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33.- Tentación Prohibida

Por años pensé que realmente nunca podría tener la vida que siempre pensé. Es curioso como tu mente puede convencerte de cosas que en realidad no tienen ningún sentido, como si te las repites lo suficiente, comienzas a creértelo.

Por años pensé que mi destino era la soledad, la oscuridad. Que para mí nunca habría oportunidad de un poco de luz, y me convencí sobre que estaría bien con eso, que no deseaba más.

Pero fue una mentira.

Una gran mentira, porque una parte de mí quiso todo aquello que yo mismo negué, en cuanto ella llegó a mi vida, supe que iba a ser diferente, el hombre que llevaba muerto dentro de mí pareció recobrar la vida, el sentido. Los deseos revivieron, luchando por mantenerse con vida mientras luchaban con la persistente oscuridad.

Y por primera vez no deseo enterrarlos, los he dejado florecer. Tanto que ahora no recuerdo como se sentía no quererla.

Bea y yo llevamos seis meses juntos, hemos pasado grandes momentos juntos. Las navidades, año nuevo, hemos celebrado como una pareja cada pequeño paso que debemos de dar.

Hace tres meses que Bea y Thiago se mudaron a mi casa, ahora ha dejado de ser silenciosa, ahora hay risas y juguetes adornando cada rincón. Ahora hay un adorable niño esperando nuestra llegada, y esta vida se siente como la que siempre esperé vivir.

Y llevo meses con la misma idea en mi cabeza.

Con la idea de hacer a Bea mi esposa.

No hay algo en lo que piense más que en eso, en unir nuestras vidas de la mejor forma que puede haber, pero una parte de mí tiene que admitir que se acobarda ante la idea de que ella pueda decir que no.

Con lo que vivió con Ron, no sé si la idea del matrimonio le siga pareciendo atractiva, y no sé si lo nuestro en realidad es suficiente como para convencerla de dar el sí. 

No es algo que hemos hablado, hemos compartido nuestra vida de la mejor forma que hemos encontrado, hemos celebrado las navidades, año nuevo, hemos sido una pareja feliz por meses, lo que hace que el deseo en mi pecho se haga más fuerte.

—Estás muy callado —Kyle me observa mientras rellena nuestros vasos.

—Solo estoy pensando —admito con una sonrisa.

—¿En tu chica?

Sonrío levemente.

—Voy a decirte algo y no quiero que seas un dolor de cabeza luego, ¿de acuerdo?

Kyle arquea una de sus cejas, me mira con mayor interés. Dejo de mirarlo para centrar mi atención en el vaso que sostengo entre mis manos. ¿Quién mejor para dar consejos sobre esto que mi hermano?

Meto la mano en mi bolsillo, mis yemas tocan la superficie de la caja de terciopelo, y la saco. Kyle sigue el movimiento de mi mano y le toma un segundo entender. Me observa con incredulidad. Una palabrota sale de sus labios mientras se estira para alcanzar la caja y arrebatármela de las manos.

—¡Carajo! —dice pero tiene una sonrisa en los labios —¿Vas a pedirle matrimonio a Bea?

Sonrío.

—Eso pretendo.

—Joder, es una noticia increíble. Aria va a volverse loca —dice riendo.

Su atención vuelve a mí y su sonrisa titubea brevemente.

—¿Por qué no pareces del todo feliz?

—No es eso —tomo un suspiro —es que estoy jodidamente aterrado de que ella diga que no.

Kyle no pierde la sonrisa, pero esta se convierte en una más suave, más comprensiva. Sus ojos adquieren de nuevo esa suavidad que caracterizaba tanto a mi padre.

Toda mi vida escuché que soy el vivo retrato de mi padre, que nos parecíamos tanto incluso en la personalidad, pero en momentos como este, sé que Kyle también tiene tanto de él.

La sabiduría, la madurez. Luego de todo lo que vivió, incluso parece como si más características de mi padre se hubiesen impregnado más en él.

—¿Crees que pueda decir que no? —inquiere.

—No lo sé. Es solo que después de Ron...—bajo la vista por un par de segundos —no sé si el matrimonio para ella sea una idea agradable.

Kyle permanece en silencio, como suele hacerlo cada que está tratando de dar la respuesta correcta.

—Eso no es algo que podamos controlar, es un riesgo que debemos decidir correr. Lo importante es si su respuesta cambiará algo en ti.

—Por supuesto que no —sacudo la cabeza mirando el anillo —deseo tanto poder hacerla mi esposa pero si ella no desea lo mismo, realmente no me importa. Puedo continuar viviendo a su lado sin necesitar un documento.

La sonrisa de mi hermano se hace un poco más grande. Resoplo entendiendo perfectamente lo que eso significa.

—No me vengas con cursilerías ahora —advierto.

—Eres tú el que empezó con las cursilerías —dice encogiéndose de hombros —yo solo estoy siendo buen hermano.

Me rio levemente.

—Da igual, solo quería que lo supieras.

