7. Desafiaría a Zeus por poseerte
Shura estaba sentado en el borde de la cama desabrochándose los cordones de los zapatos cuando la puerta del baño se abrió, dibujando a contraluz la silueta de Kyrene apoyada en el quicio en una intencionada parodia de las divas de los años cuarenta. Ambos caballeros dirigieron la vista hacia ella, observándola con apreciación, antes de que empezase a avanzar despacio, sonriendo de medio lado al percibir la atención de la que era objeto.
Largas ondas de cabello le caían sobre la espalda y enmarcaban su rostro, en el cual podía vislumbrarse todavía un ligero sonrojo. Lo primero en lo que Shura se fijó desde su posición fueron los espectaculares salones de charol que adornaban sus pies: con tres centímetros de plataforma y altísimas agujas, delineaban sus tobillos enfundados en delicadas medias negras que terminaban en una blonda de encaje en torno a los muslos. Deathmask, por su parte, mantenía los ojos clavados en la falda de cuero negro que apenas alcanzaba a cubrir sus caderas, a juego con un escotadísimo corsé que apretaba y levantaba sus pechos provocativamente.
—¿Y bien, Shura? ¿Te gusta lo que ves? —preguntó en tono coqueto, acariciando su propio torso con la fusta de lengüeta plateada que exhibía en la mano derecha.
—Me fascina. Desafiaría al mismísimo Zeus por poseerte esta noche —admitió él, al tiempo que se levantaba a su encuentro.
Deathmask, de piernas cruzadas en el gran butacón, no se movió un ápice mientras su compañero de armas enlazaba a su novia por la cintura para volver a besarla. Había fantaseado con aquel momento durante semanas y por fin podía disfrutar de la morbosa sensación de ser el artífice del suceso, sabiendo que ellos dos disfrutaban entregándose a su mutuo deseo delante de él.
La escena continuaba desarrollándose ante los atentos ojos del italiano: sin despegarse de sus labios, Kyrene forzaba a retroceder con pasos cortos a Shura, que no la soltó ni siquiera al quedar sentado de nuevo en la cama, con ella en pie entre sus piernas.
—Dioses, estás tan sexy con esta ropa... ¿Cómo sabías que me gusta el cuero? —indagó él, aspirando entre sus pechos el aroma del corsé mezclado con el de la piel femenina— Puedo devorarte durante horas, vestida así...
—Mefistófeles me lo contó —apuntó con la barbilla para indicar a quién se refería, aunque era innecesario—. Pero ahora quiero jugar contigo un ratito... —dijo, empujándole con las dos manos para echarle sobre las sábanas y depositando la fusta junto a él.
Shura se dejó manejar, recibiendo como pago apasionados besos en el cuello por parte de Kyrene, que, a horcajadas, le quitaba la corbata y le desabotonaba la camisa entre dulces ronroneos, demostrando que el apodo de "gatita" le iba como anillo al dedo. Él giró la cabeza en busca de su boca, pero ella desmontó y tiró de su brazo para desplazarle hacia el cabecero de la cama, tras lo cual se ubicó de nuevo encima de él y le rodeó las muñecas con la corbata de seda, haciendo un sólido nudo con el que quedó maniatado y sujeto al cabecero de forja.
—Ah, preciosa, pero sabes que podría soltarme en cualquier momento, ¿verdad? —presumió.
Ella elevó una ceja y se deslizó sobre su pecho para responderle al oído en un erotizante susurro:
—Claro que lo sé... Pero no lo harás, porque el diablillo me contó también que hay una palabra que te define...: "sumiso".
Shura no pudo evitar mirar un instante a Deathmask, que le lanzó un beso guasón y le guiñó un ojo.
—¿Eso te ha dicho el muy crápula?
—Sí... Y yo voy a cuidar de ti, mi guapo caballero... No te preocupes por él, recuerda que ha prometido no molestarnos.
—¿Y tú te lo crees?
—Bueno, tenemos una apuesta —explicó, provocando un desquiciante roce entre los dos al moverse con lentitud, adelante y atrás—: si es capaz de contenerse, yo pasaré dos semanas sin ponerme ropa interior de ningún tipo; pero si fracasa, usará mis bragas y mis sujetadores durante ese mismo tiempo... Y podré elegir personalmente cuáles, ¿verdad, mi amor?
—Por supuesto, gatita —concordó Deathmask, cuya sonrisa cínica no ofrecía ninguna confianza.
Shura rio durante unos segundos imaginando a su amigo tratando de entrenar embutido en las minúsculas prendas de Kyrene, pero cerró los párpados al sentir que ella se aproximaba más, pegándose tanto a él que el intenso calor de sus sexos en contacto era perceptible a pesar de la ropa que aún los cubría. Con decisión, ella separó ambos lados de la camisa para acariciarle los perfectos brazos y el pecho, dejando que sus dedos viajasen por aquel pétreo abdomen antes de detenerse en el cinturón, que desabrochó junto con los pantalones.
—Ahora veremos si de verdad me tienes tantas ganas como dices —le despojó de la prenda—. No te muevas.
La erección de Shura era patente y casi incontenible bajo el ceñido bóxer negro; algunas gotas habían comenzado a calarlo debido a la excitación sostenida durante las dos últimas horas, formando un dibujo que provocó una sonrisa de suficiencia en la joven, pero, haciendo gala de su templanza, permaneció estático mientras ella le pasaba los labios por la nuez, bajaba por el tronco y le mordía con suavidad el ombligo, manteniendo su aire felino y meneando el trasero de un lado a otro para tentarle incluso cuando contorneó con los dientes la silueta que la tela ocultaba.
—Sí, me deseas... Y yo soy tuya, toda la noche —prometió, con aquel tono enloquecedoramente sensual.
Parecía decidida a torturarle, se dijo él, sufriendo la felación que Kyrene le estaba practicando por encima del tejido: lo había empapado en saliva y ahora mordisqueaba todo el tronco, recorriéndolo a conciencia hasta conseguir que sus puños se apretasen y un rudo gruñido surgiese de entre sus labios.
Ella fijó en su rostro una maliciosa mirada sin dejar de contonearse, satisfecha de poder ofrecer a ambos un espectáculo del todo indecente: si Shura tenía una buena perspectiva de su rostro encendido de deseo y sus caderas en alto, Deathmask, sentado en su rincón, divisaba con nitidez sus glúteos apenas cubiertos y la expresión de placer e impaciencia de su amigo. Al pobre cangrejo de verdad le iba a costar no acercárseles, pensó la joven.
—Sabía que seríais la hostia juntos —le oyó comentar, acariciándose el mentón, con la voz áspera de puro deseo reprimido.
—Y acabamos de empezar... —sonrió ella, a medida que tiraba de la cinturilla de la ropa interior de Shura para desnudarle por completo— Mira esto, tenías razón: este hombre es una jodida escultura...
—¡Eh, que estoy delante! —intentó quejarse el español.
Ella ignoró la protesta y, sosteniendo su miembro con ambas manos, dejó caer un salivazo en el extremo. Observó cómo el líquido formaba un hilo en su descenso hasta los testículos y, a continuación, aplicó la boca sobre él en un contacto tan candente y voluptuoso que el caballero hizo crujir el cabecero de la cama a fuerza de tirones, desquiciado al sentir la hábil lengua paseándose despacio por toda su longitud y evocando de nuevo en su mente la imagen de una gata lamiendo leche de un cuenco.
—¿Ves cómo me tienes...? —gimió ella, acariciándose durante un par de segundos y metiéndole los dedos mojados en la boca.
Deathmask, todavía quieto, notó cómo su entrepierna latía con ferocidad ante el gesto obsceno con que el índice y el corazón de ella se hundían hasta los nudillos para que su mejor amigo los sorbiese entre jubilosos resoplidos. La palabra que había dado le impedía participar, cierto, pero nadie le había prohibido tocarse... Reconfortado por aquel matiz, respiró hondo y presionó la palma contra su bragueta, mordiéndose el labio sin desviar la mirada.
Ella continuó saboreando la dureza de Shura con succiones cada vez más vehementes hasta que le oyó jadear y, entonces, arrodillada junto a él, tomó en su mano izquierda la fusta que había dejado en las sábanas y la esgrimió con una mueca ladina.
—¿Qué vas a hacer con eso, preciosa? —interrogó él, sin poder ocultar la chispa de ansiedad que brillaba en sus ojos verdes.
—Nada que no vayas a disfrutar —le aseguró.
La lengüeta de cuero plateado serpenteaba por la anatomía del caballero, desde los pies hasta el cuello, pasando por la entrepierna y colándose en su ávida boca alguna que otra vez. Kyrene jugó así durante uno o dos minutos y, por fin, se recostó a su lado y le sujetó por el cabello con fuerza para regalarle un efusivo beso al mismo tiempo que su mano descargaba un primer fustazo, suave y controlado, sobre sus testículos.
Deathmask presenció desde su puesto cómo el cuerpo de Shura se tensaba por la sorpresa y hacía que el cabecero volviese a crepitar, pero ella, sin piedad, completó la serie con otros azotes más intensos contra sus muslos, aumentando al tiempo la pasión de los besos que compartían.
Sin duda, el joven atado gozaba inmensamente de aquel trato; se hacía patente en sus gemidos sofocados, en sus puños apretados con furia. En su calidad de espectador, Deathmask le envidió durante un instante, hasta que recordó que era él quien dormía con ella cada noche. Ajena a sus cavilaciones, Kyrene seguía martirizando a Shura, usando la fusta tanto para acariciar su miembro, cada vez más turgente y necesitado, como para golpearle el pubis y los testículos, en una secuencia demencial e imprevisible.
—Dime cuánto te gusta, Shura... —exigió.
—Me... me vuelve loco, hazme lo que quieras...
—¿Jugamos un poquito más?
—Sí, señora... por favor...
Ella se levantó de la cama, sonrió a Deathmask, que continuaba acariciándose sobre la ropa con parsimonia y una enigmática expresión en el rostro, e introdujo las manos bajo la sucinta falda para deshacerse del tanga de encaje negro.
—Esto es lo más cerca que vas a estar de follarme esta noche, cangrejo —se mofó, acercándose a él con la prenda pendiente de un dedo y estampándosela en la cara.
—Estás torturando a dos hombres a la vez, gatita, espero que sepas lo que haces —contestó él, listo para pasar la lengua con descaro sobre la tela mojada.
La joven dejó escapar una breve carcajada y volvió junto a Shura, colocando con un movimiento ágil una pierna a cada lado de su cara, de espaldas al cabecero. Con cuidado para no lastimarle con los puntiagudos tacones de sus zapatos, se acercó poco a poco hasta quedar al alcance de su lengua y se inclinó hacia su pene, lamiéndolo como si de una golosina se tratase. De nuevo erguida, su mano derecha tanteó en busca de la fusta, la asió con firmeza y soltó una andanada de golpes contra las piernas de su amante, que estiró al instante el cuello para besar su intimidad igual que haría con su boca.
—¡Ah, así, perfecto...! Muy bien, Shura. Ya sabes lo que quiero de ti —le exhortó.
Él no presentó resistencia: excitado ante la perspectiva de hacerla disfrutar, se empleó con ahínco, dejando que sus sentidos se saturasen de la presencia de Kyrene: sus gemidos, su aroma, su sabor, su suavidad, la visión de su cuerpo arqueándose contra él para recibir placer. No había nadie salvo ellos dos en el mundo en aquel momento; no tenía otra necesidad ni deseo que llevar al éxtasis a la mujer que le estaba marcando el ritmo a base de enérgicos fustazos en la zona más sensitiva de su cuerpo, arrebatándole jadeos de placer y de dolor.
Kyrene, por su parte, se sentía encumbrada, deleitándose con la potente impresión que le provocaban los labios de Shura al atrapar su clítoris sin pausa. Echando hacia atrás la melena con una sacudida de la cabeza, sus ojos se encontraron con los de Deathmask, que ya se había desabrochado el pantalón y les contemplaba, masturbándose con calma.
—Sois jodidamente perfectos juntos, podría miraros durante horas... —confesó, recogiendo con el dedo una gota de líquido preseminal y lamiéndola con una mueca procaz— Sabía que no me defraudaríais...
A esas alturas, ella ya era incapaz de responder: con los ojos vidriosos y el labio inferior entre los dientes, se limitó a asentir al tiempo que sus caderas danzaban sobre el rostro del caballero de Capricornio, que se esforzaba en devorarla sin darle un solo segundo de tregua, endureciendo apenas el abdomen de forma imperceptible cada vez que recibía un nuevo fustazo. Sin duda, había encontrado la cadencia ideal para hacerla arder y la mantenía con perseverancia, orgulloso de sí mismo y de los sonidos más y más seductores que Kyrene emitía gracias a él. Los golpes que ella le asestaba, medidos a la perfección en un inicio, comenzaron a volverse erráticos y dispares conforme su clímax se acercaba, su respiración se tornó más rápida y superficial y su mano libre sacó el pecho izquierdo del corsé y lo apresó, pellizcándolo al compás de la lengua de Shura.
La sonrisa de Deathmask se ensanchó y adquirió un matiz malévolo cuando se apercibió de la piel erizada de la chica y del modo en que su pulgar y su índice se crispaban alrededor de su pezón. Sin emitir sonido alguno ni detener las caricias en su erección, se humedeció los labios con lascivia, enviándole el mensaje inequívoco de que estaba gozando del espectáculo tanto como sus dos protagonistas. En respuesta, ella se llevó los dedos a la boca y los deslizó por su torso hasta el de Shura, sobre el cual trazó un zigzag trémulo en el mismo instante en que la primera oleada del orgasmo la alcanzaba, arrasándola con tal potencia que se vio obligada a soltar la fusta y apoyarse en los cuádriceps del hombre, estremeciéndose y gritando sin poder contenerse.
—¡Shura...! ¡Ah, Shura... joder! ¡No te detengas...!
Sus uñas se enterraron en la firme piel del caballero -que continuaba saboreándola sin descanso, enloqueciendo al sentirla temblar sobre su cuerpo-, atrapada en una espiral tan brutal que aún tardó un par de minutos en desplomarse encima de él con un último jadeo, inhalando profundamente para serenarse.
—Uf, ha sido increíble... —admitió, todavía medio ida— Dame solo un instante, guapo...
Se sentó en la cama con cierta torpeza y cruzó una vez más la mirada con Deathmask, que dibujó un "raya-punto-raya" con el índice para confortarla. Aliviada al ver que su complicidad seguía intacta, se acomodó el corsé y se acurrucó junto a Shura, girándole el rostro con la mano para besarle y limpiarle la mandíbula y las mejillas a lametazos que él, todavía atado, le devolvía con lúbrica lentitud.
—Has estado increíble; te lo has ganado, ahora te toca a ti...
—Exacto, preciosa. Ahora me toca a mí.
Os avisé de que íbamos con todo desde el principio de la historia. ¿Alguien pidió "lemon"? Porque tenemos para unos cuantos capítulos... Y esto da para algunas preguntas:
¿Logrará Deathmask cumplir su parte de la apuesta?
¿Qué va a hacer Shura?
¿Morirá Kyrene de un infarto vaginal?
Mañana lo sabremos... o no.
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