36
Halloween
Apenas van a dar las cinco de la tarde y puedo sentir que todo el mundo está vuelto loco e impaciente por salir volando de sus habitaciones y comenzar con la noche.
En contra de mi voluntad he permitido que Daisy haga su arte en mi rostro, y aunque no me he mirado al espejo todavía, me ha dicho hace un momento que está por terminar.
El maquillaje jamás ha sido lo mío, pero ella me ha convencido de al menos dejar que me pintara los ojos, ya que el clima tan caluroso y húmedo del lugar no se llevaría bien con un maquillaje de Halloween de rostro completo.
—Ya está — informa y tras un momento abro los ojos.
Siento los párpados pesados y no puedo quitarme la extraña sensación de algo sobre la cara.
—¿Qué tan horrenda me veo? — pregunto antes de pararme de la cama para ir al espejo.
—Me ofendes — dice posando una mano en el pecho.
—No me refiero a que el maquillaje sea malo, lo malo más bien es mi cara.
—Por supuesto que no, Ari — niega riéndose con esa voz dulce y melodiosa que tiene —. Tu rostro es precioso, y con el maquillaje has quedado divina.
Me preparo para afrontar la realidad y me pongo de pie.
Miro al piso en el camino al espejo y alzo la vista sin darme más tiempo a rodeos.
—Ja, cambiaron el espejo por una ventana y hay alguien más del otro lado — pienso al ver el reflejo.
—Claro que no — niega riéndose de nuevo —. Eres tú sí o sí.
—Pues no me lo creo.
El color predominante de la sombra de ojos es un rojo intenso acompañado de negro, abarca casi mi párpado completo, pero se difumina antes de llegar a las cejas.
También se las ha arreglado para hacerme un delineado que es nada más y nada menos el ala de un murciélago. Poco arriba de las cejas me ha dibujado una media luna curvada hacia arriba, y debajo de los ojos sobre los pómulos tengo algunos diminutos murciégalos que no me explico cómo consiguió pintar.
—¿Te gusta? — investiga.
—¿Bromeas? ¡Me encanta! No me explico cómo es posible conseguir algo como esto.
—El maquillaje todo lo puede — asegura y veo que comienza a maquillarse.
Ni siquiera me reconozco, jamás pensé que un poco de color sobre los ojos fuera suficiente para cambiar por completo el rostro de una persona.
—Se me olvidaba, ponte esto — recuerda dándome un labial rojo.
—Los labiales rojos son mi terror — confieso.
—¿Y eso por qué?
—Les tengo pánico.
—Pues te vi en una fiesta con el y te veías grandiosa.
Sí, tal vez.
Mientras la chica se mete al baño hago lo que pide y pinto mis labios con cuidado y atención de no terminar estropeándolo todo.
Oigo un par de risas fuera de la habitación un momento antes de que la puerta se abra y los dos chicos que salieron hace ya bastante tiempo vuelvan.
Vienen muy risueños y divertidos, algo que en realidad no es extraño en ellos, pero esta vez me parece sospechoso.
Miro a Belcebú, y aunque de primera instancia consigo leer sus perversas intenciones, termina sorprendido bajo mis ojos. Su expresión estupefacta me provoca ganas de reír y unos ligeros nervios al recordar que es el maquillaje el que le ha causado sorpresa.
—¡Cuidado! — alerto y le hago volver.
—¿Qué? — pregunta parpadeando desorientado.
—No te vayas a caer con el charco de baba que hiciste — suelto con gracia y me mira inquisitivo aunque tiene una sonrisa en el rostro.
No tarda mucho en recuperarse, y esa expresión dura se convierte en una llena de malicia que acaba dándome escalofríos mientras se me acerca con pasos lentos.
Tiene las manos detrás de la espalda y noto que no es una buena señal.
—Alto ahí, Monstruo — ordeno —. Ariba las manos.
—¿Vienes de policía hoy?
—Solo si vienes de ladrón — sonríe por ello.
—Te he traído algo — informa.
—Suena a amenaza.
Se encoge de hombros y muestra lo que ocultaba.
Mis ojos se abren exorbitantes y compruebo que tenía razón al sospechar.
—A menos que sea para ti, esto es una pésima idea — advierto acerca del disfraz que tiene en las manos.
—Gracias, pero ya tengo cuernos — informa.
—¿Y cola también?
—No, pero sí algo más colgando — acepta gracioso y le doy un suave golpe en el brazo.
—Eres más vulgar que terrorífico — opino.
—Pero así te enamoraste de mí, ¿no?
—Te dan unos cuantos besos y ya te sientes el amor de la vida de alguien más.
—¿Solo unos besos? — interroga con el rostro muy cerca del mío y tono pícaro.
—Eso no significa que esté enamorada de ti.
—Pero lo estarás — asevera.
Extiende el disfraz y niego con la cabeza.
—Primero de monja antes que de diabla — aseguro.
—No me insultes, Pecado, estás con un demonio, no un ángel.
Es cierto, pero me niego a usar un disfraz de diabla con el cual pueda sufrir burlas y arrepentimientos en un futuro no tan lejano.
—Ni loca voy a usarlo — advierto.
—¿Por qué no?
—Porque no.
—Dame motivos reales o yo mismo te lo pongo antes de que parpadees.
—Pues...
—¿Sí?
—Es demasiado ridículo para usarlo — invento.
—No es ridículo, es provocativo — corrige.
—Ahí lo tienes, es demasiado provocativo como para salir de aquí con el — uso su corrección a mi favor.
—Aradia, es Halloween — interviene Archer mirándome con mala cara —. Este es el único día del año donde puedes vestirte o no vestirte y nadie tiene derecho a juzgar.
—Se supone que debes apoyarme a mí — recuerdo.
—Apoyo tu liberación femenina — explica.
—¿Vas a hacerme usarlo? — pregunto a Belcebú.
—No voy a obligarte — niega —. Pero puedo convencerte.
—¿Ah sí?
—Sí.
—Bien, hazlo — pido cruzándome de brazos.
—De acuerdo. Deberías usar este disfraz conmigo para coordinarnos.
—¿Tú también vas a usar un tutú?
—Los demonios no usamos tutú, Aradia — niega ceñudo.
—¿Y por qué yo sí?
—Porque tú eres una humana.
—Excelente razón.
—Vamos ya, Pecado, úsalo y te aseguro seremos la sensación de la cuidad.
—Mala elección de palabras, lo que menos deseo es llamar la atención.
—No eres alguien que simplemente pueda no llamar la atención.
—Es cierto — apoya Arch y le dedico una mirada asesina.
—Bueno, no quiero llamar la atención más de lo normal — aclaro.
—Pero te juro que serás admirada por completo, no habrá una sola persona que piense lo contrario a lo maravillosa que te miras.
—¡Vamos ya, Ari! — ruega mi amigo.
—Ya va, está bien — cedo ante tales súplicas y tomo el disfraz rojo de sus manos.
Genial, cada nuevo día hago cosas más locas que el anterior.
Me quito los shorts para ponerme medias de red rojas, coloco la minúscula falda sobre mi cintura y analizo a profundidad la última prenda.
Un top rojo sin ninguna clase de tirantes.
Eso me causa terror.
Es solo una prenda, sólo eso. Cientos de chicas los usan a diario sin que sea Halloween.
Yo también puedo hacerlo.
Le doy la espalda a ambos chicos antes de quitarme la blusa, y aunque dudo mucho me deshago del sostén también.
Paso la minúscula prenda sobre mi cabeza y la acomodo alrededor de mi dorso con cuidado de cubrirme bien el pecho.
Vuelvo a ponerme los zapatos blancos e intento evadir la mirada penetrante de Belcebú que disfruta mi atuendo.
—Deja de mirarme así — ordeno.
—Imposible.
Daisy sale nuevamente del baño, su maquillaje de tonos morados luce asombroso en conjunto con su ropa negra.
Archer pone cara de tonto en cuanto la mira y casi comienza a volar del enamoramiento que se carga. Ella sonríe sonrojada y yo siento ternura del par de enamorados.
—¿Nos vamos? — consulta el chico mirando al demonio.
—Adelántense, voy a cambiarme — responde él.
Arch asiente y sale acompañado de la chica.
—¿Quieres que me vaya? — pregunto.
—¿Te gustan las sorpresas?
—Las tuyas me aterran, pero me gustan.
—Entonces espera afuera.
Eso suena peligroso, pero no hago preguntas y abandono el lugar enseguida.
Atravieso el pasillo hasta recargarme en el barandal para admirar el paisaje mientras espero.
La tarde comienza a caer y aunque el sol intenta iluminar todo con su naranja y cálida luz, el día ha sido bastante nublado y apenas son perceptibles algunos destellos dorados en el cielo.
Oigo algunas risas cerca, y noto que varios chicos salen de una habitación a pocos metros de donde me encuentro.
Inevitablemente me miran, y ni siquiera se molestan en ocultar sus expresiones morbosas o dejan de verme, incluso hay uno que suelta un chiflido de coqueteo hacia mí.
Ruedo los ojos y regreso la vista el frente, agradecida de que Belcebú no estuviera presente para convertirlos en carbón.
¿Cuál será la sorpresa de este día? Ni siquiera puedo imaginármelo, e incluso creo que mi imaginación no quiere esforzarse en hacerlo.
Escucho que la puerta de mi espalda se abre y no me atrevo a mirar enseguida, pues no me siento lista para sorprenderme.
Oigo los pasos del demonio acercarse y es inevitable ponerme nerviosa.
Doy la vuelta para mirarlo y al fin me impresiona.
Su apariencia es insólita, me hiela la sangre y consigue provocar un ligero miedo por mi parte.
—No temas, es sólo parte del disfraz — asegura.
Viene únicamente con jeans negros y rasgados por las piernas, su dorso permanece desnudo y con heridas que quisiera creer son falsas, pero lucen tan reales que sólo puedo pensar son alguna clase de fantasía.
Eso no es lo terrorífico, incluso podría decir que es agradable.
El verdadero detalle son los grandes cuernos que lleva sobre la cabeza, y los ojos negros que parecen dos pozos sin fondo.
—¿Esto eres en realidad? — me atrevo a preguntar.
—¿Ser en realidad? — parece no comprender la pregunta.
—¿Belcebú luce así realmente? — especifico.
—¿Quieres saber cómo luzco en realidad?
—Sí — admito.
—Bien — acepta tras pensarlo un momento —. Pero no aquí.
Eso me pone tensa, debe ser mucho peor de lo que miro ahora.
Sólo asiento y dejo el tema a un lado.
—¿Quieres unos más realistas? — pregunta quitándome la diadema con cuernos que es parte del disfraz.
—¿Algo así como los tuyos?
—Sí pero no tan verdaderos.
—Pues... — la decisión es difícil, no sé qué tan posible me sea soportar tener cuernos de una manera más natural que un simple accesorio de plástico.
—No va a dolerte — asegura con gracia.
—Bien, pero más te vale que desaparezcan después.
Se echa a reír por mi petición y sus grandes manos se posan sobre mi cabeza.
Cerca de donde nace el cabello al terminar mi frente siento una ligera presión extraña, y a los pocos segundos un peso extra desconcertante yace sobre mi cabeza.
Da un paso atrás y observa satisfecho su trabajo.
Yo no puedo evitar llevar las manos a los cuernos, y al sentirlos como propios me estremezco.
—Si fueras un demonio real y te viera en el infierno te casarías conmigo ya mismo — dice maravillado de mí.
(...)
El ambiente de la ciudad es febril, la sensación de emoción por la noche de brujas es palpable.
Hay más personas de lo normal, más iluminación de la habitual y la decoración ha aumentado de ayer para hoy.
El campo de golf que está cerca del hotel permanece repleto de calabazas encendidas.
Casas y construcciones no muy altas tienen inflables de vampiros, momias, fantasmas y más.
He visto varios autos decorados también, un par con una mano colgado de la cajuela o cuernos en el toldo
Y muchos niños con disfraces y calabazas de plástico andan por la calle pidiendo dulces.
—Te dije que tendríamos todas las miradas encima — Belcebú me habla y da un apretón de mano para que le preste atención.
—No me lo confirmes que me pongo nerviosa.
Atravesamos la avenida rápidamente aprovechando la falta de autos, y conforme nos acercamos al centro de la ciudad veo mucho más movimiento, personas y ruido.
En la calle hay por doquier pequeños puestos de disfraces, máscaras, y cualquier cosa interesante que consiga generar ventas.
Asimismo no pueden faltar los puestos de comida rápida y grasienta que atraen a todo el que pase cerca.
—¡Comida! — y por supuesto Belcebú no es la excepción.
—¡Papas! — Archer es el segundo en soltar a su pareja para ir como desquiciado muerto de hambre al sitio de comida.
—Dejarían de ser hombres — opina Daisy acercándose a mí.
—Ni lo digas.
—¡Ari, hay alitas! — informa Arch.
—Bien, es mi turno de sucumbir ante las delicias grasientas — informo y se echa a reír.
Por suerte el sitio que han elegido para atascarse comida no está a reventar, y el par de chicos que había antes de llegar se marchan a los segundos.
El lugar está repleto de comida, hay grandes charolas con papas fritas, alitas, pizza y banderillas.
—Yo papas — decide Archer.
—Y yo alitas — elijo.
—Bien, las pediré — se ofrece.
—No tengo idea de que es esto — dice Belcebú acercándose con un plato grande con dos trozos de pizza y varias piezas de lo que pienso son boneless —. Pero es un manjar, pruébalo.
Sin darme oportunidad a negaciones mete una de las bolas de carne a mi boca y tengo que comerla.
—¿Piensas comer todo eso? — pregunto luego de tragar la comida.
—Aún no están listas mis papas — niega agregando un platillo más.
—Ah — bueno, no debería verme sorprendida por la cantidad de comida que puede consumir, creo que incluso va a quedarse hambriento con lo poco que ha pedido.
Archer me entrega un plato rectangular, y tras recibir junto con el demonio sus papas fritas continuamos el camino.
Una de las calles ha sido cerrada y cientos de personas están caminando por ella.
Todo parece más bien una pasarela fantasmal, donde los presentes aprecian los disfraces y vestuarios ajenos, se sacan fotos con otras personas, y curiosamente nadie parece criticar o atacar a otro.
Halloween podrá ser para muchos una festividad maligna y diabólica, pero estoy segura que es el único día del año donde hay diversión, paz y una tranquilidad diga y equilibrada de una festividad.
Luego de caminar entre los cientos de monstruos e intentos fallidos de ser alguno, Archer intercambia comida conmigo y Daisy comienza a sacar fotografías con el móvil.
Belcebú ha terminado toda la comida, y decido darle las papas que me quedan en el plato, pues no tengo demasiado apetito.
Luego de avanzar una cuadra más la aglomeración es mayor, es más difícil avanzar y presiento que terminaré perdiendo a Archer de vista.
—Dais — llamo a la chica —. Toma a Archer de la mano o va a perderse y no volveremos a verlo.
Mi amigo me mira mal y ella ríe con gracia, pero hace lo que le he pedido, provocando que las mejillas del chico se enciendan y sus dulces ojos color miel brillan como dos estrellaste.
Siento que mi mano es apresada por otra, y cuando volteo a mirar me encuentro con el rostro de Belcebú.
—Tienes cara de que se te facilita perderte — dice.
—Por supuesto.
—¡Miren! — Daisy señala hacia un lugar cercano —. ¡Una casa del terror!
La emoción genuina por la atracción que acaba de ver provoca que Archer se aterre, pues no hay ser más cobarde para entrar a un lugar así que él.
—¿Una qué? — y también tenemos a Belcebú, que no comprende el 90% de las cosas comunes en la vida.
—¡Entremos! — pide ella animada y corre en dirección al lugar, arrastrando consigo al pobre Archer que ya está pálido antes de acercarse al menos.
—Vayamos — apoyo —. Archer no es muy bueno con ello y necesita ayuda para animarse a entrar.
—¿Qué es eso? — pregunta mientras seguimos a los chicos.
—Es sólo una atracción, una casa con monstruos donde entras y te asustan.
—Bromeas — asegura.
—Las diversiones humanas no siempre son precisamente descabelladas.
—No, son ridículas.
—Algunas veces — concuerdo —. Pero como el buen ser humano que estás fingiendo ser, tendrás que entrar ahí.
En la entrada Archer y Daisy nos esperan, no son los únicos en permanecer ahí, pero noto que los demás no tienen el valor para entrar.
Archer tampoco, pero las circunstancias en las que se encuentra le obligarán a entrar con o sin valor.
—¿Miedo a entrar sin mí? — pregunto a mi amigo.
—Cuento con que si algún monstruo se me acerca de más lo noquees por mí — responde y Belcebú comienza a reír.
Daisy se acerca a la puerta, intercambia palabras con el taquillero y veo que le da dinero antes de recibir cuatro boletos.
—Entremos — pide repartiéndolos a cada uno.
Toma a Archer de la mano y da el primer paso para entrar.
—Vamos ya, Archer — presiono empujándole y pasando detrás de él.
—Puedes abrazarme si te da demasiado miedo — me susurra Belcebú.
—Oh, por supuesto, ¿no sientes que desde aquí ya voy temblando?
La única iluminación es luz negra, el sonido de las bocinas de la entrada no para de reproducir gritos y lamentos, algunos alaridos y rugidos de monstruo.
De un costado a donde vamos vislumbro una sombra, al segundo el grito de Archer suena más alto que el del monstruo que le acaba de espantar, y el demonio y yo comenzamos a reírnos.
Un nuevo grito suena a nuestro lado, sin embargo el pobre actor no consigue ni siquiera mover a Belcebú y su susto se ve frustrado.
—Si otro de estos putos vuelve a intentarlo lo mato — sentencia en voz baja.
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Siguiente actualización, miércoles 07 de julio. 🎃
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