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18.- Locura


JOHNSON

El olor a humedad llega hasta mí apenas pongo un pie dentro de las viejas bodegas. Hay suciedad y polvo inundando al ambiente, y no me pasa desapercibida la mirada que las pocas personas que están aquí me lanzan.

Avanzo hacia el pasillo que me conducirá a la habitación que he visitado en numerosas ocasiones, pero en la cual no he estado desde hace cinco años.

Me prometí nunca volver a este sitio, pero aquí estoy.

Marcelo ya está esperándome cuando entro, está cómodamente sentado en uno de los sillones fumándose un cigarrillo. A un costado, una carpeta y una computadora junto con un celular.

—Johnson —sonríe soltando el humo del cigarro —tiempo sin verte.

—Marcelo —le dedico un asentimiento. Él toma la caja de cigarrillos y me extiende una —lo he dejado, gracias.

Se ríe levemente.

—Tengo que admitir que me sorprendió recibir tu llamada, fuiste claro cuando te marchaste hace años.

Es mi turno de sonreír aunque lo hago sin ganas.

—Parece que mis planes últimamente no están resultando como hubiese esperado —me acomodo en el asiento que queda frente a él —y por eso necesito de tu ayuda.

Marcelo apaga el cigarrillo, lo lanza despreocupadamente contra el piso y toma la carpeta que está a su costado. Le da un vistazo rápido antes de extendérmelo.

—Bruno Millers es una fichita —dice mientras toma la computadora —está inmerso en negocios ilegales, tiene muchísimo dinero e hijos no reconocidos por todo el mundo —una corta risa brota de él —Ron Collins no era el único, pero sí uno de los más influyentes así que no me sorprende que haya ido a por él.

—Entonces si es su padre.

—Por supuesto —hace un ademán con la mano para que abra la carpeta —estuvieron juntos múltiples veces, cuando Ron murió, se le perdió el rastro por varios meses hasta que reapareció de nuevo en Italia.

—¿Crees que sepa la verdad y su aparición es simplemente un truco?

Marcelo se encoje de hombros.

—No estoy seguro, no parece haber hecho nada extraño durante estos últimos años. Se dedicó a sus negocios, y fue hasta unas semanas que volvió a Washington. Antes de eso no había pisado el país desde la muerte de Ron.

Le doy un vistazo rápido a las hojas, hay información y fotografías, en muchas de ellas aparece Bruno, junto con un hombre más joven.

—Hay algo más —Marcelo gira la computadora hacia mí —si bien es cierto que Ron Collins es su hijo, no estoy convencido que su motivo de venganza sea solo por eso.

Me inclino hacia adelante mirando la información.

—Está detrás de Bea —mascullo.

—Bea fue quien recibió todo el poder al morir su esposo, Bruno ha estado intentando infiltrarse en varios negocios en Washington, tal vez quiere vengar a su hijo pero también quiere más poder. ¿Qué mejor forma que obtenerlo de una inocente viuda millonaria?

Una sonrisa ladeada tira de mis labios.

—Bea no es inocente, créeme.

—Nunca subestimes el poder de una mujer —dice con tranquilidad. Saca una memoria de USB de su bolsillo y lo miro conectarlo a la computadora. Al cabo de unos minutos lo retira y me lo entrega junto con el celular a su costado.

—¿Esto para qué?

—Tiene el número de todos los contactos que puedas llegar a necesitar, solo por si lo requieres.

Estoy muy tentado a rechazarlo, pero una parte de mí cree que realmente puedo llegar a necesitarlo así que me lo guardo en el bolsillo.

—¿Es todo?

—Todo lo que pude conseguir —se incorpora —espero que no me falles cuando el momento de devolverme el favor llegue.

—¿Alguna vez te fallé?

Marcelo sonríe.

—Ni una sola.

Me incorporo también, extiendo la mano hacia él y la toma casi de inmediato.

—Llámame si necesitas algo más, y no dejes que te asesinen, echarías todo mi arduo trabajo del pasado a la basura.

Sonrío.

—Adiós, Marcelo.

Abandono las bodegas de inmediato, cuando estoy en el auto me tomo el tiempo de mirar toda la información que hay en las carpetas, toda la información de las empresas de Bruno, la ubicación de su hogar, información de su familia, propiedades, sus contactos cercanos.

Toda la información que necesito está ahí.

Mi padre siempre solía decir que lo importante de la información no es cuanta posees, sino lo que haces con ella. Y antes de dar cualquier paso, tenía que asegurarme que no estaba cometiendo un error precipitado.

Porque en este punto, cometer un error me llevaría a la tumba.

(...)

Josh se mantiene concentrando mirando toda la información que le he entregado. Llevo un par de horas en su casa con la esperanza de que se le ocurra un muy buen plan para ayudarme a acabar con Bruno.

—Aquí no hay nada que sugiera que es quien está detrás de ti —dice con un suspiro —¿estás seguro?

—Hasta ahora es la única pista que tenemos.

—Sí, pero ir detrás de un hombre del cual no tenemos la seguridad que sea quien quiere asesinarte...

—Si es o no, inevitablemente se convertirá en uno apenas descubra que fui yo quien asesinó a Ron. Prefiero acabar con esto de una puta vez, estoy harto de tener que estar cuidándome las espaldas, se supone que había terminado con esto.

Me incorporo incapaz de permanecer un segundo más en el asiento, estoy frustrado de no poder hacer absolutamente nada. Es como si alguien me hubiese atado de manos sin darme la oportunidad siquiera para defenderme.

Y es tan malditamente frustrante.

—Si es él, entonces debemos actuar —dice Josh con determinación —es un hombre poderoso, casi al mismo grado que tú o Kyle pero acostumbrado a jugar sucio. Debes acabar con él pero sin colocarte en el punto de mira, podemos hacer que parezca algún ataque de algún enemigo, por lo que se ve, tiene muchos.

—No creo...

—Sé que quieres matarlo tu mismo pero piensa esto, si alguien se entera que asesinaste a Bruno Millers, tal vez no podamos protegerte, ni siquiera Kyle. La forma más rápida de acabar con él es sin que te coloques en el medio.

Me lo pienso por un segundo, Josh tiene razón, no necesito que más personas quieran vengar la muerte de un hijo de puta.

—Tiene que parecer un accidente.

—Así es —asiente —déjalo en mis manos, haré algunas llamadas y arreglaré todo. Y por favor no hagas nada estúpido mientras tanto.

—No puedo prometer nada.

Josh rueda los ojos pero una sonrisa cruza por sus labios.

—Nos vemos, Josh.

Salgo con toda la intención de poder por fin volver a casa, tengo un ligero dolor punzante en la cabeza que prefiero eliminar con un par de pastillas así que apenas me subo al auto, le indico al chofer que no haga otra parada y regresemos a mi hogar.

El silencio me recibe apenas abro la puerta, suelto un leve suspiro y me quito el saco. El agotamiento comienza a pesar en mi cuerpo así que me quito los zapatos con descuido y desabotono la camisa con rapidez.

Pido una pizza a domicilio desde el celular y cuando tengo la confirmación del restaurante, lo lanzo contra la cama.

Tomo una toalla limpia y avanzo hasta el baño, con suerte, podría dormir varias horas sin sufrir del insomnio, y poder pensar con mayor claridad las cosas mañana. Sé que todo sería más sencillo si llamara a Kyle, encontraríamos una manera juntos de resolver esto pero el solo hecho de pensar que puede involucrarse...

No me perdonaría que algo le ocurriera.

El agua se siente como la gloria cuando me meto debajo de la regadera, cierro los ojos disfrutando de la sensación, mis músculos parecen relajarse así que permanezco todo el tiempo que me es posible.

Son cerca de las siete y media cuando salgo de la ducha con la toalla enrollada en la cintura. Apenas estoy secándome el cabello cuando el timbre de la casa suena.

—Es la pizza más rápida que he pedido —mascullo tomando mi billetera y avanzando hasta la puerta.

Pero en cuanto la abro, no es el repartidor que se encuentra al otro lado, sino Bea.

—¡John! —bajo la vista hasta la voz que exclama mi nombre con entusiasmo, sonrío al mirar a Thiago.

—Hola, que sorpresa —sonrío —me aparto permitiéndoles el paso.

—Parece que te sacamos de la ducha, ¿no es cierto?

No me pasa desapercibida la mirada de Bea sobre mi cuerpo, como mantiene su atención en mi torso por varios segundos antes de centrarla en mis ojos.

—Recién salido, de hecho —confieso —¿vienen a visitarme?

—Mamá dijo que podíamos venir —Thiago me sigue mirando con una sonrisa entusiasta —no has ido a jugar.

—No he tenido oportunidad, pequeño, pero aprovechando que están aquí, tal vez podemos hacer algo divertido.

—¡Sí! —me rio ante el entusiasmo.

—¿No somos inoportunos? Entendería si tienes planes o...

—Mis únicos planes eran comer pizza, tomar un par de cervezas e ir a la cama, así que no me pierdo de nada.

El rostro de Bea se relaja.

Cuando estamos en la sala, y por mucho que me agraden las miradas de Bea, decido que debería vestirme.

—Vuelvo en un segundo, están en su casa.

Subo las escaleras casi corriendo, abro el armario y saco el primer conjunto de ropa que veo. La combinación es horrenda pero estoy ansioso por bajar otra vez así que no me molesto en cambiar la camisa azul y el pantalón de pijama.

Cuando vuelvo, Thiago se encuentra mirando la estantería y Bea a su lado parece explicarle algo. Mis pasos hacen que ambos volteen, mirándome.

—Bonito pijama —dice Bea con una sonrisa.

—Bueno, odio hacer esperar a mis invitados —bromeo.

Thiago se acerca diciendo que quiere ver de nuevo la sala de juegos que le enseñé la última vez así que vamos hasta ahí, parece que la ama muchísimo más de Camille, lo cual ya es decir bastante.

Mientras está entretenido con una especie de videojuego, me aproximo a Bea.

—¿Todo en orden?

—Si —dice mirándome —¿por qué?

—Bueno, no suelen visitarme solo porque sí.

—Thiago quería verte —dice —y yo también, sé que debí llamar pero...

—Está bien —mi sonrisa se amplia un poco más —me alegra que hayas venido.

Ella parece tener la intención de decir algo pero el timbre suena, le hago una señal para que aguarde y voy hacia la puerta, esta vez si es la pizza por lo que cuando vuelvo, es con comida.

Bea y yo no platicamos mucho mientras estamos en la sala de juego, nos concentramos en Thiago y en lo que él quiere hacer, pero en determinado punto, pide una película y a la mitad, sé queda dormido.

Son casi las diez de la noche cuando lo acomodo en la cama de mi habitación, y salimos junto con Bea. Al fin tenemos unos minutos de tranquilidad, así que vamos hasta la sala y le pido que aguarde antes de ir a la cocina y tomar un par de cervezas.

—No podemos beber con niños delante —digo cuando vuelvo y le entrego una.

—Thiago es agotador —dice con una sonrisa —parece que nunca se le agota la energía.

—Camille es igual, Kyle dice constantemente que no sabe cómo un pequeño cuerpo puede tolerar tanta energía —me rio levemente —Thiago es un niño encantador.

—El otro día, cuando le dije que estábamos pasando tiempo juntos, él preguntó si somos como Aria y Kyle.

Lo dice con tranquilidad pero puedo ver un dejo de preocupación en sus ojos. Dejo la cerveza sobre la mesa y me giro hacia ella.

—Y yo sé que nunca acordamos que esto sería formal, y apenas tenemos un par de meses pero...

Sacude la cabeza, fija la atención en la botella entre sus manos y permanece en silencio por varios segundos antes de elevar la mirada.

—Pero me gustaría saber que responder cuando él pregunta ese tipo de cosas —admite —es pequeño pero inteligente, y odiaría hacerle daño, Johnson. Le agradas, le gusta pasar tiempo contigo y no quiero equivocarme con esto.

—¿Equivocarte con esto?

—No quiero que luego un día decidas que no quieres continuar —su mirada preocupada causa una revolución en mi pecho —porque yo deseo seguir, tanto como sea posible pero Thiago siempre va a ser mi prioridad, y no me perdonaría nunca hacer algo que pudiera lastimarlo.

Extiendo la mano hasta tomar la suya, ella mira nuestro agarre por varios segundos antes de elevar la mirada y encontrarse con mis ojos.

—Es cierto que nunca planee que esto sucediera, pero...no planeo detenerme.

—John...

—Y yo sé lo que eso implica, sé que tengo que ser responsable con Thiago, y cuidarlo, y mentiría si dijera que no creo que eso es un gran compromiso...pero estoy dispuesto a aceptarlo. De verdad.

—Pero esto es demasiado rápido y yo no...—toma una inhalación —me asusta lo rápido que esto va, John.

—Bien, entonces vayamos a tu ritmo. Solo quiero que sepas, que estés segura que no voy a fallarte, en serio, no voy a decidir de pronto un día que ya no quiero continuar con esto.

Soy consciente como su mirada parece aliviarse, como la tensión en ella se va. Bea se inclina hacia mi cuerpo, sus labios atrapan los míos en segundos, sus manos se pierden enrollándose en mi cuello y no sé si es por inercia, pero se coloca casi sobre mí.

La tomo de la cintura, apegándola a mi cuerpo. No rompemos el beso mientras tiro un poco más de ella, logrando que se acomode sobre mis piernas. Su cabello está recogido en una trenza así que mi mano puede sujetar la parte posterior de su cuello con facilidad.

Es un secreto a voces que siempre he deseado a Bea, así que estar con ella así en estos momentos me arrebata todo el autocontrol que puedo poseer. Mis labios abandonan su boca para viajar por su mandíbula, dejando un camino de besos hasta su cuello, ella echa la cabeza hacia atrás, soltando un suspiro entrecortado.

Y cuando se mueve, no sé si por inercia o no, cuando roza contra mi miembro suelto una palabrota.

—Be...

Se aparta, la mirada llena de deseo entre sus ojos me enciende más de lo que de debería.

—Normalmente tengo un autocontrol bastante fuerte pero joder, si seguimos así...

Ella suelta una leve risa.

—¿No quieres?

—Claro que quiero pero no deseo que pienses que...

—No —muerde su labio inferior.

Esa corta palabra es todo lo que necesito para echar por la borda todo el poco autocontrol que tengo, mis brazos la sujetan mientras me impulso hacia adelante, ella ahoga un grito cuando me pongo de pie.

—Tu hombro...

—Mi hombro está bien —le aseguro.

Avanzo hasta las escaleras, ella se ríe mientras subo los escalones y la conduzco hasta la habitación de invitados.

Bea vuelve a besarme cuando llego a la habitación, sus labios apoderándose de los míos con salvajismo, casi con necesidad. Caemos sobre el colchón, mi cuerpo sobre el de ella, mis manos se pierden por debajo de su blusa, sintiendo la suavidad de su piel.

—¿Por qué no hemos hecho esto antes? —dice jadeando cuando mi mano llega a sus pechos.

—Porque me habrías dado una patada entre las piernas —bromeo causando una carcajada en ella.

La callo con un beso, nuestras bocas parecen querer explorarse más y más pero mi cuerpo parece querer aún más, mis manos se aferran a los bordes de su blusa y tiro de ella, el bonito sostén negro que porta hace que mi miembro se ponga muchísimo más duro, me inclino de nuevo sobre su cuerpo, mis labios besando su cuello mientras una de mis manos viaja hasta su entrepierna.

Bea suelta un jadeo cuando uno de mis dedos acaricia su entrada, siento la humedad entre sus piernas y casi sonrío con satisfacción. Bea no pierde tiempo, toma la camiseta y tira de ella para quitarla, somos bastante rápidos eliminando la ropa pero cuando quedo en calzoncillos, recuerdo que en la habitación de invitados no hay condones.

—Joder, aguarda un segundo.

—¿Qué?

—No hay condones aquí —digo y salgo de la habitación con prisa.

Ruego por no hacer demasiado ruido y despertar a Thiago, pero consigo llegar hasta los cajones con éxito, rebusco en el interior y casi quiero gritar cuando encuentro un condón. Salgo con el mismo sigilo, para cuando vuelvo, Bea se encuentra en la cama con una sonrisa.

—Eres rápido.

—No quería perder el tiempo —aseguro.

No tengo que preguntar en que parte nos quedamos, ella tira de mi cuerpo, me acomodo entre sus piernas mientras mi boca se funde de nuevo en la suya, mis manos viajan hasta la parte trasera de su espalda y consigo desabrochar el sostén.

Bea se deshace de él y en el segundo en el que la tengo desnuda frente a mí...joder. Es sin duda una de las visiones más preciosas que he tenido en mi vida.

—Eres preciosa —susurro antes de inclinarme hacia su cuerpo, un gemido brota de sus labios cuando mi boca atrapa uno de sus pezones, su espalda se arquea cuando con una de mis manos, acaricio su entrada.

Mis dientes mordisquean el pezón estimulándolo y el gemido que brota de sus labios cuando uno de mis dedos se introduce en ella es jodidamente satisfactorio.

—John...—mi nombre brota de sus labios como un sonido glorioso —Así...

Jadea, entiendo que he encontrado el ritmo adecuado así que continúo, chupando, mordiendo y metiendo y sacando el dedo de su entrada hasta que su cuerpo se contrae y sé que su primer orgasmo está llegando.

No detengo mi tarde, cambio de pecho y un nuevo gemido brota de sus labios, Bea arquea la espalda y se aferra a las sábanas, un gemido particularmente fuerte brota de ella mientras la liberación llega.

—Eso fue...—no termina la frase, está agitada y con los ojos llenos de deseo —fue sensacional.

—Y apenas comienza, Be —sonrío quitándome la ropa interior, los ojos de Bea se posan en mi miembro y en cuanto su mano se estira para acariciarme, aprieto los ojos y creo que puedo correrme justo ahora.

—Me encanta que hagas eso Be, pero necesito follarte, en serio —ella se ríe mientras me inclino sobre su cuerpo —y no quiero correrme aún.

Ella no debate, se echa para atrás abriendo las piernas, me coloco el condón con rapidez y no pierdo el tiempo para acomodarme entre ellas. La noto brevemente tensa, así que me fijo en sus ojos.

—Be, ¿todo bien?

—Si —dice —no me hagas esperar.

Me acomodo contra ella, mis labios a escasos centímetros de los de ella.

—Si quieres que paremos, solo dilo.

—No —me besa enrollando las manos en mi cuello —quiero que me folles John, en serio.

Sonrío, me acomodo en su entrada y entonces empujo, Bea jadea, yo suelto una maldición.

Siento su estrecha entrada recibirme, aprieto los ojos y suelto una palabrota tratando de no ser un crío y correrme justo ahora, pero mi autocontrol parece haber desaparecido por completo. Mis caderas se mueven, Bea gime mientras siento sus uñas clavarse en mi espalda, empujo de nuevo consiguiendo más profundidad y elevando el sonido de sus gemidos.

Mi boca se apodera de la suya acallando los sonidos porque, aunque me encanta escucharla, Thiago duerme cerca y no quiero que el sonido de su madre teniendo sexo conmigo lo despierte.

En segundos encuentro el ritmo adecuando, Bea arquea la espalda, mueve las caderas siguiendo el ritmo y eso solo consigue darme más profundidad en ella.

El sexo siempre fue fantástico para mí, pero maldición, coger con Bea se siente como una puta maravilla. Creo que puedo volverme adicto a ella.

—Joder, Be —entrar en ella se siente como tocar el cielo, echo la cabeza hacia atrás sintiendo el placer abarcarme por completo, llenarme hasta el último rincón.

Me muevo contra ella cada vez más fuerte, con más necesidad de sentirla. Bea se aferra a las sábanas y tiene el rostro contraído de placer. No sé con exactitud cuanto tiempo permanecemos del mismo modo pero cada minuto se siente mejor que el anterior.

Ella se tensa bajo mi cuerpo, un gemido fuerte sale de sus labios que no me molesto en callar, su espalda se arquea y soy consciente de como se aferra a las sábanas, clavando las uñas en el colchón.

La imagen que tengo de ella es tan jodidamente caliente que creo que alcanzo mi límite, empujo con más fuerza, introduciéndome en su interior tanto como puedo antes de sentir mi propia liberación.

Estamos sudorosos y con la respiración agitada cuando ambos acabamos. Bea no habla mientras salgo de ella y me deshago del condón.

Cuando vuelvo a recostarme a su lado, no sé con exactitud que esperar. Parece como si hubiésemos cruzado un límite que no tiene retorno.

Pero Bea manda a callar todo cuando se acerca, no dudo en abrir los brazos, nuestros cuerpos desnudos se rozan, ella recuesta la cabeza sobre mi pecho y traza una caricia en la zona.

—¿Esto cambia algo entre nosotros? —susurra.

—Solo cambia si tu lo quieres —respondo acariciándole el cabello —pídeme cualquier cosa que desees sol, y te lo daré.

Eleva la cabeza brevemente.

—¿Sol?

Sonrío de lado.

—¿Los apodos cariñosos no están permitidos? —cuestiono con inocencia.

Ella ríe levemente.

—No creí que fueses esa clase de hombre, pero me gustas más así.

Vuelve a recostarse.

—Quiero dejar de preguntarme si es correcto o no, quiero poder decir que estamos juntos. ¿Podemos hacer eso?

Estamos juntos.

Las dos palabras consiguen crear sentimientos en mi interior que sé bien no debería experimentar, pero que en este punto, sé que es imposible apaciguar.

—Claro que sí, Sol. Podemos haber absolutamente todo lo que quieras.

Su respiración se tranquiliza, poco a poco los minutos pasan y ella se queda dormida contra mi pecho, los demonios entonces intentan atacar pero los aparto, porque por esta noche, al menos solo por las horas siguientes...

Quisiera sentirme como un hombre normal.

Sin pasado, sin demonios.

Simplemente un hombre que acaba de hacer el amor con la mujer que comienza a volverlo completa y absolutamente...loco.

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