41
Enemigos
La idea me pone el cuerpo tembloroso y afecta al ritmo de mi pobre corazón que no consigue detenerse por más que lo quiere.
—Yo no...
—No lo harás — me interrumpe —. Él no cumplió con nuestro acuerdo.
—¿Ah no? — inquiere el otro —. A mí me parece que sí, tal como lo dijo, el emisario nació como mortal, entre el mundo que deberá destruir.
—¿¡Es que eres idiota!? —
reprocha —. ¡¿No te das cuenta de quién fue su elegido?! ¿Acaso hizo un sorteo y mágicamente mi hermana desterrada y muerta salió ganadora? ¡No! Joder, ¡eligió a Aradia a propósito! ¿Sabes por qué? — avanza amenazante hasta encarar a su hermano —. Porque yo tengo que asesinar al emisario en cuanto cumpla su misión.
Si voy entendiendo bien, eso me deja en el papel de la víctima asesinada.
—Tú no... — comienza amenazante pero Lucifer le interrumpe:
—No voy a hacerlo. ¡Por eso mismo la eligió a ella! Él sabía que yo iba a rehusarme a asesinarla, sabía que de esa forma yo rompería con nuestro trato y así su puta raza de mortales seguiría con vida. Nos tendió una puta trampa.
Da la vuelta y comienza a caminar de un lado a otro mientras se lleva las manos a la cabeza.
—Es un maldito... — y no termina el insulto.
—No voy a darle lo que quiere — la voz de Lucifer suena tan fría que me aterra —. No voy a romper el trato. Pero vamos a jugar esta partida a mi manera.
Eso es aún peor.
—¿Qué estás planeando? — interroga Belcebú.
—¿Quiere que sus mortales vivan? Bien. ¿Cree que merecen una oportunidad? Hecho. Vivirán, pero habrá un nuevo orden aquí. Creí que el enemigo eran ellos, creí que lo necesario era acabar con ellos para traer la paz. Pero no, ellos no tienen la culpa. ¿Sabes por qué? Porque cuando él los creó lo hizo a su imagen y semejanza. ¿Sabes qué significa eso? — da la vuelta y vuelve a darnos la cara, pero me perturba ver su expresión casi satisfactoria y con una mínima sonrisa de lado —. Que los mortales sólo son el reflejo de Dios. Él es el egoísta, el tirano.
—¿Y qué se supone que planeas hacer para no dejarlo ganar si vas a dejar que los humanos vivan?
—Acabaremos con el problema de raíz — explica —. Sí, con Dios.
A mí me entran unas ganas de desmayarme que casi lo consigo.
—¿Estás loco? — discute —. Peleé contigo y para ti en una rebelión. Pero ya basta, no voy a hacerlo otra vez. ¿No te ha bastado con todo esto? No me arrepiento de haberlo hecho. Pero al menos no estoy dispuesto a repetirlo cuando sé que el fin es el mismo. Incluso peor.
—Eso es mentira — asegura.
—¿Cómo piensas ganar algo que ya perdimos una vez? — riñe Belcebú dándole un golpe en el pecho al otro —. ¡Dime cuál es el factor sorpresa que va a darnos una puta victoria inalcanzable!
—Ella — me señala y quisiera tener un espejo para mirarme a mi misma atónita.
—No estoy para bromas...
—Escúchame — ordena rodeando al castaño de la nuca y acercando su rostro al suyo tanto como para besarse con un poco más de inclinación —. Tu nueva novia está marcada. Podemos aceptarlo y usarlo a nuestro favor, o dejarlo pasar y mandar a la mierda la única y última posibilidad. Ella morirá para siempre en algunos años y la vida que llevamos ahora la llevaremos por el resto de la puta eternidad.
—¿Y cuál es tu plan con ella?
Yo también lo quiero escuchar, porque parece ser un papel grande y no quiero participar en el.
—Ella tendrá la muerte en sus manos. Su poder será capaz de quitarle vida lo que sea que toque. Él nos acuchilló por la espalda. Así que se que acabó, en esta guerra no habrá reglas.
—¿Puedes decirme qué carajo tienes contemplado a mi insignificante y mortal ser? — interfiero.
—Fuiste usada como carnada por Dios — escupe con crudeza.
—Que raro — musito.
—¿Alguna vez te sentiste fuera de lugar? — pregunta —. ¿Sin un motivo de vida? ¿Sin saber tu propósito aquí? Estando aquí y halla, haciendo cualquier cosa correctamente, ¿pero sin servir de verdad en algo? — ha descrito mis veintiún años de vida —. Los seres con los poderes y papeles más importantes nunca saben lo que son ni lo importantes que son. Tú eres uno de esos seres. Y puedes ser aún más necesaria y exitosa de lo que debías si haces esto.
—¿Hacer qué?
—Jugar tú papel — dice —. Pero no sola, jugarlo a nuestro lado. Contra el verdadero culpable. Salvando a las víctimas y no permitiendo que más justos paguen por la culpa de los pecadores.
No puedo responder. Me he quedado sin palabras, sin ideas. Incluso sin la capacidad para poder pensar.
Mi mente está en blanco.
Ambos demonios intercambian palabras y Lucifer se marcha rápidamente.
Belcebú me toca y regreso a la realidad de golpe.
—¿Qué está pasando? No entiendo nada... yo no...
—Tranquila. Todo está bien. Solo relájate.
—Necesito una maldita explicación detallada y real.
—Escúchame, ¿bien?
—¿Por qué carajo haces todo lo que Lucifer te dice? — cuestiono con una pregunta que parece salir de la nada.
—¿Qué?
—Parece que crees fiel y ciegamente en él.
—Lo hago — afirma.
—¿Y ya? Eres como su títere. Solo truena los dedos y ahí vas a hacer lo que él dice, sea buena idea o no.
—No es así.
—Sí, claro que es así.
—Escucha, creo fielmente en él. Porque es mi hermano, porque es parte de mi vida. Así ha sido siempre.
—¡El te controla!
—¡No lo hace!
—¡Lo hace!
—¡No! ¡Él me enseño a tener el control de mi mismo! Yo... mira, Lucifer es diferente. Era diferente al resto de ángeles, era especial y único. Yo no. Yo era como los demás, uno igual a otro. Quizá es cierto que su padre me creó como un juguete o simple ángel de compañía para su hijo favorito. Pero nosotros dos nos vimos como hermanos desde el primer momento. Moríamos por el otro, nos hicimos uno. Pero no éramos iguales. Lucifer era privilegiado sobre mí, ¿y sabes qué? Eso no le gustaba, así que me hizo privilegiado a su lado.
—¿Qué estás diciendo? — reprocho sin poderme creer que se inventa algo así para defender a su hermano.
—¿Alguna vez escuchaste que los ángeles son iguales? ¿O que son una parte de Dios? ¿Quieres saber por qué dicen eso? Bueno, es algo sencillo. No son Dios ni una parte de él, aunque sean sus creaciones. Pero nosotros le pertenecemos, y él vive en cada ángel. Esto puede sonarte raro, pero voy a decirte porqué: cuando Dios crea a un ángel siempre lo hace sobre una idea y con una misión, brinda diferentes cualidades en el proceso, pero hay algo importante después. Mientras está creando a uno le dota de gran inteligencia. Pero la limita. Sus sentimientos, emociones, nociones, conocimientos, todo. Bloquea una gran parte de la mente de cada ángel, dejando que únicamente puedan percibir o hacer un número específico de cosas. Los ángeles no tienen libre albedrío, viven en un automatismo mental compartido entre todos ellos y Dios. Así que no pueden pensar diferente a él, ni nada que ponga en cuestionamiento alguna de sus conductas o las contrapuntee. ¿Entiendes? — asiento —. Pues Lucifer no formaba parte del automatismo. Él poseía libre albedrío, ¿sabes por qué? Porque el no fue creación única de Dios, no fue hecho bajo sus manos, creció en un vientre, así que su padre no tuvo oportunidad de hacerlo a su gusto ni de modificar nada. Nació libre, sin cadena, sin una misión fija. Y es por eso por lo que él entendía todo, por lo que cuestionaba a su padre y notaba las cosas que nadie más. Veía lo que yo no podía. Era como ser un ciego y tener a Lucifer de guía. Él me dio libertad, abrió mi mente, me permitió usar mi inteligencia como quisiera. Mi hermano no es malo ni está en contra del bien. Está en contra del engaño y su responsable.
—¿Y qué se supone que eso significa? ¿Van a bajar a Dios de su trono como si fuera un rey que le puede entregar la corona a otro?
—Los reyes tienen herederos porque tarde o temprano deberán ser removidos para darle el trono al siguiente.
—¿Y cómo eliges al heredero de Dios si jerárquicamente se necesita a otro dios?
—Ya lo tiene — enfatiza —. Lucifer jamás ha sido un ángel — dice —. Su madre es un diosa, nació de su vientre siendo el primer hijo concebido de Dios
—¿Qué? — el descubrimiento me ha dejado el shock.
—Igual que tú — agrega —. Su segunda hija. Ambos son dioses. Tanto como su padre. Y un dios no puede desterrar a otro.
(...)
La llovizna moja la burbuja del casco que me cubre la cabeza.
No me es muy cómodo salir en moto en este preciso día, pero las preguntas no pueden esperar. Ya nada puede esperar.
Lucifer no se marchó, pero junto con Belial se encargaron de conseguir un auto para emprender un corto viaje.
Vamos de vuelta con aquella extraña y tétrica bruja.
El recuerdo de su tan desagradable imagen no me hace sentir mucho agrado de ir, sin embargo, olvidando y diciéndome que la apariencia de alguien no importa y no es algo con lo cual se deba juzgar, me permite enfocarme más realista hacia el lado importante. Ella puede ayudarnos y ser de gran ayuda. Además, ir significa tener respuestas y más información.
El aire helado que nos golpea por la velocidad a la que vamos, parece quemar la piel que consigue tocar de mi cuerpo.
Y conforme dejamos la ciudad atrás y la altura en la que nos encontramos es mayor, la temperatura desciende drásticamente.
Al cabo de cinco minutos el camino asfaltado termina, dándole paso a uno de terracería.
La vegetación aparece a ambos lados. La cuidad es visible hacia la derecha, y noto que estamos cerca.
Recargo el costado de la cabeza sobre la espalda de Belcebú e intento relajarme. Cierro un momento los ojos y veo una sombra a través de los párpados.
Pienso que ha sido un árbol, sin embargo el chirrido de unas llantas se escucha detrás de nosotros y posteriormente un golpe seco al auto.
La moto frena de golpe ladeándose drásticamente para que Belcebú pueda mirar lo que ha ocurrido.
Y termino conmocionada al ver la escena.
Estamos a cuatro metros del auto. Éste ha sido detenido de golpe por alguien.
Un ángel.
El par de gigantes y deslumbrantes alas blancas hacen mirar todo alrededor diminuto. Sin embargo la escena es majestuosa.
El ángel irgue la espalda ligeramente, y sobre el hombro da una mirada en nuestra dirección. Los ojos azul rey que veo me petrifican.
Un movimiento veloz a nuestro otro lado me sobresalta y hace mirar.
Un segundo ángel ha aparecido, está a lo mucho a un metro de distancia, no me explico cómo es que no ha conseguido tocarnos y Belcebú logró esquivarle exitosamente.
Acelera a fondo, no sé si me provoca más miedo morir luego de una caído a esta velocidad, o por culpa del ataque de un ángel.
La motocicleta gira violenta hacia la izquierda, tanto que derrapamos mientras comenzamos a subir el cerro.
Frena tan rápido que por poco y salgo volando.
—Baja — ordena Belcebú y me echa de la moto —. Corre, sabes cómo llegar, date prisa.
No dice más, acelera camino abajo y yo me pongo en marcha al instante.
Corro con dificultad por la tierra suelta y pequeños obstáculos del camino, pero no paro.
El bosque silencioso me hace escuchar mejor cualquier otro sonido externo. Y oigo algo cerca.
La idea de que una cosa con alas esté detrás de mí me aterra, y miro para atrás en busca de cualquier cosa.
A más de diez metros detrás ubico a uno de esos seres alados que identifico como enemigo.
Le saco mucha ventaja y se detiene un momento al no poder pasar entre los árboles.
No me detengo.
Tras inspeccionar las posibilidades lo veo aterrizar.
Si alguien me hubiera dicho que los ángeles corren como vuelan no lo hubiera creído.
Mi buena condición física se une a mi instinto de conservación, dando como resultado que mis piernas se muevan como nunca.
Al fin vislumbro la choza a la que debo llegar. Doy una mirada a mi espalda y me aterro cuando noto que la ventaja de casi doce metros, se ha reducido a cinco
Mi adrenalina consigue aumentar mi velocidad y me voy de bruces hacia enfrente cuando he llegado a mi destino.
Me levanto enseguida, recargo sobre la madera vieja y estiro el brazo hacia el colgante de la entrada, sacudiéndolo como una loca por el peligro en el que mi existencia se encuentra.
El ángel frena a unos cuatro metros de la choza y me mira. Mi pecho sube y baja por la carrera, y estoy temblando de miedo a la espera del ataque.
Pero volteo de golpe a mi lado izquierdo y pego un brinco al tener a la bruja a un lado.
No sé si mirarla o mirar al ángel, y al notarlo ve en su dirección.
Pero no hace nada, ni parece preocupada por su presencia.
—Y-yo... — ni siquiera puedo hablar. Pero recuerdo lo que hizo Belcebú al venir la primera vez —. U-una humana es amiga — pronuncio en español ya que soy incapaz de recordar las palabras en su otro idioma.
—La bruja da un deseo — responde.
El ángel no se acerca, y tras unos segundos decide marcharse.
—Eres un iman de problemas — dice —. Pero con la capacidad de modificar tu polo para repelerlos después.
—Es un buen cumplido... — pienso nerviosa.
—Ven, entra.
Entrar a solas con la bruja me pone con los nervios de punta, pero me siento más segura en sus manos que en las de un ángel.
La puerta se cierra tras de mí. El mismo calor reconfortante de la primera vez envuelve mi cuerpo tembloroso y tieso.
El aroma rústico inunda mis fosas nasales y pronto me relajo.
Tomo asiento en el mismo sitio que antes, y oigo como se quema la leña que arde en la chimenea.
—Aradia — pronuncia —. Veo más claridad en tu mente. Dame la mano — mi extremidad izquierda se acera a ella con confianza y no desvió la vista como antes —. La otra — pide con ansias —. Hay líneas nuevas.
—¿Nuevas? — cuestiono con miedo.
—Sí. Las líneas de las manos cambian a menudo. Desaparecen algunas y aparecen otras. Cada acción del día a día modifica algo y en ellas se refleja.
—¿Y estas qué dicen? — bueno, debía preguntarlo.
—Has dejado un peso atrás — comienza —. Pero te enfrentas a una realidad difícil, hay dudas en tu mente. Miedo al poder que posees.
—Necesito ayuda — confieso —. Necesito las palabras de alguien que no esté involucrada ni se vea beneficiada por el asunto.
—¿Quieres un consejo? ¿Claridad?
—Cualquier cosa que sea de ayuda.
La daga brillante sale a la luz. Y aunque en un principio odié la idea, ahora dejaré que me pique el dedo con gusto.
—Tu brazo, desnúdalo.
Me deshago de la chaqueta rápidamente y espero su acción.
La punta de la daga pica mi brazo cerca del hombro, con una de sus largas uñas captura una gota de sangre y se la mete a la boca.
—Tienes tres preguntas — dice luego de largos segundos.
Me froto las manos mientras busco una pregunta que me sea importante hacer.
—¿Qué es lo que soy? ¿Cuál es mi papel aquí y por qué? No entiendo nada acerca de la marca y lo que tiene que ver conmigo.
—Fuiste la segunda hija concebida de Yahvé. Saliste de Edén por cometer un pecando mortal, fuiste castigada haciéndote mortal para vagar por la tierra hasta morir. Pero al llegar aquí aprovechaste tu tiempo. Fuiste una gran bruja muy poderosa hasta culminar tu castigo. Tu papel ahora es crucial. Según se estipuló, el primer jinete sería el mismo emisario del juicio, que llevaría la marca del dragón de fuego. De la bestia. Su misión es exterminar la vida en la tierra montando al dragón y usando su fuego salvaje. Eso pasaría cuando la raza humana estuviera prácticamente perdida y sin esperanza. Eso eres. Yahvé decidió darle una segunda oportunidad de vida a su hija castigada — explica sin rodeos —. Siguiente pregunta.
—¿Cuál es la idea que tiene Lucifer sobre esto? ¿Debería apoyarlo, o hacer qué?
—Él es el responsable del emisario, fue un trato entre él y su padre. Se supone que cuando los humanos estén en la perdición y ya no hayan esperanzas, el emisario exterminará la vida en la tierra para traer paz. Sin embargo, su padre te ha elegido porque así Lucifer se negaría a llevar a cabo el Apocalipsis, y los mortales seguirían con vida. Pero al hacerlo está rompiendo el trato, por lo que Lucifer puede modificar a su gusto y conveniencia las cláusulas y los fines del emisario. Con esto se hará una guerra, pero no contra los humanos, sino contra su padre, hará una rebelión de nuevo, pero esta vez para ganar — mi corazón late con fuerza —. La decisión es tuya, pero tu hermano no está equivocado.
—¿Debo estar de su lado?
—No está decidido. Última pregunta.
—¿Qué pasa si decido aceptar?
—Hay una larga travesía por delante. No tendrás a tu dragón al instante para comenzar. Eso es el fin, antes debes ganarte el poder para llevar a cabo el resto. Y para eso hay siete pruebas — informa —. Una más difícil que otra.
—¿Cuáles son?
—Antes que nada es necesario que encuentres tres objetos. Primero: tu vieja espada, será tu arma para siempre. Segundo: el látigo de fuego. Tercero: la corona roja. Pero encontrar dichos objetos también serán pruebas. La primera prueba es jurar lealtad a tu bando. La segunda: recuperar la espada. Tercera: encontrar el látigo. Cuatro: encontrar la corona roja. Cinco: encontrar el fuego salvaje, es el saco que el dragón deberá tener en la garganta para crear fuego. Seis: Se debe hacer un sacrificio de algo que quieras. Y la última: declarar la guerra. El rumbo que tomen las cosas después de ese momento será incierto a cada segundo.
—Bien — acepto pensando en cada detalle, y analizando cada respuesta que me ha dado —. Iré a ver si están cerca...
Me pongo de pie y voy a la puerta mientras escucho que me sigue.
Abro y apenas me atrevo a dar un paso afuera para mirar.
Como creí ahí vienen los tres, pero detrás de ellos hay otros tres ángeles.
Los demonios corren hasta llegar a pocos metros de la casa, y los enemigos frenan al instante.
—Daimonium eina aemicum. — saluda Belcebú llegando a nuestro lado.
—Yn Mayissa doist ma ephty — responde la bruja.
Los otros dos se presentan de la misma manera.
—¿Van a huir de esa forma? — riñe un ángel —. Escondiéndose en las faldas de una bruja.
—No huimos — niega Belcebú—. Es sólo que al parecer no hablamos el mismo idioma y no tenemos ganas de interactuar con ustedes.
—Salgan de ahí y no sean cobardes.
—¿Por qué no pides permiso para entrar y charlamos con palabras y sin puños? — reta.
Se le traba la mandíbula pero avanza un momento después y se acerca dejando su distancia.
—eina aemicum.
—Yn Mayissa oeina aemicum — responde la bruja y el rostro enfurecido del alado es mortífera.
—Ya oíste — habla Lucifer —. Te han negado el permiso, ahora lárgate.
Y lo hace sin remedio, pero está claro que si alguno se atreve a salir de la zona asegurada, él le asesinará enseguida.
—Esto no se queda así — advierte mirando fulminante con sus intensos ojos azules a los demonios —. Que te quede claro que ya no eres el favorito, ahora tienes tanta desventaja como el resto de bastardos como tú.
—¿Ya te sientes el favorito? — ríe Lucifer descaradamente.
—Desde que fuiste me convertí en el favorito de papá — informa petulante —. Y deberías ver el revuelo de allá arriba. Eres historia olvidada en las tierras de Edén. Ahora yo soy el sueño de todas las ángeles atolondradas. Y tú solo eres el pequeño y rebelde error de Dios. Pasaste de popular a patético.
Belcebú y Lucifer intercambian miradas ante el ego del ángel.
—¿Qué otra cosa además de inservibles y comunes ángeles atolondradas tienes? — pregunta Lucifer.
—¿Y qué tienen ustedes? — contraataca con una sonrisa sarcástica.
—Tenemos a Aradia — responde Belcebú, y el ángel se queda estupefacto.
_______________
Sigue leyendo. 💥
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro