2. Quiero que lo tengas todo
A última hora de la tarde, después de pasar el resto del día en la playa sin más comentarios incendiarios por parte de Deathmask, los tres jóvenes recogieron sus cosas y emprendieron el camino de vuelta a sus casas. Al llegar junto a la taberna, Shura se despidió de la pareja y continuó hacia el Santuario, mientras Kyrene buscaba su llave, que se obstinaba en esconderse en algún rincón de la mochila.
El español ya se había perdido de vista en el entramado de callejuelas para cuando ella consiguió abrir. Deathmask, cargado con la sombrilla y las bolsas de la comida, le besó el hombro en cuanto estuvieron en el interior del local, acompañando el gesto con un ligero mordisco.
—Gatita, ¿estás enfadada conmigo?
—¿Yo? No, ¿por qué iba a estarlo?
—Por decirle a Shura que te gusta... —explicó, depositando todos los bártulos en el suelo y tomándola de la mano.
Kyrene hizo un gesto indolente al tiempo que se encogía de hombros y caminaba en dirección al almacén para subir a la casa, situada sobre él.
—Tampoco es que hayas soltado nada tan grave... La verdad es que Shura está muy bien, podría conseguir a cualquiera con solo chasquear los dedos... ¡Y sí que me convence su estilo, tan serio y correcto, es tu antítesis! —se echó a reír y abrió la puerta de la vivienda, dejando tras ella un reguero de prendas en su corto recorrido hacia el aseo conforme se desnudaba para darse una ducha.
Deathmask la siguió, sonriendo, y se despojó de la camiseta, el pantalón y el traje de baño. Kyrene, que ya estaba mojándose el cabello bajo el chorro de agua, le invitó a entrar con una mirada. Él se colocó a su lado y la enlazó por la cintura, besándole la boca con avidez y atrayéndola hacia sí. La temperatura entre ellos no tardó en subir, beso tras beso, con las manos de él en las nalgas de la chica, que gemía al notar la cada vez más dura erección presionando su vientre.
—Oye, Death... ¿por qué dijiste que Shura quería montárselo conmigo?
—Gatita mala... Lo dije porque es cierto, y tú lo sabes también... —explicó él, mordiéndole la garganta y haciéndole levantar una pierna para que le rodease la cintura.
—Le has hecho pasar... un mal rato... —murmuró ella mientras le acariciaba el miembro y lo encajaba entre sus labios, iniciando un suave vaivén.
—No lo creo, es muy teatrero... seguro que ahora está pensando en ti... igual que tú en él.
Kyrene se mordió la lengua, pillada en falta. Deathmask tenía razón: aunque estaba desnuda y excitada en sus brazos, había alguien más con ellos, y su mueca socarrona le indicaba que había captado al vuelo su reflexión. Azorada, bajó los ojos, pero él la tomó por el mentón e invadió su boca, hambriento.
—No hay nada de malo —dijo, entre un beso y otro— en que me desees a mí... y también a él...
—Es que yo... —intentó argumentar ella.
—Quiero que lo tengas todo...
Los labios de Kyrene temblaron un instante al escuchar aquella confesión; Deathmask se agachó para encontrar el mejor ángulo y la penetró de una vez, sin dejar de besarla como si pretendiese robarle el aire. Envuelta en la cálida neblina que el vapor de agua caliente formaba a su alrededor y que desdibujaba los rasgos de ambos, ella extendió a tientas una mano hacia el grifo, lo cerró y abrazó al hombre, que continuaba moviéndose y jadeando.
—Todo, gatita... siempre...
—Estás loco...
Él sonrió de nuevo, apretándola más contra las baldosas mojadas y haciendo que sus gemidos subiesen de tono antes de apartarse un momento para darle la vuelta y dejarla de cara a la pared.
—Admítelo... sabes que te apetece... —la tentó, royéndole el lóbulo a la vez que volvía a adentrarse en ella.
Tomándole los pechos con ambas manos para pellizcarle los pezones, sus envites se tornaron gradualmente más bruscos, casi furiosos, pero ella los acompañaba entre gritos que demostraban que estaba gozando tanto como él.
—Ah..., Death, qué bueno, no pares... —rogó, con el cuello ofrecido a los mordiscos que se sucedían sin pausa.
—Imagina cómo sería estar con él ahora... tener a Shura desnudo detrás de ti, follándote con todas sus ganas...
—Death... no vayas por ahí...
—Piénsalo solo un instante...
—Sh... Shura...
—Sí, Shura, el formal y cauto, empalmado por completo y loco por ti... Ya le has visto con poca ropa... Pues desnudo es una jodida escultura... —aseguró él, redoblando el ímpetu de sus acometidas y liberando uno de sus pechos para frotarle el clítoris.
—No me... importaría...
—Claro que no... es más, te gustaría mucho... que fuese él quien te toca así, ¿no? ¡Dilo! —exigió, masturbándola al mismo ritmo con el que seguía asestándole vigorosas estocadas.
—Sí, joder, me gustaría...
—Dilo, gatita: di que quieres que Shura te folle...
—¡Mierda, Death!
—Sabes que es verdad...
Kyrene apretó los párpados y sujetó la mano de Deathmask por la muñeca, meneando las caderas para procurarse ella misma el placer que temía que él le negase si no admitía que estaba en lo cierto. La voz grave resonó en su oído, convertida en un sugestivo susurro:
—Quieres tener dentro a Shura. Ardes por él... y él está tocándose, a solas, imaginándote justo así...
—Te odio, Death, eres un maldito...
—Dilo... —ordenó una vez más, haciéndole lamer sus dedos y volviendo a tocarla sin detenerse.
Ahora, la intensidad de las sensaciones amenazaba con sobrepasarla: al puro goce físico que Deathmask sabía procurarle mejor que nadie se había unido el seductor placer de lo prohibido, en una amalgama absolutamente irresistible. A pesar de la vergüenza que todavía la invadía, en aquel momento era Shura quien estaba detrás de ella, taladrándola como un salvaje y arrebatándole gritos que al día siguiente se habrían convertido en afonía.
—Sí... ¡Ah...! ¡Shura...! ¡Dioses, Shura, fóllame! —exclamó, con las mejillas al rojo.
—¿Es lo que quieres? ¿Seguro?
—¡Sí, joder, es lo que quiero...! —gritó, arrastrada por un orgasmo tan potente que él se vio obligado a sostenerla por la cintura para evitar que resbalase.
Esperó hasta que la notó algo más serena, una vez superadas las oleadas, para retomar su propio ritmo, gruñendo y marcándole los dedos en la piel hasta sentirse al borde del clímax. Entonces se retiró de su interior y la volteó de nuevo, mordiéndole los labios al tiempo que se masturbaba pegado a ella y dibujando una sonrisa morbosa cuando el primer espasmo le sobrevino. Con la misma expresión que él, ella posó la palma sobre el glande, recogió el esperma y lo esparció por sus pechos y su vientre, tras lo cual le sujetó por la nuca para hacerle lamer su piel y compartir su sabor en un beso lleno de lascivia al que los dos se entregaron con lentitud.
—Gatita, ha sido alucinante... —confesó él cuando pudo volver a hablar, abrazándola sin una pizca de la brutalidad con la que había transcurrido el pasional encuentro.
—Sí, pero... —ella ocultó el rostro en el hueco de su cuello, un poco incómoda todavía.
Él la tomó por las mejillas. Su voz sonaba cálida y conciliadora.
—Insisto en que no hay nada malo en lo que sientes... Yo soy inolvidable y perfecto, sé que no vas a quererme menos por pasar un rato con él o con cualquier otro... u otra... si es que te apetece, claro —se acercó a su oído—. Y a mí... bueno, ya has visto cómo me pone imaginaros así...
Kyrene abrió el grifo para terminar de limpiarse y le miró a los ojos, intentando asumir lo que acababa de escuchar. ¿Era de verdad tan retorcido como para excitarse mirando a su mejor amigo y su novia teniendo sexo ante él? Porque, desde luego, el primer paso estaba dado: le había instalado en la cabeza aquella fantasía y ahora no conseguía dejar de pensar en arrancarle la ropa a Shura y devorarle mientras Deathmask les contemplaba.
Con un suspiro, alargó el brazo en busca de las toallas y le tendió una, envolviéndose ella en la otra.
—¿Te quedas a cenar? Necesito que hagas tu magia con lo que queda en mi nevera... —sonrió, al tiempo que salía de la ducha.
—Claro que sí, preciosa. La magia culinaria es mi especialidad.
Su semblante no reflejaba emoción alguna, pero Shura se sentía más trastornado de lo que pensaba admitir incluso ante sí mismo mientras caminaba a paso rápido hasta el templo de Capricornio.
Abrió la puerta e, intentando apartar de su cabeza la sucesión de imágenes que le bombardeaban, encendió el horno, arrojó la ropa usada al cesto de la colada y se dio una ducha rápida para enfundarse en un pantalón de pijama. Con un bufido resignado, puso a calentar lo primero que encontró en el frigorífico, se dejó caer en el modesto sofá con los pies sobre la mesa y conectó un transistor, la única concesión a la tecnología de la comunicación que se permitía cuando estaba en el Santuario.
La voz masculina de un locutor explicando las últimas noticias acontecidas en el mundo intentaba hacerle desconectar, sin éxito. Era apenas un ruido de fondo que no conseguía ensordecer el sonido de los jadeos de Kyrene, desnuda entre sus brazos.
"Reconoce que te encantaría sentirla, tan caliente y apretada..."
Maldito Deathmask y maldita su intuición a la hora de encontrar el modo de inocular ideas en las mentes ajenas. ¡Claro que Kyrene le atraía, mucho antes del cumpleaños de Dohko! Pero era la novia de su mejor amigo y pensar en ella de esa manera le parecía una terrible deslealtad. Sin embargo, desde la noche en que los había sorprendido en el almacén, la escena se le había quedado grabada y no podía evitar volver sobre ella una y otra vez.
Un resoplido escapó de sus labios. Echó la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados y las manos sobre los párpados. No era correcto. Pero Death... Joder, ¡Death decía que quería verles juntos! ¿En serio? En la fiesta, apenas había podido vislumbrar el cuerpo de Kyrene, oculto tras el del italiano, pero el gesto anhelante de su rostro reflejaba tantas emociones... placer, deseo, necesidad... ¿Sería él capaz de hacerle sentir lo mismo? ¿Accedería ella a un encuentro con él?
"Notar cómo se moja para ti y oírla gemir tu nombre como gemía el mío aquella noche..."
Ella le había sonreído; quizá en venganza por la forma en que él le había hecho notar las marcas en la espalda de Death, quizá como una invitación silenciosa que no se había atrevido a aceptar, pero estaba claro que su irrupción, lejos de molestarla, la había excitado. Recordaba sus ojos empañados, su boca entreabierta, la melena revuelta, las piernas apretadas en torno a la cintura del caballero...
Kyrene, mojada por y para él... sin ser consciente de ello, dejó que sus palmas se deslizasen por el pecho desnudo hasta llegar a sus muslos, rozándolos. Aquello no estaba bien; debía enfriarse y pensar en otra cosa, ¿qué estaban diciendo en la radio...? Ah, pero esa humedad y ese calor serían tan agradables... La mano derecha acarició distraídamente su entrepierna y una sonrisa bailó un instante en sus labios al palpar la erección incipiente... ¿Qué sentiría al tocarla, al besarla? Después de acostarse con Death durante meses, debía de haber probado todo tipo de juegos... sería un reto volverla loca, pero si había alguien capaz de sorprenderla, era él...
"Ella te desea..."
Mierda. No tenía sentido huir de sus fantasías. La creciente rigidez que su mano no dejaba de frotar era la prueba más que tangible de que él también quería que aquello sucediese. Sus dedos se colaron bajo la tela del pijama y rodearon su miembro, apretándolo de manera intermitente con lentitud. Le resultaba imposible no encenderse pensando en todo lo que podrían hacer juntos... ¿Y si ella le viese así? Desde luego, en aquel momento representaba la viva estampa del deseo: arrellanado en el sofá, con el musculoso torso expuesto y el cuello listo para ser mordido, vestido tan solo con aquel delgado pantalón que marcaba sus cuádriceps y bien duro en su honor... Asintió con malicia; ella no era ninguna cría inocente, sabría a la perfección cómo desquiciarle...
Hizo un cuenco con la mano izquierda y escupió en él, usando el líquido para mojar todo el glande y masajeándolo sin dejar de masturbarse, cada vez más caliente. Ah, sería tan incitante tenerla consigo, royéndole el mentón mientras se tocaban, tan deseosa de darle placer como él de procurárselo a ella... La derecha bajó hasta la base, tensando el frenillo al máximo para acrecentar las sensaciones que la otra provocaba al esparcir la saliva por la sensible piel del extremo y volvió a subir con una calma casi ritual, haciéndole jadear.
Kyrene, arrodillada entre sus piernas, con los labios húmedos, entregada... Mantener un ritmo pausado comenzaba a ser difícil, pero intentarlo le espoleaba aún más. Dioses, su boca... sentía su miembro palpitar imaginando cómo le sujetaría la cabeza con las dos manos para metérsela bien profundo, una y otra vez... dejando de lado la decencia y el cuidado, follándole la boca hasta que la saliva le cayese por las comisuras y se le saltasen las lágrimas... antes de arrojarla sobre aquel mismo sofá, arrancarle la ropa interior y devorarla oyendo sus gritos... Ah, y gritaría, vaya si lo haría... Porque él no pararía hasta saborear la última gota de su clímax...
Era demasiado. La mano derecha aumentó la velocidad y la presión y la izquierda se desplazó a los testículos, para envolverlos con suavidad y tirar solo un poco de ellos, provocándole un estremecimiento y un nuevo jadeo. Tenerla encima de él en aquella posición, ensartándose sin pausa en su erección, con los pechos botando delante de su cara, al alcance de su lengua... No, así no... Mejor a cuatro patas en el sofá, su tentador trasero erguido y ofrecido para que él eligiese cómo tomarla... La melena, a la distancia de un tirón, le permitiría levantarle la cabeza y hacerla gemir hasta quedar ambos sin voz y la palma en torno a su garganta para contemplar su gesto crispado de éxtasis y de dolor a la vez que la follaba con todas sus fuerzas...
Sus manos sabían exactamente qué hacer: resollaba a cada briosa sacudida, tan rígido que todos sus músculos parecían tallados en piedra, con los párpados cerrados para que ninguna distracción empañase la visión que su mente le ofrecía.
¡Joder, sí, era justo así como la quería!: a su merced, gozando del empeño que él pondría en hacerle disfrutar, en sacarle un orgasmo tras otro sin detenerse a menos que suplicase piedad... Sus dedos se tensaron alrededor de su sexo y un bronco gruñido escapó de su boca en el momento en que el orgasmo se adueñó de su cuerpo, atravesándole desde el vientre en placenteras contracciones. Cuatro chorros de esperma salieron disparados sin que se molestase en contenerlos, surcando su pecho y su abdomen al tiempo que una diabólica sonrisa asomaba a su rostro. Aflojó la presión de las manos y relajó la postura, nadando en la sensación de tranquilidad que le invadía poco a poco y dejando que la imagen de la novia de su amigo se diluyese en las profundidades de su pensamiento, sin llegar a desaparecer por completo...
El murmullo de la radio regresó al ambiente justo en el mismo momento en el que la alarma del horno —quién sabía cuánto tiempo llevaría sonando— le recordaba que debía levantarse a sacar la fuente; una melodiosa voz de mujer daba los resultados de los partidos de fútbol de la jornada, pero a él poco le importaba. Necesitaba materializar aquella fantasía. No estaría tranquilo hasta conseguirlo.
Maldito Deathmask...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro