⚛Extra I⚛
Alan POV:
Enterarme que sería padre el mismo día de nuestra boda fue... wow, una noticia que ciertamente me tomó por sorpresa, todo en mi vida estaba marchando bien y eso me gustaba, las empresas iban creciendo cada día más; por lo que mi economía tenía buenos cimientos para la estabilidad, mi vida amorosa era magnífica, y ahora enterarme de que sería padre, eso solo lo mejoraba todo.
Y aunque definitivamente eso no fue planeado, la simple idea de una pequeña personita correteando por casa en un futuro me tenía encantado.
Luego de la fiesta teníamos el siguiente día para descansar y el próximo a ese tomaríamos un avión con destino a Bali, por lo que sacamos una cita médica en una clínica a unas cuantas calles del departamento. Llegada la hora de la consulta la doctora nos hizo saber que el embarazo de Venus era de tres semanas aproximadamente, y por más que me mostró un punto en la pantalla mientras hacía una ecografía yo no logré ver más que manchas inentendibles para mi. Le indicó los medicamentos que debía empezar a tomar y nos habló sobre los malestares que podría presentar Venus debido a su estado, eso incluyendo los cambios de humor que podría presentar por lo que me pidió tenerle paciencia.
Luego de una larga conversación con ella, nos aseguró que todo estaba en orden y que no había problema en que fuéramos a nuestra luna de miel.
Nuestra estadía en Bali fue increíble, eso sí le quitamos las náuseas matutinas de Venus, y aunque hace días me había dado cuenta de sus cambios de salud; el enterarse de que estaba embarazada fue como si los malestares decidieran salir de lleno. Lo que eran mareos esporádicos pasaron a ser constantes luego de la noticia. Pese a eso, me encargué de que disfrutara su estadía en el lugar. Aunque yo por mi parte nos tenía un destino diferente, luego de que la semana terminara en vez de tomar un vuelo de regreso a casa, tomamos uno con destino a París.
Ya alguna vez había oído decir cuánto le gustaría tener una foto con la Torre Eiffel de fondo y que mejor momento para visitar París que en nuestra luna de miel. Por su emoción al recorrer las calles parisinas se había olvidado completamente de sus ascos a ciertos olores, supimos disfrutar nuestra estadía sobrellevando lo que las primeras semanas de embarazo implicaban.
De regreso a casa supimos adaptarnos a los nuevos cambios, durante los tres primeros meses los síntomas hicieron de Venus un desastre, y no lo digo en el mal sentido, la madre de mi futuro hijo o hija sería hermosa aún con su aspecto de mapache atropellado, pero sí, había momentos en los que estaba bien y otros en los que solo se levantaba de la cama para ir al baño y devolver el estómago.
Al inicio del cuarto mes sus malestares fueron desapareciendo, ya se podía permitir comer sus antojos sin terminar en el baño vomitandolos luego. Aunque he de decir siempre me despertaba a las tantas de la madrugada para pedirme algo diferente, un tarro de helado de menta —cuando ella odia la menta —camarones en salsa picante, comida china, panqueques o cualquier cosa que se le antojara yo tenía que tomar las llaves del auto y salir a recorrer las calles en pijama probando suerte de conseguir algún lugar dónde vendieran lo que de momento me pedía. Todo para que cuando llegara de regreso al departamento la encontrara dormida, devorando algún dulce que consiguió en la alacena o que simplemente me dijera que sus antojos habían desaparecido. Gracias a eso el refrigerador se mantenía lleno de comida que luego tenía que calentar en el microondas y comer yo.
Cada vez que podíamos íbamos al centro comercial "a ver" y terminábamos comprando ropita y juguetes, a pesar de que Venus ya había entrado en su quinto mes de gestación el bebé no dejaba ver su sexo, por lo que siempre comprábamos cosas en colores neutros. Recuerdo que un día cuándo salí de la universidad pasé por una tienda de muebles y me detuve a verlos, una cunita blanca llamó mi atención y de inmediato busqué a algún trabajador de la tienda para que fuera desarmandola para llevarla a casa, sin pensarlo dos veces, la compré.
De a poco íbamos adaptando la habitación que solía ser de visita, para que ahora perteneciera a nuestro pequeño o pequeña. Solíamos recibir regalos de nuestros amigos, Paula y Jayson venian de visita de vez en cuándo, Maximiliano había aprendido a ser más paciente con Venus, sobre todo cuándo por una u otra cosa le daban ganas de llorar, trataba de evitar hacer comentarios que pudieran hacerla sentir mal y junto con su hermana estaban al pendiente de mi chica en la universidad en momentos dónde yo mismo no podía estarlo.
Incluso hubo una vez en la que tuve que viajar de imprevisto por cuestiones de una de las empresas; y tanto él como Jade se ofrecieron a llevar a Venus a su casa durante los días en que yo estaría fuera para así estar más al pendiente de ella.
Ya me enteraría después que Venus puso a Max a recorrer casi media ciudad buscando uno de sus antojos, todo para que al final le terminara haciendo lo mismo que a mi: probando solo un bocado y luego diciéndole que ya se le habían pasado las ganas de comer eso que le había pedido.
Así día a día fueron pasando los meses, en cada cita médica íbamos con la esperanza de por fin saber el sexo del bebé y regresamos a casa con las imágenes del ultrasonido, pero sin saber si era niño o niña.
Esos meses fueron intensos, pero sin duda estábamos disfrutando juntos el proceso de pronto poder tener en nuestros brazos a nuestro bebé.
Donovan todos los días solía llamarnos para saber cómo estábamos, y había asegurado que estaría aquí para cuándo el bebé naciera. De vez en cuándo me ordenaba poner el móvil cerca del vientre de Venus y solía decirle al bebé que no se le ocurriera nacer antes de que su tío favorito pudiera llegar.
Fabiana y mi mejor amigo también solían venir de visita de vez en cuando y traer juguetes y peluches con ellos. Sin duda este bebé estaba siendo amado por todos nuestros amigos y familiares, y no solo por Venus y por mi.
Las fotos en todo este tiempo no faltaron, Venus tenía un pequeño álbum en el que mes a mes añadía una foto nueva, bien sea de ella en las citas médicas o de los dos frente al espejo, ella feliz mostrando su cómo su vientre crecía y yo con mis manos en ese pequeño lugar dónde de momento se encontraba mi futuro hijo, porque sí, con el tiempo había llegado a hacerme la idea de que pudiera ser un niño.
Todo marchaba excelente, me había encargado de cuidarla lo mejor posible.
Al llegar a su octavo mes de gestación decidió pedir un permiso por parto y maternidad en la universidad, estaría fuera por todo un semestre, pero eso no afectaría en sus estudios ya que en su año y carrera su promedio era uno de los mejores.
Tanto habíamos pasado para llegar a la elección del nombre, habíamos decidido que Venus elegiría el primero y yo el segundo. Mis opciones para cada sexo estaban dichas pero ella se negaba a decirme las suyas alegando que sería mejor una sorpresa.
El ansiado mes había llegado, solo esperábamos a que el bebé decidiera que era hora de nacer. Y eso sucedió una tarde que salimos a dar una vuelta por el parque, yo iba entretenido comiendo un cono de helado y contándole a Venus todo eso que quería hacer en un futuro, pero no me había fijado que la chica que hasta ese momento había caminado a mi lado; ya no lo estaba más, cuándo volteé me di cuenta de que se había quedado unos pasos detrás sosteniendo su vientre y con una mueca de dolor.
Mi instinto fue acercarme rápidamente a ella y preguntarle si estaba bien, y juro que recuerdo perfectamente el momento en que me dijo:
—Creo que ya es hora. —fijé la vista en sus pies y me di cuenta del pequeño charco que se había formado bajo ellos, y como la parte interna de sus piernas estaban húmedas.
Por suerte y estábamos bastante cerca de donde había dejado estacionado el Jeep, intentó dar un paso de su rostro se contrajo debido al dolor; así que como pude la tomé en mis brazos y caminé hasta sentarla en el asiento trasero del auto, tomé mi lugar tras el volante y empecé a conducir hacia la clínica, en un alto debido al cambio del semáforo; envié un mensaje por el grupo avisandole a los chicos que estábamos en camino a la clínica pues el momento había llegado.
Sus respuestas no se hicieron esperar; pero no me di el tiempo de verlas porque apenas el semáforo volvió a cambiar empecé a conducir nuevamente. A través del retrovisor veía de vez en cuando como se encontraba Venus, sus ojos estaban cerrados y hacía ejercicios de respiración para sobrellevar el momento de las contracciones.
No tardamos mucho en llegar, apenas cruzamos las puertas de vidrio una enfermera se acercó a nosotros con una silla de ruedas, empezó a recorrer un pasillo siendo seguida por mi hasta que se adentró en una habitación, me indicó cerrar la puerta detrás de mi y me pidió ayudar para sentar a Venus en la camilla, se marchó haciéndonos saber que pronto vendría la doctora que había llevado el control del embarazo de mi chica.
Justo en ese momento caía en cuenta de que no teníamos con nosotros nada de lo que pudiera necesitar Venus, ella recostada en la camilla se quejaba del dolor y yo ideaba un plan para ir al departamento por el bolso y pañalera que habíamos preparado hace semanas. Por suerte suerte y poco tiempo después Jade y Max fueron los primeros en llegar; y se ofrecieron a ir hasta el departamento por las cosas.
Cuando la doctora y la enfermera entraron a la habitación me hicieron salir para que Venus cambiara su ropa por la bata clínica que ellas habían llevado. La horas pasaban y me mataba ver a Venus sufriendo el dolor de las contracciones, según la doctora; faltaban muy pocos centímetros de dilatación para que pudiera empezar el parto.
Fabiana y Thomas también habían llegado, les había visto sentados en el pasillo conversando con Jade y Max. Paula nos había llamado informando que tendrían que viajar en auto ya que no había vuelos disponibles sino hasta mañana en la tarde.
Donovan me había enviado un mensaje casi una hora después de que ingresaramos a la clínica, me decía que estaba por abordar el avión, pero por obvias razones sería el último en llegar.
Las contracciones de Venus se volvieron más continuas y con el último tacto la doctora informó que ya estaba lista, la llevaron hasta el quirófano y a mi me indicaron ponerme un uniforme esterilizado antes de entrar con ella, lo hice y cuando llegué a su lado ella estaba con ambos pies apoyados en unos soportes y el doctor encargado del parto le daba instrucciones sobre qué hacer. Su mano apretaba la mía fuertemente mientras pujaba, una, dos, tres veces, perdí la cuenta de cuanto tiempo lo había estado haciendo, solo sé que por su frente y cuello corrían gotas de sudor y de sus ojos caían gruesas lágrimas.
De mis labios salían toda clase de frases que pudieran hacerla sobrellevar el dolor, "lo estás haciendo muy bien, cariño" "falta poco" "pronto podremos conocer a nuestro bebé", y aunque ella asentía a mis palabras; sé que las olvidaba justo en el momento en que debía volver a pujar.
De pronto un quejido de dolor salió de lo más profundo de su garganta y poco después un agudo llanto inundaba la habitación.
—Felicidades —habló el doctor mientras se acercaba para dejar al bebé sobre el pecho de Venus — es un hermoso y sano niño.
Venus lloraba viendo a la pequeña personita que estaba puesta sobre su pecho, y en el mío no cabía tanta felicidad. Mi pequeña familia ya estaba formada. Tenia a los dos amores de mi vida conmigo.
La enfermera se llevó al bebé para limpiarlo y ponerle ropita, me pidieron salir del lugar y lo hice solo después de haber dejado un beso en los labios de mi chica. Antes de salir me quité todo lo que llevaba encima de la ropa y lo dejé en un bote de basura que estaba cerca.
En la sala de espera estaban los chicos sentados, apenas verme se acercaron y empezaron a preguntar por Venus, se alegraron al saber que ya el bebé había nacido y que pronto podrían verlo. Me senté con ellos a contarles cómo había sido el proceso hasta que rato después apareció la enfermera y nos hizo saber que ya podíamos pasar a ver a mi chica.
La habitación estaba llena de globos y peluches que los chicos habían traído, hablaron un poco con Venus y luego salieron para que ella pudiera descansar, poco tardó en dormirse y yo me quedé en el pequeño sofá tratando de descansar también.
Había logrado quedarme dormido y solo me desperté porque oí unos golpes en la puerta, poco después esta fue abierta lentamente dejando ver los rostros de mi suegra y Jayson, se adentraron de manera silenciosa en la habitación y dejaron los globos y peluches que trajeron junto a los demás, poco después entró Facundo y los tres tomaron asiento en el pequeño sofá donde yo había estado anteriormente. Venus aún seguía dormida por lo que tomé un banco que estaba cerca y me senté a conversar con ellos, Paula empezó a derramar lágrimas apenas vio la foto que les había tomado a Venus y el bebé poco antes de que se lo quitaran.
—Es precioso, es tan pequeñito. No puedo creer que ya soy abuela —secó sus lágrimas y después sin preveerlo sentí como dejaba un suave manotazo en mi pierna —les dije que aún no, que estaba muy joven para ser abuela.
—Nosotros nos ofrecemos a cuidarlo —Facundo estaba emocionado, en el hospital su área es la de recién nacidos por lo que sé que le emociona los bebés por las tantas veces que cuenta sus experiencias.
Antes no me había dado cuenta; pero ya casi era medianoche. Venus se despertó y empezó a hablar con su madre y los chicos, por lo que sabiendo que quedaba en buenas manos salí a la cafetería por algo de comer. Entré en el lugar casi vacío a excepción de un par de doctores que estaban ocupando una mesa, pedí un sándwich de pollo y un jugo de naranja y me senté a comer.
Casi habían pasado ocho horas desde que estábamos aquí, el tiempo se fue volando y hasta este momento ni siquiera había pensado en comer, me tomé mi tiempo y cuando terminé volví a la habitación. Mi chica tenía entre sus brazos a nuestro bebé, quien plácidamente descansaba a la vez que se alimentaba.
—Esto se siente tan extraño —decía mientras acariciaba su pequeña manito —Siento un poco de cosquillas cuando succiona, pero también duele un poco.
—Con el pasar de los días te acostumbrarás a la sensación. —su madre estaba junto a ella observando al pequeño detalladamente. Se notaba enternecida con lo que estaba presenciando. Hasta yo lo estaba, después de nueve meses por fin podía ver a mi hijo.
Cuando venus lo terminó de amamantar su madre se ofreció a sacarle los gases, poco después el bebé se había vuelto a dormir por lo que lo acostaron en la pequeña cunita que habían colocado al lado de la camilla, Paula y los demás se despidieron asegurando que volverían mañana y yo me senté en la camilla junto a mi chica.
—Ya somos tres. —una sonrisa aparecía en mis labios al pronunciar aquellas palabras.
—Lo somos.
Dejé un beso en su frente y le bajé la intensidad a la luz para así intentar dormir un poco más, no nos costó mucho ya que había sido una tarde agotadora emocionalmente.
Solo nos despertamos un par de veces durante el resto de la noche para cambiar los pañales del bebé y alimentarlo, aunque al final el pequeño terminó durmiendo en mi pecho; porque por alguna extraña razón empezaba a llorar cada vez que lo dejaba en la cuna y se callaba solo cuando volvía a tomarlo en brazos.
Apenas eran las 6:30 de la mañana cuando la puerta se volvió a abrir, pero esta vez dejando ver a Donovan con un ramo de girasoles en una mano y en la otra luchando para poder cargar consigo un gran oso de peluche. Dejó el oso a un lado de la pequeña cuna y le entregó las flores a Venus; quién acababa de despertar al igual que yo.
—Felicidades, rara —dejó un beso en su cabeza y luego de abrazarla se acercó al sofá donde yo estaba. Sacó su teléfono y luego de tomarme una foto con el bebé, tomó asiento a mi lado —es una cosita tan tierna, seguro y será muy guapo como su tío —decía mientras acariciaba su pequeña manito. —Aunque desde ya se ve que no hará caso, le dije muchas veces que no naciera antes de que yo estuviera aquí y no me hizo caso, ese niño no sabe lo que me costó encontrar una juguetería abierta a las seis de la mañana.
Así de a poco fueron llegando los demás, por suerte y la habitación era bastante espaciosa y entrábamos todos. El bebé estaba feliz entre los brazos de su abuela, quién le cantaba una canción de cuna.
—A todo esto yo aún no sé cómo se llama mi sobrino.
Las palabras de Jayson llamaron la atención de todos los presentes, incluso la mía; que siendo el padre aún no me había puesto a pensar en cuál era el nombre de mi hijo. Y es que yo sabía el segundo porque lo había elegido, pero no sabía cuál era el primero.
—Su nombre es Allen James Johnson. —decía Venus orgullosa del nombre que había elegido.
Había sacado una variante de mi nombre y lo había combinado con el segundo nombre de mi padre. Era simplemente perfecto.
(Jajaja no se como carajos pasé del pasado al presente sin darme cuenta)
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