9. Esta vez, a mi ritmo
Si cuando hablaron de los términos en que se produciría ese encuentro, Deathmask le hubiese dicho que Shura era capaz de pasar de la sumisión al rigor con la misma soltura con la que se cambiaba de ropa, ella se habría reído de buena gana. Pero la realidad era incontestable y allí estaba, suspirando por sentir el tacto de la pieza de cuero y a la espera de los siguientes juegos.
Con un chasquido, la hebilla se cerró en torno al cuello de Kyrene, que tragó saliva, inmóvil. Shura selló su pacto con un beso ardoroso y profundo y, sin soltarla todavía, le sujetó ambas manos a la espalda y las esposó con agilidad. A continuación, enganchó la correa en la argolla que reposaba sobre la garganta y se incorporó, dando un sutil tirón que llevó a la joven a levantarse y seguirle hasta el diván, en cuyo extremo la hizo volver a arrodillarse.
—Quiero poseerte de tantas maneras que me cuesta decidir qué hacer primero; estoy entusiasmado, como un crío en una pastelería, ¿sabes? —reconoció, al tiempo que se sentaba frente a ella en el centro de la superficie y se bajaba el pantalón lo justo para exponerse— Creo que volveré a probar tus labios, pero esta vez a mi ritmo.
Recogió la correa, haciéndola inclinarse de modo que su rostro quedó a escasos centímetros de su entrepierna. Con el abdomen tenso para no desplomarse sobre él, ella elevó una mirada implorante hacia el caballero y se relamió, sin siquiera darse cuenta, ante aquel duro miembro, preparada para brindarle placer.
—Vamos, juguetito —la apremió.
Con un guiño cómplice, repitió el gesto que ella había hecho un rato antes: dejó caer su saliva hasta los labios de Kyrene y contempló cómo se escurría desde ahí hasta su propio sexo erecto antes de tomarla por el cabello, penetrándole la boca abruptamente sin más aviso que el movimiento de su cadera. Ahora ella se sentía del todo a su merced, pues al carecer del apoyo de las manos no le quedaba más opción que permitir que él controlase la profundidad y la velocidad con las que la utilizaba para complacerse, lo cual la excitaba aún más.
—Entera —gruñó él, levantando la pelvis al encuentro de su garganta.
En un gesto sigiloso, empuñó de nuevo el flogger y recorrió con él la columna de Kyrene, sonriendo al ver la reacción de la piel que dejaba tras de sí y paseando por la sinuosidad de los glúteos sin aminorar la profundidad de sus envites.
—Abre las manos —exigió.
Ella obedeció para recibir una tanda de pequeños golpes en las palmas y las nalgas. La multitud de colas le producía una impresión similar a la de decenas de aguijones, un dolor eléctrico y adictivo que la obligaba a proferir gemidos sofocados por el movimiento del cuerpo de Shura contra su rostro. Sendas lágrimas escaparon de sus ojos, dejando en su caída oscuros regueros de máscara de pestañas.
Deathmask se echó hacia atrás y dio un largo trago a su bebida. La imagen de Kyrene sometida por Shura, aguantando la arcada y esmerándose en ser su perfecto objeto de placer le espoleaba más allá de lo imaginable; comenzaba a resultarle imposible reprimir el deseo de aproximarse a ellos y unirse a la lujuriosa escena, pero su ego le impedía admitirlo y perder la estúpida apuesta que había suscrito. Mierda, de no ser por eso... Como si le leyese la mente, Shura forzó aún más la postura de la chica para alcanzar a pasarle el flogger entre las piernas y exhibirlo empapado ante Deathmask, como un trofeo:
—Eh, Death, tu chica es tan amable como me prometiste... —le provocó, empujando la nuca de Kyrene, que emitió un sonido gutural— No me importaría despertar junto a ella más de una mañana...
—Claro que lo es; ya sabes que yo no miento.
—Me pregunto si también me habrás contado solo una parte de la realidad, como a ella... Esa manía es un tanto molesta, ¿verdad, juguetito? —inquirió, con ironía, sosteniéndole el mentón para darle una mínima tregua antes de volver a profanar su boca sin permitirle responder.
No obstante, Kyrene tampoco habría sabido qué decir: continuaba centrada exclusivamente en él, perdida toda noción de su entorno y soportando la incómoda postura a cambio de la exquisita emoción que la invadía al saber que ella era la única causante de su disfrute. La forma dominante y rigurosa en que la manejaba conseguía extraer de ella no solo su sumisión, sino un goce tan hondo que se sentía de continuo al borde del clímax, deseosa de estallar en cuanto le diese la orden de dejarse ir. Sin embargo, él se le adelantó, tras un rato de juego oral:
—Quiero correrme, preciosa.
Ella, que acusaba ya la tensión en forma de punzadas en mandíbula, abdomen y rodillas, se preparó para recibir la descarga, pero él, fiel a su actitud estricta, la enderezó agarrándola por la melena y la giró hacia su espectador, besándola y murmurando en su oído unas palabras que le hicieron sonrojarse y cerrar los párpados:
—A ver qué hace tu novio cuando te vea con la boca llena de mi leche, juguetito...
—Gatita, solo tienes que pedirlo y todo terminará, cuando tú digas —le recordó Deathmask en voz baja.
—No, yo... quiero seguir —confirmó ella.
—En ese caso, chupa —zanjó Shura.
Una vez más, le sostuvo la cabeza con ambas manos y retomó sus embestidas, las cuales, pese a parecer desconsideradas y egoístas desde fuera, estaban medidas con tino para no rebasar los límites de la chica, que se esforzaba a su vez en darle todo el placer del que era capaz en aquella posición. Mantuvo la dinámica aún un par de minutos y entonces, sin ninguna intención de retrasar más el momento, aceleró hasta sobrepasar el punto de no retorno y le elevó un poco el rostro para mirarla y acariciarle las mejillas mientras se derramaba en su boca entre gruñidos.
—Dioses..., ah, preciosa, eres tan... ¡Espera! Guarda algo para mí —pidió, mientras ella continuaba lamiéndole sin demostrar asco o molestia.
Asiéndola por la cintura, la ayudó a incorporarse y la sentó en su regazo de frente a Deathmask, masajeándole las rodillas doloridas con una mano y abriéndole los labios con la otra de modo que un fino hilo de esperma resbalase.
—Ah, Death, no sé cómo aguantas ahí sentado, admiro tu autocontrol...
La lengua de Shura recogió el fluido que caía por la barbilla y la garganta de Kyrene antes de volver a invadir su boca. Retomando sus maneras dictatoriales, tiró de la correa, introdujo la diestra entre sus muslos y le acarició el clítoris con el pulgar, sonriendo al constatar la desmesurada humedad que sus juegos habían provocado.
—Mírale mientras te toco, juguetito, y no te corras sin permiso.
Sin esperar respuesta por parte de la chica, que se estremecía con cada roce, deslizó en su interior dos dedos y prosiguió, besándole el cuello y hablándole al oído. Ella, con el rostro enrojecido de vergüenza y deseo y la vista clavada en Deathmask, tensaba los brazos, haciendo repicar las esposas y dejándose llevar al orgasmo por el mejor amigo de su novio, en un triángulo más morboso y oscuro de lo que jamás habría imaginado.
—Señor...
—¿Sí...?
—¿Puedo...? —inquirió, abochornada.
—¿Si puedes qué, juguetito? ¿Quieres correrte así?
Ella hizo un gesto afirmativo con la cabeza, recibiendo un guiño de parte del italiano.
—Pídemelo con buenos modales, anda —demandó Shura.
—Por favor, señor, yo... necesito correrme... no aguanto más...
—Te toco demasiado bien, ¿verdad?
—Sí... por favor...
—De acuerdo, preciosa, estalla para mí —accedió, añadiendo un tercer dedo sin dejar de frotarle el clítoris de lado a lado con el pulgar.
Kyrene no necesitó más indicaciones: con los párpados entornados, el abdomen contraído y una expresión suplicante en el rostro, exhaló un largo gemido al tiempo que se rendía a la abrumadora andanada causada por los hábiles toques del caballero.
—¡Sigue mirándole! —la exhortó mientras ella gritaba descontrolada.
—Pero él... Death... ¡Joder, Shura, es demasiado...! —suspiró, temblando y desviando la cabeza.
Consciente de la arrolladora mezcolanza de emociones que la embriagaban, él la sostuvo durante aquel largo clímax, manteniendo la cadencia de sus movimientos, estrechándola contra su cuerpo y reemplazando después las caricias en su sexo por un reconfortante abrazo hasta que se serenó.
—¿Estás bien, preciosa?
Asintió sin conseguir articular palabra, todavía superada por la vehemencia de la situación que acababa de experimentar. Shura la depositó sobre la cama con cuidado de que no se lacerase con las esposas y le ofreció un vaso de agua fresca que ella bebió a sorbos.
—Así, poco a poco. No quiero que mi juguetito se atragante. Por cierto, ¿cuándo te he pedido que cerrases los ojos?
Kyrene entendió sin más explicaciones: las normas seguían en pie y el juego no terminaría hasta que ella dijese la palabra de seguridad... o hasta el amanecer. Y todos estaban conformes con eso.
—Asumo el castigo que mi señor quiera imponerme —murmuró, metida en su papel.
—No esperaba menos de ti —respondió él, conduciéndola una vez más al diván y quitándole la falda—. He visto que aguantas bien la restricción física, pero quiero probar hasta dónde. Recuerda: "emboscada" —añadió, en un susurro cómplice, besándole la mejilla con imprevista ternura.
Volvía a estar arrodillada en el borde curvo del asiento, con el trasero expuesto y las piernas separadas, goteando de pura excitación ante el inminente e inevitable castigo. Shura giró con precisión el collar hasta situarle la argolla sobre la nuca, tomó la correa que pendía de ella y la unió a las esposas que llevaba a la espalda, aumentando la molestia de Kyrene, que se mantenía callada con la mejilla apoyada en la tapicería.
—Mefistófeles siempre habla maravillas de tu culo, ¿lo sabías? —preguntó, volviendo a acariciarlo con el flogger— Dice que metértela por detrás es un placer de dioses y que te vuelve loca... Y yo quiero justo eso, preciosa.
La perfecta mezcla de malicia y serenidad con la que Shura pronunció aquellas lujuriosas palabras sacudió el vientre de la chica en un repentino latido.
—¿Dejarás que te dé por el culo...?
—Sí, señor —dijo ella, ruborizada.
—Vais a necesitar esto... —sugirió Deathmask, al tiempo que le lanzaba un minúsculo tubo de lubricante que Shura atrapó al vuelo.
—Pónmela dura, juguetito.
De pie tras ella, el español unió el torso a su espalda, cruzándole el pecho con una mano para ayudarla a enderezarse y encajándole el miembro entre las piernas, en una postura complicada de mantener para ella: perdería el equilibrio si él la soltaba y, además, sus manos estaban dolorosamente atrapadas entre los cuerpos de ambos. Shura la apretaba contra sí sin ningún tipo de miramiento, frotando su incipiente erección hasta deslizar los primeros centímetros en su vagina, ardiente y mojada.
—Ah, pero no es este agujero el que voy a mancillar ahora... Creo que me distraes con esa carita de "dame más, por favor"... —comentó, sin dejar de moverse adelante y atrás.
—Te dije que es adictiva... —comentó Deathmask, con media sonrisa.
—¡Y tanto! Preciosa, necesitaría tenerte meses conmigo para todo lo que quiero hacerte...
Cada vez más enardecido, consiguió retirarse y se detuvo para dejar caer unas gotas de lubricante en la entrada trasera de Kyrene, extendiéndolas con su pene, de nuevo enhiesto y preparado para la acción.
—Recuérdame lo que va a pasar, juguetito —la conminó, con los dedos en torno a su garganta.
—Vas a... vas a follarme por el culo —vocalizó ella, con cierta dificultad provocada tanto por su propia impaciencia como por el ángulo forzado del cuello.
—Y te va a gustar, preciosa —se vanaglorió él.
Un dedo se coló en aquel angosto orificio, haciendo círculos y humedeciéndolo con cautela. Ella se tensó un tanto ante la intromisión, pero enseguida se adaptó a la sensación gracias a los besos que el caballero repartía por cada centímetro de piel que quedaba a su alcance. Continuaba teniendo problemas para erguirse sobre las rodillas en la orilla del diván, pero estaba decidida a conseguirlo. Unos segundos después, notó cómo él retiraba el dedo y lo sustituía por el glande, guiándose por la lenta respiración de ella para abrirse paso poco a poco.
—¿Bien, juguetito?
—Sí, señor.
—Sostenme esto, anda —pidió, entregándole el mango del flogger para que lo sujetase entre los dientes.
Shura reanudó su avance sin prisa, con la mano izquierda sobre los pechos de la chica y la derecha en su monte de venus, descendiendo hasta pellizcar sus labios. Deathmask enarcó una ceja al recordarse a sí mismo con ella en posturas similares, aunque carente de aquel ceremonioso protocolo.
—Ya está, juguetito... entera... voy a follarte hasta correrme aquí dentro también —anunció el décimo caballero, recibiendo a cambio un gemido casi inaudible por parte de Kyrene.
¿A que no esperabais que Deathmask tuviese tantísimo aguante? Yo misma cuando lo escribía me sorprendía, pensaba "pero levántate y ve con ellos, so bobo", pero se conoce que nuestro cangrejo favorito tiene claro que las bragas de su novia le van a apretar la fábrica de bebés y no quiere arriesgarse a que le cambie la voz.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro