59. Su propio infierno
Muchas cosas se habían dicho a lo largo de los años acerca del temperamento y las costumbres del extraño caballero de Cáncer. Había quien le consideraba un loco, un lunático cuyo talante variaba según las fases de su astro regente; otros temían sus arrebatos de ira, tan imprevisibles como explosivos y cuajados de crueldad, y los que le habían tratado en profundidad preferían mantenerse alejados de sus réplicas lenguaraces y su facilidad para sacar de quicio al más paciente.
Y, sin embargo, nadie podía negar un hecho: cuando se le encargaba una misión, el italiano cumplía. A esa conclusión, entre otras, habían llegado Shion y Dohko una noche, durante una de sus habituales partidas de "go", en los tiempos -ya remotos para algunos- en que todavía se clasificaba a los miembros del santuario en "fieles" y "traidores" para determinar su destino tras la lucha fratricida que siguió al regreso de la diosa.
—Es necesario perdonarle. Deathmask es valiente y poderoso —había dicho el chino, observando el tablero de juego.
—Por no hablar de sus convicciones: equivocado o no, es fiel a su propio criterio. Valoro eso en un guerrero.
—Es como un grano en el culo y no hay quien le soporte, pero acata las órdenes que se le dan. A su manera, es cierto; pero termina el trabajo. Que se lo digan a Saga...
Shion chasqueó la lengua y efectuó un ingenioso movimiento que hizo a Dohko golpearse el muslo con la diestra.
—Vas a amnistiarle, ¿verdad, amigo mío? —insistió, clavando en el patriarca su nítida mirada, tan jovial que desmentía su verdadera edad.
—Claro que lo haré. Si Deathmask está hoy aquí es por mi culpa. Lo arranqué del centro de acogida y lo envié a Sicilia. No puedo quejarme ahora por tener un caballero desequilibrado cuando yo lo condené a criarse en el infierno. Es mi chico, tanto como los demás... Y, si lo piensas bien, todos están rotos. Igual que nosotros.
—Hiciste lo que debías, Shion —murmuró Dohko, con la mano apoyada en el hombro de su compañero—. Nuestro servicio a la diosa es duro, pero se ve recompensado con el mantenimiento de la paz en el mundo. Cada pequeño sacrificio nos es devuelto con creces.
Shion asintió ante aquel mantra que él mismo se había repetido una y otra vez.
—Es mi chico, Dohko. Yo le di la vida que tiene y sería injusto arrebatársela.
Se decían muchas cosas del caballero de Cáncer. Todas eran ciertas.
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Si bien no era un gran amigo de las normas, ni en el trabajo ni en su vida personal, el hombre de cabello rebelde y mirada penetrante solía seguir algunos preceptos que le ayudaban a mantener alejados los fantasmas del pasado. Pero no aquella noche. La necesidad de olvidar, de aplastar la suspicacia que se obstinaba en perseguirle desde hacía semanas era tan acuciante que no lo pensó dos veces antes de romper el pacto que había establecido consigo mismo cuando volvió a convertirse en un miembro honorable de la escolta de Atenea.
—Invítame a una, anda, que me has robado hasta la paga de mis hijos... —resolló una voz masculina, perteneciente a un individuo grueso cuya chaqueta parecía nevada por la acumulación de caspa en las hombreras.
—¿Invitarte yo a ti? ¡Ja! No estoy tan borracho como para dejar que me líes... Has perdido porque eres un manta y un cutre, no me vengas con historias...
No bebas cuando estés de mal humor.
—¡Mierda, Deathmask! ¡Eres un jodido farolero! —el hombre se levantó de la mesa y la aporreó con las palmas, fuera de sí, en un gesto que arrancó una gran sonrisa al caballero.
—¡Ah, quieres pelea...! Espera, ¿quieres pelea? ¡Porque me muero de ganas de partir unos cuantos huesos! —exclamó al incorporarse a su vez, ilusionado como un niño pequeño antes de abrir un regalo de cumpleaños.
—¡No puedes ganar todas! ¡Nadie juega tan bien...! ¡No pienso tragarme eso!
El joven estalló en una risotada que resonó en las paredes del local e hizo que todos se volviesen hacia ellos antes de lanzar una de sus habituales réplicas incendiarias:
—¿Y qué preferirías tragarte, imbécil? ¿Esto de aquí —preguntó, agarrándose la entrepierna y adelantando la cadera— o esto otro? —remató, con el puño en alto, en un movimiento que algunos exaltados corearon con aplausos y gritos de "¡machácale!".
