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2.- Un confuso acuerdo


Jonhson.

Presente.

Dicen que a cada acción, corresponde una reacción.

Era un dicho que mi padre solía repetir con frecuencia para advertirnos que no hiciéramos cosas estúpidas que pudieran traer graves consecuencias. Pero tengo que admitir que nunca le puse especial atención, así que, como era de esperarse, hice muchas cosas estúpidas que trajeron más de una consecuencia.

Una de ellas, fue asesinarlo.

¿Qué consecuencia me trajo eso?

Sumirme en un estado de oscuridad del cual no he podido salir.

Dicen que la primera vez es la más complicada, pero para mí, esa última bala que disparé fue mi condena, una condena de la cual solo yo sé, una que tengo que cargar sobre mis hombros en secreto, cuidando de que nadie pueda darse cuenta de que la tengo como una maldita sombra.

Desde ese día me he obligado a sonreír, a seguir con mi vida como si mi pasado se hubiese extinguido, y me he esforzado tanto por convencer a todos, y tal vez es por eso que nadie se puede dar cuenta de que la sonrisa en mi cara, poco a poco pierde su sentido de realidad.

—Dime porque he aceptado esto —murmuro acomodándome la mochila de ropa en el hombro mientras ingreso a casa de mi hermano.

—Porque eres un buen hermano y quieres apoyarnos —dice con una inocencia no propia de él. —¿O es que debo mencionar tus tres semanas de descanso alejado del trabajo?

Aria mi cuñada me sonríe con amabilidad.

—Gracias de nuevo por esto, John —resoplo cuando la miro.

—Sin agradecimientos, que planeo cobrarme bien este favor, ¿eh? No cualquier tío accede a cuidar de su sobrina mientras sus padres se van viaje por África.

Ambos comparten una mirada y ríen. Por un segundo, me olvido de mis mierdas para admirar el estado de enamoramiento en el que parecen haber entrado.

Kyle es mi hermano menor por cinco años, y casado con la mujer de la que lleva casi una década enamorado, y en dos semanas será su cuarto aniversario por lo cual han planeado un gran viaje en el cual su pequeña hija, Camille, no está contemplada.

Y es aquí cuando mi fantástico papel como tío comienza, cuidar de Camille durante las siguientes tres semanas mientras mi hermano y su esposa disfrutan de otro continente.

Ella ríe levemente.

—No tengo dudas de eso. Todo lo que necesitas saber está en una lista pegada en la nevera, y si algo ocurre, por favor, no dudes en llamarnos, no importa la hora.

Aria lanza una mirada a las escaleras.

—Creo que no tengo que decirte que Camille es lo más preciado que tengo en este mundo y si algo llega a pasarle...—me señala y me muerdo el labio para no sonreír.

Me acerco hasta mi cuñada, coloco las manos sobre sus hombros e inclino el cuerpo hacia ella.

—Ve y disfruta de tu viaje de aniversario, cuidaré bien de Cami, lo juro por mi vida —le dedico la mejor de mis sonrisas —ahora es mejor que te vayas porque si sigues poniéndome los nervios de punta, me iré por donde vine.

Ella resopla pero se aparta, escucho la risa de mi hermano mientras los guardias entran para llevarse todas las maletas consigo. Aria se acerca de nuevo para darme un corto abrazo, cuando se aparta, toma un suspiro antes de soltarme el resto de indicaciones.

—Ceci está de vacaciones así que ni se te ocurra molestarla —advierte.

—Aria, en serio, deben irse antes de que me arrepienta de ser un buen hermano —apresuro casi empujándola hacia la puerta —estará bien, ¿por qué no confías en mí?

—Claro que confiamos en ti —interviene mi hermano con una sonrisa —ahora nos vamos, en serio.

Retengo la sonrisa mientras los miro caminar hacia la puerta.

—Espero que me traigan un buen recuerdo, ¿eh?

Escucho su risa mientras salen por la puerta. Cuando se han marchado, mi sonrisa decae levemente. Tomo una inhalación y cojo la mochila que he dejado al entrar, para poder subir hasta el sitio en donde mi sobrina se encuentra.

La descubro durmiendo como un ángel, me aseguro que todo esté en orden antes de darle una última mirada. Siempre he envidiado la serenidad de los niños, como pueden dormir ajenos a todo lo malo del mundo, sin ser conscientes de las atrocidades que las personas que los toman en brazos y fingen voces dulces pueden cometer.

—Supongo que seremos tú y yo durante los siguientes días —acaricio su cabello —estaremos bien.

Y no sé si estoy tratando de convencerme a mí mismo, o es simplemente una promesa al aire que me he acostumbrado a repetir.

Aun cuando en el fondo, no tengo ni puta idea de si será verdad o no.

Porque un día estamos bien, y al siguiente... al siguiente sostienes un arma contra un hombre, arrebatándole la vida a un alma para que otra pueda nacer.

(...)

Hay una pesadilla que llevo teniendo desde el momento en donde mi vida cambió, una que aun cuando he despertado, se sigue sintiendo tan real.

Esta vez no es diferente.

Esa en donde no llego a tiempo, en donde no consigo salvar a mi familia, esa que termina con los cuerpos inertes de las personas que amo.

Me despierto con el corazón latiendo con fuerza contra mi pecho, soy capaz de sentir como se contrae dentro de mi caja torácica, mi pecho sube y baja con rapidez mientras siento el sudor cubrirme el rostro.

—Maldición —la palabra brota de mis labios mientras trato que mi respiración se regularice.

—¿Tío John? —me incorporo con rapidez, observo la pequeña silueta de Camille apoyada en el umbrala —¿Dónde están mis papás?

Salgo de la cama intentando apartar los sentimientos de mi pecho, y me apresuro a ir hacia ella.

—Hola, bonita —sonrío tomándola en brazos, Cami suelta un bostezo mientras salgo al pasillo para volver a su habitación —¿por qué has despertado?

—Tuve una pesadilla —dice escondiendo su rostro en mi cuello —¿Dónde están mis papis?

—Ellos salieron, ¿lo olvidas?

—Ah —dice soltando un bostezo —papá no quiso llevarme a ver elefantes.

Retengo la risa mientras empujo la puerta de su habitación.

—A mi tampoco quiso llevarme —bromeo —venga, hay que volver a la cama.

La dejo de nuevo sobre el colchón, me coloco a su lado y le acaricio el cabello.

Camille se apoya contra mi pecho, a sus cinco años recién cumplidos, es una niña bastante independiente e inteligente. Aria solía decir que sería el dolor de cabeza de Kyle conforme creciera, y siendo sincero, me moría por ver eso.

—¿Vas a quedarte conmigo hasta que me duerma? —inquiere.

—Así es, me quedaré justo ahí —prometo.

Ella parece satisfecha por lo que se acomoda contra mi cuerpo, sonrío levemente colocando mi brazo debajo de mi cabeza como almohada, y sosteniéndola con el otro. Me quedo ahí, mirando al techo en medio de la oscuridad, simplemente con la tenue lamparita de hada.

Los minutos pasan y percibo que Camille se ha dormido, su respiración suave y lenta es un claro indicio de eso, pero no me levanto, sino que me quedo ahí con ella entre mis brazos, y aprovechando ese momento para dar calma a mi propio cuerpo.

Las pesadillas son parte de mi rutina, me he acostumbrado a ellas, o al menos, eso me digo a mí mismo cada que despierto en medio de la noche para no sentirme agobiado al punto del desespero.

Supongo que no debería de estar pensando estas cosas mientras sostengo a mi pequeña sobrina en brazos, pero es curioso como la mente tiene la capacidad de llevarte a los sitios más oscuros en los momentos menos indicados.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero estoy seguro de que ha sido suficiente, así que la acomodo con suavidad, cuidando que no se despierte, y la miro con una leve sonrisa. Permanezco un par de minutos más ahí aguardando para asegurarme de que no despertará, y cuando no hay riesgo, salgo de la habitación.

La casa de Kyle es considerablemente más grande que la mía, así que la soledad se siente más abrumadora. No voy de regreso a la habitación, sino que bajo los escalones hasta la cocina. El sueño se ha ido de mi sistema, así que acostumbrado a la rutina, me sirvo un paso de agua y trato de no pensar demasiado en las cosas oscuras que me llenan la mente.

—¿Todo bien, señor? —volteo al escuchar la voz de uno de los guardias.

—Si —me aclaro la garganta —solo falta de sueño.

El guardia asiente.

—Si necesita cualquier cosa, estamos a sus órdenes —le doy un corto asentimiento, y permanezco mirándolo hasta que se marcha.

Cuando me quedo solo de nuevo, cierro los ojos apretando los párpados y tratando inútilmente de traer el control de nuevo a mi sistema. ¿Qué carajos ocurre conmigo? Es cierto que he vivido seis años en la oscuridad, pero ni siquiera en ese tiempo, me sentí tan atormentado como ahora.

Y sé que no debo sentirme de ese modo.

Pero hay cosas que no podemos evitar.

Termino subiendo de nuevo hasta la habitación de Camille, tomo una inhalación mientras empujo la puerta y siento la calidez del cuarto, sonrío levemente acercándome a su cama y dedicándole una mirada.

—Realmente te envidio, ¿eh? —susurro —tan pequeña, sin nada que te perturbe.

Le acaricio el rostro y luego me aparto, ¿Cómo puede alguien hacer tanto daño y con las mismas manos tocar a una pequeña niña? La amargura vuelve pero la aparto, después de todo, hay cosas que tenemos que hacer para sobrevivir.

Hice lo que debía, no debo de arrepentirme por eso.

Me acomodo en el sofá que está cerca de la cama, acomodo las almohadas y me quedo ahí, simplemente rodeado de la oscuridad, con la mirada fija en las tenues luces de la habitación hasta que inevitablemente el sueño me vence, y termino rindiéndome ante él.

Me despiertan un par de toques en mi hombro, abro los ojos casi sobresaltado encontrándome a Cami de pie frente a mí. Me tallo los ojos mientras me incorporo y siento la punzada de dolor en mi espalda.

—¿Tus padres acaso no pudieron encontrar un sillón más cómodo? —inquiero—¿Cómo es que despiertan tan temprano?

—¿Siempre duermes hasta tarde? Papá dice que eso es de flojos —arruga la nariz y yo retengo la risa.

—Tu papá también es un flojo aunque no quiera admitirlo —bostezo y me incorporo por completo —¿tienes hambre?

Ella asiente.

—Bien, entonces tenemos que cambiarte ese pijama.

Camille es la encargada de escoger su ropa, la miro con una sonrisa curveando mis labios, es tan independiente como su padre lo era a su edad. Cuando está lista, le recojo el cabello en una coleta y bajamos a la cocina.

Me mantengo ocupado preparando la comida, haciendo mi necesario café y repitiéndole a Camille que no puede hacer experimentos con los huevos, ¿Quién le ha metido semejante idea? Termino haciendo panqués con miel, y le sirvo un par junto con su jugo.

Ella me habla sobre la nueva caricatura que está viendo, y haciendo planes sobre si iremos o no al parque. Decisiones complicadas para una niña de cinco años.

Cuando terminamos, levanto los platos y antes de que pueda hacer algo más, el timbre suena.

—Parece que tenemos visitas —sonrío hacia ella —aguarda un segundo, bonita. Y no hagas nada por lo que tu padre quiera asesinarme, ¿quieres?

Ella se queda en su asiento y yo voy hacia la puerta. El timbre vuelve a sonar así que me apresuro y en cuanto la abro, me detengo un segundo para observa a la mujer que está frente a mí, con su pequeño hijo tomado de la mano y un par de bolsas de ropa. Por unos instantes mi mente queda en blanco mirando a la mujer que me observa con impaciencia.

Y quisiera decir que con eso me refiero a que hemos terminado casi cogiendo en algún rincón, pero no habría nada de verdad en eso. Nuestro primer encuentro viene a mi memoria como una especie de flashazo que no puedo reprimir, un encuentro que ciertamente desearía evitar. La primera vez que la vi, ella estaba en una cama de hospital, y yo iba detrás del hombre que me condenó a la oscuridad que llevo encima.

Así que...no. Ella no debería estar aquí.

—¿Bea?

Arquea la ceja, una sonrisa irónica se filtra en sus labios.

—¿Quién más sino? —cuestiona —¿vas a dejarme pasar o no?

Me aparto casi de inmediato, ella ingresa y da un rápido vistazo a la sala.

—¿Dónde está Camille? —como si fuese invocada, mi sobrina sale de la cocina en ese momento.

—¡Tía Bea! —Observo como corre en dirección a nosotros y Bea sonríe con sinceridad mientras se inclina para abrazarla.

—Hola amorcito, ¿me echaste de menos?

—¡Si! —exclama Cami abrazándola con entusiasmo, luego repara en el niño que viene con su madre y vuelve a chillar —¡Thiago! ¡Ven, tengo que mostrarte mis nuevos juguetes!

No le da tiempo de responder porque lo toma de la mano y lo arrastra a las escaleras, cuando los niños se han marchado, giro hacia ella.

—¿Qué haces aquí? —inquiero mirando las bolsas de ropa que trae consigo —Aria y Kyle...

—Si, viaje de aniversario—dice como si eso no importara —lo sé, por eso estoy aquí.

—¿Por eso...? ¿Qué...?

—Aria me llamó para cuidar de Camille —dice en un suspiro —supongo que ya que estoy aquí puedes irte y...

—No —la interrumpo —Kyle me llamó para cuidar de Camille —le aclaro y ella arquea la ceja.

—No fue lo que entendí —dice dejando las bolsas de ropa a un lado. Avanza hasta la cocina y se detiene mirando el pequeño desastre que hemos dejado mientras preparaba los panqués.

Bea Collins y yo tenemos una...extraña convivencia. Desde el momento en el que la conocí, supe que llegar a algo más con ella sería imposible. Y lo cierto es que no soy un hombre de compromisos.

Me gusta la diversión, y la libertad. Además, un hombre tan manchado por su pasado nunca podría considerar compartir su vida con alguien más. He visto de primera mano todo lo que ocurre cuando decides bajar las defensas ante alguien, te hace vulnerable, te hace más propenso a terminar lastimado.

Lo veo con mi hermano, la manera relajada en la que vive, como siempre tiene esa estúpida sonrisa de hombre enamorado, él tuvo suerte de encontrar a una mujer como Aria. Una mujer que está tan dispuesta a sacrificarse como él.

Pero eso no es algo que quiera para mí. No soportaría cargar en mi consciencia el dolor de alguien más.

—Creo que hay un gran malentendido aquí —murmuro con confusión —porque Kyle dijo expresamente que yo sería quien la cuidara.

—Escucha, no importa lo que Kyle haya dicho, ahora estoy aquí y me haré cargo, seguramente tienes cosas más importantes que hacer —finge una sonrisa —no te necesitamos por aquí, estoy segura...

—No —me niego cruzándome de brazos —y creo que puedo opinar lo mismo, no te necesitamos, estamos bien.

Quiero acercarme pero Bea eleva la mano debiéndome.

—Dios, tal vez el confundido eres tú, ¿por qué Aria me llamaría si no me necesitara? —inquiere —esto...

Ella parece entender algo porque se calla, eleva las cejas y una maldición brota de sus labios.

—No hay forma de que tu y yo la cuidemos juntos —dice negando con la cabeza.

—¿Cuidemos juntos? ¿Qué...?

Entonces yo también entiendo, pero para cuando lo hago, Bea ya está saliendo de la cocina murmurando algo sobre dejar de ser amiga de Aria.

—¿Qué ha pasado? —inquiero para mi mismo. No sé clase de planes hizo Kyle, pero lo averiguaría.

Marco el número de mi hermano y en cuanto contesta, no pierdo tiempo en preguntar:

—Idiota, ¿Qué carajos hiciste?

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