Kyle asiente brevemente. Le da un sorbo a su vaso antes de dejarlo a un costado, se inclina hacia adelante y vuelve a mirarme con esa forma tan típica como mi padre solía hacerlo. A veces realmente parece que él es el hermano mayor y no al revés.

—Me alegra ver que al final decides ser feliz, que al final le haces caso a tus sentimientos. Te lo dije, ¿o no?

—No te daré el gusto de darte la razón —mascullo incorporándome —desearía quedarme más tiempo pero tengo que volver a casa.

Me estiro recuperando el anillo.

—Y por favor dile a Aria que guarde el secreto.

Kyle sonríe un poco más.

—Seremos unas tumbas.

Sacudo la cabeza pero no aparto la sonrisa de mis labios.

—Pasaré a despedirme de Camille.

Escucho la respuesta de mi hermano cuando ya estoy en el pasillo, avanzo hasta ubicar la recámara de mi sobrina, y dejo un par de toques antes de empujar la puerta.

Llego justo antes de que se vaya a la cama, Aria me observa y sonríe levemente mientras me hace un ademán para que pase por completo.

—Tío John, ¿puedes leerme un cuento? —pide.

—Si a tu madre no le molesta —miro a Aria —puedo relevarte.

—Claro que si —dice con una sonrisa —estaré en la cocina.

Se despide de Camille con un beso y pronto me quedo a solas con mi sobrina, camino hasta llegar a donde se encuentra y me coloco en el borde del colchón. Me entrega el libro con una mirada ilusionada, y eso me hace envolver el corazón con una sensación cálida.

El cuento favorito de Camille era el de la cenicienta, así que paso las páginas del pequeño libro, mostrándole los dibujos y sintiéndome satisfecho con las sonrisas que Cami me lanza. Cuando termino, un bostezo brota de ella.

—Buenas noches, bonita —me inclino dejando un beso en su frente.

—Buenas noches, tío John —dice dulcemente.

Cuando dejo el cuento en su lugar y hago el ademán de marcharme, ella habla de nuevo.

—Tío John.

—¿Si bonita?

—¿Voy a encontrar a un príncipe algún día?

Sonrío ante su pregunta. Vuelvo sobre mis pasos, y me inclino levemente hacia ella.

—Por supuesto, pero aún tiene que pasar tiempo para eso —frunce el ceño.

—¿Por qué?

—Porque los encuentras una vez que has crecido —sonrío de lado —tienes que convertirte en adulto, y entonces los príncipes aparecen.

—¿La tía Bea es tu princesa? —pregunta emocionada.

Una corta risa brota de mis labios.

—Lo es.

—¿Usará un vestido como cenicienta? —pregunta y sé exactamente lo que trata de decir.

—Lo usará —le guiño un ojo —pero es un secreto, ¿de acuerdo?

Asiente con entusiasmo.

—Ahora a dormir o tu madre se enojará conmigo por mantenerte despierta.

Vuelve a asentir y entonces me marcho, cuando cierro la puerta con suavidad, permanezco unos segundos antes de susurrar:

—Claro que lo usará.

(...)

Paso los siguientes días tratando de encontrar el momento adecuado, lo cierto es que nunca he sido un hombre de grandes celebraciones, y por muy loco que suene, una parte de mí quería que este momento, fuese único, de nosotros dos.

Kiara intentó persuadirme, Kyle se ofreció para planearlo todo, Aria insistió en que debía estar presente.

Pero al final, rechacé todas y cada una de las propuestas.

Y aquí estoy, con Bea a mi lado creyendo que en realidad nos dirigimos a una cena casual de pareja, cuando en realidad estoy conduciendo hacia el sitio en donde haré la pregunta de mi vida.

—Creí que sería en un restaurante —dice Bea cuando nota que tomo la salida de la ciudad.

—Nunca mencioné un restaurante —objeto —dije una cena.

Ella entrecierra los ojos.

—¿A caso este es tu plan para deshacerte de mí?

Me río.

—Si quisiera deshacerme de ti no le hubiese dicho a medio mundo que hoy tenemos una cita —es su turno de reír —no seas impaciente. 

Conforme nos acercamos al lugar, mi corazón comienza a sentirse ansioso. Siento los nervios recorrerme por completo mientras localizo el letrero indicando que hemos llegado.

—¿En dónde estamos?

—Ya verás.

El auto avanza por un camino de tierra, el lugar está escondido, el silencio reina cuando me bajo y me apresuro a rodear el auto para abrirle la puerta a Bea.

—¿Nuestra cena será en medio de la nada? —inquiere arqueando una ceja.

—No arruines el momento, mujer —bromeo tomándola del brazo.

Bea examina a nuestro alrededor, hay varios faroles iluminando, mostrando un poco del sitio en el que nos encontramos. Un terrero inmenso de césped, flores y árboles se abre delante de nosotros, y a unos metros, una cabaña con todas las características de ser del siglo pasado, pero sigue conservando su belleza, y dejando la sensación hogareña en el pecho.

Tomo la mano de Bea mientras avanzamos, me adelanto un poco cuando llegamos a la entrada, y abro la puerta para ella. Bea da un par de pasos, y cuando noto la emoción en sus pupilas, sé que hice una buena elección. 

