4. Roncas y odias dormir solo
Kyrene despertó poco antes del amanecer, cuando las estrellas comenzaban a palidecer en el cielo todavía oscuro. Deathmask, dormido tras ella, la tenía atrapada contra su cuerpo, rodeándola con los brazos y mojándole el cuello con el hilillo de saliva que le colgaba de la comisura de la boca. Ella bostezó y acarició los sólidos antebrazos que la estrechaban, cuyos músculos y tendones se marcaban bajo la suave piel broncínea, frotando inadvertidamente la cadera en su erección matinal cuando se estiró.
—¿Empiezas el día provocando a un pobre hombre inocente, gatita malvada? —la voz del joven resonó en su oído, enronquecida al pronunciar las primeras palabras de la mañana.
—Mmmh, ¿estás despierto? Pero si apenas me he movido...
—Tengo tu culo pegado a la bragueta como dos piezas de un puzle, no me cuentes historias —la interrumpió, secándole con sus propios labios la humedad del cuello.
—Me has babeado y sigo diciendo que roncas... —Kyrene fingía molestia, pero no lograba disimular la sonrisa que le provocaba el leve roce del mentón sin afeitar de Deathmask.
—Y yo sigo diciendo que te lo inventas —replicó él, al tiempo que recorría con ambas manos la distancia entre la cintura y los pechos de la chica para apretarlos con suavidad.
—Admítelo: roncas y odias dormir solo —exigió ella, conteniendo un estremecimiento de placer.
—No pienso admitir nada hasta que me supliques que te folle —ahora sus dedos jugaban a endurecer los pezones, entre caricias y pellizcos.
—Pues lo llevas claro...
—No me desafíes, sabes lo testarudo que puedo llegar a ser...
Kyrene se echó a reír y asintió, juntándose aún más a él con un sugerente suspiro: cuando algo se le metía entre ceja y ceja, Deathmask era capaz de manipular a quien fuese necesario para conseguir su objetivo y, desde luego, no sería ella quien rechazase un polvo de buenos días. Trazándole una línea de mordiscos desde la oreja al hombro, él la giró hasta dejarla boca arriba para besarla profundamente, con una mueca maliciosa.
—Gracias por traerme el desayuno a la cama, gatita.
—¿Qué desayuno? ¿El que tengo entre las piernas?
—Ese mismo, veo que las cazas al vuelo...
Ambos estallaron en una escandalosa carcajada, habituados a seguirse el juego el uno al otro en una escalada de bromas soeces y propuestas con doble sentido que habría sonrojado a cualquier oyente casual. Todavía riendo, Deathmask le separó las piernas y se las sujetó para besarle el vientre hasta llegar al clítoris sin ningún tipo de preámbulo, arrancándole un gemido con ese primer contacto, pero no se detuvo ahí: despacio, golpeteó con la lengua la delicada protuberancia, disfrutando de la impaciencia de ella, cada vez más incontenible.
—Tu lengua... ah, me vuelve loca...
—Dime algo que no sepa, anda —se pavoneó él.
—Que roncas, joder...
—¡Esa mentira no es verdad!
—¡Se te enfría el desayuno! —rio ella, agarrándole el cabello con ambas manos.
Con un resoplido burlón, Deathmask acató la orden y se concentró en desesperarla, lamiendo cada pliegue en una parsimoniosa tortura que consistía en esquivar deliberadamente las áreas más sensibles mientras la retenía con fuerza suficiente para impedirle elevar la cadera hacia él.
—¿Te parece bonito... hacerme sufrir así?
—Tienes que suplicar... —insistió, frotando la boca sobre sus labios mayores.
—A lo mejor llamo a Shura, seguro que él no se haría de rogar tanto...
Él curvó una ceja al escuchar aquella bravata, sonriendo con su habitual sarcasmo y aligerando la presión que ejercía sobre las piernas de la chica.
—Si es lo que deseas, podría avisarle ahora mismo... Apuesto a que no tardaría en llegar, listo para ti...
—Los tres lo deseamos, ¿verdad? —le tentó ella, pasándole los dedos entre los rebeldes mechones— Te mueres de ganas de vernos juntos, regalándote un buen espectáculo...
—Sí, gatita, quiero ver eso —Deathmask dio un lametazo más y levantó el rostro para fijar sus profundos ojos azules en los de ella, con una expresión de total sinceridad.
Kyrene aprovechó con picardía la momentánea distracción para escabullirse y arrodillarse tras él, rodeándole el cuello con los brazos y mordisqueándole la oreja como un súcubo perverso:
—Ambos podemos jugar a ser Mefistófeles, mi amor... Pero dime una cosa —solicitó, envolviendo con los dedos el pene del caballero, enhiesto y goteante—: tú ya has probado lo que me ofreces, ¿no es así?
