Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

25

Un pecado valioso

Un estruendo que hace temblar a las ventanas es lo que me despierta esta mañana.

Ya hay suficiente luz, pero es notorio que ha amanecido nublado y el cielo se cae.

Busco el móvil bajo mi almohada y brinco de la cama al ver que están dando las nueve de la mañana.

—Se cancelaron las clases, está habiendo un segundo diluvio universal allá afuera — Belcebú está recargado en el marco de la puerta mirándome.

—¿Debo creerte?

—Míralo por ti misma, lo avisaron a las seis y cuarto, Archer me dijo que te había enviado un mensaje también.

Y aunque le creo miro mi teléfono para enterarme personalmente.

En el chat de nuestro grupo la mayoría comenzó a reportarse desde las cinco treinta con las pésimas noticias de no poder salir de casa.

Algunos han enviado imágenes de árboles caídos, calles inundadas en su totalidad, y un sinfín de caos ocasionados por la lluvia.

—¿No se ha detenido ni un poco? — pregunto.

—Solo un par de veces, pero ha vuelto a llover peor que antes.

Voy hacia la ventana y retiro un poco la cortina para mirar fuera.

Todo Luce blanco, apenas y se ven las cosas más cercanas a donde estoy, y un destello morado en donde se supone que esta el cielo predomina sobre el color de la lluvia por un corto momento.

El trueno de escucha un segundos después y siento que el piso bajo mis pies vibra.

—¿Es posible eso del segundo diluvio universal? — pregunto.

—No, pero al parecer le toca a la tierra ser regada.

A pesar del frío que siento por el drástico cambio de temperatura de mi cama al causado por la lluvia, salgo de mi pieza y voy al baño.

Me mojo el rostro con el agua helada y siento como si cientos de agujas de clavaran en mi piel.

Me apresuro a secarme antes de mirar mi cara en el espejo.

Y me sorprendo cuando lo hago.

Es como si el espejo fuera solo un cristal y viera a otra chica al otro lado.

No parezco ser yo.

No soy como anoche cuando me miré al espejo.

Parece que la última vez que lo hice tenía quince años y ahora vuelvo a hacerlo seis años después.

Y no había notado la cara de niña que me cargaba hasta ahora que luzco mayor.

Y tengo que tocarme el rostro y acercarme más al reflejo para seguramente de que es real lo que miro.

—A veces las emociones dominan más que el estado de ánimo — Belcebú está aquí de nuevo.

—¿Qué es...?

—No sé bien cómo explicarlo, sólo puedo decir que... al fin sanaste.

Y por ridículo y descabellado que suene, siento en mi interior que eso es verdad.

Lo que era mi peor pesadilla apenas ayer, ahora solo es un viejo suceso que recuerdo sin que me provoque emoción alguna.

—No puedo créelo... — susurro sorprendida.

—Ya que eres una nueva persona y renacida, quiero recomendarte cambiar tu estilo de vida y disfrutar de ella sin las cosas que antes de ayer te lo impedían.

Una felicidad que nunca había sentido comienza a formarse en mi interior, mis impulsos me llevan echarme sobre el chico y acabo besándolo.

Ni yo puedo creer lo que hago, y seguro hasta a él lo he tomado por sorpresa, pero no pierde un solo segundo y lo corresponde.

Me abraza para unirme a su cuerpo, por desgracia la diferencia de nuestra estatura lo mantiene encorvado, por lo que termina alzándome del piso.

—Odio tener que interrumpirlos — una voz llama la atención de ambos, y aunque ver a su hermano parado a un par de metros no es algo que a mí me ponga en aprietos, mira la escena con molestia y apretando los dientes notoriamente —. Pero debemos hablar de algo.

Belcebú me regresa al piso y yo retrocedo un paso ligeramente incómoda por la situación.

—¿Qué pasa? — averigua acercándose al de ojos verdes que conserva esa molestia.

Y noto que me mira un momento, dejando muy claro que mi presencia le estorba.

—Voy a ducharme — informo mirando en dirección al baño que sigue detrás de mí, corroborando que mi toalla está dentro y no demoro más en encerrarme.

No puedo entender porque la actitud de Lucifer siempre es tan pesada, o al menos conmigo lo es.

¿Qué le hice para que me mire con cara de culo cada que estoy cerca? 

¿Acaso le he dado motivos para comportarse así de borde conmigo? O simplemente es que no hacemos una buena química y se siente con el derecho de expresarlo libremente y no tener un gramo de diplomacia.

No lo sé, y es posible que jamás lo sepa, pero si fuera una persona cualquiera y no un demonio que puede hacerme cenizas con solo chasquear los dedos, quizá me atrevería a enfrentarlo o a comportarme de peor manera con él.

Doblo mi pijama y la dejo sobre la tapa del baño, me apresuro a abrir la llave del agua caliente y nivelo la temperatura en un par de segundos para entrar a la ducha.

Como es común en mí, me tomo este tiempo de limpieza personal para hacer mi limpieza mental.

Aún sigo confundida con el repentino cambio que tuve, pues es bastante inexplicable y difícil de asimilar.

Es como cuando sucede una desgracia en tu vida y caes en una depresión infernal más rápidamente de lo que podrías caerte al piso.

Solo que en mi caso es lo opuesto a esa depresión, pero llegó a mi vida con la misma rapidez.

Tengo los nudillos más amoratados de como los tenía ayer por la mañana, y aunque me duelen bastante, tengo la noción de que es ese tipo de dolor de purificación.

Ese dolor que ha traído una paz y alivio a mí.

Además de darme la venganza que necesitaba y me negaba a aceptar.

Christian, para la mala fortuna de este mundo no ha muerto.

Belcebú dijo que no era nuestro papel darle una muerte, y que tenía que seguir en este mundo hasta que quien debiera, terminase con su vida.

Así que solo recurrimos a uno de sus rebuscados dones, le hizo olvidar la mayor parte del día y lo tiró junto a la carretera para liberarlo y que se marchara cuando recobrara la consciencia.

Además de que, aunque sería quitarle un posible cargo de consciencia, eliminó todo recuerdo de lo que me hizo, pues era la única forma de mantenerme a salvo de sus intenciones.

Pero ni siquiera me importa, conseguí liberarme de ese peso, y haga lo haga, él tendrá que pagar una cuenta alta por todo lo que hizo en su vida cuando ésta llegue a su fin.

Un trueno más cimbra el lugar, y un segundo después el baño se queda a oscuras.

La lluvia torrencial al fin ha conseguido dejarnos sin electricidad, y yo que ya he terminado de bañarme tengo que quedarme en la regadera sin luz para hacer tiempo a que los demonios traten sus asuntos privados sin interrumpirles.

Mientras busco entre las mil posibilidades que tengo por hacer aquí adentro, termino abriendo la ventana de mi lado para echar un vistazo al exterior.

Aunque fuera de la ventana se encuentra el centro de lavado, veo que está mojado gran parte del lugar, pues la lluvia a conseguido entrar ya, y fuera todo está vuelto un caos.

Los árboles que están frente al edificio se mueven de un lado a otro, dando la impresión de que se partirán por la mitad en cualquier momento.

El ruido de la lluvia es ensordecedor, es imposible escuchar más que eso, y el único ruido que es un rival para ella es el del viento que parece pertenecer a un huracán.

Vuelvo a cerrar la ventana y me decido por terminar con mi ducha.

Me apresuro a secarme el cuerpo con la toalla y luego envuelvo mi cabello con ella mientras me pongo un poco de crema corporal.

Algunas ideas y pensamientos sin importancia se pasan por mi mente, una pregunta se abre paso entre todos y me siembra una duda.

¿Por qué besé a Belcebú?

¿Fue simplemente un acto impulsivo y sin razón?

¿O en el fondo existe un motivo que me llevara a hacerlo aunque jamás había sido consciente de ello?

Quito la toalla de mi cabeza, me froto un poco el cabello para dejarlo menos húmedo, y vuelvo a enrollarla en mi cuerpo para salir.

La puerta de enfrente está entreabierta, y aunque espero algunos segundos para escuchar voces, no hay ninguna. 

Atravieso el pasillo y me asomo ligeramente en la habitación.

Belcebú está recostado en la cama y tiene el móvil en las manos.

—¿Y tu hermano? — pregunto.

—Se ha ido — confirma, y deja el teléfono a un lado luego de un par de segundos.

Termino de entrar a la habitación y me siento un poco nerviosa a pesar de controlarlo. Cierro la puerta a mi espalda y me animo a acercarme un poco a la cama, el chico me analiza en silencio y se sienta.

—Quiero hacer algo — digo.

—¿Hacer qué? — investiga con interés y dispuesto a formar parte de ello. 

Respiro hondo y suelto la toalla que me cubría el cuerpo desnudo.

Belcebú se queda petrificado en donde está, su rostro se vuelve lívido y por poco me echo a reír.

—Esa no es una buena expresión para alguien que ha visto muchas mujeres desnudas — opino.

—Estoy conmocionado — titubea aún atónito.

—Entonces quizá no estés preparado para esto — sugiero encogiéndome de hombros y me dispongo a recoger la toalla.

—Espera — interviene antes de que lo haga —. Yo no dije eso.

—No hacen falta las palabras.

—¿Alguna vez has visto un ángel?

—A menos que cuentes como uno...

—Los mortales privilegiados que lo han hecho describen el suceso como algo insólito y sublime, como lo más extraordinario que podrán ver en sus vidas. Quienes fuimos alguna vez ángeles no entendemos el porqué de esa percepción, pero tú acabas de mostrármelo.

La manera tan fascinante en la que acaba elogiándome me ruboriza y termino sintiéndome avergonzada por sus palabras.

—Pero yo no soy un ángel.

—Ni yo un mortal.

Se para de la cama deshaciéndose de la playera y me atrapa entre sus brazos al tiempo que sus labios atacan los míos.

No opongo resistencia, permito que me aprisione con fuerza aun cuando mis brazos están entre nosotros y no puedo liberarlos.

Pero ni siquiera eso me interesa sin importar que la posición y fuerza aplicada intervengan en mi respiración.

Nuestros labios se niegan por completo a separarse y mentiría si dijera que no estoy disfrutando esto.

Retrocede sin soltarme, sus manos me abandonan un segundo para quitarse los pantalones y después me atrae hacia sí hasta que estamos sobre la cama.

Me mantiene arriba suyo, aprovechando eso a su favor y acariciando mi cuerpo con calma.

—¿Estás segura de lo que haces? — pregunta interrumpiendo un momento nuestro beso.

—Nunca había estado tan segura de algo.

(...)

Después de el tiempo necesario me encuentro debajo de él, las cosas han ido lento, pero todo ha sido perfecto para ser la primera vez real.

Ambos nos encontramos inquietos.

Nuestra respiración está agitada y el ambiente es claramente bochornoso.

—¿Estás segura de esto? — consulta de nuevo a pesar del momento apasionado por el que pasamos.

Aún cuando continúo bastante nerviosa y algo insegura, me mentalizo para lo que está por pasar.

Me doy un minúsculo y corto respiro.

Quiero hacerlo.

Tengo miedo, no lo niego.

A pesar de que esta parte ya la he pasado antes, no puedo asimilar como es, pues jamás lo he vivido por gusto.

—Hazlo, no tengo dudas — aseguro.

Mi nerviosismo puede notarse y sentirse a flor de piel, y me preparo mentalmente previo a lo que está por suceder.

Belcebú luce más tranquilo y se toma su tiempo para comenzar, dándome oportunidad de procesar cada paso.

Abre mis piernas con gentileza usando las rodillas, toma su erecció y la acerca a la entrada de mi vagina, rozando mi piel y dejándome rígida.

Sin embargo permanece así, posa una mano en un lado de mi mandíbula y acaricia mi mejilla con el pulgar mientras admira mi rostro.

Y se mueve, su cadera avanza con gentileza y su miembro se introduce en mi interior suavemente.

Un sonido escapa de mi boca y sostengo la muñeca de la mano que aún conserva en mi rostro.

Belcebú no ha dejado de verme a los ojos, y yo estoy hechizada bajo su mirada.

Una vez que ha accedido por completo a mí se mantiene dentro por un largo momento, estudiando si no me he retractado de esto ahora.

Pero no lo hago.

Mi corazón está agitado y yo muero de los nervios, que aunque podría imaginar es algo malo, no resulta serlo cuando me distrae del dolor que la penetracion me ha provocado.

Si bien ya había sentido este dolor antes, es posible que la cantidad de años que pasé sin tener sexo ayuden a que la sensación vuelva a aparecer.

Arde, es parecido a tener contacto con un metal caliente, y la molestia se esparce hasta mi vientre, haciéndome sentir algo muy parecido a los cólicos.

—¿Te encuentras bien? — pregunta con el ceño fruncido al notar que algo no marcha bien.

—Sí — aseguro avergonzada —. Es un poco... molesto — no deseo que por ocupar una palabra como doloroso o desagradable el chico decida detenernos y acabar con esto.

—Las primeras veces lo es — concuerda relajado —. Pero intento ser gentil.

—Lo eres — compruebo.

Belcebú respira hondo y siento que retrocede, pero no me abandona por completo y vuelve a adentrarse en mí.

Las embestidas comienzan siendo frenéticas y lentas, y conforme continúa, la molestia causada aumenta.

Al ardor se vuelve más intenso y recurro a abrazarme del chico, entierro la cabeza en su cuello mi agarre es fuerte.

Me quejo por el dolor que sigue en aumento y comienzo a aterrarme al imaginar que no habrá otra sensación.

El malestar llega a un punto en el que no es soportable para mí y sin lograr evitarlo sollozo.

—Ari... debemos parar — decide él deteniéndose donde está.

—No lo hagas — pido.

—Esto está siendo demasiado para ti.

—Yo sé que pasará — prometo, pues alguna vez una chica me contó sobre su primera vez y el terrible y duradero dolor que atravesó hasta comenzar a sentir algo más placentero.

—No soporto lastimarte.

—No quiero estar condenada a esto siempre, a que tú no puedas tocarme como a otras mujeres solo porque no he sido capaz de soportar un poco de dolor — reprocho —. Estoy segura de que quiero y puedo hacerlo.

Belcebú me mira serio e indeciso por un largo momento, pero al fin cede.

El minuto que estuvimos detenidos ayudó a cesar el dolor, y aunque al moverse vuelvo a sentir un poco, no consigue ser de la misma magnitud.

Y lo consigo.

El malestar disminuye gradualmente, y suspiro con alivio cuando es casi imperceptible.

Alzo la vista y me encuentro con su mirada, misma que me estremece al ser tan mórbida y directa.

Mi pecho sube y baja veloz, y suaves gimoteos escapan de mis labios.

El cuerpo del chico termina de meterse entre mis piernas, pues había conservado cierta distancia para controlar de mejor manera sus penetraciones.

Esto provoca que su peso se concentre en su cadera, y termina introduciéndose profundamente en mí.

Llenándome por completo, haciendo que me estremezca y acabe jadeando por la sensación que provoca.

Sonríe agitado, vuelve a retroceder y no me da un solo segundo de preparación cuando me embiste de nuevo.

A pesar de la fuerza con la que lo hace, el dolor del principio no regresa como pude temer, y en su lugar una sensación satisfactoria invade mi vientre.

Mi garganta emite un gemido que me es imposible callar, pero parece ser un deleite para el demonio, pues en su rostro aparece una mueca lasciva y feroz que advierte un aumento en la pasión del momento.

Pero se retira.

Atravieso por un momento de confusión ante el repentino abandono, pero tras colocar cada rodilla a los lados de mis piernas, el chico me hace dar la vuelta.

Confieso lo tensa que me pone estar de esta manera, darle la espalda y no poder mirarle de frente me hace sentir vulnerable.

Acomoda mi cabello hacia un lado, y posteriormente siento la piel caliente de su pecho adherirse a mi espalda.

Sufro de un escalofrío y no pierde más segundos. Su pene se abre paso entre mis piernas, encontrando el camino hasta mi interior de nuevo.

Jadeo al sentirlo nuevamente, y Belcebú gruñe cerca de mi oreja, dejándome absorta por la manera tan seductora en la que eso suena.

Me sostiene de la cintura únicamente con la mano izquierda y sus embestidas comienzan.

No son veloces, sólo consecuentes, pero se restriega en mi contra vigoroso. Provocándome un placer impetuoso que termina enloqueciéndome y haciendo imposible que permanezca en silencio.

Mis gimoteos son correspondidos por su voz ronca y profunda que no hace mas que erizarme la piel. 

Siento su respiración en el cuello, y posteriormente su boca se sitúa en mi hombro.

Lo besa, después me muerde y siento una sacudida por la sensación que la acción provoca.

Y continúa haciéndolo. 

Es tan fuerte lo que siento que termino con una mano afianzada a una de las almohadas.

Pero la excitación no disminuye, incluso sigue en aumento y al paso de un minuto me encuentro mordiendo la almohada también.

Belcebú se las arregla para deslizar una mano debajo de mi cuerpo y encuentra rápidamente mi clitoris, dejándome estremecida bajo su tacto.

Sus dedos comienzan a moverse en círculos, y por si fuera poco el torbellino de sensaciones que ya mantienen cautivo mi cuerpo, el chico me enseña una más que amenaza con terminar conmigo.

Intento protestar por su nueva acción, sin embargo se niega a ser interrumpido y recarga su peso sobre mi espalda cuando intento levantarme. 

—Tranquila, Pecado — ronronea en mi oreja —. Si vamos a pecar haremos que valga la pena.

_______________
Siguiente actualización, sábado 12 de junio. 🔥

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro