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Parte uno

En un lugar muy lejano, lleno de carga sobrenatural invadía la tranquilidad de sus habitantes.
Es por ello que una sociedad secreta envía a uno de sus mejores miembros para acabar de una vez por todas con esa terrible maldición que azotaba a ese sitio.
Su trabajo era sencillo, le dieron la tarea de terminar con aquel misterioso ser que mantenía a la pequeña aldea con miedo.
Sus pocos habitantes tenían que salir con cautela de sus casas después de que el reloj que se situaba en lo más alto de la iglesia marcara la llegada de la media noche.

— Es un ser bello pero digno de temer... No te dejes llevar por su hermosura.

Fue la advertencia que un anciano le dijo antes de entrar a la aldea. Al momento que le mencionaron esa parte que "Eso" era algo bello no dudó ni un mísero segundo en darse cuenta que se trataba de un vampiro.

— Inventos de la gente.

Fue lo primero que le pasó por su mente al joven de cabellos rubios.
Aunque él fue enviado con el propósito de matar a ese ser que resulta ser un peligro para ese lugar.

Después de un largo y exhaustivo viaje a través de ese bosque tétrico, solitario, cubierto de una espesa neblina y de mucha maleza, a lo lejos Milo pudo lograr divisar un majestuoso castillo.
Quizá se trataba del lugar que tanto decían los aldeanos.
En su mente recordaba aquellas palabras donde los habitantes del pueblo le decían que misteriosamente muchas personas que se adentraban para aventurarse en ese lugar, jamás regresaban.
Otras decían que aquel vampiro que vive en ese lugar se los llevaba para poder beber de la sangre fresca en especial de mujeres bellas y adolescentes.

Afortunadamente para el grupo de cazadores al que pertenecía, siempre lo ayudaron para que Milo pudiera aprender más y acabar con esos seres sobrenaturales que dañan a los inocentes.

— Dicen que sus víctimas regularmente son mujeres hermosas.

Susurró justo en el momento que detuvo su andar frente a las puertas grandes de madera vieja.
Tomó nuevamente aquel bolso que siempre llevaba consigo donde cargaba todos los materiales requeridos para poder hacer su trabajo.

Días atrás tuvo la desdicha de hacerle frente a un hombre lobo, donde afortunadamente Milo salió ganando después de darle una muerte segura aventándolo desde lo más alto de un  acantilado.

Para aquel caballero de cabellos rubios no había descanso en ningún momento.
Sacó de su bolso de cuero un objeto con punta para que le ayudara a forzar el candado de la puerta y así poder entrar de una vez y acabar con aquel ser enigmático.

— Si mi señor lo ve llegar así... Lo más seguro es que lo mate por entrar sin pedir permiso.

Esa voz hizo que Milo soltara de golpe la navaja que tenía en sus manos, rápidamente buscó con la mirada al dueño de esa sutil voz que sonaba muy dulce, como un agradable canto para sus oídos.

— ¿Quien eres? — Cuestionó Milo observando a la nada.

— Soy uno de los fieles sirviente de mi señor y lo mejor es que de una vez por todas se retire antes de que tomen su  vida también.

Milo levantó su mirada al cielo, sobre él levitaba un bello joven de tez blanca muy pálida como la  nieve, un largo y hermoso cabello de tonalidad rojiza, así mismo como el color de sus uñas.
Vestía unas prendas de seda blanca que se transparenta dejando ver su marcada y delgada figura, a los lados cuando el viento ondeaba suavemente podía ver sus largas y perfectas piernas que se asomaban entre las telas; en su cabello llevaba una tiara dorada.

Al verlo Milo se quedó sin palabras, en ese momento se le vino a la mente aquella idea cuando las sirenas cautivan a los marinos con su melodioso canto llevándolos a la perdición.

— Tus ojos...

Aquel joven de cabellos escarlatas descendió lentamente para quedar frente a ese curioso intruso que quería entrar al castillo de su señor.

— El conde Hades detesta las visitas, lo mejor será que se pase a retirar.

— No tardaré...

Respondió Milo confiado cruzando aquella puerta. En ese momento aquel joven de cabellos rojizos se dio a la tarea de entrar y seguir más de cerca los movimientos de aquel joven rubio.
Él tenía la orden de matar a todo aquel que trate de atentar en contra del conde.

Milo tomó una antorcha que colgaba del pasillo y con sigilo se fue adentrando a ese castillo antiquísimo de la época victoriana.

Conforme daba unos cuantos pasos, podía escuchar como crujía esos huesos que rondaban por todos los pasillos. La obscuridad hacía juego con ese enigmático lugar, así mismo como el olor fuerte del azufre.

Se llevó una mano a su nariz para pasar desapercibido el olor que incomodaba sus fosas nasales.

— ¿Cuáles son sus intenciones con mi señor?

Se escuchó nuevamente esa voz tan atrayente para él, aunque no podía confiarse mucho porqué se encontraba en una zona donde es el dominio del enemigo.

— No sé lo que usted sea bello joven, además no vine a darle una visita agradable a su señor.

En ese momento aquel joven rápidamente se acercó para cubrir la boca de aquel intruso y lo jaló hasta un cuarto sin luz.
Milo quería en esos momentos hacerle frente, por su mente paso esa idea que le habían comentado los aldeanos.

"No te dejes llevar por su hermosura"

— Shhh...

En ese momento el joven cazador se quedó asombrado al ver a lo lejos como un hombre de ropajes negros vestido elegantemente como uno de los más altos en la jerarquía de la sociedad, sosteniendo en su mano un bastón donde posaba un vampiro hecho de oro macizo, su cabellera larga colorida como ébano; caminaba a través del pasillo.

— ¡Camus!

Lo llamó el contrario con una voz altiva y demandante.

"Camus" con que ese era el nombre de aquel joven de cabellos rojizos que lo había recibido en la entrada.

El mencionado lentamente soltó su mano de los labios del joven rubio. Aunque ese movimiento fue muy repentino, para Camus aquel ligero roce de su piel con el intruso le devolvió una ligera gota de esperanza, desde hace muchos años atrás jamás había tenido contacto con alguien más, ese suave roce era muy cálido a diferencia de su piel pálida y fría.
Lentamente salió de aquel cuarto donde había ocultado al rubio.

— ¿Me llamaba mi señor?

El conde Hades le dedicó una mirada intimidante, detestaba que Camus no se presentara en el momento preciso a su llamado, aunque fueran unos cuantos segundos de retardo.

— Necesito que vayas a la aldea y me traigas otra joven más... Mi cuerpo pide a gritos sangre tibia y fresca.

Milo quería salir en ese momento, atacarlo por la espalda y clavarle una estaca de una vez por todas pero al parecer se había dado cuenta que aquel joven de cabellos rojizos no lo delató.

Camus asintió, hizo una leve reverencia y comenzó a caminar rumbo a la salida principal para cumplir con aquel encargo de su señor.

— ¡El gran Milo nos acompaña esta noche!

Se burló Hades caminando en dirección a la habitación donde Camus lo había escondido. No tuvo porqué confiarse si ese sujeto es capaz de darse cuenta de su presencia.

El joven rubio tragó saliva al darse cuenta que si se habían dado cuenta de su presencia, rápidamente sacó de su bolso de cuero una estaca y una figura religiosa esperando que con esto pudiera acabar con el conde.

— ¡Así es Hades... Me han mandado por tu cabeza!

Milo salió de su escondite para hacerle frente de una buena vez.

— Eso lo veremos...

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Personitas bellas espero que esta primera parte les guste de esta historia corta.
Yo no tenía pensando participar pero pues ya me conocen y suelo sacar ideas a la mera hora 🤣
Mañana les traigo la segunda parte.
Los quiero mucho.💖💖💖







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