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10

El nuevo

La clase del profesor Benzon por motivos desconocidos me está siendo terriblemente aburrida, y por más que lo deseo no consigo poner atención a lo que explica por muy sencillo que sea.

Pero mi mente simplemente está en otro universo.

Dado que no me gusta sentarme en una clase y no hacer nada, decido abrir mi libreta y escribir en ella lo que está en el pizarrón, pues aunque no lo ha pedido sé que en cuanto el hombre deje de hablar ordenará copiar sus apuntes.

Escribo rápidamente mientras su voz suena de fondo, y conforme lo hago comienzo a comprender un poco el tema del que habla.

Termino de anotar y doy la vuelta al cuaderno para dejar una hoja blanca y limpia lista por si la necesito.

Pero no está en blanco, no en su totalidad:

"Mira la siguiente hoja".

Hago lo que dice el recado y veo otro escrito.

"Sorpresa".

¿Qué?

Mientras intento asimilar el mensaje la puerta del salón se abre y el profesor se calla.

—Pasa — pide tras examinar un momento a la persona que ha irrumpido.

Mis niveles de azúcar y presión se van al suelo cuando mis ojos reconocen al individuo.

Belcebú está aquí, ¡aquí! ¡En mi universidad! ¡Frente a todo el puto mundo! Y eso no es ni la mitad del problema. Trae en una mano un recibo rosa, esas son las peores noticias de mi miserable vida.

Un recibo rosa.

Rosa.

Y ya comienzo a escuchar los cuchicheos que ese color de recibo traen consigo siempre.

Un alumno nuevo.

El profesor observa el papel rosado y lee rápidamente lo que dice.

—Bien, pasa por favor — pide una vez que se asegura de que está en el salón y clase correcto y le da una palmada en el hombro.

El chico voltea hacia nosotros y no tarda ni un segundo en ubicar mi punto y venir hasta aquí.

Tiene las miradas encima.

Casi escucho el corazón atolondrado de la parte femenina del grupo y logro oír los elogios a la belleza del tipo.

—¿Puedo sentarme? — pregunta señalando la silla vacía de mi lado como si de verdad no nos conociéramos.

Sin ganas quito mi mochila del lugar y dejo que se siente, mientras ahora por su culpa mi maldita mesa es el lugar más observando de la jodida universidad.

—Bien, todos atención, vamos a continuar con la clase — informa el profesor luego de ir y hacer algo en una de sus listas.

—Te has puesto tan blanca como la pared — observa en voz baja —, casi ni te encuentro.

Y aunque comienza a reírse yo me quedo seria.

—¿Qué mierda haces aquí? — cuestiono tan inmóvil como puedo —, ¿qué puta parte de esconderte no te quedó clara?

—Sé esconderme, lo he hecho antes, y puedo asegurarte que esconderte siempre trae más problemas que no hacerlo.

—¿Y tenías que venir y mostrarte ante todo el mundo? ¿No podías siquiera ser un poco más discreto?

—A veces necesitas un pequeño empujón para animarte a hacer las cosas.

—¿Ah sí? Pues Brady me hubiera tacleado más delicadamente.

Intento relajarme y comenzar a ignorar al demonio mientras leo mis últimos apuntes.

—Disculpe profesor — una voz femenina interrumpe al hombre de nuevo —, ¿vamos a continuar con la clase y ya? ¿Ni siquiera vamos a pedirle al nuevo que se presente?

Cuando escucho la sugerencia vuelvo a alzar la vista, y como debí imaginarlo es Zarah quien habla.

—Cierto, soy algo distraído — acepta el hombre —, ¿por qué no pasas a presentarte?

Belcebú no parece molesto o incómodo por ello y vuelve a ponerse de pie.

—Soy Bael, acabo de regresar de Italia, tengo veintitrés años... y creo que no necesitan más.

—¿Por qué fuiste a sentarte con Aradia? — pregunta Zarah con mucha gracia y me mira con asco.

Ruedo los ojos y decido quitar la mirada del entorno y centrarme en mis notas.

—Porque Aradia es mi novia — explica con tal naturalidad que casi pasa desapercibido por mí.

Pero le miro aterrada cuando caigo en cuenta de su mentira.

Zarah me mira con un odio y aberración nunca antes visto, y simplemente estoy paralizada.

—Bien, puedes sentarte — termina el profesor y tras algunos segundos la clase continúa.

—Tú y yo no somos novios — consigo hablar de nuevo.

—Era solo una broma, pero ellos no tienen que saberlo.

—Tu tema de las bromas ya llegó a su límite.

—Esa chica — mira a Zarah —, ¿quién es?

—Zarah, ¿vas a tomártela de conquista?

—Te odia — confirma lo ya sabido —, podría desaparecerla de tu vida si quieres — ofrece, y aunque la oferta no suena para nada mal tengo que mantenerme serena.

—No, déjala en paz.

—Su odio por ti es superior.

—Lo sé, y gracias a ti consiguió odiarme más.

—¿A mí?

—Zarah pone los ojos en cualquier cosa que tenga pene y lindos ojos.

—Hombre.

—¿Qué?

—La única cosa en el mundo que tiene una verga son los hombres — explica.

—Bueno, como quieras llamarlo, no me interesa. El punto aquí es que tú tienes ambas cosas, y ahora que la chica que más odia es la supuesta novia de su nueva víctima me odia más.

—No soy su víctima.

—Pues no vas a dejar de serlo hasta que no te acuestes con ella.

El chico mira a Zarah muy pensativo, seguramente analizando si hacerlo o no.

—No voy a acostarme con ella — se niega.

—Genial, ahora mantente decidido hasta que alguien más llame su atención.

Veo que todos comienzan a ponerse de pie con sus cosas, lo que significa que la clase al fin ha terminado.

—Recuerden todos que mañana partimos a las siete treinta — dice el profesor en voz alta —, y los que aún no terminen de pagar el viaje tienen el día de hoy para hacerlo.

—¿Quieres ir a una excursión mañana? — pregunto.

—¿Me estás invitando a tener una cita? — pregunta divertido.

—No, idiota, te estoy invitando a ir con el grupo mañana.

—De acuerdo, suena bien.

Tomo mi mochila y me la cuelgo al hombro para ir al escritorio y pagar un viaje extra.

—Nos ha sorprendido a todos con su novio, señorita Aradia— dice el profesor en cuanto llego a su lugar.

—No es mi novio, es solo un chico bromista — corrijo, pero seguramente nadie va a creerme ya —, pagaré un viaje más.

Mientras lo hago y el profesor busca cambio para darme, alguien se pone a mi lado, y aunque creo que es Belcebú termino sintiendo un dolor de cabeza al ubicar a Zarah.

—Que oculto te tenías a tu novio — dice.

No le hago caso y agradezco al hombre cuando me da el dinero.

Camino hacia la salida para reunirme con Archer y seguramente con Bael, sin embargo siento a la chica seguirme.

—¿Acaso te he dicho que te vayas? — cuestiona y me toma de la muñeca cuando voy atravesando la entrada.

—¿Sabes algo? Eres una estúpida humana común y corriente que no tiene el menor control sobre los demás, y aparte eres más estúpida que el promedio. No eres mi dueña y no necesito tu puto permiso para darte la espalda.

La chica me empuja con fuerza y estoy tan poco preparada para ello que termino retrocediendo y solo el muro me detiene.

Me golpeo la nuca, mientras analizo los daños me toma de la mandíbula y vuelve a azotarme la cabeza contra el muro.

—No intentes hacerte la valiente que no te queda — amenaza —, yo tengo el control sobre quién quiera, y si te ordeno que me lamas las botas lo haces.

Una mano envuelve la muñeca de Zarah, haciendo que su agarre en mi mandíbula se suavice.

—Deja a Aradia en paz — pide casi tranquilo, pero hay algo en su voz que a mí me suena amenazante.

Belcebú me libera y tira de mi hasta tenerme abrazada.

—Vamos, Bael...

—Aradia es capaz de molerte a golpes, solo te tiene miedo — informa sin soltarla aun —, pero yo voy a encargarme de que olvide ese miedo, y cuando eso pase yo cuidaría mi cabeza.

Tras las palabras y mirada amenazante, libera la mano de Zarah y nos aleja de ella sin soltarme aún.

—Eso es estúpido, Aradia, ¿por qué le tienes miedo? — cuestiona cuando nos hemos marchado.

—No vamos a hablar de eso.

—Sí lo haremos. Esa niña no tiene la mitad de fuerza que tú, con un solo golpe podrías acabar con ella.

—No voy a golpearla, no voy a hacerle daño, ni pienso hacer nada — me niego.

—Esto es estúpido, Bael, he tenido esa conversación con Ari cientos de veces — interviene Archer —, no hará nada.

—Eres un luchadora, no puedes solo dejar que venga ella y te maltrate como si no pudieras romperle la mandíbula con un dedo.

—Practico Box, no soy una luchadora.

—Sabes golpear a alguien y tienes la fuerza para hacerlo, las únicas dos cosas necesarias para considerarse un luchador.

—Escucha, Bael — pido deteniéndome una vez fuera del edificio —. Sé pelear, sé como matar a alguien de un golpe, voy al gimnasio y tengo un cuerpo musculoso por ello. Pero eso no significa que sea un luchador, o que vaya a ocupar mis conocimientos o fuerza para dañar a otra persona.

—No vas a dañar a nadie, solo te vas a defender.

—¿Defenderme para qué? ¿Para que al final el miedo me domine y la muerta sea yo? No, Bael, ya pasé por eso una vez, y si logré sobrevivir no pienso tentar al destino ahora.

(...)

Para la primera media hora de nuestra última clase todos los presentes están ebrios.

Principalmente porque se han comenzado a beber las botellas de licor para la práctica, antes de la practica.

Contrario a ellos Archer y yo estamos sólo un poco ebrios, Bael ya nos ha robado la mitad de la botella de dos tragos, y a decir verdad no podría decir si está ebrio o simplemente está actuando con normalidad.

Creo, para mi mala suerte, que es lo segundo.

—Bien, todos atención — habla el profesor Peck —, ya que han tomado las anotaciones del primer cóctel comenzaremos con el segundo. Si no lo olvidaron su tarea fue conseguir la receta de un cóctel y traer los ingredientes necesarios para realizarlo con su equipo, manos a la obra.

Tomo la mochila y la abro para sacar una nueva botella de un licor diferente.

—¿Y eso qué es? — pregunta Belcebú.

—Ron — respondo dejando la botella alejada de sus manos.

—Traje el jugo de limón — informa Archer sacando una botella de la mochila.

—Yo el azúcar.

—¿Harás otro? — pregunta el demonio.

—Sí.

—El anterior quedó bien, aunque demasiado seco para mi gusto — su observación me da gracia, más tomando en cuenta que estoy segura que donde vive no existen los cócteles —, me gustan más las cosas dulces.

—Este será perfecto para ti — aseguro.

Comienzo a seguir los pasos que aprendí de memoria, vierto cada ingrediente en el Shaker y le cierro para mezclarlo un poco antes de servirlo.

Archer acomoda unos pequeños vasos de plástico al frente y los relleno un poco con la bebida.

Tomo uno y se lo doy a Belcebú, el siguiente lo pruebo yo y constato el sabor dulce que dije que tendría.

—Me encanta — informa el demonio —, deberías hacer más de estos.

Tomo su vaso vacío y vuelvo a llenarlo.

—Chicos, tengo que ir a la dirección — informa el profesor mirando su reloj —, no tardaré, vuelvo en unos minutos, no hagan nada malo.

Como los buenos mustios que son, todos aseguran portarse bien y piden que se marche tranquilo.

Pero solo dejan pasar algunos segundos cuando sale del salón y las cosas malas que no harían se dan lugar.

Veo a varios bebiendo directamente de las botellas, muchos otros ya tienen tragos preparados para tomarse la mayor cantidad posible.

Y aquí estamos nosotros mirándolos.

Veo que en la mesa del otro extremo a donde estoy, Zarah tiene servidos más de diez vasos del tamaño de los nuestros, y mientras sigue sirviendo su bebida en más comienza a decir algo que no consigo escuchar sobre todo el ruido.

Pero mientras varios se arremolinan frente a su mesa y sacan dinero comprendo lo que hace.

—Hey — susurra Bael.

—¿Qué?

—Sirve más tragos.

—¿Piensas tomártelos todos? Si quieres puedes quedarte con todo — ofrezco el Shaker metálico.

—No, Aradia, sólo haz lo que te digo.

—Bien, ya voy — acepto sin pedir más explicaciones y hago lo que pide.

—Hey, nosotros también vendemos tragos — informa en voz alta y los pedidos no se hacen esperar.

Por supuesto que eso no le agrada mínimamente a Zarah, y apenas pasan unos segundos ya nos está apuñalando con la mirada.

—¡Los míos son mejores! — me apunta con el índice enfurecida, pero prefiero no hacerle caso.

Mientras Archer recibe el dinero y los tragos que ya había servido son levantados de la mesa, me tomo mi tiempo para mirar a Belcebú.

Pero no está mirándome, tiene la vista al frente sobre Zarah.

—Cuidado con el vaso — advierte tranquilo alzando ligeramente la voz para ser escuchado. La chica mira hacia abajo en busca de lo que dice y regresa la vista confundida, pero yo consigo ver que uno de los contenedores más próximos a ella se cae solo sin motivo alguno, y su contenido termina en la ropa de la chica —, te lo dije.

Intento no reírme de los juegos del chico y me enfoco en lo que es necesario.

—Si tú no le enseñas quien manda aquí, tendré que hacerlo yo — susurra el demonio en mi oído con una voz gruesa y seductora.

_____________
Sigue leyendo.

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