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CAPÍTULO 15

Emma. 

El Domingo pasa más rápido de lo que pensé y todavía sigue sin haber rastro de Alexander. Ni una visita, ni una llamada, ni siquiera un mensaje, parece como si la tierra se lo hubiera tragado desde que recibió la llamada de Bennett.

No es que esperaba que volviera.

Entiendo los términos no escritos de este contrato, además no discutimos nada relacionado a los días en los que nos veremos, entonces creo que ambos debemos seguir nuestras vidas como de costumbre a excepción de las veces que tengamos nuestros encuentros.

Pero me habría gustado que me hiciera olvidar ese estúpido correo de Seth, aunque solo hubiera sido momentáneamente. Miro por la ventana de mi Mazda conduzco a la oficina. El cielo está lleno de nubes grises como si quisieran que me ánimo estuviera igual de deprimente que el día.

¿Qué pretendió Seth regresándome el dinero de mi padre? La última vez que lo vi dijo que me quitaría todo y sé que lo hizo con la intención de hacerme volver. Suelto una risa sin humor y miro las marcas en mis muñecas.

Si, pensó que así me quitaba todo, se equivocó. Él ya lo había hecho << Tus gritos son musica para mis oídos conejito>> Aprieto mis manos en puños tratando de controlar el temblor en mis muñecas.

Me obligo a detener esos pensamientos y estaciono mi Mazda rápidamente antes de entrar a la oficina no muy segura de lo que voy a encontrar. Alexander obviamente debe estar aquí, pero debe actuar con normalidad, esto no tiene que inferir en mi trabajo de ninguna forma, me recuerdo.

—Emma— me saluda Alicia con una sonrisa como siempre en su traje azul.

—Buenos días Alicia, ¿El señor Jones ya llegó?

—Sí, desde muy temprano— sus cejas se alzan —Creo que quiere dejar todo listo para irnos mañana a Birmingham.

—Bien, iré a dejar mis cosas y en unos minutos más vendré a verlo para que afirmemos los últimos detalles— asiente y me encamino por los pasillos azules.

Entro a mi oficina distraídamente y encuentro una pequeña caja negra sobre mi escritorio. No puede ser. Espero que no sea de él porque solo Dios sabe que hay esta vez dentro. Él siempre logra sacarme de mis cabales con sus "regalos".

La abro con cuidado quitando suavemente la tapa y ahogo una exclamación ¡Cómo se atreve! Saco un par de bragas negras de encaje exactamente iguales a las que olvidé en la casa de Alexander el sábado por la mañana.

Sus regalos acaban de ir a otro nivel. ¡Maldito engreído!

—Hola Emma— dicen a mi espalda sobresaltándome y rápidamente escondo las bragas en la caja y bajo la tapa para que Bennett no vea lo que hay dentro.

En cuando entré centré toda mi atención en la caja, que olvidé por completo cerrar la puerta. —Hola— me giro hacia él y le regalo una sonrisa nerviosa. Espero que mi mirada no me delate.

Bennett como siempre está en su ropa casual rompiendo el estereotipo de Hilton &Roe. Aunque hoy su camisa azul le da un toque más profesional.

—¿Paquetería en la oficina? — señala la caja sobre mi escritorio con la cabeza.

Espero que solo haya visto la caja cuando entro, sería muy vergonzoso que haya visto también "el paquete".

—Uhm, si, es algo sin, ah... importancia. — espero que no pregunte lo que es, necesito desviar el tema — ¿Cómo estás?

Despega su mirada de la caja, y como siempre se inclina para dejar un beso en mi mejilla dejándome impregnado un poco de su aroma antes de responder.

—Me encuentro perfectamente ¿Y tú? Te vi cuando salías del ascensor, pero esta vez mantuve mi distancia.

Suelto una pequeña risa. —Uh, igual, estoy muy bien, un poco ansiosa porque mañana viajamos a Birmingham y hay mucho trabajo que hacer, pero no es nada que no se pueda resolver.

—Eso es lo que pensé de la asistente más eficiente que he conocido— sonríe.

—No confíes demasiado en mi o voy a terminar haciendo un completo desastre— bromeo y bajo la pequeña caja negra al suelo para que no vuelva a centrarse en ella. —Por cierto, no te vi en todo el fin de semana.

—Me disculpo por eso, estuve...— resopla y se lleva la mano a la nuca casi sin darse cuenta —Resolviendo asuntos personales.

La forma en la que lo dice y ese gesto me hacen pensar que eso tiene que ver con la llamada urgente que le hizo a Alexander.

—Oh, entiendo, espero que se hayan resuelto— asiente y no sigo en ese tema. No voy a entrometerme en su vida privada si él no quiere decir nada más —Y me alegro de verte, aunque, iba a buscarte en cuanto tuviera oportunidad.

Se ve relajado de que no haya seguido por ese camino de sus "asuntos personales" y tomo nota mental de eso.

Ladea la cabeza y sonríe. —Ah, ¿sí? Supongo que no ibas a decirme que me extrañaste.

Otra vez suelto una risa y niego con la cabeza. —Es sobre Cora— sus cejas se alzan inmediatamente, a puesto que no esperaba oír eso. —Ya sabes que voy Birmingham y no quiero que se quedé completamente sola, apenas llegó a la ciudad y aún no conoce a Alicia entonces me preguntaba si...

No me deja terminar cuando asiente. —Tranquila, entiendo tu preocupación, yo me ocupo de cuidarla.

Gracias al cielo. Quiero abrazarlo. Es un amor de hombre. —Gracias Bennett, te debo una.

—No me lo agradezcas solo ruega que siga vivo para cuando regreses— bromea. —Cora es un poco, uh... diferente.

—Ya te acostumbraras a ella, te lo aseguro— le guiño un ojo.

Está claro que no le pasó desapercibida la forma interesante y atrevida de ser de mi mejor amiga, pero creo que hay una razón más que solo estar aturdido por su comportamiento.

Aunque no sacaré conclusiones precipitadas, después de todo Cora no parece exactamente interesada.

Oh por Dios. No quiero ni pensar en lo que ella me haría si se entera que le pedí a Bennett visitarla en mi ausencia, pero me sentiría más culpable si la dejo sola todo este tiempo. Solo hace poco más de una semana que llegó.

—Espero que tengas razón. — me regala otra sonrisa.

—¿Y qué te trae aquí?

—Solo quería invitarte a comer para la hora de la comida, pero creo que soy inoportuno, Christopher debe tenerte hasta el cuello de trabajo.

—Conoces a mi jefe mejor que yo, ya sabes lo perfeccionista que es, no creo que tenga tiempo para salir— asintió —¿Podemos dejarlo para otro día?

—Por supuesto, tal vez sea una reunión de tres— me guiña un ojo —Bueno, te dejaré trabajar y te deseo la mejor de las suertes en Birmingham, sé que lo harás bien.

Sus palabras me llegan al pecho. Desde que lo conocí él siempre ha valorado mi trabajo tanto como el señor jones lo hace y siento un genuino agradecimiento por eso.

—Gracias Bennett— Sonríe de nuevo y sale por la puerta.

Por una parte, que confié en mi me haces sentir apoyada, pero de la misma forma me presiona más para no cometer ni un solo error en el proyecto.

Veremos que sale de todo esto. Suspiro y me dejo caer sobre la silla de mi escritorio. Bien, antes de ponerme al día debo ocuparme del regalo del señor miradas penetrantes.

Miro la caja a mis pies, ¿Se cree muy divertido para hacer esto? Veamos cuánto dura su gran sentido del humor.

Tomo el teléfono y marco los números rápidamente. —Buenos días, Hilton & Roe Corporation, Dirección General.

No te tomo importancia a la voz de la mujer robótica, creo que ya me estoy acostumbrando a ella. —Buenos días soy del departamento de relaciones públicas, quisiera hablar con el señor Roe.

—Un momento— espero unos segundos en silencio antes que la mujer vuelva a hablar —Lo siento el señor Roe no recibe llamadas en este momento. ¿Quiere dejarle un mensaje?

Frunzo el ceño, a puesto a que sabe que soy yo y no quiere tomar la llamada. —No, gracias— cuelgo y tamboreo mis dedos por mi escritorio.

Muy gracioso Alexander, pero no vas a salirte con la tuya esta vez. Espero unos segundos antes de volver a llamar al mismo número.

—Buenos días, Hilton & Roe Corporation, Dirección General.

Me ahorro los formalismos está vez. —Habla Emma Brown, el señor Jones quiere hablar con el señor Roe urgentemente— miento.

—Un momento— dice otra vez y después de unos segundos vuelve a estar en la línea—Señorita Brown, Enseguida enlazo su llamada.

Oh por Dios ¡Mi plan funcionó! Quiero hacer un baile feliz de celebración, pero me contengo hasta que Alexander responde del otro lado de la línea.

—Christopher.

Su voz masculina me estremece por un segundo, me lo imagino sentado en su oficina con el ceño fruncido mientras atiende la llamada. No debió desaparecer el fin de semana.

Estoy segura que se va a poner verde cuando me escuché. Aguanto la respiración y le respondo —¿Te parece divertido dejar bragas de encaje en la oficina de una empleada?

Oigo su respiración cortada cuando escucha mi voz. No pude elegir mejor frase. Mátame esa Alexander.

Los segundos se alargan mientras espero a que diga algo, que apriete los dientes, que me responda molesto o lo que sea, pero extrañamente se queda en silencio.

—Extensión incorrecta— dice y corta la llamada rápidamente.

¿Pero qué...? Miro el teléfono con el ceño fruncido. ¿Yo no puedo cortarle las llamadas, pero él a mi sí? Vaya sentido del humor. Él fue el que inició con esto y ahora seguramente va a salirme con que él no dejó la caja en mi oficina.

Le gusta hacer regalos inapropiados, pero no aceptar las consecuencias. Pues no será así conmigo, si él juega, yo también juego.

Ruedo los ojos y lo dejo pasar por esta vez, no quiero estar de mal humor a estas horas de la mañana y él es experto en ponerme así y de otras maneras...

Dejo mis pensamientos de lado y voy a la oficina de mi jefe para ponerlo al tanto del trabajo mientras revisamos que todo está en orden para viajar mañana por la tarde.

También me entrega los últimos documentos de su mejor publicista, Adam, que debo añadir al proyecto y en menos de una hora estoy de vuelta en el refugio temporal de mi oficina.

Me siento emocionada por el proyecto y a la vez estoy asustada, esta no es una empresa pequeña para cometer equivocaciones, un solo error y todo podría venirse abajo, pero mi jefe confía en mí y no voy a defraudarlo.

—Adelante— digo cuando llaman a la puerta y despego mi mirada de la computadora.

Alexander entra a mi oficina en toda su gloria masculina dejándome atónita mientras camina. Está impecable y de vuelta a su clásico traje negro hecho a medida.

Mi mirada se pasea por él un momento, pero entonces caigo en cuenta que trae la mirada seria. No viene en plan seductor por lo que veo.

—¿En que estabas pensando al llamarme para hablar de tus bragas? — dice muy molesto.

Aunque lo dice en tono bajo, su voz tiene un toque alzado como si me estuviera riñendo y eso me molesta al instante.

No puede venir a reclamarme mi llamada cuando él comenzó con esto. Así no funcionan las cosas. Me levantó de mi silla y nos miramos fijamente.

—Lo mismo en lo que tú estabas pensando al enviarme esto a mi oficina— contraataco con el ceño fruncido señalando la caja en el piso, puede meterse su rollo dominante por el trasero. —Y no son mis bragas.

—No es a lo que me refiero— se acerca y coloca ambas manos sobre mi escritorio —Todas las llamadas de Hilton &Roe son monitoreadas por el área de sistemas.

Oh. —No lo sabía, pero pueden creer que me equivoqué de numero— ¿Cuál es el problema?

Aprieta la mandíbula antes de responderme y mantiene su tono de voz fuerte.

—Aun así, ésta es una empresa muy estricta y el hecho que hayas dicho lo que dijiste va a hacer que busquen a esa empleada que recibe bragas en su oficina y al tipo que las envía. — se cruza de brazos y su traje se aprieta con fuerza sobre sus músculos —Van a comenzar a especular si tal vez tiene un puesto a cambio de algo.

Mierda, eso tiene más sentido ahora, pero solo fue una llamada sin importancia. No si llamas al Gerente General, me suelta mi subconsciente, además así de enorme como es este lugar, claro que debe haber esa clase de normas.

Él mismo me dijo una vez que nadie consigue las cosas follando. Quiero resoplar, Al parecer hoy no es mi día. Alto, él es el dueño, puede resolverlo.

—Pero tú puedes resolverlo ¿o no?

Asiente aun con la mirada seria. —Ya me encargué que la gente de sistemas desaparezca el monitoreo de esa llamada, pero no siempre puedo estar pendiente de estas cosas, así que no vuelvas a hacerlo. ¿Entendido?

Creo que espera que discuta porque me está mirando expectante, pero no voy a hacerlo, solo asiento y su mirada cambia radicalmente.

—De acuerdo — baja los brazos a sus costados y abro la boca para decir algo, pero me contengo. —De todas formas, esas bragas no tienen el delicioso aroma de tu coño nena— señala la caja con una sonrisa ladeada.

¿Ahora hemos cambiado al Alexander seductor? Pues no me importa que tan sexy se vea esa sonrisa, vino con toda la intención de reñirme y ahora no voy a ceder a sus encantos. Y pensándolo bien, no quiero que conserve mis bragas.

—Me gustaría que me las regreses.

—No— responde tajante con una ceja alzada.

Al parecer todavía sigue estando de mal humor, pues que le den.

—Son mis bragas. — me cruzó de brazos.

Se inclina sobre el escritorio y su olor a menta invade mis fosas nasales. —Soy el que te hizo correrte en ellas.

El calor sube por mis mejillas y no tiene nada que ver con el enojo. Abro la boca, pero sé que esto no nos va a llevar a ningún lado.

—¿Alguien está aprendiendo a controlar su boca imprudente? — sonríe de lado. —Tal vez debería darle un recordatorio de que no debe dejar una conversación a medias.

Me encojo de hombros como si no me afectará en absoluto su oferta y aparto la mirada. Suelta una risa corta que hace que un hormigueo me recorra la piel y aprieto los dientes por esa reacción absurda.

—Es muy buena fingiendo señorita Brown, creo que ya olvidó su ultimo castigo.

Si no hubiera desaparecido no lo habría hecho. Pero no lo hiciste susurra esa voz molesta en mi mente. —Tal vez debió ser más memorable para que lo recordará. — hago un gesto de aburrimiento.

Sus hombros se sacuden con otra risa igual que la anterior haciéndome apretar los dientes otra vez.

Sabe que miento.

Se acerca en dos zancadas y se inclina hacia mi hasta que su boca está sobre mi oído. —Sé que mientes, pero el hecho que lo digas me pone furioso.

Pues ya somos dos, amigo. —Bienvenido al club— lo miro fijamente.

Ésta vez logró que apriete esa perfecta mandíbula marcando los huesos alrededor de ella y se inclina más hacia mí.

—No sabes cómo me gustaría inclinarte sobre esa mesa para quitarte esa actitud remilgada, te estás comportando de manera irracional.

¿Yo irracional? —Tú viniste a echarme la bronca por la llamada.

—No vine a eso, vine a ponerte sobre aviso.

Pues vaya manera de hacerlo. Trato de moverme, pero sus manos atrapan mi cintura. —Emma— su mirada queda fija en mi boca y reprimo las ganas de atrapar mi labio entre mis dientes.

—Alexander— digo de la misma forma.

Nos miramos un segundo y ambos inclinamos la cabeza. Suelto un suspiró mientras sus labios se mueven contra los míos. Mis manos van por su pecho, pero las detiene inmediatamente.

—No— se aparta dejándome confundida —Aquí no.

Eso no le importó cuando me acorraló en su oficina y tampoco cuando lo encontré enrollándose con la pelirroja.

—¿Qué? — solo lo estaba besando, no tenía intención de llevarlo a más.

—Te dije que esto no inferiría en tu trabajo y tienes mucho que hacer antes de irte mañana a Birmingham. — Ni siquiera me pregunto cómo lo sabe, ya entendí que controla cada aspecto de su empresa. —Tengo que irme.

Y sin decir más sale por la puerta.

Lo dicho, no es mi día.

. . .

Cierro el documento en el que estoy trabajando cuando el timbre del correo electrónico suena y miró el remitente con una ceja alzada.

Hola nena ¿Christopher aun te mantiene trabajando?

-Alexander R.

Sus cambios de humor no es algo que haya visto antes. ¿Con qué estado de Alexander estoy tratando ahora? Le echó un vistazo rápido a la caja negra que volvió a aparecer en mi oficina después que tratara de regresársela.

¿Puedo ayudarlo en algo señor Roe?

-Emma B.

Regreso a mi trabajo, pero el sonido suena casi inmediatamente.

Quiero pedir una reunión particular en su agenda el día de hoy señorita Brown

-Alexander R.

Aprieto los labios en una línea recta y escribo mi respuesta.

Lo siento Señor Roe, pero ya tengo un compromiso.

-Emma B.

Tarda dos segundos en responder.

¿Qué compromiso?

-Alexander R.

Sonrío y regreso a mi trabajo. El sonido de otro mensaje vuelve a sonar, pero lo ignoro. Dos minutos después vuelve a sonar otra vez y vuelvo a ignorarlo.

Sigo trabajando y el teléfono comienza a sonar. —Emma Brown departamento de relaciones públicas.

—Buenas tardes señorita Brown, entrelazo su llamada con el Señor Roe— dice la mujer al otro lado antes que el sonido de fondo suene.

Me recupero inmediatamente de mi sorpresa inicial y espero pacientemente a que él hable.

—Señorita Brown— casi gruñe del otro lado —Le sugiero que revise su correo electrónico, Creo que acaba de dejar una conversación pendiente.

Levanto mis labios con chulería. —Extensión incorrecta, buenas tardes— bajo el teléfono cortando la llamada.

Contengo mi sonrisa de satisfacción y apago rápidamente la computadora antes de sacar su "regalo" de la caja y meterlo en mi bolso, aunque no son mías no voy a dejar esto por aquí a la vista de nadie.

Una vez que estoy lista y salgo para escabullirme de ahí. Sé que el siguiente paso será una visita a mi oficina como cuando apareció en mi puerta la otra noche, pero esta vez no logrará atraparme.

—Adiós Alicia, te veré mañana— le digo a la castaña que está en su lugar de trabajo.

Entro al ascensor y aprieto el agarre en mi bolso con fuerza mientras baja. Tenía intención de ir a Downing Street para liberarme del estrés, pero aún hay una maleta que debo hacer. Esto de dejar las cosas a último momento no es tan buena idea como dijo Cora.

Las puertas se abren y camino distraídamente a la salida donde uno de los guardias uniformados está al teléfono. Hago intento de salir, pero antes que lo haga rápidamente me detiene poniéndose frente a mí.

—¿Señorita Brown?

—Uh, ¿Si? — respondo un poco confundida. —¿Puedo ayudarlo en algo?

—Lo siento, pero tengo órdenes de no dejarla salir de la empresa.

¿Qué? Oh no, la llamada. Alzo las cejas. ¡Era él! —¿Por qué?

—El señor Roe, se reunirá con usted en un momento— dice como si eso explicara todo.

¡De ninguna manera! Voy a cruzar esta puerta así tenga que golpear al guardia. —Tengo una emergencia en casa tengo que irme, estoy segura que al señor Roe, no le importará. — intento con una sonrisa amable.

Niega con la cabeza y no se mueve ni un solo centímetro.

—Bien— suspiro —Entonces ¿Le molestaría darme un poco de agua, por favor?

Sus cejas se juntan y asiente, un segundo después camina se gira por donde vino y aprovecho para cruzar la salida justo cuando las puertas del ascensor se abren otra vez.

Apresuro mis pies sobre mis tacones y lo hago muy bien, pero me quedo impactada por las dos camionetas negras que se detienen a la entrada. Lo están esperando.

—Señorita Brown— Ethan aparece de la nada con una sonrisa en su cara.

Me detengo bruscamente antes de chocar con él y le doy una sonrisa rápida. —Hola Ethan, es un gusto verte de nuevo, me encantaría hablar contigo, pero de verdad tengo que...

Mira por encima de su hombro y no tengo que girarme para saber quién es porqué inmediatamente uno hombre robusto con lentes oscuros sale y abre la puerta.

—Señorita Brown, me ofrezco a llevarla a su casa— dice y me giro a mi espalda, su rostro está completamente serio. —Las damas primero.

Está dando por sentado que voy a irme con él. —Oh no, no es necesario señor Roe, mi auto está aquí, pero le agradezco su ofrecimiento.

Le da una mirada al hombre robusto que desaparece por donde salió. —Déjeme reformular mi ofrecimiento. — se acerca —¿Te llevo a casa nena? — dice en voz baja manteniendo su distancia.

Lo miro a esos pozos verdes cargados de excitación y enojo al mismo tiempo. Aun molesto está para comérselo.

—No— respondo tajante tratando de no alzar la voz para que solo él pueda oírme

Por el rabillo del ojo veo a los guardias de la puerta mirando curiosamente a través del cristal. Debemos estar montando un espectáculo.

—¿No quieres pensarlo un poco? — susurra enojado.

Aprieto los labios en un línea recta y finalmente acepto. —Está bien— uno de los dos debe ceder y Alexander no parece tener intenciones de hacerlo, pero no me apetece montar un espectáculo frente a la oficina.

Su mirada se relaja, pero solo un poco mientras le extiendo las llaves de mi auto, ya sé que se encargará de hacer que lo lleven a mi apartamento. Le entrega las llaves a Ethan y con la otra mano mantiene la puerta abierta para dejarme entrar.

Entro a la enorme camioneta negra y él entra inmediatamente detrás de mí antes de cerrar. —Y para que lo sepas solo quiero que me lleves a casa.

—La secretaría de Christopher me dijo que no saliste a comer— ignora por completo mis palabras y se coloca el cinturón de seguridad.

—¿Cuándo hablaste con ella?

—Cuando fui a buscar a una sexy y desafiante seductora a su oficina por haber dejado nuestra conversación a medias.

Escondo mi sonrisa, ya sabía que lo que había hecho lo molestaría hasta los huesos. —Tuve mucho trabajo— me encojo de hombros.

—Eso no es excusa para saltarte tus comidas Emma.

Ladeo la cabeza. —Lo que digas mamá— sonrío —¿Tienes algún tipo de obsesión con la comida o algo así? — bromeo, pero su mirada se ensombrece y mi sonrisa se desvanece inmediatamente.

Creo que entre en terreno complicado. Antes que tenga oportunidad de ver a través de sus ojos aparta la mirada. —No, pero no es bueno para tu salud y está en el contrato que no firmaste.

—Ese era solo un acuerdo de confidencialidad.

—Ah, pero había letras pequeñas y alimentarte bien es una de ellas.

Lo miro fijamente y veo como las comisuras de su boca se mueven. —Mientes fatal, además no firme nada.

—Te equivocas, si firmaste algo— sonríe de lado y lo miro interrogante —Una de mis paredes.

Aparto la mirada mientras Ethan sube del lado del copiloto y la camioneta se pone en marcha. Eso puede ser cierto, con los golpes de mi espalda en ella y el calor del momento, mi silueta se pudo quedarse grabada.

—Y quiero que firmes algo más que mi pared nena. — baja la boca a mi odio para susurrarlo. —A casa Ethan — le dice al hombre mayor.

—¿Qué? ¡No! Dijiste que me llevarías a mi apartamento, tengo mucho que hacer para mi vuelo de mañana.

—Te llevaré a casa después, primero voy a alimentarte.

—Alimentarme no entra en el acuerdo— le recuerdo en voz baja, esperando que Ethan no escuché.

—Acabo de añadir esa regla, si quieres quejarte puedes dejar tu sugerencia en el buzón de quejas a lado de mi cama.

Abro los ojos más de la cuenta. No puede decir eso con su chofer frente a nosotros, aunque él no parece estar prestándonos atención. Le frunzo el ceño, pero me regala una sonrisa ladeada y se ve tan satisfecho de sí mismo que mi enojo no dura mucho.

—Voy a tenerlo en cuenta señor Roe.

—De verdad, espero que lo haga señorita Brown.

Oculto mi sonrisa y miro por la ventana polarizada hasta que le camioneta entra de nuevo el edificio cristalizado.

Al igual que el sábado por la noche, Ethan habla por el aparato que tiene en la oreja. —El señor Roe, está aquí.

Alexander baja por su lado y me ofrece la mano para ayudarme a bajar. La acepto de buena gana, peor antes que caminemos al ascensor me suelto de su agarre.

—¿A qué hora sale tu vuelo mañana?

—A las cinco en punto. ¿Por qué?

—Solo curiosidad.

Las puertas de metal se abren y entramos en la enorme estancia. —¿Me permites? — se coloca detrás de mí y desliza mi pequeño blazer por mis hombros para dejarlo sobre uno de los sillones de piel oscura.

—Ven— asiento y lo sigo hasta otra habitación igual de grande que la estancia. La cocina. —Octavian— dice un voz alta y un hombre joven de rasgos asiáticos y casi de la misma estatura que Alexander sale de una de las puertas.

—Señor Roe— le regala una inclinación de cabeza.

—Él es Octavian, mi chef personal, Octavian ella es la señorita Brown— me señala con la cabeza y el hombre me sonríe y automáticamente hago lo mismo —Nos gustaría comer, por favor.

—Por supuesto. ¿Qué platillos desean?

Alexander se vuelve a mí. —¿Qué te apetece comer nena?

¡Dios! Acaba de llamarme nena frente a su chef. —Uhm, salmón ahumado está bien para mí.

Asiente y regresa su atención a Octavian. —Comeré lo mismo que ella, por favor.

El otro hombre asiente. —Les informaré cuando su comida esté lista. — dicho eso regresa por la puerta donde salió.

No sé qué me dejó más sorprendida, la forma exacta de hablar de ese hombre o la forma tan educada en la que Alexander lo trató.

—¿Quieres una copa de vino? — camina hacia un estante grande plateado.

Me encantaría, pero después de la charla de irresponsabilidad de la Dra. Kriss no lo creo. —No bebo alcohol por el momento.

—Estas de suerte, esta cosecha no tiene alcohol— levanta la botella de cristal con una sonrisa.

—En ese caso, si por favor. — me acerco a él con cuidado. —Este lugar es... uhm, enorme. — digo nerviosamente. Sigo sintiéndome extraña aquí.

—¿Te gusta? — asiento mientras me entrega mi copa de vino y levanta la suya —Salud.

—Salud— me la llevo a los labios y disfruto del delicioso y amargo sabor en mi garganta con un suspiro.

—La comida tardará un momento, pero puedo mostrarte el lugar si quieres. El sábado por la noche no tuviste oportunidad de verlo— sube su mano a mi rostro y atrapa las gotitas que quedaron en ellos, después se las lleva a la boca.

Aprieto las piernas por instinto y me quedo estática por unos segundos mirando como sus carnosos labios se mueven. —Ven— deja nuestras copas en la isla y me arrastra por otro pasillo.

Caminamos unos metros y pasamos por otro pasillo, justo ahí, me acorrala contra una de las paredes y tengo su boca sobre la mia. Antes que pueda agarrarme a sus hombros, sujeta mis manos por detrás de mi espalda haciéndome jadear.

—Llevó desde el sábado queriendo oírte gritar mi nombre nena— atrapa mi labio inferior entre sus dientes —No te imaginas las ganas que tengo de follarte.

Miente, si fuera verdad, no se habría desaparecido, ni tampoco me habría detenido esta mañana en mi oficina. Su lengua encuentra la mia y la jala hacia su boca.

Suelto un gemido y apoya su delicioso cuerpo contra el mio. Mueve su agarre en mis muñecas y una de sus manos va hasta el borde de mi falda y la sube por encima de mis muslos apretando la piel desnuda con ganas hasta que encuentra el borde de mis bragas.

—Dilo— mete la mano dentro y la baja por mi pubis hasta encontrar mi humedad. —Di mi nombre.

—Alexander— suspiro de pura satisfacción mientras sus dedos dibujan círculos en mi pequeño botón.

—Más fuerte— baja la boca para darse un festín con mi cuello y los dedos en mi entre pierna bajan y me penetra con dos de ellos de una sola estocada.

—¡Alexander! — gimo en alto arqueando la espalda.

—Quiero que lo grites— gruñe en mi oído y aumenta la velocidad de su mano. Instantáneamente soy toda sensaciones y de mi boca solo salen gemidos que trato de ahogar, pero ninguno de ellos es su nombre.

Siento un tirón en mis bragas y un segundo después se rodea la cintura con una de mis piernas y se entierra en mí.

Ni siquiera tengo tiempo a pensar en lo rápido que ha sacado su miembro con una sola mano, porque estoy muy ocupada y acoplarme a su largo grosor.

Echó la cabeza hacia atrás y antes que pueda gritar su boca baja a la mia distorsionando su nombre.

¡Si! Me encanta. Aunque todavía no me acostumbro a su enorme tamaño. Jalo mis manos en el agarre que tiene todavía con ellas con una sola mano, pero no me suelta.

—Alex...— lo miro a través de la neblina sexual

—Necesito tus perfectos pechos en mi boca mientras te follo nena, pero no quiero que nadie más los vea— dice y comienza a salir. —Voy a llevarte dentro.

Eso me gustaría, pero después de un día largo, esto es justamente lo que necesito.

—No te detengas— levanto mis caderas para recibir sus penetraciones.

—Solo será un momento— vuelve a entrar.

—No, te necesito— suelto sin pensar y suelta un rugido antes de embestirme y hacerme gritar de placer. —¡Así!

—¡Dios Emma! Me vuelves loco— embiste otra vez haciendo que la presión en mi entrepierna se apriete lista para explotar. —Mírame mientras te corres.

Abro los ojos como puedo quedando atrapada en sus pozos verdes mientras vuelve a embestir. Su mirada está oscura, quiere que lo mire para recordarme quien tiene el control, para que vea quien es el dueño de mi orgasmo.

Descubrir eso aumenta mi excitación y la delgada línea finalmente se rompe y lanzo su nombre con un gritó ahogado que apaga con su boca otra vez. Las chispas de placer recorren mi cuerpo y me vuelvo ligera en sus brazos.

Bendito señor, siempre es tan bueno como la primera vez. Suelta el agarre que tiene en mis muñecas y me agarro a sus hombros mientras jadeo bocanadas de aire. Ese orgasmo fue alucínate, pero él todavía no se ha corrido.

—¿Puedo llevarte dentro ahora? — dice con una sonrisa sabedora una vez que mi respiración se relaja.

El calor sube por mis mejillas rápidamente. Despega mi pierna de su cintura y sale de mi interior todavía duro y completamente erecto. Me muerdo el labio inferior y arreglo mi ropa mientras él abrocha sus pantalones.

— Sí, ya puedes llevarme dentro— sonrío y su mirada se oscurece más si es posible.

Caminamos hasta el final del pasillo y reconozco la misma habitación en tonos negros a donde me trajo la última vez. Cierra la puerta detrás de él y me atrapa por la cintura.

—Y ahora que te tenemos más privacidad ¿Qué voy a hacer contigo?

Su mirada es tan intensa y promete demasiado.

—¿Jugar un poco? — le respondo en voz baja.

Su mano en mi cintura se aprieta —Tal vez— dice en tono seductor, pero su mirada rápidamente se ensombrece ¿Qué le pasa? Sigo la dirección de sus ojos.

Mierda.

Sus ojos están fijos en las marcas en muñecas. Me tenso al instante.

—¿Puedo usar el baño? — jalo mi mano para soltarme de su agarre.

Suavemente me deja ir y asiente con el rostro todavía serio. —Es la puerta de la derecha— señala con la cabeza.

Camino por donde me indica y entro a un enorme baño bañado en mármol oscuro que va con el diseño de la habitación principal. Me apoyo sobre la puerta. Tarde o temprano tenía que ver las marcas, por mucho que las hubiera ocultado antes.

Espero que no haga preguntas, yo no lo hice cuando despareció desde el sábado por la mañana, aunque la curiosidad me esté matando.

Miro todo a mi alrededor y camino cuidadosamente. Hay una tina en el fondo del baño y una toalla azul debajo de una bata del mismo color colgada sobre la pared. ¿Es suya?

Deja de divagar Emma, me regaño mentalmente y me acerco el espejo que ocupa una extensión grande de la pared izquierda. Mi reflejo no se ve mal, tengo las mejillas sonrojadas, y la piel radiante.

¿El efecto de Alexander Roe?

Un par de golpes resuenan en la puerta sacándome de mis pensamientos. —La comida está lista. — dice del otro lado.

No preguntes nada Alexander, ruego a lo que sea que me escuche mientras salgo por la puerta con una sonrisa un poco tensa.

Se quitó el saco y la corbata y ahora su camisa está abierta un poco sobre su pecho. Cuando pienso que ya no puede ser más ardiente siempre me demuestra lo contrario.

—Creo que nuestros juegos van a tener que esperar— sonríe de lado.

Bien, va a dejar de lado el tema de mis marcas. Silenciosamente lo agradezco, pero un no tan pequeño problema que levanta una tienda de campaña en sus pantalones me hace sonreír esta vez de verdad.

—Creo que tienes un asunto ahí.

Alza una ceja. —Sí, una sexy seductora fue la causante de este asunto— su voz se vuelve un susurro ronco.

Saco mi lado seductor como él lo llama y pongo una mirada culpable. —Si la seductora lo causó, entonces, debería ayudarte. — me acerco a él lentamente.

—Lo hará, pero primero tengo que alimentarla.

—Perfecto porque me muero de hambre— llego hasta él y me pongo sobre mis talones. Su mirada se oscurece y me mira fijamente, pero no me detiene. Con cuidado bajo sus vaqueros por sus piernas.

Lo escuchó respirar pesadamente mientras su bóxer sigue el mismo camino y su dura erección salta a la vista como un resorte. Alexander estudia mi reacción y me aliento a hacerlo. No es el único que provoca orgasmos.

—¿Eso es lo que quieres?

Asiento y levanto mi mirada a la suya. —Aliméntame.

Gruñe y me muerdo los labios pasando mi mirada por su entrepierna. Joder, no creo que mi boca alcance a tomarlo todo.

—Entonces basta de mirar nena— se coge la polla con la mano y la guía hacia mi rostro.

La humedad en mis piernas se enciende o así se siente para mí.

—Adelante Eva, es hora de comer el fruto prohibido. — dice con voz ronca.

Abro la boca de buena gana y desliza el pedazo de carne caliente dentro con un gruñido bajo. Me agarró a sus piernas y mientras guía más de la mitad dentro, pero buena parte se queda fuera por su tamaño.

Gime en alto y yo también lo hago con la boca llena. Su mano se entierra en mi cabello castaño y entonces comienza a meterla a un ritmo constante.

Controlo las arcadas que me dan y me dedico a satisfacerlo lo mejor que puedo dándole suaves lametones y corriendo mis dientes por la almohadilla. Gruñe en alto y aumenta la velocidad de sus penetraciones.

Mi lengua se desliza por su glande y lo recorre ávidamente con gusto cada vez que la saca y vuelve a cargar.

Sus gemidos me dicen que estoy haciendo bien mi trabajo. Subo mis manos y uso una para atrapar la parte de su polla que queda fuera acariciándola firmemente, con la otra me vuelvo más atrevida y masajeo sus testículos para aumentar su placer.

—¡Mierda nena!

Su rugido vibra por su cuerpo hasta mi boca y gimo igual de fuerte. Sus estocadas se vuelven más rápidas e incontroladas y sé que está a punto.

—Una vez que me corra nadie volverá a follar esta boca Emma, solo yo. — ruge en alto.

Sus sucias palabras hacen que la humedad entre mis piernas aumente y mi lengua se vuelve más ansiosa. Sé que no lo dice enserio, solo se está dejando llevar por la pasión del momento, pero eso no evita que me caliente oírlo.

Siento como mis pezones se ponen erigidos y golpean con fuerza la tela de mi sujetador.

Después de tres estocadas más su cuerpo se tensa y la mano en mi cabello me detiene y la saca. Va a correrse. —Abre la boca— lo hago sin dejar de mirarlo.

Toma su polla por la base con una mano y la sujeta la punta en mi labio inferior antes de soltar un rugido alto mientras su esencia caliente salé disparada en mi interior.

Suelto un gemido necesitado y trago por instinto todo lo que tiene que darme mirándolo directamente a los ojos. Una vez que termina apoyo a sus manos con suaves lametones para relajarlo.

Su respiración se va calmando poco a poco.

Buen trabajo Emma, mi subconsciente me da una mirada satisfecha.

—Arriba— Me ayuda a incorporarme y hay una mirada en sus ojos que no se descifrar. Quiero ocultar mi sonrisa de satisfacción. Acabo de demostrarle que yo también se jugar.

Pasa sus manos por mis hombros y me acerca a él intercalando su mirada entre mis ojos y mis labios. Sube la mano y posa su índice sobre mi labio inferior suavemente.

—Tu boca es...

—Imprudente— termino por él y le saco una sonrisa.

Entierra las manos en mi cabello y pasa su nariz por mi rostro —Si, eso también, pero ese talento oculto no era lo que me esperaba señorita Brown.

—Tengo muchos talentos ocultos.

—Entonces me encargaré de enterrarme lo suficiente para encontrarlos— besa la comisura de mi boza —Hora de ocuparme de ti. — Entierra su lengua en mi boca antes de arrastrarme de nuevo a a la cocina.

. . .

Finalmente alejo mi plato, ya no tengo espacio para más. Alexander me mira con una ceja levantada.

—Gracias por la cena, Octavian es un cocinero excelente.

—Apenas tocaste tu plato— frunce sus labios en una línea recta.

—Es tarde, además ya me habían alimentado. — le sonrío y su expresión cambia completamente.

Si alguien me hubiera dicho que estaría aquí, en un edificio lujoso y elegante, teniendo una cena con un hombre sexy y ardiente después de tener un orgasmo increíble y ver como se deshizo bajo mi toque, le hubiera pedido que dejara las drogas.

Esto no era precisamente lo que vine buscando a Londres, pero ahora me sentía satisfecha de haberlo hecho, por el tiempo que esto duré.

—Quédate— dice de repente volviéndome al presente.

—¿Quedarme?

Asiente. —Pasa la noche aquí. — me mira desde su lado de la mesa expectante.

Me muerdo el labio inferior analizando su oferta. Estoy tentada a hacerlo, pero entonces tendría que huir como el sábado por la mañana. Además, aún tengo una maleta que hacer, aunque por otra parte si me quedo...

—Estarás varios días en Birmingham y deberíamos aprovechar esta noche.

No había pensado en eso, pero puede sobrevivir de la misma forma en la que desapareció.

—Solo si mañana a primera hora me acercas a mi apartamento

—¿Eso es un sí? — Asiento y sonríe como si supiera algo que yo no.

—Tengo que avisarle a Cora

—Hazlo. — se levanta y recoge nuestros platos antes de dejarlos sobre la isla, aunque me ofrezco a ayudar no me deja hacerlo y aprovecho para alejarme a uno de los ventanales y escribirle un mensaje de texto a mi rubia favorita.

Su respuesta llega un par de minutos después con una cara muy llamativa y añade un posdata << Espero que mañana puedas caminar >> miro su respuesta con la boca abierta.

—¿Admirando la vista?

Despego mi vista del celular. —Estaba escribiéndole a Cora.

Asiente y parpadea un par de veces antes de apartarse de la luz de la lámpara. —¿Estas bien?

—Sí, la luz solo me deslumbró. ¿Quieres echar un vistazo fuera?

—¿Eso se puede? — miro asombrada a todo Londres a través del ventanal. Oh, sería maravilloso.

—Ven.

Lo sigo y aprieta un botón en un costado de las paredes, después se acerca y con sus musculosos brazos abre el enorme ventanal dejando a la vista un balcón de cristal reforzado en el techo. Señala fuera con la cabeza y con cuidado avanzo.

El aire frio me golpea en la cara y disfruto la caricia mientras miro las luces de los edificios, las casas, las carreteras, pero de este lado de la ciudad hay más que ver, más verde, más vida. Ni siquiera quiero mirar hacia abajo, estamos casi en el tope del edificio.

La vista es... Lanzo un suspiro y sonrío. —Wow, es espectacular.

Alexander me mira con curiosidad desde donde está y me doy cuenta que me quedé embobada viendo todo fuera.

—Esta vista fue la que me hizo comprar el Score — lo miro confundida y sonríe —Ese es el nombre del edificio.

—Oh— Un nombre muy elegante y... ¿Qué? — ¿Compraste todo el edificio por esta vista?

—Si— se encoge de hombros.

—Pero ¿Y las demás personas que viven aquí? Pasé por la recepción y las vi.

—No necesito todo el edificio para mí solo, eso sería absurdo.

—¿Entonces por qué no solo compraste este lugar? — señalo hacia dentro y su mirada se pierde unos momentos.

Mi boca parlanchina otra vez. Quiero darme una palmada mental, pero en su lugar solo cierro la boca de golpe. Lo que haga él con su dinero es su problema y yo me estoy metiendo en lo que no me importa.

—Lo siento, no es de mi incumbencia.

Miro de nuevo a la ciudad. Yo nunca me cansaría de esta vista, es maravillosa y por alguna razón me da paz. Lo oigo suspirar a mi lado.

—¿Alguna vez compraste algo por el simple placer de hacerlo, aunque era una idea descabellada?

Sonrío. —Si.

—Esa es la razón por la que compré todo el edificio. — parece un poco extremista, pero supongo que es lo que hacen los millonarios a diario. Lo mio fue algo más sencillo. — ¿Y tú qué es lo que compraste? — pregunta curioso como si me hubiera leído la mente.

—Un edificio lujoso no, te lo aseguro.

Ahoga una risa. —Vamos, dímelo.

Solo una respuesta corta como siempre, Emma. Asiento mentalmente, eso puedo dárselo.

—Un conejo.

—¿Un conejo?

Asiento. Fue descabellado porque era una estudiante universitaria y lo tuve viviendo en mi habitación durante un tiempo, pero al final lo dejé ser libre. De ahí, él había comenzado a llamarme con ese sobrenombre que ahora aborrecía. Conejito.

—Creo que compartimos peculiaridades señorita Brown. — Alexander me saca de mis pensamientos.

—No lo sé— me giro hacia él —No soy una domínate en busca del control señor Roe.

Ladea la cabeza y sonríe de lado. —Todos tenemos un lado oscuro nena, en lo que al sexo se refiere— inclina la cabeza hasta que nuestros rostros quedan a la misma altura. —Y yo espero conocer el tuyo.

Antes que pueda reaccionar estoy con mis piernas alrededor de su cintura y mis manos sobre sus hombros.

—¿Qué te parece si comenzamos ahora? 


¡Hola sexys! 

Fue un capítulo largo, pero espero que lo hayan disfrutado. 

Alexander es... 

Nos leemos el próximo viernes, los quiero. 

-Karla 


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