13. parte dos.
***
— Los integrantes del grupo PNA están en la sala de juntas — informa Verena.
Levanto mi vista de mi computadora. No puedo evitar mirarla de arriba abajo, usa un pantalón sastrero de color azul oscuro, que hace maravillas por sus piernas. Un suéter color blanco que dejaba al descubierto sus hombros. Su cabello castaño caía como una casada por su espalda, totalmente liso e inmaculado.
— Vamos entonces — me levante del escritorio, acercándome a ella.
— Aquí está tu Tablet, con los puntos que me pediste — me explica ella. Pero no la escucho, me quedo viendo cómo se mueven sus labios, pintados en un tono mate... me pregunto si serán como el labial del otro día, ese que por más que la bese y la bese. No se borra ni se traspasa — ¿Me estas escuchando Ezra?
— Claro que si, Reni — miento.
— Me estas mintiendo — me reprende.
La tomo por la cintura y beso sus labios, con un pico.
— Jamás.
— Bueno, espero que sea así. Sino no te ayudare si te pierdes en la reunión — me amenaza.
— Claro que lo harás, es tu trabajo.
— Y el tuyo es escucharme.
— No creo que funcione así.
— Lastima, no me importa lo que opines — se encoje de hombros de manera desinteresada.
Que ardiente que es, cuando actúa así.
Con mis manos aun en su cintura, intento volver a besarla. Pero ella me puso dos dedos en los labios.
— Jefecito, no sea atrevido en el trabajo — al decir eso, marco mucho su acento inglés. — Compórtese.
Se aleja, y me mira haciéndome un gesto para que la siga. No me queda otra opción que hacerle caso.
Aunque yo soy el jefe, pero bueno. Un jefe no es nadie, sin su eficiente secretaria.
Al entrar a la sala de juntas, ambos saludamos y nos presentamos con el director del proyecto y su asistente. Es un proyecto grande, ya que es una compañía dueña de varias marcas de autos caros e importados.
La reunión dio inicio, con una explicación larga y extenuante. Miro a Verena quien estaba prestando atención y tomando notas, mientras yo miraba sin mucho ánimo mi Tablet y al presentador. Un hombre de unos cuarenta años, quien hablaba y hablaba.
La verdad es que mi cabeza no estaba en su lugar, toda mi atención esta fija en ella.
Ella estaba sentada a mi lado, como en todas las reuniones. Volví mi vista hacia la presentación, pero esta vez una de mis manos bajo con cuidado hasta la pierna de Verena.
La sentí saltar en su asiento pero se acomodó como si no hubiera pasado nada. Acercándose más a la mesa, dejando mi mano más al norte.
Acaricie su pierna de arriba abajo, ella no me miro ni una sola vez. Pero sabía que me quería gritar me, eso lo hizo aún más divertido.
Subí mi mano hacia arriba, rozando esa zona que ya conozco de memoria. La cual besé tantas veces.
Ella apretó las piernas de golpe, la vi bajar su mano para luego pellizcar la muñeca. Me dolió, pero no hice ningún gesto.
Volví mi vista, hacia el presentador que estaba hablando sobre unos números de ganancia.
Puse mi palma entre medio de sus muslos, y con mi pulgar presione en su intimidad. La sentí tensarse y apretar a un más las piernas. Haciendo que mi palma se presione de lleno, en su intimidad. Comencé a hacer pequeños círculos, presionando en ese lugar lleno de nervios.
— ¿Qué le parece señor Ferrari? — preguntó el presentador, creo que se llamaba Alejandro.
Comencé a darle mi opinión, revisando en mi Tablet la lista de cosas que sí o sí debería tener y las que no quiero para nada. Mientras con mi otra mano, hacía círculos sobre la intimidad ahora húmeda de Verena.
— Eso puede negociarse — dice Alejandro — ¿Le parece 35% más sobre las acciones?
Eso me dejaría en un 68% de ganancias para mí. Un diez por ciento más de lo que esperaba conseguir, aunque en el negocio saliera ganando. Lo que conseguí ahora, me dejaría muy por encima de lo esperado.
— Me parece un trato justo — comente sin mucho ánimo. Mire a Verena, quien estaba sonrojada y totalmente seria —, la señorita Williams se encargara de hacer el contrato nuevo. ¿No es así?
Mis dedos seguían frotándose contra su intimidad, podía sentir la humedad traspasando el pantalón, ella me fulmino con la mirada.
— Si... — titubeo.
— ¿Se encuentra bien señorita? — preguntó Alejandro. — Esta roja.
Ella me miro sin expresión alguna, soy hombre muerto. Luego se volvió hacia Alejandro.
— Si, es que la calefacción está demasiado alta — se levantó de su silla con rapidez — Voy a preparar el contrato y ahora vuelvo.
— Puedes ir — dije con total seriedad.
Ella me fulmino con la mirada, y salió sin decir nada.
A los pocos minutos regresó, con ambos contratos y luego de que el asistente de Alejandro lo leyera. Firmamos y la reunión fue larga y aburrida. Había llegado a su final.
Estreche la mano con ambos. Mientras Alejandro me hablaba de algo que no me interesaba, podría ver como su asistente, a quien no tome en cuenta para nada, habla con Verena. Y ella se reía de algo que él dijo.
— Bueno, me despido. Nos veremos pronto — habla Alejandro.
—Claro, un gusto. Seguramente seguiremos en contacto.
Me acerco a la parejita feliz, en el momento justo para escuchar la barbaridad que salía de la boca de ese joven.
— Si no tienes planes, podríamos salir este fin de semana.
Si como no. Bajo mi cadáver.
— La verdad...
— La señorita Williams, es mi novia — hable con frialdad, pasando mi mano por la cintura de ella — así que ella no estará disponible este fin de semana, y ningún otro fin de semana.
Estaba por agregar durante toda la vida. Pero recordé que nuestro trato solo es de un año, así que me quede callado.
— Disculpa a mi novio — la forma en la Verena dijo <<Novio>> me dio la impresión de que me iba a matar en cuanto estuviéramos solos — Oliver, es que no tiene muy buenos modales.
Mire a Verena con cara de pocos amigos, entrecerrando los ojos. Ella me ignoró.
— Creo que se malinterpretó lo que dije — habló el tal Oliverto, — no quiero invitar a Verena a salir. Sin ofender querida, no eres mi tipo.
Ahora me había ofendido.
¿Cómo no le iba a interesar Verena? ¿Acaso está ciego?
— No me ofende, creo que Aldo no estaría muy contento si fuera tu tipo — comenta en forma de broma Verena.
¿Aldo? No entiendo nada.
— Claro que no, pero él no es un novio celoso.
— Esperen un momento — digo atrayendo la atención de ambos — ¿Se conocen ustedes dos?
— Claro que sí — el chico se rascó la cabeza —. Cursamos en la misma facultad, fuimos compañeros con Verena.
Así que su compañero... que tiene un novio llamado Aldo... Puede ser... pero desconfió...
— Si, me alegra ver que entraste a la empresa que querías — dice ella con total sinceridad. No me gustó como sonrió, así que de forma disimulada pase mi brazo por su cintura pegándose a mí.
Oliverto nos miró con diversión.
— Yo veo al fin dejaste de salir con ese idiota — comenta Oliver...— Soy sincero realmente me sorprendí, es que fuiste tendencia como dos semanas en las redes.
Vi como Verena se puso roja como un tomate.
— No me hagas acordar de eso — dice avergonzada.
— Esta bien — respondió — ¿Quieres ir a tomar algo este fin de semana?
— No puede — me apresuro a decir, antes que ella —. Tenemos un viaje programado por semana santa, así que no estaremos este fin de semana — dijo con lastima —. Es una pena...
— Yo... — Verena me miró con confusión.
— No importa, no tiene por qué ser ahora mismo — dice con una sonrisa —. Ten te doy mi tarjeta, allí está mi número. Llámame y así quedamos, me sigo juntando con algunos chicos de la facultad de vez en cuando. Así que eres bienvenida cuando quieras.
— Gracias — ella aceptó la tarjeta que el tal Oliver le daba —, te llamaré.
— Dale, de una. —miro a la puerta se dio cuenta que su jefe no estaba, — me tengo que ir. Un gusto volver a verte y espero la llamada.
— El gusto es mío y da por seguro que voy a llamarte.
Él se despide de mí antes de marcharse.
Si vete, lejos y no vuelvas pendejo.
— ¿Qué mierda fue todo eso? — Pregunto colérica, una vez que nos quedamos solos — Primero me manoseas, — me señala con su dedo — luego te pones en modo celoso y lunático — se acerca a mí haciéndome retroceder contra la pared — y por último inventas un viaje de la nada.
Estaba pegado contra la pared, Verena me miraba con furia en esos hermosos ojos. Y me señalaba acusadoramente con ese dedo aterrador.
— No me señales Reni — me quejo. Ella me golpea con el dedo la frente — ¡Auch!
— No seas un idiota — vocifera.
— ¿Te incomodo el que te tocara? — Pregunte preocupado. Ya qué lo que menos quería, era que ella se sintiera incómoda por mi culpa. Debí haberlo pensado mejor..
Ella se lo pensó un segundo antes de responder.
— No, no me molesto — luego me volvió a mirar enojada —. Ese es el problema, no me molesto que me tocaras en una maldita reunión.
Una sonrisa sinvergüenza apareció en mis labios. La tomé por la cintura, de forma brusca la puse contra la pared. Puse una de mis piernas entre medio de las suyas, y con la otra mano levante su mentón.
— Entonces ¿Cuál es el maldito problema? — pregunte acercándome más a ella, mi pierna término aprisionada entremedio de sus piernas.
— El maldito problema — dijo con los ojos encendidos por el enojo, y por el deseo —, es que quería que no hubiera ningún pedazo de tela de por medio. Que solo fueran tus dedos lo que se frotaban allí....
Un calor intenso me recorrió el cuerpo al escucharla hablar, ella me deseaba. Me desea del mismo modo desenfrenado en el que yo lo hago.
Pensé que me había vuelto loco, Verena se había vuelto una adicción para mí. Me alegraba saber que era mutuo.
— Tus deseos son órdenes, Reni.
La tome con ambas manos por las caderas, levantándome por unos segundos para llevarla hasta la mesa. La recosté con cuidado, para luego comenzar a desabrocharle el cinturón. Luego baje el cierre para quitarle el pantalón. Dejándola con una finísima ropa interior color negra.
Vague con mis manos por sus piernas desnudas, desde el tobillo hasta la parte interior del muslo.
—Ezra... — balbuceo, cuando con mi dedo pulgar presione en su intimidad húmeda.
— ¿Quieres que te folle con los dedos? — pregunte, mientras me deleitaba con la vista. Ella con la cabeza hacia atrás, el pecho subiendo y bajando con rapidez, sus piernas infinitas.
Preciosa.
— Si... si.
Me incline sobre la mesa, quedando a centímetros de su abdomen. Con la ayuda de mi mano levante su suéter, dejando a la vista su vientre.
Deposite un beso a la altura de su obligo. La sentí suspirar mientras apretaba mi hombro con su mano.
Con mi lengua dibuje un camino imaginario hasta la tira finísima de su tanga, mientras que con el pulgar hacia círculos perezosos en ese nudo de nervios.
— Ezra... voy a matarte si no me tocas ahora — gimió.
— Te dije que me pone muchísimo, cuando te enojas conmigo— dije levantando mi cabeza, para mirarla a los ojos.
Sus ojos estaban completamente negros, sus pupilas se habían dilatado por completo. Sus mejillas estaban rosadas y su labio hinchado por habérselo mordido. Es la viva imagen del deseo y la lujuria. No mentía cuando decía que Verena es capaz de consumirte.
Sin más preámbulos, le baje la tanga hasta los talones, para luego quitársela y tirarla hacia algún lugar. Dejándola totalmente expuesta para mí, y solo para mí.
Metí la cabeza entre sus piernas, besando, chupando cada centímetro de ella. Saboreando su sabor, mientras introducía dos dedos en un ritmo y velocidad constante.
Ella apretó sus piernas a mi alrededor, una de sus manos se perdió en mi cabello presionando mi cabeza contra su centro.
Saque mis dedos de su interior, y con ambas manos tome sus nalgas para acercarla a mi cara con más fuerza y presión.
La forma en la que jadea mi nombre, entre estamos y gemidos inatendibles. Me vuelven loco, frenético y deseoso por más.
Más de ella.
Era enserio que me volví adicto a ella, a su sabor y a como se retorcía entre mis brazos gimiendo.
La sentí tensarse, y decirme un montón de cosas sucias y candentes. Pidiéndome más, y yo estaba para complacerla.
Su orgasmo fue abrasador e intenso. Fue tan intenso que lo sentí y lo deguste.
— Sigo enojada — murmuró.
Busqué su roma interior, estaba tirada a unos cuantos metros.
— Es una lástima — dije mientras volvía a ponerle su ropa interior con cuidado. — pero te veo satisfecha.
— Lo que vos digas.
Ella estaba con los ojos cerrados, dándo me rienda suelta por su cuerpo. Me ayudo levantando su cadera. Deje un beso en su vientre bajo, la sentí estremecerse.
— Tu barba me pica — comento con un tono de diversión en su voz.
— Que exagerada, ni siquiera tengo mucho crecimiento.
La senté en la mesa, sus labios seguían rosados e hinchados. Sus mejillas estaban del mismo tono.
— Esto es muy indecente — comentó.
Me arrodillé en el suelo, para poder pasarle el pantalón por las piernas. Subiendo con cuidado, bese sus muslos en el camino.
— ¿Puedes ponerte de pie? — pregunte sonriendo. Ella rodó los ojos, pero asintió.
La ayudé a bajar, luego con el mismo cuidado que antes. Subí su pantalón y se lo puse al igual que su cinturón.
— ¿Por qué lo haces?
— Porque me nace — la mire a los ojos, pasando mis brazos por su cintura —. Y porque así te demuestro lo que te mereces, ser tratada como la diosa que sos.
Ella puso una de sus delicadas manos en mi cara. Acaricio con delicadeza, se puso en puntillas y me beso con una dulzura que me derritió por dentro.
—Espero que esta noche estés libre. Porque quiero mostrarte también lo que te mereces — su promesa sonaba dulce y tentadora.
Este capítulo paso del calor, a las risas, de las risas al llanto y del llanto al calor de nuevo. Alguien se esta olvidando de lo que es fingir....
Esperemos que las cosas no salgan mal...
Recuerden que me gusta el drama.
un besoo, nos leemos pronto.
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