10.- Deseos
Johnson.
Creí que besándola podría acabar con el maldito deseo que me llena las venas desde que la vi aparecer con ese maldito vestido rojo. La prenda es elegante, pero joder, tan malditamente sexi que he tenido que obligarme a no ser un idiota y comportarme como un caballero.
Pero ahora, mientras mis labios se apoderan de los suyos con un deseo salvaje, tengo ganas de ser todo, menos un caballero.
Y joder, tengo que detenerme antes de que esto se me vaya de las manos, pero por alguna razón, no lo hago. Sino que continúo, continúo disfrutando de su sabor, de la forma en la que sus labios y los míos parecen encajar a la perfección, disfrutando de sus manos que se envuelven alrededor de mi cuello y piden más.
Bea es adictiva, tan malditamente adictiva. Y eso que solamente he probado una pequeña pizca de ella pero se siente como si fuese suficiente.
Como una maldita sobredosis.
Nos conocemos desde hace seis años, y nunca he perdido el control, al menos, no a este grado. No al grado de querer más y más aún cuando sé que necesito detenerme porque sino todo se va a ir a la mierda.
Pero carajo, mientras la beso, mientras nuestros labios se exploran entre sí, desearía dejar de preocuparme por las malditas consecuencias. Por una vez, desearía dejar de pensar en el futuro y solo consumirme en el ahora.
—John...—mi nombre brota de sus labios en un ladeo, sus manos me empujan suavemente consiguiendo apartarme —esto no...
Está agitada, su labial apenas y se ha movido de sus labios pero hay unas pequeñas marcas rosadas alrededor de sus labios, lo que es suficiente evidencia. Tengo el deseo de disculparme, de decirle que ha sido un error, pero no voy a mentirle.
No sobre esto.
—Eso fue...—sus ojos se encuentran con los míos, no hay furia o indignación, al contrario, parecen arden con un deseo que ella misma trata de contener.
—Increíble —termino la frase por ella —de haber sabido que besarte es tan delicioso, lo hubiese hecho muchísimo antes.
Sonríe, sin embargo, sacude la cabeza en una negativa.
—Esto no está bien —dice colocando las manos sobre mi pecho para apartarme aún más —no lo está.
—¿Por qué? —la miro con curiosidad —no hemos hecho absolutamente nada malo.
Se incorpora con rapidez, casi por instinto lo hago también y cuando hace el ademán de marcharse, la detengo. Mi mano se envuelve alrededor de su muñeca, tiro de ella hasta que su cuerpo choca contra el mío y sus palmas se apoyan en mi pecho.
—No vas a huir de esto —advierto —no voy a dejar que lo hagas.
—¿Por qué?
—Porque si lo permito, es seguro que no volverás a hablarme el resto de tu vida —sonrío levemente —y no puedo dejar que eso ocurra.
Bea eleva la mirada, sus ojos se encuentran con los míos y encuentro en ellos el mismo deseo que antes, soy perfectamente consciente de la lucha interna que se desata en ella, la forma en la que intenta contenerse pero sé bien que desea esto tanto como yo.
Ambos estamos al borde de un acantilado, a punto de dar el paso en falso para caer.
Mi mano abandona su muñeca para apoderarme de su cintura, mi brazo es perfectamente capaz de rodearla, atrayéndola aún más hacia mí.
—Dime, Be, ¿sigue pareciéndote una mala idea?
Su mirada se desliza hasta mis labios, noto como su cuerpo se tensa por un segundo antes de que decida hacer lo que sea que se le está pasando por la cabeza, Bea siempre ha tenido un carácter decidido, fuerte, un carácter que no la deja dudar ante nadie aún cuando a veces pueda parecer lo contrario.
Y tal vez es eso mismo lo que la impulsa a tomarme del cuello, y besarme. No es suave, no es un contacto tierno, es feroz, salvaje.
Mis manos se aferran a su cintura mientras nuestros cuerpos parecen querer hacerse uno, enrosca los brazos alrededor de mi cuello y pronto el beso parece subir de intensidad hasta un punto en el que comienzo a pensar que tan prudente sería follar sobre mi escritorio.
Maldición, Johnson, contrólate.
Un corto gemido brota de mis labios cuando no puedo seguir controlándome, retrocedo un paso y Bea avanza, mis pies chocan contra el sillón y si no fuese porque el asiento está cerca, hubiésemos terminado de trasero contra el suelo.
Bea solo se aparta cuando caemos sobre el sofá, tengo su cuerpo contra el mío, la tela del vestido se ha corrido por la posición y no sé en que momento mi palma se ha colocado sobre su piel.
—Quiero aclarar que esta no era la idea cuando decidí traerte a mi oficina —aclaro con una sonrisa divertida.
—No lo sé, permíteme dudarlo —se ríe y se inclina hacia mí, sin embargo, esta vez sus labios no alcanzan a besarme porque alguien...algún imbécil, ha creído buena idea entrar sin avisar.
—John están buscándote en...¡joder!
Bea suelta una exclamación cuando reconoce a Josh, maldigo por lo bajo mientras me incorporo y paso la mano por mis labios intentando eliminar el rastro de labial de mi boca.
—¿Qué nadie te enseñó a tocar? —espeto —¿qué quieres?
Josh me mira, luego a Bea, y de nuevo regresa la atención a mí.
—Todos esperan para dar el discurso anual —dice con una sonrisa divertida —Kyle no está, así que te toca.
—Bien, estaré ahí en unos minutos.
Josh sonríe un poco más.
—Tal vez quieras lavarte, aunque el labial rojo se te ve bastante bien...
—¡Largo! —escucho la carcajada de Josh mientras avanzo a zancadas y casi le cierro la puerta en la cara.
Tomo una inhalación antes de voltearme hacia Bea, ella tiene la mirada avergonzada pero no grita, ni reclama.
—Creo que tiene razón —dice con una sonrisa avergonzada —tienes que lavarte.
—Dime que no vas a ignorarme después de esto —es lo único que puedo pedir.
—John...
—Porque si vas a ignorarme juro que voy a fastidiarte hasta que cambies de opinión —advierto —no soy la clase de hombre que besa a una mujer y luego lo olvida.
Una carcajada brota de sus labios.
—¿En serio? —arrugo la frente —¿eso es alguna clase de chiste? Estoy seguro que eres todo lo contrario, eres la clase de hombre que fingiría que un beso nunca ocurrió.
—Touché —me rio —pero no aplica para este beso.
Arquea la ceja.
—¿Por qué es diferente?
Me encojo de hombros.
—Porque eres tú.
—¿Cómo debo tomar eso?
—Bea, eres la única mujer que conseguiría que no olvide un beso —le dedico un guiño —no trates de ignorarme, ¿bien?
—¿O si no, qué? —reta.
Me acerco hasta ella, no se inmuta ante mi cercanía, ni siquiera cuando me inclino hacia ella y susurro:
—Espero entonces que no te moleste averiguarlo, porque créeme, a mí no me molestaría en lo absoluto dejártelo saber.
Me aparto antes de ceder de nuevo a mis deseos, retrocedo sin dejar de mirarla y antes de salir por la puerta, tomo una servilleta y me la paso por los labios.
—No dejes de usar el rojo, en serio me va bien.
Y sin darle oportunidad de responder, me doy la vuelta y me marcho del lugar, convenciéndome a mi mismo de que no acabo de joder la que es probablemente, mi única oportunidad.
(...)
No sé como he podido sobrevivir a las últimas tres horas de la reunión. Mi mente no deja de llevarme al momento exacto en el que probé por primera vez el sabor de Bea.
Joder, sé bien que eso no debí de haberlo hecho, pero, ¿me arrepiento? En lo absoluto.
—Estoy seguro de que podemos tener grandes oportunidades de negocio —Iván, uno de los nuevos socios, y uno de los más jóvenes además, me habla mientras intento parecer interesado en la conversación —he escuchado que el mercado italiano...
Dejo de escuchar en el instante en el que Bea cruza por delante. Va con Lauren, ambas ríen y Bea parece completamente ajena a mi presencia. No es como que esté pensando todo el día en mí, claramente.
—¿Qué opinas?
Volteo de nuevo hacia Iván cuando escucho la pregunta.
—Claro que es buena oportunidad —no tengo idea de que ha preguntado pero por la sonrisa satisfecha que coloca en los labios, sé que he acertado.
La mayoría de los invitados se ha marchado, apenas quedan un puñado disfrutando de las últimas copas de alcohol. Probablemente ya tengan la cantidad suficiente en su sistema como para no prestar atención a nada más, así que puedo marcharme sin problema.
—Lo siento, tengo que irme —sonrío hacia Iván.
Él asiente, me aparto sin esperar nada más y camino hacia el pasillo por el que Bea ha ido antes. No me cuesta mucho encontrarla, para cuando llego al Lobby de la empresa, ella está despidiéndose de Lauren.
Permanezco a una distancia prudente mirando como ambas mujeres intercambian unas últimas palabras y luego Bea sale. Avanza con paso decidido mientras toma su celular y sale hasta detenerse sobre la acera.
—No estarás pensando en pedir un Uber.
No se sobresalta, gira hacia mí con una sonrisa.
—No servirías como espía —dice con diversión —sabía que estabas cerca.
Meto las manos en el bolsillo del pantalón.
—Y eso es justo lo que haré.
La tarde ha comenzado a caer, la miro abrir la aplicación y me acerco, antes de que pueda hacer algo para detenerme, le quito el celular.
—Te llevo a casa.
—¿Qué crees que haces? —inquiere tratando de recuperar el celular —devuélvemelo, Johnson.
—Te llevo a casa —repito y ella resopla.
—¿No puedes actuar como un hombre normal y preguntar con cortesía sin tener que arrebatarme mis cosas?
Le extiendo el teléfono y ella luce exasperada.
—¿Eso es un sí?
Me mira, sonrío ante la forma en la que sus ojos parecen chispear con furia, pero a la vez es como si hubiera algo más en ellos, algo que no logro distinguir.
—Bien.
Retengo la sonrisa que amenaza con brotar de mis labios pero no lo consigo demasiado bien.
—Excelente, vamos por el auto.
Le hago un ademán y ella guarda el celular en el bolso.
—Parece que los Beckham tienen un problema con las ordenes —dice mientras caminamos hacia el estacionamiento.
—¿Por qué?
—Porque todo el tiempo van ordenando cualquier cosa a todo mundo, tienen un serio problema con el control.
Me rio.
—No lo consideraría un problema.
No nos toma mucho localizar el auto, abro la puerta para ella y Bea se desliza al interior sin decir ni una palabra. Rodeo el auto para poder abrir la puerta del piloto y cuando me adentro, Bea ya está colocándose el cinturón.
No parece que vayamos a tener una conversación, ella parece en toda la disposición de mantener la boca cerrada y comienzo a preguntarme si seré el causante de un viaje terriblemente incómodo.
—Creí que habías dicho que no me ignorarías.
Enciendo el motor del auto y prendo el aire acondicionado.
—No estoy ignorándote —sonríe con ironía.
—Oh, claro que lo haces, o quieres hacerlo. No me mientas.
Rueda los ojos.
—Me he preguntado...—deja la frase inconclusa, avanzo hacia la salida del estacionamiento aguardando porque ella termine la oración —¿por qué?
—¿Por qué, qué?
—¿Por qué me besaste?
Claramente no tengo una respuesta, o bueno, la tengo. Pero no creo que ella quiera escucharla.
—Porque quise hacerlo, y si recuerdo bien, tú me besaste de vuelta.
—Somos dos personas adultas, podemos hacer eso sin que luego sea incómodo.
Arqueo la ceja.
—¿Qué tratas de decir?
Suspira.
—Escucha, John, no soy la clase de mujer que tiene sexo con sus compañeros de trabajo. Y en serio no necesito más complicaciones en mi vida así que si lo que quieres es solo pasar un buen rato, me temo que no voy a poder ayudarte con eso.
Sus palabras son firmes, decididas.
—Si eso es lo que quieres, tal vez debas buscarlo en otro lado.
Por inercia, mis manos se cierran alrededor del volante. Sé que ella está en todo su derecho de decidir qué es lo que quiere o no, pero una parte de mí sabe que, de no tener el pasado que poseo, podría perfectamente ofrecer cualquier cosa que ella quisiera.
—¿Cuál es tu dirección?
La miro brevemente, su frente se arruga y sus ojos se llenan de algo parecido a decepción. No responde de inmediato pero cuando lo hace, dicta las calles con brusquedad.
No hablamos durante todo el trayecto, me obligo a no mirarla porque no quiero que vea el caos interno que hay en mí. ¿Buscar en otro lado? No lo creo.
Porque ni siquiera yo mismo sé que es lo que pasa cuando estoy con Bea. Es como si una parte racional de mí se apagara y simplemente actuara por instinto.
Y sé que eso nunca acaba bien.
Cuando llegamos a su hogar, me detengo delante de una construcción elegante, hay un gran jardín en la entrada, lleno de toda clase de flores.
—Gracias por traerme.
Abre la puerta, hace el ademán de bajarse pero en el segundo en el que pone un pie fuera, tomo su muñeca y tiro de ella para que vuelva dentro.
—¿Qué...?
—Te besé porque lo deseaba —mis palabras brotan tensas, y sé que es porque en realidad no sé si es correcto confesarlo o no —porque te he deseado desde que te conozco, Be. En serio, y sé que es una locura y apenas nos conocemos pero realmente cuando se trata de ti tengo pensamientos nada decentes por los cuales querrías golpearme.
Parpadea claramente sorprendida por mis palabras.
—Y si, no soy un hombre de compromisos, no creo que pueda serlo nunca pero...no podría considerarte solo para un rato. Porque sé lo que eres, sé lo que vales, pero sobre todo, sé lo que mereces.
La suelto.
—Lamento haberte hecho pensar otra cosa.
Bea no responde, me observa por un par de segundos más y luego...luego se baja del auto. Un suspiro brota de mis labios cuando ella cierra la puerta y aprieto los párpados obligándome a no pensar de más.
Debería irme, debería acelerar y solo...
—¿Quieres entrar?
Abro los ojos de golpe, Bea ha abierto de nuevo la puerta y me mira con una leve sonrisa.
—¿Qué?
—¿Quieres pasar?
No me lo pienso, apago el auto y ella toma eso como una respuesta afirmativa. Me aclaro la garganta mientras bajo del auto y la sigo, ella avanza mientras busca las llaves en su bolso y cuando abre, un pequeño grito se escucha.
—¡Mamá! —me quedo a unos pasos de distancia mientras observo a Thiago saludar con emoción a su madre.
—Hola, cariño —ella se coloca en cuclillas —¿te portaste bien?
—Como un angelito —una chica aparece por las escaleras.
—Gracias Romi. Puedo hacerme cargo, seguro tienes debes que hacer. Te llamaré cuando necesite que vuelvas, ¿bien?
—De acuerdo, iré por mis cosas.
La chica desaparece de nuevo por las escaleras y Bea me observa entonces.
—Es la niñera de Thiago —dice y mira a su hijo —¿por qué no saludas, cariño?
—Hola, señor Beckham —dice y sonrío ante el tono educado.
—Puedes decirme John —me coloco en cuclillas y lo miro —¿no te molesta que esté aquí, cierto?
El niega.
—Eres amigo de mamá —dice con una sonrisa —mamá dice que es bueno traer amigos a casa.
—Cierto —dice ella acariciándole el cabello.
La chica baja de nuevo ahora con una mochila así que nuestra conversación se corta, se despide de ambos con educación y cuando se va, un silencio cae sobre nosotros.
Examino la caza, es pequeña, pero supongo que el espacio es perfecto para dos personas, tomando en cuenta que solo ellos dos vivan aquí. Hay una sala con muebles y decoraciones de interior, cuadros coloridos y flores que aromatizan el interior.
—No es una gran mansión, pero es perfecto para nosotros.
Miro a Bea cuando habla. Thiago se ha ido probablemente a su habitación porque solo estamos nosotros.
—Es acogedor —sonrío —los espacios grandes son solitarios cuando vives solo.
Ella asiente.
—Sí. Lo sé, por eso vendí la casa anterior y me mudé aquí apenas Thiago cumplió un año, somos más felices aquí.
Asiento brevemente. No sé muy bien como debería actuar, o que decir. Lo que resulta patético.
—Lo que dijiste en el auto...
—Es la verdad —tomo una corta inhalación y centro toda mi atención en ella —escucha, Be, probablemente no deba complicar más esto. Es decir, eres la mejor amiga de Aria y ella me asesinará si se entera.
Sonríe levemente.
—Sí, probablemente.
—No debería complicarlo pero realmente quiero decir esto.
Doy un paso hacia ella y su mirada se centra en mis ojos.
—Ten una cita conmigo.
La sorpresa surca su rostro, sus ojos se llenan de incredulidad y no sé si es por instinto, pero da un paso hacia atrás.
—¿Qué?
—Ten una cita conmigo —repito —podemos hacer cualquier cosa, solo...solo ten una cita conmigo.
No entiendo porque tengo tanta necesidad de que ella acepte, mi mente grita recordándome todas las razones por las cuales debería mantenerme alejado pero no escucho ninguna de ellas.
No puedo escucharlas.
Ya las he escuchado por demasiado tiempo.
—¿Qué se supone que significa?
—Significa que quiero salir contigo —sonrío levemente —si me dices que no, puedo lidiar con eso, lo juro.
Pero por favor di que si.
Ella voltea hacia las escaleras y supongo que está pensando en Thiago, luego vuelve la atención a mí y sacude la cabeza.
—No eres un hombre de compromisos, y evidentemente no eres un hombre de citas, así que Johnson, ¿qué significa esto?
Sé que necesita saberlo, pero no tengo una jodida respuesta.
—No lo sé. Si dijera otra cosa, estaría mintiendo.
Le toma varios segundos responder, pero al final termina haciéndolo. Aprieta los labios y me observa con seriedad antes de decir:
—Solo si yo escojo el lugar.
Sonrío como un imbécil.
—Está hecho entonces —asiento —esperaré tu mensaje.
Cuando camino hacia la puerta, ella habla de nuevo.
—¿No quieres quedarte? Thiago dice que quiere enseñarte su colección de coches.
Miro hacia las escaleras, y de nuevo los gritos de mi consciencia se intensifican.
No debería, no debería quedarme pero...
Pero quiero hacerlo.
Así que vuelvo sobre mis pasos y digo:
—Me encantaría.
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