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18. No pienso quitarme las bragas en el aire

La pareja emprendió la breve subida hacia Cáncer disfrutando del frescor de la madrugada; caminaban en silencio, tomados de la mano, hasta que ella inició la conversación en voz baja:

—Sé por qué nos hemos ido de repente y te lo agradezco, Death, pero no era necesario.

—No quería que te pusieras triste con las chorradas de Aldebarán.

—Estoy bien, no pretendía preocuparte.

—Tus ojos no decían lo mismo. Por eso pensé que nos vendría bien un poco de aire, para... —Deathmask frenó en seco, agarrándola del codo para detenerla a ella también— Espera, no hagas ruido, gatita. No estamos solos.

Kyrene observó en derredor, alarmada ante aquella advertencia aun siendo consciente de que en el Santuario no podía haber enemigo alguno.

—¿A qué te...?

—Mira a tus diez —dijo él, indicando con un sutil de movimiento de cabeza la dirección correcta— y siéntete una voyeur de mierda...

Obedeció, sigilosa, y consiguió vislumbrar dos siluetas estrechamente abrazadas al abrigo de dos columnas, tan centradas en sí mismas que no habían advertido la presencia de los recién llegados.

—¿Quiénes son? —preguntó, con el ceño fruncido.

—¿No lo ves? Son Aioria y Marin... y me da que el león está a punto de rugir. No van a llegar al templo... —respondió Deathmask.

Poco a poco sus ojos se habituaron a la oscuridad y pudo distinguir con claridad la escena: el caballero de Leo, apoyado en el fuste, jadeaba y acariciaba el ígneo cabello de la amazona, que descendía por su pecho dejando un reguero de besos hasta arrodillarse ante él.

—Venga, Death. Nos vamos —ordenó, tirándole del brazo.

—¿No podemos cotillear un poco más...?

—¡No!

—Ah, te has puesto cachonda y quieres que subamos rapidito a casa para hacer lo mismo, ¿verdad? ¡Si es cuestión de competir, seguro que podemos hacer más ruido que ellos!

—¡Death! ¡Deja de ser un cerdo durante al menos dos minutos! —exigió ella, al tiempo que retomaban su camino— Por cierto, ¿cómo supo Marin que él ya había vuelto?

El italiano se echó a reír:

—Ha sentido su cosmos, gatita. ¿Ves? Si tú fueses una amazona entrenada, podríamos montárnoslo entre estas ruinas y no tendríamos que hacer trámites burocráticos para que te quedases a dormir...

—Si yo fuese una amazona, te habría partido la cara la primera vez que me soltaste una de tus legendarias impertinencias...

Él la enlazó por la cadera, acercando los labios a su oído:

—Adoras mis impertinencias, mis besos y todo lo bueno que te hago con la boca.

—Ya, y tú estás loco por mí, aunque tenga más tetas que cosmos.

—¡Exacto! O quizá por eso mismo, no estoy seguro... Me gustan tanto que cuando las miro no puedo pensar en nada más.

—¡Eres insoportable...! —le reprochó ella, soltando una carcajada.

—Lo sé.

Continuaron subiendo sin dejar de reír hasta llegar a la sencilla vivienda, entraron en el dormitorio y él se sentó en la cama para desatarse las botas, formulando una cuestión en tono casual:

—Por cierto, gatita, ¿qué hay de lo que dijo Shion?

—¿A qué te refieres? —preguntó ella mientras se acomodaba junto a él y se quitaba el top.

—No te hagas la tonta conmigo. Lo sabes perfectamente —Deathmask colocó los pies de la chica sobre su regazo y la descalzó, jugando con los pequeños dedos.

—No he pensado demasiado en ello, pero sigo creyendo que no debo dejar el negocio desatendido mucho tiempo, Death. Esto es lo que me da de comer...

Él le posó una mano en el esternón para recostarla en las sábanas, le desabotonó el vaquero y tiró de él hasta dejarla en ropa interior.

—Ha sido muy tajante. Puedes buscarte un lío si no le haces caso. Y solo serán unos días, gatita...

Ella negó con la cabeza, todavía renuente.

—No lo sé. ¿Podemos hablar de otra cosa?

Deathmask arrojó su camiseta al suelo y se echó de espaldas a su lado, oliéndole el pelo.

—No. Me ocultas algo.

—¿Quieres callarte ya, crustáceo absurdo? —Kyrene se volvió hacia él y le rozó el cuello con los labios en un intento de distraerle; ¿de verdad tenía que ser tan insistente y testarudo?

—Bah, da igual, ven aquí —claudicó el caballero, aferrándola por la cintura para situarla sobre él y besándola intensamente.

Ella sonrió ante su triunfo y le tomó el rostro entre las palmas, adhiriendo el torso al suyo y exhalando un suspiro de puro placer. Con sus lenguas entrelazadas en una lenta danza, él le deslizó las manos bajo la ropa interior, le manoseó el trasero y la apretó contra su entrepierna hasta que la escuchó susurrar:

—Oye, ¿estás muy cansado para...?
—Estoy agotado para todo menos para esto, gatita...

—También podemos acurrucarnos sin más y te doy un masaje, si quieres.

—Luego te subes a Piscis a dárselo a Dita, a mí mejor fóllame...

Ambos rieron ante la vulgar franqueza del italiano, que aprovechó para abrirle los corchetes del sujetador, pasándole las uñas por la espalda con firmeza y gruñendo de ansia cuando sus pechos quedaron libres.

—No creas que has conseguido que olvide el tema... ¿Dónde quieres que vayamos de viaje?

—Ahora no...

—Shion ha dicho que...

—¡Joder, mira que estás pesado! ¿Ni siquiera en un momento así puedes ceder? ¡Siempre hay que hacer todo a tu manera! —se quejó ella, sentándose en la cama con un bufido y ajustándose la prenda que él acababa de retirarle.

