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21. ¿Qué carajos sabes del amor?

21. ¿Qué carajos sabes del amor?


Ezra.

Luca caminaba de una punta de la habitación a la otra. Sus nervios estaban por acabar con los míos.

— ¿Podrías sentarte? — pregunte exasperado. — Me tienes cansado Luca.

— Perdón hermanito, pero por si no te diste cuenta. Estoy a minutos de decirle a mi hermana que debe ir a rehabilitación. Además de decirle que su marido no va a estar aquí, porque la abandonó — comenta con cinismo.

Pongo los ojos en blanco. Me tiene cansado su mal humor.

— Lo sé, estoy viviendo la misma situación que vos. — lo miro con seriedad. — Estamos igual hermano, así que cambia ese mal humor.

— ¿Verena ya se fue? — pregunta de pronto. Sé que es un inútil intento de cambio de tema.

— Si, le dije que se fuera. Porque no sabía cómo iba a reaccionar Dafne si la veía.

— En eso tienes razón. Ayer la ataco sin motivo alguno.

Asentí estando de acuerdo. La puerta se abrió de golpe.

Dafne entro a la habitación, sujetando la mano de nuestra madre, seguida por nuestro padre. Mamá tiene los ojos rojos e hinchados, por llorar. Dafne parecía una muerta viviente pálida y ojerosa. Papá se veía igual que siempre, cara seria sin ningún atisbo de emoción. Cuando era niño solía pensar que era un robot, de lo inexpresivo que era.

— ¿Esto es alguna clase de intervención? — pregunta ella mirándonos confundida.

— Puedes verlo de esa forma. — le responde Luca, mirándola con cautela.

Ella bufo molesta, soltó la mano de nuestra madre. Para caminar hacia donde yo me encontraba, tomo asiento en un sofá individual a mi izquierda.

Papá y mamá hicieron lo mismo en un sus respectivos lugares. El único que continuaba parado era Luca, que no dejaba de morderse la uña del dedo gordo.

Dafne paseo su mirada por la sala, entrecerrando los ojos. Como si buscara algo o mejor dicho a alguien. Me tense, pensando que iba a preguntar por su marido.

— ¿La princesita se fue?

No era la pregunta que esperaba.

— Verena, se fue hace un rato. — dije restándole importancia. No quería la usara para zafarse de la conversación.

— Bien, porque ella no es nada mío. Y no quiero que este molestándome, encima tiene cara de que me va a juzgar. No la quiero cerca — expresa irritada.

La miro pasmado, pero no digo nada. No es una batalla que quiera luchar, hay cosas más importantes.

— Bien, no estamos acá para hablar de ella. — habla con seriedad mi padre. — Dafne, tenemos que hablar de lo que estás haciendo.

Ella levanto las cejas sorprendida, apretando los labios con fuerza. Estaba enojada, creo que estaba a segundos de comenzar a gritarnos y tirarnos con lo primero que se le cruzara.

— Entonces critico a la noviecita de turno de mi hermano. Y ahora me acusas de drogarme — dice Dafne totalmente indignada.

— Nadie te acuso de nada — dijo Luca. Camino hasta ella, se arrodillo para quedar a su altura. — Vos misma lo dijiste. ¿No será eso una señal de que está pasando algo?

Mi hermano intentaba usar un tono de voz tranquilo, como si estuviera hablándole a un niño. Calculo que es para no alterarla. Pero eso tuvo un efecto contrario.

— ¿Señal de que está pasando algo? ¿Quién te crees? — pregunto molesta. — ¿Un puto psicólogo?

— No, soy tu hermano. El cual está muy preocupado.

— Y estas defendiendo a esa chica tonta, y llamando drogadicta con problemas mentales. A tu hermanita.

— ¡Pero nadie te llamo así! — vocifere enojado.

Inmediatamente a Dafne, se le llenaron los ojos de lágrimas. Comenzó a llorar a los gritos, eso me hizo ganarme las miradas furiosas de todos en la habitación.

Capaz debería haber sido, un poco más sensible. Pero detesto la etapa, en la cual se hace la artista,

— Hija, lo que tus hermanos quieren decir. Es que estamos aquí para ti, para ayudarte en lo que necesites... Solo tenés que aceptar nuestra ayuda.

— ¿Ayuda? — chillo. — Yo no necesito ayuda.

Se levantó del sofá, con claras intenciones de irse y no escuchar una palabra más. Pero Luca fue más rápido, la tomo del brazo y la sentó de nuevo.

Ella comenzó a llorar de nuevo.

— No, Dafne. De acá no te vas, hasta que aceptes que tienes un problema. — demando con autoridad. — Volviste a consumir, todo lo vimos. Y sabes cuál es la única solución.

— Pero no quiero, no quiero internarme. Ese lugar no me gusta, no quiero. Yo lo puedo dejar — dijo desesperada. Nos miró a todos. — Lo dejo, listo. Nunca más vuelvo a probar nada, pero no me internen. Por favor no.

— Es que lo que pasa, es que no te creemos. — la frialdad con la que hablo mi padre. Me obligo a girarme para mirarlo. No demostraba ningún sentimiento en sus facciones, pero quiero creer que en el fondo está destruido como todos nosotros.

Me duele verla así, desesperada, errática y negada a la realidad. Me hace recordar a la primera vez que estuvimos así.

— ¡Papi! Soy tu niña, me tienes que creer — balbuceo llorando.

— Dejaste de ser una niña, cuando comenzaste a meterte esa mierda en el cuerpo.

Ella se llevó las manos a la boca totalmente sorprendida e indignada.

— Tienes que internarte hija. Es por tu bien, aunque sea unos meses. — intercedió mamá, quien estaba a punto de largarse a llorar.

— No, a mi esposo no le va a gustar la idea. Él me apoya — al decir eso, algo en su cabeza debió hacer clic. Porque frunció su entrecejo. — ¿Dónde está Esteban?

Todos nos quedamos callados. La tensión en el ambiente podría cortarse con un cuchillo.

Compartí una mirada con Luca, habíamos quedado en que yo hablaría con ella sobre este tema. Pero esperaba tener más tiempo para decirle.

— ¿En dónde está mi esposo? ¡Lo dejaron fuera de esto! — chillo furiosa mientras seguía llorando. — Claro, lo dejaron afuera. Así ustedes decidían por él, y me alejaban del amor de mi vida. ¡Infelices! — grito enojada, secándose las lágrimas con el dorso de su manga.

— Nadie dijo eso. Por el amor de Dios, Dafne — exclamó mamá dolida. — Nosotros te amamos mucho. Si Esteban no está aquí, es por algo.

Ella nos miró a todos furiosa. Nunca vi a alguien cambiar tan rápido de estado de ánimo, hace un segundo estaba llorando y ahora parece una asesina enserie.

— ¿Por qué no está mi esposo aquí? — volvió a preguntar.

Trague en seco, decidido a decirle.

— Mira Dafne, — comencé diciendo. Mire sus ojos verdes brillosos por las lágrimas. No quiero pensar en lo devastada que va a quedar cuando se entere. No puedo hacerle eso. — Esteban dijo que si no aceptabas ir a rehabilitación. No te volvería a ver, porque le dolía pensar que te lastimaras de esa forma. — mentí con toda la libertad del mundo. — No puede verte en este estado. Porque lo de ayer lo lastimo muchísimo, y por eso no está aquí.

Luca me miro furioso, por la mentira. Pero es la única alternativa que tenía. Si le decía la verdad ella quizás entraba en otra crisis más agresiva y algo mucho peor.

— Si quieres ver a tu esposo de nuevo, debes elegir. Si ir rehabilitación o no. — intente hacerle creer que podía decidir. No aceptaría ir si la obligamos, ella debe querer ir sí o sí.

Dafne se quedó pensando unos cuantos minutos. Ojala que esté pensando en lo que dije, y que se lo haya creído.

Sé que estoy haciendo algo mal. Porque mentir en este caso, no es lo mejor. Pero si ayuda, entonces no me importa. Tener que ir y obligar a Estefan que la vea una vez al mes, aunque sea. Con tal de que ella no se drogue, lo que sea, hare lo que este en mis manos para que no se termine destruyendo.

Es más fácil sanar una adición, que un corazón roto. Nos encargaremos de eso después.

— Entonces iré, solo quiero que mi esposo este conmigo. Si eso es lo que quiere, iré a rehabilitación.

En la habitación se escuchó un suspiro colectivo.

— Entonces ve a darte un baño, después del almuerzo. Tu madre y yo, te llevaremos — hablo papá, esta vez usando un todo de voz más suave de lo normal.

Dafne asintió, pero no se levantó.

— Este bien, solo quiero que me vaya a visitar. Por favor, díganle eso.

Intente que mi cara no dijera nada, pero en el fondo me destrozo ver lo dependiente que era ella de él.

***

— ¿No se te ocurrió decirle algo mejor? Algo que pudiéramos cumplir — me grito Luca.

Seguía mirando por la ventana, como el auto de mis padres se alejaba por el camino. Dafne estaba rumbo a rehabilitación, un problema menos. Quedan cien más.

— ¿Qué le hubieras dicho? ¿Qué el amor de su vida la dejo porque es complicada? ¿Qué él dijo no y se fue? ¿Qué la dejo como si no le importara? — sentía el corazón la boca. — No lo creo Luca, no sabes lo que es que el amor de tu vida. Te patee una vez que estas en el suelo.

— Podrías decirle eso mismo, solo que con otras palabras. No era tan difícil. —insinuó de manera brusca.

Lo cual me molesto muchísimo.

— ¿Es que acaso no lo entiendes? — pregunto irritado. — No sabes el dolor que le hubiera causado, se hubiera ido a refugiar de nuevo a las drogas. Pero claro vos, no lo vas a entender. Siempre fuiste un lobo solitario.

Mi sarcasmo y hostilidad, quizás no fueron la mejor forma de hablarle. Pero no me importa, estoy enojado con este imbécil.

Luca se me acerco, todo en el emanaba enojo e indignación. Sus ojos verdes me miraron sin emoción alguna.

— Prefiero ser un lobo solitario. A un inútil dependiente del amor de alguien más.

— ¿Hablar por mí? — ataque.

— Dafne y vos, son el claro ejemplo de lo que hacen las relaciones toxicas. — escupe con furia. — O ¿Te recuerdo quien tiene un contrato con su secretaria para no sentirse solo y abandonado?

Abrí y cerré la boca pasmado. Me quede helado, como si me hubieran tirado un baldazo de agua fría.

¿Qué dijo?

— ¿Cómo sabes eso? — pregunto en un susurro, cuando pude hallar mi voz.

— De la pobre secretaria, a la cual arrastras con tus miserias.

No, no, no. Verena no me pudo traicionar de esa forma, es nuestro contrato.

Nuestro trato, algo que firmamos ambos.

"Somos un equipo" Escucho sus palabras en mi cabeza.

¡Qué equipo de mierda que somos!

— ¡No hables de algo que no tienes idea! — le reclamo. — No te metas en mis asuntos Luca.

— ¿Cómo quieres que no lo haga? Si cuando no estoy encima de ti, estás haciendo una pelotudeces e involucras a personas que no tienen nada que ver.

— No puedes criticarme, si nunca pasaste por lo mismo. — Digo con brusquedad. — ¿Crees que es fácil para mí? Si pudiera, yo mismo me sacaría a Cloe del corazón y dejaría de sufrir. Si yo pudiera, haría que Dafne fuera a rehabilitación por ella misma, y no por un imbécil que la abandono. — lo señaló con el dedo. — Pero vos no lo entenderías. ¿Qué carajos vas a saber del amor? — apretó su pecho con mi dedo. Lo mire fijamente a los ojos.

— ¿Qué no te entiendo? ¿Quien estuvo para ti cuando te dejaron? ¿Quién carajos se encargó de que su hermana de 18 años no muriera de una sobredosis? Te recuerdo que perdí, un año de la universidad por quedarme al cuidado de ella — grito. — ¡Mucho cuidado con lo que me reclamas!

Sus reclamos tenían sentido, todo el sentido del mundo. Pero yo estaba dolido, enojado y furioso con esta situación.

— ¿Te crees mejor que nosotros por saber manejar tus emociones? Porque si nos ayudaste, pero me estas sacando en cara que somos dependientes. Que no hacemos las cosas mal. ¿Sabes lo que creo?

— No, ilumíname con tu sabiduría hermanito.

— Que eres un resentido de la vida. Que te diste aire de hermanos mayor y salvador, y nunca pudiste vivir tu vida. Y como nos ves a nosotros amar y hacer lo que queremos. — tome aire, antes de seguir hablando. — No entiendes lo que sentimos. Porque nunca amaste a nadie y nadie te amo. Pero espero que llegue el día, en el que te enamores y sufras, a si vas a entender lo que se siente.

Luca lejos de parecer abrumado o triste. Se acercó a mí, no vi enojo o furia en su mirada. Solo... lastima y decepción.

— ¡Vos sos un imbécil! — exclama. — Si amar para vos estar hecho mierda por alguien. Entonces vos y yo, tenemos una definición muy diferente del amor. Y no creas que me heriste hermanito, me das lastima. Lástima de que creas que lo que tuviste con Cloe es amor, lastima de que pienses que lo que le dijiste a Dafne fue la mejor decisión. Pero bueno, ¿Qué voy a saber yo no?

Al decir eso, se alejó de mí. Dejándome solo.

No puedo creer las cosas que me dijo.

¿Tenerme lastima? Es un pobre idiota, que la única lástima que conoce, es la que se tiene a sí mismo. Por nunca haber tenido algo parecido.

Mi celular suena en mi bolsillo. Un mensaje de Verena, no le pienso responder. Estoy enojado con ella. Nunca me había enojado con ella antes, pero ahora no puedo siquiera mirarla.

¿Por qué le dijo a Luca sobre nuestro trato? ¿Por qué carajo hablo de algo privado?

¿A eso le llama equipo?

No pienso hablar con ella. Ignoro mi celular, es más lo apago.

No quiero saber nada de nadie.


Verena.

La semana se pasó volando. Me pasaba la mañana y algunas tardes en el trabajo. Pero el resto del tiempo me la pasaba con mi abuela, que hermosa era la vida con ella. Merendar, cocinar, compartir tiempo de calidad, con ella me hacía feliz.

Podría decir que ella este conmigo me alegraba el alma.

Pero algo me tenía intranquila, y eso era la actitud de Ezra conmigo. Desde lo que sucedió con su hermana, él se distancio. Comenzó respondiéndome los mensajes tarde o ni siquiera responderlos.

Intente preguntarle cómo había salido todo con Dafne, que había sucedido si pudieron hacer que entrara en razón y fuera a rehabilitación. Pero no me dijo nada, salía con algún pendiente del trabajo o que tradujera algún documento o alguna otra cosa. No hablamos si no era algo laboral.

Pensé que era normal, los primeros dos días. Pero lleva una semana comportándose así, ni siquiera quiso verme en la hora del almuerzo o después del trabajo.

Sinceramente no estoy entendiendo nada.

Saludo a la recepcionista una vez, que entro al edificio. Entro al ascensor, espero que hoy Ezra cambie su actitud hacia mí. O me veré obligada a confrontarlo.

Llego a mi piso, saludo al vicedirector Lee y a su secretaria, como hago todos los días. Hasta que llego a mi escritorio. Dejo mis cosas acomodadas, y paso a la oficina de Ezra para saludarlo.

— Hola, buenos días — salude animada. Quizás un saludo cordial y alegre, disminuya la tensión.

— Hola Verena, tengo acá unos papeles...

Al parecer no ayudo en nada. Estaba igual de frio, estúpido y lejano, como toda la semana. Eso me pone de mal humor.

— ¿Se puede saber que te está pasando? — pregunto enojada.

— ¿Disculpa? A mí no me pasa nada, lo mejor es que hagas lo que te pido.

Su forma de hablarme tan indiferente, me dolió. Parece que fuéramos dos desconocidos.

Entre a su oficina furiosa, agarre los documentos de los que me hablo. Me quede unos segundos mirándolo enojada, esperando que diga algo más.

— ¿Qué?

— ¿No te pasa nada?

— No, Verena.

— ¿Entonces porque actúas así?

— ¿Así como? — Pregunto sínico, — ¿Cómo si estuviera herido porque le dijiste sobre nuestro trato a mi hermano? ¿Por qué si fuera eso? Tendría todo el derecho a estar molesto con vos.

Abrí la boca sorprendida. Mi corazón comenzó a martillar en mi pecho, comencé a sentir las manos sudorosas.

No esperaba esa respuesta. Mucho menos que Ezra, se enterara de que hable con Luca sobre nuestro trato.

— Yo...

— ¿Ahora te quedas callada no?

— Ezra, no fue eso lo que paso...

— ¿No? Yo creo que sí. Le dijiste a mi hermano, lo patético que soy y como doy lastima, haciendo que mi secretaria se haga pasar por mi novia. — Dijo enojado, nunca lo vi tan enojado y dolido. — Pero te olvidaste decirle, que sos igual de patética que yo. Que aceptaste el trato, por andar desesperada por no parecer la cornuda del año.

Todas y cada una de sus palabras, fueron como un puñal para mi corazón. Cada una de las palabras que dijo me lastimo completamente.

No sé, si es qué me permití ser vulnerable con él o que mi cuerpo, ya no soporta reprimirse más. Pero me largue a llorar, siento las lágrimas recorrer mis mejillas, la respiración agitada.

— Eres un imbécil y un idiota. — solloce.

Me di media vuelta y me fui, no podía dejar que me viera lo afectada que estaba. Como me estaba partiendo el alma lo que me dijo.

Patética ¿Eso cree que soy? Quizás si lo soy, quizás toda esta mierda de trato. Es solo un bajo intento por ignorar la realidad.

Deje las cosas en mi escritorio, para ir al baño. Es el único lugar en donde puedo llorar en paz.

¡Qué idiota que soy! Porque le dije a Luca sobre el trato. Si hubiera sabido mantener la boca cerrada, esto no hubiera pasado.

No entiendo, en que momento pase a ser "lo más importante" a la "patética con la que hizo un trato". Pero eso me duele, y me duele muchísimo. Pensar en que yo, estaba por decirle lo que sentía y que ahora, me diga estas mierdas.

No merezco esto, no merezco pasar por estas estupideces. No de nuevo.

Apoye ambas manos en el lavatorio, intento tranquilizarme. Pero no podía, me dolía muchísimo el pecho. Siento tanta angustia.

¿Él no me quiere escuchar? Bueno que no lo haga, que no me escuché.

Podríamos solucionar esto, pero prefiere decirme cosas sin siquiera hablarlo. Problema suyo, yo no voy a seguir llorando por él.

Me seco las lágrimas, lavo mi cara, y me retoco un poco el maquillaje que se me corrió. Sigo teniendo los ojos rojos, pero la verdad no me importa.

Vuelvo a hacer mi trabajo. Teniendo la mínima interacción Ezra, como podía mandarle las cosas por correo electrónico, ni siquiera tenía que verle su estúpida cara.

Si el quería jugar al ofendido y enojado. Yo podía jugar mejor, y ser la ganadora. Porque no iba a dar el brazo a torcer, no iba dejar que esto me afectara demasiado.

Cuando fue mi hora de salida. Me acerque a su puerta dudando, si entrar o no. Pero al final lo hice.

Ezra.

Me comporte como un idiota, debería disculparme. Pero ella me dejo vulnerable y expuesto frente a Luca.

Era nuestro trato, algo únicamente de los dos. Quizás si se lo conté a Ciro, pero yo decidí hacerlo. Ella no debió abrir la boca con Luca.

Además ¿Desde cuándo son tan cercanos? ¿Cuándo le dijo? Si nunca están juntos ¿O se ven a solas?

La idea de ella y mi hermano, hablando de mí como si fuera un imbécil que necesita atención. Me pone enfermo.

Escucho que golpean la puerta.

— Pase — dije sin interés. Sé que es Verena, miro la hora, ya debería irse a casa.


Verena.

Toque dos veces, cuando escuche su usual "pase" entre. Sin siquiera mirarlo, haciéndome la importante mirando el celular.

— Me voy, nos vemos el lunes.

No espere su respuesta y me fui, tampoco me siguió. Eso me hirió un poquito más.

Ezra.

Me molesto muchísimo que ni siquiera me mirara. O al menos esperar a que le correspondiera el saludo.

Me levante de mi asiento con toda la intención de ir a reclamarle. Pero cuando llegue a la puerta, no pude abrirla.

¿Por qué tenía que ser yo quien la busque? Ella mando al carajo todo.

***

Verena.

Lo único bueno de llegar mi casa, es que estaría mi abuela y el pobre George, que nos aguanta. Eso sin dudas me va a ayudar a levantar el ánimo. Es lo que necesito para estar mejor.

— Hola abuela y George, ya llegue ¿Quieres comer comida italiana? — grite, mientras dejaba las llaves en su lugar. Me quite las sandalias con las manos, para quedar descalza flexione mis dedos para estirarlos.

Camine hasta llegar a la sala, en donde seguramente esta. Me sorprende que este en silencio, usualmente escucha alguna novela a todo volumen. Mientras juaga al scrabble con George.

Algo en mi interior se agito. Como si fuera una señal de que algo malo va a pasar, seguro es el malestar que me dejo la pelea con Ezra.

— ¿Abuela? — grite mirando hacia todos lados. ¿Habrá salido?

— ¿Esa es la forma en la que te diriges a la Duquesa?

Me gire en redondo hacia el sonido de esa voz. Que tanto conocía, que tanto me había lastimado y que lamentablemente había extrañado.

— ¿Papá? — pregunte sorprendida.

Mire al hombre que estaba frente a mí. Cabello oscuro con algunas canas, ojos fríos y castaños, mirada fría y calculadora.

— Te hice una pregunta. Pero viendo como estas vestidas, y como hablas. Me doy cuenta de que perdiste todos tus modales, y el decoro. — inquirió con hastío.

— No es verdad — miro hacia todos lados. No hay nadie, salgo del comedor para ir en busca de mi abuela. — ¡Abuela! — grite mientras tiraba al suelo, mis zapatos y el bolso.

El corazón me latía a toda velocidad, mi cabeza intenta pensar pero estaba bloqueada. Sentía muchas cosas al mismo tiempo, y ninguna era buena.

— ¡Abuela! — volví a gritar.

Busque por todos lados, no estaba ni mi habitación. Ni en la suya, no había rastro de ella o de George.

— ¿Dónde está mi abuela?

— La duquesa, se encuentra con tu hermano y su mayordomo rumbo al aeropuerto. — me informa, luego me analiza. — Verena, siempre fuiste un terrible desastre. Pero traer a tu abuela, a este lugar de quinta.... Es excesivo.

— Imbécil — lo insulte en español.

— No entiendo lo que dijiste. Pero por tu bien, espero que no sea algo malo — se acercó a mí con un aire intimidante, haciéndome retroceder dos pasos.

— ¿Por qué te llevaste a mi abuela? Ya sé que fueron ustedes, los que hicieron que ella me dejara de hablar. Le mintieron, le hicieron creer que yo la deje de lado. — reclamo indignada, estaba cansada de que siempre hiciera lo que quisiera.

— ¿No es eso lo que hiciste acaso? — pregunto distante. — Nos hiciste quedar como mentiroso y deshonesto, ante la familia real. No solamente rechazaste al príncipe, sino que te quedaste con un muerto de hambre.

— Eso no excusa para que mintieras —lo acuso. — Y si quedaron como mentirosos, es porque lo son. Ustedes y todas sus mierdas petulantes, me tienen....

No pude seguir hablando, porque mi cara ardió. Sentí un latigazo de dolor por toda mi mandíbula.

Me había pegado una cachetada, sentía como latía mi lado izquierdo.

— ¡No me levantes la voz niña! — vocifero. — No eres más que una desgracia para la familia. Un solo deber tenías, ser una esposa, hermosa, perfecta y obediente. Pero lo único que sos es una bestia común y corriente.

— ¡Te odio! — esta vez sí lo dije en inglés.

— Deja tu sentimentalismo de lado Verena. ¿De qué te sirve ahora? — camino por mi lado. — Veo que algo hiciste bien, si tienes a ese petrolero detrás de ti. Quizás si logras casarte, pueda aceptarte como mi hija de nuevo.

— No quiero ser tu hija si la condición para que me ames, es casarme con cualquiera.

— No con cualquiera, con alguien con poder. Es lo que necesitamos Verena, alguien con poder. Pero veo que los sentimientos y tu mente débil de mujer, no son capaces de entenderlo.

Me estaba sintiendo sin aire, con un dolor terrible en el pecho. Como si estuviera a punto de tener un paro cardiaco o estuviera en una pesadilla.

¿Acaso esto es una pesadilla? Porque no puede ser cierto lo que me está diciendo.

— Así que espero que te cases, sino olvídate que soy tu padre.

No sé si fue un rejunte de todo lo que vengo soportando. O que lo que dijo es la gota que colmó el vaso, o que quizás estoy harta y siento que todo me vale mierda.

Pero exploto.

— ¿Olvidarme que sos mi padre? — pregunto furiosa y con una risa histérica. — Me olvide de eso, la primera vez que me abandonaste. Cuando me gritaste que era una fulana y que no era tu hija. Ya hace mucho que deje de ser tu hija...

—No me levantes la voz.

— ¡YO LEVANTO LA VOZ TODO LO QUE QUIERA! — grite, haciendo que el retroceda. — Porque esta es mi casa, una casa que yo misma pague. Una casa a la cual le faltaste el respeto, al entrar y llevarte a mi abuela. Así que acá, no me vas a venir a decir lo que debo o no debo hacer. — me acerque a él, juntando valor a partir de toda la furia y dolor que tengo dentro del corazón. — Te vas de mi casa, y de mi vida. ¿No era tu hija antes de tener un novio con plata? Bueno, sigo sin ser tu hija, puedes ahogarte en todo tu dinero. Pero ahora no te quiero ver.

Se quedó pasmado, mirándome con una expresión que la verdad no puedo identificar. Pero me sentí orgullosa de verlo retroceder.

— Vete de mi casa, ¡Vete! No te quiero volver a ver, acá no sos un Lord. Solo sos un pobre diablo que vive de chuparle el culo a cualquiera que te pueda dar algo.

Mis palabras lo enfurecieron, por un momento pensé que me iba a volver a pegar. Pero se detuvo a último momento. Solo me miro de arriba abajo, con desdén y odio.

— Desde hoy en adelante, te olvidas de que tienes un padre, una madre y un hermano. Quedas desheredada de la familia y te olvidad de volver a hablar con tu abuela.

— Ustedes pueden irse bien a la mierda, pero con mi abuela no te metas.

— Puedes apostar, que no veras a la duquesa en mucho tiempo.

— ¡No puedes hacer eso!

— Ya lo hice.

Lo vi alejarse, escuche la puerta cerrarse de un golpe.

Pero la verdad no me importo, no me importaba nada. Ya no podía más.

Estoy cansada, estoy agotada de toda esta mierda, este sufrimiento.

Todos me dejan, estoy de nuevo sola.

No me había dado cuenta que seguía llorando, hasta que sentí la cabeza pesada y me dolían las piernas.

Me había sentado en el suelo, no sé en qué momento, pero no me importo. Me quede ahí tirada.

De pronto todo lo que tenía, todo lo bueno que había conseguido estos últimos meses, se esfumo.

¿Si quizás no merezco nada bueno en la vida?


Que mal que están las cosas. ¿Quien escribió esto? (ah fui yo).

un beso, ya saben si quieren otro más comenten y voten. besitos.

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