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⚛Capítulo 3⚛

La primera y última vez que pisé la casa de los Carson fue en el cumpleaños número 10 de Donovan, pocos meses después de habernos mudado, recuerdo que un día de pronto empezaron a tocar la puerta con insistencia y mi madre me pidió abrir, cuando lo hice, frente a mi estaba parado un niño con un uniforme de fútbol que sostenía una pequeña tarjeta, me la entregó y luego de una sonrisa tímida se fue corriendo hacia el auto donde alguien lo esperaba.

Recuerdo bastante bien esa fiesta de cumpleaños, principalmente porque uno de los niños que había asistido pegó un chicle a mi cabello que para ese entonces estaba bastante largo y empecé a llorar cuando oí que tendrían que cortarlo.

Ahora que lo recuerdo, uno de los detalles más significativos fue que Donovan tomó un cupcake de la mesa y lo embarró en los cabellos del niño que me había pegado el chicle, todo para después empezar a reírse mientras me tendía un cupcake a mi para que ya no llorara.

Y pensar que ese niño que se vengó porque dañaron mi cabello hoy en día es un completo idiota.

De eso ya habían pasado muchos años, y hoy, era la tercera vez que pondría un pie en esa casa, todo porque a los Señores Carson se les ocurrió invitarnos a una parrillada que harían para celebrar la inauguración de una nueva extensión de su empresa en Suiza.

Los ricos y su manera de despilfarrar el dinero —pensé tomando una de las tantas prendas que estaban regadas sobre mi cama.

—¿Aún no estás lista? —preguntó Jayson entrando a mi habitación. —¿Pasó un torbellino por aquí o qué?

—¿Crees que esto me quede bien? —pregunté mostrándole un vestido que me llegaba más abajo de las rodillas.

—A menos de que vayas a una misa, estoy seguro de que no, ese vestido no quedaría bien para una parrillada  —Jayson y su maldita sinceridad por delante.

Frustrada arrojé el vestido a un lado y me senté en mi cama mientras un resoplido salía de mía labios. ¡¿Qué se supone que debía ponerme para ir a una parrillada en casa de mi crush?!

Mi hermano se paró frente al desastre de ropa que tenía regado y de tanto revolver blusas, vestidos y pantalones; tomó un short de jeans negro y me lo tendió.

—Esto servirá, ya vuelvo —dijo saliendo de mi habitación.

Aprovechando que había quedado sola en mi habitación, cerré la puerta y procedí rápido a quitarme la bata que usaba para dormir para luego ponerme el short, justo en el momento en que el pantaloncillo subía por mis rodillas mi hermano abrió la puerta haciendo que me fuera de bruces contra el piso.

—¡Jayson, me dolió! —chillé aún desde el suelo.

No sólo mi trasero había recibido un golpe, sino también mis manos cuando las apoyé en el piso para no pegarme en la cara.

—Lo sient... —se quedó callado, por lo que volteé a verlo, tenía una mueca entre horror y gracia. ¿Qué se le hacía divertido? —Venus, hermana, deberías considerar cambiar tu cajón de ropa interior. Esa braga está muy fea, pareciera que fuese de la abuela Gertrudis.

Me levanté lo más rápido que pude del piso y me terminé de subir el short hasta abrocharlo.

—Mis bragas no son de anciana —hablé indignada, esto me recordaba a las palabras de Wendy el día que fui a hacer el trabajo a casa de Donovan. No podían entender que simplemente eran cómodas?

—Si que lo son, ¿Cómo vas a hacer cuando alguien te invite a follar? Si yo fuera heterosexual créeme que las ganas se me irían al ver ese calzón beige, pensaría que estoy con mi abuela —dijo, a la vez que un falso escalofrío recorría su cuerpo.

—Yo no voy a... eso, con cualquiera —informé —Me guardaré para el amor de mi vida. Para alguien que me quiera y no tenga problemas en verme usando pantis de abuela.

Una sonora carcajada salió de sus labios a la vez que se cruzaba de brazos, de a poco fue dejando de reír, pero aún así una sonrisa burlona perduraba en su rostro.

—¿Quién es el amor de tu vida? —preguntó —¿el idiota de Donovan Carson?

Él lo sabía, mi hermano sabía de mi enamoramiento obsesivo con el chico que vivía a una cuadra de nuestra casa. Y sí, estoy segura de que eso no es muy normal y tampoco sano, pero en mi defensa, un simple accidente puede desencadenar un montón de sensaciones y pensamientos que antes no estaban.

—¿Jayson, a que viniste?

—Cierto, ten —me tendió una franela ancha con el logo de Pink Floyd —un par de Converse negras y estás lista.

Cuando Jay salió de mi habitación puse sobre mi top deportivo la franela que me había prestado, caminé hasta las repisas donde tenía mis zapatos y tomé el par de converse negras que llevaba tiempo sin usar.

Cuando estaba atando las agujetas de los zapatos mi madre entró a mi habitación sin tocar la puerta, como era costumbre.

Ella y mi hermano entraban a mi habitación cuando se les diera la gana, sin importarles si yo estaba desnuda o no.

Mi madre alegando que me había visto desnuda muchas veces cuando pequeña, sin darse cuenta que la palabra clave era esa, pequeña, y yo ya no lo era.

Y mi hermano… él, solía burlarse y decir que hasta una rama de cebollín tenía más cuerpo que yo, por lo que no había mucho que ver.

—Venía a decirte que ya nos íbamos —hablaba mientras le echaba un vistazo al reguero que era mi habitación —Pero tú de aquí no sales hasta que acomodes todo.

—¿Me esperarán?

—Lo siento, tendrás que irte sola —le dediqué mi mirada de cachorro abandonado pero lo que menos obtuve fue compasión —no hagas eso que pareces constipada.

Se irían y yo tendría que llegar a la casa del amor de mi vida sola.

¡Buen comienzo!

                              ♡♡♡

Toqué la puerta de la casa de la familia Carson y pocos minutos después abrió una señora  con un inconfundible uniforme de servicio doméstico, se hizo a un lado para que entrara y luego me mostró el camino hacia el patio.

Al atravesar los grandes ventanales que daban hacia la parte trasera de la casa vi a unas cuarenta personas, varios sentados en una larga mesa bajo una caseta de enredaderas que les proporcionaba suficiente sombra, y otros más; reunidos en pequeños grupos tomando cerveza, o en el caso de los señores Carson, algún whisky caro y un tinto de producción limitada.

Caminé entre las personas hasta encontrar a mi hermano junto a la piscina hablando con tres chicos que aparentaban tener su misma edad.

—Al fin apareciste. Te presento a mis amigos de la universidad, Julián, Max y Rodrigo. —un moreno de pelo enrulado y ojos café, y los otros dos de piel bastante clara y ojos azules. Intuí que eran hermanos, o tal vez primos por su gran parecido. —Ella es Venus, mi hermana.

—Un gusto conocerlos.

Después de haber intercambiado algunas palabras con mi hermano y sus amigos me alejé de ellos, caminé entre los rostros conocidos de las personas que vivían en la urbanización y fui a parar hasta una mesa de cristal que tenía diferentes bebidas, tomé una botella de agua mineral y la consumí en un par de tragos.

¡Joder, para ser las 4:00 de la tarde el sol estaba muy fuerte!

Recorría con la mirada el gran patio de la casa hasta que mi vista recayó en él, Donovan, el chico de 1.80 de alto y ojos marrones que me gusta desde hace cuatro años.

Cuatro años, tres novias, un montón de ligues, y ninguna de esas fui yo.

La vida a veces es un poco injusta. O tal vez aún no entendemos el por qué no suceden las cosas y por eso pensamos que es así, injusta.

Pero como suele decir mi madre, todo tiene una razón, solo hay que esperar que sea el tiempo quien te muestre cuál es.

—Sabes hermanita, a veces creo que estás ciega, no sé que le ves a ese hijo de papi y mami —comenta Jayson haciéndome sobresaltar, no le sentí llegar a mi lado, de hecho, no se en que momento me quede embobada mirando a Donovan.

—Yo tampoco se que le viste tú a Facu, pero estas con él y yo no me metí en tus gustos.

Una sonrisa pícara apareció en el rostro de mi hermano cuando mencioné a su novio.

—Yo si sé que le vi. De hecho, ya es hora de que tu también vayas viendo unos.

Sabía a qué se refería y a donde quería llegar. Creo que me plantearé mentirle con que ya lo he visto a ver si deja de joder.

—Eres un idiota —dije mientras le daba un golpe amistoso en su hombro

—Y tú una virgen —me regresó el golpe —muy pronto estarás en un altar, Santa Venus.

Regresó donde sus amigos y yo caminé hasta donde estaba mi madre sentada hablando con un par de señoras.

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