Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

68. Asesina

El silencio se volvió tan sólido entre ellos como las paredes que les rodeaban. Ella le observaba también, quieta, clavando en él sus ojos con tal intensidad que parecía pretender atravesarle.

—¿Tratas de oírnos? —acertó a preguntar Deathmask.

—Ahá —dijo ella, impávida.

—Tú no... no puedes hacer eso... —negó, buscando en su cabeza una explicación que no la catalogase como el enemigo que abatir.

Ella entreabrió los labios y enrolló un mechón de cabello en su índice, jugando con él. Se diría que la perplejidad de su interlocutor le resultaba fascinante incluso cuando se levantó y retrocedió un par de pasos, abrumado por la única conclusión posible.

—¿Quién eres?

La joven se incorporó, se estiró el jersey con cuidado y se aproximó hasta rodearle los hombros con un mohín coqueto, tan cerca que él pudo percibir con claridad el peculiar aspecto mate de sus iris.

—Ya lo sabes. Te he visitado en tus sueños —murmuró en su oído—: soy la única que puede entenderte, Deathmask de Cáncer...

—¡Tu nombre! —insistió él, con los puños apretados y el cuerpo rígido.

—Me han conocido por muchos, a lo largo de los siglos: Anann, la Reina Fantasmagórica, la Cambiaformas, la Profetisa de la Batalla, la Reina Cuervo, incluso Anu, Madre de Dioses... pero puedes llamarme simplemente Morrigan.

Él sonrió con amargura. Lo sabía, mierda, sabía que a Kyrene le ocurría algo importante y se había engañado a sí mismo. Lo que no esperaba, pese a sus apariciones oníricas, era que la entidad que la habitaba fuese de verdad una diosa. Ahora sí que estaban jodidos. Ella, él, el Santuario y tal vez el mundo en general.

—Morrigan, precursora de la guerra y de la muerte... —dijo, recordando las anotaciones en el libro de mitología que tantas veces había consultado la griega tras su vuelta a Rodorio. Joder, si es que lo había tenido ante las narices todo el rato... —¿Por qué no he sido capaz de percibir tu cosmos en ningún momento?

—Lo oculté de forma deliberada; sabía que reaccionarías así... los humanos sois víctimas de vuestras pasiones, os cuesta hacer un análisis racional de las situaciones inesperadas y no quería que pusieras al santuario sobre aviso antes de que yo hubiese conocido el talante de la actual encarnación de Atenea y aprendido a manejar a Kyrene a la perfección.

La mención de aquel nombre despertó la ira del caballero. En un impulso, la asió con fuerza por los antebrazos para separarla de él y escudriñó su rostro en busca de algún resquicio de humanidad.

—Monstruo... ¿Qué has hecho con ella? Si la has matado, juro que te...

—¿Matarla? ¡No haría tal cosa! Kyrene me hospeda por su propia voluntad.

—¡Mientes! Ella no se vendería así... Tienes que dejarla en paz y abandonar su cuerpo, Morrigan —exigió en un agresivo susurro, manteniéndola sujeta.

Ella se limitó a sonreír como si no le comprendiese.

—No puedo concederte eso. En cambio, acepto que te unas a mí para liberar el mundo de la tiranía de Atenea.

—¿Liberarlo matando gente, dices?

—Glorioso, ¿verdad?

—Estás loca...

—Ah, vamos... no sería tu primera vez... ¿y cuándo ha triunfado una rebelión pacífica?

—Ya, bueno, ahora intento reformarme. Ya sabes: no fumo, apenas bebo, no asesino por placer... —ironizó él.

—Vi la destrucción de esta civilización, Deathmask, y solo yo puedo evitarla, ya que tu venerada Atenea ha dejado que las cosas degeneren hasta este punto.

—Vaya, parece que te pica que ella ostente el título de diosa de la guerra incluso en los manuales de historia mientras tú te pudres en el olvido... —especuló él con su más sarcástica mueca, al tiempo que la soltaba.

Ella no cayó en la provocación y prosiguió en tono frío y sereno, pese a la creciente tensión:

—Mi propósito es legítimo: voy a castigar a tu Atenea por haber alterado el equilibrio entre panteones. Ahora, piensa en el espléndido equipo que formaremos: tú conoces las debilidades del santuario y yo he derrotado a reyes y dioses. Purificaremos ese lugar infecto para fundar un nuevo orden.

—¿Pero de qué hablas?

—Estuviste conmigo en Yomotsu; ¿no te hizo sentir bien aquella visión? Sabes que me corresponde liderar y vencer esta batalla y tu lugar está junto a mí, como el letal guerrero que dices ser.

Mamma mia! De todas las deidades que había, ¿por qué tuvo que tocarle a Kyrene una pirada como compañera de cuerpo?

—Este mundo agoniza, Deathmask, y mi alma se retuerce de dolor por ello. Solo te pido una mano tendida. He resistido, deseando estar equivocada, hasta poder levantarme para evitar el cumplimiento de mi propia profecía, pero ha llegado el momento de intervenir y vengarme. Tú y yo, juntos, podemos devolver la esperanza a los seres humanos.

—Me temo que voy a tener que declinar tu oferta, aspirante de saldo. Se te ve muy motivada, pero tengo mejores cosas que hacer, como recuperar a mi novia y no escuchar más tonterías, en ese orden.

—Sé mi vasallo. Sabes que Atenea nunca se ha preocupado por ti. No eres para ella nada sino una mota de polvo en el vasto universo. En cambio, yo te regalaré un propósito más allá de morir por una diosa: te protegeré para que disfrutes de una vida larga y en paz junto a Kyrene.

Deathmask tragó saliva al escuchar aquella propuesta que plasmaba su mayor temor -convertir a su pareja en una viuda demasiado joven-, pero mantuvo el temple, cruzando los brazos y dejando escapar una carcajada tan corrosiva como molesta:

—¡Qué casualidad! Esta mañana me desperté pensando en traicionar a mi diosa y enrolarme en el credo de la Gran Reina de los antiguos celtas, pero después de ir al baño y desayunar se me pasó el momento de idiotez... ¡Es una pena que seas una desquiciada!

—Lo siento por ti; te creía más inteligente. Pensé que verías con claridad las ventajas de unirte a mi campaña.

—¿Una campaña que requiere convertir a Kyrene en una criminal despiadada? —inquirió él, soltando una risotada— ¡Definitivamente, estás como un trueno, Morrigan!

La entereza con la que ella se había conducido hasta ese momento se quebró de repente en un grito ensordecedor que retumbó en los muros de la caverna:

—¿Criminal...? ¡¿Cómo te atreves?!

—¡Eh, sigues aquí, gatita! —la patente sorna en la voz del italiano encubrió su alivio al ver aparecer el genio habitual en el rostro de Kyrene: si aún mantenía cierta autonomía respecto a la entidad invasora, podía conservar la esperanza de ayudarla.

—¿Qué autoridad tienes tú para llamarme "criminal"? ¡Tú, que te llevaste por delante decenas de personas desvalidas en cada misión, sin ningún escrúpulo!

—¡Kyrene, por la diosa... sea cual sea! ¡Debes luchar para expulsarla de tu cuerpo!

—¿Piensas que puedo combatirla? ¡Es una deidad, joder! ¡Y, además, mucho más justa que Atenea...! ¡Al menos está presente!

—Sé lo que has hecho, nena, y aún estás a tiempo de repararlo —afirmó él, tomándola de nuevo por los hombros—. Morrigan ha jugado contigo dejándote pensar que puedes disponer de su poder, pero no eres más que una simple mortal...

¿Notas la envidia en su tono, Kyrene? Se niega a admitir tu superioridad porque le aterroriza sublevarse contra su Atenea de pacotilla...

Kyrene frunció el ceño, se liberó de su agarre y se alejó.

—No necesito ser un caballero de Atenea para darme cuenta de que Morrigan tiene razón: tu diosa no ha hecho nada por enderezar este mundo. ¿Impide que los débiles sufran y mueran? ¿Castiga a los criminales que destrozan las vidas de otros? ¡Eres imbécil si no ves la verdad!

—Sé que tú mataste a los de la subasta —afirmó Deathmask en tono acusador, avanzando en su dirección—; podrías haberles llevado ante la justicia, pero tú y tu nueva mejor amiga decidisteis arrogaros el privilegio de ejecutarles sin un juicio previo. Estás jugando a la cría todopoderosa y es muy posible que ya se te haya escapado de las manos.

—¿Tienes la caradura de insultarme por salvar a todas sus futuras víctimas? ¿Sabes a cuántas jodieron, yo entre ellas? ¡Eres un hipócrita!

—Keelan también murió hace poco tras recibir la visita de una dama misteriosa. ¡Qué casualidad! ¿Crees que soy idiota, Kyrene?

La joven dio un paso atrás ante aquella recriminación, con las mejillas encendidas de ira.

—Incluso mi maestro...

—¡Solo quería agradarte! ¡Demostrarte que puedo usar este don para cambiar las cosas y castigar a los que te dañaron cuando eras niño!

—¿Demostrarme...? ¡Vamos, tú me conoces! Sabes quién soy y cómo he actuado. Ya te lo dije, yo mismo habría acabado con su vida, de haberlo deseado. No eras nadie para entrometerte y decidir por mí. ¡No tenías ningún derecho!

—¿Cómo que no era nadie? ¡Fue mi modo de decirte cuánto me importas!

—Y yo he mirado hacia otro lado para no ver lo que estabas haciendo, porque te amo, pero apestas a muerte —continuaba caminando hacia ella, que retrocedía al tiempo—. Quizá no sepas que has vendido tu alma a una diosa que te desechará en cuanto no le seas útil, pero eso es justo lo que va a pasar.

Pretende separarnos. Quiere ser el único de los dos con poder para condenar a los indeseables... Ni siquiera valora lo que haces por él. Es el perro de su ama, un títere sin capacidad de decisión ni juicio crítico.

La espalda de Kyrene tocó la pared junto a la entrada de la cueva. Estaba aprisionada entre la húmeda roca y el cuerpo de Deathmask, cuyos brazos, apoyados a ambos lados de su cabeza, le impedían zafarse. La rabia crecía en su interior y se adueñaba de ella, dotándola de un temerario valor para responder a las imprecaciones del caballero:

—¿Me desechará, Death? ¿Igual que hace Atenea contigo, enviándote a morir y resucitándote después para divertirse a tu costa? ¡Sí, yo los maté! ¡A Helios, a Keelan, a Aldaghiero y a todos esos traficantes malnacidos de la floristería, mientras tu adorada Atenea bebía champán en su puto jet privado! —estalló, a dos milímetros de su rostro— ¡Y volvería a hacerlo! ¡Fueron actos de justicia, una justicia que tu maldita diosa debería haber impartido!

—¿A Helios...? ¿Por qué? ¿Volvió a molestarte? ¿Se saltó el destierro? —preguntó él, sacando a su pesar su lado protector. Mierda, ni siquiera en un momento así era capaz de dejar de preocuparse por ella.

—A mí, no. Cumplió su pena a rajatabla, pero se le ocurrió emboscar a una chica del pueblo para violarla —dijo ella, sin dar el nombre de la víctima—y la dejó malherida y abandonada en el bosque. Y ni ese al que llamas "patriarca" ni la policía podían hacer nada sin joderla aún más a ella, así que decidí actuar por libre.

Joder. Ahí estaba: la misma idea de justicia que él había defendido durante años, la que se ejecutaba en el campo de batalla y no esperaba a que un funcionario hiciese resonar un mazo para acabar con los malvados. Ese perverso pero eficaz concepto que él había eliminado de su mente a base de esfuerzo ahora era abrazado por Kyrene... No podía evitar enorgullecerse al verla defender sus convicciones sin miedo de ensuciarse las manos, pero a la vez, aquella confesión de labios de la persona en quien había depositado su confianza le decepcionaba de un modo que ni él mismo sabía explicar, pensó, negando con la cabeza como si aquel sencillo gesto pudiese echar atrás el tiempo y deshacer todo.

—Morrigan va a acabar con esa gentuza, Death, lo quieras o no, y yo la ayudaré.

—¿Me escuchas alguna vez cuando te hablo? ¿Te has enterado de que, desde que los enemigos de Atenea fueron derrotados, el santuario trabaja por mejorar este mundo?

—¿Tú y los demás caballeros? ¡Sí, como abejitas laboriosas, abandonados por la diosa que debería lideraros! ¡Ella podría barrer todo el mal con un gesto de su mano, pero elige divertirse como la niña rica que es y pone a Shion a hacer de burócrata del reino!

—En serio, ¿a ti qué te pasa?

—Me duele que no lo entiendas: pensé que te gustaría tener a tu lado a alguien con capacidad para cambiar la realidad, pero tú solo añoras a la camarera desvalida.

—¡Mierda, Kyrene! ¿Y tú? ¿Preferirías al antiguo Deathmask? ¿Al que mataba indiscriminadamente, al sádico capaz de desmembrar a un enemigo agonizante por el mero hecho de hacerle sufrir? ¡Porque yo duermo mucho mejor desde que lo dejé atrás y no quiero volver a encontrármelo!

—¡Al menos entonces no tenías miedo de usar la fuerza contra quienes se lo merecían!

—¡Y contra todo el que me mirase mal, joder! ¿Dónde está la mujer que decía estar cansada de ver muerte a su alrededor?

—¡Vaya, parece que los dos hemos cambiado!

—¡Pues qué putada, porque es de ella de quien me enamoré!

—¿Reniegas de mí?

—¡Reniego de tus actos! ¡Y no, no te considero desvalida! Te lo dije aquí mismo: no me necesitas, nunca lo has hecho.

—¡En eso tienes razón! No te necesito, ni tampoco que me digas cómo llevar mi vida. ¡Y si quiero cargarme a unos cabrones, lo haré, pese a quien pese!

—Me pones en una tesitura incómoda, Kyrene.

—¿Vas a entregarme al santuario? —se encaró ella, desafiante.

—Es mi deber —respondió él, sin ocultar la mezcla de tristeza e ira que teñía sus palabras—. Podríamos haberte ayudado a esquivar el juicio en un tribunal civil por los asesinatos de Helios y los demás si no hubieses cometido el error de atacar a Aldaghiero, un trabajador del santuario. El patriarca nos enviará tras de ti y nos pedirá tu cabeza; pero seguro que será clemente si suplicas su perdón. Y sabes que mis compañeros y yo intercederemos por ti.

Las pupilas de la griega se contrajeron hasta casi desaparecer; encolerizada, se precipitó hacia él y le aferró por el cuello con una fuerza sobrehumana, levantándole un palmo del suelo y girándose para estamparle contra el muro. Ahí estaba la explicación que él había demandado durante semanas, delante de su cara: la fuerza, la definición muscular, la pasión exacerbada, todos los cambios respondían a la voluntad de la diosa invasora de adecuar el cuerpo de su anfitriona a sus propios gustos y necesidades.

—¿Suplicar, yo? No eres más que un gusano cobarde —escupió, con desprecio—. Te daré una última oportunidad para rendirme pleitesía, Deathmask de Cáncer: ya no te haré mi compañero, pero puedes ser mi bufón.

—¿Tu bufón...? ¡Ja! ¡Estás peor de lo que pensaba! ¿No te ha dicho Kyrene que soy un tipo vil que solo mira por su propio interés? ¡Y lo siento, pero no me van las taradas intensas...! —masculló él, burlón, con la voz entrecortada a causa de la presión ejercida sobre su garganta.

La diosa le soltó dejándole caer, le dio la espalda y se alejó. Él permaneció en la arena algunos segundos, intentando mantener bajo control sus emociones: al fin y al cabo, era un caballero de oro, capaz de arrebatar la vida a un ser humano con un solo dedo, pero Morrigan se alojaba dentro de su novia y no había cómo desplegar todo su poder contra ella sin matarla. Pensó en aquello para enfriarse antes de acercarse y posarle la mano en el hombro.

—Aún puedes detener esto, Morrigan. Libera a Kyrene y vuelve a Irlanda. Estoy seguro de que todavía conservas adoradores allí.

Ella no se movió. Deathmask vio y sintió ese cosmos ancestral y hostil comenzando a elevarse en una nube oscura a su alrededor, cargada de agresividad.

—¡No... me... toques!

No tuvo tiempo siquiera de retirar el brazo: la envoltura formada por la energía de la diosa detonó, creando una onda expansiva que le lanzó de nuevo contra las rocas.

De acuerdo. No había marcha atrás.

—¿Es así como lo quieres, Morrigan? ¡No contaba con luchar contigo cuerpo a cuerpo, pero estoy dispuesto a expulsarte de ella a golpes! —vociferó, permitiendo que su propio cosmos le rodease con tal vehemencia que semejaba llamaradas. No necesitaba la armadura para inspirar terror en cualquiera que tuviese la mala suerte de cruzarse con él: la rabia que destilaba su mirada era amenaza suficiente.

—¡Ven, si tienes agallas!

Deathmask hizo crujir los nudillos y se aproximó, con su mordaz sonrisa tatuada en el rostro. Ya estaba harto. Había tenido paciencia, había sido empático y había hecho gala de un aguante que rebasaba cualquier orden de Shion solo porque aquella diosa utilizaba a su pareja como portadora, pero había superado el límite.

—Voy a desahuciarte, jodida chalada irlandesa, y tendrás que esconderte en una mofeta, o quizá en una babosa, ya veremos.

—Un hombre listo para asesinar a la mujer que dice amar por un puñado de dogmas en los que ni siquiera cree... Espero que tu fe de farsante se mantenga intacta cuando veas a Kyrene caer al pozo por tu culpa, si es que logras vencerme —se burló ella, erguida frente a él sin protegerse.

No quiso escuchar ni una palabra más. Enloquecido, se abalanzó contra ella y la embistió para arrojarla a la laguna. La joven salió despedida, con expresión sorprendida y el brazo extendido hacia él, y se hundió pesadamente en el agua, desapareciendo entre gotas y ondas.

—¡Vamos, Morrigan! ¡Demuéstrame que sabes manejar los puños de Kyrene con tanta habilidad como su lengua! —la retó, caminando a grandes zancadas para meterse en el líquido hasta la cintura.

No hubo respuesta. El caballero agudizó los sentidos, tratando de calcular por dónde emergería la diosa, pero ni su vista ni su oído captaban el más mínimo movimiento. Quieto como una estatua, aguardó varios minutos a que reapareciese para iniciar la batalla.

—¡Morrigan! ¡Maldita cobarde! ¿Pretendes ahogarla? ¡Espero que no, porque yo no voy a prestarte mi cuerpo para tus chaladuras! —gritó, con tal potencia que su voz le atronó al rebotar en las rocas.

Pero, una vez más, sus provocaciones fueron recibidas con un estremecedor y opresivo silencio. Un silencio lleno de malos augurios.

A ti que tienes paciencia como para acompañar esta historia día tras día, gracias: gracias por tus votos, tus comentarios y tu apoyo. 

Como ves, Deathmask acaba de perder el control de sí mismo y va a enfrentarse a Morrigan antes de llevarla ante Shion. ¿Logrará su objetivo o será ella quien se imponga? 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro