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3. Querida yo, la próxima no tomes tanto.



Verena.

Mi cuerpo se sentía pesado y caliente. Intente abrir los ojos, pero me pesaban tanto que no pude.

Intente ponerme boca abajo, para dormir más cómoda. Pero no podía sentía algo en mi estómago que me aplastaba.

Con los ojos cerrados trato de quitarlo, pero primero toco algo peludo. Media dormida toco hacia abajo y siento algo duro pero blando... Sigo moviendo mi mano y toco de nuevo algo parecido al pelo y luego algo redondo.

— ¡Auch! — se queja alguien.

¿Alguien? Si duermo sola.

Esta vez sí abro mis ojos y miro hacia abajo, lo que estaba tocando era la cabeza pelirroja de mi jefe. Quien estaba igual de desnudo que yo, y este tenía su cabeza sobre mi vientre.

¡Oh mierda! Esto no era parte del trato.

¿Qué hice? ¿Me va a despedir? Aunque lo veo muy cómodo durmiendo.

— Desde acá escucho como trabajan los engranajes en tu cabeza, señorita Williams — la voz ronca de Ezra me pone la piel de gallina.

¿Señorita Williams? Me vio hasta el alma, si mi memoria no me falla. Literalmente me toco y beso cada parte de mi cuerpo. Y me llama por mi apellido.

— Es que esto no era parte del trato, señor Ferrari.

— No, no lo era — se incorporó para mirarme. Yo me levante sobre mis brazos para mirarlo fijamente.

Sus ojazos verdes brillaban, se veía tan guapo y relajado.

— Pero paso ¿Me va a despedir?

Mi jefe soltó una carcajada, lo mire levantando una ceja.

— ¿Qué es tan gracioso? — espete molesta.

— Que sos la primer mujer en mi cama, que se preocupa por algo que no sea su cabello o que le de dinero para un uber a penas se despierta. — se burla.

Lo miro con cara de pocos amigos.

— No sé qué me sorprende más, si tú falta de caballerosidad al no dejar a tu cita en su casa luego del acto. O que te creas tan importante, como para que me interese verme bien para ti.

Frunce los labios, lleva una mano a su pecho. Fingiendo que esta lastimado.

— Me heriste el corazón, podría despedirte por eso — dijo tocando con su dedo entre medio de mis pechos, en ese momento me di cuenta de que a estaba desnuda. Con los pechos al aire.

—No me toques pervertido, ya tuviste mucho de eso anoche — me quejo quitándomelo de encima. — No me puedes despedir, soy la única secretaria que aguanta tus horarios cero flexibles.

Ruedo los ojos, intento hacerme un rodete con mi pelo, pero lo tengo tan lacio que es imposible.

Miro hacia todos lados, veo la remera que usaba anoche. Una de Ezra, ya que no iba a hacer karaoke con un vestido de fiesta. La tomo y me la pongo, cubriendo mí desnudes.

— Me siento ofendido, me haces sonar como un tirano — se queja riendo.

Me vuelvo acostar riéndome, con un brazo tapo mis ojos.

— No eres un tirano, aunque avecés me gustaría llegar antes de las diez de la noche a mi casa.

— Lo tendré en cuenta.

Quito el brazo de mis ojos, para mirarlo. Sigue en la misma posición que antes, si me inclino un poco más puedo ver su culo desnudo.

— Creo que encontramos la fórmula para tener sexo casual y que después no sea extraño— comento, haciendo que Ezra me mire extrañado —, nos vimos llorando como tontos. Creo que superamos alguna barrera psicológica o algo así.

— Tiene sentido — comenta — ¿No va a ser raro?

— No lo creo, fue solo un trato para la boda y la foto. Esto fue un efecto secundario de dos personas con el corazón roto.


Ezra.

Un efecto secundario de dos personas con el corazón roto. Tenía sentido, ambos estábamos ebrios y llorando por alguien más. Era inevitable que pasara.

Pero mi mayor preocupación ahora, es que no tengamos ningún problema en lo laboral. Ya que Verena es buena en su trabajo.

— Esta bien, no tengo idea de donde sacaría otra secretaria inglesa — comento divertido.

Ella ruedo los ojos y tiene el descaro de ponerlos en blanco.

— Que gracioso.

Sí que me lleve una sorpresa con ella. La verdad nunca fue sarcástica en el trabajo, ni mucho menos era de responder con tanta soltura y prepotencia.

Parecía siempre tan aburrida, tan estirada con su camisa perfectamente planchada. Su cabello perfectamente peinado y su maquillaje sutil. Aunque fuera mi secretaria si la había observado, pero nunca la había visto realmente.

Seguramente pasamos alguna extraña línea de confianza, que no está delimitada en ningún lado. Pero tenerla desnuda en mi cama, con su cabello castaño dorado esparcido por todos lados y sin maquillaje, es algo que nunca espere vivir.

Sin dudas no con Verena, mi secretaria. Pero aquí estamos.

— ¿Por qué me mira tanto? ¿Se me salió otra pestaña? — lleva una de sus manos a su rostro.

— No — me acomode mejor en la cama —, es que de nuevo te pido perdón por haberte llamado estirada y snob.

— ¡Vaya! Una noche de sexo y ya soy divertida — comenta con sarcasmo.

— Verena. Tu sarcasmo es molesto — miento ocultando una risa.

— Deja de mentir, si te encanta.

Al decir eso último Verena queda roja como tomate.

— ¿Acaso me coqueteas Williams?

— Nunca — responde de inmediato.

Se levanta de la cama, mi remera apenas cubre su trasero desnudo. No pierdo tiempo y miro sus largas piernas, es sin dudas una mujer con muchos encantos.

—Yo creo...

— Yo creo que ambos bebimos demasiado — me interrumpe —, y creo que mañana trabajamos y ambos debemos descansar.

Es verdad no descanse nada anoche, no solo por la borrachera. Sino por la intensa sesión de sexo que compartí con ella. Aunque podría ser mejor...

¿Qué mierda estoy pensando? Ella es mi secretaria.

Y esto solo fue un trato de un día.

— Puedes ducharte si lo deseas, le diré a Lionel que te compre algo de ropa — digo saliendo de la cama desnudo.

Busque mi celular, el cual estaba tirado en el suelo debajo de mi pantalón.

— No hace falta... ¡Ay cúbrete! — chillo ella.

Me di vuelta para mirarla, tenía una de sus manos tapado sus ojos.

— Ya me viste desnudo — me quejo, pero voy hasta el armario en busca de una bata.

— Pero solo una vez, no tengo que verlo siempre — comenta.

¿Por qué no? Me pregunte, aunque no lo dije en voz alta.

— Ya me vestí — dije —, como te decía. Ya le encargue a Lionel algo de ropa, no quiero que te vayas con el vestido puesto.

Ella se me queda viendo, veo que intenta contenerse.

— ¿Qué pasa? — cuestiono entrecerrando los ojos.

— Tienes puesta una bata de dormir, pareces un el señor play boy — se burla.

Miro mi bata de terciopelo azul, es cómoda y perfecta para estas ocasiones.

— Seguro que en Inglaterra no saben de moda — hago el ataque infantil, más tonto del mundo.

— Para tu información si las usan, los viejos.

— ¡Yo no soy viejo! — dije a la defensiva.

— La bata dice lo contrario — comenta.

— No sabes nada Williams.

— Quizás, pero esas canas gritan lo contrario.

De inmediato voy hacia el espejo, a mirarme la cabeza. No tenía ninguna cana.

La miro con cara de pocos amigos. Mientras ella no dejaba de reírse a carcajadas.

— A penas cumplí 27 años — me defiendo —, no soy tan viejo.

— Ya lo sé, pero me gusta molestarte — dice la muy descarada.

Luego se da vuelta y se mete al baño ignorando lo que estaba por decirle, escucho la regadera segundos después de que entro.

Me quede quieto por varios minutos sin creer lo que había pasado.

Verena seria, amargada y estirada Williams. Me jugo una broma de mal gusto y encima tiene el descaro de dejarme hablando solo.

Sin dudas, la juzgue muy mal.

***

Una vez que recibí la confirmación de que Verena había llegado sana y salva a su casa.

Me retire a mi habitación. La cual había sido limpiada y ordenada.

No podía creer que me hubiera acostado con Verena, pensé que las cosas se pondrían algo incomodas. Pero ambos hablamos y logramos dejar todo claro, fue algo de una sola vez y no va a volver a pasar.

Me tire sobre la cama recién hecha, y cerré los ojos.

Al hacerlo, la imagen de Cloe aparece en mi cabeza. Su cabello oscuro, sus ojos grises tan claros y únicos. Ella es única, me hacía sentir como el hombre más feliz de la tierra.

Una punzada de dolor cruza mi pecho, me duele demasiado lo que me hizo.

Mi mente viaja a la boda, como me paralice por completo en cuanto la vi. Si no hubiera tenido a Verena a mi lado, seguramente seguiría allí sentado sin saber cómo moverme o como hablar.

Así de mal me ponía ella, así de mal me sentía cada vez que recordaba su engaño.

Quizás la hubiera perdonado, sino fuera porque estaba embarazada y de él, de mi primo.

Aprieto los puños con fuerza, como quisiera reventarle la cara a ese hijo de puta. Se metió con mi novia, Cloe fue mi novia por casi siete años, no era una aventura pasajera.

Todavía recuerdo lo que me dijo cuándo la encontré con mi primo. Ambos en mi cama...

Llegue temprano del trabajo, Cloe me dijo que estaría en la peluquería.

Hoy es nuestro aniversario, el número 7. Aunque las cosas estuvieron algo tensas estas últimas semanas, la sorpresa que voy a prepararle seguramente va a compensar las peleas que tuvimos.

En mi mano izquierda tenía la bolsa de la joyería, en donde tenía el anillo de compromiso que mande hacer especialmente para ella.

Y en la mano izquierda tenía todo preparado, para decorar nuestra habitación con globos y velas. Lo había visto en internet, y aunque no soy un artista. Espero y confió en que todo salga bien.

Cuando doblo hacia mi habitación, logro escuchar voces. Me quedo quieto, ya que Cloe dijo que estaría en la peluquería y no hay nadie en casa hoy. Ni siquiera el personal de la casa.

— ¿Quieres decir que es mi hijo? — pregunte un hombre, quien parecía ser mi primo Misael.

— Si amor, es tuyo. Tengo dos semanas, las cuales coinciden con el fin de semana que pasamos en barbados — la voz era de ella, de mi Cloe.

Sentía como el corazón se rompía en pedazos, sentía un ruido sordo en mis oídos.

Quizás estoy escuchando mal, quizás no quiso decir eso.

— ¿Cómo sé que no es de Ezra?

— Porque él siempre usa preservativo, es demasiado serio con eso — se burla. Me acerco a la puerta, la cual está entre abierta, puedo verla.

Esta desnuda, sentada a horcajadas sobre mi primo, quien seguramente está desnudo como ella.

— Entonces amorcito, tendemos un hijo — comenta el imbécil.

— Claro que si amor, un pequeño bebé de ambos — chilla feliz.

Cloe me rompió el corazón, uno que estaba lleno de amor por ella. Que latía por ella.

Podrían haberme apuñalado y no dolería tanto. Como me duele lo que ella está diciendo, como lo besa y lo abraza en mi cama. Nuestra cama, en nuestra casa... y va a tener un bebé con él.

Deje caer las bolsas, ambas quemaban mis manos. El ruido hizo que ambos giraran.

— Primito — saludo Misael. Quien se levantó desnudo, sostenía a Cloe contra su cuerpo, ella se cubría con una manta.

Esperaba ver arrepentimiento y dolor en la mirada de la mujer que amo, pero no.

Tenía una pequeña sonrisa, y sus ojos solo mostraban sorpresa por verme.

— Cloe — murmure intentando que ella dijera algo.

Que me pidiera perdón, que me dijera que no es lo que parece.

Que se mostrara arrepentida,

— No sé cuánto escuchaste Ezra, pero estoy embarazada y es de Misael — hablo sin ningún tipo de pudor o remordimiento, fue dura y cruel.

No podía hablar, no sabía cómo responderle. ¿Cómo le respondía a eso?

— Felicidades primito, serás tío — la satisfacción en la voz de Misael, me lleno de cólera e ira.

— Púdrete, hijo de puta — grite — ¡Váyanse los dos ahora mismo de mi casa! — exclame furioso.

— No me grites — pidió Cloe —, empacare mis cosas y me iré.

Eso me dolió, y golpeo en partes iguales. No sabía cómo decirle, que se largara.

Quería gritarle e insultarlos a ambos. Ellos estaban tan tranquilos, y a mí se me había desmoronado el mundo.

No podía verlos, pegue media vuelta mientras llamaba a Lionel y le pedía que escoltara Cloe y a Misael afuera con los guardias.

No espere que me confirmara su respuesta, me fui inmediatamente de la casa, estaba colérico, triste y destrozado. No sabía cómo canalizar todo lo que estaba sintiendo, así que decidí irme e ignorar lo que sentía.

No pude evitar que las lágrimas cayeran por mis mejillas. No pude evitar sentirme de nuevo mal y roto.

Sabía que el dolor desaparecería con el tiempo, pero fueron casi tres meses y el dolor sigue ahí. Latente, mi corazón sigue roto y tengo un nudo en el alma que no me deja seguir.

Quiero ahogarme en llanto, hasta que la pena y el dolor desaparezcan.

Quiero entender la razón de su engaño.

¿No fui suficiente? ¿Qué hice mal? ¿Por qué nunca me pidió perdón? ¿Acaso nunca le importe?

Son preguntas que no me dejan dormir por las noches. No importa cuanto lo intente, ella sigue estando en mi cabeza. Atormentándome y lastimándome aun cuando no estamos juntos.


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