⚛Capitulo 25⚛
Quien diría que Donovan sería un borracho quisquilloso. Intenté de miles maneras llevarlo a su casa pero siempre tenía una negativa a cada propuesta.
Lo último que llegó a hacer fue arrojar sus llaves por la ventanilla del auto en movimiento.
—Lo siento, creo que ya… no tengo como entrar… a casa.
No quedando de otra, le di la dirección de mi casa al taxista, hace bastante rato que habíamos abandonado la discoteca y para evitar preocupar a Alan y a mi prima les mandé un mensaje a ambos avisando de que había tenido que irme.
Fabia ya sabía que esa ida repentina tenía que ver algo con mi casi vecino, Alan por el contrario preguntó que por qué no le había dicho, que él no tenía problema en llevarme.
No quería que pensara que seguía detrás de Donovan, aunque en ese momento técnicamente era eso lo que estaba haciendo.
—Ya llegamos. —informó el taxista cuando se estacionó frente a mi casa, iba a sacar el dinero de mi bandolero cuando la mano del chico a mi lado me detuvo.
—No. —habló en dirección a mi. Sacó un par de billetes de su cartera y se los tenido al conductor. —tenga.
Ambos agradecimos y como pude saque a Donovan del taxi, empezamos a caminar hasta mi casa y luego de abrir la puerta nos adentramos al lugar caminando en lo oscuro. Si de por sí es un poco difícil caminar sola en una casa a oscuras, imagínense como es hacerlo cargado un borracho.
Donovan tropezó e hizo que algo de cristal cayera al suelo, no lo veo pero estoy segura de que se hizo añicos y que mamá va a matarnos cuando se de cuenta que algo falta. De la nada las luces se encendieron dejando ver a mi hermano saliendo de la cocina y apuntando con una sartén en dirección nuestra.
—¡Joder, casi me da algo al pensar que era un ladrón! —exclamó Jay frotándose un ojo —¿Qué hace él aquí? —su mirada recayó en el chico que se sostenía de mí —¿puedo golpearlo? —preguntaba mientras alzaba un poco la sartén.
—Esta casi inconsciente.
—¿Y eso qué? ¿Puedo golpearlo si o no? —volvió a preguntar mientras una sonrisa bailaba en sus labios.
—No, no puedes. Ahora ayúdame a llevarlo a mi habitación.
—¿Dormirás con él?
—No, voy a dormir contigo. —lo vi dudar un segundo y luego decir que Facu estaba en su habitación —bueno dormiré en el sofá pero ya ayúdame a subirlo porque pesa bastante.
Tras quejarse un par de veces dejó la sartén en el mesón de la cocina y se puso del otro lado de Donovan tomando su brazo para pasarlo por encima de sus hombros.
Así era mucho más fácil subir las escaleras, cuando ya estábamos arriba mi hermano abrió la puerta de mi habitación y acostamos a Donovan en mi cama, mi hermano se quedó de pie frente a esta viendo al sujeto que allí estaba acostado, de la nada y en un rápido movimiento Donovan se puso de costado en la cama sosteniéndose con sus codos y dejó ir todo el contenido de su estómago sobre las pantuflas de Jayson.
Esto era realmente asqueroso, ahora tendría que limpiar mi habitación.
—Ahora si voy a golpearte, Carson. —se quejaba mientras veía con asco sus pantuflas —esas eran mis favoritas. ¡Las compré hace una semana, maldita sea!
Después de echar varias maldiciones al aire salió de mi habitación dejando las huellas de sus pantuflas empapadas de vómito.
—Y la noche solo se pone mejor. —el sarcasmo en mis palabras se podía notar a kilómetros. Eran las 3:00 de la mañana y yo en vez de acostarme a dormir tenía que buscar un trapeador y una cubeta para ponerme a limpiar este desastre.
Busqué en uno de mis cajones un cepillo dental nuevo y me acerqué hasta la cama, Donovan estaba con los ojos cerrados y su pecho subía y bajaba lentamente.
—Oye —le moví un poco el hombro y abrió los ojos. —¿Quieres cepillarte? —asintió y como pudo se levantó evitando pisar el desastre que había en el piso, salimos de mi habitación y lo llevé hasta el baño donde le entregué el cepillo y le señalé el tubo de pasta dental.
Le dejé solo y fui por la cubeta, el trapeador y algún aromatizante que difuminara el feo olor, volví a mi habitación y me puse a limpiar el vómito regado en el piso, no fue un trabajo agradable pero después de varios minutos por fin mi habitación estaba nuevamente decente.
Cuando estaba a punto de sacar el trapeador y la cubeta Donovan entró nuevamente a la habitación, ahora tenía mejor pinta que hace rato. Salí de ahí y fui a dejar en su lugar las cosas que había usado, cuando subí nuevamente; el borracho que traje conmigo estaba tirado en mi cama con un brazo sobre su rostro.
Me acerqué a él para comprobar que estuviese dormido y no muerto, me iba a alejar para irme a dormir al sofá de la sala cuando su mano en mi muñeca me detuvo.
—Quédate conmigo. —pidió en un susurro.
¿Qué tan borracho tenía que estar como para decirme esto?
—Me odias ¿por qué habría de hacerlo?
Guardó silencio y cuando decidí irme tiró de mi hasta que caí a su lado en la cama, no hizo más, solo se quedó allí a mi lado sin intentar algo más. Varios minutos estuvo en silencio hasta que sus palabras se empezaron a oír bastante bajas y tristes, como si en el fondo el simple recuerdo de algo lo lastimara.
—Yo no sé que es el amor, Venus. No sé relacionarme con la mujeres más allá del sexo. —su voz era pausada, como si le costara decir aquello —Seguramente ya no te interese nada de mi, y lo entiendo perfectamente porque sabía que tarde o temprano llegaría alguien que si se daría cuenta a tiempo de cuanto vales.
—¿Por qué me dices esto?
—Porque reconozco que me porté como la mierda contigo por muchos años, de todas las personas que me rodeaban tú eras la que menos merecías mis desplantes. A simple vista se podría decir que soy un gilipollas, lo sé, eso no lo discuto, pero siempre hay algo más allá. Algo que manejamos de forma incorrecta…
Su postura no había cambiado, seguía tendido con la vista fija en el techo, su respiración era lenta pero no sabía si era porque sentía paz en ese momento o porque trataba de controlar sus emociones para no romperse tan fácilmente.
—En mi caso era tu atención, disfrutaba tenerla; lo admito, porque aunque no lo creas me dabas más de lo que recibía en casa, pero aún así sé que no supe manejar la situación, solo actué como hacía en casa pero la diferencia es que contigo sí dio resultado, y eso desencadenó que hiciera todo como hasta hace poco lo había hecho… Podría haber intentado hacerlo diferente, claro que sí, pero aún así terminaría lastimándote.
—¿Qué quieres decir? —esto en vez de aclarar mis dudas solo me creaba más.
—Que si aceptaba tenerte en mi vida amorosamente hablando solo habría sido peor porque tú hubieses dado mucho de ti, pero no puedo asegurarte que yo hubiese hecho lo mismo. Quizás te preguntes por qué con otras si y contigo no, la respuesta es fácil, ellas eran igual a mi en cierta forma, solo querían un rollo de un rato y ya…
—¿Wendy…?
—Solo le importaba presumir su puesto en la pirámide social, ese que escaló desde que empezó a andar conmigo. El asunto de todo esto es que si hubiésemos tenido algo, no te habría dado el amor que mereces, no hubiese sido ese chico que te regala flores o te lleva a citas, para mi era mucho más fácil follar y luego al siguiente día ser desconocidos porque eso no implicaba amar. No implicaba un sentimiento desconocido para mi.
—Tienes todo lo que alguien podría querer, ¿cómo es que no sabes amar?
—Que te den lo que quieras no significa que te aman. Mis padres siempre se concentraron en sus negocios dejándome de lado, me daban todo lo que quería pero nunca me preguntaron cómo me sentía, nunca me dijeron te quiero; ni mucho menos te amo... lo único que me enseñaron fue a obtener lo que quiero sin importar lo que sientan los demás.
No sabía que pensar, creo que puedo entenderlo un poco al decir que sus padres lo dejaron de lado, mi madre poco a estado con mi hermano y conmigo pero aunque su trabajo consumía la mayor parte de su tiempo, siempre tenía un momento para nosotros y decirnos cuánto nos amaba.
Que feo debe ser no tener ese amor de padres y no tener a alguien más en quien apoyarte.
—Tarde me di cuenta de que te quiero a ti, pero sé que no puedo ofrecerte lo que te mereces. —sus dedos hacían suaves caricias en el dorso de mi mano. —te mereces lo mejor... y eso no soy yo, y creo que ya he sido suficientemente egoísta como para no dejar que seas feliz y que puedas experimentar con otra persona todo eso que siempre esperaste de mi.
Se levantó de la cama y se acercó a mí frente para dejar un beso en ella.
—Gracias por preocuparte y cuidar de mi, aún con todo lo que te hice durante estos años.
Caminó hasta la ventana de mi habitación y por ella salió hasta llegar a la rama del árbol que estaba junto a esta. Tras un último vistazo en mi dirección; se marchó dejándome sola y sin saber cómo procesar esa información.
Capítulo dedicado a mis bebés:
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