11.- Dulce Bea
BEA.
Observo mi reflejo en el espejo mientras me convenzo de que no estoy cometiendo un error. He tratado de convencerme que esto no significa nada, una simple cena en un restaurante local, ¿por qué entonces siento que es tan complicado? ¿Por qué siento como si estuviese al borde de un precipicio dudando en si dar el paso fatal o no?
Un par de toques en la puerta se dejan escuchar y volteo, sonrío levemente al mirar de quien se trata. Francis me mira con una sonrisa divertida mientras se cruza de brazos.
—Dijiste que no era una cita —resoplo olvidándome de la sonrisa.
—No lo es.
—¿Entonces por qué te alistas como si lo fuera?
Me giro hacia él.
—¿Qué acaso no puedo arreglarme para sentirme bien?
Francis se ríe pero no objeta nada, sino que camina hasta la cama y se coloca en el borde.
—Sabes que si es una cita no tiene nada de malo, ¿no es cierto?
Suspiro.
Francis Miller podía ser demasiado perspicaz si no tenías cuidado, poseía una habilidad casi innata de hacerte hablar sin que te des cuenta, tal vez es por eso que Ron y él eran tan buenos amigos, antes de que lo reclamara como mi mejor amigo.
Se mudó a la ciudad casi al mismo tiempo que Thiago nació, y ha sido un pilar fundamental en todo momento. Ha estado presente para Thiago en momentos que parece no querer mi presencia, Francis es casi como su figura paterna, ese que le consciente sus caprichos y lo ayuda con sus travesuras.
—No es una cita —es todo lo que digo antes de girarme hacia el espejo.
—Bea, han pasado poco más de cinco años, está bien si quieres citas —se encoje de hombros —no tienes que guardarle duelo eternamente.
Quiero decirle que en realidad si voy a una cita, y que hace mucho tiempo que dejé de guardarle duelo a Ron. En realidad, tal vez lo hice desde el momento el que supe el motivo por el que nos abandonó.
—El hecho de que no quiera una cita, no quiere decir que tenga que ver con él —resoplo —Thiago...
—Thiago en algún punto va a necesitar una figura paterna, lo sabes —se incorpora —yo estoy encantando cuidando de ustedes pero sabe que soy solo su tío, Bea...
—¿Por qué de pronto estás siendo tan insistente? —lo encaro comenzando a sentirme sofocada.
—Porque mereces continuar con tu vida —dice con firmeza —mereces ser la mujer que eras cuando te conocí, esa que vivía sin preocuparse por nada, que disfrutaba cada segundo, mereces ser feliz de nuevo, Bea, en serio.
Mi pecho aprieta con fuerza, el nudo en mi garganta se intensifica y siento las lágrimas agolparse en mis ojos, pero no lloro. Hace mucho que me prometí no volver a llorar por él.
—Eso era antes —espeto con molestia —antes de que mi esposo se convirtiera en un traidor y nos abandonara. Antes de que me quedara sola, con un niño que depende al cien por ciento de mí para su seguridad. No tengo tiempo para citas, Thiago tiene suficiente conmigo, no necesitará nada más.
Me mira con comprensión, asiente levemente y se incorpora.
—No quiero discutir contigo ni arruinar tu noche —dice con una leve sonrisa —solo piensa en lo que he dicho, ¿de acuerdo? Nunca dudaría de tu capacidad para darle todo a Thiago, eso jamás.
—Pero insinúas que necesitará un padre.
—Claro que lo necesitará —dice en un suspiro —pero confío en que con el tiempo podrás resolverlo.
Me dedica una sonrisa y se acerca, coloca las manos a los costados de mi rostro y sus ojos se fijan en los míos.
—Y aunque no quieras admitir que es una cita, sé que lo es.
Le aparto las manos de mi rostro y lo empujo al mismo tiempo que sus risas llenan la habitación.
—Mejor ocúpate de Thiago —le ordeno empujándolo hacia la puerta —¡Que es por eso que estás aquí!
Cierro la puerta antes de que pueda decir algo más, un suspiro brota de mis labios mientras sus palabras se repiten en mi memoria una y otra vez.
Trato de pensar constantemente que mi presencia sería suficiente para Thiago, durante los cinco años que han pasado desde su nacimiento, me he convencido de que no necesitará a nadie más que a mí. Pero a veces, solo a veces, me pregunto que es lo que responderé cuando él comience a preguntar por su padre.
Las fotografías de Ron están guardadas en el armario, todos los recuerdos guardados dentro de cajas de cartón que no he abierto desde que nos mudamos. Pero que están ahí, porque no sé si seré capaz de no revelarle a mi hijo quien es su papá.
Antes de que pueda seguir torturándome a mi misma, el sonido del timbre se escucha. Reconozco la voz de Francis, y luego...su voz. Me apresuro a tomar el bolso, comprobar que tengo todo lo necesario y salgo con rapidez de la habitación.
No sé supone que tocara el timbre, Johnson Beckham es muy bueno dando ordenes pero muy malo para seguirlas.
—Francis Miller —estoy en las escaleras cuando miro la escena, Johnson tiene el ceño fruncido mientras observa a mi amigo, no parece contento de haber sido recibido por él. Porta unos pantalones negros elegantes, y una camisa blanca combinada con un saco negro, luce igual de elegante que todas las veces que lo he visto.
—Johnson —dice simplemente tomando la mano que Fran le extiende —¿Bea se encuentra?
—Sí, ella está...
—Aquí —ambos hombres voltean cuando escuchan mi voz. Soy consciente de como el rostro de Johnson cambia, el ceño fruncido desaparece para ser sustituido por una sonrisa, sus ojos me escanean y comienzo a considerar si el vestido que escogí no es demasiado corto o si mi vestimenta es la adecuada para...
—Be, estás bellísima —John habla callando mis pensamientos, avanza hasta mí y apenas tengo tiempo de reaccionar cuando se inclina hacia mí y sus labios se encuentran con mi mejilla.
—Gracias —trato inútilmente de no sentirme cohibida pero no lo consigo, Dios, ¿por qué parezco una colegiala en su primera cita? —Veo que ya conociste a Francis, un buen amigo...
—Y niñero cuando lo necesita —dice con una sonrisa.
Johnson asiente brevemente.
—¿Thiago no vendrá?
—No —respondo —supuse que...¿querías que viniera?
Por un segundo parece fuera de balance, pero se recompone.
—Creí que vendría dado que no te separas de él —dice con suavidad.
—Creo que puedo tolerar estar lejos de él por un par de horas. Estará bien.
Decido que es momento de irnos antes de que Francis considere que es buena idea comenzar a hacer preguntas así que le digo que se encargue de Thiago y salgo tan rápido de la casa que Johnson me observa con diversión.
—¿Debo preocuparme porque parece que estás escapando?
Lo miro, sus ojos chispean con diversión mientras me mira fijamente.
—No estoy escapando pero prefiero evitarme preguntas incomodas —confieso —¿nos vamos?
Johnson no dice nada más, me tiende la mano y siento algo extraño llenarme el pecho mientras me conduce hasta el auto que espera por nosotros. Reconozco la camioneta de los guardias detrás, y comienzo a preguntarme si su presencia constante ahora se debe a lo que ocurrió en la feria.
Habíamos decidido ir a cenar a un restaurante local del centro de Washington, ubicado en uno de los corredores gastronómicos más famosos de la ciudad. La comida italiana siempre es la mejor elección para una primera cita, eso es lo que mi madre siempre solía decir, tal vez es porque ahí fue donde conoció a mi padre.
—¿Francis y tú tienen mucho tiempo de ser amigos?
—Sí —sonrío levemente al reconocer el tono que emplea en la pregunta —es un buen amigo, y ha sido un gran apoyo.
—¿Y nunca ha intentado nada contigo?
—¿Qué?
Resopla.
—Lo siento, es solo que estoy un poco celoso de que haya un hombre en tu casa...
—Johnson por favor —me rio —¿estás celoso? ¿Por qué?
El abre la boca para darme una respuesta pero termina por cerrarla. Lo miro a detalle tratando de contener la risa porque me es impensable que un hombre tan imponente como Johnson pudiera siquiera mostrar celos.
—No te burles —pide —no has hablado de él así que por un momento creí que era alguien más...
—¿Creías que tendría a otro hombre en mi casa la misma noche que prometí salir contigo?
—No, quiero decir...—maldice por lo bajo —olvídalo, solo estoy echando todo a perder. No soy muy bueno en esto.
Esta vez no retengo la carcajada que brota de mis labios.
—¿Qué es lo que pasa contigo, Johnson Beckham? —inquiero y mi risa parece haberlo relajado porque me mira con una leve sonrisa tirando de sus labios.
—Olvídalo, ¿puedes? —y tal vez es por la forma en la que lo pide que termino cediendo.
—De acuerdo —me acomodo en el asiento —solo porque no quiero avergonzarte más de lo que ya estás.
Esta vez lo escucho reír.
Antes de que pueda darme una respuesta, recuerdo su pregunta sobre si Thiago vendría con nosotros.
—Lo que preguntaste sobre Thiago...
Se encoge de hombros.
—Pensé que lo traerías contigo dado que no sueles dejarlo con frecuencia.
—¿Eso no hubiese significado un problema para ti?
—¿Por qué lo sería?
No respondo, lo miro con detenimiento, preguntándome como Johnson puede tener una apariencia tan intimidante pero al mismo tiempo tan comprensiva y tierna, eso no tiene sentido.
—Tal vez para la siguiente venga con nosotros.
Johnson sonríe.
—No he terminado la primera cita y ya estás considerando darme una segunda, parece que lo estoy haciendo bien, ¿no es cierto?
Lo golpeo en el hombro y eso lo hace reír, no hablamos mucho más en el resto del camino. No demoramos mucho en llegar, el chofer nos deja justo delante de la puerta del restaurante y Johnson es el primero en bajar, toma mi mano al instante en el que pongo un pie fuera del auto y no la suelta incluso cuando nos asignan nuestra mesa.
El mesero llega casi enseguida, así que nos dedicamos a analizar las cartas hasta que decidimos que ordenar, y solo entonces nuestra atención queda fija en el otro.
—¿Tu hermano sabe que estás en una cita conmigo?
—No, de saberlo me daría un puñetazo.
Sonrío levemente.
—¿Por qué?
—Supongo que te estima demasiado.
Sacudo la cabeza, tal vez Aria me estima pero Kyle... es cierto que durante los años hemos conseguido afianzar nuestra amistad, es el padrino de Thiago y han estado presentes en todo lo que he necesitado. Nunca me han dejado sola, pero aún con eso, hay momentos en donde pareciera que Kyle recuerda el pasado, el momento en el que Ron los traicionó y es como si viese en mí aquella traición.
—¿No lo crees?
—No, es decir...
—Bea, Kyle te aprecia, en serio lo hace —se inclina hacia adelante —eres la mejor amiga de su esposa, has estado para ellos cuando te necesitan, claro que te aprecia, de lo contrario no te permitiría estar cerca de Aria ni de Camille, créeme.
—Así que, ¿le preocupa que coquetees conmigo?
—Algo así —toma la copa de vino que le mesero ha dejado y le da un pequeño sorbo —no soy el prototipo de pareja perfecta, así que tiene sus reservas.
Me rio con ganas.
—Supongo que entonces yo tampoco soy el prototipo de cuñada que espera obtener.
—No digas eso —se inclina hacia mi —eres perfecta, Be.
Un cosquilleo se extiende por mi estomago hasta mi pecho, una sensación que hace mucho tiempo no experimentaba, y no sé como sentirme con que sea precisamente Johnson quien las provoque.
—Háblame de ti —apoyo los codos sobre la mesa y sostengo mi barbilla con las manos.
—¿Qué quieres saber?
—No lo sé, cualquier cosa —se encoje de hombros —sorpréndeme.
El parece pensarlo por un segundo, como si quisiera escoger las palabras correctas antes de responder. Como si no quisiera dejar lugar a errores.
—No sé en realidad que pudiera decir...—se aclara la garganta.
—¿Cuál es tu color favorito?
Arruga la frente y me mira como si hubiese hecho una pregunta ridícula.
—¿Qué? Vamos, responde
—No tengo uno favorito, pero si tuviera que elegir...probablemente sería el negro.
Frunzo los labios.
—¿En serio? ¿Por qué?
—¿Por qué no?
—Es...oscuro.
Sonríe levemente.
—Tal vez es justo por eso, va conmigo. Me gusta pasar desapercibido, el negro me ayuda.
—No pareces alguien que quiera pasar desapercibido.
—No, pero cuando mi padre murió tuve que aprender a ser invisible —baja la vista brevemente —supongo que me acostumbré, ¿sabes? A ver a los demás, pero que no se fijen en mí, creo que me resigné a estar siempre entre las sombras.
Sonríe pero no es una sonrisa real, es casi...triste, amarga.
—Lo lamento.
—¿Por qué?
—Nadie debería sentirse de ese modo —extiendo la mano hasta alcanzar la suya —nadie debería tener que ser invisible ante los demás ni verse obligado a estar en las sombras, todos merecemos ser vistos, merecemos brillar.
Él mira mi mano, la zona en la que nuestras pieles se encuentran y luego sus ojos se encuentran con los míos.
—No todos, Be.
—Claro que si —sonrío —todos hacemos cosas horribles, todos cometemos errores, quien diga lo contrario estaría mintiendo, no sería más que una fachada. Porque no podemos vivir sin equivocarnos, pero creo que aunque a veces las personas hagan cosas horribles, no quiere decir que sean horribles por dentro.
—Tienes mucha fe en las personas.
—Alguien debe de tenerles fe —aprieto su mano —sino el mundo sería un lugar horrible. —arrugo la nariz y él ríe.
La comida llega y nuestra conversación cambia, Johnson parece más suelto ahora, me habla de su familia, de la vida que lleva ahora, me habla de su madre y hermana, de las vacaciones que quiere tomarse pero nunca encuentra oportunidad, me cuenta incluso cosas tan triviales como que música escucha o la mascota que quiere tener pero no puede porque no cree que la criatura pueda sobrevivir con él.
Y aunque habla de él, también me da espacio para hablar y encuentro que realmente me presta atención. Sus ojos están en mí, atentos, escuchando y no solamente tratando de complacerme.
Al final, cuando él paga la cuenta y tenemos que volver, me encuentro dándome cuenta de que hace mucho no disfrutaba tanto pasar tiempo con alguien.
Cuando llegamos a casa, él se baja del auto y me acompaña hasta que nos detenemos en la entrada, Francis está dentro y es posible que él lo recuerde.
—Gracias por la cita, fue muy agradable, en serio —tomo las llaves y jugueteo con ella —quien diría que podemos pasar horas sin discutir.
—Vaya descubrimiento —dice con una sonrisa —ha sido estupendo, Be. Gracias por darme la oportunidad.
—No fue nada —me encojo de hombros —¿te veo después?
Asiento.
Meto las llaves en la puerta y abro, antes de que pueda ingresar por completo, siento el cuerpo de Johnson colocarse detrás de mí, giro y tengo que elevar la mirada para encontrarme con sus ojos, sus labios se apoderan de los míos tan rápido que me toma por sorpresa, siento su sabor, la forma en la que me reclama más hasta el punto de dejarme sin aliento, soy consciente de su mano presionando contra mi espalda, como me sujeta contra su cuerpo y algo en mí se enciende de pronto, como una llama que acaba de ser encendida y ahora quiere arrasar con todo a su paso.
Se aparta antes de que pueda considerar hacer otra cosa.
Sus ojos están fijos en mis labios, se quedan ahí por varios segundos antes de fijarse en mis ojos.
Se queda en silencio, simplemente mirándome. Y sus ojos reflejan tantas cosas que no puedo descifrar, al final, me suelta, da un paso hacia atrás y sonríe.
—Gracias por verme, Be.
Se va, me da la espalda y camina hasta el auto, cuando sus ojos se encuentran conmigo una última vez antes de subirse al coche, solo puedo sonreír.
El auto no se mueve hasta que cierro la puerta, con el corazón acelerado, y preguntándome si lo que estoy haciendo no es una puta locura.
(...)
No sé bien que estoy haciendo, las cajas delante de mí esperan por lo que sea que planee hacer.
—¿Estás segura? —Francis me observa con cautela —¿por qué ahora?
No respondo.
—¿Bea?
Tomo una inhalación antes de mirarlo.
—¿Qué caso tiene? —lo miro —él no volverá jamás, y no necesito todo esto.
Él no responde, se queda mirando las cajas apiladas, llenas de polvo por los últimos cuatro años que han pasado en el interior.
—Sé que dije todo ese rollo de continuar pero...botar sus cosas...
—¿Qué caso tiene conservarlas? —lo encaro —solo son recuerdos, recuerdos que ahora mismo no quiero, Francis. Porque no es justo lo que él hizo.
—Bea...
—Por su culpa mi mejor amiga y su hija casi mueren, ¡Por su culpa personas inocentes iban a morir!
Me doy cuenta apenas lo digo, que debí mantener la boca cerrada. En todo este tiempo, no he dicho ni una sola palabra al respecto, Francis aceptó mis explicaciones sobre Ron, sobre su muerte, sobre el hecho de que solo desapareció.
—¿Qué?
—Ron era un hijo de puta —espeto sintiendo las lágrimas —se relacionó con personas peligrosas y cuando las consecuencias le explotaron en la cara, decidió dejarme atrás. Decidió abandonarme en un hospital sin preocuparse de lo que pasaría conmigo, o de si las personas a las que había traicionado vendrían por mí. Él solo...él solo me abandonó, Francis.
Siento los brazos de Francis abrazarme con fuerza, llevo años convenciéndome de que no vale la pena llorar por él, que no lo merece. Que es mejor que esté muerto pero en momentos como este...en momentos como este realmente desearía que todo fuese tan distinto.
—Nunca me dijiste eso —susurra apartándose pero sin soltarme. —¿Por qué?
—Porque no quería explicarlo, porque ni siquiera yo entendía lo que realmente había pasado hasta... —sacudo la cabeza —por eso no sé si quiero que Thiago lo conozca, por eso no sé si quiero conservar recuerdos que nos muestran la vida feliz que tuvimos antes de que todo se fuera a la mierda.
Francis me observa con comprensión.
—¿Por qué no vas arriba con Thiago? —inquiere con suavidad —sacaré las cajas, dejaré apenas algunas que crea demasiado importantes, ¿bien?
Quiero negarme, decirle que no. Mi celular suena así que me aparto, aprovecho ese momento en el que puedo darle la espalda para recomponerme, avanzo hasta la mesa donde dejé el celular y me limpio las lágrimas antes de encender la pantalla.
Es un mensaje, tengo la tentación de ignorarlo pero me llama la atención un archivo adjunto.
Presiono el mensaje para abrirlo, y en el segundo en el que las palabras se muestran, todo en mi interior colapsa. La respiración se me corta y el corazón se me acelera a un punto que no creí capaz.
Volteo hacia Francis.
—Estaré arriba, ¿puedes hacerte cargo, de verdad?
—Por supuesto —sonríe con sinceridad —tú tranquila.
Fuerzo una sonrisa y me marcho, subo casi corriendo las escaleras, solo cuando estoy sola me atrevo a mirar de nuevo el mensaje.
"¿Quieres saber quien es el asesino de tu esposo, dulce Bea?"
"Dulce Bea"
"Te amo tanto, mi dulce Bea"
"Todo va a estar bien, dulce Bea"
Solo hay una persona en el mundo que me solía llamarme así, pero ahora está muerta.
Abro el archivo adjunto con las manos temblando y un jadeo me roba el aliento. Es el anillo de bodas de Ron.
"¿Quieres saber quien es el asesino de tu esposo, dulce Bea?"
Con lagrimas en los ojos y el corazón latiéndome hasta casi colapsar tecleo la única respuesta que puedo dar.
"No".
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