Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

55

Negro y rojo

Confieso que ahora mientras esperamos esto ya no me parece una excelente idea.

—¿Qué está pasando? — pregunta Belial sin moverse, pero yo estoy aferrada a su espalda mientras el vacío permanece oscuro bajo nosotros.

—El ejército ha montado una guardia frente al palacio — responde Lilith a nuestro lado mientras se asoma por el borde del abismo para mirar —. No hay movimiento.

—Si tus hermanos no se apresuran voy a quedarme sin brazos — Astaroth está a nuestro otro lado, colgando de un par de cuchillos enterrados en la pared del abismo.

—Estoy cargando un peso doble, créeme, si mis brazos resisten los tuyos también — responde Belial.

—Además, si ya aguantaste una caída de aquí, seguro soportas otra — piensa Lilith.

—No, no, a mí no me tiraron de aquí — niega —. Eso solo es para los despiadados. Yo salí por mi propio pie de aquí.

—Que suerte, aún no sabes lo que se siente convertirte en polvo — piensa el castaño que me sostiene.

—Ha salido — la voz de Lilith suena trémula y se esconde de nuevo, noto en su expresión un poco de miedo e instintivamente me aterro también.

Belial suelta uno de los cuchillos con los que nos sostiene, y la inestabilidad de su cuerpo me pone los nervios de punta.

Sin embargo posa la mano sobre la de Lilith, llamando su atención y brindándole confianza.

—El miedo alimenta a los tiranos, el odio los destruye — pronuncia.

Ella asiente, y tras un par de segundos recobra la seguridad.

Veo que vuelve a asomarse por el borde.

—¿Cómo va todo? — cuestiona Belial.

—Belcebú tiene una navaja en el cuello... no sé si eso sea bueno, malo o normal.

—¿De quién?

—Hmm... Uriel.

—Entonces es normal, estará bien.

—Espera... creo que es Miguel.

—¡¿Bromeas?! No puedes solo decirme dos nombres diferentes y esperar que adivine si estamos en problemas — se queja el demonio.

—Tengo más años sin ver a estos bastardos de los que tú llevas sin pisar Edén.

—¿Que ocurre ahora? — pregunta.

Lilith vuelve a asomarse una vez más, y observa todo con atención.

—Sí, era Uriel — confirma al fin —. Y ahora Uriel tiene la nariz rota.

Oigo varias risas por ello, y cuando imagino al responsable del hueso roto sonrió.

—¿Puño? — cuestiona Astaroth.

—Hmm, quizá, pero el de Lucifer — repone Belial.

—Fue con la cabeza — opino yo.

—Muy bien, las apuestas están hechas — dice el primero.

—¿Ya hay más huesos rotos? — pregunta a Lilith.

—No, Lucifer está hablando con él — informa —. Parece pensar las cosas... y ahora Miguel discute. Gabriel ha entrado a la discusión también... — intento hacerme una imagen mental de lo que ella narra —. Oh... Rafael llegó.

Al parecer esas son pésimas noticias, pues oigo varias quejas.

Y Belial se pone tenso y rígido.

—¿Qué está ocurriendo? — interroga el demonio.

—Se ha ido directo a él — informa con tensión —. Se han enfrentado y la discusión comenzó. Belcebú intenta retener a su hermano y Uriel tira de Rafael.

Al menos a mí comienzan a comerme las ansias. Ni siquiera necesito de ver la escena para saber que está ardiendo todo allá afuera.

Todo el plan depende de los próximos segundos, y con el impulsivo de Lucifer las cosas no marcharán bien.

—Al fin intervino — avisa Lilith esperanzada —. Los detuvo.

Oigo suspiros aliviados, y el mío llena de paz mi pecho.

No hay informes nuevos durante largos e interminables segundos. Mis ansias suben tanto que estoy a punto de asomarme yo misma cuando ella vuelve a hablar.

—Aceptó — suelta estupefacta.

Nadie se mueve ni pronuncia una sola cosa. La tensión del momento es palpable, tanto por la emoción de saber que todo marcha como queremos, que por saber que eso significa que en cualquier instante saldremos de aquí.

—¿Hay complicaciones? — cuestiona Belial.

—Algunos se han puesto en contra, pero él no hace caso, ya van hacia la cámara a pesar de las protestas — cuenta mirando con mucha atención.

—Estén atentos, pronto será el momento de salir — informa en voz ligeramente alta, y escucho que el mensaje va siendo comunicado de boca en boca.

—La cámara ya está abierta y han comenzado a sacar las cosas — informa Lilith.

—¿Estás lista? — Belial me pregunta.

Trago saliva con dificultad y asiento.

Jamás he participado en una guerra de ningún tipo, y saber que ahora lo haré estando rodeada por ángeles y demonios me pone mal.

—Lucifer ha comenzado a discutir con su padre — avisa la chica y los nervios aumentan —. No tengo idea de lo que pelean, pero Belcebú ha intervenido ya.

Ruego en mi mente que nada ocurra, que los hermanos ganen la pelea sin necesidad de golpes y todo pueda seguir de acuerdo al plan.

—Han sacado las cosas de Aradia de la cámara — informa —. Al parecer ganaron la pelea.

Suspiro de nuevo, lo han logrado.

—No te sueltes hasta que no estemos en tierra firme — ordena el demonio del que estoy colgando.

—Sí — acepto y me aferro bien a él.

La idea de poder resbalarme accidentalmente me aterra.

—Es hora — avisa Lilith y siento como se me congela la sangre.

El mensaje se recorre rápidamente, y la tensión previa al inicio me tiene tiesa.

Siento el esfuerzo en los músculos de Belial cuando escala lo faltante, y junto con el resto de demonios salimos del abismo.

Salto de la espalda del chico cuando hemos dejado atrás el peligro, y avanzamos con rapidez en dirección al resto de nosotros.

Los ángeles presentes ya han sido rodeados mientras protegen a Dios de una ataque, y aunque las intenciones no son herir a nadie, ellos piensan lo contrario.

—A mí nadie me engaña — pronuncia Lucifer a poca distancia de donde me encuentro, abre una caja de cristal y saca con máximo cuidado un objeto antes de tirarla al piso para verla hacerse añicos —. ¡Nadie juega conmigo!

El cólera que consigue emanar de sí mismo es aterrador y paralizante.

Incluso ha logrado acallar el lugar y mantener atentos a los presentes en absoluto.

—Tú cometiste un acto de traición— señala con el índice a su padre y centra la atención en él —. Pero ninguno de ustedes debe estar asustado ahora, no pienso asesinar a papá — promete —. No hoy. No ahora. Empezaré desde cero, acabaré con cada uno de sus hijos antes, asesinaré a cada ángel, guerrero y leal de Dios, y cuando tus cimientos y raíces sean cenizas, ese momento será el último para ti. Así que ahora puedes estar tranquilo, todavía no comienzo.

La amenaza ha sido soltada como una bomba destructiva que acabará con todo.

—No vas a vencernos — veo a uno de los ángeles salir de entre todo el tumulto, atravesando la línea de demonios y saliendo a la luz sin avanzar demasiado —. Tú no vas a ganar.

—Por supuesto que no — acepta Lucifer con naturalidad y le oigo más cerca de mí —. Yo no voy a ganar esta guerra. Pero Aradia sí — tras dicha revelación siento algo tocar mi cabeza.

La que supongo es una corona me ha sido colocada, consigo ver que una luz emana de mi frente y me produce una sensación de cosquillas.

Pero pronto se convierte en algo más. Mi vista se hace borrosa y apenas veo la silueta de Belial acercarse unos pasos a donde me encuentro aletargada a punto de desfallecer.

(...)

Reacciono al instante, casi no es perceptible el corto momento en el que me desvanecí.

Pero mi mente está en blanco por completo.

Estoy envuelta en un par de brazos, y me libero de ellos a los pocos segundos.

Belial analiza mi estado en un instante, pero no hay nada fuera de lugar.

Mi repentina desorientación no es algo visible.

Puedo reconocer a quien miro, también el lugar en el que me encuentro, pero no puedo recordar como llegué aquí.

El sonido metálico de una espada siendo desenvainada me hace desviar la mirada.

Lucifer tiene el arma en las manos, la observa atento y una sonrisa satisfactoria aparece en su rostro.

—Es hora de elegir un bando, Aradia — avisa caminando mientras balancea la espada en una de sus manos.

Trago saliva al recordar vagamente la razón por la que estoy aquí.

—Espera — el ángel rubio que atravesó la barrera de demonios interviene de nuevo, y tardo solo segundos en reconocer a Rafael —.  Ven con nosotros, no sé de qué manera Lucifer consiguió tenerte de su lado, pero no tengo dudas en que has sido víctima de sus engaños — podría decirse que fui víctima del miedo —. Esto no está bien, no cometas un error, ven conmigo, con nosotros.

El ángel parece preocupado y sincero, casi de fiar.

Pero conozco bien a la clase de víboras que habitan en las tierras celestiales.

—No — me rehuso tras un largo momento de tensión —. Mi lealtad está con mi hermano. Yo estoy con él.

Casi puedo oír los gritos ahogados mentales de los presentes. Y también los victoriosos de los demás.

—Ya lo oíste — Lucifer se dirige a Dios de nuevo —. Me complace darles este día la noticia: Aradia aceptó su misión, será el primer jinete, el emisario del juicio que montará al gran dragón.

Veo que el hombre de larga barba blanca avanza unos pasos por impulso del cólera que consigue dominarlo.

—Pero por favor, padre — Belcebú alza la voz —. No te martirices con esto, tus pobres y amados mortales estarán a salvo.

—Siempre y cuando su moral flexible se adapte al nuevo orden — agrega Lucifer —. Seguro no les costará trabajo, es lo que hacen todo el tiempo.

—No permitiré que les hagan daño — advierte el hombre mientras algunos ángeles intentan mantenerlo fuera del alcance de cualquier demonio.

—No tienes que permitirlo padre — niega —. Solo debes morir.

Las palabras de Lucifer cobran una profundidad extrema con la que consiguen grabarse en la mente de todos los que le escuchamos.

Y son suficiente para avivar los ánimos.

Veo que un grupo de ángeles rodea a Dios y le escolta fuera de la zona de conflicto, de regreso a la seguridad del palacio mientras el resto se encarga de nosotros.

—Las cosas van a ponerse duras — la advertencia tan acertada de Belial me pone alerta —. Te sacaré de aquí.

Me hace moverme de donde estoy, veo que toma a Lilith del brazo en cuanto está a su alcance, y ella se aferra a mí para no perderme.

—Saca a Aradia de aquí — Belcebú se acerca con prisa y da una orden rápida a su hermano.

—En eso estoy — aclara el otro, y al siguiente segundo oigo que deja escapar de entre sus labios un silbido largo y tenue, que seguro se escucha a kilómetros de aquí sin reventarle el tímpano a nadie —. Lilith y tú se marcharán juntan.

—Yo no me quiero ir — protesto enseguida.

—Yo tampoco — apoya Lilith.

—¿Acaso mi orden sonó a una encuesta para saber lo que quieren? — y aunque jamás he tenido una discusión con él, comprendo que no existirá forma de ganarla —. Van a marcharse juntas, este lugar no es seguro, y perder la vida ahora sería demasiado ridículo y absurdo, ¿no creen?

—No somos muñecas de porcelana — discuto.

—Aradia tiene razón, podemos quedarnos — insiste ella.

—Esperen, ¿mi segunda orden sonó como si estuviera investigando lo que quieren hacer? No están entendiendo, edén va arden en llamas en los próximos segundos, este es el lugar menos indicado para quedarse.

Oigo lo que me parece el galope de un caballo, pero mientras intento hallarle una respuesta, mi mente desvaría y no me deja pensar con claridad. Incluso en muchas ocaciones me quedo en blanco de nuevo.

Un momento después una sombra pasa por mi lado, me retiro al instante al sentirme en peligro, y cuando la respuesta al sonido anterior queda frente a mí, no sé cómo reaccionar.

—Hora de irse — informa Belial y hace que Lilith suba al animal más cercano.

—¿Qué está ocurriendo? — cuestiono sorprendida.

—Solo imagina que es un caballo con alas y todo estará bien — minimiza el demonio mientras me hace avanzar hacia otro.

No tengo tiempo de más, me alza del suelo y estoy arriba del ser al instante.

En los segundos que nos quedan doy un vistazo rápido del entorno para darme una vaga idea de cómo marcharán las cosas después.

Lucifer pasa frente a nosotros, con algunos metros de distancia y la mirada fija en el palacio. Su rostro sombrío tiene un matiz perverso que hace temblar al más duro.

En una de las manos sostiene una antorcha, y el fuego advierte una muerte ardiente y súbita.

—Espera — sostengo a Belial de un brazo para detenerlo —. Belcebú viene conmigo — hace un gesto confundido ante mi petición —. Sigue herido, no pongas en riesgo a tu hermano, si recibe otro ataque puede que no lo soporte.

Sus ojos abandonan los míos para buscar al demonio, pero cuando lo encuentro parece disfrutar de lo que mira.

—Me encargaré de él — promete Belial —. Ahora vete, o de lo contrario me matará antes de que pueda hacer algo.

Miro a Belcebú de nuevo, deseando negarme a la orden hasta que el demonio esté aquí para marcharse conmigo.

Sin embargo lo miro con todas las intenciones de quedarse aquí, y sé lo imposible que será conseguirlo.

Así que termino cediendo.

Belial golpea un costado del animal, y éste sale disparado entonces.

Atraviesa la batalla al galope antes de poder emprender el vuelo.

<<Es solo un caballo, solo eso>>.

No paro de repetirlo.

Estar sobre un caballo ya es lo suficiente riesgoso como para que ahora esté montada en uno que tiene alas y sobre el que estoy volando como si de un sueño se tratase.

Estoy aferrada al cuello del pegaso, rogando por mi vida y deseando llegar a tierra firme sin incidentes.

—¡Nos siguen! — consigo escuchar el chillido de Lilith y mi corazón brinca acelerándose más.

Giro la cabeza hacia atrás en busca de lo que ocurre.

Detrás de nosotras vuelan dos ángeles, pero no consigo descifrar sus identidades por la distancia y todo el ajetreo.

Es hora de ponerse a pensar en algo.

Como un plan.

Uno de esos fabulosos y oportunos planes que siempre se me ocurren cuando estoy en aprietos como ahora.

Pero es que nunca había estado en un aprieto como el de justo ahora.

Mis opciones son nulas, estoy volando sobre un pegaso en medio del cielo. ¿Qué hago? ¿Saltar?

No puedo planear nada en absoluto, solo rogar porque el pegaso sea tan resistente y rápido como un ángel y consiga huir de los que nos persiguen.

Cuando lo logremos el resto será cosa del destino.

Vislumbro que Lilith se empareja conmigo, así que volteo a mirarla esperando que ya tenga un plan.

—¡Sostente bien! — advierte y tengo todo mi cuerpo alrededor del animal.

Ni siquiera me interesa averiguar porqué debo aferrarme.

Tras algunos segundos de mucha tensión, siento que el movimiento del pegaso se turba violento.

Decido mirar cuando recuperamos el vuelo, y noto de pronto que estamos en el infierno otra vez.

Cosa que aunque me parece de pronto irónica, me hace sentir segura.

Pero tras una rápida mirada hacia atrás, me percato de que la persecución continúa.

Descendemos gradualmente hasta aterrizar, las alas del animal se pegan a su cuerpo y me cubren las piernas. Ambos animales galopan veloces en dirección al palacio que veo cercano.

Busco a los ángeles.

Aunque no han aterrizado vuelan muy cerca del suelo y aún no consiguen alcanzarnos.

Este sí es un buen momento para pensar en ese plan espontáneo.

Quizá podemos encerrarnos en el palacio y quedar a salvo de los ángeles.

Miro a mi espalda de nuevo.

Ambos terminan de descender y en cuanto sus pies tocan el suelo se mueven tan veloces que siento que hemos dejado de avanzar.

Por instinto hago lo mismo que haría con un caballo, y con los talones de las botas golpeo las costillas del animal para hacerlo ir más rápido.

Y lo consigo.

El palacio está cada vez más cerca, me preparo para bajar y correr por mi cuenta. Consigo mantener el equilibrio cuando toco tierra, pero no logro correr demasiado cuando soy reprendida.

Uno de los ángeles me aprisiona entre sus brazos. Veo que Lilith golpea al otro con eficacia y lo aleja lo suficiente antes de correr a mi rescate.

Suelta una patada a la parte trasera de sus piernas, consiguiendo doblarlas y permitiendo que consiga darle un cabezazo en el rostro.

Afloja el agarre y me libero al instante, Lilith le da dos golpes más antes de regresar con el segundo tipo que ya se acerca.

Del cinturón saco la daga Nafál, la ejecutora de ángeles, y mientras veo que Gabriel comienza a recuperarse mi mente vacila confundida entre atacar o no.

Pero no me acobardo, y cuando va levantándose del piso dejo caer el brazo sobre el rostro del ángel, trazando una una larga herida del entrecejo hasta la mejilla.

Se cubre el rostro con una mano, y veo que de ella escurre sangre al instante.

No doy tiempo a reacciones mortales y le doy una patada en el pecho con toda mi fuerza.

En cuanto sale disparado hacia atrás yo doy la vuelta y corro en dirección contraria.

Lilith se me une y conseguimos llegar al palacio.

Cerramos las puertas y nos alejamos.

—¿Ahora qué? — pregunto nerviosa.

—No lo sé... — trastabilla —. Aquí debemos estar seguras...

Al instante hay un golpe violento en la puerta.

—Anden, pequeñas brujas, abran la puerta — la voz de Gabriel es tan grotesca y tenebrosa que siento como me tiemblan los huesos un segundo.

Lilith me toma del brazo y me jala escaleras arriba.

Corro enseguida y ninguna se detiene. Hay otro golpe y escucho que las puertas sacudirse, al instante hay un segundo ataque y algo estalla.

Entraron.

Nuestras piernas dan más de sí y llegamos a la última habitación. Por un instante mi mente se inunda de recuerdos de Halloween, cuando estuve aquí con Belcebú y todo parecía una romántica escena de amor.

Esta vez, mientas nos encerramos y buscamos escapatoria parece una película de terror. 

Por un instante la tensión se hace letal, sin embargo tomamos valor.

—Podemos con esto — aseguro —. Somos capaces de hacerlo.

—Lo haremos.

Ambas nos acercamos y retrocedemos un poco guardando una distancia considerable de la puerta.

Mi corazón se acelera, pero sostengo la daga con firmeza y estoy segura para atacar en cuanto el primer ángel cruce la puerta.

Oigo los pasos pesados en la escalera, mi corazón late más fuerte todavía.

Intentan abrir la puerta, pero está cerrada.

Así que aquí viene. 

Dan un golpe seco y ambas nos sobresaltamos, pero siguen fuera.

Vuelven a golpear y retrocedemos un par de pasos más.

El siguiente golpee es el decisivo, tiran las puertas y ambos entran.

Nos miran serios pero satisfechos. Así como un león que tiene a su presa en las garras.

Gabriel se ve más abrumador con el rostro ensangrentado, y puedo percibir una sonrisa mientras me mira.

Está por venir contra mí, y en cuanto salta yo voy hacia atrás para ganarme unos segundos antes de defenderme.

Pero en el intento tropiezo y caigo de sentón, oigo algo parecido a un estallido y Gabriel es reprendido a medio camino antes de que pueda llegar a mí.

El ángel sale volando y se estrella contra la pared, pero a poca distancia de mi hay otro tipo con unas alas preciosas.

Son oscuras en su mayoría, algunas plumas negras, muchas otras rojas.

Me pongo de pie, el chico parado frente a mí voltea a mirarme mientras sus alas terminan de cerrarse, y casi me desmayo al mirar a Belcebú.

—¡Joder! — suelto.

Él sonríe por mi expresión, pero regresa la vista frente. Saca una espada y avanza unos pasos.

—Quiero mostrarme compasivo con papá — dice —. Los enviaré de vuelta — determina. Extiende el arma hacia enfrente y los otros dos intercambian miradas rendidos.

Al cabo de unos segundos más extienden una mano y tocan el metal.

Luz.

Desaparecen.

Sobrevivimos.

—No dejaste de confiar en mí — supone el demonio girando de lleno en mi dirección.

—Estaba muy concentrada confiando en mí como para pensar en ti — confieso.

Ríe y parece satisfecho.

Y más que eso.

Se ve feliz y completo.

—Eso me gusta — admira —. Siempre confío en ti.

Lilith sale de la habitación entonces y nos quedamos solos en medio del desastre.

Se acerca a mí y no vacilamos antes de besarnos.

Lo logramos.

—¿La diosa Aradia necesita un leal sirviente que la lleve a casa? — propone ofreciéndose.

—Así no — niego —. Diosa y sirviente no.

Sonríe de nuevo.

—¿Mi Pecado necesita un Monstruo que la lleve a casa?

—Sí.

______________________
Sigue leyendo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro