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3: Tus Ojos.

[DÍAS ANTES DE EGIPTO]

Casa de los Muto - 12:30 noche.

- No puedes estar triste. - Me susurra a la par de mi odió, las corrientes eléctricas viajan através de mi cuerpo, mis mejillas se sonrojan y mi corazón se acelera cada vez más cuándo Atem esta más cerca de mi.

Giro mi vista hacia otro punto, para estas alturas no quería verlo, ¿y para qué?, ¿para qué me viera llorar?, no gracias, así estaba bien. Prefería aguantarme las ganas de llorar y suplicarle que se quedara conmigo.

- Yugi. -Me llama, intentando obtener mi atención, lo cual no funciona. Me levanto y voy directo hacia a la cama acostarme, él me sigue muy de cerca, puedo sentir la desesperación que siente en mi corazón, se que quiere decirme muchas cosas, de las cuales van a provocar que llore y sea un manojo de sentimientos incontrolables.

Me recuesto, me tapo y le doy la espalda a mi faraón, cierro los ojos con fuerza, espero dormirme lo antes posible, necesitaba calmar estar intranquilidad en mi afligido corazón.

- Solo quiero que me escuches. -

Es muy tarde para dormir, Atem me a llevado dentro del rompecabezas, lo sé y aún así no me atrevo abrir los ojos por temor a enfrentarme a una dura despedida que me dolerá.

- Aibou. -

- No. -Digo y abro mis ojos que ya están acuosos, mi pecho se oprime, joder duele esto. Rápidamente le doy la espalda y limpio las lagrimas.

Calmarme era lo único que pedía y tambien tener el valor de hablar con él sin siquiera gritarle o llorar.

Siento sus brazos rodear mi cintura, recarga su frente en mi cabeza y da un beso en mi nuca, algo que hace que ladee mi cabeza hacia un lado para dejarle espacio, Atem no tarda en besar aquel espacio y adornarlo con pequeños besos que van haciendo que cierre los ojos y que disfrute de la dulce sensación, va relajandome, toma mis manos y las acaricia tiernamente, después las pasa hacia la camisa de mi pijama donde se atreve a desabotonar los botones dejando parte de mi piel expuesta, a continuación va deslizando sus manos por mi piel acariciándola lentamente.

Algunos suspiros se me escapan de mi boca, disfruto cada sensación que me brinda mi faraón, puedo sentir como sus manos se van deslizando hacia mi cuello y a mi mentón, lo toma y lo gira para brindarme un beso profundo y lleno de cariño que me dejaba con ganas de más.

- ahbak ya saghirati. - Dijo Atem prosiguiendo a quitarme la ropa, mientras yo gozaba de sus dulces caricias.

"Te amo, pequeño."


Abrí mis ojos de aquel recuerdo, palmee a mi lado al sentir un gran hueco a mi lado, me tallo los ojos y notó que no esta el niño a mi lado.

¡¿A donde se ha ido?!, ¡no pudo bajarse!, ¡ni si quiera irse!.

Me levante de la cama y comencé a buscar por toda la habitación, bajo la cama no había nada y ahora que veía también, tampoco estaba Atem, pero eso ya era de esperarse; obviamente pidió alojo en otra habitación con mis amigos, pero ¿y el bebé?.

Para este punto veo que la puerta está entre abierta, eso extraño, recuerdo que Atem la había dejado cerrada después de irse.

Me acercó cauteloso hacia la puerta, voy escuchando algunos murmullos, es la voz de ¿Atem?, no, la voz de aquel joven suena un poco más suave.

- Sólo quiero que todo este en orden, recuerden que él nos ayudará. -

- ¿Y que pasa si empieza hacer preguntas acerca de todos nosotros?, ¿qué le vamos a decir?, ¡prácticamente somos los descendientes de... -

Al querer escuchar más, empuje la puerta, esto provocó un rechinido que de seguro alertó a los que estaban del otro lado y a mi también, mi intención no era quedar como un chismoso, solo quería encontrar al niño y volver acostarme a dormir, pero algo llamó mi atención, justo cuándo iba a volver hacia a la cama y hacer como si no pasara nada, algo percato mi atención.

- ¿Ya despertaste?. -

Respingue en mi lugar, aquella voz se volvió tan cercana, es decir, esa voz estaba del otro lado y aquel joven también.

Me quedé mudó cuándo vi una mano pasar por la rendija de la puerta, poseía en sus muñecas unos brazaletes hechos de oro puro; me extendía su mano, yo me quedé extrañado y algo asustado.

- No temas, no voy hacerte daño. Confía en mí. -

La determinación que uso en sus palabras me envolvió por completo, además de que me recordaba a la voz de Atem, lo que era muy extraño, pero aún así.

- No se quien eres. - Dije. Escuché una pequeña risita traviesa y luego un traqueteo de la puerta para abrirse por completa, lo primero que note fue una oscuridad afuera, luego unos brillantes ojos amatista rojizos.

Me quedé hipnotizado por aquella mirada, no parecía ser hostil, sino comprensiva y hasta cierto grado feroz.

- ¿Quién eres?. - Pregunté.

- Ya sabrás más adelante. - Me volvió a extender su mano. Yo con un poco de duda la acepte; era como si aquel joven ya me inspirará confianza y luego todo se volvió oscuro.

*Continuará...

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