51
Trampa para un nefilim.
Belcebú está comportándose ciertamente hermético conmigo.
Sus hermanos se han marchado desde hace un par de horas y nos hemos quedado solos.
Tal parece que está molesto conmigo y eso me hace sentir incómoda.
Me pongo de pie y decido acercarme a él. Está sentado en una silla alta recargado en la barra de la cocina.
Pongo una mano sobre su espalda y termino de acercarme a él.
—Monstruo — pronuncio bajo en busca de señales de enojo.
—Pecado — nombra sin despegar la mirada del teléfono.
No sé qué decir ahora, su actitud natural del momento no me deja saber si es una buena idea intentar interactuar o mejor marcharme a mi apartamento.
Me atrevo a curiosear desde mi punto en la pantalla del móvil que sostiene, y noto que está mirado fotos mías.
—¿Miras mis fotos para no hablarme ni extrañarme? — cuestiono.
—Solo pienso.
—¿En qué piensas?
—Intento buscar formas para evitar que tengas que ponerte en riesgo — explica.
—No estaré en riesgo lo prometo.
—No lo sabes, Pecado, al parecer nunca sabes cuando estás en peligro o no.
—Caín ha tenido muchas oportunidades para hacerme cualquier cosa que desee. Si no lo ha hecho no tengo dudas de que no lo hará ahora.
—Yo no me fio de él
—De él no, pero tendrás que fiarte de mí.
—Confió en ti — acepta —. Pero no confío en tu don para permanecer a salvo.
—Por eso mismo vas a estar aquí esperándome para ponerme a salvo — recuerdo buscando sus ojos.
—Tengo... tengo miedo — confiesa muy a mí sorpresa.
—¿Miedo?
—Lo sé, se escucha absurdo — piensa sonriendo —. Es extraño, no puedo llamarlo miedo, pero tampoco de otra manera. Me aterra imaginar que puedo perderte.
Mis brazos no soportan más tiempo y lo rodean con cariño. El chico no me repele y corresponde el abrazo con más fuerza que yo.
—Todo va a salir bien — prometo.
—Tenderle una trampa a un nefilim no es fácil — explica —. Al menos no es fácil que uno caiga en ella.
—No pensemos en eso, lo mejor será confiar en nuestras habilidades.
—¿Confías en mí?
—Estoy poniendo mi vida en tus manos, claro que confío en ti.
Me animo a besarle y baja de la silla, me pone entre la barra y su cuerpo sin soltarme. Pareciera que lo único necesario para aplacar nuestra tensión es tener un contacto físico de este tipo.
—¿Podemos terminar lo de esta mañana? — pregunta seductor.
—Vamos, Monstruo, apenas acepto volver contigo, ¿y lo único en lo que piensas es en follarme?
—No — niega divertido —. Pero creí que sería una buena manera de perder el tiempo y distraernos de lo que tenemos por hacer en la noche.
La noche.
Joder.
Tengo una cita a las nueve con Adam y apenas lo recuerdo.
Tengo una fiesta, un plan por cumplir, una cita, y muy posiblemente, otro plan para recuperar la cadena del demonio.
Lo preocupante es que nadie sabe de los últimos dos.
En fin, tengo demasiados problemas programados para este último día, que no dudo ni un momento termine siendo el último de mi vida.
Así que vamos, no estoy para perder esta clase de oportunidades.
Empujo del pecho a Belcebú hasta que cae a uno de los sillones. Me pongo a horcajadas sobre el chico, tomo su rostro con ambas manos y me inclino a besarlo.
Acomoda bien la espalda en el respaldo del sillón y baja el cierre de mi chaqueta, permito que la retire de mis brazos y hace lo mismo con mi playera.
Él ya tiene el dorso desnudo desde hace tiempo, por lo que cuando me junto a su cuerpo y su piel caliente tiene contacto con la mía me estremezco.
Mis manos se van sobre el botón de sus jeans, los desabrocho sin dejar de besarle y alza la cadera ligeramente para poder bajarlos hasta sus muslos.
Una idea deja indecisa a mi mente durante un momento, mi mano oscila entre hacerlo o no, sin embargo me animo y tomo su erección.
Percibo que el demonio tiene un escalofrío y mis labios se curvan hacia arriba con gracia.
—Me siento afortunado — dice sonriendo también.
—¿Y eso por qué?
—Mi verga nunca había tenido la dicha de ser tocada por ti — explica y comienzo a reír —. Al menos no por tu mano.
Río con más ganas ante la especificación, es cierto pero gracioso.
Mi mano sube y baja con lentitud, mis ojos ignoran mis órdenes y ven hacia abajo.
Además del tacto ahora comprendo porqué termino adolorida cada que tenemos sexo.
La piel de su pene está caliente, aún más de lo que el resto de su cuerpo, puedo sentir las líneas que marcan sus venas debajo de ella y no consigo evitar excitarme con eso.
Aunque conservo la ropa interior puesta estoy ansiosa por ser embestida por el demonio, y pararme para poder deshacerme de ella interrumpiría el momento.
Me acerco un poco a él, restregándome contra su miembro y excitándole más.
Belcebú me pega a su cuerpo de un jalón, mete una de las manos bajo la falda y mueve mis bragas hacia un lado.
Uso eso a mi favor y guío su miembro a mi interior.
Cuando la punta de su erección roza con mi piel sensible me dan escalofríos y el vientre me cosquillea con ansias de tenerlo dentro de mí.
Una vez que su pene ha llegado a la entrada lo suelto, mi cadera se encarga del resto, descendiendo lentamente, y aunque la molestia de siempre aparece, esta vez es mucho menor.
Miro a Belcebú, su rostro mórbido está lleno de placer, tiene el ceño fruncido y la boca entreabierta. Su pecho se hincha con cada respiración y no quita la mirada de mis ojos.
Me abraza para tenerme cerca y dejo un rastro de besos de su mandíbula al cuello.
—Puedo sentir mi Torkaly cerca — murmura —. Como si estuviera pronta a volver conmigo.
No digo nada. Hasta que no sea un hecho que pueda recuperarla prefiero no darle esperanzas al demonio.
—Esperemos que así sea — deseo.
—¿Recuerdas lo que te propuse en Halloween? Cuando estábamos en mi habitación luego de la fiesta.
—¿Qué cosa?
—Lo de quedarnos ahí y no volver más — recuerda y me pone nerviosa hacerlo —. Cuando la encuentre tú... ¿te marcharías conmigo?
No puedo responder, la idea no parece tan descabellada, pero hay muchas cosas más de por medio.
No puedo solo abandonar este mundo, hay cosas que me atan aquí. Mi madre, Archer...
Aunque pensándolo bien, tampoco es como si mi vida fuera muy maravillosa aquí arriba. Incluso creo que no hay muchas cosas de verdad por las que debiera quedarme aquí.
—¿En verdad quieres que me marche contigo? — mi mente no consigue convencerse aún de esto.
—Por supuesto que quiero. Escucha, este lugar no puede ofrecerme nada, y yo no puedo darte demasiado aquí, pero si te vas conmigo lo tendrás todo. En el infierno no soy lo que soy aquí, allí soy alguien importante, y tú lo serás también. Aquí... tú y yo no somos nada, este sitio no puede darnos lo que merecemos.
—¿Y el resto qué? ¿Qué pasará con todo el asunto de la marca?
—No tienes que hacerlo, si vienes te prometo que no habrá nada que tengas que hacer, nos podremos olvidar de todo. Sé que no eres feliz en este lugar, y yo no soy feliz en ninguno, pero cuando estamos juntos cualquier sitio es el indicado. Tú eres lo único que necesito, ven conmigo.
No me parece una mala idea, de hecho, hace demasiado que no sentía tanta ilusión por algo.
—Iré contigo — acepto y veo que sus ojos brillan con emoción —. Pero dejaremos todo en orden antes de eso, no quiero que haya nada que irrumpa en nuestras vidas después.
—Hecho.
(...)
Bajo la ventanilla y Belcebú se recarga sobre la puerta del auto.
—Suerte — me desea —. Voy a estar aquí esperándote, no temas.
—Confía en mí — suplico.
—Lo hago, todo va a salir bien.
Sigue temiendo, pero no puedo convencerlo más, Lucifer decide avanzar y nos separa sin aviso.
Me recargo en el asiento con cuidado y subo la ventanilla mientras nos alejamos de casa.
Estamos en silencio, el único sonido es el motor del auto y las ráfagas de viento que lo golpean.
La falta de plática permite que mi mente divague y comience a ponerme tensa y nerviosa al pensar en posibilidades para el futuro.
—¿Podríamos charlar? — la petición me impresiona.
—Supongo — me encojo de hombros.
—Entiendes el punto en el que te encuentras, ¿no?
—¿A qué te refieres?
—Al tema de la marca... — aclara.
—Pues sí, comprendo.
—¿Lo aceptarás? — pregunta.
No lo había querido pensar. Es algo importante que debí asimilar desde hace tiempo, pero le quise aplazar por miedo a la elección.
Ahora no puedo responder porque no he decidido.
Además, hace no muchas horas acepté marcharme con Belcebú. ¿Eso cambiaría todo?
Quizá de esa forma ya no tenga que elegir nada.
—No tengo idea... — contesto.
—Solo hay un sí o no — determina tajante.
—¿No puedo solo evadirlo? — examino.
—De ninguna manera, eso es cobarde.
—Pues mira que coincidencia, yo muy valiente no soy.
—Vamos — sus ojos miran al techo del auto —. Escucha... puedo comprenderte. Sé que resulta complicado que de un instante a otro resultas ser un personaje crucial en una historia verdadera en la que un solo error puede significarlo todo — eso en realidad no ayuda demasiado —. Pero en verdad la perspectiva desde la que mires la vida cambia mucho el peso que llevas encima.
—Solo estás intentando convencerme — apunto.
—No te has negado, sería absurdo intentar convencerte en algo que aún no decides.
—Quieres que haga esto por ti.
—No, quiero que hagas esto por todos — corrige.
—¿Desde cuándo eres todos?
—Tu perspectiva es muy cerrada. Deberías abrir más la mente.
—Si fuera de mente cerrada...
—¿Qué? ¿De verdad tienes algo a tu favor para abogar por tu mente cerrada?
—De acuerdo, no pienso discutir eso. Pero tú intentas manipularme.
—Escucha. La bruja nos dijo lo mismo a ti y a mí — recuerda la última vez que estuvimos en aquel bosque —. Quizá hasta sabes más que yo. ¿Acaso ella mencionó que yo sería el ganador si tú venías con nosotros? No. Esto no lo hago por mí.
—¿Sí no por ti entonces por quien?
—Por todos — dice —. Por mis hermanos, por ti, por aquellos inocentes a los que seguro defenderías.
—Me suena a una absurda venganza.
—La venganza se peleó hace mucho — niega —. Así que no es eso. Es... un nuevo orden. Traeremos justicia al mundo. Que los malos mueran y los vivos sigan. Que paguen solo quienes han pecado y no sólo lo justos que se atravesaron en un mal momento.
—No sé si mientes.
—No soy lo que piensas — discute con molestia —. No soy un traidor, ni un mentiroso. Tampoco un tirano maligno y perverso. No soy el malo de la historia, Aradia. Solo soy una víctima que peleo y perdió todo, pero ganó el papel del villano.
Quizá el drama se le dé muy bien. O puede que sus palabras sean genuinas.
Aunque quisiera no me decido por ninguna de las dos opciones. Pero al menos, al pensarlo un poco no se me viene a la mente alguien que conozca a Lucifer y no confíe en él.
En realidad, alguien en quien yo confío demasiado lo hace también.
—Me cuesta trabajo creer tus palabras ya que no somos muy cercanos — explico —. No nos hemos tratado mucho.
—En eso tienes razón — concuerda —. Pero vamos a conocernos mejor — promete —. Vas a conocerme bien, y no tendrás más dudas al tener que decidir.
Como siempre, consigue hacer sonar sus palabras como peligrosas amenazas, pero antes de que pueda ponérmelo a pensar hemos llegado a nuestro destino.
Apaga el motor con calma y ambos nos quedamos mirando en dirección a la casa iluminada de donde sale música, gritos y gente.
—De acuerdo, en cuanto veamos a Caín iniciaremos una conversación — repasa el plan —. Fingimos una pelea, te llevaré a algún lugar más privado y esperamos que intervenga.
—Luego le diré que quiero marcharme a casa — continúo —. En cuanto salgamos de aquí tienes ir tras nosotros... sólo intenta guardar tu distancia y que no sea notorio.
—De acuerdo, les daré un par de minutos de ventaja — decide —. En cuanto llegues a casa Belcebú se encargará del resto, tú sólo debes ir al apartamento. Belial te estará esperando ahí.
—No voy a dejar solo a Belcebú — discuto entonces.
—Voy a llegar a tiempo — recuerda —. Tampoco pienso dejar solo a mi hermano.
—Pero...
—Sin peros — reniega —. Debes obedecer, tu presencia pone en riesgo a mi hermano.
—¿Ponerlo en riesgo? Peligro es dejarlo solo — riño refiriéndome a su estado de salud que sigue empeorando cada día.
—Belcebú valora más tu vida que la suya, si te quedas no dudara en hacer todo para cuidar de ti.
—Está bien — accedo —. Pero no demores.
—No lo haré.
Abro la puerta y bajo del auto, comienzo a caminar unos pasos hasta que me detengo tajante al ver hacia la entrada.
Caín está aquí.
Atravieso un momento de pánico cuando mi mente se queda en blanco y olvida todo el plan al verse modificado.
Giro y me encuentro con los ojos verdes de Lucifer.
—Ya está aquí — susurro y su mirada viaja a la entrada.
—De acuerdo, sólo adelantemos todo — decide tranquilo y haciéndome entrar en razón.
—¿Y qué se supone que vamos a discutir? — interrogo con pánico cuando recuerdo que nunca acordamos un tema en especifico.
Doy una mirada rápida a la entrada, y como maldición los ojos cobalto del rubio se encuentran con los míos.
Tengo una ganas de gritarle a Lucifer para que de inicio a todo, pero debo aguantarme.
—¿Te importaría mirarme cuando te estoy hablando? — la voz gélida del demonio me trae de vuelta.
Cuando regreso la vista a él un escalofrío me ataca el cuerpo. Su expresión ha cambiado drásticamente, cobrando molestia e intensidad.
—Qué — escupo cruzándome de brazos.
—Estoy hablando contigo, aún no terminamos — discute, sin embargo decido darle la espalda y continúo caminando por la acera.
Escucho que da un portazo al auto tan fuerte que se oye en la calle completa, y aunque es solo actuación, sentirlo aproximarse me pone tensa.
Consigo pasar de la cerca de la casa, sin embargo no llego a ella cuando mi muñeca es apresada, sin mucha fuerza pero dándome un tirón firme que consigo exagerar.
—¡Suéltame! — ordeno tirando de mi brazo.
—Dije que estamos hablando todavía — escudriña muy cerca de mi rostro.
—No quiero hablar más contigo — me resisto luchando aún por liberarme.
—¿Qué crees qué haces con mi hermano? — interroga feroz.
—No estoy haciendo nada, él y yo terminamos hace bastante. Lo recuerdas, ¿no? ¡Espero que sí porque fue culpa tuya! — aunque en un principio todo era simple actuación, esto sí se lo estoy echando en cara.
—¿Culpa mía? Que seas una insoportable y él te haya abandonado no es mi asunto.
—¡Tú fuiste el que le dijo que terminara conmigo!
—¿Todo bien? — tal como lo planeamos, nuestro blanco a llegado a intervenir la pelea.
—Fabuloso, mira quien llegó — las palabras de Lucifer están cargadas de veneno —. Él es el verdadero responsable de tu ruptura — me echa en cara.
—¿Y él qué tiene que ver en todo esto? — discuto.
—Es tu nuevo novio, ¿no es cierto?
—Tiene que estar bromeando — dice el rubio con una gran sonrisa en el rostro mientras ríe con voz ronca.
—¿Que tiene tanta gracia? — brama el demonio.
—¿Discutes con Aradia por creer que somos novios? — pregunta.
—En realidad estaba culpándote de mi ruptura con su hermano — explico.
—¿Y no lo es?
—No — negamos al unísono.
—Pues a mí me parece que sí — insiste —. Prefieres estar con este bastardo que con alguien como mi hermano.
Y mira con tal desprecio a Caín, que si yo fuese él ya le estaría partiendo la boca.
—¡¿Que tú no te cansas de insultar a los demás?! — reprocho y empujo al demonio del pecho.
—¿Acabas de tocarme? — cuestiona.
—¿Tocarte? Acabo de empujarte, idiota.
Apenas da un paso, Caín me jala de un brazo para sacarme del camino del otro y me esconde detrás de sí.
Eso no me pone las cosas fáciles.
—No tenemos por qué agarrarnos a golpes — piensa el rubio —. Puedo pasar por alto tus intenciones agresivas contra ella si te marchas de una vez.
—Por mi puedes ir e hincarte frente a Dios, me vale una mierda lo que hagas.
La tensión se acrecienta rápidamente, la ira del demonio parece que comienza a ser genuina, y si no intervengo pronto seguro que los golpes comienzan antes de que salgamos de aquí.
—Basta ya — hablo —. Deja de joderme de una buena vez, es mi maldito problema la persona con la que elija estar, no tuyo.
Consigo que Caín me siga cuando le doy la espalda a Lucifer. No entramos a la fiesta, pero al menos nos alejamos de donde estábamos y veo que el demonio entra a la casa enfurecido.
—¿Te encuentras bien? — interroga preocupado.
—No... — niego muy sincera, pues lejos de la actuación, ya no me encuentro muy bien.
El nefilim no hace más que confundir mi mente. Es un asesino, la maldad que tanto percibí en su interior ya ha sido descubierta, sin embargo conmigo no se ha portado de mala manera.
Sus atenciones y preocupaciones me tienen la mente revuelta. No pienso concebir que un cruel y despiadado asesino sea tan atento conmigo.
—¿Puedo hacer algo para ayudarte? — se ofrece —. No me agrada verte trastornada por algo.
—No es necesario, Lucifer ya se ha perdido en la fiesta, seguro ya encontró a sus hermanos y es mi momento perfecto para huir — bueno, una mentira extra puede ayudar —. Me pediré un taxi de camino a la avenida.
Estoy por despedirme del chico cuando le veo negar efusivo.
—¿Un taxi? ¿A esta hora y tú sola? De ninguna manera, te llevaré — se ofrece como tanto esperaba —. Este mundo está muy jodido, me aseguraré de que llegues a casa sana y salva.
______________________
Siguiente actualización, viernes 06 de agosto. ☀️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro