13
Es un día soleado. Por lo general amo el sol pero eso implica no ver a Carlisle y me tiene enfadada como una chiquilla que no ve a su novio porque sus padres la han castigado.
Estoy sola en casa, los demás se han marchado a sus obligaciones así que me dedico a meter mis pertenencias en cajas para avanzar con la mudanza. En realidad apenas tengo nada y acabo antes de lo que me gustaría.
El sonido de mi móvil me saca de mis pensamientos de intentar ponerme a escribir algo.
¿Estás en casa?
El mensaje de Carlisle me hace sonreír de forma tonta.
Sí. ¿Has encontrado una forma de evitar el sol para venir a verme?
Lamentablemente no pero quizás te gustaría disfrutar del día conmigo.
Nunca he visto a Carlisle bajo el sol y la curiosidad se apodera de mí.
¿Dónde estás?
La respuesta es inmediata.
En el bosque detrás de tu casa.
¿Acosándome, doctor Cullen?
Casi puedo escuchar su risa en mi mente.
Algo así.
Salgo en un minuto.
Me coloco las zapatillas. Es de las pocas veces que llevo un pantalón corto y una camiseta de tirantes en Forks y el sol contra mi piel se siente deliciosamente agradable
Camino hacia el interior del bosque de la parte trasera de casa. Casi de inmediato las ramas opacan el sol, haciendo un juego de luces y sombras por los rayos que consiguen atravesar la vegetación. Carlisle se encuentra resguardado en las sombras y su sonrisa en como una bienvenida cálida.
-¿No es peligroso estar aquí? -es mi saludo porque el recuerdo de Victoria aún está fresco en me memoria.
Su sonrisa, aunque nerviosa, me tranquiliza un poco.
-Victoria ha desaparecido.
-¿Se ha ido sin más?
Sus hombros se alzan en respuesta. Incluso él lleva una ropa más ligera, un pantalón largo de algo que parece lino y una camiseta, ambos de colores claros y no los sólidos que suele usar. Le sienta realmente bien.
-Supongo que incluso inmersa en su dolor y su ira sabe distinguir cuándo va a perder. –responde finalmente.
El silencio se extiende entre nosotros después de sus palabras. Es un alivio que la vampira que intenta matar a mi sobrina no esté, aunque me resulte extraño que se haya ido sin más.
-¿Y cuánto llevas aquí? -quiero saber mientras me acerco a él con una sonrisa idéntica a la suya en mis labios.
Se encoge de hombros con un aire algo tímido que contrasta con el Carlisle de la llamada de anoche. Hay tantas facetas en este hombre, tantas caras, y quiero conocer cada una de ellas.
-Sólo unos minutos. Quería...decidirme. -contesta.
-¿A ir por el sol conmigo? -pregunto con suavidad. Noto que es un tema que le incomoda un poco.
Asiente.
-Puede sorprender en un primer momento.
-No saldrás ardiendo, ¿verdad? No traigo extintor.
Sé que no lo hará pero mi broma le hace reír, que es lo que busco. Sé que el sol los ilumina pero aún no entiendo bien cómo.
-No, no saldré ardiendo. -responde algo más relajado, la sombra de una sonrisa adornando su rostro.
-Entonces no hay de qué preocuparse. -extiendo la mano hacia él y mis ojos se hunden en los suyos que parecen oro líquido. -¿Vamos?
Asiente atrapando mi mano y entrelazando sus dedos con los míos. Puedo notar su nerviosismo mientras nos acercamos a un pequeño claro donde el sol ilumina todo.
Es precioso y tranquilo.
Su mano me suelta y da un paso más, alejándose de mí y adentrándose en la zona iluminada.
En un primer instante sí que creo que está ardiendo y el horror me atraviesa pero me cuesta sólo un segundo darme cuenta de que no, de que sólo está...brillando.
Toda la piel de sus brazos desnudos emite miles de destellos al igual que su rostro, que se muestra cauteloso, esperando mi reacción.
-Dios mío, eres increíble. -murmuro asombrada acortando la distancia entre ambos. Paseo mis dedos con lentitud por su piel, parece realizada con miles de diamantes. -¿Cómo es posible?
Tarda unos segundos en contestar, su mirada sigue los patrones irregulares que mis dedos crean sobre sus brazos
-No estoy seguro. Tengo varias teorías pero la más plausible es que nuestra piel es dura como los diamantes y reacciona de forma similar al sol.
-Es precioso. –mi voz aún está teñida de asombro y cuando su mano se posa sobre la mía con suavidad, alzo mis ojos hacia él. Mis ojos casi se han acostumbrado a su piel brillante y parece que a mi cerebro no le resulta tan chocante. Es algo que lo hace aún más especial.
Su sonrisa es ya más visible, ha perdido parte del nerviosismo.
-¿Quieres dar un paseo? –me sugiere y yo asiento.
Emprendemos un tranquilo paseo por la vegetación, mis pasos resuenan en el suelo cubierto de hojas y ramas, los suyos son silenciosos. Noto la frialdad de su mano entrelazada con la mía pero no es molesto, de hecho es refrescante a pesar de que los árboles ocultan casi todo el sol de nuevo el calor permanece. Ocasionalmente su piel brilla cuando pasamos por una zona iluminada.
-¿Tenemos un destino? –pregunto cuando veo sus pasos seguros hacia una dirección concreta. Me brinda una sonrisa brillante.
-Es muy observadora, señorita Swan. –responde con diversión.
Suelto una ligera risa.
-Si hubiera sido observadora me habría dado cuenta de tu naturaleza mucho antes. Prácticamente me tuvo que explotar en la cara para verlo. –replico pero pierdo la concentración cuando llegamos a un pequeño claro, bañado de nuevo por el sol. Todo el suelo está cubierto de pequeñas florecillas de multitud de colores que se agitan con la brisa.
Es un escenario bucólico sacado directamente de alguna pintura.
-Suelo venir aquí cuando quiero un poco de tranquilidad. –me explica con voz suave al ver que me he quedado muda.
-Ni siquiera sabía que podía existir algo tan bonito en Forks. –son las primeras palabras que digo en un par de minutos. Camino con él a mi lado y mientras nos adentramos en el pequeño claro siento casi como si estuviera en un sueño.
Las florecillas me hacen cosquillas cuando rozan mis piernas y la risa brota de mis labios sin pensarlo, mitad sorpresa mitad maravilla.
-No es lo más bonito de Forks. –replica en voz baja. Nuestras miradas se encuentran y los sentimientos de su mirada son claro y poderosos. Dios mío, ¿cuánto más puede gustarme este hombre? ¿Cuánto más puede resistir mi corazón humano?
He estado enamorada antes. No soy ajena a ello. Pero nunca ha sido de esta manera, tan rápida y brutal. Como un huracán, como esas conexiones de los cuentos. Pero aquí, mientras me siento en la hierba junto con un ser que sólo sale en las leyendas y en un paisaje sacado de algún cuento siento que es natural; que es normal querer a alguien de esta manera. Irracional y salvaje.
Saco el paquete de tabaco del bolsillo de mis shorts porque necesito con urgencia un cigarrillo que me tranquilice la mente.
-Como médico tengo que decirte que eso es mortal. –comenta mientras observa cómo lo enciendo y le doy una calada.
Miro sobre mi hombro para verlo tumbado, con un brazo bajo su cabeza y una sonrisa esquinada en sus labios. Parece mucho más joven cuando se relaja, cuando deja a un lado el papel del doctor Cullen.
-Hace poco tiempo descubrí que la mortalidad se puede curar. –replico con diversión.
Sus cejas se alzan y se apoya sobre los codos para mirarme mejor.
-¿Has pensado sobre la inmortalidad?
Expulso el humo de mi siguiente calada antes de contestar.
-Sería raro que no lo hiciera. Me parece...asombroso e irracional.
Su risa me sorprende.
-Lo es. A la mente le cuesta un tiempo aceptarlo.
-¿A ti te costó a pesar de saber que existían?
Asiente, la sonrisa ha caído de sus labios.
-Me costó siglos ver esta piel como algo casi normal. –mis ojos se mueven de manera inconsciente por su piel brillante. –Me enseñaron a odiar a los vampiros. Convertirme en uno y aceptarlo fue un arduo proceso.
La duda surge en mí y antes de pensarlo ya se está escapando de mis labios.
-¿Te gustaría que fuera como tú?
Su mirada se vuelve pensativa y su tono algo cauteloso.
-Me gustas como eres, tu humanidad es parte de ti. –responde finalmente, se incorpora para quedarse sentado y su mano se apoya en mi mejilla. Es un movimiento natural, fluido, al igual que el de mi rostro inclinándose ante su tacto. –No voy a ser hipócrita, tu mortalidad me pone un poco nervioso.
-¿Por qué?
-He visto todas las formas posibles de muerte. Y lo que antes veía como el ciclo natural de la vida ahora me aterra. –confiesa, su mirada prendida de la mía.
-No voy a morir, Carlisle. –lo tranquilizo y apoyo mi mano libre sobre la que tiene apoyada en mi mejilla. –No sé si quiero ser inmortal, el concepto es demasiado nuevo, demasiado inabarcable. Pero, si llegado el momento, no hay elección, quiero que lo hagas.
Su rostro se transforma por la sorpresa.
-¿Estás segura?
Asiento con firmeza e intento restarle peso al asunto con una sonrisa juguetona.
-De todas formas, no voy a estar próxima a la muerte. Esto es Forks y puedo decir que tengo al ser más peligroso de este pueblo comiendo de mi mano.
Su carcajada es fresca y ligera como la brisa que agita las flores.
-Lo tienes, absolutamente. –concuerda y veo un destello de la misma diversión pícara en sus ojos antes de que sus labios encuentren los míos.
Besar a Carlisle es como una descarga eléctrica y una manta cálida en un día de invierno a la vez. Es desconcertante las sensaciones que este hombre provoca en mí pero las abrazo todas mientras su beso se vuelve más necesitado, más dominante.
De repente se separa de mí, dejándome con la respiración entrecortada y un cosquilleo en los labios.
-¿Qué ocurre? –pregunto confusa por la interrupción tan repentina. Sus ojos tienen algo de disgusto pero la diversión le gana.
Por toda respuesta gira la cabeza hacia un lado del prado donde un enorme chico está entrando. Tiene los ojos cubiertos con una mano que pueden ser dos de las mías. Su piel también brilla bajo el sol y sus rizos castaños y cortos se mueven como la hierba ante la brisa.
-¿Estáis vestidos? –pregunta dando un par de pasos hacia nosotros.
-Lo estamos, Emmett. –responde Carlisle entre divertido y resignado.
El chico deja de cubrirse los ojos y puedo ver su rostro completo. Su enorme sonrisa contrasta con su envergadura. Es como el rostro de un chico inocente en un cuerpo de gigante.
-Edward siempre dice que tus pensamientos lo traumatizan. –se explica mientras nosotros nos levantamos y él acorta la distancia. Extiende una de sus enormes manos hacia mí- Soy Emmett, el más guapo de la familia.
Se la estrecho aunque es más como si mi mano desapareciera entre la suya pero su sonrisa es contagiosa y me encuentro sonriendo de la misma manera.
-Carol. –respondo y miro de reojo a Carlisle, divertida mientras mi mano es liberada. –¿Qué clase de pensamientos tienes sobre mí, doctor Cullen?
Parece legítimamente avergonzado delante de su hijo y eso hace que ambos soltemos una risa aunque la mía es opacada por la más elevada de Emmett. Suena a rocas cayendo por una ladera, salvaje y libre.
-Oh, vas a caerme muy bien, Carol. –anuncia el grandullón antes de mirar a su padre. –Alice quiere que vayáis para conocer a toda la familia.
El nerviosismo borra mi buen humor de un plumazo.
-¿Ahora? –grazno. No voy vestida para una reunión familiar, mis pantalones están manchados de hierba y tengo el pelo como un nido de pájaros. No me importa que Carlisle me vea así pero tengo la absurda necesidad de dar una buena impresión a la familia aunque conozca a la mayoría.
-Sólo si quieres. –se apresura a responder Carlisle, su mano apoyada en mi baja espalda y su mirada centrada en mí, consciente de mi repentino estrés.
-Vamos, no mordemos. –me asegura Emmett con esa enorme sonrisa que ocupa todo su rostro. Sus ojos dorados son sinceros pero también hay diversión en ellos por ver mi nerviosismo.
Acabo dando una calada más profunda al cigarrillo antes de apagarlo contra la suela de mi zapato y asiento, con una falsa seguridad.
-Está bien. –mi mano encuentra la de Carlisle y le doy un suave apretón. Es mi puerto seguro, mi ancla. –Vamos a ello.
Era hora de la presentación oficial.
Rosalie y Carol en una misma habitación, tengo ganas de ver eso🙈🤣
¿Qué os ha parecido? Recordar darle amor y comentar si os apetece, amo leeros🥰🥰
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