Él echó el tronco y la cabeza hacia atrás con un gruñido de placer al sentir las primeras lentas sacudidas, asintiendo en silencio.
—Por eso insistes tanto... Conoces a Shura en el sexo e intuyes que juntos seríamos Hiroshima y Nagasaki —se aventuró, con los dientes sobre su nuez, sin dejar de masturbarle.
—Sí, gatita, sé cómo es... Y no habría novela capaz de igualar lo que me provocaría teneros a los dos delante de mí...
—Desnudos, cachondos, manoseándonos... —ahora estaba a su lado, con las uñas en su nuca, incitándole en un susurro que era casi un gemido.
—Admitiendo por fin las... las ganas que os tenéis y haciéndolo como animales en celo... —jadeó él, asiéndola por el pelo para darle un beso salvaje.
—Y debiéndote una a ti por habernos obligado a reconocerlo, ¿verdad?
Acompañó su maliciosa pregunta con un ágil empujón que arrojó a Deathmask de espaldas sobre las sábanas y se sentó a horcajadas en su cadera.
—Bueno, eso es lo de menos...
Kyrene no contestó, ocupada en alinear la erección del joven a lo largo de su sexo, que ya ardía de deseo, y en inclinarse sugestivamente al tiempo que se lamía los labios, retirándose y cubriéndole la boca con la palma justo en el momento en que él erguía la cabeza para besarla.
—Cállate. Ahora me toca hablar a mí —demandó.
Basculó la pelvis lo justo para permitir que apenas el glande se adentrase en su intimidad, ensartándose con tal calma que Deathmask no pudo evitar arquearse a su encuentro. Manteniéndole silenciado con la mano, se apoyó sobre el brazo libre, se apretó contra él hasta eliminar todo hueco entre sus cuerpos e inició su danza, rozándole los pectorales con los pezones.
—Te diré lo que va a pasar, cangrejo pervertido —murmuró en su oído, en un tono sugerente que hizo que él sacase la lengua para lamerle los dedos—: voy a acostarme con Shura, porque le deseo desde que le conozco y porque quiero complacerte en todas tus fantasías, por chaladas que sean. Y voy a disfrutar tanto con él, que sufrirás mientras nos observas, preguntándote si alguna vez serás capaz de volverme así de loca tú solo...
Los ojos de Deathmask se abrieron de par en par ante aquellas palabras imprevistas y la sangre se agolpó aún más en su miembro con un latido violento, casi doloroso. En ningún momento desde que iniciara su maniobra había contado con despertar ese lado perverso y lúbrico en Kyrene, pero ahora la amenaza encubierta le excitaba aún más y le animaba a seguir superándose: nadie la haría gozar como él; nunca, en ningún universo. Esa era su prerrogativa. Analizaría cada segundo de placer que Shura le proporcionase y él mismo se lo procuraría noche tras noche, multiplicado por mil, aunque quedase exhausto en el intento. Ahora no era solo una ensoñación: se había convertido en un desafío. Y él jamás rechazaba uno.
La joven sonrió al advertir su reacción sin detener su suave balanceo, satisfecha con el resultado de su visceral discurso: del mismo modo que él le había inyectado la idea de que tener sexo con Shura era factible, ella le había dado una vuelta de tuerca, poniendo de relieve un riesgo que el desmesurado ego de Deathmask no podía tolerar, pero tampoco resistir. Excitado y anhelante, exhibía su creciente necesidad moviéndose contra ella, tomándola por la cintura con ambas manos para penetrarla más profundamente y meneando la cabeza hasta que consiguió que le destapase la boca.
—Gatita, acabas de volver este juego muchísimo más interesante...
—¿Has visto? ¡Y sin suplicar nada! Tengo estilo, qué le voy a hacer...
—Con estilo te voy a reventar yo... —replicó, tirando de ella para recostarla en su pecho y acelerando el ritmo.
—¡Death! ¿Serás bestia...? —jadeó Kyrene al desplomarse sobre él.
—Sabes bien que sí... y te encanta...
Usando los dedos para apartarle el cabello de la frente, ella le besó, con la respiración acelerada por la potencia y la rapidez de los embates. Él tenía razón: la excitaban sus maneras groseras y su lenguaje vulgar y probaría a ciegas cualquier cosa que le propusiese. El sexo entre ellos era sucio, apasionado y bastante escandaloso, pero en modo alguno aburrido. Dejándole un reguero de mordiscos en el cuello, gimió, perdida en las primeras contracciones de su propio clímax:
—Y a ti... a ti te va a encantar... verme haciendo esto con Shura, ¿verdad? —inquirió, dejándose llevar por aquel goce, no por conocido menos intenso.
—Más que eso, voy a amar cada jodido segundo...
—Mi hombre... mirándonos sin tocar... ¿de verdad tengo que creerme que serías capaz?
—¿Dudas de mi autocontrol?
Se miraron a los ojos, sonriendo y jadeando sin preocuparse de que el viento que entraba por la ventana abierta pudiese llevar esos sonidos obscenos a oídos de cualquiera. Deathmask estaba entusiasmado con el progreso de su experimento, creando en su mente imágenes de lo que su amigo y su novia harían ante él; de hecho, aquellos pensamientos le estimulaban con tal vehemencia que no tardó más de diez minutos en vaciarse dentro de ella, uniendo sus labios impetuosamente con un último rugido.
—Dioses, gatita... es pensarlo y correrme como una bestia...
Ella desmontó, llenándole de besos la mandíbula y los pómulos, y se echó a su lado.
—Eh, no voy a dejarte así, no te preocupes. Si no te llevas dos no me quedo a gusto y tengo una reputación que mantener... —se jactó él, volviendo a acomodarse entre sus piernas para reanudar el cunnilingus que había dejado a medias.
—Bien merecida, diría que eres el mejor amante de Grecia... —le agasajó ella al agarrarse al cabecero, con el cuerpo combado hacia él.
Listo para hacer honor a aquel halago, se centró tan solo en brindarle placer, saboreando en cada exaltado lametazo la mezcla de los fluidos de los dos, hasta que sintió en el vientre de Kyrene el temblor familiar que anunciaba la inminencia de su orgasmo, seguido de los gritos descontrolados que avivaban su orgullo como ninguna otra cosa en el mundo:
—¡No pares, Death, joder! ¡Es increíble...!
El caballero no interrumpió la tarea hasta que ella aminoró el movimiento de sus caderas y volvió a respirar con cierta calma; solo entonces se permitió incorporarse y dejarse caer junto a ella, aprisionándola entre sus brazos esculpidos a base de maratonianos entrenamientos. Con los ojos cerrados, respiró hondo, la besó con delicadeza y la cubrió con la sábana de los pies a la cintura. No era muy dado a comentarlo, pero esos perezosos momentos que seguían al sexo, cuando se abrazaban todavía sudorosos y agitados, perdidos en la grata sensación del goce compartido, le resultaban tan satisfactorios como el acto que los provocaba. Ahora, los dedos de Kyrene viajaban indolentes por sus abdominales, trazando caprichosos caminos mientras él tabaleaba en morse sobre su hombro todos esos mensajes que le costaba verbalizar.
—Por cierto, gatita... Casi se me olvida comentártelo: me han asignado una misión en el norte del país. Me marcho mañana.
Ella levantó la cabeza para mirarle. Sabía que era su trabajo y lo aceptaba, pero no terminaba de acostumbrarse al hecho de que su pareja se jugase la vida cada vez que salía del santuario.
—Tengo la sensación de que eres el que más trabaja aquí... ¿Acaso te castigan por alguna cosa?
Deathmask se echó a reír con gusto ante la cándida pregunta.
—¿En serio? ¡Es la primera vez que me dicen algo así! Bueno, quizá tengas una parte de razón. Mi teoría es que a Shion no le gusta que yo esté ocioso. Ya conoces el refrán... "cuando el diablo no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas".
—No pienso hacer un chiste guarro por muy fácil que me lo dejes, así que no te esfuerces.
—¡Pero menudo concepto tienes de mí! Te decía que mantenerme ocupado es su forma de fomentar mi cordura, supongo.
—Ya. ¿Y estarás fuera mucho tiempo?
—No, apenas cuatro o cinco días. Cuento con quedarme libre el jueves, pero voy con Shura y había pensado en pasar el fin de semana en Atenas con él, para distraernos un poco, ¿qué te parece?
—Muy bien. Divertíos, pero tened cuidado, por favor. Quiero verte aparecer el lunes por la taberna gritando como el energúmeno que eres —pidió ella, besándole el mentón y cobijándose de nuevo en su pecho.
—Tranquila, ya sabes que ni la mismísima muerte me aguanta mucho rato. Te cambiaré las llaves de sitio cada noche para que pienses en mí...
—Ni la muerte, ni yo, ni tú mismo te aguantas, mi amor.
A ti, que me lees, gracias. Sé que esta continuación debería haber estado lista hace un año para seguir manteniendo el interés de quienes acompañaron la primera parte, pero las circunstancias no me dejaron dedicarle cada día el tiempo que habría necesitado. Pero ahora eso da igual: esta historia está completa, irá subiéndose sin retrasos (salvo que ocurra algo de fuerza mayor) y el próximo capítulo se titula "Hoy pillas, Shura". Si con eso no te queda claro lo que va a pasar, yo me bajo de la vida...
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