Capítulo único
有緣無份
Yǒu yuán wú fèn (proverbio chino)
Tener destino sin destino:
Parejas que se encuentran pero
que no pueden permanecer juntas.
Luo Binghe había torturado a Shen Qingqiu. Le había arrancado los brazos y las piernas, con las últimas atrajo al líder de la secta CangQiong y lo mató con una lluvia de flechas. Los miembros perdidos del maestro del pico QingJing quedaron guardados en un baúl de oro puro, repleto de talismanes para evitar su descomposición. No era el objetivo de Luo Binghe conservarlas por benevolencia, sino porque sabía que los brazos y las piernas de su antiguo maestro algún día podrían serle de utilidad. O bien podría guardar sus brazos como trofeos, como las partes de un animal que había tardado en cazar y que valían su peso en oro. Sus piernas podían ser el recuerdo, la prueba de que con ellas había conseguido asesinar al líder de la secta más prestigiosa del mundo del cultivo. Una secta que no trajo más que dolor a la vida de Luo Binghe. Una secta que ignoró su sufrimiento y encubrió a un maestro de mierda solo porque Yue Qingyuan parecía tener algún tipo de debilidad por él. Un sentimiento que Luo Binghe no podía llegar a comprender. ¿Cómo alguien podría querer a Shen Qingqiu, una escoria incapaz de sentir siquiera un mínimo de cariño por alguien?
Luego le arrancó un ojo, con la esperanza de que teniéndolo en su mano, Shen Qingqiu fuera a mirarlo alguna vez, que lo viera. Desde joven, desde que ingresó a QingJing, tuvo la imperiosa necesidad de que Shen Qingqiu lo viera, que notara su existencia, que lo reconociera como un discípulo más. Pero no importaba lo que hiciera, no importaba cuánto se esforzara, su shizun jamás voltearía a mirarlo una sola vez. Nunca lo reconocería. Siempre sería la bestia a la que castigaba por cualquier cosa que considerara inapropiada. Siempre sería el error al que querría eliminar antes de que dejara mal a CangQiong. Siempre odiándolo, como el hombre malcriado y envidioso que era. El pasado de Shen Qingqiu no era algo que se conociera completo, ni siquiera podía entrar a su paisaje onírico para verlo y descubrir más. Pero por su actitud arrogante y engreída, Luo Binghe podía imaginar que se había criado como el Maestro de Palacio Huan Hua, un hombre de una gran familia que había sido mimado hasta el hartazgo.
Pero a pesar de tener el ojo en su mano y apuntarlo directo a él, no funcionó. Fue solo una pérdida de tiempo. Al final, el ojo en su mano fue fácilmente destruido, aplastado entre sus dedos mientras sus partes se escapaban entre ellos.
Lo último que le arrancó fue la lengua. Pero eso fue un momento de ira. En una sesión de tortura, Shen Qingqiu insultó a su madre con palabras que nadie podría imaginar que un maestro de un pico tan elegante y refinado como QingJing conocería. Luo Binghe habría permitido que lo insultara a él y no haría nada más que mirarlo y continuar con la tortura que había planeado para ese día. Pero Shen Qingqiu había insultado a su madre, a la única persona que lo había amado sinceramente y había dado todo de sí para cuidarlo. La ira lo cegó y cuando recuperó sus sentidos, tenía la lengua de su antiguo shizun en su mano, mientras Shen Qingqiu se ahogaba con su propia sangre que salía a borbotones. Tuvo que usar sus parásitos de sangre aquel día para detener el sangrado y alargar la vida del hombre que tanto odiaba.
Guardó la lengua junto con las piernas y los brazos, como otro trofeo más del cual presumir. Obtener la lengua de una serpiente tan venenosa es sin dudas uno de los premios más grandes de todos. ¿Quién no envidiaría su suerte?
Sin embargo, con los años, torturar a Shen Qingqiu se volvió monótono y sin sentido. La emoción que había sentido en un inicio fue desapareciendo con el paso de los días, volviéndose ya una actividad sin gracia.
Cuando sintió que la presencia de Shen Qingqiu era ya irrelevante en su palacio, llevó el baúl de oro hacia la prisión de agua y le devolvió las partes que le había arrancado. Con el tiempo que pasó perdiendo interés en torturar a Shen Qingqiu, también perdió interés en las partes de su cuerpo. ¿Qué sentido tenía quedarse con un par de brazos, un par de piernas y una lengua? No significaban nada, no eran más que la muestra del grado de tortura al que había sometido a su antiguo shizun.
Así que tras quince años bajo su poder, Shen Qingqiu volvió a ser libre, con los parásitos de sangre todavía en su interior. Eso era algo que Luo Binghe no podría deshacer, pero mientras no perdiera el control, Shen Qingqiu debería estar bien.
El antiguo maestro de QingJing miró el cielo luego de quince años encerrado en el palacio de Binghe. El cielo era diferente al que fue hace años, con los dos mundos fusionados era difícil mantener el cielo azul claro. En su lugar tenía tintes rojizos que le daban al paisaje un tono infernal.
Él miró el cielo por aproximadamente un minuto antes de acomodar su túnica blanca y caminar torpemente fuera del palacio. Las costuras de sus piernas y brazos todavía estaban frescas y posiblemente dolerían por unos días más, pero Shen Qingqiu no lo demostró en ningún momento.
Simplemente caminó recto y seguro hacia adelante. Yendo a una secta destruida que no tenía más que soledad para darle la bienvenida.
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Los meses que siguieron, tras la partida de Shen Qingqiu de su palacio, fueron extraños. Luo Binghe creyó que se sentiría en paz, que al fin con el ciclo finalizado podría concentrarse en la expansión de su reino, en los territorios que todavía no estaban bajo su poder. Sha Hualing y Mobei-jun ya le habían dicho que los territorios del norte tenían pueblos que todavía se resistían pero que conquistarlos sería una tarea sencilla. Al menos más que si intentaba conquistar el sur o el este. La defensiva que tenían esos territorios era demasiado alta y aunque Luo podría usar a XinMo para derribar esas defensas, sus hombres bien podrían terminar heridos. ¿De qué servía tener un ejército si todo el trabajo tenía que hacerlo él? Necesitaban una estrategia, pero las que sus generales de mayor confianza daban tenían fallos.
Mobei-jun no era muy hábil con un combate cuerpo a cuerpo, una estrategia que requiriera la cercanía con el oponente no era lo suyo y eso podría causar fallas en el plan. Sha Hualing, por su parte, era más agresiva y sus planes se resolvían con más violencia. A Luo Binghe le había quedado en claro su pobre inteligencia táctica cuando fue a invadir CangQiong y terminó terriblemente humillada. Y él, si bien podía pensar en algo, no era como si tuviera mucho tiempo. Ser emperador de dos mundos era un trabajo complicado. Tenía reuniones con funcionarios de los distintos territorios que conquistó, resolver problemas que no solo abarcaban guerras, sino también temas de agricultura, educación y economía. También estaba su harén, lleno de sus esposas y concubinas, muchas de las cuales habían tenido a sus hijos. Una familia con cientos de mujeres y docenas de hijos. Pasar tiempo con ellos era complicado y había dejado de preocuparse por eso con el tiempo, por lo único que se preocupaba ahora era porque ninguno diera más problemas de los necesarios. Entre los problemas externos, sumar los internos solo haría que Luo Binghe tomara XinMo y matara a todos.
Por eso, cuando su cabeza comenzó a pensar en Shen Qingqiu y no lo dejó en paz con eso, terminó delegando varias tareas. No podía concentrarse y si no quería terminar por perder su reino, entonces debía dejar que otros más capacitados se hicieran cargo.
Creyó que sería cosa de un mes, dos como mucho. Luego de años de tener a su antiguo shizun en su poder, era normal que hubiera desarrollado alguna especie de apego a él. Pero solo sería algo que pasaría pronto, solo debía ser paciente y buscar concentrarse en otras cosas. Quizás cultivar y entrenar lograrían calmar su mente y volvería de nuevo a mandar como el emperador que había sido antes de la partida de Shen Qingqiu.
Sin embargo, tras un año de tener el mismo sentimiento, sin calmarlo un poco, Luo Binghe decidió hacer algo al respecto. Y fue durante ese momento, en donde pensaba qué podía hacer para entender y sacar ese sentimiento de su pecho, que otro Luo Binghe apareció frente a él.
Y tras una lucha en la que terminó en otro mundo, pudo comprenderlo mejor.
