28
Dioses
—Es admirable que al menos no te has vuelto loca por la noticia — opina Belial.
—De un tiempo acá ya no me siento sorprendida por mucho — confieso.
Y aunque es cierto, un sentimiento confuso permanece en mi interior. No es algo desagradable o incómodo, pero tampoco es precisamente agradable.
Es una molestia más bien.
Esa que le da el poder a mi mente para que mi vocecita interior joda una y otra vez con la misma palabra: no eres alguien normal.
Pero no puedo preguntarme más que, ¿cómo de ser alguien común y corriente acabé teniendo cercanía con demonios? Y peor aún, terminé teniendo parentesco con ellos.
Y por si eso no fuera lo suficientemente impactante, el parentesco lo tengo con Lucifer.
Ahora mi inquietud es esa, sobrellevar la situación es difícil.
—Hay algo que no comprendo — hablo —. ¿Por qué si ellos dos son tus hermanos yo sólo soy hermana tuya? — me dirijo plenamente a Lucifer que comienza a inspeccionar las cosas que permanecen en mi escritorio.
—Bueno, en realidad también lo son — mala pregunta, ahora también tengo que cargar con el recargo de conciencia de haberme acostado con mi hermano.
—La diferencia es que ustedes dos comparten madre, nosotros no — esclarece Belial.
—¿Madre? — apunto, pues hasta donde mis nulos conocimientos angelicales llegaban, no sabía que un ángel tuviera madre.
—Es un tema complicado — piensa Belcebú.
—Nuestro padre siempre creó a sus hijos — interviene el rubio —. Los creó solo, con sus propias manos — y con las suyas y una fricción rápida aparece fuego entre ellas —. Pero tú y yo... fuimos más especiales, no nos hizo solo, no con sus manos, no como al resto.
—Les buscó una linda mami — se burla Belcebú dándole un ligero codazo a Belial con complicidad.
Lucifer le dedica una mirada asesina al demonio y borra su sonrisa.
—Bueno, no es novedad que por esa razón fui el favorito de papá — presume con superioridad.
Los otros dos intercambian miradas y ruedan los ojos después.
—Bueno, favorito, temo que caíste junto con los ordinarios — denota el castaño.
—En realidad los ordinarios caímos junto con el favorito — corrige Belial y comienzan a reír.
—Bueno ya basta — ordena alzando la voz —. Suficientes bromas por hoy.
—El punto es que nacieron del vientre de una mujer y tienen una madre, dos cosas que los ángeles comunes como nosotros dos fuimos, no tenemos — termina la idea Belcebú.
Algo brilla sobre el cuello de Lucifer y al instante toca el lugar frunciendo el ceño.
—Hay problemas — avisa y noto que la cadena que me cuelga del cuello centellea.
Belial se pone de pie al instante y se acerca a su hermano, y aunque Belcebú se para solo les mira tenso.
—Volveremos — asegura el rubio —. Encárgate de cuidarla y no meterte en problemas.
Y ambos desaparecen tan rápido como siempre.
—¿Siempre lo supiste? — pregunto.
—¿Qué cosa?
—Lo mío.
—No, pero comenzaba a tener sospechas.
—¿Por?
—Tu nombre — señala.
—¿Eso qué tiene que ver?
—No ha cambiado, conservas el mismo — denota.
—¿No pensaste que podía ser simple coincidencia?
—Así es, por eso mismo no estaba seguro — apunta divertido.
—¿Y ahora qué?
—Lo mejor será seguir como si nada hubiera pasado, ya veremos que hacer sobre la marcha.
—¿Qué me cuentas de mí? — me atrevo a preguntar.
—¿Quieres que hablemos de ti?
—Bueno... de la antigua... — aclaro.
—A veces no es muy bueno recordar detalles del pasado — comenta pensativo.
—Tal vez no, pero... tengo curiosidad.
—Te comprendo, también tendría curiosidad de estar en tu lugar — apoya.
—¿Y...?
—Te contaré algunas cosas, ¿bien?
—De acuerdo.
—Pero hay una condición — añade mirándome con una sonrisa perversa.
—Bien, Belcebú, hora de pedir sexo a cambio de información.
—Jamas mencioné nada acerca de ello, pero creo que te he dejado con ganas de más esta mañana... — piensa con tono seductor.
—No me digas que no planeabas pedírmelo a cambio.
—En realidad no, mi condición era meternos a la cama mientras te contaba fabulosas historias — esclarece encogiéndose de hombros —. Pero si quieres repetir lo de hace un rato no me resistiría demasiado.
—Que inteligente.
—Vamos, Pecado, ponte la pijama y descansemos de una vez del día intenso de hoy — propone cansado y no tengo demasiadas ganas de negarme.
—Bien — cedo —. Pero será aquí.
—Está bien, iré a quitarme esto — señala su atuendo y se marcha de mi habitación.
Suspiro cansada y me desvisto para ponerme unos pantalones holgados.
Busco una blusa abrigadora para usar, sin embargo se cruza en mi camino la chaqueta de Belcebú y no pienso dos veces en ponérmela.
Subo a la cama y me recuesto en ella con algo de cansancio.
Si soy honesta, cada minuto que transcurre un gramo menos de cordura desaparece de mi mente.
Esto es terrible.
Siempre que leía libros donde la protagonista resultaba ser de una especie diferente y maravillosa, me preguntaba cómo se sentiría ser ella, incluso anhelaba vivirlo algún día aunque pareciera ser muy imposible para ser real.
Ahora, siendo la protagonista de mi propia historia, y atravesando por ese gran momento que desee alguna vez en el pasado, no sé cómo cargar con el.
Y ya entiendo porque en los libros siempre se tomaban mal la noticia y no brincaban de alegría al enterarse.
Aunque claro, tampoco siento que mi vida se ha convertido en una escoria irremediable con la cual no podré cargar más.
Y al contrario de eso, siento que una pieza faltante en mi vida embona con el resto.
Posiblemente, lo que soy o fui es la razón por la que siempre me he sentido fuera de lugar en este mundo al que ahora sé, no pertenezco de verdad.
Belcebú sale de su habitación nuevamente, solo tiene unos pantalones flojos puestos y su dorso está desnudo, demostrado que el frío gélido del ambiente no es rival para él.
—¿No moriste de las ansias sin mí? — pregunta en cuando entra al lugar.
—Casi pierdo la vida, es hora de reanimar mi pobre y frágil corazón — exagero con dramatismo.
—Lo sé, soy irresistible para ti.
—Lo que me es irresistible es darte un buen golpe en la boca que solo sabes usar para joder.
—Sabes que mi boca sirve para muchas cosas más — murmura acercándose a mi rostro y me estremece.
—¿Qué tienes por contarme? — evado por completo sus intenciones y veo que sonríe por mi escape.
—Hmm, ¿con qué podemos empezar? — pregunta para ambos en realidad.
—¿Quien nació primero? ¿Lucifer o yo?
—Él.
—¿Y tú? ¿Quién es mayor?
—En realidad no hay mucha diferencia entre ambos, la espera para que él llegara al mundo no fue tan larga, pero duró el tiempo necesario para que su padre pensara que su pequeño necesitaría una compañía. Así que me creó una vez que él nació — cuenta —. Tenemos la misma edad, no creo que haya demasiada diferencia, a lo mucho un día o dos.
—¿Por eso son tan unidos?
—Entre otras cosas — asiente —. Hemos estado juntos toda la vida, en buenos y malos ratos.
—Eso me queda muy claro.
—Tú naciste tiempo después, cuando nosotros ya éramos algo mayores. Aún no llegábamos a nuestra madurez, pero al menos ya teníamos alas en la espalda.
—¿Y?
—Yo estuve presente — dice —. Lux y yo fuimos los primeros en cargarte incluso antes que Diana.
—¿Diana?
—Tu madre, ese es su nombre.
—Entiendo... — no puedo asimilar tener una madre que no sea la madre humana que conozco.
—¿Qué pasó después?
—Cuando creciste las cosas se complicaron un poco — lamenta dejando de lado su tranquilidad y luciendo tenso.
—¿Fui una niña despiadada que puso el paraíso de cabeza? — propongo y obtengo una sonrisa suya.
—Algo así, aunque en realidad no fuiste sólo tú, también tu hermano y yo. Pero nuestro padre siempre te culpaba y ponía en su pedestal a Luzbel — se queja con molestia —. Siempre odié que eso sucediera, y mi hermano aborrecía que te tratasen como si fueras diferente solo por ser mujer. Eso en gran parte causó la rebeldía de los tres, Lucifer para retar la autoridad de papá, yo por secundarlo en todo, y tú simplemente eras influenciada por tu hermano.
—¿Nunca hubo castigos?
—Para Lucifer no ya que era los ojos de su padre, cuando intentaba castigarme me defendía y exigía recibir lo mismo que yo, por lo que siempre me libré. Pero a ti era imposible salvarte.
—Que extraño que siempre he sido jodida — me burlo de mí misma.
—Un poco de mala suerte nada más.
—¿Y? ¿Por qué llegué aquí? — interrogo formulando la pregunta que quizá sea la más interesante por saber.
—Es es una larga historia que no me gusta recordar — admite.
—¿Podrías contarme?
Belcebú se queda callando sopesando la petición, seguramente no desea hablar de ello, pero yo deseo saberlo.
—Tenerlos a ustedes dos de una manera tan natural no fue la mejor idea que nuestro padre pudo tener — comienza —. Diana es una diosa, por eso mismo nuestro padre la eligió para procrear a su primer hijo nacido, en un intento de perfeccionar aún más lo que él había inventado solo. Luego naciste tú, y si de por sí el hijo de dioses no había sido una excelente idea, tener una segunda hija fue mucho peor.
—¿Debo sentirme ofendida?
—No, no fue una mala idea darte vida, la manera en la que te la dieron sí. Los descendientes de dioses no son muy buenos a menudo. Tienen conductas y naturalezas insanas que siempre desencadenan problemas estratosféricos.
—¿A qué te refieres con eso? — cuestiono sin entender el trasfondo de sus palabras.
—Digamos que... su naturaleza es más liberal de lo que se debería, carecen de ciertas nociones que combinadas con su poder y egolatría dan como resultado desastres.
—No entiendo nada.
—No tienen pudor ni percepción o apego familiar, se miran entre ustedes como seres iguales e individuales, lo que comúnmente desencadena relaciones donde el incesto está de por medio — explica más detallado —. Lucifer se enamoró de ti a pesar de ser tu hermano, tuvo deseos perversos hacia ti y eso no acabó bien.
Suena terrible, no puedo imaginarme teniendo un hermano y enamorándome de él, suena enfermizo y asqueroso. Al menos siendo una humana así parece.
—Yo... — continúa —. Lucifer y yo jamás nos guardamos secretos, tenemos una confianza superior en la cual él sabe todo de mí y yo todo de él, pero en esos momentos nos ocultamos una cosa... y estoy arrepentido de ello, porque pudimos evitar hacerte daño de haber sido honestos.
—¿Qué cosa tan grande se ocultaron?
—Me aterraba confesarle que su hermana me gustaba — admite y atravieso una nueva contradicción.
Dice que yo le gustaba, pero al menos no la yo de ahora, sino del pasado.
—Bueno, supongo que es algo natural tener miedo de decirle a tu mejor amigo que su hermana le gusta... porque lejos de ser hermanos eran eso, mejores amigos.
—Sí, e imagino que a él le preocupaba la manera en la que yo reaccionaría si me decía que gustaba de su propia hermana. Ambos teníamos miedo por la misma persona.
—¿Pero por qué callarse me habría causado tanto daño?
—Para cuando me atreví a contárselo ya era tarde, él había conseguido meterse contigo y no pudo ocultármelo.
Siento lástima por él, seguro que debió ser duro vivir todo eso y ni siquiera poder tomarlo como una traición ya que jamás se lo contó a su hermano hasta que las cosas estaban hechas.
—Siento que hayas pasado por eso — lamento.
—Terrible defecto de dioses, para ellos los pecados no existen.
Medito un poco en sus palabras y creo que es verdad. Un dios puede ser y sentirse tan superior que el concepto de pecar quizá no tendría significado.
Porque pecar es parecido a cometer un error. Y un dios no comete errores, solo crea nuevas oportunidades de sus acciones desafortunadas.
—Suena real — concuerdo —. Pero de verdad lamento que hayas pasado por eso.
—No lo lamentes, a pesar de ser un momento desafortunado conseguí superarlo rápidamente.
—Pues te admiro, yo no me siento capaz de superar algo así, no sabría como hacerlo.
—Bueno, siempre hay alternativas — apunta suspicaz.
—¿Como cuál?
—¿Recuerdas algo que te dije por la mañana? Si vamos a pecar, hagamos que valga la pena — rememora y yo asiento para confirmar que me acuerdo —. Tú fuiste quien le dio vida a esa frase. Lo dijiste por primera vez la noche en la que hicimos algo que nunca debimos... — y sonríe al recordarlo.
—¿Hacer qué?
El demonio me mira por un momento, decidiendo si debe responderme o callar.
—Estabas cansada de que papá te tratara como una niña y sobajara por el simple hecho de ser chica — comienza explicando mis molestias —. Que te culpara de todo, que te viera como un desastre aún cuando te esmerabas tanto en demostrarle lo valiosa que eras... así que un día te hartaste, y decidiste convertirte en aquello que tanto había dicho que eras.
—Justo como lo haría ahora — reconozco.
—Le enseñaste que podías ser mucho más rebelde de lo que decía que eras — se burla con diversión y comienzo a sentir admiración de mí misma —. No dejaste pasar una sola oportunidad para darle dolores de cabeza; así que ocupaste el amor carnal de tu hermano y mi enamoramiento a tu favor, y aprendiste a borrar el arrepentimiento de ti misma.
—¿Eso significa...?
—Creo que ninguno de nosotros imaginó que nuestro padre aborreciera tanto las orgías — lamenta burlón.
________________
Siguiente actualización, viernes 18 de junio. 😛
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro