61. Algo oscuro te acompaña
Kyrene dejó atrás el local y apartó sin cuidado la cortina que lo separaba del almacén para apoyarse en la tambaleante mesa en la que solía comer, mesándose el cabello compulsivamente. ¿Cómo era posible que Deathmask lo supiese? Lila y Morrigan ni siquiera se habían besado hasta llegar a su casa, ¡nadie las había visto!
—¿Entiendes ahora, Kyrene? Es un animal carente de entendimiento; no está preparado para conocer el alcance del destino que te aguarda. No ha llegado aún el momento de revelarle mi presencia.
—Morrigan, no estoy de humor ahora mismo. Déjame resolver tu cagada y no te metas en mi relación.
—De acuerdo, pero ten cuidado, querida. No permitiré que arruines mis planes.
Todavía transcurrieron algunos minutos, que invirtió en lavarse la cara y serenarse, antes de que Deathmask entrase con aire contrito y las manos en los bolsillos. Su imagen recordaba a la de un niño después de recibir una buena regañina por parte de sus padres, pensó Kyrene, solo que en ese caso los padres serían interpretados, casi con total seguridad, por Shaina y Afrodita.
—Oye, gatita, respecto a lo de ahí fuera... —comenzó, en voz baja.
—Death, yo... lo siento, debería...
Sus palabras quedaron sofocadas contra el pecho del caballero, que la había abrazado de repente y la estrechaba como si dependiese de ella para mantenerse a flote en un naufragio.
—No tienes nada que explicarme. Eres libre, no hay problema en que te acuestes con quien quieras y he hecho mal en gritarte delante de todos —dijo, con amargura.
Ella le apoyó las palmas en el torso y se separó lo justo para poder mirarle a los ojos. Le reventaba tener que responsabilizarse de los actos de Morrigan, pero al mismo tiempo, verle dispuesto a hablar la alegraba y le infundía un enorme alivio.
—Perdóname. Tendría que habértelo contado, pero... algo en mi interior me decía que no lo hiciera.
—Eso es lo que no entiendo, Kyrene. ¿Acaso no me conoces? ¿Pensabas que me enfadaría?
La joven le acarició la espalda y aspiró el aroma de su piel a través de la camisa. Sabía que él la creería, pero también que analizaría sus palabras una y otra vez en busca de la mínima incongruencia.
—No, no es eso. Creo que, de algún modo, intentaba... protegerte —repuso, tratando de combinar dos extremos que se le antojaban irreconciliables: ser lo más franca posible y no enfurecer a Morrigan.
—¿Protegerme? —repitió él, arqueando una ceja y soltándola para recostarse en una estantería, con los brazos cruzados y actitud defensiva.
—No quería... hacerte daño, o que pensaras cosas raras.
—Ahora estás mintiendo. ¿Protegerme de qué? No me duele que te líes con otras personas y tú lo sabes; por tanto, si me lo ocultas no es para cuidar de mí, sino por un motivo diferente.
—No te lo conté porque no me siento orgullosa de lo que hice. Perdí el dominio de mí misma, de hecho, ni siquiera recuerdo casi nada de lo que pasó.
—Ah, ya, ¿y qué tomaste para acabar tan colocada?
Ella desvió el rostro, sintiéndose expuesta. Allá iban de nuevo, directos a un conflicto que no había forma de evitar, a menos que confesara todo: que una diosa la habitaba y que esa misma diosa, y no ella, era quien se había metido entre las sábanas y las piernas de la camarera. Bueno, si tenía que hacerlo, lo haría; le contaría la situación con total transparencia y que les diesen por el culo a Morrigan y a sus planes ocultos: había llegado el momento de sincerarse. Decidida, carraspeó para terminar de reunir el valor suficiente y entreabrió los labios; sin embargo, la intrusa le arrebató el control antes de que pudiese pronunciar una sola palabra y dio a la situación un giro que la hizo desear marcharse y no volver jamás.
—Maldita cría, ¿quieres obligarme a matarle? ¡Sus compañeros están fuera! ¡Si se nos opone, tendré que masacrar a la Orden Dorada al completo! Debería detener tu corazón ahora mismo...
Deathmask continuaba a la espera de una explicación, examinándola de arriba abajo en busca de cualquier indicio de culpabilidad sin saber que el cuerpo menudo de la griega era ahora manejado por la diosa.
—Vale, ya que tanto te interesa, fui yo quien dio el paso —declaró ella por fin, avanzando y acariciándole la nuca con lentitud—. La deseé desde que me sirvió la primera copa, vestida con esas ropas vulgares y chillonas. Huele a vainilla, lleva pestañas postizas y besa con mucha lengua... pero lo hace despacio y a conciencia. Ah, y tiene un tatuaje en el trasero: un gatito persa jugando con un ovillo de lana.
—¿A qué viene esto, Kyrene? —inquirió él, sorprendido por aquella salida de tono.
—Viene a que armas todo el drama solo para enterarte de qué hicimos y yo no tengo problema en responderte —paladeaba cada sílaba con dulce crueldad, la cadera pegada a la de él y la boca apoyada en su cuello—. Su cuerpo es suave, generoso... Se moja cuando la acaricio así —relató, replicando el movimiento con los dedos sobre los labios del caballero con un gesto que le hizo echar la cabeza hacia atrás como si de verdad evocase en su mente la imagen de las dos chicas desnudas procurándose placer— y es una delicia devorarla, tan delicada y caliente...
—Para, no hagas eso... —pidió él, con los ojos cerrados.
—Tiene los pechos grandes, sobre todo comparados con los míos —le tomó las manos y las apretó sobre su tronco, respirando hondo para hacerle notar los pezones, rígidos bajo el top—. Te habría gustado estar allí y jugar con nosotras, lo sé, pero...
—Cállate.
—...sobrabas.
—¡Kyrene! ¡Mierda, déjalo! ¿En qué clase de loca te estás convirtiendo? —exclamó él, apartándola de su lado— ¡Me da igual lo que hicierais! ¡Te repito que lo que me jode es que me lo escondas!
Encerrada en su propia mente e incapaz de comunicarse con él, Kyrene lamentó el profundo dolor que reflejaban los siempre vivaces ojos de Deathmask. Quería abrazarle, disculparse mil veces y prometerle que nada volvería a interponerse entre ellos, pero Morrigan parecía divertirse con la discordia recién creada como si jugase con muñecos de trapo. Forcejeó por recuperar el dominio de su cuerpo, sin lograr nada: el poder de la diosa la mantenía al margen, presa de aquel horror.
—Bueno, pero te lo estoy contando ahora y quiero asegurarme de que tu curiosidad queda satisfecha. Dime, mi amor: ¿qué más deseas saber? ¿Cuántas veces gocé? ¿Si puedo complacer a una chica mejor que tú? —insistió, sin cejar en su empeño de volver a abrazarle.
—Morrigan, por favor, detente. Él no se merece esto. Te obedeceré en todo lo que me pidas, pero no le hagas más daño.
—¿O quizá te preocupa que ella me guste más? ¿Te preguntas si podría hacerme prescindir de... esto? —le desafió, obstinada y seductora, manoseándole la entrepierna con descaro.
Él volvió a retirarse con un movimiento abrupto que hizo temblar los platos de la estantería que quedaba a su espalda. Sin embargo, más que cólera, su rostro expresaba decepción, tristeza y cansancio, como si estuviese exhausto de dar vueltas a un problema sin solución.
—¡Suéltame, joder! No eres la de siempre... me ocultas cosas y...
—¿Y...?
—...y hay en ti algo macabro.
La diosa rompió a reír, descolocándole.
—¿Macabro...? Ya veo. Y si alguien sabe de eso por aquí, eres tú, ¿verdad?
—Exacto. Te acompaña algo oscuro, perverso... ajeno a ti. Puede que no lo notes, pero te envuelve. Lo percibo con mayor nitidez con el paso de los días.
—Ves cosas donde no las hay. En vez de analizar tanto, ¿y si te dejas llevar...?
—No sé qué está pasando, pero no voy a permitir que te pierdas —declaró él, tomándola por los hombros.
—Me aburre su pusilanimidad. Todo tuyo, querida. Tan solo recuerda no mencionarme aún, o esta noche sufrirás un bonito castigo —dijo Morrigan al tiempo que devolvía de repente el mando de su cuerpo a Kyrene, cuyos tobillos temblaron durante un par de segundos hasta recuperar cierta sensación de seguridad.
—¡Dime de una vez qué ocurre!
Ella le abrazó sin que él correspondiese, en un intento de ganar tiempo para dar forma a su réplica.
—Death, por favor. Te juro que no estoy metida en temas de droga ni en asuntos turbios. ¿Por qué no puedes olvidarlo de una vez?
—¿Y qué otra explicación hay? Sabes que te ayudaré en lo que sea; no necesitas esconderme nada —insistió él, sosteniéndole el mentón con el pulgar y el índice.
—Estaba... cansada, sin más. Bebí demasiado, quería dormir y Lila me ofreció su habitación. No creí que acabaríamos así, pero surgió.
—Vale. Entonces, ¿te lo has callado porque estás enamorada de ella? Ya sabes, lo de protegerme para no hacerme daño...
—¡No! ¡Estoy enamorada de ti! ¿También vas a dudar de eso ahora?
—Pero si lo acabas de insinuar tú misma, mientras me metías mano...
—No pretendía actuar así... ha sido un impulso.
—¿Pero qué impulso ni qué...? Estás muy rara, nena. Vas de un extremo a otro; ya no sé qué veo cuando te miro.
La palma de Deathmask le rozaba el cuello con una suavidad que la hacía sentir todavía peor, pero aguantó el enésimo escrutinio con aplomo. Comprendía que tenía que ofrecer una fachada sin fisuras si quería que dejase de sospechar de ella, pero esperaba con ansia el momento de contarle todo de una vez y volver a funcionar como la pareja despreocupada y tranquila que solían ser.
—Death, venga. Pasamos poco tiempo juntos últimamente, ¿y si aparcamos las hostilidades y nos limitamos a estar a gusto?
—Es que... no consigo quitarme de la cabeza la idea de que me estás manteniendo al margen de algo...
Si él supiera, pensó Kyrene. Pero Morrigan le había prohibido hablar de ella y no dudaría en hacerle pagar su rebeldía con alguna tortura aterradora. Habían sido felices nadando en su dulce rutina y ahora él dudaba de sus sentimientos y sufría por culpa de una deidad cuyas verdaderas intenciones todavía eran una incógnita y que insistía en esconderse de los defensores de Atenea bajo sus mismísimas narices. Y, sin embargo, por mucho que le costase, debía confiar en ella, ya que no era capaz de enfrentarla... Al fin y al cabo, era una diosa y, como tal, tendría otra perspectiva de lo que sucedía, más compleja y acertada... o eso esperaba.
Bajó los ojos un instante, temiendo que se le humedeciesen, y tomó la mano con la que él la acariciaba para apoyarla en su mejilla. Añoraba el reconfortante tacto de su palma ligeramente encallecida, igual que las largas tardes de charla en la cama sobre libros, cine y trapos sucios de los demás caballeros o su talento para convertir en una delicatesen los restos mustios que albergaba su frigorífico.
—No pienses esas cosas, por favor. Te repito que no siento nada por Lila. Nos conocimos, pasamos unas horas juntas, le deseo lo mejor; eso es todo.
—¿Seguro? Eso que dijiste de prescindir de mí...
—Oh, vamos, Death, estaba enfadada... sabes que nadie puede competir con tu impertinencia y con tu extraño modo de cuidarme —dijo ella, esperando que aceptase los elogios como una ofrenda de paz.
—Sí, bueno, imagino que no soy fácil de superar... —rio él, lisonjeado.
—No, no lo eres. Ni de soportar.
—Pues anda que tú, tratando de cabrearme con la crónica de tu polvo lésbico...
—Y has caído de lleno en la trampa, so idiota. ¡Tres segundos más y se te habría puesto como un tronco!
Volvían poco a poco a sus bromas. Quizá todavía hubiese esperanza, pensó ella.
—Llevo mal eso de creer que nos ocultamos cosas. Cuando lo de Keelan, la falta de información jugó en nuestra contra. Me preocupa que algo así vuelva a pasar... que te suceda algo malo y yo no pueda impedirlo.
Un estremecimiento atravesó las vértebras de Kyrene al recordar la espinosa situación vivida en la falda del Helicón hacía apenas un año: el dolor de sus cicatrices reabiertas goteando sobre el suelo, la certeza de que el viejo la violaría antes de matarla y el pánico absoluto cuando el caballero apoyó el índice en su pecho para arrancarle el alma... Todos y cada uno de esos minutos de angustia, compensados con la visita a Korydallos durante la cual ella misma había detenido el corazón de su enemigo, gozando de una venganza tan inesperada como exquisita.
—¿Estás bien?
—Sí, yo... es que cuando le mencionas...
—Sé que es duro para ti, gatita —la tomó por la cintura y la estrechó entre sus brazos, complacido al escucharla suspirar de alivio—, pero voy a contarte una cosa: ese desgraciado ha doblado la servilleta.
—¿Qué...?
—Que ha muerto. Salió en la prensa. Un infarto.
Kyrene agradeció que él no pudiese ver la mezcla de rubor y malicia que se extendía por su cara, elevó los brazos para enlazar su nuca y le besó la clavícula.
—Pues otro malnacido menos en el mundo, supongo.
—Así es. Pasará la eternidad penando, como se merece.
—Deberíamos celebrarlo, ¿no crees? Vamos al local, te invito a lo que quieras y en cuanto cierre nos subimos a casa y hacemos las paces como es debido.
—Desde luego, gatita, eres una experta en ofertas que no se pueden rechazar —concordó él, palmeándole el trasero y mordiéndole levemente la oreja mientras caminaban hacia la cortina de terciopelo.
Tras la enésima discusión, ¿cuánto más pueden soportar Deathmask y Kyrene esta continua sucesión de desencuentros? ¿Romperán como pareja o conseguirán reconducirlo? ¿Logrará Shura unir las piezas para detener a Kyrene y a Morrigan antes de que hagan algo aún más grave?
ADVERTENCIA: En el capítulo de mañana, "Morituri te salutant", las cosas se van a poner truculentas, feas y asquerosas. Vamos a tocar un tema muy delicado y te pido que lo tengas en cuenta antes de comenzar a leer. Quizá prefieras saltarte ese capítulo, en ese caso escríbeme y te haré un resumen por privado sin dar detalles escabrosos.
¡Gracias una vez más por acompañarme, por votar y comentar! He notado que hay más movimiento también en "La redención de Cáncer" y eso es gracias a ti, que difundes la historia y dices cosas bonitas sobre ella. Me hace muy feliz que estés disfrutando de la historia y que hayas llegado hasta aquí, descubriéndola poco a poco. ¡Hasta mañana!
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