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CAPÍTULO 14

Emma

Atoro la toalla en mi cuerpo y salgo para ponerme ropa cómoda. Cuando regreso a mi habitación escucho algo parecido a voces cerca de la puerta.

Supongo que es el repartidor.

Reviso mi celular que está sobre la cómoda y veo una llamada perdida de Alexander, la que obviamente no escuché porque estaba eliminando sus deliciosos restos de mi cuerpo, pero, aunque lo hubiera hecho tampoco habría respondido.

Dejo el teléfono en su lugar y sacudo de mi cabeza de cualquier pensamiento relacionado con él. No debo pensarlo cuando todavía tengo sus caricias rondando por mi piel.

Me acerco a mi armario, pero antes que tenga oportunidad de buscar mi ropa dentro, las voces que estaban en la puerta ahora se escuchan más cerca. Con el ceño fruncido abro una rendija de la puerta y salgo a hurtadillas por pasillo, pero a medio camino me congelo al reconocer su voz.

Joder. Seguramente mi mente me está jugando una mala pasada.

Camino al final del pasillo y confirmo mis sospechas cuando encuentro a Alexander frente a Cora que tiene una sonrisa en su rostro diciéndole algo.

Joder, Alexander está completamente informal en una chamarra de cuero negra y unos vaqueros del mismo color.

Su cabeza sube inmediatamente como si hubiera sentido algo y ojos me encuentran espiándolo por detrás del pasillo.

¡Joder! Me quedo pasmada un segundo y salgo corriendo a mi habitación en cuanto reacciono.

Oigo unos pasos venir y la puerta se abre detrás de mí. Primero veo su cabello castaño y luego s cuerpo entero mientras entra a mi habitación.

Me mira desde su lugar con esa expresión seria y penetrante. Se ve molesto, muy molesto y yo solo estoy parada frente a él completamente aturdida y con una toalla sobre mi cuerpo húmedo.

—Esta vez no voy a sobrepasar tu castigo nena. — su voz esta ronca a pesar de lucir molesto.

—¿Qué? — pregunto cuando comienza a caminar lentamente hacia mí. No aparta ni un solo momento la mirada y su olor a menta comienza a invadir mis fosas nasales. —¿Qué haces aquí?

—¿Qué hago aquí? — se acaricia la barbilla. —Digamos que vengo por una pequeña seductora que desapareció esta mañana de mi cama y rechazó mis llamadas sabiendo lo mucho que eso me molesta.

No puede añadirme el ultimo delito, no tenía idea que eso le molestara, no soy adivina. —Tal vez ella estaba ocupada para responder las llamadas.

—O tal vez no quiso hacerlo— contraataca.

—No puedes asegurar eso.

—No, pero ya comienzo a conocer sus juegos evasivos y voy a castigarla apropiadamente para que recuerde nuestro acuerdo porque esta mañana despareció solo dejando sus sexys bragas negras en mi poder.

Trago saliva con fuerza. Joder, mis bragas. —Pues espero que la encuentres— retrocedo un paso.

—Ya lo hice— sonríe —La encontré húmeda y con una toalla que apenas cubre su delicioso cuerpo, pero todavía no escuchó sus disculpas,

—Estas muy seguro que ella va a disculparse— levantó una ceja. Si cree eso, puede esperar sentado, no pienso disculparme por nada.

—Lo va a hacer y cuando estemos solos le daré seis azotes— avanza otro paso más. —Dos por desafiarme en el restaurante anoche y cuatro por dejarme esta mañana— advierte con el rostro completamente serio.

Su amenaza hace que algo se encienda dentro de mí y aprieto las piernas por instinto no porque piense que realmente va a cumplir su amenaza.

Mi subconsciente mi mira con una ceja levantada.

Sigue avanzando hasta que llega frente a mí y me mira de forma apreciativa. Levanta una mano y la pasa suavemente por mis hombros desnudos que aún siguen húmedos. Los choques eléctricos comienzan a aparecer.

Mira mi cuerpo perdido en sus pensamientos. —Siempre me llevas la contraria— sacude la cabeza como si lo hubiera dicho más para sí mismo. —¿Dónde está tu ropa?

—¿Para qué?

—Te vienes conmigo.

¡Ja! Este hombre está como una regadera si cree que voy a ir a cualquier lado con él. Nuestra noche ya terminó, aunque él no lo sabe, pero ahora se lo diré. —No.

Ladea la cabeza. —¿Nos vienes conmigo?

—No.

—Entonces tendré que convencerte— se inclina, pero aparto la cabeza antes que tome mi boca.

—No. — su ceño se frunce, es hora de soltarle la bomba —Lo pensé mejor y una noche es más que suficiente, no hay porque seguir con el trato.

Se parta para mirarme fijamente. —No lo dices enserio.

Claro que no, pero eso él no lo sabe.

—Muy enserio— me encojo de hombros como puedo. Estoy logrando decir esto con voz determinada. —Quizá anoche no fue exactamente como pensé que sería y voy a pasar del plato principal.

—¿Y cómo pensaste que sería exactamente? — ladea la cabeza

—Duro.

Inesperadamente suelta una risa corta. ¿De qué se ríe? —Entonces quieres que el trato se termine— es más una afirmación que una pregunta. Asiento y su sonrisa se desvanece —Bien. Si eso es lo que quieres— asiente y aparta sus manos de mis hombros.

El alivio que esperé sentir no aparece cuando lo veo caminar hacia la puerta, pero no sale por ella, solo gira la perilla cerrándola por dentro. Después camina lentamente hacia mi hasta que otra vez estamos frente a frente.

—Voy a decirte un pequeño secreto que tú ya debes saber. — se inclina bajando la boca para susurrar en mi oído —Anoche fui casi un caballero— su aliento me hace cosquillas —Tu coño estaba muy apretado para dártelo duro nena. ¿Querías que te hiciera daño?

Se aparta y me mira fijamente. No sé cómo me hace sentir lo que me acaba decir, de todo lo que esperaba que dijera esto no era ni lo último.

—De todas formas, ya conseguiste lo que querías, anoche me follaste, ahora ya puedes irte.

Su ceño se frunce más haciendo que aparezca una línea entre sus dos cejas castañas. —Estoy lejos de haber conseguido lo que quiero y no soy un hombre que se rinde fácilmente cuando de verdad quiere algo.

Otra vez me deja en blanco. Está diciendo que va a insistir, Joder. ¿Por qué no solamente acepta la negativa y se va? Solo hay una forma de hacer que retroceda.

Mentir.

—Me da igual, y lamento lastimar tu ego, pero no pienso perder mi tiempo con un hombre que no es capaz de dármelo como quiero, prefiero buscar otras alternativas.

Su rostro se desencaja y lo veo apretar la mandíbula. ¡Ja! ¿Ahora quién lleva la voz cantante Alexander? No esperaba que usara sus propias palabras en su contra.

—Estas tentando tu suerte Emma y ya sabes cómo pueden terminar las cosas.

No voy a dejarlo salirse con la suya. Me inclino sobre él y me aferro al enojo para soportar la deliciosa sensación de su cercanía.

—Que te den. — susurro con voz seductora.

Su mandíbula se aprieta todavía más si es posible y se inclina igual que yo hasta que nuestros rostros quedan a unos milímetros de distancia.

Nos miramos fijamente. Estamos demasiado cerca que su respiración golpeaba suavemente contra mi piel, pero no voy a ceder.

—Espero que tu amiga sea lo suficientemente pudorosa para salir de aquí.

Me quedo atónita por sus palabras sin entender a que se refiere y antes que me dé cuenta estoy encima de la cama sobre mi estómago y con la cara a unos centímetros de las sábanas.

Abro la boca sorprendida mientras levanta rápidamente el borde de la toalla por mis muslos hasta que termina enrollada alrededor de mi cintura.

Gruñe de satisfacción y desliza sus manos por mi trasero calentando mi piel con ese simple toque. Ahogo un gemido. ¡Dioses! ¿Cómo se movió tan rápido? Trago con fuerza. ¡Alto! ¿Qué va a hacer?

—¿Qué haces? — digo en un intento de detenerlo.

—Dándote tu castigo. — responde con voz ronca —Comienza a contar nena.

Su palma rebota en mi trasero con fuerza sacándome un jadeo más de sorpresa y de dolor al mismo tiempo e inmediatamente un escozor me recorre la piel. ¡Está azotándome!

Frota su palma sobre la piel y un segundo golpe cae con la misma fuerza. Algo primitivo comienza a romperse dentro de mí y suelto un gemido sonoro mientras siento el rubor subir por mis mejillas.

—¿Te volviste loco? — jadeo

—Si no fueras tan obstinada nos habríamos ahorrado esto y ya estaría dentro de ti— gruñe y su mano vuelve a bajar sacándome otro gemido.

Ahora soy consciente que el dolor acaba de sacudir chispas de placer que nunca había sentido y siento como mi sexo está humedeciéndose. 

Los azotes me están calentando. Joder. Su mano vuelve a azotar y me muevo hacia atrás mientras otro sonido necesitado sale de mi boca.

Azota otra vez y esta ocasión su mano baja por mi culo y se pierde entre mis piernas hasta que encuentra mi sexo. Con su la palma de su mano comienza a frotarlo aumentando mi placer. 

¡Mierda! Gimo en alto y disfruto de las caricias que recibe mi pequeño botón apretado. Pero rápidamente saca la mano de ahí y me da otro azote que me hace gritar de excitación. 

—Silencio Emma — advierte mientras su mano vuelve a bajar. —Tu castigo no ha terminado.

Escucho algo como el sonido de su cremallera abriéndose, pero no tengo tiempo de comprobarlo porque su mano vuelve a bajar haciéndome gemir otra vez. 

Mierda, debo estar loca por excitarme con esto, completamente loca.

Azota otra vez y vuelvo a gemir ruidosamente escondiendo la cara en las sabanas para ahogarlo.

—A la mierda todo— gruñe y me arranca la toalla de un tirón. —Voy a darte lo que tanto quieres nena— dice y se entierra en mí de una sola estocada.

Con la cara escondida grito de puro placer al recibirlo así sin previo aviso. Apenas me da tiempo de acostúmbrame a su enorme tamaño cuando mueve la cadera en círculos y comienza penetrarme a un ritmo constante apretando mis caderas y atrayéndome hacia su polla.

—Si lo quieres duro, voy a dártelo duro.

Mi culo choca contra sus músculos resonando con fuerza en la habitación y me deshago en sonidos de placer.

Su otra mano sube por detrás y toma uno de mis pechos que rebotan por las estocadas y lo amasa a su antojo al mismo tiempo que aumenta la velocidad de sus penetraciones hasta que se convierten en embestidas.

Muerdo mi brazo para ahogar mis gritos, pero no funciona lo suficiente. ¡Joder! Todos mis pensamientos son contradictorios, más, no, si, más rápido.

—Ahora dime que quieres que esto se termine.

Abro la boca para decir algo, pero lo único que consigo es gemir ruidosamente y apoyo sus penetraciones jalando hacia atrás para que no se salga.

—¡Dilo Emma! — ruge moviendo la cadera en círculos.

Gritó al sentir como su polla toca mi útero con esa embestida. Joder. Me esta llenado por completo con cada penetración que ya no puedo pensar en nada más. ¿Qué es lo que quiere que diga?

Sus embestidas se hacen más rápidas y mi brazo ya no es suficiente para ahogar mis gritos de placer. La subida a mi orgasmo comienza a construirse a toda velocidad. Joder. Solo una noche con él y ya tiene una línea directa con mis orgasmos.

—¡Más! — grito lo único que quiero en este momento y acompaño sus movimientos jalando hacia atrás.

Sé que Cora tal vez pueda oírme, pero la vergüenza ha sido remplazada por la ardiente excitación entre mis piernas y tampoco creo que a él le importe un bledo estar gruñendo así de alto.

Hace un sonido de satisfacción y me deja afónica cuando me lo da más duro como no creía que fuera posible. ¡Dioses! Jalo hacia atrás y me asesta otro azote por moverme. Si sigue así va a partirme a la mitad.

Sus piernas chocan con mi trasero y el sonido acompañado de sus jadeos me hace bailar sobre el borde del clímax mientras trato de recordar donde estoy.

—Alexander— apoyo las manos en el colchón y echo la cabeza atrás.

Mi gemido hace que sus manos en mi cintura se aprieten. Es tan duro... tan bueno... La conocida subida al espiral llega y me preparo para explotar en miles de descargas de placer.

—¡No te corras! — me advierte

¿Qué? Ni hablar, me está embistiendo con demasiada fuerza que eso va a ser imposible y tampoco quiero detenerlo.

No lo hago caso y mi respiración se acelera cuando estoy a punto, pero él lo nota y rápidamente disminuye la velocidad de sus penetraciones hasta que se detiene por completo deteniendo igualmente mi orgasmo.

¡No! No puede hacerme esto. Muevo mi trasero hacia atrás, pero me detiene por la cintura negándome el contacto.

Gimoteo frustrada. No quiero quedarme colgada.

Su respiración esta acelerada y siento como su erección sigue igual de dura que antes totalmente enterrada en mí. ¿Cómo lo hace? ¿Cómo puede detenerse cuando siento que está a punto de correrse igual que yo?

—Me encantaría seguir, pero ya tomaste tu decisión para que esto se termine— dice y se retira poco a poco hasta que solo la punta está dentro de mí —¿O acaso cambiaste de opinión?

La falta de contacto me hace querer destaparme viva ahí misma. Quiere que se lo diga, que quiero esto, pero tengo que recordar que... me muerdo el labio cuando se desliza a dentro otra vez haciéndome perder el hilo de mis pensamientos por un segundo.

—No necesitas darle muchas vueltas— jala hacia atrás, el contacto es delicioso, pero no es suficiente para reactivar mi orgasmo. —Solo piensa, que podrás disfrutar de esto cada vez que quieras— vuelve a cargar y está vez me embiste.

—¡Alexander! — me aferro a las sabanas.

—Cada día— embiste —Cada tarde— embiste otra vez —Cada noche— embiste dos veces —Cada maldito segundo del día, si lo quieres nena— sus embestidas se reanudan y con ellas mi orgasmo.

Mi ritmo cardiaco se acelera al igual que mi respiración y preparo mi brazo para morderlo en cuanto explote de placer.

—Ven aquí— su mano toma mi abdomen y me levanta contra su torso aun vestido sin salirse de mí.

Gira mi cabeza hacia un lado y atrapa mi boca. Ambos gemimos en cuanto nuestros labios se tocan.

Me aferró a su cabeza enterrando mis manos en su cabello y dejo que su lengua tire de la mia mientras su mano en mi abdomen sube y toma mis pechos con decisión.

La presión se acumula en mi pequeño botón de nervios y ya no puedo mantener mi boca pegada a la suya. Dejó caer mi cabeza sobre su sombro y recibo sus estocadas con la boca abierta.

—Eso es Emma, córrete— atrapa mi lóbulo entre sus dientes y finalmente me dejó ir con un grito fuerte que rebota en la habitación y lo hace acelerar el ritmo de sus penetraciones.

Mi cuerpo se convulsiona de manera deliciosa sacudiendo chispas de placer mientras libera mi orgasmo y entierro mis dedos en la mano que tiene sobre mis pechos mientras mis paredes vaginales se aprietan con pequeñas contracciones contra su polla.

Gruñe y sus embestidas se hacen irregulares hasta que finalmente ruge en mi oído y su esencia caliente se derrama en mi interior.

Joder. Eso fue intenso.

Deja caer su cabeza en mi hombro mientras ambos jadeamos. ¡Oh buen señor! Eso fue tan bueno como anoche, este hombre podría ser mi perdición, pero sería una perdición muy placentera.

Entierro mi mano en su cabello acariciándolo y permanecemos así hasta que nuestras respiraciones se regulan.

—Tenemos que hablar— dice y sale de mi interior dejando un vació extraño.

Joder no quiero hacerlo, pero no hay otra opción. Muy a mi pesar asiento, eso era lo que estábamos haciendo antes que las cosas se salieran de control y se pusieran... intensas.

Me separo de él lentamente y rebusco mi toalla en el piso. La encuentro y me inclino a recogerla antes de colocármela, aunque debería tomar otra duda en cuanto se vaya,

Lo veo abrochar sus vaqueros, pero su amigo semi erecto hace que sea una tarea un poco difícil. Me muerdo el labio con fuerza y me obligo a apartar la mirada de ahí.

—Hay un restaurante no muy lejos de aquí, donde podemos hablar. — se acomoda la chamarra.

Me folló, pero ni siquiera se quitó la camisa, que injusticia que no haya disfrutado de sus duros músculos.

—¿No podemos hablar aquí?

Sonríe. —Nena, créeme que, si nos quedamos aquí, lo que menos vamos a hacer es hablar.

¿Pero si acabamos de...? Bajo la mirada a los músculos bajos de su cintura y veo que ya hay un bulto marcándose perfectamente bajo la tela de sus pantalones. ¡Dioses! Trago con fuerza. ¿Ya está duro de nuevo?

—Además, creo que ya le dimos un espectáculo demasiado escandaloso a tu amiga.

La realidad de sus palabras me golpea y la vergüenza me invade de inmediato. Joder. No voy a poder mirar a Cora a la cara otra vez.

Controlo el calor en mis mejillas y me obligo a responder. Aquí estoy en mi zona de confort, si voy con él perdería terreno. Mi subconsciente ahoga una risa y me mira con una ceja levantada. Bueno eso no es realmente cierto.

El hombre acaba de follarme aquí, así que tiene terreno esté donde esté.

—No voy salir, tengo trabajo que hacer.

Camino hacia mi armario para vestirme finalmente, no voy a mantener una conversación con él en toalla nunca más ahora que ya sé cómo pueden terminar las cosas.

—Es fin de semana.

—No todos somos millonarios y podemos darnos el lujo de perder un día productivo así que sea lo que sea que vas a decirme lo harás aquí. ¿Podrías esperar en la sala mientras consigo un poco de ropa?

Me mantengo firme, no puedo dejar que tenga control sobre lo que hago o no.

Me mira fijamente, es una petición ridícula teniendo en cuenta lo que acaba de pasar, pero me apetece ser insolente porque me hizo gritar con Cora a unos metros. Agarro el nudo de la toalla y espero a que salga, pero no parece tener intenciones de hacerlo.

Señalo la puerta y aprieta los dientes antes de salir con dos zancadas. En cuanto la puerta se cierra me recargo sobre la puerta de mi armario.

Ahora que ya la neblina sexual ha desaparecido casi por completo tengo que pensar con claridad lo que no hice ni un solo segundo mientras gritaba con sus embestidas.

Lo que acaba de pasar demuestra que no lo he sacado de mi sistema en absoluto y él quiere más de esto igual que yo, pero ¿Puedo hacerlo durante el tiempo que nuestro acuerdo dure? 

Por una fracción de segundo mi mirada va a lar marcas en mi mano derecha que son las más visibles.

Nunca disfruté de esta manera, ni perdí el hilo de mis pensamientos como con Alexander, pero...

¿Por qué le estoy buscando una excusa a de cualquier manera? ¿Por qué no doy uno de esos pasos para recuperar mi vida como antes?

Joder, decirlo es más fácil que hacerlo, pero me mentiría a mí misma si digo que no quiero hacerlo, que no quiero con Alexander Roe.

Me giro y quedo de cuerpo completo frente al espejo. Bien, Emma, Cora te alentó anoche, pero hoy es diferente, esta es una de esas encrucijadas donde solo tú puedes decidir.

Como cuando decidiste ir en contra de tu padre, como cuando decidiste irte de Trafford...

Si voy a aceptar el trato, de verdad, no como ayer cuando solo quería una noche, debo tener en claro que esto solo será sexo, que no puedo involucrar nada más que no sea lo físico y que una vez que se termine puedo continuar sin arrepentimiento.

Será como tener un vibrador de carne y hueso guardado en uno de mis cajones.

Repaso mis pensamientos otra vez y finalmente tomo mi decisión. ¿Tengo claro lo que será? Si, ¿Quiero esto? Si, ¿Voy a aceptar el acuerdo? Definitivamente.

Abro la puerta de mi armario y me coloco rápidamente un vestido ligero con volandas en los bordes. Pongo mi reloj en su lugar cubriendo mis marcas y acomodo un poco mi cabello antes de salir.

Encuentro a Alexander con las manos metidas en sus bolsillos parado en el centro de la pequeña sala, ¿Siempre tiene que quedarse parado como un pasmarote? ¿Acaso tiene algo en contra de la palabra sentarse?

Su mirada sube inmediatamente como si hubiera sentido mi presencia y camino hasta él bajo su intensa mirada verde.

—Ya estoy aquí, así que te escuchó— me siento en mi sofá favorito.

—No tienes que preocuparte por que tu amiga escuche esta conversación, mi chofer me dijo que la vio salir del edificio.

Un alivio me recorre al saber que Cora salió, aunque aún cabe la posibilidad que haya salido corriendo por los sonidos...

—¿Qué clase de conversación vamos a tener?

Su ceño se frunce. —Antes que hablemos, vas a tener que decirme algo o esa conversación va a ser en vano— asiento y en dos segundos lo tengo frente a mí —¿Vas a retirarte del acuerdo? Te dije que yo no fuerzo a las mujeres y si dices que no, se termina ahora mismo.

No lo pienso dos veces. —Voy a seguir— levanto la barbilla determinada, la decisión ya está tomada.

—Bien— dice y finalmente toma asiento a mi lado. —Anoche nos precipitamos y no establecimos todas las reglas debidamente como debe hacerse.

¿Cómo debe hacerse? ¿Así que él ya hizo esto con alguien más? La idea cruza por mi mente y una extraña sensación me recorre.

—Ya sé que te gusta dominar y hablaste sobre usar cosas...— digo con cautela.

Su mano se desliza lentamente por su pierna y la deja sobre su rodilla despreocupadamente.

—Creo que eso quedó muy claro nena, pero todavía quedan un par de cosas que decir y una de ella es la exclusividad. Yo no comparto a mis amantes y mientras dure el acuerdo no puedes tener encuentros sexuales con nadie más, esa es la regla.

No es algo de lo que deba preocuparse por mi parte, no voy metiéndome con desconocidos al azar cada noche, pero lo que vale para la gansa vale para el ganso.

—Yo tampoco comparto a mis amantes, así que esa regla también es para ti.

—Creo que te olvidas que yo soy el que las está estableciendo— levanta una ceja.

—Pues vas a tener que añadirla en tu lista porque no pienso dejar que me toques si tu amiguito ya estuvo en otro lugar unas horas antes. — levanto la barbilla y lo reto con la mirada a que me lleve la contraría.

No lo hace, solo sonríe complacido. ¿Complacido?

—Está bien. — carraspea y la mano de su rodilla se acerca a la mia que mi vestido deja fuera —Y por si te queda duda, estoy limpió así que no tienes que preocuparte. — Menos mal, el hombre es un dios del sexo y no se necesita ser un genio para saber cómo adquirió tanta experiencia. —Pero si te incomoda puedo tomarte protegido.

Después de probarlo piel contra piel no me apetece cambiar y tampoco creo que sea necesario.

—No— involuntariamente me muerdo el labio y su mirada baja ahí.

—Bien— su mano sube por mi rostro y libera mi labio antes de pasar su dedo suavemente por él. —Aún hay una última cosa. — dice en voz baja

—¿Cuál?

—Tengo que darte un acuerdo de confidencialidad que terminara junto con el trato— su dedo sigue pasando por mi labio distrayéndome un poco.

Frunzo el ceño y levanto el rostro al suyo. Joder, no me gusta cómo suena eso. Anoche dijo que no me creía capaz de hacer un escándalo, no puedo creer que haya cambiado de opinión drásticamente.

—¿Vas a hacerme firmar un acuerdo de confidencialidad?

Sus ojos suben a los míos, lo que sea que esté pasando por su mente, no puedo verlo. No me deja verlo.

—No— dice firmemente y su mirada baja a mis labios —Tú vas a ser la excepción Emma.

Su mano baja a mi cintura y rápidamente me levanta y me coloca a horcajadas sobre él con ambas piernas al lado de su cintura. —Desde anoche has sido una excepción— dice y sin entender a qué se refiere entierra una mano en mi cabello y baja mi boca a la suya.

Me agarro a sus hombros y dejo que tome mi boca con gusto. Joder, me gusta su boca, me gusta lo que dice y lo que hace con ella. Le doy especial atención a su labio inferior y lo deslizo entre mis dientes.

—Joder Emma— sus manos se deslizan por debajo de mi vestido y aprieta mi trasero con fuerza sacándome un gemido que ahogó en su boca.

Comienzo a perderme en sus besos, pero en ese momento mi estómago decide hacer acto de presencia y ruge sonoramente.

—Estás hambrienta. — dice contra mi boca.

—Estoy bien. — Beso la comisura de sus labios, no me importa estar hambrienta.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste?

¿Por qué quiere ponerse a hablar de mi comida justo ahora? —Anoche en el restaurante — digo contra su boca esperando que lo deje pasar, pero en su lugar se detiene y se aparta para poder verme.

—¿Anoche?

Asiento con el ceño fruncido. ¿Qué tiene de malo? Ya sé que apenas y toqué mi plato, pero él fue el causante de eso. Y esta mañana estaba tan concentrada en quitar sus restos de mi cuerpo que mi estómago vacío fue la última cosa en la que pensé.

Gruñe y se levanta conmigo en sus brazos. Me agarro a sus hombros y aferro mis piernas en su cintura. —¿Qué haces?

—Voy a alimentarte.

¿Alimentarme? —No— me revuelvo y su agarre se aprieta. —Cora ordenó comida.

Aunque no sé qué pasó con el repartidor y mucho menos con mi rubia favorita, pero eso no quiere decir que él tenga que hacer algo por mí.

—Genial, espero que la disfrute— camina hacia la puerta —Yo voy a llevarte a un buen restaurante y asegurarme que comas lo suficiente.

¿Se volvió loco? —No vas a llevarme a ningún lugar, puedo alimentarme sola.

—Lo sé— es lo único que dice y salimos por la puerta.

El corredor está vacío como siempre a estas horas de la mañana, pero si el sigue llevándome en brazos vamos a montar un espectáculo.

—Espera — lo detengo antes que lleguemos al elevador. —Ni siquiera estoy arreglada no puedes llevarme a uno de esos lugares de gente pomposa que me va mirar mal por ir vestidas así— señalo mi ropa.

Aunque él está informal esta mañana aún sigue teniendo porte y su sola presencia es capaz de imponer, nadie dudaría que él es Alexander Roe.

—Nadie te va a mirar así— dice con voz seria —Y si lo hacen los hecho del maldito lugar y ya está.

Está muy decidido y eso solo me hace sentir más incómoda. No necesita alimentarme, no necesito nada más de él de lo que acabamos de establecer.

—No creo que los desayunos en restaurantes caros sean parte del acuerdo. — se detiene por completo. ¡Bingo! Acabo de dar con el blanco. —No me hablaste de eso hace unos minutos y si quieres establecer esa regla voy a negarme.

—No, no son parte del acuerdo.

—Entonces bájame. — lo hace inmediatamente y nos miramos fijamente con un silencio un poco incómodo que rompo unos segundos después. —Podemos...

En ese momento el celular en la bolsa de su pantalón interrumpiendo y lo saca rápidamente.

—¿Qué pasa Bennett? — responde —Sí. Está bien, te veré ahí. No, mantenlo contigo— dice y cuelga. Me remuevo en mi lugar sin saber que decir, pero él termina con la tensión. —Surgió algo y tengo que irme.

—¿Bennett está bien? — preguntó con el ceño fruncido. Espero que sí. No he visto al castaño desde hace un par de días en el gimnasio.

—Si— responde de manera tajante. —Te veré después.

Se inclina y levanto la barbilla, pero sus intenciones son otras y no toma mi boca solo deja un beso húmedo en mi mejilla.

—Adiós nena— me guiña un ojo y entra al ascensor.

En cuanto las puertas se cierran respiro con normalidad superando el efecto de Alexander Roe.

. . .

—Estos son los datos de la chica interesada en comprar tu apartamento en Trafford. — dice Cora entregándome una hoja. —Trate de cerrar el trato, pero ella insistió que fuera con la dueña.

Alexander no había vuelto otra vez desde que se fue esta mañana y el pensamiento había rondado un par de veces en mi cabeza, aunque no esperaba que lo hiciera.

—Espero que le guste lo suficiente para quedárselo.

—Lo hará.

—Gracias otra vez por ayudarme con esto Cora. — le aprieto el brazo de forma cariñosa.

—Sabes que lo hago de corazón, aunque a veces es difícil ayudarte con los sonidos extraños que salen de tu habitación.

Oh por Dios, la vergüenza vuelve igual que siempre que lo menciona. —Ya me disculpé, ojalá y no hubieras escuchado eso.

—Si le hubiera hecho caso a Alexander no lo habría hecho.

—¿De qué hablas?

—En cuanto te vio me ofreció que su chofer podía llevarme a cualquier lugar que quisiera. — suelta una risa —Seguramente sabía que las cosas iban a ponerse intensas y quería guardar mi pudor, pero descuida en cuanto oí el primer ruido extraño salí corriendo como rayo

Sus hombros se sacuden con fuerza, al menos es bueno que mi vergüenza le haga gracia. Cuando volvió no sabía que cara poner, pero con ella no tenía que fingir.

—Pero ya hablando enserio sexy— se sienta a mi lado y me mira fijamente—¿Eso quiere decir que vas a extender tu idea de una noche con él?

—Si, tal vez la extienda por un tiempo.

—Me parece perfecto, aunque preferiría no estar en primera fila la próxima vez.

—¡Cora!

—Está bien— levanta las manos rindiéndose —¿Pero en qué términos van a seguir? Sabemos que él no es un hombre de relaciones hasta donde internet lo dice.

—No te preocupes por eso. Lo que sea que tenemos solo va a ser algo casual, justo lo que necesito ahora.

No es mentira, solo es un acuerdo sexual y ya está.

—Oh— se queda pensativa por unos minutos. —Me alegro que así sea, el tipo es muy ardiente, pero no creo que sea tu tipo de hombre para relacionarte más a fondo.

—Tampoco yo, pero él no me está ofreciendo eso así que no hay nada de qué preocuparse.

Sonríe —Me encanta la Emma atrevida que tiene todo bajo control, hace un tiempo que no la veía.

No, y sinceramente no pensé en sacarla en un largo tiempo, pero Alexander Roe me ayudó a hacerlo.

—La verás más seguido porque ya puedo sacar el estrés de la mejor forma posible y tú deberías hacer lo mismo.

—Si tengo suerte ese chico de ojos lindos al que conocí esta mañana podrá ayudarme.

Ahogó una risa, —Dijiste que se veía tímido.

—Sexy ya sabes lo que dicen, los tímidos son los más sucios.

Sacudo la cabeza mientras se levanta riendo y desaparece por la cocina.

Suspiro y vuelvo a mi anterior tarea de revisar mis emails. Hay varios, pero uno de ellos me llama la atención en especial porque tiene el nombre de la persona tiene el apellido de mi padre y el de...

Lo abro con la respiración acelerada sintiendo un ligero temblor en mis muñecas. Leo cada palabra detenidamente y la tensión en mis hombros desaparece, pero solo un poco.

¿Qué demonios?

—Cora, mira esto. — me levanto con mi laptop en mis manos y me acerco a la isla de la cocina. Ella se vuelve y clava su mirada en la pantalla con el rostro completamente serio.

—Eso quiere decir que...

Asiento. —Que Seth firmó los papeles y que ahora legalmente puedo hacer uso del dinero.

Nos miramos fijamente, las dos estamos pensando lo mismo. —¿Por qué crees que lo hizo?

Eso me lo pregunto yo. Por buena persona, porque se arrepintió, porque lo obligaron, todo suena ridículo en mi cabeza. Lo conozco y sé que no da un paso sin calcular la situación, de ahí aprendí a ser intuitiva.

—No lo sé, pero no lo quiero.

Asiente, sé que lo entiende. —Te entiendo, yo tampoco tomaría nada que haya estado antes en manos de ese idiota, pero ¿Sabes?, legal y moralmente ese dinero es tuyo puedes hacer con él lo que quieras.

—No Cora, Ese dinero no es de Emma Brown y yo soy Emma Brown, siempre lo he sido.

Aprieta mi mano en un gesto comprensivo y me da una mirada alentadora. —A estas horas tu padre ya debe saber que recibiste ese correo, él debió recibir uno igual.

Asiento, él debe estar a la expectativa esperando por cualquier movimiento como si pensara que esta vez va a ser diferente a las otras, pero no es así.

—Vas a hacerlo de nuevo ¿Cierto? — Me mira con una sonrisa ladeada que le regreso inmediatamente mientras asiento, ella sabe perfectamente lo que voy a hacer.

—Sí, voy a recordarle que aún sigo siendo Emma Brown.

Cora sonríe satisfecha —Esa es mi chica.

Tomo mi teléfono y marco un único número. Hacia Trafford.


¡Hola sexys! 

Me gusta dejar pequeñas pistas en los capítulos para ver si las encuentran. 

En fin, les dejo un recordatorio que alguien es sexy como el infierno y espero que hayan disfrutado el capítulo de hoy. 

Nos leemos el próximo viernes... o antes... ¡UPS!

-Karla  


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