72. Cada hombre, un traidor
Todas las cabezas se giraron hacia Afrodita, cuya espesa cabellera le ocultaba el rostro. El ambiente se había impregnado de un innegable halo de pesimismo y desconcierto.
—¿Se conoce el texto de dicha profecía, Piscis?
—Sí, Patriarca.
—Compártelo con nosotros, por favor.
El caballero recitó los versos, rodeado por las miradas acuciantes de sus compañeros e interrumpiéndose algunas veces para tragar saliva o respirar profundamente; era evidente que no le gustaba ser portador de malas noticias.
No veo un mundo de los vivos:
verano sin flores,
ganado sin leche,
mujeres sin virtud,
hombres sin valor.
Conquistas sin rey,
juramentos de estrellas barbadas.
Bocas tristes,
amo sin sensatez.
Bosques sin árboles,
mares sin olas,
multitud de tormentas,
demasiados tonsurados
en fortines desamparados,
murallas hechas de errores.
Lo que nosotros abandonemos
sucumbirá con nosotros.
Agua que trata de fluir
a través de excesivos reinos,
alegre bienvenida al mal,
griterío contra la tradición,
incremento de los credos.
Abundarán las malas acciones,
batallas por doquier
pondrán su confianza en un caballo espoleado.
Numerosas serán las asambleas.
El manto de los hijos de príncipes,
mortaja de dolor.
Juicios corruptos en los senados,
falsos discursos de los abogados.
Cada hombre, un traidor;
cada hijo, un saqueador.
El hijo ocupará el lecho de su padre;
el padre ocupará el lecho de su hijo.
Cada uno será cuñado de su hermano,
nadie buscará mujer fuera de su propio hogar.
Matanzas perversas surgirán eternamente.
Clima hostil
en que el hijo defraudará a su padre,
en que la hija defraudará a...
—¿Y bien...? —inquirió el patriarca al advertir que Afrodita se callaba.
—La profecía está incompleta, señor. El manuscrito original acaba aquí; se desconoce si alguien lo rompió para preservar el secreto o si se perdió por casualidad, pero falta como mínimo un verso. Podrían ser, incluso, varias estrofas...
—¿Para decir algo de una hija y una madre? —teorizó Aldebarán.
—Quizá solo eso, pero no tenemos la certeza.
—Hay algo más —intervino Camus—. Morrigan, como diosa de la muerte, es la señora del inframundo en su panteón. No debemos descartar que su fuerza se alimente de dimensiones desconocidas para nosotros.
—¿Tenemos alguna idea de cuáles son sus planes a corto plazo? Todos los presentes habéis tratado con esa mujer, en mayor o menor medida. ¿Recordáis algún dato relevante?
Ellos negaron. Un nuevo periodo de reflexión del patriarca extendió por la sala un denso silencio interrumpido tan solo por sus propias pisadas sobre el mármol.
—Está bien —dijo al fin—. El sujeto será capturado para determinar la naturaleza de su filiación y el alcance de su poder. Piscis y Camus, prepararéis un informe previo con toda la información que consideréis significativa y me lo entregaréis tan rápido como os sea posible.
"El sujeto". Deathmask apretó los labios. No era "esa mujer", mierda, ni "el sujeto". Se llamaba Kyrene y era la única persona que había visto y apreciado al hombre que se ocultaba tras la fachada de sarcasmo que le protegía del resto del mundo. Se mordió la lengua, hastiado a pesar de que apenas unas horas antes se había jurado a sí mismo que cortaría de raíz sus sentimientos hacia ella para encontrarla personalmente: sus loables propósitos habían durado el tiempo que tardó en ser consciente de que no quería que ninguno de los que le rodeaban le pusiera un dedo encima con intención de dañarla.
—Kyrene, joder, que tiene un nombre... —farfulló, con rabia.
—¿Has hablado, Cáncer? —el aludido bajó de nuevo la cabeza en respuesta a la reprimenda del patriarca, consciente de lo delicado de su posición— Como os decía, es preciso neutralizar el peligro que supone. Si de verdad estamos ante una diosa, es posible que seáis necesarios, por tanto, tenéis cuarenta y ocho horas para rematar o pausar las misiones en curso y después estaréis a disposición. Los caballeros destinados fuera de Grecia continuarán con sus tareas hasta nuevo aviso.
Los demás asintieron. Deathmask miró a su alrededor. No podía creerlo, ¿de verdad nadie iba a oponerse?
—Capricornio, irás a buscarla y la traerás aquí. No olvidemos que la portadora es una civil, así que haz lo posible por recuperarla con vida.
—Entendido, Patriarca.
—Sin embargo, no podemos descartar que la situación se complique. En ese caso, emplearás todos los medios a tu alcance, incluida la petición de refuerzos. Lo dejo a tu criterio.
Shura ladeó la cabeza con desdén contenido; no era del tipo que admitía necesitar ayuda y Deathmask lo sabía: "todos los medios" sonaba como el tipo de permiso que utilizaría para dar rienda suelta a su ansia de lucha hasta conseguir su objetivo, aunque se llevase a Kyrene por delante. Por un momento había creído que Shion se apiadaría de ella; que entendería, como él, que actuaba movida por un deseo de mejorar el mundo, investida de un don que había acabado controlándola. Había querido pensar que la solución no pasaría por apresarla o asesinarla, sino por ayudarla a librarse del influjo de Morrigan, pero estaba equivocado.
—Señor, me gustaría acompañarle.
El patriarca observó con atención al cuarto guerrero, que había hablado manteniendo un aire dócil a despecho de su altivez habitual.
—No, Cáncer. Eres la persona menos indicada para este trabajo. Te quedarás aquí y esperarás mis órdenes.
—Señor, por favor. Si alguien puede convencer a Kyrene de que recapacite, soy yo...
—No lo lograste anoche y no te he dado la palabra —cortó Shion—. Capricornio, partirás hoy mismo y harás cuanto sea preciso. Ve a prepararte. Los demás podéis retiraros. Es todo por ahora.
Shura recolocó la capa sobre su brazo izquierdo y se inclinó ante Shion, que liberó a Milo con un chasquido de sus dedos no sin antes lanzarle una advertencia con la mirada. Uno por uno, los guerreros fueron desfilando hacia la salida, comenzando por Piscis, según el orden establecido por el protocolo. Molesto, Deathmask dirigió una última ojeada desafiante a su jefe al pasar por su lado, pero él se limitó a ignorarle, concentrado ya en las implicaciones de la labor que tenía ante sí.
Apenas se dejó oír el sonido sordo de la puerta al cerrarse tras el último caballero, Deathmask buscó a Shura en el revuelo del corredor: abría la comitiva seguido por Aldebarán y Saga, que charlaban en voz baja, especulando sin duda acerca del tema de la reunión. Con paso elástico, alcanzó a su antiguo amigo y lo asió por el hombro, forzándole a detenerse y plantándose frente a él.
—¡No te atrevas a tocarla! ¿Me oyes?
El español frunció el ceño y posó la mano sobre la de su compañero para retirarla, sin comprender a qué venía aquella orden destemplada.
—¿De qué hablas? Me han encomendado una misión: recuperar a un sujeto. Eso es todo.
—¡Mierda, Shura! ¿Qué sujeto ni qué trueno de Zeus? ¡Estamos hablando de Kyrene! ¿Te es incómodo llamarla por su nombre? —le espetó, estampándole contra la pared de un empujón.
—Death, tranquilízate —intervino Saga al tiempo que le agarraba por el codo.
—¡Los cojones me voy a tranquilizar! ¡Estáis todos de acuerdo! ¡La liquidaríais sin parpadear si os lo exige el viejo! —gritó él. Se libró de Saga con un movimiento brusco y retuvo a Shura con la palma sobre su peto— Te lo advierto, Rodrigo —bajó la voz—: si le haces daño, juro que te reventaré y me mearé en tu cadáver. Yo mismo te arrojaré al pozo y montaré guardia para asegurarme de que nunca vuelves, ¿me oyes, cabrón?
—Estás loco, Death —dijo el otro, con desprecio—. ¡Suéltame!
Complementó su respuesta con un empellón seco que hizo a Deathmask retroceder un par de pasos. Ambos se midieron con la mirada, listos para pelear.
—A ver si lo entiendes: mantente lejos de Kyrene —se encaró Deathmask de nuevo.
—¿Quieres que nos enfrentemos? ¡No te tengo miedo, maldito demente!
—¿Y crees que yo a ti sí? —el italiano lanzó un puñetazo al pecho de su oponente, que respondió con otro de igual calibre— Repito: ¡te prohíbo que te acerques a ella!
—¿Es que te has vuelto imbécil? ¡Ya no es Kyrene! ¡Tú lo has visto y yo también!
—¡Parad los dos ahora mismo!
—¡Saga, no te metas! ¡Esto es entre ese y yo! —vociferó Deathmask.
—Idiota, digo que paréis porque viene Shion... —murmuró el griego, demasiado tarde: el patriarca se acercaba con semblante gélido.
—¿Puedo saber qué ocurre aquí, señores? —inquirió.
Deathmask le miró de reojo, pero no se contuvo: fuera de sí, asestaba un golpe tras otro a Shura, que se los devolvía sin perder ni una ocasión.
—¡Deathmask! ¡Detente!
Un sonido cortante avisó de lo que todos preveían: Shion había utilizado su poder para inmovilizar al caballero de Cáncer, creando alrededor de sus puños una barrera de energía que le impedía utilizarlos. Shura se apartó, frotándose el pómulo magullado.
—Te dije que no toleraría más salidas de tono, pero te obstinas en poner a prueba mi paciencia. Nadie tiene la culpa de que Kyrene esté hospedando a algo que dice ser Morrigan, pero tú precisamente deberías entender que no podemos consentir que campe a sus anchas, por su seguridad y la de todos.
Deathmask se removió, sin ceder. A su alrededor, los demás le miraban con una mezcla de conmiseración y estupor que no hacía sino desquiciarle aún más.
—¡Mientes! ¡Te da igual lo que le pase, solo quieres proteger tu cargo!
—¡Deathmask! ¡Cállate si valoras tu vida! —se alteró el patriarca.
—¡Shura la matará! ¡La machacará sin darle una sola oportunidad y su muerte pesará sobre tu conciencia, Shion! ¡Serás culpable de todo lo que suceda a partir de ahora!
A un ademán de Shion, dos guardias se acercaron para reducirle, pero él noqueó al primero de un cabezazo y al segundo con un rodillazo en la entrepierna.
—¡No pienso ponértelo fácil! ¡Mátame si tienes huevos! ¡Si no lo haces, iré por ella y la ocultaré para que no puedas dañarla! —se jactó, forcejeando en un denodado intento de romper las ligaduras que le maniataban.
—Pensé que tu amor por ella te ayudaría a servir mejor a Atenea, pero me equivoqué: te hace débil y manipulable.
—¡A ti, en cambio, tu amor por Atenea te convierte en un sádico dispuesto a asesinar a una inocente!
—Angelo, te estás comportando como un adolescente irracional.
Shion se aproximó. Su cosmos brillaba con fuerza. Con una expresión triste en el rostro, extendió el brazo hacia el rabioso joven y le atacó a bocajarro, aturdiéndole sin darle la opción de defenderse.
—Lamento que tenga que ser así, pero no me dejas otra salida. Ahora, despréndete de tu armadura.
—¡Toma la armadura! ¡No la necesito para proteger a Kyrene! ¡Puedes metértela donde te quepa hasta que encuentres otro crío dispuesto a dejar que le jodáis la vida en mi lugar! —insistió él, permitiendo que las sólidas piezas doradas se separasen de su cuerpo y adoptasen su posición de reposo.
—Claro, como digas. Encerradlo —ordenó Shion mientras ocho guardias armados rodeaban a Deathmask, aferrándole como si se tratase de un delincuente peligroso y no de un caballero de oro.
—¡Estás cometiendo un error, Shion! ¡Shura, no la toques! ¡Haré de tu vida un puto infierno!
Shion chasqueó la lengua y meneó la cabeza, observando cómo el italiano desaparecía por el pasillo entre gritos e imprecaciones. Los soldados se esforzaban en arrastrarle aprovechando su ventaja numérica, pero él se resistía con tal perseverancia que logró incluso patear a uno de ellos a pesar de no poder utilizar sus poderes.
—Siento lo sucedido, Capricornio. ¿Te encuentras bien? —se dirigió el patriarca al español, sin un ápice de ira en el tono.
—Sí, señor. Yo también lo siento. Cumpliré mi misión lo mejor que pueda.
—Sé que lo harás. Recuerda: la prefiero viva. Ahora, por favor, retiraos todos.
El grupo reemprendió la marcha hacia sus respectivas ocupaciones en silencio. El patriarca suspiró, agotado. Privar a Deathmask de la única persona que le había querido en su totalidad, la mujer que le había devuelto la fe en los demás, era una solución demasiado cruel, pero no podía jugarse el futuro del santuario y quién sabía si de la humanidad entera solo por permitirle vivir una historia de amor a la cual, al fin y al cabo, no estaba destinado.
"Cada hombre, un traidor..."
De todos los datos que Afrodita y Camus habían aportado, aquel verso se obstinaba en rondar por su cabeza, incansable. ¿Y si la profecía de Morrigan era acertada y había comenzado a cumplirse? ¿Y si sus propios siervos se rebelaban contra la pacífica Atenea, deslumbrados por el mortífero encanto de aquella divinidad oscura?
Todo dependía de Shura. Un guerrero eficaz, entregado. Un guerrero dispuesto a sacrificar lo que fuese necesario para proteger a su diosa, sin límites.
Deathmask ha sido apartado del asunto Morrigan oficialmente y será Shura quien persiga a Kyrene hasta Eire. ¿Logrará darle alcance y disuadirla de seguir ayudando a Morrigan? ¿Llegará demasiado tarde para impedir que se desencadene una guerra? ¿Conseguirá Deathmask relajarse un poco? ¿Es Milo el mayor bocazas del santuario?
Mañana, "Sierva de la reina oscura". ¡Gracias por tus votos, comentarios y apoyo!
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