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10

Jimin.

El lunes cuando suena la alarma todavía puedo sentir la patada que Hara me dio y no puedo evitar lanzar una sonrisa victoriosa cuando recuerdo su carita aterrorizada y de cierta manera sonrojada.

Un suspiro sale de mis labios cuando una notificación me llega, los ojos me arden cuando el brillo del celular hace llorar mis ojos.

Hyung estoy esperando por tí desde hace media hora. Ábreme la jodida puerta.

Jungkook.

Maldita sea, lo había olvidado. Salgo de la cama y revuelvo mi cabello camino al baño. Si está afuera pues que espere otro poco.

Si, mierda. Casi murmuro cuando el rostro colorado de Jungkook me recibe.

Entra antes que le diga algo y se sienta en el sofá con las piernas cruzadas.

—¿Me hicistes esperar afuera, con frío, solo para ducharte?

—Ugh, sí, supongo — admito caminando mientras busco el folder encima de la mesa.

—¿Es esto?—habla cuando le entrego la carpeta —. Aquí solo veo el balance del mes. Bajó mucho.

Su asombro me hace quitarle los documentos de la mano. ¿Qué diablos? Es lo que me digo cuando miro las cifras, bajaron un 3%, lo cual en nuestro caso es mucho.

—Ni siquiera lo había mirado—admito, el fin de semana lo pasé pensando en una sexy chica que me trae loco en ves de trabajar.

—Imagino por qué — sus ojos entrecerrados me escanean como si fuera código QR y me siento expuesto. Luego recuerdo que estoy vestido y se me pasa la idea aunque un salto en el estómago me advierte que Jungkook sabe mucho.

—¿Aún eres el seguro de Hara?

—No se a que mierdas te refieres, pero supongo que sí.

—Me refiero a que si Hara aún te cuenta sus cosas. Digo, sus amoríos.

—¿Celoso?

Fastidiado respondo:—¿Y qué si lo estoy?

—Relájate Park Jimin, tu sabes que yo te espanto la competencia.

—Mas te vale— alzo una ceja mientras mis comisuras se levantan en una sonrisa y guardo los folders en mi maletín —¿Vas al trabajo?

—Al jefe no puedo decirle que no— su tono autoritario me hace reír, creo que hacia tiempo que no mantenía una conversación amena con Jungkook y agradezco aunque sea ese 3% que bajaron los ingresos que nos volvieron a acercar como los amigos que siempre fuimos.

—Tu solo te mandas. ¿Andas en auto?— niega juguetón y suspiro fastidiado.

—Te toca llevarme Jimin-ie, en tu lindo Porche. — La última vez que fuimos juntos al trabajo por andar de locos probando el acelerador del auto, nos cobraron una multa y pasé tremenda vergüenza frente a los trabajadores de la empresa.

—Solo mantén tus manos fuera de cualquier botón de la pizarra y no me digas nada mientras conduzco —advierto y tomo las llaves de la mesita mientras reviso que todo esté en orden. No tenía hambre y bueno, podía comer algo en la oficina.

—No me mires así, tu fuistes el que me dejó conducir la otra vez.

Maldito.

(...)

Agradezco haber llegado vivo a la empresa y sin ninguna contusión cerebral. Jeon se baja con su actitud de chico galán mientras saluda a Minje al atravesar las puertas y la veo sonrojarse hasta ponerse casi colorada. Pero mi actitud está en cierta pelinegra con curvas infernales que mantiene lo que parece ser una plática con Yuna, está apoyada en el escritorio de la nombrada y su tracero levantado llama la atención a más de un pasante.

Jodidos pubertos. Los maldigo a todos mentalmente.

Me acerco hasta quedar casi detrás de ella y carraspeo, pero ella sigue hablando como si nada. Está hablando de uñas, ¡uñas! ¿A quién diablos se le ocurre hablar de uñas en horario laboral?

Luego recuerdo que es Hara, es única y extraordinaria y hace que mi corazón se acelere y cientos de bichos anden en mi estómago. Pero luego recuerdo como siempre me evita y la patada que me dio y me dan ganas de azotarla duro frente a todos y me contengo cuando siento que la sangre se me calienta en las venas.

Carraspeo de nuevo y Yuna alza la vista mirándome avergonzada mientras explicaba métodos para hacer crecer las uñas. Nótese la ironía. Ella trata de hacer que Hara me note, o bueno que sepa que estoy detrás de ella y que su tracero está pues, un poco cerca de mí pelvis y que un empujón sería como la gloria.

—Kim Hara— la llamo ya cansado de ver cómo esos jodidos pasantes susurran cosas entre ellos y da un respingo y chillido antes de quedarse estática.

Sabe que soy yo, y sabe cómo cerramos el fin de semana con broche de oro.

Se gira y está asustada, sus pestañas aletean como tratando de hacerme ver qué no estaba haciendo nada malo y se ve adorable hasta que sale casi corriendo a la oficina.

Miro a Yuna que se está comiendo las uñas nerviosas.

—La mejor manera para que crezcan las uñas es no comérselas.

Y la dejo con la palabra en la boca mientras tranquilamente camino por el pasillo, por el rabillo del ojo veo el ascensor cerrarse y tomo el otro. Marcando el número de piso.

Cuando las puertas se abren siento el tirón de una puerta cerrándose y se muy bien cual es. Está evitándome porque sabe lo que quiero hacerle y porque sabe que no lo va a impedir.

Ella sola vendrá a mí. Ella solita vendrá a mí. Pienso eso como si fuera una canción mientras camino por el pasillo hasta mi oficina. Abro y el olor de un perfume me inunda. Karina está sentada en el escritorio y me mira como si fuera el paraíso. Tal vez y lo sea, pero versión infierno y la verdad es que no tengo ganas de escucharla, ni tocarla porque mi cabeza solo piensa en Hara, Hara y Hara.

—¿Qué haces?

—Dándote una buena bienvenida — chasqueo la lengua y niego.

—No estoy para bienvenidas. Por favor, bájate de mi escritorio y ve a trabajar. Que tú informe de finanzas me dejó un poco descolocado y no quisiera despedir a nadie.

Me sorprende que sin decir más nada se baje y aunque se que está molesta, es mejor que cuide su puesto. Camina y me dedica una última mirada antes de irse.

—No me busques luego. Que estaré ocupada trabajando — resalta lo último con molestia y se va dejando en el aire su empalagoso perfume que retuerce mi estómago.

Suspiro tocando con los dedos la madera del escritorio y me quito el saco dejándolo sobre el sofá antes de sacar de la maleta las cosas. Cuando me siento en la silla y apoyo los codos en el escritorio siento un golpeteo en la puerta y Hara no está en su oficina. Porque tiene la cortina corrida del ventanal y se qué, ella vino a mí.

—¿Los balances de la semana?— pregunto sabiendo que ya eso está hecho y busco sus ojos que me evitan.

—Solo son tres nuevos contratos que tienes que repasar, dos currículums para nuevos trabajadores y algunas propuestas de inversionistas.

Para cuándo termina de hablar estoy de acuerdo en todo menos en su actitud distante y cortante. Me inclino sobre la silla y busco sus ojos, pero está concentrada ordenando todos los archivos y se nota nerviosa.

—Puedes dejarlo como está — mis manos agarran las suyas y siento como se me hace un nudo en el estómago cuando me mira. Sus ojos negros brillan con intensidad y es hipnotizante.

—Pero hay que ordenarlo—balbucea nervios tratando de seguir pero mis manos aumentan el agarre.

—¿Puedes dejar de evitarme?

Sus pestañas aletean nerviosa y su boca se frunce procesando la pregunta.

—Estoy avergonzada por lo que pasó — cierra los ojos con fuerza cuando lo admite—. Yo, de verdad, discúlpame.

—Me lo merecía — me sincero y sus ojos se abren. La tengo inclinada para tenerla cerca y la siento incómoda.

—Pero, y-yo...

—Ya dije que me lo merecía. Si te hace sentir mejor, fui un idiota. Era lo mínimo que me merecía.

Paso la lengua por mi labio inferior nervioso cuando lo digo y ella traga.

—¿También te arrepientes de lo otro?

—Si te refieres a todos los besos. Mi respuesta es no.

—Me alegro, porque yo tampoco.

Y cuando lo dice ya estoy frente a ella y tengo una mano al lado de su cadera apoyada en el borde mientras la otra se alza hasta enredarse en su pelo. Me siento poseído de un momento a otro, y solo quiero besarla y hacerle saber que no habrá alguien más después de ella.

—¿Entonces puedo besarte?— mi pregunta sale disparada directo a ella y asiente. Sus manos aferradas a mi camisa.

—S-sí.

Y colisiono. Mi boca aplasta la suya. Mientras siento que algo dentro de mí reacciona y despierta. Algo que por mucho tiempo oculté. Que me cansé de esconder y mi armadura cae. Cuando sus labios se funden aún más con los míos y suspira ansiosa cuando mi mano sostiene su cuello y la otra la aprisiona en la cintura. Siento sus dedos en mi cabello y su lengua se mezcla junto a la mía y jadea mientras  mi mano traza el contorno y su cadera y se aprieta contra mí ansiosa y cuando susurra mi nombre ahogada, entiendo todo.

Sigo jodidamente enamorado de Kim Hara.

[•••]

Todavía no puedo creer que haya podido publicar después de tanto tiempo. Estaba pensando en todo y fue como una luz que se me alumbró y me dije, que más da, por un día que no estudie no va a suceder nada.

No sé si el capítulo haya quedado bien, pero quedé satisfecha con el cierre.

Voten y comenten que necesito saber si les gusta. Eso va también para las lectoras fantasmas.

Siento que Jimin ha dado un gran paso.

¿Les gustaría si le meto un poco de BDSM a la historia? Siento que va bien con la personalidad de los protagonistas.

Estoy abierta a opiniones.

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