22
Rastros
—Ari — escucho una voz ronca pero baja y suave —. Vamos, cariño, despierta.
Abro los ojos, miro hacia mi alrededor y me sorprendo al no encontrarme en mi habitación.
Luego me encuentro con Belcebú, y aunque en el primer momento quiero saltar de la cama, recuerdo rápidamente porque estoy aquí.
—Hola — saludo aún adormilada.
—¿Cómo te encuentras?
—Estoy adolorida... — admito cuando me muevo un poco.
—¿Prefieres quedarte hoy?
—No, debo ir a clases.
Me enderezo en la cama con dificultad y tardo más de lo normal en bajar.
No digo más, solo salgo del lugar y voy a mi habitación para ponerme ropa limpia.
Los recuerdos de anoche me inundan la mente y siento escalofríos, pero me concentro en lo que debo hacer y no doy oportunidades a sentirme mal.
Me apresuro a vestirme, y dado que veo el día tan nublado o más que ayer decido abrigarme bien.
Me pongo jeans negros, botas negras, y tras un momento de indecisión acabo con un suéter blanco.
Reviso los libros y demás que tengo en la mochila y cambio algunos mientras memorizo mis materias de hoy para saber qué debo llevar.
—Hoy veremos la manera de cambiarte de pareja — la voz del demonio consigue sobresaltarme, pues lo tengo detrás de mí y no noté el momento en el que entró.
—Agradecería si me ayudaras con eso — confieso intentando pasar por alto la pesadilla de anoche.
—Yo me encargaré, no tienes de que preocuparte — asegura.
—De acuerdo, gracias.
Apenas consigo colgarme la mochila al hombro él la toma y la lleva por mí, algo que a fin de cuentas no reprocho, pues sé que no me la devolverá.
Salimos en silencio, el chico abre la puerta y me deja salir primero.
Me aseguro de llevar el teléfono en el bolsillo y bajo las escaleras rápidamente.
Soy la primera en llegar abajo, y cuando me dispongo a abrir la puerta una punzada de dolor ataca mi mano.
Observo rápidamente y noto la mayoría de mis nudillos morados, más los del dedo anular y medio, que son los que incluso tienen una herida.
—¿Todo bien? — pregunta.
—Mi mano está un poco lastimada — respondo y abro la puerta con la otra.
—No me imagino el golpe tan fuerte que le diste para terminar con los nudillos así — dice bastante optimista.
—Nada comparado a los que él me dio, y seguro que sus manos no tienen ni un raspón.
—Quizá no un raspón, pero me aseguré de romperle la muñeca de una.
Sí, es cierto, a pesar de todo creo que él termino más golpeado que yo.
—Belcebú — llamo cuando una duda brinca en mi mente de la nada.
—¿Sí?
—Apenas me doy cuenta que estás en las listas del viaje...
—Sí, en cuanto supe de él lo pagué.
—Vaya.
Aún no tengo ni la menor idea de cómo ha hecho para ser aceptado en nuestra escuela, pero la respuesta que siempre me doy es: es un demonio, Aradia, podría hacerse el director si así lo quisiera.
Entramos al auto y nos ponemos en marcha sin accidentes con lodo de nuevo, el chico de baja abrir la reja para que pueda sacar el auto y mientras vamos hacia la entrada a la calle, me tenso al ver que la policía sigue aquí.
—No se darán por vencidos — comenta por lo bajo, como si alguien pudiese escucharnos.
—Eso no me tranquiliza.
—Lo sé, pero creo que será mejor que lo sepas — explica, y tiene razón en eso —. Ayer que salí escuché algo.
—¿Qué cosa?
—Ya comienzan a sospechar de mí.
Siento que mi rostro se queda pálido y me dan ganas de echarme en reversa y encerrarnos antes de que nos puedan ver.
—Pero... nadie sabe de ti... eso es imposible...
—No me refiero a que me miren y me consideren sospechoso, sino que ya tienen sospechas de que alguien estuvo ahí en el accidente. Y ese alguien no son precisamente tú y Archer.
—Pero, ¿cómo podrían sospecharlo? Tu cadena pudo haber estado ahí por otros motivos...
—No es por eso, según escuché encontraron más rastros míos. No es tan difícil adivinar, luego de la manera en la que aterricé era más que obvio que dejaría sangre allí. La única cosa que nos ha favorecido en cuanto a ello es que la tormenta borró mi rastro luego de salir del cementerio, pero antes de encontrarte toqué algunas criptas y dejé sangre ahí.
Bueno, tampoco podíamos esperar no dejar rastros luego de que apenas y lográsemos salvarlo de ahí, incluso al cometer un crimen con premeditación siempre quedan cabos sueltos, es una suerte que en nuestro caso apenas hayan sido dos cosas.
Me detengo donde la pluma de metal permanece atravesada impidiéndome el paso, y esperando que el vigilante del lugar se apresure a quitarle del camino para marcharnos.
Pero la primera piedra del camino aparece en el panorama y quiero desaparecer.
El detective de la otra vez se acerca al carro y tengo que mentalizarme para no decir nada estúpido ni parecer nerviosa.
Abro la ventanilla cuando está acercándose y espero hasta que se inclina junto a mí.
—Aradia, ¿cierto? — pregunta.
—Así es, detective Backer — recuerdo su nombre y le veo sonreír.
—¿Te encuentras bien? — su rostro agradable se vuelve serio al inspeccionar mi cara, y recuerdo los golpes de ayer.
El chico no tarda nada en mirar a Belcebú con claras sospechas de ser el responsable de las marcas, y mi angustia crece.
—Ah, esto — señalo mi rostro —, practico box, y digamos que ayer no me fue tan bien como otros días...
—Vaya, entiendo — acepta relajándose —. ¿Tienes prisa? Hemos hecho nuevos descubrimientos y tengo que replantear algunas nuevas preguntas a quienes había interrogado.
Miro el reloj del auto y hago una mueca.
—En realidad sí, ya vamos tarde a la escuela y nuestro profesor de la primera hora no nos dejará entrar un solo minuto tarde — explico con tanta angustia por ello como me es posible.
—Claro, entiendo, ¿tienes tiempo después de clases?
—Por supuesto, regreso por ahí de las doce y treinta.
—Perfecto, yo estaré aquí todo el día, vayan con cuidado — el tipo se hace a un lado y me apresuro a acelerar para darle más credibilidad a mi clara mentira.
—Joder, lo logré — musito relajándome de nuevo.
—Los hombres son tan obvios — comenta Belcebú rodando los ojos.
—¿De qué hablas?
—¿No lo notaste?
—¿Notar qué?
—Por favor — se burla —. A leguas se nota que si se lo pidieras se echaba al piso para que le pases encima.
Intento no reírme de la idea, pero me parece una total exageración por su parte
—No es culpa de nadie que confundas la cordialidad con coqueteos.
—Por favor, eso no es cordialidad, yo también tengo una verga y sé cuando hablas cordial o con claras intenciones de romance.
—Mi pene, mi pene, mi pene — digo burlesca por ese afán masculino de meter su miembro reproductor en todas las oraciones posibles.
—Pues sí, pero no me equivoco.
—Ese tipo y yo nos hemos visto dos veces, es más que imposible que tu especulación sea probable siquiera.
—¿Te atreves a dudar de mí?
—No es que dude de ti, más bien pienso que solo estás exagerando.
—Pones en tela de juicio mi conclusión.
—Empezando por ahí, solo es una especulación, necesitas más que treinta segundos de mirar a alguien para saber sus intenciones.
—Yo necesité diez segundos para saber que eras una temeraria y Archer un cobarde.
—Es diferente, la situación en la que nos conocimos daba para notar esas cosas.
—Sé lo que digo.
—Estás loco.
—No, no estoy loco, soy sumamente perceptivo y los humanos son totalmente transparentes, además, como lo dije, soy hombre, y conozco más a mi propio género de lo que tú puedes percibir de ello.
—Quizá es que no quiero sospechar que un detective del cual técnicamente necesitamos huir gusta de mí.
—¿Entonces admites notar que le gustas?
—No, no dije eso.
—Eso me pareció.
—Pues no.
—Es lo mismo que ocurre con Zarah, tú notaste que le gusto.
—Bueno, vaya cosa, es que hasta las paredes notan que le gustas a Zarah.
Belcebú ríe mientras asiente por lo que digo. Es que es totalmente notorio, incluso ni siquiera intenta ocultarlo o ser discreta, parece que entre más gente lo sepa mejor.
—Bueno, pues tú le interesas a ese tal detective y no tengo dudas.
—Ni pruebas.
—No las necesito.
—Pues sí las necesito para creerte.
—Si no quieres creerme no lo hagas, pero ya irás corriendo a darme la razón cuando te des cuenta.
Lo dice con tal seguridad que por un momento temo por mí.
No ha existido cosa que no asegure y no se cumpla.
—Bien, ahora eso ni siquiera importa, cuando vuelva va a hacerme preguntas y no creo estar preparada para responderlas.
—Al menos ya sabes algunos de sus nuevos avances.
—Sí, pero dudo que vaya a comentarme algo acerca de ello, sólo preguntará cosas que puedan esclarecer cabos sueltos respecto a sus nuevas teorías.
—Él podría llevarnos a recuperar mi cadena.
—Sí, aunque no creo que sea tan fácil conseguirlo.
—Para mí seguramente no, pero contigo las cosas cambian.
—¿Por qué?
—Porque le gustas y será más fácil que las oportunidades se te presenten a ti.
—¡Que no le gusto!
—Está bien, quizá el gusto sea el siguiente escalón, pero le atraes y eso sí es seguro.
—Vaya cosa.
—Sé que no es justo de mi parte pedirte esto, pero necesito de tu ayuda, algo me dice que él es la forma más rápida de recuperar mi cadena y tú eres quien más facilidad tiene para conseguirlo.
—No es necesario que me lo digas, te debo todo, me has salvado de peligros inminentes y no puedo más que agradecértelo de esa forma. Solo dame tiempo, necesito ver que hacer.
—Ambos nos hemos salvado y siempre voy a deberte la vida.
—Y yo a ti.
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Siguiente actualización, Domingo 06 de junio. 💫
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