengo. Sus manos en mi cintura me ayudan a levantarme y aumenta el ritmo de las penetraciones.
Un celular suena, pero ninguno de los dos se detiene. La habitación se llena de gruñidos roncos y gemidos.
—¡Alexander! — echo la cabeza hacia tras cuando rota las caderas tocando ese punto deliciosamente.
—Eso es nena— gruñe entre jadeos embistiéndome y sus dedos recorren mi boca lentamente. Respiro entrecortadamente incapaz de apartar la mirada de sus profundos ojos verdes. Hoy hay algo ahí, algo diferente.
Quizá esta era la conexión que ambos necesitábamos, quizá las cosas se salieron un poco de control porque ambos estábamos tensos.
Sus penetraciones se vuelven más rápidas y mi respiración se entrecorta. Es tan bueno, siempre es tan bueno que mis pensamientos no funcionan. Rota otra vez la cadera y ambos gemimos en alto.
Me dejo caer sobre sus caderas otra vez y sus manos se aprietan en mi cintura. Esta vez parecemos disfrutar nuestro placer a la misma medida. Su polla se expande en mi interior como si estuviera a punto.
Sus manos me toman de los mulos y en un movimiento rápido me gira sobre el colchón. —¿Qué haces?
—No voy a córreme contigo montándome.— jadea.
¿Qué quiere decir con eso? El cambio de postura hace que sus penetraciones sean más controladas y me agarro a su espalda con fuerza clavando mis uñas en su piel. Sus músculos se contraen bajo mis dedos, pero no se detiene.
—Alexander— jalo su labio inferior hacia mi boca y gruñe.
La presión se acumula en mi entra pierna al mismo tiempo que lo siento expandirse en mi interior. La cuerda de nuestro placer se tensa y ambos soltamos un grito ahogado en nuestras bocas cuando se rompe y ambos nos corremos por primera vez al mismo tiempo.
Mi cuerpo se vuelve lánguido soportando las chispas de placer que lo recorren. Nos quedamos así un par de minutos mientras nuestras respiraciones se calman y en cuanto lo hacen Alexander sale inmediatamente de mi interior con el ceño fruncido.
—Tenemos que irnos— carraspea.
—Está bien— tomo aliento antes de levantarme y me acomodo la ropa lo mejor que puedo mientras él hace lo mismo.
Arreglo mi cabello y por el espejo lo veo mirarme fijamente de una forma que no se interpretar. Es como si estuviera confundido por algo. —¿Por qué me miras así? — ladeo la cabeza y nos miramos a través de nuestros reflejos.
Aparta la mirada rápidamente acomodando su saco. —Porque necesitamos irnos pronto.
—Ah— ahora soy yo la que frunce el ceño —Solo dame un minuto más y estaré lista.
Cuando terminamos salimos de la habitación en silencio y bajamos hasta el lobby por el ascensor. Parecía que habíamos arreglado las cosas, pero este silencio un tanto extraño me hace pensar que no es así.
—¿Ethan no viene? — pregunto cuando su auto llega frente al hotel y se encamina al lado del conductor.
—No— responde tajante.
Me coloco mis lentes oscuros y entro por la puerta del copiloto. El viaje hasta la locación es casi eterno y pero aún porque no dice ni una sola palabra. Miro el techo de su auto con una sonrisa. Es descapotable.
—¿Podemos abrirlo? — señalo el techo para que entienda a lo que me refiero. Me mira con una ceja levantada y da un volantazo a la derecha antes de detenerse en las luces rojas. — Si no quieres no— levanto las manos sobre mi pecho rindiéndome.
Hoy está especialmente extraño. No lo entiendo.
Su mano suelta un momento el volante y aprieta un botón. El techo comienza a bajar lentamente sobre nuestras cabezas y mi sonrisa se ensancha. Oh sí, esto me gusta.
Lo veo sonreír por el rabillo del ojo, pero eso no desvanece mi buen humor. Las luces cambian y aprieta el acelerador. El viento nos golpea y la adrenalina me hace sentir cosquillas en mi vientre Lo miro asombrada, pero mantiene la mirada fija al frente.
Lo hizo por mí.
Cierro los ojos y disfruto de la sensación más increíble del mundo.
Aparca el auto en un lado de la acera frente a la locación de los nuevos hoteles de lujo y ambos bajamos rápidamente. En la entrada hay un fino camino por donde mis tacones no van a pasar sin tambalearse de ninguna manera. Demonios.
Alexander se gira sobre su hombro y ve que me he quedado a la entrada. —Creo que buscaré otra entrada.
—No es necesario, ven— me ofrece la mano.
—Uhm, no.
—No seas obstinada Emma, llegamos tarde— vuelve a insistir y muy a mi pesar tomo su mano.
Camina llevándome por la entrada con cuidado sin prestar atención a las personas a nuestro alrededor. Cruzamos sin ningún problema.
La entrada ya quedó atrás y ya no hay necesidad que tome mi mano, pero no me suelta. Las personas nos miran asombrados mientras pasamos y sus miradas se quedan fijas en nuestras manos. Estoy yendo de la mano con el dueño de Hilton &Roe.
—Alexander— tiro de mi mano para llamar su atención.
—¿Qué pasa?
—Suéltame.
—No.
¿Se volvió loco? Su agarre se aprieta y no tengo más remedio que seguir caminando. La pelirroja, el señor Jones, Adam y Erick aparecen a nuestra vista de espaldas.
—Señores— dice Alexander.
Adam es el primero en volverse y solo hasta ese momento me suelta. El Señor Jones y su hijo se giran y nos saludan. La pelirroja avanza hacia él y deja un beso no muy corto en su mejilla.
—Hola Alexander— se gira hacia mí con una sonrisa falsa —Es bueno verte Emma, espero que estés lista para el evento de esta noche, es muy importante, estoy segura que vas a divertirte. — dice en voz baja para que solo yo pueda escucharla.
Planeo decirle algo borde, pero recuerdo que no tengo que ponerme esta noche. Mi cita de compras rápida quedó en el olvido. Demonios.
—Gracias Alesha.
—Lamento el retraso, la señorita Brown y yo tuvimos un asunto importante que resolver— dice Alexander completamente serio y la pelirroja me mira con la cabeza ladeada.
—No hay problema, hemos recorrido las instalaciones mientras esperábamos— dice mi jefe. Emma podrías repasar con Adam la lista de los patrocinadores que buscaremos está noche mientras le muestro a Alexander los últimos reportes.
—Si señor— asiento, pero antes que tenga oportunidad de acercarme a Adam, Alexander baja la boca cerca de mi oído.
—Suerte en el trabajo nena.
Miro a ambos lados confundida. —Uhm, suerte en el trabajo a ti también.
Me guiña un ojo y se acerca a mi jefe. Me doy cuenta que la pelirroja nos observa fijamente desde su lugar con cara de pocos amigos. Aparto la mirada y mientras me acerco a Adam pellizco mi brazo con fuerza. Pego un saltito por el dolor.
—¿Estás bien?
—Sí, es solo que creía que seguía dormida, pero ya veo que no.
Adam suelta una risa y abre la carpeta con la lista de invitados del evento de esta noche.
—Haces cosas extrañas Emma.
Miro la espalda trajeada de Alexander. No soy la única que hace cosas extrañas.
. . .
—De ninguna manera usarás eso— dice Cora con la mirada horrorizada a través de la video llamada. —Elije el azul.
—Cora ya tengo el maquillaje y el peinado listo, además es un evento de caridad, no una cena con mis amigos— aplico un poco de color en mis mejillas.
—Y es un evento donde habrá gente importante, así que no refunfuñes y usa el azul
Miro el vestido sobre la cama, el encaje en el pecho hace el diseño delicado. —¿No crees que es demasiado llamativo?
—Es perfecto para ti.
Lo miro no muy convencida. Es verdad que es muy bonito, pero, no quiero llamar la atención esta noche, ha sido un día extraño, en especial a lo que se refiere a Alexander y no sé qué sucederá esta noche.
—No vine prepara Cora, de saber que habría un evento habría traído algo diferente.
—Tranquila, solo respira un poco, eres muy bonita, no necesitas cosas ostentosas para verte bien.
—Eso no me hace sentir mejor.
—¿Qué pasa sexy? Esto no es solo por el vestido hay algo que no me estás contando y desde aquí puedo ver que me mientes, en tus ojos hay mentira.
—Ni siquiera puedes verme Cora— respondo riéndome desde el extremo opuesto de la cama y regreso al frente de la pantalla. —Hoy no ha sido mi día y creo que no va a mejorar esta noche, digamos que es un presentimiento.
—¿Un presentimiento que tiene que ver con el sexy Alexander?
—No precisamente, pero si con una pelirroja.
—Dile a la mujer zanahoria que marque su línea o verá lo que una rubia y una morena unidas son capaces de hacer.
—Lo haré, pero solo si se interpone en mi camino y ya tengo decidido, usaré el azul.
Levanta los pulgares por la pantalla. —Arrasa con ellos y... Un segundo alguien está llamado a la puerta. — Me coloco el vestido con cuidado mirando la habitación de Cora vacía, pero un grito a lo lejos corta el silencio. —¡Emma Brown!
El grito de Cora me hace imaginar lo que vio en la puerta. Mis dedos se mueven rápido y cuelgo la llamada antes que me atrape.
Un segundo después mi teléfono vuelve a sonar y su nombre aparece en la pantalla.
Lo dejo sonar con una sonrisa. — Lo hice por tu bien— le digo a su nombre en la pantalla. Por Dios, me va a matar cuando regrese, pero valdrá la pena.
Arreglo mi cabello una vez más y mi reflejo me gusta. Me sienta bien este color. Dejo de desvariar y tomo mi pequeño bolso. Repaso en mi mente los nombres de los patrocinadores que buscare durante la noche mientras el ascensor baja.
Todo está listo.
Las puertas se abren y camino por la recepción hasta el salón que prepararon. Joder. Miro asombrada a mi alrededor. Esto no es un evento de caridad, es un evento de lujo.
Alrededor del techo cuelga un candelabro iluminando el centro.
Hay mesas por todos lados con manteles elegantes al color dorado del hotel. Una barra colorida en una de las esquinas y varias personas por todos lados con trajes que parecen costosos.
Camino a mi alrededor en busca de mi jefe o en el mejor de los casos, alguno de los patrocinadores. Para mi mala suerte no me topo con ninguno de ellos si no con una pelirroja en un apretado vestido negro.
—Emma— sonríe sobre sus gruesos labios.
—Alesha— la saludo con la cabeza.
—Estoy esperando a Alex, él y yo tenemos asuntos importantes que atender. — Asiento. —Esto no interfiere en el contrato ¿o sí? Porque ya te habló de un contrato ¿verdad? — la miro fijamente. —Perdón, seguramente te hizo firmar para que no hablaras, pero descuida, yo conozco el juego muy bien.
—¿Ah sí?
—Claro. Siempre que se aburre de la chica en turno regresa a mí, siempre se repite el mismo patrón.
—Entonces tendré que hablar con él para el tiempo que va a durar nuestro acuerdo.
—No es necesario, solo te llamara su abogado para cuando se termine, Alexander ni siquiera se molesta en buscarlas para terminar.
Interesante, está mujer sabe más de lo que pensé. Así que Alexander tiene una lista larga de mujeres con las que ha hecho lo mismo.
Eso ya me lo imaginaba, pero no voy a dejar que ella se salga con la suya.
—El problema es que no hay nada que ver con su abogado cuando no firmaste un acuerdo.
Su sonrisa se desvanece. —¿Qué?
—Supongo que Alex se quedó sin tinta o sin abogados— me encojo de hombros. Las comisuras de mi boca se mueren por soltar una sonrisa al verla molesta, pero me contengo lo mejor que puedo.
Un hombre mayor se acerca a saludarla y me regala una inclinación de cabeza.
—Sabes Emma, sé que estás aquí por trabajo, pero de verdad espero que disfrutes de la velada, aunque este no sea tu ambiente. — ladea la cabeza. —Debes sentirte incomoda entre gente de nuestra clase, pero no olvides que es un evento de caridad y podemos mezclarnos.
—Gracias, Alesha eres muy considerada.
Un mesero se acerca a nosotros trayendo bebidas costosas en la bandeja. Ella toma una copa de champaña. —Puedo pedirte una bebida para que no te confundas con toda la variedad de las que hay, dudo que las conozcas.
Mi buen humor se esfuma con su sonrisa satisfecha al avergonzarme frente al mesero. Estoy segura que va a hacerme la noche imposible.
—No es necesario, gracias.
El mesero se gira hacia mí y sus ojos se abren. —¡Señorita Brown! — me giro a él, por su expresión sé que me reconoció de algún lado. —Puedo ofrecerle una bebida.
Lo estudio bien y su rostro se me hace familiar. Ellos son su grupo de meseros importantes, los favoritos de mi padre.
Oh no, que ellos estén aquí levanta una alarma en mi cabeza. ¿Es posible que él esté aquí?
No, eso sería demasiada coincidencia.
Me trago mi sorpresa y aunque normalmente no haría esto, esa pelirroja necesita que le bajen los humos.
—Sin alcohol, por favor.
—Una bebida para la señorita Brown— le dice a un hombre uniformado y rápidamente se mueve.
La pelirroja lo mira confundida. —Bebida para la señorita Brown, es un gusto verla de nuevo— me entrega una copa y le doy una sonrisa mientras se va.
—Tienes razón Alesha, me siento incomoda entre gente como ustedes. — levanto mi copa a la de ella —Nos vemos.
Me alejo de ella con una sonrisa satisfecha. Quién diría que la impertinencia de mi padre me serviría un día para burlarme de una mujer engreída, pero en el fondo tiene razón, no me gusta estar entre gente pomposa.
Miro de lejos a las personas pasar a mi alrededor perdida en mis pensamientos.
Aun cuando era una adolescente supe que nunca estaría en un lugar como este por voluntad propia, pero mi padre tenía una idea diferente a la mia.
—Dicen que si bebes demasiado terminarás discutiendo con un empresario hasta que lo hagas perder la cabeza y te bese. — susurran a mi espalda.
—¿Con un vestido dorado?
—Y una boca imprudente.
Recuerdo esa noche en el bar hace unas semanas atrás. —Omites la parte en donde me desmayo.
—Recuerda que alguien te atrapa.
Me muerdo el labio inferior para contener mi sonrisa y me giro a Alexander.
—Hola nena.
¡Hola sexys!
Hay tantas cosas... interesantes que mencionar de este capítulo ¿No creen?
Alguien dígale a esa pelirroja que se ocupe de sus asuntos
Nos leemos pronto...
-Karla
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