—¡Eh, eh, yo no he dicho nada de eso! —se apocó su interlocutor cuando escuchó el macabro crujido de los nudillos y las cervicales de Deathmask, que ya se preparaba para comenzar a repartir golpes.
—Andrei, mejor siéntate y estate calladito, por favor —intervino una mujer alta y espigada cuyo semblante había sido arado por el paso del tiempo—. Si no sabes perder, no juegues.
—¡Sira, eres una aguafiestas!
—Quizá, pero es mi casa y es mi noche de póker, así que todos tranquilos o damos por terminada la fiesta —insistió ella, encendiéndose un cigarrillo y aspirando con deleite el humo de la primera calada.
Su voz hizo recapacitar a los dos contendientes, que volvieron a tomar asiento, y un cuarto jugador mezcló habilidosamente las cartas para iniciar una nueva ronda. Los incidentes violentos durante las partidas clandestinas organizadas en aquella zona de Atenas eran frecuentes y solían saldarse con unas cuantas piezas dentales sueltas y algunos tabiques nasales fracturados, pero ver fuera de sus casillas al siempre irritante italiano -cuyo sarcasmo había hecho estallar la vena a más de un oponente- era una novedad que llamaba la atención de todos los presentes en el local, un bar sin licencia que solía reunir a pequeños delincuentes, traficantes de poca monta y algunos informadores a los que recurría de cuando en cuando. No obstante, a pesar de que su labor era relacionarse con aquellos indeseables para saber qué se tramaba en los bajos fondos, en aquella ocasión había llegado dispuesto a relajarse, beber tanto como le apeteciese y, sí, quizá dar unos cuantos meneos al primer idiota que le tocase los huevos más de la cuenta.
—No tenéis nada que hacer, hoy no vengo con ganas de bajar el nivel para dejaros ganar —declaró, echando sobre la mesa un póker de reinas que fue recibido con bufidos.
—¿Estás en racha, amigo? —inquirió una voz conocida— Parece que te has propuesto arrasar tú solito con las existencias de cerveza.
Deathmask miró el montón de botellines vacíos que le rodeaban y giró la cabeza hacia el recién llegado, que le había posado sobre los hombros sendas manos del tamaño de jamones y le sonreía con una afabilidad que suavizaba su imponente rostro cuajado de cicatrices.
—¡"Rompebocas"! ¡No te esperaba esta noche! —saludó, levantándose para palmearle la espalda.
—Hoy libro, pero no me apetecía quedarme en casa, así que pensé en sablear a estos.
—Te entiendo, me pasa igual. ¿Juegas? Este anormal ya se iba, ¿a que sí, tontito? —afirmó, con una elocuente mirada dirigida al de la caspa, que se apresuró a asentir y liquidar su cuenta con la mesa para dejar el sitio libre.
—Un par de manos nada más, que siempre me desplumas, cabrón —aceptó el otro, ocupando la silla y saludando con la cabeza a los demás.
No pasó mucho tiempo antes de que la anfitriona diese la partida por terminada y pidiese a los jugadores que cediesen sus lugares a otros, ante lo cual Deathmask y "Rompebocas" se trasladaron a la barra, donde el caballero ordenó la enésima cerveza de la noche.
—No sabes las ganas que tengo de armar una gresca y liarme a hostias —dijo el otro, sin esperar siquiera a que les sirviesen la consumición.
—Ya somos dos.
—Llevo una temporada fatal...
El interés de Deathmask en los problemas de "Rompebocas" era escaso, por no decir inexistente, pero tampoco tenía nada mejor que hacer que pasar el rato con él, así que se entretuvo en rascar la etiqueta de su botella mientras fingía prestar atención al inminente e inevitable desahogo.
—Anatole me ha dejado —prosiguió el portero—. Intuía que me estaba poniendo los cuernos, pero encontrármelo en mi cara ha sido demasiado. Lo peor es que se ha quedado las gatas, la videoconsola y la colección de vinilos antiguos ...
Deathmask arqueó una ceja y masculló un "ahá" casi inaudible hasta darse cuenta de que su interlocutor esperaba algo más por su parte.
—¿Qué? ¡Pero si llevabais juntos toda la vida! ¡Estaba seguro de que me pedirías que fuese tu padrino de boda! —exclamó, entonando exageradamente.
—Pues ya ves. No supe ni reaccionar. Imagino que tú estarás igual, se te veía bien con la chica...
—¿Yo? ¿De qué estás hablando, polluelo?
—¿No salíais...? Tú y esa que trajiste a la discoteca en verano, cuando viniste con tu amigo el "cara de ladrillo"... Silene, ¿no?
—Kyrene, sí, pero ¿por qué hablas en pasado?
Su interlocutor se mordió la lengua y apuró medio botellín de una tacada, preguntándose si habría metido la pata.
—Puede que yo lo haya malinterpretado, entonces...
—¿Malinterpretar qué? Mira, sé más claro, que no estoy para gilipolleces —se impacientó Deathmask.
—No sé, pensé que lo habíais dejado.
—¿Nosotros? ¿Por qué íbamos a dejarlo?
—Bueno, por lo que pasó cuando estuvo en el local, hace unos días.
—¿Que Kyrene fue donde Fiore? ¿Y qué dices que le ocurrió? —preguntó, extrañado.
—¡No jodas que no lo sabías...!
—No, pero tampoco es un problema. No es como si fuésemos siameses... Ve al grano, ¿alguien la molestó?
—¡Qué va! ¡Al contrario! No veas qué aires se gastaba... ¡La tía se saltó la fila por todo el morro sin despeinarse! No parecía tan soberbia cuando la vi por primera vez...
El guerrero tragó saliva y tomó aire. Ella siempre decía que no le gustaban las discotecas, ¿qué pintaba en una? No, no; no había razón para molestarse. No tenía nada de malo que se divirtiese después de asistir a clase durante horas. Él mismo estaba cociéndose como un langostino mientras se suponía que debía trabajar, ¿qué podía reprocharle?
—¿Y qué quieres? Es tan guapa que podría colarse en el Louvre, ponerse un marco y dejarse fotografiar por los turistas durante días, si se le antojase... —bromeó, sin entender a dónde quería llegar el otro— Y tiene todo el derecho a salir y pasarlo bien.
—El caso es que se metió en un reservado hasta la hora de cerrar.
—¿Sola?
—Ah, ¿ya te pican los celos? —rio "Rompebocas".
—¿Qué celos ni qué hostias? Estás empezando a joderme, chiquitín, y yo también tengo un mal día... Si quieres contarme algo hazlo ya o busca otro al que aburrir —siseó Deathmask, intimidante.
—¡Vale, vale, relájate! —respondió su compañero de copas, con las manos en alto como si negociase una tregua— Se marchó con Lila, una de las camareras, y se pasaron la noche de farra.
—¿Y se supone que eso debe ponerme celoso? De verdad, no sé qué te han echado en la cerveza, pero solo te falta ver elefantes rosas...
—Es que no has oído la parte jugosa del asunto.
—Y a lo mejor no quiero oírla. Eres un chafardero —dijo, dejando un billete en la barra y levantándose para marcharse, harto de aquella conversación que no avanzaba.
—Entonces, supongo que te dará igual saber que Lila está deseando volver a verla porque, según ella, y cito textualmente: "nadie jamás me había hecho desmayarme de gusto" —el portero entrecomilló su declaración con los dedos—. Creo que está obsesionada con que Silene aparecerá en la puerta y se la llevará volando como en una comedia romántica...
El italiano se detuvo en seco, sin girarse. Tras él, "Rompebocas" continuaba desgranando el encuentro entre Kyrene y Lila, la cual a buen seguro había sido el centro de atención de todo el personal del local de Fiorella durante unas cuantas noches a juzgar por la cantidad de detalles que les había dado a conocer.
—Oye, "Rompebocas"... ¿sigues teniendo ganas de liarla? —le interrumpió, inmóvil, con los dedos apretados en torno a una de las botellas que el camarero aún no había retirado del mostrador.
—¿Qué?
—¡Que si quieres liarla!
Con un movimiento imposible de esquivar, el caballero se volvió y estrelló el recipiente en el cráneo del portero, que parpadeó durante unos segundos hasta entender qué había pasado y se echó a reír mientras se limpiaba el hilo de sangre que le resbalaba por la sien.
—¡Maldito hijo de un perro rabioso! ¡Ven aquí para que te rompa las costillas! —exclamó, abriendo los brazos y precipitándose hacia él.
Deathmask correspondió con otra risotada y aprovechó el momento en que su oponente se abalanzaba para retirarse y encajarle el puño en el estómago. Joder, eso era justo lo que el cuerpo le estaba pidiendo, una buena trifulca con la que pasar el rato; le faltaban oponentes a su altura para no tener que reprimirse, pero al menos liberaría algo de tensión.
—¡Mierda! ¡Nada de peleas dentro de mi sala! —gritó Sira, tratando de interponerse.
—¡No te acerques o tú también recibirás y no es mi intención! —la avisó el caballero.
Dos de los presentes se metieron para separarles, pero solo consiguieron convertirse en el blanco de los golpes de Deathmask que, administrando su fuerza con relativa mesura para no destrozarles, lanzaba un puñetazo tras otro sin molestarse en comprobar a quién arreaba o en qué parte del cuerpo. Uno tras otro, más sujetos fueron sumándose a la bronca hasta que el local se vio invadido por una caótica coreografía de mamporros que desesperó a la dueña, cuyas advertencias caían en el más absoluto de los vacíos.
No. No eran celos. No eran los putos celos, se dijo, asiendo a dos individuos por el pelo y haciendo chocar sus cabezas entre sí. No le dolía que Kyrene saliese por su cuenta, ni que se acostase con otra persona. Eso entraba en lo esperable en una relación, al menos desde su punto de vista. Lo que no entendía era por qué no había querido compartirlo con él. Vale que no le invitase a participar... o a mirar, lo cual de verdad le habría gustado, pero ¿ni siquiera decírselo? ¿Ahora se ocultaban cosas? ¿Ellos, que se habían revelado cada detalle de sus fantasías íntimas y sus aspiraciones para el futuro?
Solo ahora, en mitad de aquella contienda terapéutica motivada por su capricho, podía pensar con relativa claridad. La confianza entre ambos se había resquebrajado. Ella guardaba secretos que no pensaba contarle y a él le dolía renunciar a conocerlos. Su intuición, afilada por los años de entrenamiento para permitirle detectar la más mínima amenaza, le gritaba que había algo que se le escapaba, pero el corazón le pedía que dejase de insistir o la apartaría de él. Su único deseo era volver al pasado, a los días en que la vida junto a ella era un viaje interminable por las carreteras irlandesas, antes de que todo se torciese.
—Vale, ya me he aburrido —declaró cuando todos los que se habían apuntado al conflicto hubieron huido o estaban inconscientes a sus pies—. Sira, perdona las molestias. Venía un poco estresado, pero ahora me siento de maravilla.
Mirando a su alrededor para no perder detalle del paisaje de maltrechos cuerpos apilados, abrió la cartera, sacó un puñado de billetes y se los entregó a la mujer, que apretaba los labios como si de ellos fuese a surgir una onda sónica asesina en cuanto los abriese.
—Polluelo, ¿estás bien? —preguntó al tiempo que tendía el brazo al altísimo hombre que yacía sobre una mesa, gruñendo de dolor.
—Cabronazo, lo que estoy es lleno de magulladuras...
—Sí, te he dejado todavía más feo de lo que eras —concordó, ayudándole a levantarse antes de encaminarse hacia la puerta.
—¡Pedazo de gilipollas! ¡No se te ocurra entrar aquí nunca más! ¡Juro que te quemaré vivo si vuelvo a verte! —vociferó por fin Sira, arrojándole directo a la coronilla un vaso que él atrapó sin esfuerzo.
—Tranquila, nena, tengo otros planes.
Dándoles la espalda, el caballero traspuso el umbral y se sumergió en las sombras, en busca de algún antro donde continuar con la borrachera y la jarana. No le preocupaba el frío nocturno, pues él ardía en su propio infierno. Uno al cual nunca habría querido regresar y del que no sabía salir, en el que él mismo era el encargado de infligirse la peor tortura imaginable: la de la duda.
Deathmask se nos está volviendo majara. Como la cosa siga así, os digo que a este le dan una camisa de fuerza y dos kilos de naranjas para que las monde con los dientes. Ahora bien, ¿qué hará con la revelación de "Rompebocas"? ¿Se lo reprochará a Kyrene o entenderá que su pacto de pareja incluye estas situaciones? ¿Hablará con Lila? ¿Se acostará con alguna otra persona él mismo por despecho?
Mañana, "Schrödinger vs. la diplomacia italiana". No te lo pierdas, porque ocurrirán cosas...
Gracias por tu apoyo en forma de votos y comentarios, así como por los mensajes y el feedback. De verdad valoro que dediques tu tiempo a leer esta historia. Y gracias especialmente a @aleariesmushion que cada día me lee y es siempre muy linda conmigo. ¡Este capítulo te lo dedico a ti!
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