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27.- El adiós que debió de haber sido

BEA.

Sé como se siente un corazón roto. Lo he experimentado antes, esa apremiante sensación en el pecho que no se va, sino que te acompaña durante cada segundo que permaneces respirando.

No importa lo que hagas, donde lo hagas, o con quién estés. Siempre está ahí, como un recordatorio de aquello que no pudo ser, como una herida que no deja de sangrar aún cuando has intentado curarla con los mejores remedios.

Ya he pasado por esto antes, pero esta vez...esta vez es diferente.

—¿Ya has planeado la temática de la fiesta? —inquiere Aria mientras estamos en una de nuestras habituales llamadas.

—No lo sé con certeza, Thiago está muy cambiante de opinión —sonrío —hace una semana quería de bomberos, ahora desea dinosaurios, no sé que se le ocurrirá mañana.

—Su cumpleaños es en una semana, supongo que te tocará a ti decidir. ¿Necesitas ayuda con algo?

Sacudo la cabeza en una negativa.

—Estamos bien, pero estoy dando por hecho que vendrán, ¿cierto?

—Por supuesto, aunque sería genial que vinieran por unos días —dice —Kyle no está de acuerdo en viajar, ya sabes, Román apenas tiene un par de meses.

Asiento con comprensión.

—No sé si es buena idea volver —tomo una inhalación —ha pasado tiempo pero...

El silencio cae sobre nosotras. Hace seis meses que abandoné Washington. Hace seis meses que he intentado olvidarme del pasado, y vivir un presente en un nuevo lugar, con nuevas personas, nuevos amigos, nuevas experiencias.

Ha sido complicado, pero justo ahora creo que ha valido la pena. Aunque en momentos como este, cuando me doy cuenta que he perdido momentos que podría estar pasando con las personas que quiero, los cuestionamientos vuelven para atormentarme.

—Estoy segura de que podemos tomar un vuelo —dice Aria rompiendo el silencio —Camille estará encantada de ver a Thiago.

—Se echan mucho de menos —admito —¿Cómo están todos por ahí?

Aria suspira, sin embargo, una leve sonrisa aparece en sus labios.

—La maternidad siempre es complicada, y ahora con el nacimiento de Román, tengo que dividirme entre una niña que reclama mi atención veinticuatro horas al día, y un recién nacido que depende de mí para vivir —dice y puedo ver flashazos del agotamiento cruzar por su rostro —pero estamos bien, Kyle ha estado trabajando desde casa, Johnson se está haciendo cargo de la empresa y todo marcha como debería.

Ignoro la mención del hombre al cual me he obligado a enterrar en lo más profundo de mi memoria. Aria parece no darse cuenta, continúa hablando, explicándome sobre los proyectos de becarios que ha implementado y en como comienzan a dar frutos, habla sobre Camille, sobre su familia y pronto me descubro a mi misma disfrutando de sus palabras, pero también añorándolos como nunca antes imaginé.

—Pero ya basta de hablar sobre mí —dice con una sonrisa —quiero saber como estás tú.

Tomo una corta inhalación.

—Estamos bien —por la mirada de Aria, sé que esa no es la respuesta que esperaba escuchar —nos hemos adecuado a la ciudad, Thiago parece a gusto con sus compañeros de colegio, y los vecinos son realmente agradables. Es...tranquilo.

—Aún no me has dicho como estás tú —insiste.

No respondo de inmediato, considero si es totalmente necesario ser sincera con Aria. Una parte de mí sabe que no estoy del todo "bien", no sé si lo estaré pronto, pero si estoy consciente de que la distancia, ha ayudado a la herida a cicatrizar tan solo un poco.

—Aún duele, pero la herida poco a poco va sanando —sonrío suavemente —estoy intentando continuar con mi vida y Kansas parece ser el lugar ideal para hacerlo, lejos del pasado, del dolor, lejos de todo aquello que me recuerda lo que tuve que vivir.

El rostro de Aria es una mezcla de emociones que no puedo leer del todo, es como si estuviese feliz, pero a la vez decepcionada de mi respuesta.

—Me alegra escuchar que estás mejor —dice con una sonrisa que no llega a sus ojos —confío en que eres feliz ahí.

—No usaría la palabra "feliz", pero creo que estoy más cerca que antes.

Hay un nuevo silencio, la pregunta me pica en la lengua, luchando por salir, las palabras golpeando para escapar pero me niego a hacerlo.

El último mensaje que Johnson me envió aún sigue sin responder, lo he escuchado una y otra vez, tanto que me sé de memoria todas y cada una de las palabras que dijo en ese último audio.

Cada que lo escucho, el dolor se presenta. Cada que sus palabras resuenan contra mis oídos, los fragmentos de la fugaz historia que vivimos vuelven a mi mente, complicándome la tarea de olvidarlo.

Debería borrar el mensaje, bloquear su número y simplemente ignorar su existencia, pero la parte testaruda de mí se niega a soltarlo. Y tal vez es ese pequeño deseo, lo que me hace abrir la boca y soltar la pregunta que durante seis meses, he estado reteniendo.

—¿Cómo está él?

Aria parece sorprendida ante mi cuestionamiento. No puede ocultarlo, y tiene que tomar un par de segundos antes de poder disfrazar la expresión de su rostro.

—Está bien —dice y la presión en mi pecho vuelve.

¿Qué esperaba? ¿Qué él tampoco continuara con su vida? ¿Qué permaneciera eternamente sufriendo por mí?

—Está al frente de la empresa en lo que Kyle disfruta de nuestro pequeño —dice y una leve sonrisa aparece —y sorprendentemente, es quien mejor ha aceptado el programa de asesorías, es un maestro increíble, ¿lo imaginas?

Se ríe levemente, contagiándome el gesto.

—Kiara dice que es sin duda el mejor maestro que puede tener, son un equipo increíble.

—¿Kiara? —Aria parece leer algo en mi expresión porque su sonrisa titubea.

—Es la becaria asignada para trabajar con Johnson, es encantadora —dice recuperando la sonrisa —si estuvieras aquí, también te hubiésemos asignado a uno.

Sonrío.

Mis acciones en las empresas Beckham aún permanecían, a pesar de que no estaba físicamente para trabajar en las oficinas. Teníamos reuniones periódicas con los demás socios pero eso era todo, gracias al cielo en ninguna de ellas había coincidido con John, no sé si soy lo suficientemente fuerte como para coincidir en el mismo espacio que él, aunque fuese uno virtual.

Escucho la tierna voz de Camille llamando a su madre, lo cual es indicio de que es momento de cortar la llamada.

—Tengo que irme —dice con una sonrisa de disculpa —llámame si necesitas algo, cualquier cosa, ¿de acuerdo?

—Lo haré, chao. Te quiero.

—Y yo a ti —lanza un beso a través de la pantalla y hace un ademán de adiós.

La llamada se corta un par de segundos después. Cierro la computadora al mismo tiempo que el sonido de la puerta principal me indica que alguien ha llegado.

—¡Mamá! —Thiago aparece corriendo —adivina que me compró el tío Francis.

—¿Qué cosa ha sido?

—¡Dinosaurios!

Sonrío cuando me enseña la caja llena de todas las especies de dinosaurios que pueden existir.

—Un juguete más y acabará sin entrar en su habitación —reprendo a Francis.

Mi amigo me lanza una sonrisa de disculpa.

—Tómalo como regalo de cumpleaños adelantado —objeta.

Resoplo. Thiago se olvida de nosotros y corre hacia su habitación, cuando nos quedamos solos, Francis me observa de la manera en la que me deja saber que tiene un interrogatorio preparado.

—¿Qué pasa ahora?

—Nada, solo me pregunto si ya has tomado tu decisión.

Un suspiro cansado brota de mis labios. Cuando nos mudamos, le prometí a Francis que sería temporal, no quería estar huyendo de casa cada que las cosas se ponían difíciles, pero tengo que admitir que estar en Washington, con todo lo que ocurrió, era algo que no podía tolerar fácilmente.

Francis aceptó venir, pero su propio trabajo comenzaba a requerirlo de vuelta, y se negaba a dejarme sola.

—No —digo la verdad —tal vez me quede unos meses más.

—Sabes que si huyes, no va cambiar lo que pasó.

—Lo sé.

—Mientras no lo enfrentes, siempre va a doler, Bea.

Cierro los ojos.

—Tienes un asunto pendiente, yo puedo volver a Washington y hacer como que no me importa, pero lo hace, Bea. Porque sé lo mucho que significa para ti, y odio la manera en la que te mientes para convencerte de que has dejado de querer a Johnson.

—Johnson no es el tema aquí.

Francis se ríe sin querer hacerlo.

—Claro que es el tema, y lo será hasta que te admitas a ti misma, que a pesar de lo que hizo, él no es culpable.

No soy capaz de responder.

—El día que lo entiendas, entonces tal vez puedas volver a ser tú.

No se molesta en esperar una respuesta, simplemente se marcha, dejándome con el conocido dolor en el pecho, como única compañía.

(...)

Una semana después el cumpleaños de Thiago se celebra, Aria no pudo venir debido a una inesperada enfermedad de Camille, así que tuvimos una extensa videollamada en donde los niños pudieron hablar tanto como quisieron.

Opté por hacer un pequeño festejo en el jardín de la casa que ocupamos, las decoraciones de dinosaurios llenan por completo el lugar, la música infantil ambienta el espacio y conforme los invitados llegan, Thiago parece cada vez más encantado.

Pasamos las siguientes horas entre juegos, comidas, y dulces. Ver a mi hijo feliz es una de las cosas por las que siempre lo daré todo. Esta no es la excepción.

Francis evidentemente le da un nuevo regalo a Thiago, y yo espero hasta que los invitados se han ido, y mi pequeño ya se ha bañado y colocado la pijama favorita para revelar mi obsequio.

—Creí que lo habías olvidado, mami —sonrío mientras coloco la caja dorada sobre las sábanas.

—¿Cómo olvidaría tu obsequio? Eso jamás.

Le hago una seña y Thiago se apresura a romper el papel, un grito emocionado brota de sus labios cuando reconoce la figura dentro.

—¡Un T-Rex! —exclama.

La satisfacción me llena el pecho mientras el juguete comienza a moverse y a hacer los sonidos por los cuales Thiago rogó durante días tener el juguete, saco el celular y él posa con una sonrisa emocionada que me llena el pecho.

—Gracias mami —dice lanzándose hacia mí —¿puedo pedir algo más?

Arqueo la ceja.

—Me parece que tu lista de deseos solo incluía una cosa.

Thiago mira el dinosaurio, y luego a mí.

—¿Qué ocurre, cielo?

—Quiero hablar con John.

La mención del nombre me toma tan de sorpresa, que por un segundo, me quedo en blanco. Thiago me mira casi suplicante, ¿quería hablar con Johnson?

Han pasado poco más de seis meses, Thiago apenas cumple seis años así que no debería de extrañar tanto a un hombre con el que apenas compartió un escaso tiempo, pero lo hace.

Y yo no tengo corazón para negarme ante su petición.

—Es tarde —mi voz brota inestable —tal vez ya se ha dormido.

—¿Podemos intentarlo? ¿Porfi?

Parpadeo intentando alejar las lágrimas porque carajo, no hay nada más doloroso que escuchar a tu hijo queriendo llamar a un hombre que tú intentas olvidar.

—Por favor, mami.

Eso es suficiente para romper mi fuerza de voluntad. Me aclaro la garganta mientras me incorporo de la cama en silencio y tomo un par de inhalaciones intentando tener la valentía suficiente para tomar el celular y llamar a Johnson.

No sé con exactitud como consigo hacerlo, pero el latir desbocado de mi corazón es un síntoma claro de que puedo colapsar en cualquier segundo.

El timbre suena, una, dos, tres veces. La mirada ilusionada de Thiago me estruja el corazón, los segundos pasan y no parece que él vaya a responder. ¿Por qué lo haría?

Comienzo a creer que tal vez debí de haber enviado un mensaje, preguntarle si podía llamarlo, informarle el motivo. Tal vez llamarlo no ha sido la mejor opción, tal vez...

—¿Bea?

Su voz al otro lado de la línea causa un revuelo en mi interior, mi pecho se contrae con fuerza, el simple sonido de su voz pronunciado mi nombre me desestabiliza tanto, que tengo que obligarme a recordar el motivo por el cual lo he llamado.

—Hola —mi voz brota sorprendentemente estable —lamento llamar a esta hora, pero...

—Está bien —dice y reconozco el tono serio de su voz, tenso, casi...distante —¿estás bien? ¿Necesitas algo?

—Thiago quiere hablar contigo —aprieto los párpados —hoy es su cumpleaños, y quiere...quiere hablar contigo.

Hay un silencio en la línea, Thiago sigue mirándome, esperanzado en tomar el teléfono. Los segundos transcurren y creo que no va a darme una respuesta porque el tiempo parece eterno.

—Claro —dice de pronto —¿estoy en altavoz?

Aparto el celular de mi oreja, y se lo tiendo a Thiago.

—¡John! —dice con entusiasmo —¿mamá te ha dicho? ¡Cumplí seis!

—Eso me dijeron —la voz de John parece más animada ahora —Felicidades, amigo. ¿Te divertiste mucho hoy? Espero que no hayas hecho demasiadas travesuras. 

—Si, mamá hizo una fiesta, ¿por qué no viniste?

Me tallo los ojos eliminando las lágrimas.

—Me temo que el trabajo es mi enemigo y no me dejó tomar un vuelo —Johnson responde con tanta naturalidad —pero, ¿qué dices si te envió un obsequio? Pide lo que quieras.

Thiago parece pensárselo, tomo esos segundos en los cuales permanece en silencio para intentar recomponerme, para armarme de nuevo con las barreras que he tenido desde que salimos de Washington.

—No creo que puedas —dice luciendo menos entusiasmado.

—Ponme a prueba.

Thiago me mira.

—Quiero que vuelvas a estar con mamá, John. Así podremos jugar de nuevo, y volver a casa. Echo de menos estar en casa. 

Las lágrimas es este punto son incontenibles, estoy a punto de quitarle el celular, cuando la voz de Johnson se escucha de nuevo.

—No puedo darte eso, pequeño. Al menos, no de la forma que deseas. Pero siempre estaré aquí, ¿de acuerdo? Siempre. Puedes llamarme cuando desees, y seguro nos vemos cuando visites a Camille.

—¿No vas a olvidarte de mí aunque estemos lejos?

—Nunca —un sollozo brota de mis labios y Thiago me mira.

—John, mamá está llorando —me río levemente, me limpio las lágrimas y extiendo la mano, pidiéndole el teléfono. —Mamá quiere el teléfono, puedo llamarte mañana, ¿verdad?

—Claro que si —John responde con suavidad —ahora dale el teléfono a tu madre.

Él lo hace, me incorporo y tapo la bocina inclinándome hacia Thiago.

—Vuelvo en un segundo, ¿de acuerdo?

Asiente, salgo de su habitación, tomo un par de inhalaciones obligándome a recuperar el control antes de colocar el teléfono contra mi oreja.

—Gracias por tomar la llamada.

—No hay de qué, la tomaré siempre que lo desees.

Fijo mí atención en el exterior, mirando la noche adueñarse de todo el entorno, la oscuridad apoderándose por completo de mi alrededor.

—Lo siento —dice un par de segundos después —lamento si dije algo fuera de lugar, yo no...

—No —aprieto los párpados —está bien.

—Bea...

—Tengo que colgar.

—Claro que si —puedo escuchar la decepción en su voz —claro que tienes que colgar.

No soy capaz de formar ninguna frase debido al sollozo retenido en medio de mi garganta.

—Supongo entonces que debería decir adiós. Me alegra haberte escuchado de nuevo, Sol —dice y todo en mi arde de nuevo. Su tono es casi decepcionado, muerdo el interior de mi mejilla haciendo todo lo posible por retener el llanto —tu silencio parece ser siempre la respuesta.

La amargura lo llena ahora.

—Adiós, sol.

Aún con la voz rota por el llanto, me las arreglo para decir:

—Adiós, Johnson.

Tal vez esta es nuestra despedida final, la despedida que debimos haber tenido hace seis meses. Pero se siente jodidamente mal, se siente como si estuviese renunciado a una parte vital de mí.

Pero no hay nada que hacer. Él lo dijo, estábamos condenados a terminar así.

Con el corazón un poco más roto que antes, bajo el celular y sin prolongarlo más...cuelgo.

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