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50

Al descubierto

Camino de un lado a otro mientras mi cerebro da su máximo esfuerzo para encontrar soluciones.

—¿Quieres parar? Vas a abrir un hoyo en el piso — se queja Lucifer.

—Te conviene, voy a desaparecer en cuanto lo logre — respondo.

—Entonces anda más rápido — prosigue.

Mi mente está bloqueada. Cuando quiero comenzar a pensar en cualquier cosa me quedo en blanco y no puedo hilar más de dos ideas.

Eso es desesperante, pues necesito un plan para esta maldita noche.

—¿Te encuentras bien? — pregunta Belcebú desde el sofá.

—Tengo muchos problemas rodeándome — explico.

—¿Como cuáles? Hasta donde yo sé, tus únicos problemas son ir a la escuela y seguramente encargarte de que un nefilim no consiga enamorarte.

Me dan ganas de golpearlo por el comentario, pero me abstengo.

—Tengo problemas reales — aseguro.

—Menciona dos — reta el rubio.

La mayoría de ellos no puedo decirlos.

—Tu hermano es el primero y tú el segundo. Necesito encontrar una manera de recuperar la cadena perdida de Belcebú y quisiera encontrar la forma de detener al asesino que siento me está pisando los talones.

—Estás de suerte — informa dedicándome una sonrisa fingida y se endereza en el sofá.

—¿Ya te vas? — sugiero.

—Pero no de tanta suerte — niega —. Siéntate, voy a mostrarte algo.

Hago lo que pide y me siento frente a él mientras busca algo en su chaqueta.

Pone un frasco de cristal sobre la mesa que se encuentra entre ambos y lo deja allí.

Hace un gesto permitiéndome tomar el objeto y lo observo atenta.

—¿Qué es eso? — pregunto observando que está lleno de una sustancia plateada y casi tornasol.

—Polvo de Kaly — responde —. El metal del que nuestras cadenas está hechas.

—¿Y para qué es? — interrogo quitando la tapa y esperando un momento a que alguno me ordene no abrirlo, sin embargo nadie objeta por ello.

—El Rizauro es una planta "mágica", no crece en la tierra, es algo parecido a una enredadera, sin embargo cuando es cortada se seca y endurece. Es imposible romperle sin algo con filo. El arma perfecta para un asesino, pues no hay manera de dejar rastros en la raíz.

—¿Y? — inquiero mirando dentro del frasco.

—No puedes dejar indicios en ella, pero ella siempre deja un rastro en quien la toque — explica mientras me decido en tocar la sustancia —. El polvo de Kaly nos ayudará a dar con el asesino, cuando entra en contacto con algo que haya tocado un Rizauro pintará de azul... 

Los ojos de los cuatro se entronar sobre mi mano cuando un destello azul como el descrito aparece sobre mi piel.

—No es lo que parece — prometo desconcertada.

Belcebú se pone de pie al instante y toma mi mano para analizarla de cerca.

—¿Si no eres la asesina por qué el polvo hace reacción en tu piel? — acusa en rubio severo.

—¡He estado con ustedes cuando han ocurrido los asesinatos! — reprocho.

—Eso es mentira, sólo has estado en casa con dos de ellos — reniega avanzando y me siento acorralada.

—¡¿Estas pensando que yo asesiné a esas chicas?!

—¡Las pruebas lo demuestran!

—Deténganse — infiere Belcebú alzando la voz. Pone una cantidad menor del polvo en la palma de mi mano —. Frota tus manos.

Hago lo que pide, esparzo la sustancia como si estuviera lavándolas y veo que no toda mi piel se tiñe de azul. Solo hay unos cuantos rastros, que si he entendido bien, no señalan directamente a que yo sea la culpable.

—No es ella — niega el castaño tras inspeccionarme —. Los rastros no coinciden con el agarre que tendría con las raíces para poder ahorcar a alguien

—¿Entonces cómo explicas que tenga señas de un claro contacto con un Rizauro? — insiste Lucifer.

—Ella no es el asesino — asegura —. Pero esto significa que ha tenido contacto con él.

Se me congela la sangre cuando lo escucho.

¿Contacto? ¿Con un asesino? ¿Cómo puede ser eso posible?

—Dime el nombre de todos los hombres con los que has estado en las últimas semanas — exige Lucifer.

—¿Qué? ¿No has pensado que podría ser una mujer? — ni yo lo había pensado en realidad.

—Ni tú con los músculos que te cargas tienes la fuerza necesaria para la clase de asesinatos cometidos. Ahora dime nombres.

—Ustedes tres — les señalo —. Hagan la prueba ahora.

Mi paranoia me lleva a pensar que estoy en la misma habitación que el asesino en estos momentos.

Y peor aún.

Que el asesino en realidad son tres y no uno.

Veo que los chicos hagan lo que he ordenado, sin embargo sigo siendo la única con rastros azules.

—Hey, tienes uno — señala el rubio a Belcebú.

—Aradia me ha tocado — dice —. Es posible que por eso esté marcado.

—¿Cómo lo pruebas? — cuestiono.

—Sí, pruébalo — exige Lucifer y el otro nos mira ceñudo.

—Mira mis manos, idiota — muestra a su hermano —. ¿Con qué ahorqué a las chicas? ¿Con los codos?

—Bien, es cierto, eso nos deja con una sospechosa — me mira.

—¡Ya te dije que no fui yo! — reprocho con nervios.

—Tuviste contacto con el culpable, ahora piensa y dime en quién te atreves a desconfiar — exige y mi mente bloqueada no me deja ni recordar el nombre de mi mejor amigo.

Inspecciono las marcas de mis manos en un banal intento por encontrar un indicio.

Pero son sólo algunas líneas o manchas en mi piel. Incluso una parece ser la marca de una pulsera...

Mi corazón da un vuelco cuando ese rastro trae una idea consigo.

Busco el frasco del polvo con desesperación, y lo arranco de las manos de Belcebú en cuanto lo encuentro. 

Tomo un poco entre los dedos antes de regresárselo y subo mi playera de un costado.

Froto la piel de mi cintura y el color azul aparece ahí. Tardo un instante en encontrar la forma de parte de una mano, en ese momento me cubro de nuevo e intento no perder el conocimiento.

Salgo del apartamento como bólido y subo deprisa al mío.

Oigo pasos detrás, sin embargo no reparo en ellos y entro al lugar sin detenerme. Voy hasta mi habitación y busco una chaqueta negra con desesperación. 

—¿Qué está ocurriendo? — Belcebú está aquí y luce alterado.

Al fin encuentro lo que quería, Lucifer ya está aquí y me mira esperando respuestas.

Tomo más polvo y lo echo sobre los puños de la chaqueta.

Estos se tiñen de azul y una combinación de sentimientos se apodera de mí.

Por un lado me siento feliz de haber dado con la identidad oculta del asesino.

Sin embargo me encuentro decepcionada al notar que el culpable es Caín.

—¿De quién es eso? — pregunta Lucifer.

—Caín es el asesino — susurro.

—¿Qué hace la chaqueta de Caín aquí? — cuestiona Belcebú.

—Me la prestó anoche cuando me trajo a casa — explico.

—No lo puedo creer — musitan Lucifer —. ¿Te das cuenta de eso? — se dirige a su hermano —. Tu novia se subió a la misma motocicleta que el hijo de puta que tanto buscábamos.

—¿Te quedan ganas de acertarte al bastardo? — ladra Belcebú en un claro regaño.

—No...

—¿Ahora te das cuenta? ¡Pudiste morir! Es peor aún, si no hubiéramos descubierto esto te quedarían días de vida, quizá menos.

—¿Y cómo iba a saberlo? — reprocho.

—¡Te dije que sabía que algo no estaba bien!

—¡No sabía si estabas equivocado!

—¡No lo estaba!

—¡Deja de gritarme!

—¿Entiendes como me siento en estos momentos? Saber que pudiste ser asesinada por ese maldito en cualquier segundo, ¡y tú ni siquiera te hubieras enterado!

—Pues estoy viva y deberías valorarlo.

—¿Dónde está Caín? — investiga Lucifer.

—No lo sé — niego —. Dijo que tenía algo por hacer, pero había una fiesta en la noche y nos veríamos allí.

—Pues lo harás — decide Lucifer.

—¿Estás loco? — reprocha Belcebú —. No voy a permitir que Aradia vuelva acercarse a ese maldito.

—No hay opción. Debemos hacer algo para detenerlo, y ella es la única manera de llegar a él.

—¿Y cómo piensas hacerlo sin ponerla en riesgo?

—No voy a arrojarla a los leones sola — niega —. Irás con ella.

—¿Cómo planeas que Caín caiga en una trampa si estoy ahí?

—Bueno, quizá tú esperes en la trampa y ella lo lleve contigo — propone mirándome, cosa que me eriza la piel, pues veo que ya tiene un plan en mente y no me favorece.

—Si algo le pasa... — comienza a advertir.

—Eso está en tus manos.

—¿Cuál es tu idea? — pregunta Belial.

—Irán a esa fiesta — comienza el rubio —. Aradia se encargará de llevar a Caín a un lugar privado y Belcebú estará ahí esperándolo. Lo va a enfrentar y él no podrá hacer nada porque estarán en medio de una fiesta.

—No — niego al instante y las miradas se posan sobre mí —. Hacer eso es peligroso, Caín no va a dejarse intimidar por Belcebú, y hará que la fiesta juegue a su favor. Eso resultaría contraproducente para alguien, y seguro que ese alguien no es el rubio.

Recuerdo bien las palabras de Christian, y aunque no tiene nada que ver, sé que es posible que Caín piense parecido, y provoque que la identidad de Belcebú quede al descubierto.

Teniendo como final algo muy similar a lo que Christian amenaza con hacer si no sigo sus órdenes.

—¿Entonces qué propones? ¿Ir tú sola y encargarte de él? — Lucifer se cruza de brazos.

—Tú irás conmigo — decido —. Y tú te quedarás aquí — señalo a Belcebú.

—¿Enloqueciste? — brama éste —. No pienso dejarte sola.

—No vas a dejarme sola, Lucifer irá conmigo.

—Me niego.

—Escucha, el plan es este: tu hermano y yo vamos a la fiesta, esperamos a que Caín esté ahí y fingiremos tener una discusión. Seguro que el chico intervendrá al verme en problemas, luego de eso le diré que me marcharé a casa, y estoy segura que va a ofrecerse a traerme. Es ahí donde tú entras.

—¿Quieres que te deje venir sola con el?

—Escucha, no va a hacerme daño, al menos no en el camino. Tú estarás esperándome aquí, cuando lleguemos podrás enfrentarlo como quieres sin peligro a que alguien nos descubra.

—¿Y luego qué?

—Lucifer vendrá en camino, seguro que llegará a tiempo para estar ahí en caso de que lo necesites.

—No me suena bien esto — niega el rubio.

—En realidad tiene razón — interviene Belial —. La presencia de Belcebú pondría alerta a Caín, incluso le haría sospechar que hay algo entre ellos. En cambio, con Lucifer no ocurrirá eso. Es lo más adecuado.

—¿Y si le hace algo en el camino? — discute el castaño señalándome.

—Ha tenido oportunidades antes, si no las aprovechó entonces Aradia no está en su lista de víctimas.

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