—¿Te gusta? —inquiero.

—Es precioso —susurra —todo parece tan...mágico. ¿Qué es este sitio? ¿Lo has rentado para nosotros?

Mira la mesa que está colocada en el centro, justo enfrente de la chimenea. La comida está perfectamente servida, el vino enfriándose, las copas esperando a ser usadas.

—Lo he comprado, en realidad.

—¿Lo has comprado? —inquiere con incredulidad.

—Sí, para nosotros —doy un paso acercándome —va a ser nuestro lugar seguro, el sitio en donde podremos venir cuando seamos ancianos, y podamos ver jugar a nuestros nietos en el jardín.

Le acaricio el rostro, Bea se inclina hacia mi tacto.

—Es el sitio en donde quiero que vengamos cuando necesitemos un momento a solas, un momento para nosotros. Nuestro sitio seguro, nuestro pequeño rincón escondido del mundo.

—Es perfecto —susurra —pero, ¿por qué? Quiero decir...

—Porque quiero una vida junto a ti, Sol. Porque quiero que cuando los años pasen, tengamos un lugar para recordar todos los momentos maravillosos que vivimos. Un sitio en el que podamos sentirnos como en casa. Uno que sea nuestro, solo nuestro.

El corazón se me acelera cuando meto la mano en el bolsillo de mi saco.

—Y para eso, para poder asegurarme de eso...—Bea jadea cuando nota la caja entre mis manos.

Da un paso hacia atrás, los ojos se le llenan de lágrimas cuando me arrodillo delante de ella, y abro la pequeña caja revelando el anillo de diamantes en forma de sol.

—Desde el momento en el que llegaste a mi vida, Be. Me hiciste replantearme todo lo que una vez creí, me hiciste desear cosas que juré nunca volver a querer, me hiciste sentirme vivo otra vez. Me quisiste cuando no era más que oscuridad, y volviste a mi lado cuando creí que te había perdido para siempre.

—John...

—Thiago y tú son mi familia, son todo lo que más amo en el mundo. No puedo imaginar una vida en donde ustedes no existan, no puedo imaginar una vida en donde no tenga a mi familia. Porque ustedes son la luz dentro de mi oscuridad, son los rayos que ahuyentan a la tormenta, son el motivo por el cual cada día deseo convertirme en una mejor persona.

Las lágrimas se deslizan por sus mejillas mientras me mira de una forma preciosa, llena de amor, de cariño.

—Quiero cuidar de ti, quiero ser un padre para Thiago. Quiero que encuentren en mí el refugio que necesiten, el apoyo cuando deseen reponer fuerzas. Quiero que veas en mi a un amigo, esposo, protector. Be, deseo tanto poder hacerte feliz y entregarte el amor más puro porque lo mereces. Quiero amarte, y deseo tanto que me ames de vuelta y que nuestro amor dure hasta que estemos llenos de arrugas y entonces te repita, que eres el amor de mi vida.

Un sollozo brota de sus labios.

—Por todo eso, Sol, hoy quiero preguntarte...

Mi corazón estalla al momento que elevo la caja hacia ella.

—¿Me concederías el privilegio de convertirte en mi esposa?

No lo duda, asiente con frenesí.

—Claro que sí.

Me incorporo, ella se lanza a mis brazos y siento miles de emociones explotar en mi interior, como un terremoto que se lo lleva todo, y solo deja sensaciones increíbles que me hacen desear nunca dejar de sentirlas.

Se limpia las lágrimas, deslizo el anillo por su dedo y ella lo mira casi absorta.

—Gracias por darme la mayor felicidad de mi vida —susurro.

—Gracias a ti por mostrarme como se siente el verdadero amor —me acaricia el rostro y deseo caer ante ella.

—Voy a hacerte feliz, sol, lo juro.

—Ya me haces feliz —susurra con la voz llena de emoción.

Sus labios se encuentran sobre los míos en un contacto lleno de sentimiento, de pasión. Encuentran la sintonía juntos y me deleito de su sabor, de todo lo que ella provoca en mí.

Mis manos se aferran a su cintura, el deseo crece y cuando sus manos viajan hasta los botones de mi camisa, sonrío contra sus labios.

—La cena se enfriará.

—Podemos calentarla —dice con una sonrisa traviesa.

—Eres una tentación —susurro contra sus labios.

—¿Lo soy? ¿Vas a resistirte?

—Claro que no, sol —susurro apartándome —eres una tentación a la que nunca podré resistirme. Aún que seas prohibida, iré detrás de ti. Porque eres quien me ha devuelto a la vida, la única que me da las ganas de vivirla. Eres mi tentación prohibida y sin importar qué, siempre caeré ante ti.

La beso de nuevo, sellando mis palabras con un beso feroz, dejando muy en claro que no planeo mentirle jamás.

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¡AHHHHHH! 

¿Quién más se ha emocionado? 

¡Se nos viene bodaaaaaa!

La siguiente actualización será el día miércoles, e incluirá el cap (34 y el epílogo) y el día jueves el extra. 

¡Nos leemos pronto!

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