39. Pasta, sopa y ensalada
Kyrene paseaba entre los coloridos y abarrotados puestos del mercado, declinando con discreción las estentóreas llamadas de atención de los comerciantes y mirando a su alrededor en busca de una persona concreta, sin encontrarla. La idea era sorprender a Deathmask preparándole una cena casera, comestible y, en la medida de sus posibilidades, con un aspecto que no recordase al vómito, así que había recabado la ayuda de Shaina con intención de lucirse en terreno peligroso: cocina italiana.
—Verás que no es difícil. Solo tienes que mezclar la masa, dejarla reposar y estirarla para cortarla muy fina. Luego la rellenas y la sellas bien, la cueces justo dos minutos y ¡listo!, unos ravioli con los que harás que ese sujeto te chupe los dedos. Nos vemos el sábado en el mercado y te ayudo a comprar lo necesario —había sido la propuesta de la amazona.
El caso era que Kyrene no se había negado a tiempo y por eso caminaba con aire indiferente por el mercado a la espera de su cómplice, arrepintiéndose de antemano de aquella aventura culinaria cuyo desastroso resultado ya intuía. Shaina, como era habitual, llegaba tarde y ella se sentía tentada de volver a casa, abortar la misión y reservar mesa en algún restaurante de Atenas para ahorrarse la vergüenza.
Cruzó la calle principal para echar un vistazo a un puesto de hortalizas, sonriendo al escuchar la perorata habitual del encargado jactándose de traer los tomates más jugosos del país y examinó el género en busca de algo interesante hasta que cuatro palabras a su espalda la sorprendieron:
—¡Buenos días, señor Shura!
Giró sobre sus talones, súbitamente nerviosa, apretando en el puño el asa de la bolsa, de la cual sobresalía el extremo de un manojo de puerros. Sabía que antes o después tendrían que encontrarse cara a cara, y en cierto modo lo esperaba, pues quería asegurarse de que todo seguía bien entre ellos, pero no estaba convencida de que aquel fuese el mejor momento. Al fin y al cabo, no se habían visto desde antes del viaje a Irlanda; para ser exactos, desde el fin de semana que pasaron en Atenas... Él la había evitado durante aquel tiempo, estaba segura, y ahora le tenía delante, rodeado por unos cuantos chiquillos que le trataban como si fuese una estrella de rock o el descubridor de la vacuna contra el cáncer.
Envuelto en su nube de admiradores, Shura no reparó en su presencia ni siquiera cuando llegó al puesto y se detuvo prácticamente junto a ella.
—Venga, chicos, luego jugamos un poco al fútbol, pero ahora tengo que hacer la compra —le oyó prometer con su habitual tono adusto, tan opuesto al afable contenido de su mensaje.
—¡Baje a la pista después de comer!
—¡Le dejamos elegir equipo!
—¡Y traiga a los señores Aldebarán, Milo y Saga!
—¡Pero si el señor Saga es un viejo! ¡Mejor que vengan Aioria y la señora Shaina!
—De acuerdo, haré lo que pueda, pero dejadme.
Ella tragó saliva y sonrió, feliz de verle, aunque con algunas dudas acerca de cómo iniciar la conversación.
—Hola, Shura, ¿qué tal? —dijo por fin, optando por un abordaje directo.
El español se quedó rígido como los postes que sostenían el toldo del tenderete. Con lentitud, se volvió hacia ella y esbozó una sonrisa tan forzada y pequeña que Kyrene dio un paso atrás, desconcertada.
—Bien, gracias. ¿Y tú? —dijo, con evidente incomodidad.
—¡Genial! Ya tenía ganas de verte. ¿No pasas más por la taberna? Ven esta noche con Deathmask y os pongo unas rondas, ¿qué te parece?
Shura ladeó la cabeza como si sopesara la oferta y meditó su respuesta durante algunos segundos.
—Lo siento, pero no creo que vaya.
—Vale, pues mañana...
—Tengo otros planes —fue la sucinta réplica.
Kyrene parpadeó, incapaz de comprender la indiferencia de aquel hombre que siempre había sido amable e incluso cálido con ella, a su manera. Sin brusquedad, pero con firmeza, le tomó por el brazo y tiró de él en dirección a un rincón menos concurrido.
—Oye, ¿qué sucede? ¿Es que te he ofendido en alguna cosa? No entiendo por qué estás tan... —comenzó, pero él no la dejó terminar.
—Perdona si te he molestado, pero no estoy a gusto contigo.
—¿Es por lo de Atenas? —preguntó Kyrene, frunciendo el ceño.
Él desvió la mirada. Vaya semanita, pensó ella, con un suspiro: primero, las paranoias de Deathmask y, ahora, la tontería de Shura... Desde luego, entre los dos tenían la misma inteligencia emocional que las verduras que había comprado para la cena.
—Shura, por favor. ¿Por qué me tratas así? Los tres estábamos de acuerdo... no quería que nuestra amistad se estropease, tú me caes muy bien, me...
—No es cuestión de caernos bien o no, Kyrene. Es solo que... te veo y no puedo evitar recordar lo que hicimos.
—Bueno, yo también me siento un poco rara, pero somos adultos y no es que hayamos cometido un delito... Desde que vine a Rodorio hemos tenido buena relación, las cosas no tienen por qué ponerse incómodas si nosotros no lo permitimos...
—No lo estás entendiendo —masculló él, exasperado—: mi mejor amigo es tu novio, tú eres la tabernera del único sitio medio decente del pueblo y ahora yo... Bah, déjalo. Es inútil.
—¿Por qué es inútil? ¿Tan complicado es el funcionamiento de tu cabeza? —presionó ella, en busca de respuestas claras.
—¡No! En realidad, es muy sencillo, yo te... —las palabras se estrangularon en la garganta del caballero, que carraspeó con evidente disgusto.
—¿Tú, qué? Me has utilizado sin más, ¿no es eso? ¿Te parece divertido acostarte conmigo y luego no volver a dirigirme la palabra...?
—No, no me lo parece. Pero no quiero pensar más en eso, ¿puedes dejarme en paz?
—¿Eres idiota o solo un inmaduro de mierda?
—¡Eh, chicos! ¿Qué hacéis ahí tan escondidos? ¡Me ha costado encontraros! ¿Es que os estabais besando?
Ambos se volvieron hacia Shaina, que se acercaba saludando con efusividad, vestida con una túnica de lino y un cinturón dorado que le daban la apariencia de una
koré, sencilla y hermosa.
—¡Hey, Shura! ¿Has visto a los niños? Me han interceptado para organizar un partido de fútbol, por lo visto tú capitaneas un equipo y yo el otro...
—Sí, ya han intentado liarme. Puede que baje un rato esta tarde... ahora os dejo, tengo que comprar algunas cosas todavía —repuso él, iniciando la retirada.
—¡Espera, no hemos terminado de hablar...! —dijo Kyrene, con el brazo extendido hacia él.
Shura no se molestó en girarse. Dándoles la espalda, se alejó mientras respondía:
—Otro día, Kyrene.
Shaina se rascó la cabeza, perpleja ante la abrupta despedida de Shura.
—¿Y a este imbécil qué le pasa? Está más memo de lo normal...
—Yo qué sé... —mintió Kyrene, sin ninguna intención de contarle lo que había sucedido entre ellos.
—Bueno, da lo mismo. Ya se lo respirará. ¡Vamos a buscar ingredientes para tu primera comida italiana!
—Pero, Shai, ¿y si me sale mal? ¡Death cocina de maravilla!
—No puede salirte mal. El fracaso no es una opción. Los ravioli son una de las cosas más básicas del mundo —replicó la amazona, tomándola de la cintura para guiarla entre los variopintos puestos hasta el primero de los que pensaba visitar—. Tienes albahaca y orégano en el balcón, ¿verdad? Pues vas a prepararle sus preferidos: ternera con trufa y piñones. ¿A que no te imaginabas que era tan sibarita, con esa pinta de desharrapado que lleva siempre?
—Ah, pero a mí me gusta su pinta de desharrapado —respondió Kyrene, con una sonrisa.
—Ya, porque estás colada por él y eso no te deja ser objetiva. Pero ahora centrémonos: vas a demostrarle que sabes hacer algo más en la cocina que preparar café y combinados, amiga mía.
—Entonces, ¿te ha gustado de verdad? —preguntó Kyrene, besando con suavidad el pecho desnudo del caballero.
Deathmask, de espaldas en las sábanas, sonrió y cruzó los brazos bajo la cabeza.
—¿Gustarme? ¿Estás de broma? ¡Gatita, me ha encantado! Cuando te pones encima, tienes una forma de menear el culito que...
—¡La cena! ¡Me refiero a la cena! —se quejó ella— ¿Por qué siempre tienes que pensar en el sexo?
—No sé, ¿quizá porque acabamos de pegar un polvo? —respondió él, con una carcajada.
La griega trató de mantener una expresión enfadada, pero terminó por echarse a reír también, pillada en falta.
—Vale, es cierto que mi pregunta era ambigua. Pero respóndeme, anda —pidió, mientras entrelazaba las piernas con las de él.
—No sé cómo decirte esto, nena. De hecho, no hay una manera fácil, así que no me andaré con rodeos: me ha gustado un montón, pero se nota mucho, muchísimo, que no lo has cocinado tú.
Kyrene se incorporó sobre un codo para observarle, ruborizada hasta la raíz del pelo.
—¿Qué dices? ¡Claro que lo he cocinado yo!
—¿Unos ravioli fabulosos, sopa minestrone y ensalada, con buena presentación y mejor sabor? Kyrene, sabes que te quiero, pero no soy tonto. La pasta tenía el grosor ideal, el relleno estaba jugoso y la sopa llevaba el punto de sal perfecto. Un combo demasiado formidable para una principiante que no sabe empanar un filete.
—Bueno, puede que haya contado con un poco de ayuda —confesó finalmente, desviando la mirada y conteniendo una risilla al recordar el modo en que Shaina se había desesperado con su falta de pericia hasta enmendar paso por paso todos sus errores para convertir su horroroso intento en una lujosa cena digna de un restaurante.
—Ayuda de una cobra lianta y cotilla que no sabe estarse quieta, ¿verdad?
—Eh... Sí, justo de esa cobra.
—Era de esperar. Puedes decirle cuando la veas que la próxima vez se arriesgue con mi relleno favorito: salmón, queso parmesano, nueces y alcaparras.
—¡No me digas que no hemos acertado!
—Los gustos de un gourmet van cambiando...
—De acuerdo, puedo intentar hacerlo yo misma... —se aventuró ella, con una sonrisa.
—No. Valoro mucho tu buena disposición, gatita, pero preferiría que te limitases a profanar la cocina de tu país —la chinchó él.
—¡Maldito italiano chovinista! ¿Sabes qué? ¡Por mí puedes irte a la mierda! ¡No pienso prepararte ni café!
Él se volteó y se echó sobre ella, haciéndole cosquillas en los costados y mordiéndole el cuello con suavidad.
—Mi hermosa griega capaz de estropear un huevo frito, adoro tu café y no voy a consentir que me prives de él —aseveró, mientras la apretaba contra su cuerpo—, ni de estas tetas que van a ser mi postre...
—¡Déjame! —suplicó ella, retorciéndose de risa— ¡Eres un guarro y un desagradecido! ¡Confundes la sinceridad con la mala educación!
—¿Yo? ¡Pero si solo te he dicho cosas bonitas! ¿Quién es la que está insultando?
La lengua del caballero comenzó a deslizarse por la garganta de la joven en dirección a su torso, pero ella le detuvo, sosteniéndole el rostro con ambas manos y dirigiéndole una mirada seria.
—Oye, espera; ahora que hablamos de insultos, Death... Puede que sea mi imaginación, pero tengo la impresión de que Shura me rehúye...
Deathmask se apartó un mechón de cabello con un resoplido y la besó en los labios antes de hacerse a un lado y abrazarla.
—No es tu imaginación. Nos rehúye a los dos, gatita. Como nos manden solos a una misión, puede que le reviente una arteria.
Kyrene suspiró. Era justo lo que temía oír.
—Pero vosotros ya habíais estado juntos antes...
—Sí, aunque nunca con una mujer ni de forma tan premeditada... Y, además, tú y yo somos pareja. Él es un calcetín suelto, es normal que se coma un poco la cabeza. ¿Te sientes mal por lo que hicimos con él?
—En realidad, no. Me gustó mucho... todo lo que pasó entre vosotros y conmigo, pero me preocupa que vuestra amistad se resienta por lo de esa noche... y no me merezco ese trato, la verdad.
—Bueno, no es algo sobre lo que tú y yo tengamos control, pero si quieres, le daré un par de bofetones la próxima vez que le vea, para que se piense cómo se dirige a ti.
—No quiero presionarle, es solo que me hace sentir mal esta situación.
—Shura ya es adulto para gestionar sus emociones, así que no voy a disculparle. El problema es que vive tan reprimido que todo se le hace bola, no sé si me explico. Siempre ha sido así.
—¿No es un poco irónico que tú llames "reprimido" a alguien?
—¿Cómo dices? ¡Para nada! Él niega sus sentimientos. Yo me limito a esconder los míos. Es completamente distinto, gatita —respondió Deathmask entre risas—. Y ahora, para de hablar de Shura y deja que te regale un orgasmo a base de lengüetazos, venga...
—Solo si me prometes que no volverás a criticar mi forma de cocinar —dijo ella, testaruda, tratando de mantenerse impasible al tiempo que él empujaba con la frente la barrera de sus brazos cruzados frente al pecho.
—De acuerdo. Solo te criticaré si me obligas a probar lo que cocines, preciosa.
¡Gracias por acompañarme en esta historia! Espero que la estés disfrutando. El capítulo de mañana se titula "Todo irá bien, princesa" y en él Kyrene conocerá algo nuevo acerca de su pasado.
Os recuerdo una vez más que la historia está terminada aunque la suba por entregas, no voy a dejarla a medio publicar a menos que haya un cataclismo cósmico o algo así, así que no os preocupéis. ¡Hasta mañana!
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