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Sus parásitos de sangre habían sido útiles cuando tuvo que buscar a Shen Qingqiu. En un inicio había decidido ir a lo que quedaba de CangQiong, al pico QingJing, pero al llegar no halló rastro de Shen Qingqiu por ningún lado. Si estuvo ahí, entonces no fue por mucho tiempo. A lo sumo unos pocos días o quizás unas horas, pero cualquier rastro de su energía espiritual que hubiera quedado tras su partida, desapareció con el tiempo. Así que valiéndose de los parásitos de sangre que todavía habitaban en su cuerpo, lo rastreó hasta el Pabellón Rojo Cálido, el lugar que había causado más de un rumor alrededor de su shizun.
Una mujer hermosa y joven le dio la bienvenida, hasta que Luo Binghe le pidió hablar con la madame. Ella dudó hasta que Luo Binghe le dijo que era el emperador. Ella se apresuró a llevar a la madame frente a él. La madame no era más que una mujer de unos treinta y tantos años, con un maquillaje suave en el rostro y una belleza intachable. Ella lo llevó a una recámara alejada del resto donde se sentaron y esperaron a que les sirvieran una taza de té.
—Debo admitir que la presencia del emperador en este humilde lugar es una gran sorpresa para esta humilde servidora. ¿Algún motivo por el cual esté aquí, Mi Señor? ¿Acaso busca una esposa o concubina nueva para su harén?
—En absoluto. Estoy buscando a alguien que, según lo que me han informado, debe estar aquí.
—Por favor, Mi Señor, ilumine a esta para que pueda ayudarlo.
La madame era educada y en todo momento mantuvo un tono gentil. El miedo de su presencia solo era notable por el temblor en sus manos mientras bebía el té.
—Busco a alguien llamado Shen Qingqiu.
La madame se mostró confundida.
—Debo decepcionar a Mi Señor, pero en este lugar no hay nadie con ese nombre.
Luo Binghe frunció el ceño mientras miraba el té en sus manos. Eso era imposible, él sentía que Shen Qingqiu estaba ahí. El único motivo por el cual estaba siendo educado y preguntando por él, era simplemente porque no quería llamar la atención al buscar irrespetuosamente al hombre en un lugar como el Pabellón Rojo Cálido.
—¿Puede que esté con otro nombre? Pero estoy seguro que está aquí—dijo mirándola.
La madame desvió la mirada, incapaz de mantenérsela durante mucho tiempo.
—Tal vez... pueda ser alguno de los Shen que trabajan con nosotras—dijo la madame dejando la taza de té—. Si Mi Señor me permite, iré por ellos. Y solo entonces, Mi Señor podrá decirle a esta humilde servidora si fue de ayuda o no.
Luo Binghe asintió y la dejó ir. Posiblemente Shen Qingqiu cambió su nombre o usó su nombre real, un nombre que nunca llegó a conocer. De ser así, buscarlo como Shen Qingqiu sería un problema.
Los parásitos de sangre en su interior se movieron ansiosos cuando sintieron que Shen Qingqiu se acercaba. Sí, la madame había sido de utilidad y estaba trayendo al que el emperador buscaba. Eso quería decir que su antiguo shizun estaba usando su nombre real.
—Mi Señor, esta humilde trajo a los hombres apellidados Shen que trabajan con nosotras. ¿Le gustaría que los haga pasar?
—Por favor.
Ella pidió a los tres hombres que ingresaran. Uno de ellos era un chico por demás de joven, casi un niño que le llegaba a la cintura a la madame. Otro era un hombre grande, con cabello canoso y regordete. El último era el Shen que buscaba. Sonrió y lo miró, pero Shen Qingqiu no le dedicó una sola mirada.
—Es él—dijo mirando a su antiguo shizun.
Notó la tensión en sus hombros, pero su rostro no expresó nada. La madame miró a Shen Qingqiu y realizó una mueca con la boca. Algo que Luo Binghe no pudo entender.
—¿Puede saber esta humilde qué busca Mi Señor con él?—la madame tuvo cuidado de no decir el nombre de su shizun.
Casi como si fuera un secreto entre ellos.
—Vengo para proponerle un trabajo. Me gustaría que me dejara con él a solas.
La madame asintió y salió de ahí, acompañada de los otros dos hombres que había llevado con ella.
Shen Qingqiu se sentó en el lugar que la madame había ocupado y Luo Binghe se permitió observarlo. Un parche negro cubría el ojo que le faltaba. El cabello que alguna vez llevó con una corona ornamentada y de jade en la cabeza, estaba agarrado en un moño completo con unos mechones sueltos que le acariciaban el rostro. Su cuerpo, que antes había lucido túnicas de mangas anchas y colores vivos, ahora solo llevaba ropas sencillas de color marrón y negro, sin demasiadas decoraciones o accesorios.
De maestro de pico de una prestigiosa secta, pasó a ser parte del personal de la limpieza en un burdel. Vaya caída.
Algo en el pecho de Luo Binghe se apretó en disgusto.
—Dijiste que viniste a proponerme un trabajo—Shen Qingqiu cortó el silencio, su único ojo negro lo miraba directamente—. ¿Qué es lo que quieres de mí?
—Shizun es demasiado directo, ¿no le gustaría que habláramos un poco de los viejos tiempos antes?—ofreció Binghe, una sonrisa traviesa en sus labios.
Shen Qingqiu apretó los labios y sus puños. Luo Binghe notó entonces que no tenía un abanico en su mano. La realización lo hizo sentir extraño.
—¿Qué es lo que quieres de mí?
Luo Binghe se cruzó de piernas, dejando de sonreír. Notaba la tensión en los hombros de su antiguo maestro. Parecía reacio a seguir manteniendo una conversación con él, pero estaba claramente obligado a hacerlo.
—Últimamente las cosas se están saliendo de control. Hay pueblos, aldeas y algunas ciudades que se están revelando, señores demonios que creen que pueden contra mí. No sería un problema luchar contra ellos, pero no puedo encargarme de todo yo mismo. Por algo tengo un ejército, ¿no? Sin embargo, los generales que comandan a mis hombres no son...lo suficientemente inteligentes en cuestión de estrategias. Así que pensé, ¿por qué no recurrir a shizun? Según recuerdo, la especialidad de shizun no era solo tener linda letra y tocar bonita música, sino las estrategias. Shizun era el estratega de CangQiong, pero CangQiong ya no existe así que ¿por qué no ser el estratega del emperador?
—¿Y planeas confiar en mis planes? —preguntó Shen Qingqiu cruzándose de brazos— ¿Y si planeo algo para que pierdas todo lo que tienes?
—¿Acaso crees que no estaré ahí para revisar los planes que hagas? —Binghe sonrió—Pienso monitorear todas las decisiones que tomes respecto a mi ejército.
—¿Y qué gano yo con eso?
Luo Binghe sonrió como un viejo zorro.
—Lo que shizun desee y que esté dentro de los límites de este emperador.
Shen Qingqiu lo miró con su único ojo, la desconfianza brillando en él mientras analizaba en su mente cada palabra que había dicho. Luo Binghe sintió una pizca de disgusto cuando volvió a analizar a su shizun. La ropa que llevaba era de tela tan gruesa y áspera que seguramente le resultaría incómodo andar con ella. Sobre todo, si se recordaba su tiempo como maestro, donde sus túnicas eran de seda delicada y fina. No eran las más costosas, pero sí valían más de lo normal. Verlo ahora así, tan normal, tan mundano, Luo Binghe se sentía casi enfermo.
Alguien tan hermoso como su shizun no se merecía verse de esa manera. Incluso se arrepentía del ojo que destruyó en un momento de ira. Si tan solo lo hubiera conservado, su shizun ahora no llevaría ese horrible parche en su ojo que arruinaba su elegante belleza. Aunque le agregaba un toque salvaje y a Luo Binghe le gustaba, también le restaba parte de su gracia y belleza, la misma que conoció en QingJing.
—Este tiene dos cosas que pedirle al emperador.
—Te escucho.
—La primera: quiero un lugar alejado de tu harén donde pueda planear en paz. No quiero encontrarme con ninguna de tus esposas o concubinas. Solo aceptaré un número limitado de cinco personas para que me sirvan y todas serán elegidas por mí. Las cinco mujeres que elija, tú no tendrás derecho a llevarlas a tu harén.
Mujeres. Luo Binghe todavía recordaba los rumores que giraban en torno a su shizun. Un lujurioso que había arruinado su cultivo gracias a su constante encuentro carnal con mujeres de burdeles. Específicamente este burdel.
Al parecer, el único lugar donde todavía podían aceptarlo sería el lugar donde más dinero había gastado para satisfacer sus deseos.
Un sentimiento ácido y amargo se instaló en su vientre. Tan corrosivo que sentía que comenzaba a comerlo por dentro.
—Este emperador puede darte eso. ¿Algo más?
—Sí. Quiero un ojo funcional para recuperar el que me quitaste.
Luo Binghe no quitó su sonrisa, incluso si esas palabras se sintieron como una patada en el rostro.
—Te daré eso también. ¿Cuánto debo esperar para que recojas tus cosas y nos vayamos?
Mientras antes sacara a Shen Qingqiu de ahí, más rápido se sentiría en paz. Incluso si debía compartir a su antiguo shizun con cinco chicas que luego vigilaría minuciosamente. Esperaba que pudieran ser chicas que difícilmente pudieran sentirse atraídas por él. Que no lo vieran como hombre, sino como amigo o hermano, pero nada que pudiera derivar a relaciones sexuales.
No podía imaginarse lo que haría si alguna de ellas se acostaba con Shen Qingqiu.
Estaba seguro que terminaría por matarlas.
—Hasta que no tengas todo listo, yo no abandonaré este lugar—dijo Shen Qingqiu, levantándose de donde estaba sentado—. Así que cuando el emperador tenga todo listo para que este pueda ir, envíe un mensaje y este humilde tendrá todo preparado para marcharse.
Shen Qingqiu no le dedicó una mirada más, solo se marchó dejándolo solo en la habitación.
Si lo quería antes con él, entonces debía moverse rápido y buscar al mejor sanador para que le implantara su ojo nuevo a Shen Qingqiu.
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Cinco días fue lo que tardó en conseguir un ojo nuevo y adecuado para Shen Qingqiu junto con el mejor sanador de todos los reinos para que se lo implantara. Cuando envió el mensaje, comunicó en la misma que en la noche pasaría un carruaje para buscar a Shen Qingqiu y a algunas de las chicas que quisiera llevar, si era que ellas viajarían con él también desde el Pabellón Rojo Cálido hasta la mansión del emperador.
Luo Binghe estuvo ahí para recibirlo, a él y a las cinco muchachas que llevó con él. Eran cinco niñas que todavía no se volvían mujeres. Cinco niñas de entre ocho y diez años de edad. Luo Binghe se había esperado a alguna cortesana, alguna mujer experimentada, no cinco niñas.
Los rumores sobre el abuso de Shen Qingqiu a sus discípulas femeninas se presentó en su mente de nuevo. ¿Acaso por eso solo quería que esas niñas lo atendieran? ¿Para ser un depravado en secreto?
Pero cuando vio a las cinco pegarse a él como cachorros perdidos, en lugar de mantener la distancia o mostrarse reacias, aferrándose a sus brazos o sus túnicas, Luo Binghe pensó que esos rumores no eran demasiados acertados. O quizás nunca lo fueron.
Luo Binghe fue quien llevó a Shen Qingqiu a sus aposentos, un lugar exclusivo donde no solo no vería a nadie de su harén, sino que también las cinco niñas tendrían contacto limitado con los demás miembros de la servidumbre. Todo para conservar la mayor cantidad de privacidad posible, además a Luo Binghe le gustaba más saber que solo él podría tener acceso a Shen Qingqiu mientras viviera bajo su mismo techo.
—Mañana en la mañana el sanador vendrá a verte, te preparará para que recibas tu nuevo ojo—dijo Luo Binghe, educado y con seriedad.
Shen Qingqiu no volteó a mirarlo, solo asintió y se metió en sus aposentos donde tenía incluso ropa nueva para lucir. Algo más acorde a lo que alguna vez usó en QingJing.
Luo Binghe solo deseaba meterse con él y permanecer a su lado.
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—Entonces, esto es lo que crees que sería mejor—dijo Binghe tras mirar el plan que Shen Qingqiu había trazado para conquistar uno de los territorios más problemáticos.
Los ojos de su shizun lo observaron con el ceño fruncido. Un ojo negro como la noche y el otro verde como el bambú. La combinación era tan hermosa que Binghe no podía mirar a otro lado.
Una joven, la más alta de las cinco que Shen Qingqiu había llevado, se acercó a ellos con una bandeja con té. A diferencia de la ropa que llevaron, ahora lucía túnicas más finas y de colores vivos. Algo más acorde a su edad.
Sirvió el té con cuidado, porque todavía no se acostumbraba a la tarea, y al terminar se inclinó para alejarse y regresar con las demás niñas. Shen Qingqiu tomó su taza y sopló el humeante té, dándole un ligero sorbo.
—Lian-er—llamó y la niña de inmediato regresó.
—¿Sí, ge...Lao-Shen?—se corrigió de inmediato, dándose cuenta de la presencia del emperador ahí.
—¿Cuánto pusiste de hojas de té en el agua? ¿Y cuánto tiempo dejaste el agua calentar?
La chica hizo memoria, indicando en su propia mano la cantidad de té y recordando exactamente los minutos que dejó el agua hervir. Shen Qingqiu negó con la cabeza, tomó su mano y, cuando Luo Binghe creyó que tiraría el agua caliente en la pequeña mano de la niña, solamente mostró con su dedo la cantidad exacta de té. La punta de su índice dibujando en la palma de Lian-er.
—Y el tiempo fue exagerado. Demasiados minutos. El agua está tan caliente que no se puede disfrutar del té—dijo suavemente.
Ella asintió y pidió disculpas, ofreciéndose a hacer el té de nuevo.
—No hace falta, ve a descansar. Has estado ocupada practicando mucho hoy.
—Sí, g...Lao-Shen—la muchacha volvió a inclinarse y entonces se marchó.
El té seguía humeando, pero Shen Qingqiu no le dio mucha importancia, soplando un par de veces antes de beber.
—Si no te gusta, entonces haz lo que quieras. Yo estoy cumpliendo aquí con el trato que teníamos.
—No estaba juzgando tu plan, solo sabiendo tu opinión al respecto. Una confirmación de que crees que esto es lo mejor que podemos hacer.
—Hay otros planes más factibles que esto. Pero teniendo en cuenta a tus generales, esto es más de su talla y podrán llevarlo a cabo sin problemas.
Luo Binghe observó a Shen Qingqiu. Su antiguo shizun estaba evitando mirarlo. Como si mirar a Luo Binghe fuera lo peor que pudiera hacer. A pesar de que Binghe amaba con locura ser mirado por su shizun, incluso si su mirada no era la de un amante anhelando su presencia. Descubrió en ese tiempo que recibir una mirada de Shen Qingqiu lo hacía sentir menos perdido y ansioso que lo que había estado antes.
—Bien, si lo dices entonces así debe ser—Luo Binghe tomó el plan que Shen Qingqiu había escrito—. Este emperador irá a ponerlo en práctica. ¿Le gustaría a shizun ver cómo resulta todo?
Shen Qingqiu tuvo un ligero tic al escuchar la manera en que Luo Binghe lo llamaba. Sabía que no era de su agrado y a pesar de que se lo hizo saber, Binghe continuó llamándolo de la misma manera. Al final decidió no decir nada, solo limitarse a aceptar el apodo aunque no le gustara.
—Este prefiere quedarse aquí.
Aceptando a regañadientes que Shen Qingqiu se quedara ahí, en lugar de acompañarlo como quería, se marchó para llevar a cabo el plan.
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Fue un éxito, como se esperaba. El territorio terminó por rendirse al tercer mes y Luo Binghe pudo gozar de un tiempo de paz antes de lidiar con otra guerra. Otra guerra en la cual Shen Qingqiu volvió a trazar un plan.
Como siempre, iba a visitar cada vez que podía a su antiguo shizun, para tener alguna charla banal con él. Nunca podían hablar demasiado porque Shen Qingqiu tampoco respondía más allá de lo necesario. Lo único que había aceptado, luego de cinco meses insistiendo, fue jugar weiqi con él. Una partida que se extendía por horas, hasta que Luo Binghe debía abandonarla a la mitad para hacerse cargo de otras cosas. Entre esas cosas, se incluían sus mujeres e hijos.
La verdad fuera dicha, Luo Binghe no quería pasar tiempo con ellos. Prefería estar en los aposentos de Shen Qingqiu, jugando weiqi mientras escuchaba la música del guqin o la pipa con la que practicaban algunas de las niñas. Las niñas estaban aprendiendo, así que sus melodías no eran perfectas. Sus hijas habían aprendido desde más pequeñas a tocar instrumentos y los tocaban mejor que ellas, pero Luo Binghe se encontró disfrutando de la música que esas cinco niñas intentaban crear. También disfrutaba de ser un modelo vivo para sus obras de arte. Como no salían demasiado de los aposentos de Shen Qingqiu, entonces pintaban partes de la habitación. Y cuando él iba, practicaban intentando pintarlos juntos en una partida de weiqi.
Estar con ellos se sentía mucho mejor que tener que pasar tiempo con su numerosa familia indeseada.
—Cariño, creo que deberías descansar un poco—dijo Sha Hualing, tocando su pecho sutilmente y sonriéndole—. Esta Sha Hualing puede ayudarte a librarte de tensiones.
Lo había interceptado en medio del pasillo, contándole algunas cosas de la guerra antes de empezar a insistir para que lo acompañara a su habitación.
—No estoy de humor hoy.
Sha Hualing frunció el ceño cuando la separó de él.
—¿Cómo es que para tu esposa no estás de humor pero para el bastardo de Shen Qingqiu tienes hasta tiempo de sobra para conversar?—como esperaba, ella se haría escuchar— Es injusto. Sé que está ayudando a conquistar más territorios, pero eso no quiere decir que tienes que pasar tiempo con él cada vez que estés libre. Nuestro hijo quiere pasar tiempo contigo también. Prácticamente no tiene un solo recuerdo con su propio padre.
—Sha Hualing, no te metas en lo que no te incumbe. Ve con Mobei-jun y hazte cargo de organizar los ejércitos. En cuatro días tenemos que salir.
Y dejando a la berrinchuda y quisquillosa mujer en medio del pasillo, se marchó hacia su destino inicial antes de que Sha Hualing lo interrumpiera: la cocina. Había escuchado a An-er decir que nunca antes había probado los pasteles de osmanthus. La idea de Luo Binghe era hacerles unos pasteles para que pudiera comer con las otras niñas y disfrutaran juntas con un té de Lian-er, quien había estado mejorando mucho en sus tés. Ahora el sabor era el indicado y la temperatura del agua no era exageradamente alta.
—A-Luo—llamó Ning Yingying cuando lo vio.
Luo Binghe solo quería llegar a la cocina en paz, nada más.
—Yingying, ¿pasa algo?—preguntó poniéndose su máscara de buen esposo y sonriéndole a la chica.
Aunque todo lo que quería era estar tranquilo en la cocina, preparando pasteles de osmanthus.
—Escuché de Liu shimei que shizun está aquí en el palacio. Esta Yingying quiere saber si tiene el permiso de ir a verlo.
Binghe siguió sonriendo, pensando en qué diría su shizun si dejara que Ning Yingying fuera a verlo. Le había dicho que no quería que nadie fuera a visitarlo, creía que eso incluía a Ning Yingying, pero ella había sido su discípula más favorecida cuando habían estado en la secta. Quizás le gustaría volver a verla, la misma Yingying se veía feliz de verlo.
—En un rato iré a verlo, ¿te gustaría venir conmigo?
Ning Yingying negó, se veía tan feliz, tonta e inocente.
—No hace falta, esta Yingying quiere ir sola. Gracias a A-Luo por permitirme ir.
Un momento, ¿cuándo dijo que sí?
Antes de poder decir algo, Ning Yingying se había alejado por el pasillo. Luo Binghe se preguntó si debía detenerla o regresar a la cocina.
Considerando que los pasteles de osmanthus eran más importantes, fue a la cocina. Pero antes de llegar tuvo que enfrentarse a tres esposas más y cinco hijos que lo interrumpieron. Eso causó que no solo perdiera más tiempo, sino que fue arrastrado a cenar con todos, mientras perdía horas de valioso tiempo.
Al final, era de noche y todos sus hijos dormían cuando pudo preparar los pasteles para An-er. No creía que la niña quisiera comerlos en la noche, pero siempre podía llevarlos a los aposentos de Shen Qingqiu y dejarlos ahí para el desayuno del otro día. Los iban a disfrutar de todas maneras, de eso estaba seguro.
Pero mientras iba con el plato envuelto en sus manos, sintiendo el calor a través de la porcelana, Luo Binghe se sorprendió de ver al mismo Shen Qingqiu caminando por el pasillo a paso veloz, directamente hacia él.
—Shizun, ¿qué...?
—Envía a tu gente a preparar un carruaje. Nos vamos de aquí—la voz de Shen Qingqiu era dura y no admitía un no como respuesta.
Luo Binghe sintió sus manos temblar por la petición.
—Shizun, ¿ha pasado algo? Solo dígame y yo me haré cargo de...
—Te dije que no quería que ninguna de tus mujeres se acercara a mí, no quería tener contacto con ninguna de ellas.
—Si es por Yingying, ella estaba feliz de verte, pero si no quieres volver a verla entonces yo me...
—¡No me importa!—interrumpió Shen Qingqiu, elevando su voz como pocas veces—Harás que preparen un carruaje que nos lleve de nuevo al Pabellón Rojo Cálido. Nos vamos de aquí ahora mismo.
Shen Qingqiu se dio la vuelta, regresando su camino hacia sus aposentos. Luo Binghe se apresuró a dejar el plato con pasteles en una de las mesitas de decoración que estaban en los pasillos del palacio y tomó a su shizun del brazo para darle la vuelta.
—Shizun, cualquier cosa que haya pasado, este emperador se hará cargo de arreglarla. Solo debes decirme que es lo que ha estado mal.
Shen Qingqiu se sacudió hasta librarse del agarre de Luo Binghe. Todavía frunciendo el ceño mientras lo miraba.
—Este lugar no es seguro. No pienso quedarme en un lugar así, donde mis niñas corren peligro.
Esperen, ¿alguna de las cinco niñas que había viajado con Shen Qingqiu corrió peligro? No creía que Yingying les hiciera daño, es decir, la chica no parecía tener ningún rencor con su shizun. Al menos nada lo suficientemente fuerte como para tener que desquitarse con niñas pequeñas.
—Shizun, no sé qué pasó, pero si me dices podría ayudarte.
—¡Gege!
Ambos miraron en la dirección de donde venía esa voz. La pequeña Mei-er corría tan rápido como podía, casi cayendo al llegar frente a Shen. Lo tomó de las mangas de las túnicas, agitada y con el terror en sus ojos.
—Mei-er, cálmate, ¿qué ocurre?
—Xing-mei desapareció—la niña parecía pronto entrar en pánico.
Shen Qingqiu tomó sus manos para tranquilizarla, en lo que le pedía que lo llevara de nuevo con sus hermanas. La niña obedeció al instante, corriendo con ellos detrás siguiéndola.
Al entrar, Luo Binghe vio a Lian-er cuidando de An-er, quien estaba recostada en el sillón, una mancha roja de sangre en su pecho y restos en su boca. Lian-er estaba limpiándola cuidadosamente mientras Tao-er parecía ir de un lado a otro.
—¿Con quién estaba Xing-er? ¿Qué pasó?
—Gege—dijo Tao-er acercándose a Shen Qingqiu—, Xing-er fue a buscar algo para que An-er tomara. Pero fue cuando escuchamos ruidos raros y entonces, cuando fui por ella, ya no la encontré. Gege, tengo miedo de que algo malo le haya pasado a Xing-er.
La niña comenzó a llorar, viendo a Shen Qingqiu ahí. Luo Binghe frunció el ceño, viendo a la pequeña An-er en mal estado, apenas recuperándose. Se acercó a Lian-er y se arrodilló a su lado, donde la niña limpiaba la poca sangre que quedaba en el rostro de su hermana.
—¿Qué pasó con An-er?
—N-no lo sabemos...e-ella solo se puso así luego de que comió los dulces que usted le dio, señor Luo.
Luo Binghe frunció más el ceño.
—¿Qué dulces?
—Los que la señorita Ning Yingying trajo con ella.
Eso era extraño. No creía que Ning Yingying fuera capaz de hacerle algo así a una niña.
—¿Tienes esos dulces para que los vea?—preguntó Luo Binghe.
Lian-er asintió y de su bolsillo sacó uno. Binghe lo miró, sacándole el envoltorio para olerlo. Cualquier humano normal que oliera el dulce no captaría nada raro en él. Pero Binghe, quien no era un humano del todo, logró detectar el amargo olor de un veneno especial. Un veneno del mundo demoniaco.
No necesitaba ser tan inteligente para saber quién había estado detrás del envenenamiento de An-er.
—Sé dónde está Xing-er. No coman ninguno de los dulces que Yingying les haya dado. Shizun—llamó sacando un pequeño frasco de su manga que lanzó a Shen Qingqiu—, dele eso a An-er, con esto sanará por completo.
Antes de recibir respuesta, Luo Binghe se marchó, usando a XinMo para hacer un portal directo a los aposentos de Sha Hualing.
La santa demonio lo estaba esperando en la cama, una sonrisa traviesa en sus labios mientras pasaba la mano por sus partes desnudas.
—Cariño, al fin vienes a ver a esta esposa.
—Dónde está Xing-er.
—¿Quién?—Sha Hualing sonrió traviesa.
Y Luo Binghe no lo soportó. Entró directamente a su paisaje onírico y buscó dónde había dejado Sha Hualing a la pequeña Xing-er. Para su suerte no estaba lejos, estaba todavía dentro del palacio, solo que en una celda maniatada y custodiada por dos guardias demoniacos.
Salió del paisaje onírico de Sha Hualing y abrió otro portal para ir a la celda. Los guardias que la custodiaban se inclinaron ante él.
—Abran la celda—ordenó.
Bien podría meterse y sacar a Xing-er de ahí, pero ¿cómo demostraría que él tenía el control de todo si entraba como un intruso a sus propios dominios? Ambos guardias se miraron antes de responder.
—Junshang, nosotros estamos siguiendo órdenes de la señorita Sha, no podemos...
—¿Y quién es el emperador? ¿Ella o yo? ¿Ya se olvidaron a quién le juraron lealtad?—ambos guardias se encogieron y pidiendo disculpas, abrieron la celda.
Xing-er estaba maniatada, lágrimas y mocos corriendo por su rostro. Luo Binghe se apresuró a desatarla, liberando el pequeño cuerpo de la niña que temblaba incontrolablemente.
—Señor Luo—la niña se aferró a su cuello, llorando y apretándolo con fuerza—, quiero ir con gege, por favor, solo quiero ir con gege.
Cargándola en sus brazos, Luo Binghe abrió otro portal y volvió directamente a los aposentos de Shen Qingqiu, donde las niñas gritaron al ver a su hermana a salvo. Shen Qingqiu se apresuró a acercarse y tan pronto Xing-er lo notó, se colgó de su cuello, llenando su túnica de mocos y lágrimas. Pero contrario a lo que Luo Binghe esperaba, su antiguo shizun no la alejó ni la regañó por ensuciarlo, solo se aferró a ella y permitió que se desahogara contra él. Las demás niñas, incluso An-er que se movía con ayuda de Lian-er, se acercaron a ellos y los rodearon. Como cachorritos buscando dar consuelo y calor.
Luo Binghe apretó los puños, sus venas resaltando en su piel. Dio media vuelta y salió de allí.
Tenía que poner a Sha Hualing en su lugar.
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Al otro día, a la mañana, Luo Binghe fue con un plato lleno de pasteles de osmanthus a los aposentos de Shen Qingqiu. Las niñas todavía dormían, pero no el hombre que cuidaba de ellas. Su antiguo shizun se veía cansado, como recordaba haberlo visto antes cuando todavía era discípulo de QingJing.
Igual que en esa época, Shen Qingqiu no parecía feliz de verlo. Pero ahora Luo Binghe podía entender el motivo.
—Vengo a dejar esto para las niñas—dijo Binghe, ofreciendo el plato lleno de pasteles, Shen lo miró con desconfianza—. Los hice yo mismo.
—¿Y eso me tiene que tranquilizar?
—¿Al menos puedo pasar para explicarte lo que pasó?
Shen Qingqiu lo miró, entrecerrando los ojos, antes de permitirle pasar, indicándole dónde debía sentarse. Como si no quisiera que fuera más allá de eso.
No ofreció té ni nada, solamente se sentó frente a Luo Binghe y lo miró, esperando su historia.
—Sha Hualing creyó que era buena idea lastimar a tus niñas solo para llamar mi atención. Ella estuvo detrás de todo y usó a Ning Yingying para hacerles llegar los dulces porque sabría que tú no la dejarías entrar ni hubieras aceptado nada que viniera de ella, ni siquiera si usaba la excusa de que yo los enviaba. Ya me hice cargo de todo eso, puse una matriz para que solo ustedes y yo podamos entrar y salir de tus aposentos y lugares cercanos al mismo. La mitad del pasillo incluso está limitado solo a ustedes. Nadie puede entrar así que no tendrás que temer por ellas. También he enviado a Sha Hualing y a quienes la ayudaron al Palacio de Invierno, donde pasará cincuenta años reflexionando lo que hizo.
—¿No era una de tus generales?—preguntó Shen Qingqiu.
—Fue destituida hasta que regrese del Palacio de Invierno.
Shen Qingqiu lo analizó, sus bonitos ojos bicolor observándolo fijamente. Luo Binghe evitaba mirarlo demasiado. Cada vez que lo hacía sentía la necesidad de saltar hacia él y besarlo, besarlo tanto hasta que Shen Qingqiu se quedara sin aliento y sus ojos se vidriaran con placer.
Todavía recordaba el rostro del otro Shen Qingqiu, sus mejillas sonrosadas cuando lo besó, su rostro suave y complacido. Ese Shen era completamente diferente al suyo, este era más desafiante y de corazón duro, como un gato arisco capaz de arañarte solo por pasar cerca de él.
Teniendo en cuenta eso, Luo Binghe estaba seguro de que si lo besara, el rostro de su Shen Qingqiu se vería mucho más hermoso que el del otro mundo. Con las mejillas sonrojadas por el intenso beso, los ojos vidriados de vergüenza y placer, y el ceño fruncido porque la bestia había sido demasiado bruta. Esa expresión, tan íntima y única de Shen Qingqiu, era algo con lo que le gustaba fantasear por las noches.
—Un error más y nos vamos de aquí. No voy a permitir que ellas estén en peligro solo porque eres un incompetente que no puede mantener a tus mujeres al margen—Shen Qingqiu frunció el ceño, sus labios se movieron un milímetro para decir algo pero al final se arrepintió y se quedó en silencio.
—Shizun no tiene nada de qué preocuparse, este emperador no volverá a cometer el mismo error—Luo Binghe se levantó y se acercó a su shizun, arrodillándose frente a él, sus manos suavemente apoyadas sobre su regazo—. Este emperador incluso le ofrece a shizun cualquier cosa que desee, a modo de disculpas por estos inconvenientes.
Shen Qingqiu lo miró. Desde que regresó a su palacio no volvió a utilizar su abanico. Incluso le ofreció los abanicos más hermosos que hubiera encontrado, tesoros sagrados que se verían bien en las manos de un hombre como su shizun. Pero todas las veces que Luo Binghe se los ofreció, Shen Qingqiu se negó a aceptarlos, diciendo que ya no les eran necesarios. No sabía que quiso decir con eso exactamente, pero aceptó su decisión.
Binghe se animó a apoyar la cabeza sobre el regazo de su shizun, sintiendo el calor de sus piernas y la suavidad de la tela de las túnicas. Una parte de él se sentía complacido de estar de esa forma con su shizun, con el hombre al que tanto deseaba. Poder estar así con él, sentir su calor y brindarle protección, ¿no era eso lo que más había deseado antes? Poder proteger a la persona que tanto quería, que tanto anhelaba. Su corazón deseaba con fuerza a Shen Qingqiu, lo quería, lo quería tanto. Pero otra parte de él, a la que XinMo le hablaba, todavía estaba resentido con su shizun. Por los maltratos mientras era discípulo y por su falta de gratitud luego de liberarlo de nuevo en una pieza. Lo liberó y luego lo buscó para brindarle una vida mejor, ¿por qué no estaba feliz con eso? ¿Por qué no podía agradarle a su shizun? ¿Qué más tenía que hacer para ser digno de su mirada?
—¿Cualquier cosa?
Luo Binghe asintió, todavía apoyado en el cálido regazo de su shizun.
—Cualquier cosa.
—Entonces quiero un jardín con árboles de bambú. Las niñas merecen un lugar al cual salir a tomar aire fresco sin que ninguno de tus bastardos las moleste.
—Lo que shizun desee.
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Un año había pasado y gracias a los planes de Shen Qingqiu, Luo Binghe pudo conquistar los territorios que le habían dado problemas y calmar algunas cosas que se estaban saliendo de control. Todo gracias a las estrategias de su antiguo shizun.
Como su imperio seguía creciendo y sus riquezas aumentaban, llenó de regalos a Shen Qingqiu. Desde costosas túnicas, hasta comidas y artefactos de los más caros. Las cinco niñas que estaban con él también fueron beneficiadas, recibiendo túnicas de sus colores favoritos e instrumentos musicales para que pudieran seguir practicando. Incluso la zona que habitaban se había expandido de tal manera que los aposentos de Shen Qingqiu resultaron ser más grandes que los de cualquiera de sus mujeres o hijos.
Mobei-jun notó esto, naturalmente, pero no dijo nada. Solamente siguió obedeciendo a sus órdenes, matando cada pocos días a sus subordinados por incompetentes. Desde que mató a Shang Qinghua, no había vuelto a encontrar a otro humano igual de útil que él. Así que era normal que cada poco tiempo asesinara a los demonios o humanos a los que ponía a cargo de sus cosas.
Nadie dijo nada, ni siquiera ninguna de sus mujeres se animó a contradecirlo, no después de lo que pasó con Sha Hualing. Liu Mingyan había dicho algo, sugerido amablemente que volviera a preocuparse por su familia, pero Luo Binghe simplemente la ignoró y ella no volvió a decir nada más. La situación con el emperador, en este momento, era delicada.
Los tres años que siguieron, las cosas se pusieron peor. Shen Qingqiu seguía haciendo los planes que le permitieron al emperador Luo avanzar mucho más, casi ganando todos los territorios habitados. No había quien no lo conociera, quien no supiera de su existencia. Después de todo, todos debían obedecerlo. Era el emperador de todos, con la fuerza para destruir a todos los que se le pusieran en el camino, con un estratega capaz de crear los planes más elaborados, capaces de derribar ejércitos enteros con pocos golpes.
Estos dos hombres se estaban volviendo inusualmente famosos y nadie se animaba a enfrentarse a ellos. A pesar de que uno de ellos nunca era visto en público.
Gracias al servicio que le brindaba a su imperio, Luo Binghe llenaba de beneficios a Shen Qingqiu. Más de la mitad del palacio se había destinado al hombre, decorando el enorme palacio a gusto de Shen Qingqiu, llenando un jardín inmenso de bambú y destinándolo solamente al hombre y las cinco niñas que vivían con él. Por ese motivo, gran parte de sus hijos y sus mujeres terminaron siendo enviados a otra región para que no ocuparan espacio en su palacio. De esa forma, las cinco niñas de su shizun terminaron teniendo sus propias habitaciones con sus propias cosas, todos regalos de Luo Binghe.
Los seis tenían todo lo que quisieran, cualquier cosa que desearan Binghe haría lo posible por brindárselos. Sin embargo, a pesar de todo, Luo Binghe notó que su shizun no era feliz. El hombre jamás se veía halagado por los regalos, ni siquiera una pizca de alegría en sus ojos. Luo Binghe se esforzaba más en complacerlo, pero parecía nunca ser suficiente.
—Shizun, este emperador ha encontrado para ti un abanico ornamentado de los más finos. Creía que podría llegar a...
—No me interesa—dijo Shen Qingqiu agregando una pieza al tablero de weiqi.
—Shizun, es un regalo.
—Quédatelo entonces.
—Shizun...
—Luo Binghe—cortó Shen Qingqiu, su tono era grave y se notaba molesto—, he aguantado estos años sin decir nada porque pensé que en algún momento ibas a detenerte. Pero viendo que este no es el caso, entonces te lo diré: ya no quiero más regalos. No te molestes en darme nada más. El trato era que sería tu estratega, nada más que eso. Trátame como tal y deja de regalarme cosas como si fuera una de tus mujeres en la etapa del cortejo.
—Shizun no recibe más que...
—¡Y ya deja de llamarme así!—exclamó Shen Qingqiu, dando un golpe a la mesa, las fichas de weiqi temblaron en el tablero—No soy tu shizun, dejé de serlo hace muchos años. Ya ni siquiera pertenezco a una secta de cultivo. Si vas a llamarme, hazlo por mi nombre o ni siquiera me llames por mi nombre, me da igual, siempre y cuando no me molestes demasiado.
—Shi-Shen Qingqiu—se corrigió, buscando calmar a su shizun—, yo solo te doy lo que creo que mereces.
—¿Lo que crees que merezco?—Shen Qingqiu sonrió de manera desagradable—¿Y desde cuándo merezco esto y ya no merezco ser desmembrado como un asqueroso insecto? Todavía tengo sueños con esos momentos, Luo Binghe, todavía recuerdo cada momento de tortura. ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Qué es lo que esperas de mí? Dándome todo esto de repente, ¿qué es lo que buscas?
¿Qué era lo que buscaba? ¿Luo Binghe no había sido nunca claro con eso? Quería que Shen Qingqiu lo mirara, quería ser notado por este hombre, quería ser importante para este hombre. Dejar de ser una molestia ante sus ojos, una mierda a la que disfrutaba pisar, algo que olvidaría apenas se diera la vuelta. Quería ser importante, dejar una huella en él que jamás pudiera borrar. Luo Binghe quería...
—Quiero que me ames—dijo ganando la completa atención de Shen Qingqiu quien no se esperaba esa confesión.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste. Quiero que me ames. Quiero que me veas como te veo. Quiero...
—Luo Binghe—lo cortó, dando un suspiro—, ¿realmente alguna vez te detuviste a pensar qué era lo que querías?
—¿No acabo de decir que lo que quiero es...?
—Te escuché y te creo. Pero desde cuándo deseas eso y por qué lo deseas. Ni siquiera me conoces, no sabes nada de mí, no me das siquiera motivos para empezar a sentir algo por ti que no sea desprecio.
Luo Binghe lo pensó bien antes de responder.
—Yo...amo a shizun desde siempre, solo que no lo había notado hasta ahora. Yo...te amo porque...creo que shizun es alguien extraordinario.
—Luo Binghe, tú solo tienes un enamoramiento de niño que no has superado nunca—suspiró con molestia Shen Qingqiu, dejando pasar el hecho de que volvió a llamarlo shizun—. Sería bueno que lo sueltes de una vez antes de que te vuelvas más idiota de lo que ya eres.
—No es un enamoramiento, yo sé lo que siento.
—Dices amarme, pero yo no lo creo. No cuando recuerdo todo lo que me hiciste en la prisión de agua—Shen Qingqiu acarició sus brazos—. Tengo las cicatrices para recordarlo siempre.
—Te lo merecías, me torturaste, me arrojaste al Abismo sin Fin—Luo Binghe no podía creer que su shizun quisiera victimizarse siendo que no había sido una víctima hasta que él lo llevó a la prisión de agua.
Pero hasta en ese momento, Shen Qingqiu ni siquiera podía categorizarse como víctima.
—Porque no me importabas en lo más mínimo. Si te hubiese querido, aunque sea un poco, jamás te hubiera hecho nada de eso. Y de estar enojado contigo por algo que me hubieras hecho, jamás te hubiera hecho nada, no como lo que tú me hiciste—Shen Qingqiu lo miró con tanto odio que Luo Binghe volvía a sentirse un discípulo de QingJing—. Dices que me amas desde siempre, pero yo no creo que sea así tal cual. Creería que me dijeras que me admirabas, entendería tu motivo para torturarme entonces, pero ¿amor? Tú no sabes lo que es amar a alguien.
—¿Y tú sí?—Binghe rio, no estaba divertido en lo más mínimo— Fuiste una mierda conmigo desde el inicio, solo porque eres un adulto incapaz de soportar que un niño sea mejor que tú. Qué infantil. Y tienes el descaro de hablar de amor, tú, una persona que solo usó a las mujeres del burdel, que mató a su hermano marcial y que llevó la ruina a toda una secta. ¡Solamente eres un bastardo nacido para la desgracia! ¿Siquiera te arrepientes por lo que me hiciste?
Shen Qingqiu se mantuvo tranquilo, sentado en su lugar. Pero Luo Binghe sabía que no lo estaba, podía sentir la energía espiritual de su shizun corriendo frenética por su cuerpo.
—Lo hice—esa respuesta sorprendió a Luo Binghe—, en algún punto, luego de arrojarte, consideré que había ido demasiado lejos. No eras un niño malo y me desquité contigo como si lo fueras. Pero entonces volviste y me demostraste que arrepentirme era un error. O mejor dicho, me arrepiento de lo que te hice, pero ya no por ti. Luego de ver en lo que te convertiste, luego de estar bajo tu cuidado, sinceramente no me arrepiento en absoluto de lo que te hice. Incluso ahora, sabiendo todo lo que sé, si tuviera la oportunidad, te azotaría mil veces hasta que tu piel se abriera y tus órganos se cayeran al suelo. Y no me arrepentiría en lo más mínimo, porque te mereces pasar por el peor infierno del mundo. Te mereces sufrir y no ser feliz nunca en tu vida. Y si tu felicidad es que corresponda tu amor, entonces me extirparé yo mismo el corazón y lo lanzaré a los cerdos para jamás sentir nada más que desprecio por ti.
Cada palabra, cada sílaba, fue dicha con tanto veneno y odio, que Luo Binghe sintió la voz de XinMo hablar cada vez más alto en su cabeza. Sus manos picaban por tener su espada y cortar todo a su alrededor.
—Esto que soy, todo esto que hice, fue gracias a ti. ¡Solo te devolví todo lo que me hiciste!
Con esto, Shen Qingqiu se levantó de su asiento y jaló de la túnica a Binghe.
—¿Y cuándo involucré en tus torturas a alguien que te importara?—los ojos de Shen Qingqiu parecían inyectados en sangre, con tanto odio, con tanta furia contenida—Nunca torturé a Ning Yingying para lastimarte. Todos los castigos que te impuse fueron solo a ti y lo más destacado que te he hecho fue azotarte con un látigo. Nunca te arranqué ninguna parte del cuerpo.
—¿Y los días sin comer bien? ¿El manual de cultivo falso? ¿Las exageradas tareas?—Binghe tomó del cuello a Shen, sin apretarlo demasiado— ¡Casi muero incluso por pelear con un demonio durante la invasión demoniaca!
—¡Pero todo eso solo te involucró a ti! ¡No maté a Ning Yingying por eso!—gritó Shen Qingqiu, sus manos pasaron al cuello de Binghe y lo apretó clavando sus uñas en él—¡Yo no te quité todo lo que te quedaba! ¡Yo no maté a tu madre! ¡Yo no te dejé huérfano! ¡Yo no te quité a la única persona que te importaba en este mundo!
El enojo de Luo Binghe disminuyó ante eso, al darse cuenta que el odio de Shen Qingqiu hacia él no era por haberlo torturado, sino por matar a alguien a quien quería. La realización lo golpeó de tal manera que soltó a Shen Qingqiu.
Había acusado a su shizun de ser incapaz de sentir algo por alguien, algo que siquiera fuera cariño. No lo podía creer posible, incluso con sus sueños de ser amado por él. Nunca pensó en que alguien fuera importante para él. Hasta que recordó ese día en la prisión de agua. XuanSu frente a su shizun, destrozada. El cultivador que fue su amo había desaparecido completamente, dejando solo esa espada destrozada ahí. Su shizun se burló de él después de eso, dijo cosas horribles y Luo Binghe le arrancó el brazo.
Yue Qingyuan había sido importante para su shizun. A pesar del trato distante que tenían ambos, Shen Qingqiu quería a Yue Qingyuan lo suficiente como para odiar a Luo Binghe por su muerte.
La vida se encargó de golpear a Luo Binghe, quitándole a sus padres biológicos, a su madre lavandera y posteriormente llevándolo a un lugar donde no sería querido por casi nadie. Shen Qingqiu fue la razón por la que odió QingJing y Yue Qingyuan, el permisivo líder de secta, el motivo por el cual odió CangQiong. Shen Qingqiu le quitó la esperanza y a cambio Luo Binghe lo dejó solo en este mundo, quitándole su hogar, quitándole a la única persona que quería y quitándole toda su reputación. Shen Qingqiu se quedó sin nada. Luo Binghe cobró con creces lo que le hizo.
Posiblemente cobró lo que sus víctimas no pudieron cobrarse. Binghe se vengó por todos ellos. Pero... ¿por qué nadie habló antes? Las mujeres del Pabellón Rojo Cálido seguían aceptando a Shen Qingqiu, Ning Yingying quería verlo a pesar de que su shizun la había visto de manera no fraternal, Qiu Haitang seguía con vida a pesar de que Shen Qingqiu era un cretino malagradecido con su familia. Si su shizun era una mierda, ¿por qué había personas que todavía lo apreciaban? ¿Por qué Yue Qingyuan arriesgó su vida por él? El líder de secta sabía que se acercaba a una trampa, ¿por qué siguió adelante en lugar de olvidarse de un hombre que solo lo despreció? Le dio la espalda a su secta solo por un cultivador que prefería tenerlo lejos. ¿Por qué?
¿Por qué Yue Qingyuan fue por Shen Qingqiu? ¿Por qué se preocupaba por él? Shen Qingqiu no merecía la preocupación de nadie, entonces, ¿por qué él lo quería a su lado? Si era una escoria, si era mejor que estuviera muerto, ¿por qué lo dejó ir y luego fue a buscarlo? ¿Por qué lo benefició mucho más que a cualquiera de sus otras esposas? ¿Por qué lo quería a su lado? ¿Qué ganaba con eso? ¿Qué estaba haciendo?
No, mejor dicho, ¿qué había estado haciendo todo este tiempo?
¿Qué es lo que buscas?
No lo sabía. Solo buscaba algo, algo que lo hiciera feliz, pero ni él mismo sabía qué era eso. Busco poder, mujeres y dinero. Lo tuvo todo pero seguía sin sentirse completo. ¿Era eso lo que buscaba?
¿Qué buscaba realmente?
¿Qué fue lo que hizo todos estos años?
Soltó a Shen Qingqiu, retrocediendo unos pasos para alejarse de él. Quiso decir algo, pero nada salió de sus labios. Solo un balbuceo sin sentido antes de darse media vuelta y marcharse de los aposentos del hombre que más había odiado.
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Su imperio siguió creciendo porque Shen Qingqiu siguió cumpliendo con el trato de ser su estratega. Los planes seguían siendo tan efectivos como siempre y Binghe veía en primera fila como la oposición caía ante su poder. Nuevos territorios con nuevos tesoros. Nuevos secretos guardados en los santuarios, bajo tierra o entre las paredes. Secretos que ahora solo eran propiedad del emperador.
Durante esos catorce meses, Luo Binghe apenas tuvo contacto con Shen Qingqiu. Solamente iba por los planes y se marchaba sin decir una sola palabra. Su antiguo shizun tampoco le decía nada, simplemente le daba el pergamino, Luo Binghe lo leía y luego se marchaba. Las cinco niñas incluso mantenían contacto limitado con él, posiblemente porque el humor de Luo Binghe no era el mejor en esos meses.
Las preguntas que surgieron en su mente tras el enfrentamiento que tuvo con Shen Qingqiu lo había dejado en un constante estado meditativo. La pregunta ¿qué es lo que buscas? se repetía una y otra vez en su cabeza. Se preguntaba una y otra vez, con la esperanza de que la respuesta cayera del cielo. Si le hubieran preguntado cuando era más joven qué quería, respondería quizás ser más fuerte. Pero ahora que era el más fuerte, se dio cuenta que eso no era lo que quería. ¿Alguien que lo amara? Tenía mujeres en su harén dispuestas a amarlo y darles sus cuerpos a él sin dudarlo. Tenía mujeres que peleaban por estar una noche con él, por complacerlo y darle todo lo que deseara. Pero aun así no era feliz. ¿Por qué no podía ser feliz teniendo poder, amor y dinero? Tenía una gran familia, hijos que querían hacerlo sentir orgulloso, que se esmeraban por mejorar cada día para ser notados por él. Entonces, si tenía mujeres e hijos que lo apreciaban, ¿por qué no era feliz?
Realmente, ¿qué buscaba? ¿Qué hizo todos estos años? Ni siquiera su venganza lo hizo sentir pleno. Las torturas solo fueron una felicidad efímera, y ni siquiera podía calificarlas como tal. Incluso las torturas fueron de cierta manera insatisfactorias. Nada podía satisfacerlo lo suficiente y eso le hizo cuestionarse el por qué.
Mientras estaba sentado en su estudio en el palacio, pensó en su madre lavandera. La mujer que lo adoptó, que le dio un hogar y amor. Esa mujer no había tenido mucho en su vida y a Luo Binghe le hubiera gustado tener más para dárselo. Ella le dio todo cuanto pudo hasta que al final murió. Si tan solo hubieran tenido un poco más de dinero, ella hubiera podido seguir con vida. Si tan solo hubiera tenido la oportunidad, ella hubiera salido adelante. Y quizás nunca hubiera conocido CangQiong ni se hubiera interesado en la cultivación. O quizás sí, pero teniendo una madre que esperaba por él, una madre que vería su progreso, posiblemente no hubiera caído en un espiral de locura ni hubiera asesinado a tantas personas.
Pero sin ella ahí, Luo Binghe se sentía solo. Esa mujer fue la única que lo amó y lo conoció, fue la única que lo quiso incondicionalmente. La única persona en la que pudo confiar. Algo que ya no podía hacer, ni siquiera con todas las personas que lo rodeaban. Mobei-jun solo era de confianza porque tenía principios y nunca faltaba a su palabra. Si fuera por el demonio de hielo, seguramente no lo hubiera ayudado nunca y lo hubiera pisoteado en cada oportunidad que pudiera. Sha Hualing solo lo quería por su poder y porque estando con él ella lo tendría también. Solo era interés. El mismo interés que vio en muchas de sus esposas. Todas cayendo enamoradas ante él por su poder, por las promesas que les hacía, por los beneficios de estar al lado del emperador. Todas le tenían un cierto aprecio y cariño, pero era algo limitado. Incluso Liu Mingyan no sería capaz de hacer nada por él si las cosas empeoraban. Ning Yingying era igual, si traicionó a un hombre que fue bueno con ella, entonces no dudaría de que pudiera traicionarlo a él.
Sabiendo todo esto, Luo Binghe se sintió más solo que nunca. No había nadie de confianza a su alrededor, alguien con quien ser él mismo y disfrutar de estar a su lado sin ninguna máscara de por medio. Nadie leal que lo quisiera incondicionalmente, de la misma manera que él estaba dispuesto a hacer. Nadie a quien aferrarse cuando su corazón doliera. Nadie que lo abrazara, sin querer cumplir un rol de por medio para ganar beneficios. Nadie desinteresado que viera al hombre detrás del emperador. No tenía a nadie.
Estaba solo.
Luo Binghe odiaba sentirse así.
Ya no quería estar solo. Ya no quería sentir que no tenía a nadie en quién confiar.
Él...
¿Qué es lo que buscas?
Él buscaba...buscaba...
Buscaba no sentirse solo, porque lo odiaba. Odiaba sentirse solo.
Y pensó que el poder, el dinero y las mujeres podrían ayudarlo. Con poder, la gente se acerca y busca protección. Con las palabras justas las mujeres caen enamoradas. Con el dinero uno conseguía ganar personas. Pero eso en realidad estaba tan vacío. Durante todo ese tiempo...no fue más que un niño perdido intentando buscar dónde encajar. Solo siendo más para conseguir no estar solo.
Pero incluso rodeado de tantas personas, humanos o demonios, se sentía increíblemente solo.
Si lo pensaba bien, cuando fue a QingJing, no solo buscó honrar la memoria de su madre, sino también buscar una familia. Hermanos con quienes sentirse unido. Un maestro en quien confiar y aprender.
Pero no lo halló y en su lugar se vengó de todos ellos.
No amaba a Shen Qingqiu, solo quería cumplir con su fantasía de niño, esa en donde su maestro lo reconocía y se enorgullecía de él. Solo quería tener lo que el otro Luo Binghe y el otro Shen Qingqiu tenían. Una relación así de íntima, una confianza de ese calibre.
Solo quería sostener la mano de alguien que sabía que no lo soltaría.
¿Qué es lo que buscas?
Buscaba conocer a alguien que lo eligiera, no por ser el emperador, no por su gran poder, sino por ser Luo Binghe. El tonto, inmaduro y sentimental Luo Binghe.
Solo quería a alguien así a su lado.
Miró los pergaminos frente a él. Papeles que solo requerían su sello. Los odiaba. Odiaba todo esto. Pero fue lo que consiguió, fue lo que buscó. Fueron sus propias acciones, impulsadas por un odio creciente y una ira incontrolable.
Cuando se vengó de Shen Qingqiu, solamente actuó sin pensar en lo que realmente quería. Solamente creyó que torturándolo calmaría a su bestia interior, esa que le pedía desmembrar al hombre que lo había humillado por años antes de lanzarlo al Abismo sin Fin, rompiendo sus esperanzas, destruyendo la confianza que intentó tener en él.
Una confianza que nunca fue correspondida y que, en su intento por conseguir lo que quería, la forzó en un hombre que solo lo despreciaba.
Si tan solo hubiera visto la verdad y no se hubiera ilusionado, no se hubiera decepcionado tanto y hubiera incluso hasta esperado que su shizun lo lanzara al Abismo al descubrir su herencia demoniaca.
Y ahora mismo, había estado buscando lo mismo, haciendo lo mismo. ¿Cómo Shen Qingqiu podría confiar en él luego de todo lo que le hizo?
Luo Binghe miró por la ventana. Ya era de noche, la luna estaba en lo más alto por lo que era demasiado tarde. Se levantó y dejando los pergaminos a medio leer, se encaminó a sus aposentos.
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Tardó alrededor de dos semanas en ir a ver a Shen Qingqiu para hablar con él. Todavía con su mente dando vueltas sobre lo que había descubierto. Su corazón, de alguna manera, se sentía más liviano, pero ahora que estaba con Shen Qingqiu frente a él, no podía sentirse del todo bien.
Lo que Shen Qingqiu le hizo fue cruel e injustificado. Pero Luo Binghe fue peor que él. No solo mató personas inocentes en su venganza contra CangQiong, sino que también usó todo tipo de personas para conseguir lo que quería. Y cuando lo hizo, cuando obtuvo lo que buscaba, terminó por asesinarlos o dejarlos olvidados en algún lado. Sus tantos hijos eran prueba de eso. Eran niños, como él lo fue alguna vez, que no tenían la culpa de que su madre le hubiera abierto las piernas a su padre solo para conseguir algo de él.
Viéndolo así, ambos eran iguales.
—Si hay una nueva guerra solo debes enviar la información como siempre y yo me encargaré de planear algo—dijo Shen Qingqiu, abriéndole la puerta, pero sin permitirle entrar.
—No, no es eso. Solo quería hablar contigo.
Shen Qingqiu se cruzó de brazos, como si evaluara darle permiso de entrar o no. Al final, suspiró y se hizo a un lado. Luo Binghe ingresó y esperó a que su antiguo shizun le diera permiso para sentarse. Como siempre, no le ofrecieron nada para tomar o beber, pero realmente no le importaba.
—Habla—los dedos de su shizun repiquetearon en la madera de la mesa.
—Yo...he estado pensando durante todo este tiempo luego de la pelea que tuvimos y he conseguido aclarar mi mente y corazón—sentado en su lugar, Luo Binghe ahuecó su puño y se inclinó hacia adelante—. Este emperador se disculpa por todo lo que le ha causado a su shizun. El dolor y la ira me cegaron y me llevaron a cometer actos atroces que incluyeron personas inocentes, cuando solo debió ser algo de nosotros dos. También quiero disculparme por haber asesinado a Yue Qingyuan. Si bien estaba enojado también con él por haber ignorado el trato que me dabas, la verdad fue que su asesinato fue cometido principalmente porque sabía que te afectaría de alguna manera. Lo siento, este emperador en verdad se disculpa por eso.
El repiqueteo siguió sonando en la mesa mientras Luo Binghe seguía inclinado hacia adelante. Contó cuarenta repiqueteos antes de volver a escuchar la voz de Shen Qingqiu.
—Aceptaré tus disculpas, pero no te perdono.
Sí, lo esperaba. Él tampoco lo haría, pero al menos era algo.
—Está bien—Luo Binghe asintió—, lo acepto. Y te pido disculpas si te hice sentir incómodo con todo esto. Yo...realmente solo buscaba forzar algo que no puede ser forzado. La confianza entre dos personas no es algo que nace de esta manera.
—Bien, lo bueno es que al menos lo aprendiste—Shen Qingqiu parecía más tranquilo, pero Luo Binghe notó el repiqueteo continuar.
Como si fuera un método infalible para sentirse tranquilo.
—Sí. Yo...tenía una propuesta para hacerle. Bueno, dos en realidad.
—Te escucho.
—La primera es simple, te busqué al principio no solo para ser mi estratega, sino porque te quería cerca. Realmente no sé si es lo que quieres o no. Así que si lo deseas, puedes dejar de ser mi estratega y regresar al Pabellón Rojo Cálido si te sientes más cómodo ahí.
Shen Qingqiu lo miró, enarcando una ceja.
—Realmente tu presencia me disgusta, pero es mejor estar aquí y usar mis habilidades para ser tu estratega que para limpiar el piso del Pabellón Rojo Cálido. Además, aquí ellas pueden ser algo más de lo que hubieran sido estando allá.
Entonces, las cinco niñas, como sospechó desde un inicio, eran hijas de las cortesanas del Pabellón Rojo Cálido.
—Bien, ya veo. Ahora la segunda propuesta: ¿podemos volver a empezar?—Shen Qingqiu iba a decir algo pero lo detuvo alzando la mano—No olvidaremos jamás lo que vivimos gracias al otro, pero podemos volver a empezar de cero. Sin celos, sin odio. Solo como dos personas que decidieron empezar a trabajar juntas. Como el emperador y su estratega, ya que quieres seguir con el puesto. Ya nos lastimamos lo suficiente como para seguir haciéndolo. Es hora de parar. ¿Qué dices?
Shen Qingqiu miró hacia un costado, contemplando su respuesta. Sus dedos comenzaban lentamente a dejar de repiquetear sobre la mesa. Miró a Luo Binghe entonces, su mirada menos despreciativa y más tranquila.
—Creo que es buena idea.
El emperador sonrió y se inclinó de nuevo frente a Shen Qingqiu.
—Luo Binghe, un placer.
Su antiguo shizun resopló, como si hubiera dicho una estupidez. Sin embargo, respondió.
—Shen Jiu.
Y Binghe sonrió.
Esta vez, ambos lo harían bien.
Y aquí estoy con mi primera historia Bingjiu. Sinceramente esta pareja me gustó más que la principal de SVSSS así que por eso estoy escribiendo historias de ellos. Estoy trabajando también en una historia más larga de ellos que espero traerles para agosto o septiembre de este año. Realmente quería escribir algo así de ellos, intentando mantener sus actitudes lo más fieles posibles a la historia y trabajando estos problemas de la manera más madura posible. Ambos son hombres adultos después de todo. En especial Shen Jiu, ese señor es mucho más grande que Luo.
Por cierto: Crédito de los dibujos de Luo y Shen usadas para la portada a k_Gh0st (en twitter). El banner fue creado por la misma persona de la portada, a un costado en chino están los mismos caracteres que al inicio de la historia.
Realmente espero que lo hayan disfrutado, muchas gracias si llegaron hasta aquí. Besos!
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