Parte dos
Frente a él se encontraba ese enigmático hombre que desprende un aura terrible y lúgubre.
Rápidamente como opción tomó una botella de su bolso donde contenía un poco de agua bendita pero Hades se le aproximó de manera repentina la tomó con brusquedad y lanzó lejos aquel líquido, se encontraba muy lejos del alcance de Milo.
- ¡No creas que no supe de tu llegada Milo!
Se burló el conde aproximándose peligrosamente al joven rubio cazador quien en su intento fallido buscaba una daga entre su bolso de cuero.
- Eres un peligro para los aldeanos - Respondió molesto mostrándole lo primero que halló que fue una cruz de madera.
- Tus trucos baratos no funcionan conmigo Milo - Contestó el hombre de cabellos negros como la espesa noche que rodeaba ese castillo antiquísimo.
Lo tomó de lo que parecía ser su abrigo y con rudeza lo aventó lejos de él, Milo terminó cayendo sobre un mueble viejo de madera rompiéndose en ese mismo acto.
- Hades - Susurró con malicia Milo intentando incorporarse del suelo - No te confíes tanto... He llamado a los demás y pronto vendrán para ayudarme.
El conde no pudo evitar reírse con malicia - Cuando vengan los demás... Muerto estarás.
El joven rubio pasó su mano sobre su boca, un ligero camino de saliva recorría sus labios. Eso no era algo que estuviera a su favor, a ellos les gusta la sangre fresca.
Rápidamente corrió hasta donde había quedado su bolso, pero Hades comenzaba a seguirle sus pasos.
Tomó su bolso y comenzó a moverse desesperadamente entre esos largos pasillos tratando de perderlo y así ganar un poco más de tiempo para poder acabar con él.
- Maldita sea... Aioria me dijo que trajera mis balas de plata y no quise hacerle caso - Susurró molesto al recargarse en una pared que de manera inmediata se giró y lo llevó a otro cuarto.
Era una pared falsa, lo que Hades guardaba en ese sitio lo dejó sin palabras.
Quería salir corriendo pero aquella pared que le dio acceso no respondía, escuchó nuevamente esa melodiosa voz que le había gustado cuando llegó al castillo.
- Su vida corre peligro en este lugar... Váyase.
Frente a él se encontraba ese joven hermoso quien se acercaba con cautela al rubio, con delicadeza tocó su rostro y con ayuda de un paño que llevaba en sus manos limpió aquella herida que Milo tenía en sus labios.
- ¿Porqué me ayudas? Eres uno de ellos
Milo no entendía porqué aquel jovencito de cabellos rojizos tenía ese tal acercamiento con él. Después de todo era un vampiro.
- Joven Milo, su reputación lo precede... Es uno de los mejores cazadores, sin embargo terminar con la vida de mi señor le será totalmente imposible... El conde tiene un pacto con el diablo y ninguna de sus herramientas le será de ayuda para acabar con él.
Milo no podía dejar de mirarlo a los ojos, eran como dos rubíes tan bellos como ese mismo joven de piel pálida, lentamente pasó la yema de sus dedos sobre su rostro del contrario, podía sentir su piel fría.
- Aún no entiendo porqué me ayudas.
- Debemos ser fieles a mi señor pero a últimas nos maltrata si no cumplimos sus caprichos, ayer mató al hombre que podía convertirse en grifo solo porque no cumplió con lo que le pidió.
- Entonces... Corres peligro ¿Camus verdad? Ese es tu nombre, muy bello por cierto.
Camus bajó la mirada muy apenado, en toda su larga existencia alguien lo había halagado como ese hombre de cabellos rubios.
- Así es... - Dijo el joven de cabellos escarlata dejándose envolver en un abrazo del contrario.
Aquel acercamiento lo dejó perplejo, después de vivir más de doscientos años en ese estado como vampiro, nadie se había preocupado por él.
- Joven Milo... Sólo le pido un último favor.
- Dime.
- Cuando acabe con la vida de mi señor, termine con la mía también, la vida eterna es muy desgastante.
Al escuchar esto Milo dejó de abrazarlo y lo tomó de los hombros para ver porqué quería terminar con su vida.
- Yo ya estoy muerto en vida joven Milo.
- Escúchame bien Camus... Tengo la orden de acabar con la vida de tu señor pero no me pidas que te arrebate la tuya.
- Milo...
El joven cazador no pudo terminar de hablar con Camus, en ese momento un fuerte estruendo se escuchó a lo lejos. Una de las paredes se rompió en pedazos dejándose ver un hombre de tez morena, cabellos violáceos obscuros y una mirada fría con hermosos iris morados.
- ¡Aiacos! - Gritó Camus corriendo hasta ese hombre.
- ¡Hey tú! - Señaló al rubio.
- ¿Que quieres? - Cuestionó Milo sin entender que pasaba.
- Llévate a Camus lejos de todo esto... Los demás no tardan en venir y acabaremos con nuestro señor.
- Pero... Aiacos - Susurró Camus con preocupación, miraba a Milo, y miraba a Aiacos, todo quedó en silencio en ese momento.
- Deben odiar tanto al conde para que se revelen ¿No es así? - Cuestionó Milo sin quitarle la mirada de encima a ese sujeto.
- Ayer terminó con la vida de Minos, alguna vez fuimos seres humanos como cualquiera con una vida normal, de no ser por la llegada del conde... Experimenta con los aldeanos también, yo puedo volverme una garuda.
Con pasos firmes se fue acercando al joven rubio - Camus en el único ser noble y bondadoso que queda en el castillo, llévatelo lejos de aquí por favor no merece sufrir.
En ese momento Aiacos le entregó el mismo bolso de cuero que Milo traía, entre tanto correr se le había olvidado donde lo dejó.
- Entiendo.
- ¡Aiacos... No! - Gritó con desesperación al verlo irse lejos de ellos.
- ¡Valentine me ayudará! ¡Ahora vete Camus! - Exclamó Aiacos alejándose cada vez más de ellos.
- ¡Vámonos Camus!
Milo lo tomó de la mano, ambos comenzaron a correr lejos de ese lugar.
Al salir de aquella habitación, todo se había vuelto un caos, Camus quería mirar atrás pero Milo no lo dejó.
- No mires atrás. Casi llegamos a la salida.
Al ver las puertas abiertas, Milo se alegró por ello, aunque el que se detuvo fue Camus puesto que el amanecer estaba llegando ya.
- Camus.
- No puedo salir Milo.
El joven de cabellos rubios estaba por decirle algo pero un fuerte estruendo se escuchó detrás de ellos, el castillo comenzaba a derrumbarse.
- ¡Camus haré lo posible porqué los rayos del sol no te toquen pero vámonos ya.
Milo lo tomó en sus brazos y salió corriendo de ese sitio, grandes bloques de piedra comenzaban a caer haciendo más difícil su andar.
Entre ese disturbio, uno de los bloques golpeó a Milo en la espalda dejándolo inconsciente, se encontraban a la orilla del acantilado que se situaba a lado del castillo, ambos cayeron en ese lugar.
A los pocos minutos Aioria acompañado de su inseparable hermano llegaron a ese lugar para ayudar a Milo con esa misión pero solo encontraron el castillo del conde totalmente en ruinas.
- ¡Milo! - Gritó Aioros al ver que no había rastro alguno de su amigo.
- ¡Por allá! - Señaló Aioria a lo lejos el bolso que su amigo siempre llevaba consigo.
Los dos hermanos corrieron entre los escombros esperando hallar a su amigo con vida pero entre esa búsqueda solo encontraron restos de sangre, el bastón de oro del conde y una tiara dorada.
El joven de cabellos escarlata se sentía muy débil, como pudo se llevó el cuerpo de Milo hasta una pequeña cueva.
Era un hecho que su salvador no tenía remedio, quizá tenía varios huesos rotos debido a la caída.
Aunque Camus no podía llorar, en el fondo de su ser le dolía el hecho de que aquel cazador dio todo con tal de salvarlo sin conocerlo más a fondo.
- Milo.
Tomó suavemente el rostro del joven de cabellos rubios. Al principio Camus quería acabar con su miserable vida eterna al pedirle al cazador que lo matara, sin embargo, no estaba dispuesto a perder a Milo.
Solo él podía ser su salvación.
- Aférrate a tu vida Milo... No me dejes.
Susurró Camus, lentamente se acercó al cuello del contrario, solo él podía ayudarlo, se convertiría en un vampiro como él, no tenía opción.
Le dejó una gran marca esperando que aún tuviera tiempo a su favor para salvarlo.
Después de unos minutos los cabellos de Milo se tornaron azul cerúleo, su cuerpo era frío ahora.
Lentamente abrió sus párpados, lo primero que observó fue a ese joven vampiro, ante sus ojos una tentación escarlata.
- Camus.
Susurró Milo tocando su rostro con suavidad.
- Yo no quería, no tuve opción, eres uno de los nuestros ahora.
Milo se incorporó del suelo para unir sus labios a los del contrario, dejando un beso puro y casto.
- Tenía que acabar con el conde pero fuiste tu quien terminó salvandome... Gracias Camus.
Aioria y Aioros al ver que no hubo señales de vida de Milo, tuvieron que dar aviso a la organización, aún recordaban su hazaña heroica que era recordada de generación en generación.
Y Milo tenía una vida eterna a lado de su adoración escarlata, ambos disfrutaban de recorrer el mundo por las noches, ahora Camus ya no se sentía solo como antes, tenía a Milo a su lado por toda la eternidad.
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Y fin.
😁
Como cuando me tengo que poner a ver Val Helsing para entender un poco sobre los vampiros porque en lo personal no me gusta Crepúsculo 🤣🤣
Espero que les haya gustado esta historia cortita salida de mi mente exprés.
Los quiero mucho y pasen a darle amor a las demás historias que participan en el milo fest.
Así mismo pasen a seguirnos en la cuenta que tenemos de wattpad.
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