Tres
Red velvet solamente se limita a ver a Espresso, siente una necesidad de ayudarle y a pesar de que ambos no se conocen del todo, tiene esa necesidad.
- Gracias por ayudarme.
- De nada.
Agradece el ex general de las tropas, solo para mirar como Espresso le sonríe un poco y camina al interior de su hogar.
Ya han pasado días desde que se encontró con Madeleine en dónde casi se golpean, sin embargo para red había Sido algo bueno, se acercaba poco a poco a Espresso, tratando de no molestarlo y en algunas veces ayudándolo, una vez fue en los entrenamientos, en dónde cosas del destino logro ver a la cookie, termino por simplemente ayudarle, siendo su oponente.
— ¿Estás contento?
La mujer hablo, esa monja, más bien intento de monja, puesta aquella dama era una experta en el arte de crear el caos, sin embargo la mujer miro a Red quien parecía sumido en sus pensamientos y sonreía de vez en cuando.
— Estoy siendo tan estúpido ¿Cierto?
— Realmente si.
— Hay Pastry, no sabes lo que estoy haciendo.
— Ayudar a una cookie de otra cookies ¿Raro?
Red velvet es conciente de lo que está haciendo, ayudar a un mago que puede defenderse, protegerlo como si se tratara de algo importante, realmente lo es. ¿Por qué? Simple ha visto algo en esa cookie, no solo su deber, ese deber que había nacido tras a verlo visto en la guerra del antiguo imperio caído del cacao.
— Pastry, creo que me he enamorado.
La monja enorco una ceja con cinfuncion, realmente le había sorprendido dicho comentario.
— ¿De verdad?
— Si. Se que lo que hago no tiene nada que ver... Pero realmente me gustaría protegerlo a toda costa.
Con aquello Pastry simplemente se limito a rodar los ojos, era muy anormal su amigo, sin embargo lo estaba apoyando, dándole una palmadita en la espalda.
_
Espresso se encontraba en casa, estaba haciendo de sus inventos de nuevo, tras un día de cursos en la escuela de magia, ahora le tocaría a él. Suspiro algo agotado pasar todo el día y en algunas veces provocando pequeñas explosiones, de sus pociones fallidas.
La noche invadió por completo, Espresso se tomó una ducha rápida y cuando salio usando prenda cómodas. Estaba listo para dormir, estaba por apagar las últimas luces de la parte de la sala, ya cuando estaba listo pot irse, alguien llama a la puerta, le parece extraño que alguien lo visite más cuando la noche sigue su curso.
Va a abrir, se percata que es el paladín, sin embargo este se ve tranquilo y de manera amistosa entra al lugar. Espresso mira con enojo, realmente no lo había dejado pasar como para que entrara como si fuera su casa, el paladín miro los alrededores y finalmente dirigió su vista hacia el moreno.
— He decidido quedarme a dormir aquí.
— ¿Q-Que? ¡¿Que?!
Su voz salió en sorpresa, ¿Que había dicho?
— ¡No! No te quiero en mi casa ¿Escuchastes?
— No importa, ya lo haré, solo dormiré en sofá o acaso tienes miedo que me entere de tus planes al pueblo.
A Espresso le parecio tan es estupido aquel comentario, no tenia nada en contra solo estaba ahi porque queria y aquel pueblo le habia resultado el mejor y comodo. No comprendia a que iba todo aquello.
— No puedes, yo no te he invitado y aunque tengas una misión no puedes hacerlo.
— Entonces, porque Red Velvet ¿Si puede? ¿Eh?
— ¿Que? Nunca he invitado s red Velvet a mi casa, deja de estar diciendo cosas falsas.
El moreno se aproximo, iba a hechas de su casa a ese paladín, que ya lo tenía harto, pero al sentirlo cerca y ese aroma, le hizo sentir extraño. Ansioso, era como si realmente algo en su cuerpo reaccionó de manera positiva a la presencia del paladín. Este se alejo, su mirada se vio cristalizada, trataba de ocultar aquello.
Madeleine se percató de algo inusual, algo tan extraño y agradable, busco con la mirada hasta llegar a él.
A principio el paladín creyó que era una trampa para atacarlo, se mantuvo en guardia, pero luego, comenzó a sentirlo menos amenazante.
— ¿Espresso?
— V-Vete...
El menor solamente le dió la espalda. Camino alejándose de él, mientras le indicaba que se fuera, el hechicero del café, estaba que se moría, ese estado lo estaba matando.
Madeleine no se fue, quedó de pie, oliendo ese aroma amargo que poco a poco le pareció realmente agradable. No era fanático de las cosas amargas pero ese aroma sería lo contrario, cuando lo descubrió se acercó al moreno, sus manos se alzaron, no sabía si debía tocar ese pequeño cuerpo, tenía sus dudas.
Pero ahí estaba.
Espresso temblaba, ese sentimiento estaba matandolo, odio rotundamente lo que tenía, lo que estaba sufriendo, odiaba todo. Se estremeció al sentir las manos del paladín sobre sus brazos que le hizo rápidamente alejarse, para verle cara a cara.
Se encontró con algo que no pudo distinguir, con un semblante que no había logrado ver en el paladín, nunca.
La mirada de este tenía un burllo extraño, sus ojos, sus ojos no eran azules como lo recordaban eran de tonos lilas, que parecían brillar con intencidad. Espresso siguió retrocediendo, alejándose de ese extraño paladín, pero a medida que retrocedia ese paladín avanzaba, ocasionando más temer en el moreno, pensó en atacarlo, pero su magia no funcionaba, a penas podía crear granos de café.
La pared lo detuvo, tembló más, cuando Madeleine estaba cerca de apoya con su antebrazo en la pared, a lado de la cabeza del moreno, mientras la otra la lleva a las caderas del mago.
— Ma-Madeleine... A-Alejate...
Madeleine no parece aceptar, sigue ahí, es más, se va acercando, poco a poco, Espresso no tiene la fuerza, un sutil beso los une, Espresso siente miles de cosa, es una sensación agradable, calidad, pero su mente aún está conciente que ese paladín se estaba aprovechando.
Sus manos subieron hasta el pecho de este, logrando sostener aquel beso, está vez ambos parecían disfrutarlo.
_
Madeleine abrió sus ojos, estaba enredado en las sábanas, parapadeo y tomo asiento en esta, su torso desnudo y cuerpo, miro confundido hasta dirigir la vista a un lado, encontrándose con ese moreno, su cuerpo se tenso.
— ¿Que?
Susurro, se tenso al notar como el moreno se movió, de manera calmada y lenta se levantó, pero se percata que un mechón de su cabello es sujetado pot ese moreno. El paladín se acercó, de manera lenta alejando aquel mechón de cabello.
Una vez que salió de aquel apuro, se apresuró, y se alistó, para irse de aquella casa.
_
Madeleine caminaba, sus manos temblaban, sentía vergüenza por lo que había pasado, más bien, trataba de recordar que había pasado. Sus recuerdos estaban borrosas solamente quería saber que había ocurrido se imagino debido a la situación en la que despertó, se quejo mentalmente.
Se había acostado con el "mal".
— Maldición...
Se maldijo así mismo, mientras rápidamente se detiene para caminar a un pequeño poste y darse con la cabeza a este. Quejándose y diciendo Miles de cosas más.
Las cookies pasaban por ahí, miraban confundido al joven peladin, solo para que Pure Vanilla Cookie se acercará, colocando su mano sobre el hombro de este.
— ¿Que sucede? El poste de luz no tiene la culpa joven paladín.
— ¡Oh! Señor... Bueno...
Estaba nervioso, no iba a creer que estaba ahí el antiguo monarca, sobre todo cuando quería saber que le pasaba, Madeleine no iba a ser tonto, a menos eso no quería, sus nervios seguían, realmente ¿No diría nada?
Cuando por fin pudo hablar el antiguo monarca sonrió, aplaudió un poco con emoción y de manera lenta abrió sus ojos bicolor.
— Es lindo verte contento.
— ¡¿Que?!
El paladin estaba confundido, realmente le había sorprendido tal respuesta, pero no comprendía que, acaso era algo tan visible en su rostro.
— ¿Es notoria?
— Claro, tu rostro represente la felicidad absoluta. Es lindo ver qué un paladín a encontrando su lugar.
— ¿Eh? Bueno...
— No dudes. Todo saldrá bien, se merece protección...
— ¿Eh?
Pure Vanilla Cookie camino con una gran sonrisa. Madeleine solamente se puso más rojo y huyó directo al palacio en dónde residía.
_
Espresso apenas despertó. Su cuerpo estaba adolorido, sentía un dolor profundo en sus caderas, en la espalda baja. Suspiro agotado solo para recordar lo que había sucedido anoche.
Con esto tuvo, para que su mirada lo buscará por toda la habitación. No quería levantarse, tenía mucho sueño, estaba cansando y adolorido.
Espresso se acercó am cajon de noche que tenía a un costado de la cama, busco entre su libro de hechizo algún poder curativo, pero no, no había nada que le ayudará, tendría que pedirle a una cookie que si lo hacía aunque era raro.
Para cuando regreso a reaccionar, debido que había quedado dormido, fue para darse un baño dejando limpio de toda suciedad, ya era tarde, nadie iba a ayudarle, por ende habia sacado una camisa de botones color oscuro.
Tenía pensando en matar a ese paladín, lo que había hecho anoche no tiene nombre.
Espero un poco la puerta se abrió, dándose cuenta que Pure Vanilla lo esperaba, este noto el terrible aspecto y su dolor, puesto las muñecas del moreno eran notorias.
— ¿Necesitas ayuda?
Estaba por negarse, pero el dolor era molesto, así que solo afirmó, el monarca le dedicó una sonrisa calmada y ayudo a curarlo.
— ¿Que ha sucedido? ¿De nuevo entrenando solo?
La pregunta fue random, en cambio Espresso solo alejo la mirada con cierta pena, respondió un "algo así", el moreno no estaba muy dispuesto a decirle lo que había pasado. Pero si quería saber en dónde estaba ese paladín.
El monarca solo respondió de manera positiva y feliz, no comprendía, Espresso siempre miraba al monarca de esta manera, una persona que no dañaría a nadie a pesar de tener un bastón conocimiento. Era tan extraño, era suave, dulce, capaz de ayudar a quien sea fuera malo o bueno, de todo.
— Madeleine se fue al castillo, será muy difícil que entres ahí, necesitarías ser un paladín para estar dentro del palacio.
Espresso abrió sus ojos, ¿Cómo? Dirigió su vista al gran castillo del pueblo, solo para no comprenderlo.
¿Nadie entraba más que Madeleine? Era el único aquí, jamás había visto otro caballero de ese estilo, aunque si había visto al joven caballero que seguía a todos lados a la princesa.
— ¿No sabes cuánto le tomara regresar?
— Realmente, no lo sé. Antiguamente fui un monarca mis reglas se cumplían al pie de la letra, sin embargo, los paladines de diferente regios solo son los únicos en entrar y salir del palacio, todas las demás cookies deben de tener un honor enorme para poder ingresar a estos.
— Eso es una broma ¿Cierto?
— ¿Broma?
— Rayos, tendré que esperarlo hasta que decida regresar.
El moreno termino por cruzar de brazos, su enojo fue tal, era obvio que mataría a Madeleine por lo que había ocurrido esa noche anterior.
Pero... El jamás regreso.
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