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8. Seamos por esta noche estrellas caídas.

Si entraste aquí primero, quiero que sepas que hay otro capitulo antes.


Ferrari.

La observe todo el día, es encantadora.

Su cabello cae como una cascada por su delicada espalda, su cuerpo se ciñe tan bien a ese vestido corto de color azul. Ese tono le queda mejor, que el verde esmeralda que uso en el desayuno.

Ezra es un idiota, desaprovechar una mujer así por estar atrás de Cloe. Aunque no lo culpo, embarazada sigue siendo igual de hermosa y sexy que siempre.

Pero Verena es arena de otro costal. Su elegancia, su fina figura, la forma en la que sonríe y camina es tan seductora, tan atractiva.

No veo la hora, de poder hacerla mía.

Verena.

— Buenos días jefecito — dije al entrar en la oficina de Ezra el viernes en la mañana.

Este me miro y me gruño.

Realmente me gruño, como si fuera un perro.

— Bueno, ya está — dije fuerte y alto. — Me canse de esta ley de hielo.

Después del desayuno en la casa de campo, Ezra cambio su actitud se puso frio y distante. Estaba como ido, estoy completamente segura de que fue culpa de la arpía.

— No sé de qué...

— Te callas — ordene, pues ambas manos arriba de su escritorio mirándolo desde arriba— Acepte que necesitabas tu espacio y te lo di. Pero no hice nada malo, y necesito saber que carajos te pasa.

— ¿Ahora insultas?

— Ezra, no desvíes el tema.

Él rueda los ojos. Deja lo que está haciendo y me mira.

Me cuenta todo lo que paso, como Cloe lo intercepto y como él se desmorono luego de decirle que la odia.

— La odio enserio Verena, odio el hombre en el que me convirtió.

Rodeo el escritorio y le extiendo mis brazos. Él me rodea la cintura con los brazos para abrazarme. Mientras acaricio su cabeza.

— Ella me hizo sentir como si mereciera eso. Como si fuera mi culpa que ella me hubiera engañado, como si lo que paso fue consecuencia de mi forma de ser — dijo abatido.

— No Ezra, no creas eso. No es verdad.

— ¿Cómo estas tan segura de esto? Si a penas me conoces.

— Una vez leí una frase, en un libro muy viejo que decía. "Todos aceptamos el amor que creemos merecer", muchas veces el concepto que tenemos de amor esta derivado de cómo nos hicieron sentir las personas que forman parte de nuestra vida — el levanta la cabeza para mirarme —, y el hombre que llevo al mariposario. No merece que lo amen a medias, que lo engañen y mucho menos que lo hagan sentir que no vale.

Acaricio su mejilla, mi corazón da un vuelco cuando él me besa la mano. Desde esta posición se veía tan vulnerable, tan roto y me lastimaba el corazón verlo así.

— ¿Enserio crees eso de mí?

— No soy de gastar mis palabras en vano — comento con burla.

El entierra su cabeza en mi torso, abrazándome mas fuerte.

— No sé cómo lo haces, pero logras que ese dolor constante en mi pecho, disminuya.

Sus palabras calaron en lo más profundo de mi pequeño corazón.

— Para eso estoy jefecito — dije con media sonrisa.

El hace un movimiento rápido, haciendo que termine sentada en sus piernas. Doy gracias que a que hoy me puse un pantalón y no falda.

— Mucho mejor, yo soy el alto — dice.

Ambos nos quedamos mirándonos, tiene unos ojos verdes tan lindos pero al mismo tiempo tan tristes.

— Jefecito debería volver al trabajo, no se olvide que hoy tiene junta a las nueve.

— Ogggg — se queja. Esconde su cabeza en mi cuello, haciéndome brincar cuando siento su aliento cálido en una zona sensible.

— Me haces cosquillas — digo cuando siento sus labios en mi cuello. Lo siento sonreír.

Pero cuando vuelvo a sentir sus labios, me levanto de golpe.

— Te estaba consolando — lo reprendo.

— Lo sé, solo que hueles muy rico. ¿Qué perfume usas?

— Ninguno, es mi olor natural — comento.

Ezra suelta una risita cínica.

— No me sorprende — comenta, haciéndome sonrojar de nuevo.

Maldita sea, mejor cambio de tema.

— Esta noche vamos a hacer algo. — Dije — No te veo nada bien, no me gusta verte así de triste.

Ezra me mira preocupado, yo solo sonrió de oreja a oreja.

Estoy decidida a ayudarlo a salir de esa profunda tristeza que tiene encima. Y espero que eso me ayudo a salir a mí de mi depresión.

Siempre es más fácil a ayudar a los demás, y no a uno mismo.

***

Esta vez soy yo, quien pasa a buscar a Ezra a su casa. Me había vestido para la ocasión, contra todo pronóstico me puse un jeans celestes, unas zapatillas blancas lisas que compre y nunca use, y una remera blanca que dejaba al descubierto mi obligo. Como el otoño está a la vuelta de la esquina, me traje una campera de cuero.

Le mando un mensaje a Ezra para que venga a la entrada. Ya que me da pereza ir hasta la entrada.

Unos minutos después, un sexy hombre pelirrojo de metro noventa hace acto de presencia. Tiene puesto unos jeans negros le hacen unas piernas de infarto, y una remera gris básica. Pero que en él se veía tan bien. La remera le quedaba perfecta en el cuerpo, marcando sus abdominales.

— Ya deja de babear Williams — comenta con burla.

Pongo mi mejor cara de asco.

— Mejor cierra el pico y sube al auto, Ferrari — dije en el mismo tono burlón.

Me miro con sorpresa, pero subió al auto.

— Tendría que despedirte por insultar a tu jefe.

— Ahora no eres mi jefe, eres un amigo al que le rompieron el...

— ¿Culo? — pregunto el riéndose, haciéndome reír.

— Iba a decir corazón, pero si es eso otro... Y la verdad, no sé cómo podría ayudarte — hable entre risas.

— Esta bien, ¿Qué tienes planeado?

— Algo común — digo sin más.

— Acaso mi corazón roto ¿Merece algo común? — cuestiona indignado.

Ruedo los ojos, antes de estacionar el auto en nuestra primer parada. Un restaurante que por fuera no se ve ni lujoso, ni mucho menos que haya pasado la prueba de salubridad. Pero tiene las mejores hamburguesas del mundo.

— Tú corazón merece un hamburguesa grasosa y nada, pero nada nutritiva ni saludable.

A Ezra se le ilumina el rostro, como si fuera un niño.

— Bueno vamos, vamos. Quiero comer — anuncia bajándose del auto.

Lo sigo hacia la entrada del local, al entrar el olor a comida, grasa y papas se impregno en mi nariz.

Eso hizo que mi estómago rugiera, tenía mucha hambre. Nos sentamos en una mesa apartada de la ventana.

— ¿Cómo sabes que las hamburguesas son buenas?

Le regalo una sonrisa, mientras me siento.

— Un día salía de la facultad, estaba lloviendo mucho y mi auto se frenó justo ahí — señalo tras la puerta hacia la calle —, entonces entre porque mi celular se me había apagado. O sea me salió todo mal ese día — suelto una risa.

— No me imagino a doña perfecta, sin batería y mojada en este lugar — se burla.

— Ni yo, en ese momento me quería morir — comente con dramatismo, haciendo reír a Ezra —.Pero bueno llegue a este lugar y el dueño no me quería prestar su teléfono, sino consumía algo así que pedí...

— La triple Burger con queso, beicon y cebolla caramelizada — una voz masculina me interrumpió.

Ambos giramos la cabeza hacia el costado, encontrándonos con un adulto mayor, medio regordete con cachetes grandes y una bella sonrisa. Es Luis, el chef y dueño del restaurante.

— Luis — me levante de mi asiento, para darle un fuerte abrazo.

— Pequeña Vere — me saluda con ternura, devolviéndome el abrazo —. Tanto tiempo.

— Lo siento, el trabajo me tiene ocupada— digo una vez que nos separamos.

Eso hace que Ezra haga un ruido con la garganta. Luis y yo, nos giramos para verlo.

— Mis modales — digo con algo de torpeza —, Luis te presento a Ezra mi...

— Soy su novio, un gusto señor Luis — se levanta y le extiende la mano.

Luis se vuelve a mirarme sorprendido. Yo quería morirme, como se le ocurre decir eso así y sin previo aviso. Yo iba a decir amigo, no novio.

Ya que Luis conoce a Jeremías, y hasta hace una semana atrás él era mi novio.

Luis le estrecha la mano a Ezra, con un entusiasmo que nunca antes vi.

— Un gusto joven Ezra, pero dígame Luis — comenta feliz.

— Esta bien, Luis.

—Por fin Vere — comenta mirando me — Dejaste a ese inútil de Jeremías, ese chico no me gustaba. Tiene cara de tonto y de no merecer a una niña tan buena como vos.

Acaricia mi cabeza haciendo me reír. Y al mismo tiempo estrujando mi corazón. Pero no estoy para sentir pena por mí misma, no es el momento.

— Bueno, es una historia larga...

— Ya me la contaras, ahora tienes que comer con este jovencito — nos señala la mesa Luis— ¡Patricio! Has la hamburguesa de Vere — grita hacia la cocina, veo a Patricio agitar su brazo —¿Para usted joven Ezra?

— Para mí lo mismo que ella, veremos si su gusto culinario es bueno — comenta con una sonrisa.

Yo estaba totalmente sonrojada, y abochornada. Es decir no esperaba presentar a Ezra como mi novio, este lugar es como un santuario de comida.

— Listo, ¡Patricio dos órdenes! — vocifero Luis— Un gusto conocerte, ya vendré a charlar con ustedes. Y por favor, obliga a esta niña a venir más seguido. Estas muy delgada Vere, espero que estés comiendo bien.

— Claro que como bien — me defiendo.

— Pues no parece, te vi hace dos semanas.... — justo se escuchó un estruendo en la cocina. Lo que hizo que Luis dejara de hablar y se fuera hacia la misma.

— ¿Así que traías a tu ex aquí? — pregunta Ezra.

— Un par de veces — digo sin mucho ánimos —, a él no le gustaba este lugar. Prefería otros sitios un poco más lujosos.

— Con razón a Luis no le cae bien.

— Puede ser una de las razones — comento sin ganas de hablar del tema —. Esta es nuestra primera parada.

— ¿A si? ¿Qué seguirá después?

— Es sorpresa — comento divertida.

— Me asustas, primero apareces con jeans, luego me traes aquí...Sospechoso...

— Si vos lo decís, aparte yo no soy el que anda diciéndole a todos que somos pareja.

— Pero es que lo somos — responde con naturalidad.

— En un contrato...

— Ya lo sé, pero es válido para todo el año, 24 horas al día, siete días a la semana — dice con sorna.

Le tiro con una servilleta en la cara, haciéndolo reír en el proceso. Que hombre tan insoportable.

Apoyo mi cara en mi mano mirando el lugar, es bueno estar aquí tengo muchos momentos felices en este lugar. Espero que le sirva a Ezra.

— Su comida — dice Luis. Trayendo dos hamburguesas XXL, con papas y gaseosas.

— Esto se ve deliciosos — comenta Ezra.

— Sabe aún mejor — le aseguro — Muchas gracias Luis.

— De nada pequeña.

— Muchas gracias — agradece Ezra.

— Que lo disfruten.

Nos deja la comida y se retira. Me quedo viendo a Ezra que mira la hamburguesa. Yo agarro una servilleta y me la acomodo en el cuello para no manchar mi remera.

— Mira has esto — le digo, haciendo que me mire. — Te pones la servilleta de babero, y sin miedo a ensuciarte agarras la hamburguesa — la tomo en mis manos, embarrando mis dedos en la grasa y el queso — y la muerdes.

Le doy un bocado. ¡Santo Cielo! No sé si es que enserio tenía hambre, o que hace mucho tiempo que no venía. Pero esta hamburguesa me sabía cómo la mismísima gloria.

Qué bien que sabe, me enamore de esta comida de nuevo.

— Me debería sentir ofendido, porque conmigo no hiciste esos sonidos tan placenteros — comento Ezra.

Levanto mis ojos, y lo veo observándome con curiosidad y una sonrisa perversa en su rostro. Trago en seco.

— Oh cállate — me quejo limpiando mi boca con una servilleta.

— Bueno, bueno — agarra su hamburguesa tal y como le explique se la llevo a la boca.

Sus ojos se abrieron de la sorpresa mientras comía, dando bocado tras bocado. Sin terminar de tragar.

— Te dije que son buenísimas.

El asintió, sin dejar de comer. Lo cual me causo mucha gracia.

Ambos comimos a gusto, nuestras hamburguesas y papas. Hacíamos pausas ocasionales para alabar lo rico que estaban.

Terminamos ambos con el estómago lleno, la boca manchada de mayonesa y con sonrisas en nuestro rostro.

Luego de obligarlo a no pagar la cena, porque yo lo había invitado. Lo lleve a la siguiente parada.

***

— ¿Una biblioteca de noche? — pregunta Ezra.

— No es cualquier biblioteca, es la biblioteca más grande de la ciudad. Y da la casualidad que hoy es la noche de los libros.

Él me miro sorprendido, como si no pudiera creer que enserio lo traje acá.

— ¿Noche de los libros?

— Hace años se hace, es una fiesta para nerds amantes de los libros. Vengo todos los años desde que vivo acá, siempre vine sola. Es mágico — digo con ilusión.

— ¿Te gusta leer?

Me giro para mirar a Ezra con una sonrisa.

— Claro que me gusta leer, es más así aprendí español.

— Wow, no puedo creerlo ¿Qué géneros lees?

— Principalmente misterio y policiales, pero me gusta leer de todo. Romance, fantasía, ciencia ficción. Todos menos terror.

— ¡No puede ser! ¡Mi novia falsa es una lectora! — Exclama Ezra — con razón sos tan buena inventando historias o diciendo frases ingeniosas.

Le regalo una sonrisa.

— Un don y una maldición.

Ambos soltamos una carcajada. Ezra pasa su brazo por mis hombros pegándome a su cuerpo.

— ¿Entramos doña libros?

Ruedo los ojos ante su apodo.

— Entremos.

La biblioteca se veía impresionante, el sueño de cualquier lector. Cuatro pisos repletos de libros, dicen que alberga hasta cincuenta mil libros de todo el mundo y de varios idiomas.

— Wow —decimos al mismo tiempo.

El lugar estaba repleto de luces doradas, que ambientaban el lugar. Velas colocadas en zonas estratégicas para que nadie las tirara.

Había grupos leyendo libros, otros estando solos. Había puesto de bebidas calientes y frías.

— ¿Quieres recorrer el lugar? — pregunto mirándolo. Ezra estaba asombrado.

— Claro que sí, no soy fanático de la lectura. Pero que belleza que esto.

— Lo sé, me llena el alma venir a este lugar.

Comenzamos a caminar, recorriendo varios estantes de libros.

— ¿A qué te refieres cuando dices que te llena el alma?

— Cuando sentía que el mundo me comía viva, o cuando pensaba que mi alma pesaba más que mi propio cuerpo. Venía a este lugar, me sentaba en cualquier esquina a leer un libro y luego lo compraba si estaba a la venta.

No mire a Ezra cuando le abrí una parte de mi corazón, ya que no quiero que vea lo vulnerable que puedo llegar a ser. Tomo un libro cualquiera, y lo comienzo a ojear.

— Eso es muy triste y a la vez muy resilente — comenta Ezra, tomando el libro de mis manos. Obligándome a verlo — ¿Siempre sos tu propia terapeuta?

Le doy una media sonrisa.

— Si, muchas veces tuve que darme yo misma las palmaditas en el pecho y seguir — digo con un nudo en la garganta —, pero eso me hace la mejor para ayudar a los demás. ¿Lo estoy haciendo bien contigo o no?

Ezra se me acerca, quedamos frente a frente. Sus ojos verdes me analizan con cuidado, una de sus manos acaricia mi mejilla con delicadeza. Mi corazón da un vuelco en pecho ante esta simple caricia.

— Cuidas a todos ¿Pero quién te cuida a ti?

Esa pregunta me rompe por dentro. Como si fuera un martillo que destruyo ese muro, que fabrique para mis sentimientos.

— No necesito que nadie cuide de mi — le aseguro — aparte, si me doy el lujo de sentirme mal. No tendría a nadie para cuidarme.

Eso sonó patético y me arrepentí al instante en el que lo dije.

Pero no pude analizarlo, ya que Ezra me rodeo con sus brazos para abrazarme con fuerza. Contra su pecho, podía sentir el latir de su corazón.

— No estás sola, o ya no más. Me tienes a mí, eres mi amiga y para eso estoy — murmura en mi oído.

Me acomodo para poder mirarlo a la cara, mientras lo veo.

— ¿Eres mi amigo?

— Somos amigos Verena — afirma — Los amigos hacen tratos locos, los amigos están el uno para el otro cada vez que lo necesitan.

Suelto una risa entre lágrimas, haciendo que Ezra me estreche más en sus brazos. Me sentía tan cómoda entre ellos, algo que me asustaba y me emocionaba al mismo tiempo.

— Entonces lo de ser jefe y secretaria...

— Es un plus extra. Pero nosotros somos más que eso.

— ¿Lo dices enserio? — pregunte sorprendida.

— Si doña libros — beso mi frente con dulzura —, nadie nunca se preocupó tanto por mí. Gracias por cuidarme mientras sano mi corazón, déjame ayudarte a sanar el tuyo.

Las malditas lágrimas traicioneras delataron mi inestabilidad emocional. Ezra no sabía cuánto significaban esas palabras para mí.

Desde que me entere del engaño de Jeremías y Marie, sentí que había perdido a las únicas personas en la que podía confiar. Las únicas personas que me iban a querer o aceptar.

Y ahora tenía a mi jefe, a mi novio falso a... Ezra, mi amigo, diciéndome que me iba a cuidar. Cuidar a alguien que nunca se sintió así.

— Gracias — murmure con el corazón en la mano, lo abrace con fuerza. Escondiendo mi cabeza en su pecho.

— No tenés porque agradecerme, es hora de que también te dejes cuidar.

Pasemos por la biblioteca durante horas, leyendo libros en francés e inglés. Tratando de traducir un poema húngaro, pero al final ni siquiera el traductor pudo descifrarlo.

Tomamos un café, mientras escuchamos a un grupo de poetas.

Y hablamos demasiado, Ezra me conto muchas cosas de su infancia como se divertía con Luca y Dafne. Como sus papas siempre fueron la pareja feliz, que le brindaron mucho amor de niño y durante toda su vida.

Yo le cuento sobre mi hermano, como él era mi mejor amigo en la vida. Pero luego las obligaciones lo hicieron cambiar, para volverse un tipo tan frio y metódico como mi padre.

Al final de la noche, cuando deje a Ezra en su casa. Sentía que ambos habíamos cruzado una línea que no sabíamos que existía, éramos más cercanos y de algún modo más íntimos.

Un amigo, en eso se había transformado. Y la verdad estaba contenta, por tener a alguien con quien contar.


Espero que les haya gustado los dos capítulos.

Ame escribirlos y  la verdad, amo la relación de Ezra y Vere.

¿Que opinan ustedes? Opiniones de este capitulo?

Y lo mas importante ¿Que Ferrari miro a Verena?

Todo eso y mucho mas en el siguien cap, solo tienen que comentar. Besistos los amo mucho, mucho.

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