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CAPÍTULO 1

Emma. 

Cierro el libro de tapa roja y levanto la mirada a mi nueva oficina.

Las paredes blancas contrastan con la madera oscura de los muebles y los sillones de piel negra. Una alfombra a juego rodea el piso y del lado izquierdo del centro hacia arriba, hay un ventanal pequeño de cristal donde se ve una parte de la ciudad.

Dejo caer mi cabeza en el respaldo de la silla. Finalmente, y después de todas esas largas entrevistas, conseguí el empleo. Ahora soy ejecutiva de "Hilton & Roe" en Londres, una de las cadenas hoteleras internacionales más grandes y prestigiosas.

Miro a mi alrededor. ¿Quién diría que incluso me asignarían una oficina? Bueno, a este lugar le debe sobrar el dinero y yo no voy a quejarme, jamás había tenido mi propia oficina.

Sonrío con entusiasmo y en eso momento alguien llama a la puerta.

—Adelante.

La mujer rubia de estatura baja que me trajo aquí hace unos veinte minutos, entra nuevamente meciéndose sobre sus tacones rojos de tacón de aguja.

—El Señor Jones la espera en su oficina— dice con el volumen de su voz bien calculado.

Asiento con una sonrisa que no me devuelve, pero eso no va a empeorar mi buen humor. Alzo las cejas sin que me vea mientras tomo mi carpeta y la sigo fuera.

Si Cora pudiera ver esto estaría igual de sorprendida que yo, las únicas veces que tuvimos oportunidad de estar en una empresa así fue en mis practicas universitarias y por su puesto mi anterior empleo donde lo conocí a él...

No ahora Emma. Le suplico a mi mente, pero el recuerdo me acaba de llegar sin previo aviso.

Caminamos por los largos y elegantes pasillos y aprovecho para echar un vistazo rápido a todo el lugar, desde que llegué la primera vez hace unas semanas para el proceso de calificación, me di cuenta que las palabras perfectas para describir está empresa son; elegancia y prestigio.

Todo el lugar está lleno de gente con trajes costosos y miradas frívolas y del diseño ni siquiera puedo describirlo a la perfección, la persona que diseñó esté lugar, tiene un gusto exquisito.

Me muerdo el labio tratando de calmar los nervios de mi primer día de trabajo. Sé quién es mi jefe, hemos trabajado juntos las últimas semanas mientras hacía mis entrevistas y evaluaba mi trabajo, hasta que decidió que yo era la indicada para ser su nueva asistente.

Para muchos su cabello gris y sus ojos azules pueden parecer amenazantes, pero mi jefe es un hombre agradable.

La mujer se detiene frente a las puertas dobles de cristal y entro de inmediato.

—Señorita Brown— dice mi jefe, el señor Jones que a pesar de ser un hombre de edad avanzada aún mantiene un tono de voz fuerte —Tome asiento por favor— señala uno de los sillones acolchonados frente a su escritorio.

—Gracias.

—¿Le gustó su nueva oficina? — Asiento con una sonrisa, pero antes de poder abrir la boca para decir algo me interrumpe —Perfecto — se levanta de su silla y camina a mi alrededor.

Su oficina es mucho más grande que la mía, pero mantiene la regla de colores neutros y azulados.

—En unos minutos habrá una junta para hablar de las innovaciones en nuestros hoteles en Manchester y los nuevos hoteles de lujo en Birmingham, nosotros — señala entre ambos —Vamos a centrarnos en la información de Birmingham como se lo expliqué esta mañana, ese es nuestro proyecto más grande de esté año para Hilton &Roe — abro de nuevo la boca para asentir, pero él sigue hablando.

Me mantengo en silencio escuchando atentamente. Desde que lo conocí, supe que mi jefe trabaja de una forma... peculiar, siempre necesita dar cada detalle de lo que quiere sin interrupciones.

El señor Jones es un hombre muy perfeccionista y estoy encantada de aprender de él.

—Mi secretaria le entregará las propuestas que tenemos preparadas para la apertura. Mis publicistas las hicieron, pero no me convencen del todo. — se pasa la mano por la barbilla —Quiero que las revise y que me entregue una nueva propuesta mañana con esos datos. ¿Cree que puede hacerlo?

—Por su puesto señor— asiento de inmediato, es mucho trabajo para una sola tarde, pero trabajo es exactamente lo que busco.

—Perfecto señorita Brown— se ve complacido. —Bien, la reunión está a punto de comenzar. Es hora de irnos.

Se encamina a la puerta y tomo una respiración profunda antes de dejar que me guie hasta la sala de juntas.

Me concentro en dar pasos firmes sobre mis tacones, por suerte estoy vistiendo un conjunto de blazer y pantalón oscuro, estoy bastante segura que con una falda de tubo me habría caído de los nervios.

Trato de relajarme antes de entrar. Tampoco quiero morirme de un paro cardiaco a mis veinticuatro años, pero como a todo el mundo, no me agrada la sensación de ser la nueva. Ya es lo suficientemente agobiante que el lugar sea enorme y muy reconocido, con un poco de suerte pasaré desapercibida.

Ya sé que es irónico ser publicista y tener todavía nerviosismo frente a las personas, pero no sucede a menudo, trabajo en ello lo mejor que puedo. Esa parte calculadora y perfecta de Emma Brown solo sale cuando dejo que mi perfil ejecutivo tome el control de mi cuerpo.

Doblamos a un pasillo y la puerta del final es el lugar a donde nos dirigimos.

Es hora. Mi jefe abre la puerta para mí.

¡Vaya! Quedo sorprendida desde el primer instante. La sala de juntas ocupa una extensión amplia con grandes ventanales de cristal polarizado en ambos lados, el techo tiene lámparas circulares que cuelgan sobre una mesa larga y ovalada que parece ser del mismo material oscuro de mi escritorio.

La mesa ocupa más del centro del lugar y varios hombres y mujeres en traje están sentados alrededor de ella. La silla del centro, que es la más grande de todas, aún está vacía.

El señor Jones se acerca a la mesa y toma asiento junto a una mujer morena que tiene su atención puesta en una de sus carpetas. Me quedo atónita un segundo y después me apresuro a sentarme a su lado.

—Ella es Emma Brown, mi nueva asistente— les dice a los ejecutivos a su alrededor, algunos asienten educadamente y otros se quedan en silencio como si no hubiera hablado en absoluto.

Suspiro. Al parecer tengo un público difícil aquí, pero no me sorprende.

Desde que dejé Trafford supe que las cosas no volverían a ser fáciles para mí. Emma Brown con veinticuatro años y lejos de casa es la combinación perfecta para el desastre, eso dijo mi padre cuando supo que me iba, pero se equivoca.

El único desastre que hay está en Trafford, encerrado en prisión y vine a Londres para dejarlo atrás junto con el infierno que me hizo vivir.

Un hombre castaño de ojos avellana casi del mismo color de su cabello entra por la puerta y por extraño que parezca no lleva traje como todos los demás, pero a nadie parece sorprenderle. Pasa de largo y se sienta al extremo opuesto a nosotros, mi jefe le da una inclinación de cabeza y el se la regresa.

Pasan unos segundos otros dos hombres vestidos de traje entran también. Uno rubio y otro moreno, pero no vienen solos, tras ellos... viene uno más.

La mirada seria y la espalda recta.

Una posición que impone.

Su traje está hecho a medida y se aprieta perfectamente a sus músculos mientras camina. No se fija en nadie mientras cruza las puertas, tampoco levanta la mirada, pero su sola presencia impone en un segundo y todos los ejecutivos guardan silencio inmediatamente.

Mi piel se eriza en el segundo que lo miro. Hay gente que nace para liderar y estoy segura que él es uno de ellos.

El hombre se acerca a la silla del centro y toma su lugar.

Sé quién es, lo he visto en todo tipo de revistas antes y en los artículos que hay internet, él es el dueño y fundador de la cadena hotelera Hilton &Roe.

Alexander Roe.

Lo miro mientras repasa las cosas que están delante de él con la mirada completamente seria. Muchas revistas y analíticos de economía lo han catalogado como uno de los empresarios más sobresalientes de Londres. No es para menos, a sus veintisiete años ya tiene todo un imperio en sus manos.

Me siento pequeña para estar en la misma sala que él. Solo lo he visto a través de una pantalla y poco más, pero nada de eso se compara a tenerlo frente a frente.

Mientras lo miro las luces del centro se atenúan y parpadea un par de veces mientras un hombre rubio con un pequeño control en una de sus manos se acerca a una de las grandes pantallas que ocupan más de la mitad de la pared frontal.

—Bienvenidos— su acento marcado me dice que él no es de la ciudad, quizá de las fueras. —Como saben se ha invertido el 35% del presupuesto que se estableció para los nuevos hoteles de Birmingham.

Aprieta un botón y en la pantalla aparecen unas gráficas con datos a los costados.

—Son hoteles de lujo con un diseño peculiar e innovador, el mejor diseño hasta ahora de nuestros arquitectos, en especial de nuestra arquitecta estrella — sonríe, se ve muy complacido con lo que el mismo dijo —Se estima que vamos a entrar en la escala de los diez mejores hoteles del mundo.

En ese momento un fuerte golpeteo de un lapicero contra la mesa se alza llamando la atención de todos.

—Deja de divagar y ve al grano Robert— un grueso y áspero tono de voz interrumpe al rubio.

Mis ojos se mueven por toda la sala hasta que dan con el dueño de esa voz.

Es él, Alexander Roe, y tiene una mirada molesta en su rostro, más dura que antes, parece estar a punto de estrangular a alguien y el rubio es el más cercano a él.

—Sí señor Roe— dice el rubio un poco avergonzado y continúa explicando.

El señor Roe pasa su mano sobre su cara claramente disgustado, no sé si es por el rubio o por otra cosa en particular, pero su expresión se ensombrece más y más conforme pasan los minutos en la sala.

Supongo que ser dueño de todo este imperio debe generarle mucho estrés todos los días y no debe lidiar con él fácilmente o no estaría tan tenso.

Por alguna razón no puedo dejar de fijarme en él. El hombre es demasiado atractivo para ser ejecutivo. ¡Emma! Me regaña mi subconsciente y me obligo a detener el rumbo de mis pensamientos, culpo a los nervios del primer día por eso.

Aunque tampoco soy ciega.

Ahora que lo veo frente a frente y no en una foto impresa o en algún video de sus entrevistas, observo que tiene rasgos finos y delicados. Todos los músculos de su mandíbula están perfectamente marcados entre ellos y si, el hombre la está apretando a muerte.

Mi madre decía que lo que más resalta de mí son mis ojos, pero si pudiera mirarlo diría que a él le resaltan la nariz y el mentón.

Maldición, que injusta es la vida, sus pestañas son más grandes que las mías y le dan irónicamente un toque de ternura a su mirada enojada y a su postura rígida que tiene. Pobre hombre, si no relaja los hombros van a llegarle hasta la cabeza.

Es una pena que la mayoría de los millonarios no puedan tener un poco de la paz mental que tenemos los simples mortales que vivimos al día. Aunque yo no tengo mucha paz mental que digamos.

A veces no es cuestión de dinero, es cuestión de la vida y alguien en Trafford jodió mi vida.

Mis pensamientos sobre él son interrumpidos cuando de repente el señor Roe levanta la cabeza y sus ojos se encuentran con los míos desde el otro extremo de la mesa.

¡Mierda! ¡Mierda! Me acaba de atrapar viéndolo.

Sus ojos verdes me miran fijamente con una curiosidad intimidante y mi cuerpo bloquea todas las señales que mi cerebro le envía para que aparte la mirada y simplemente me quedo mirándolo como un pasmarote.

Cualquiera diría que lo estoy desafiando o que no me importa en absoluto que me haya atrapado mirándolo, pero ese solo es mi "modo estatua" que ocurre cuando me atrapan infraganti en cualquier cosa y ahora está sucediendo.

Inclina la cabeza a un lado al parecer intrigado por mi reacción y después muy lentamente baja los ojos por todo mí cuerpo. Oh Dios. Contengo la respiración mientras hace su recorrido muy lentamente y siento un hormigueo recorrerme desde la punta de mis pies hasta mi nuca.

De repente la alarma en mi cabeza se enciende y frunzo el ceño ante esa reacción extraña de mi cuerpo. Solo acaba de mirarme -

Sus parpados se alzan de nuevo y antes que pueda apartar la mirada repentinamente sonríe de lado. Abro los ojos como si se me fueran a salir. Joder. ¿Me acaba de sonreír? Trago saliva con fuerza, esa no es una sonrisa amistosa y mucho menos amable.

Esa es una maldita sonrisa seductora.

Trago saliva con fuerza, ese gesto tiene un efecto extraño en mi cuerpo que no me gusta. Cómo puedo aparto la mirada no sin antes ver su ceño fruncido.

Emma, Emma, tenías que quedarte viéndolo como una loca. Que vergonzoso.

Alzo los ojos otra vez y veo que sus ojos siguen clavados en mí, el hombre no pestañea ni un segundo y eso ya no me gusta. Me remuevo en mi lugar incomoda deseando que la reunión avance más rápido y aparto la mirada.

—Quiero que con esos datos de la segunda columna trabaje en su propuesta— la voz del Señor Jones me saca de mi estupor.

Por un momento olvidé la junta y de por qué estaba aquí ¿Qué diablos está mal conmigo? ¿Veo al dueño de la empresa y ya no puedo concentrarme? Eso es ridículo. Asiento y comienzo a tomar nota de los datos más importantes que dice el rubio.

Después de unos segundos y sin saber si es por mi previo nerviosismo frunzo el ceño ¿Es mi imaginación o está haciendo calor en este lugar? Busco las ventanillas de la ventilación, pero no puedo encontrar ninguna.

Genial, una elegante y equipada sala de reuniones sin ventilación, irónico, por suerte traigo una coleta alta que al menos ventila mi cuello.

La reunión mantiene su curso, pero yo siento como sus ojos siguen clavados en mí. Echo una miradita por el rabillo del ojo y lo compruebo.

¿Por qué todavía me mira? Pensé que mientras pasaran los minutos se iba a cansar, pero no lo hace. Bueno al menos ya no se ve como si quisiera estrangular al rubio.

Supongo que solo quería distraerse y yo fui la victima de hoy.

—Si no hay nada más que decir podemos dar por finalizada la reunión— concluye el rubio unos minutos después y me siento aliviada de al fin poder salir de aquí.

Me levanto junto con mi jefe para caminar a la salida y mantengo la cabeza gacha.

Todos cruzan las puertas dobles, pero el señor "miradas penetrantes" o mejor conocido aquí como Alexander Roe, se queda cerca de la puerta y no parece tener intenciones de irse.

Justo lo que me faltaba y peor aún, de pie se ve mejor de lo que pensé y fantaseé, aunque no estoy admitiendo que veo la forma que el traje negro le queda, solo es algo que simplemente no puedes ignorar.

Aprieto los labios en una línea recta mientras mi jefe y yo nos acercamos, inevitablemente pasaremos a su lado.

—Christopher— dice pausadamente cuando nos topamos con él.

El grueso tono de su voz retumba en mis oídos y un largo cosquilleo pasa por toda mi espalda y más abajo.

—Señor Roe — mi jefe inclina ligeramente la cabeza a modo de saludo y salimos por las puertas de cristal.

Me ignoró por completo, aunque tampoco esperaba que me saludara ¿Por qué habría de hacerlo si no me conoce? El aire de afuera es bien recibido por mis pulmones y ya no debo en cosas triviales solo fue una reunión y no estuvo tan mal.

—Mi secretaria no tardará en llevarle las propuestas a su oficina señorita Brown— dice mi jefe mirando la hora en su reloj de mano. —La veré después.

—Sí señor.

Llegamos a la división de los pasillos, el señor Jones toma el izquierdo y yo me encamino por el derecho hacia mi oficina.

Entro y me recargo suavemente sobre la puerta respirando con normalidad. Lanzo un pequeño gruñido y aprieto los parpados con fuerza. ¿Qué fue lo que sucedió ahí con ese hombre? Solo son los nervios, me repito. Es el primer día y me jugaron una mala pasada.

Un par de golpes resuenan en la puerta sacándome de mis pensamientos y me aparto de inmediato. —Adelante— camino hacia mi escritorio con los hombros caídos.

Una joven delgada de cabello ondulado entra cargando unas carpetas que se ven pesadas. Es Alicia, la secretaria de mi jefe, la conocí hace poco más de un mes cuando comencé con las entrevistas y la chica me agrada demasiado.

—Buenos días señorita Brown, estás son las carpetas con las propuestas que hemos trabajado en el último mes y también los datos de la locación en Birmingham.

La ayudo a colocar las carpetas sobre mi escritorio. —Gracias Alicia, voy a ponerme en ello ahora mismo y por favor, solo llámame Emma, no señorita Brown. — le recuerdo.

Sus regordetas mejillas se alzan y me muestra esa sonrisa que le da tanto carisma a su personalidad. —De acuerdo, Emma— repite —Por cierto, me alegra tanto que te hayan dado una oficina y que el trabajo sea tuyo. Felicidades.

—Gracias— le sonrío de vuelta, es la primer persona amable del día aparte de mi jefe. —El negro no me va— señalo los muebles —Pero creo que puedo soportarlo— le guiño un ojo.

Suelta una risa divertida. —Yo creo que te sienta muy bien. — deja la última carpeta. —Tengo que irme, pero si necesitas información extra puedes pedírmela.

—Gracias, ten un buen día— le sonrío mientras sale por la puerta.

Espero hacer buenos amigos, peor aún es pronto, no se puede esperar todo del primer día.

Después que ella se va, me coloco en mi asiento sacudiendo los estragos de los nervios de antes y abro la primer carpeta. Tienes escrito Birmingham en letras grandes. El proyecto más grande según recuerdo que dijo el rubio y mi jefe también.

Tomo una respiración profunda. Hora de trabajar Brown, susurro para mis adentros.

. . .

Entro a mi apartamento después que mi horario laboral termine. Estoy cansada, tuve que revisar muchos papales para familiarizarme con toda la información de Birmingham, pero a pesar de todo me siento increíblemente satisfecha por mi día muy productivo.

Además, sumergirme en el trabajo me hace dejar de pensar por completo.

Dejo mis cosas sobre el diminuto sofá café cerca de la entrada y me acerco a la nevera. Necesito una copa de vino para relajarme y quitarme el estrés de la oficina. Ese es un viejo habito que disfruto hacer desde que vivía en Trafford.

Miro mi apartamento cuando abro la botella casi vacía. En cuanto pueda debo ponerme a ordenar este lugar, ya pasaron unos meses desde que alquilé el apartamento y solo he puesto un poco de mi toqué en él. Ojalá Cora estuviera aquí, ella haría su magia para decorarlo y ahorrarme muchas locuras decorativas.

Suspiro y le doy otro trago largo a mi copa. El vino está delicioso, pero eso no reemplaza el hecho que hecho tanto de menos a mi rubia favorita.

La canción "Bottoms up" de Siine comienza a sonar a todo volumen en mi teléfono y corro hasta mi bolso para buscarlo desesperadamente entre todas las cosas que llevo ahí dentro. Me cuesta un poco, pero al final lo consigo.

—¿Hola?

—¡Hola sexy! — saluda la voz cantarina de Cora, mi mejor amiga y siento un alivio recorrerme al oírla.

¡Dios! ¡Cuánto la he extrañado! Parece como si hubiera oído mis pensamientos hace unos segundos.

—Supongo que ya estás en casa ¿Cómo fue tu día señorita asistente del director de relaciones públicas de Hilton &Roe? — dice el nombre de la empresa en tono pomposo.

—Agotador— me dejo caer sobre el sofá y me quito los tacones de un puntapié. —Aún tengo que acoplarme a todo el funcionamiento, pero puedo con eso. Además, ya tengo oficina propia ¿Puedes creerlo?

Percibo su sonrisa al otro lado del teléfono —Te lo dije Emma, esa gente respira dinero por todos lados. Quizá yo me consiga un empleo ahí para comprarle comida costosa a Oliver.

Ahogo una risa. Cora jamás trabajaría en una oficina, se moriría del aburrimiento. Ella es feliz trabajando con las artes, lo visual y todo lo que requiriere creatividad sin presiones.

—¿Oliver? Pensé que tu pez se llamaba Otto. Yo elegí el nombre— le recuerdo.

—Bueno, digamos que Otto se unió a cielo de los peces.

Sacudo la cabeza con una sonrisa. —Eres la peor madre de todas Coraline.

—¡Esta vez sí lo alimenté! — dice indignada —Pero nadie me dijo que no tenía que darle todo el envase de comida. Al menos se fue alimentado. — refunfuña al otro lado y sonrío. —¿Y cómo vas con tu apartamento? La última vez que vi ese lugar era como un agujero.

—Se ve mejor que antes, estoy trabajando en decorarlo lentamente— miro a mi alrededor y hago una mueca, tengo que admitir que, si parece un agujero, pero por el momento tengo que conformarme con esto. —¿Y tú cómo estás?

—Uh, bien... la galería quiere exhibir otros de mis bebes.

—¡Felicidades! Te dije que tenías que aceptar el contrato con ellos Cora, aunque aún no me has dicho que galería es— sus "bebés" son nada más y nada menos que sus preciados cuadros.

No puedo juzgarla al cuidarlos tanto porque ella misma pinta cada cuadro con mucho esmero, cuando la inspiración le llega su pincel comienza a moverse casi solo. He visto su trabajo y es fascinante.

—Estaré esperando fotos de la exposición.

—No tendrás que hacerlo— susurra en voz muy baja que apenas lo percibo.

—¿Qué?

—Dije, tenlo por seguro sexy— un ruido de algo como una lata cayéndose suena en la bocina —Lo siento, este lugar está muy sucio parece como si un tornado lo hubiera destrozado, es peor para empacar. — sonrío imaginándome su cara de molestia.

—Alto, ¿Estás empacando? ¿Para qué? Ya tienes tu apartamento listo y arreglado desde hace unas semanas.

—Sí, bueno... es para ordenarlo más.

No suena como si me estuviera diciendo la verdad, pero es Cora, con ella nunca se sabe lo que hace o dice.

—Entonces te dejo para que lo limpies y por favor no olvides alimentar al pez esta vez y con la cantidad adecuada. — Cora es tan buena cuidando mascotas como yo lo soy cocinando.

Si, ambas somos un verdadero desastre.

Se ríe suavemente. —No lo haré, promesa de pintora.

—Pensé que tus promesas de pintora no valían.

—Eso fue la navidad pasada, este año si lo hacen— lo dudo, pero sus intentos lo hacen más divertido y por eso la quiero tanto.

—Tengo que irme Cora, mi jefe quiere una propuesta de unos hoteles para mañana y aun no le he terminado.

—Adelante, arrasa con él y muéstrale quién es Emma Brown. — ahogo una risa — Te quiero sexy y no olvides llamarme si necesitas algo— se queda un momento en silencio al otro lado de la línea, se a lo que se refiere. —Adiós.

—Te quiero Cora, adiós— cuelgo y me recargo en el sillón.

Suspiro notando por primera vez la soledad en mi apartamento. Debería comprarme un pez como ella, para que me haga compañía. Sonrío con esa idea, pero mi sonrisa rápidamente desaparece cuando miro mis muñecas.

Las marcas circulares apenas son visibles y puedo cubrirlas perfectamente en el trabajo.

Con la experiencia de la Doctora Kriss las cicatrices desaparecerán por completo en un par de meses, ojalá y también lo hiciera esa horrible noche con Seth.

El solo pensar su nombre me hace hacer una mueca.

No puede lastimarme. Tengo que recordar eso, no está libre, ni lo estará en un buen tiempo. Mi padre me ayudó, algo que nunca había hacho en su vida.

Me acerco a la ventana y veo los edificios de Londres afuera. Incluso si no se lo digo a Cora, una parte de mi está muy asustada de no poder continuar con una vida normal como antes, pero voy a hacerlo. No tengo opción.

Tengo que hacerlo porque, aunque él esté encerrado no pienso volver a Trafford.

Y como mi madre me enseñó, una Brown nunca se rinde.

Hilton &Roe acaba de darme la oportunidad de continuar, de progresar en mi carrera como publicista, aunque ya tenía experiencia, pero esta oportunidad es mejor que cualquier otra y ese es un gran paso para quedarme aquí.

Levanto la vista al cielo, esto solo es el comienzo para forjarme una vida en Londres y estoy segura de que no será fácil, pero estoy dispuesta a luchar.


¡Hola Sexys!

Bienvenidos a Tentación, una aventura fascinante, seductora y erótica... 

"Y tú ¿Estás lista para caer en tentación?"

-Karla 


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