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27. Un primer plano inolvidable

La dueña de la casa, que respondía al nombre de Sorcha, afirmaba que su cocina era la mejor de Irlanda y Deathmask habría declarado lo mismo ante cualquier tribunal después de probar la jugosa empanada que les sirvió, acompañada por una sopa y una deliciosa ensalada con más atún que verdura. Los anfitriones, que habían comido antes de que ellos llegasen, amenizaron la cena con datos curiosos sobre la región y sugerencias para las visitas de los días posteriores; se veía a las claras que disfrutaban atendiéndoles y que harían todo lo posible para que estuviesen cómodos.

—Si os ha gustado el anillo de Kerry, no podéis perderos el parque, en Killarney —afirmó Paddy, rebuscando en un cajón hasta dar con algunos folletos.

—¿Para qué quieren uno de tus papeles viejos? Acaban antes mirándolo en sus teléfonos —le reprendió su esposa, urgiéndoles a realizar la consulta con un elocuente movimiento de los pulgares, como si teclease en un smartphone.

—En realidad, nos viene bien. Ni Kyrene ni yo tenemos teléfono móvil —dijo Deathmask, pasando un dedo por el plato para lamérselo sin pudor.

Sorcha les dirigió la misma mirada de extrañeza que si acabasen de bajar de un platillo volante:

—¿En serio? Eso es muy poco habitual...

—Bueno, la idea es desconectar del mundo, perdernos... Llevábamos tiempo queriendo viajar solos —salió al paso Kyrene, con una sonrisa.

—Ah, entiendo. Un viaje íntimo, sin distracciones —asintió Sorcha, guiñándole un ojo con picardía.

—Mi única distracción es su trasero cuando camina delante de mí —bromeó Deathmask.

—¡Pero bueno! ¿Quieres que nos echen por soltar burradas?

—¿Acaso he dicho alguna mentira?

—¡Pues a mí me distraen tus ronquidos mientras conduzco! —contratacó ella.

—¡Eso es un golpe bajo! ¿Cuántas veces tengo que decirte que yo no ronco?

—¡Mañana por la mañana les preguntamos a ellos qué opinan!

—No te molestes, muchachita. A su edad, es normal pensar con la bragueta. Se volverá un caballero con el tiempo —afirmó Paddy, que había preparado una pequeña pila de trípticos y se disponía a explicárselos todos, uno por uno—. Mi consejo es que comencéis por el parque y bajo ningún concepto os saltéis una excursión a Paps of Anu. Es una absoluta maravilla, si os gustan los lugares intrigantes.

La disertación de Paddy, que no escatimaba en detalles, se extendió durante toda la sobremesa hasta que Kyrene no pudo reprimir los bostezos.

—Cariño, deja a los chicos. ¿No ves que están agotados?

—No es ni medianoche...

—¡Vienen de viaje, por dios! ¡Mira a esa criatura! ¡Se le caen las lágrimas de cansancio!

Kyrene sonrió y se limpió las mejillas con los índices: era cierto que estaba exhausta, pero también lo era que temía el momento de meterse entre las sábanas y comenzar a dar vueltas sin conseguir conciliar el sueño.

—Creo que Sorcha tiene razón —intervino Deathmask, apurando su taza de café de un trago—. Debemos acostarnos temprano para ir mañana al parque. Además, mi novia no duerme demasiado estos días.

—¿Es eso cierto, querida? Espera, te prepararé una infusión que te ayudará —propuso la anfitriona, solícita, a la vez que se levantaba para rebuscar entre varios tarros de hierbas aromáticas.

—Sorcha, si le das ese "matagente" a la chiquilla, mañana la veremos ascender a los cielos... —rezongó su marido.

—Y si no le doy nada, seguirá pareciendo un fantasma ojeroso. Déjame a mí. Y tú no te preocupes, Kyrene: te prometo que esta noche dormirás como un bebé.

Las buenas intenciones de Sorcha, por desgracia, se quedaron solo en eso: como cada noche inquietantes sueños persiguieron a Kyrene durante horas, visiones deslavazadas donde se mezclaban los recuerdos de la primera jornada, una gruta oscura y el cuervo, el omnipresente cuervo que la vigilaba, impidiéndole respirar como una piedra sobre su esternón.

Tenía que hacer algo; no podía continuar así. Si pasaba un par de noches más en vela, compraría un somnífero, decidió, buscando en la penumbra el cuerpo cálido y expuesto de Deathmask, que extendió un brazo para acurrucarla en su pecho en cuanto sintió su contacto.

—Gatita... —murmuró, acariciándole el hombro y apretándola contra él— ¿No puedes dormir?

—No te preocupes, acabo de despertar —mintió ella, con los ojos cerrados para tratar de mitigar el dolor de cabeza que la mortificaba.

—Bueno, intenta relajarte... —sugirió, perdiendo de nuevo la consciencia con placidez, como le sucedía siempre que dormía con ella.

Apenas llevaba cuarenta minutos entregada a Morfeo cuando, ya de mañana, Sorcha golpeó la puerta con suavidad para avisarles de que podían bajar a desayunar, haciendo que Deathmask se precipitase de un salto desde la cama con intención de evitar que el ruido la molestase.

—Buenos días, Sorcha —saludó en un apresurado murmullo—. Enseguida vamos, es que Kyrene sigue dormida...

—Eh... Claro, claro —asintió la señora, sonrojándose hasta la raíz del pelo y tratando de no detenerse en ninguna parte de la trabajada anatomía del caballero que no fuese la cara—. No hay prisa, solo era para que lo supierais...

—¡Oye, tú, exhibicionista! ¡Ponte algo por encima o mi mujer me obligará a apuntarme al gimnasio! ¡Puedo contarte los abdominales desde aquí y también lo que tienes más abajo! —gritó Paddy, que salía de otra estancia cargado con su habitual montón de periódicos viejos.

—¿Qué dic...? ¡Mierda! ¡Lo siento! ¡No quería traumatizaros! —se excusó Deathmask al darse cuenta de que su hábito de dormir desnudo le había jugado una mala pasada, ocultándose tras la hoja de madera e intentando no reírse del atribulado rostro de la irlandesa.

Sin embargo y pese a sus esfuerzos, la voz de Paddy despertó por fin a Kyrene, que se estiró en la cama, frotándose los ojos perezosamente.

—Death... ¿por qué estás en pelotas en la puerta? —inquirió, estirando el cuello para enterarse de lo que ocurría.

Él se despidió del matrimonio O'Flaherty con un ademán y cerró, apoyando la espalda en la pared y estallando en una sonora carcajada:

—Bueno, digamos que acabo de dar a nuestra anfitriona un primer plano que no olvidará... ¡Y, ahora que lo pienso, no sé si también una razón para divorciarse!

Después de una ducha rápida, los viajeros bajaron y tomaron asiento en torno a la mesa de la cocina, agradeciendo el sabroso desayuno a sus hospedadores.

—¿Al parque, entonces? —preguntó Paddy con naturalidad, como si no hubiese acabado de ver al italiano en todo su esplendor físico— ¿Haréis la excursión en kayak o a caballo?

—No lo hemos decidido todavía. Nos gusta improvisar —declaró Kyrene, que sostenía una taza de café caliente entre las palmas.

—Hay que darse prisa, gatita. Quiero ver la casa Muckross a primera hora, antes de que lleguen los padres rodeados de hordas de niños gritones.

Apenas quince minutos después estaban montados en el coche, no sin que Kyrene mimase un rato a Laoch, el manso perro del matrimonio, que parecía encantado de tener una nueva compañera de juegos. Con las ventanillas bajadas para aprovechar la brisa matinal, recorrieron los casi veinte kilómetros que les separaban del parque y llegaron a tiempo para el turno inicial de visita a la casa y los jardines Muckross, que conservaban y exhibían todas las herramientas y mobiliario del siglo XIX para deleite de los turistas.

—Creo que me atrevo con el paseo a caballo, Death —dijo ella, apretándole con fuerza la mano, cuando dejaron atrás la mansión.

—¿En serio? ¡Esta es mi chica! Vayamos ahora mismo a buscar un par de caballitos, nena.

—Espera, sabes montar, ¿no?

—¿Yo? —él soltó una risotada que le granjeó las miradas de un buen puñado de visitantes— No, pero tampoco sabía patinar la navidad pasada y sobrevivimos...

Kyrene le acompañó en su risa hasta que le dolió el estómago, recordando aquella noche en que había tenido que sujetarle para que no enviase al otro mundo a un quinceañero demasiado lenguaraz.

—Bueno, supongo que de algo hay que morir... —accedió.

Tras preguntar y dar alguna que otra vuelta, consiguieron llegar al lugar donde se distribuían los caballos y se inscribieron para salir con el siguiente grupo. Kyrene estuvo a punto de acobardarse cuando el guía les explicó que montarían sin tutores porque los equinos habían sido adiestrados para seguirle sin desbocarse ni desviarse del camino, pero Deathmask se ofreció a ir con ella en un intento de infundirle seguridad.

—No sé si eso me tranquiliza o me da más miedo aún...

—Gatita, yo te cubro las espaldas: si nos caemos y te partes la crisma, te pondré cinta americana, recogeré tu alma de Yomotsu y la devolveré a tu cuerpecito. Solo relájate y deja que esta hermosura nos lleve —dijo él, palmeando la grupa del sereno animal que compartían en cuanto ambos estuvieron preparados.

—Vale, es definitivo: ahora tengo los ovarios a la altura de las orejas.

—Que te relajes... Te tengo bien sujeta.

—Death, me estás agarrando las tetas. ¿A ti te parece normal? ¡Cualquiera puede verte!

—¡De acuerdo, de acuerdo! Súbete la camiseta y te meteré la mano por debajo.

—¡Que te vayas a la mierda!

Regresaron a casa de los O'Flaherty a tiempo para cenar, agotados pero de buen humor. Sorcha estaba poniendo la mesa y Paddy comprobaba el punto de un suculento asado de cordero cuyo aroma traspasaba el umbral.

—¿Qué estás preparando, Paddy? ¡Este olor podría resucitar a un muerto!

—¡Vaya, vaya, tunante! Así que ahora vienes como un buen chico a hacerme la pelota... —bromeó el aludido mientras añadía un pellizco de sal a la carne.

—¿Qué tal lo habéis pasado? —se interesó Sorcha.

—¡De maravilla! Nos ha dado tiempo a ver los robledales y los tejos... Creo que hemos aprovechado bien el día. ¡Estoy deseando ir mañana a las colinas gemelas! —contestó Kyrene, quitándose la sudadera y lavándose las manos en la pila para ayudar.

—¡Las Paps of Anu, el seno de la diosa! Sabía que seguiríais mis consejos. Da Chích Annan son lo que los místicos y los "magufos" llaman "un sitio de poder". Hay quien asegura haber sentido presencias extrañas allí... —dejó caer Paddy.

—Para ver presencias extrañas, me habría quedado en mi casa... Shion en bata a primera hora de la mañana, Milo sin peinar, Shaka con dos copas de más hablando hasta por los codos... —se burló Deathmask, que estaba repartiendo las servilletas que Sorcha le había entregado.

—Sentaos y comamos; seguro que tenéis hambre. Los restaurantes del parque no ponen comida casera y tradicional como esta —se jactó la dueña de la casa.

—Aun así, nada como las delicias de mi tierra natal, la isla de Valentia —declaró su marido.

—No hemos estado allí. ¿Merece la pena? —Deathmask ya se había sentado a la mesa y casi babeaba mirando el horno.

—¿Que si merece la pena? ¡Es el rincón más bonito de este país! Es más, si tenéis suerte, allí todavía podríais ver merrows...

—¿Merrows? ¿Qué es eso? —preguntó Kyrene.

—¡Precisamente tú deberías saberlo! ¿Por qué te llamas Kyrene?

La chica dudó unos segundos antes de responder:

—Si te soy sincera, no creo que me pusieran el nombre por nada especial...

—¿En serio? Bueno, pues que sepas que significa "sirena", como las merrows, que son las "mujeres del mar".

—Eh, tú procedes de una región de pescadores, gatita...

Ella hizo un gesto indiferente para indicar que de verdad desconocía el motivo y Paddy continuó:

—Mi tatarabuelo encontró una merrow en la playa una tarde. Era tan hermosa que se enamoró nada más verla, así que le arrebató el gorro que le permitía vivir bajo las aguas y ella tuvo que seguirle para recuperarlo. Siguiendo la tradición, él prometió que se lo devolvería si se casaban; claro, ella accedió y engendraron a mi bisabuelo, que nació con escamas en la parte baja de la espalda y los dedos unidos por membranas. Pero una mañana, mi tatarabuela estaba limpiando y encontró su gorro, que su esposo le había escondido bajo unas tablas sueltas en el suelo. Al verlo, sintió tanta nostalgia de su verdadero hogar que se lo anudó y se arrojó de vuelta al mar, dejando a mi bisabuelo en su cuna. Nadie volvió a verla jamás.

Deathmask enarcó una ceja observando a Kyrene, que parecía maravillada con la historia.

—Y por eso, todos sus descendientes tenemos esta marca —proclamó el hombre, subiéndose la camisa para mostrar una mancha parduzca sobre sus riñones— y estos dedos tan bonitos —extendió la mano derecha en un intento de exhibir unas membranas interdigitales que solo él veía —, ¡herencia de los O'Flaherty! ¡Somos una familia tocada por las merrows!

—¡Claro, cariño, claro! No os creáis nada. Mi marido presume mucho de su linaje, pero lo cierto es que su tatarabuela murió de vieja, si hemos de hacer caso a las historias que su propia abuela me contó cuando empezamos a salir.

—¡Oh, vamos, Sorcha! ¡No le quites lo divertido a la vida! —reclamó él, mientras se ajustaba de nuevo la ropa— ¡Ahora no me tomarán en serio!

—En absoluto, Paddy: hemos visto tantas cosas que, si dices que eres un 6,25% tritón, yo te creo. ¡Eres tan feo como ellos! —rio Deathmask, palmeándole el hombro y agachándose con rapidez para esquivar el paño de cocina con el que el irlandés le amenazaba.

¿Demasiados capítulos repletos de sexo y turismo idílico? Si ya tienes ganas de mambo, no dejes de leer el capítulo de mañana: "Bien hallada". Os dejo un extracto breve a ver si os pone los dientes largos:

"Se volvió en busca de una salida, arañando con desesperación las rocas que conformaban la pared y arrojándolas contra el extraño ente que se aproximaba, pero su avance era inexorable. Como último recurso, tiró del mango del cuchillo, tan nerviosa que el extremo le hirió a la altura de los riñones, y lo esgrimió para protegerse de esa presencia incomprensible e intimidante.

>>Aun así, su esfuerzo fue vano: con la contundencia de dos cadenas de acero, el ser envolvió sus hombros y la obligó a postrarse de cara a la luz, que ahora brillaba con tal intensidad que teñía el agua con reflejos metálicos, semejante a un pozo de mercurio."

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