—¡Coño, Kyrene! ¡Esto es serio! Hay que dejar el pueblo este mismo viernes y no hemos dedicado ni dos minutos a planificar nada...

—Te digo que no puedo irme, lo siento por Shion.

—¿Y se puede saber por qué no? Nikos y Eugenia harían un gran trabajo a cargo de la taberna; y si es cuestión de dinero, no es que los beneficios de un par de semanas vayan a sacaros de pobres...

Kyrene negó con la cabeza, ocultando el rostro tras la melena. Deathmask se acuclilló frente a ella, le apoyó los brazos sobre los muslos y trató de buscar sus ojos, sin conseguirlo.

—Eh, gatita. Cuéntame qué te pasa de una vez o empezaré a preocuparme. ¿Es por el precio de la matrícula del próximo curso? Puedo intentar ayudarte con eso si lo necesitas... —preguntó, aludiendo a los estudios universitarios que ella cursaba.

—No, no es eso.

—Mírame a la cara —sostuvo su mentón con cuidado—. Habla.

—Vale, te lo cuento, pero como te rías te doy una patada en los huevos. ¿Lo has entendido, tío coñazo?

—Venga, yo prometo no reírme y tú dejas de hacerte la interesante y lo sueltas de una vez —sonrió él, palmoteándole las rodillas con el entusiasmo de un niño pequeño.

Ella bajó la mirada, ruborizada, y confesó con un hilo de voz apenas audible:

—Me da miedo volar.

Deathmask abrió los ojos como ensaladeras e hinchó los carrillos, intentando con todas sus fuerzas mantener la palabra que había dado.

—¿Cómo dices? ¿Todo este drama es por no ir en avión?

—¡Sí! ¡Le tengo pánico! ¡Nunca he salido de Grecia y tú llevas meses hablando de ir a islas exóticas...!

El caballero, irremediablemente, estalló en una carcajada que hizo que ella la emprendiese a puntapiés contra sus espinillas.

—¡Prometiste no reírte! ¡Imbécil!

—¡Eh, eh! ¡Sí que tienes un problema de control de la ira después de todo, pequeña!

—¡Idiota! ¡Es un miedo muy normal!

—¡Vale, vale, no me mates! —de nuevo sentado junto a ella, la abrazó hasta conseguir que se aplacase un tanto— No iremos lejos si no quieres tomar un avión, pero creo que estás armando un escándalo por nada. Mírame a mí, suelo viajar de ese modo y aquí estoy, vivito y coleando...

—Coleando, todo el día, so puerco, pero ¿vivito? ¡Si te han resucitado como veinte veces!

—¡Pero nunca por estrellarme durante un vuelo comercial! Podríamos teletransportarnos, aunque a Shion no le gusta que usemos nuestras capacidades para asuntos personales... —reflexionó, golpeteándose el mentón con dos dedos.

—Has estado hablando con él, ¿no?

—Sí, me ha preguntado si ya estábamos listos para salir y me ha recordado el tema de la telequinesia; por alguna razón, cree que soy propenso a saltarme las normas...

Kyrene esbozó una sonrisa, con la cabeza en el pecho del caballero.

—No consigo imaginarme por qué tiene esa opinión de ti...

—¿Verdad? ¡Yo tampoco! El caso es que dice que vayamos por medios convencionales y que no tengamos prisa en volver.

—Bueno, supongo que podría hacer un esfuerzo y montar en avión... Quizá tomando un somnífero o algo antes...

—O un lingotazo. ¡Nunca bebes, así que caerías como un fardo!

—Joder, Death, así no me ayudas...

Él la miró antes de besarla una vez más, riendo entre dientes.

—No va a pasarnos nada malo. Te lo aseguro. Incluso podríamos ingresar en el "Mile high club" si al final resulta que te gusta la cosa...

—¡Vete un poco a la mierda! —replicó ella, empujándole para separarse de él—¡Bastante tengo con meterme en un ataúd volador como para encima pensar en quitarme las bragas en el aire...!

—Vale, ¿y si primero elegimos dónde ir y ya vemos después cómo nos las arreglamos?

Deathmask se levantó, fue hasta el cuarto de baño y regresó agitando entre los dedos un objeto alargado que Kyrene identificó, no sin cierta perplejidad, como un lápiz de ojos.

—¿Y esto? ¿Cómo es que tienes maquillaje en casa?

—¡Qué! ¿Tú no atravesaste una etapa "dark" cuando eras adolescente?

—No sabría decirte; estaba ocupada siendo una "capitana de la arena" y escondiéndome de mis perseguidores... lo normal a esa edad... ¿Lo dices en serio?

—¡Y tan en serio, mira! –respondió él, rebuscando en un cajón hasta dar con un álbum de fotos y sentándose a su lado para abrirlo.

Kyrene le posó la cabeza en el brazo, sonriendo al contemplar a un Deathmask de apenas diecisiete años con el cabello aún más alborotado y los ojos perfilados, vestido con un kilt negro tableado y una camiseta estampada de símbolos arcanos.

—Ya era arrebatador entonces, ¿verdad? —la urgió, con un codazo.

—No me atrevo a preguntar si llevabas ropa interior debajo de... ¡Oye! ¡¿Este que está a tu lado no es...?!
—¡Milo, sí! Vaya cutre, ¿verdad? No sabía maquillarse, ni siquiera con ayuda. En vez de manos, tenía pezuñas... ¡Salvo para tocar la guitarra! ¡Ahí triunfaba, lo admito!

La joven se echó a reír a carcajadas, pasando la página para encontrarse otras cuatro instantáneas de los dos chicos haciendo el tonto con poses que pretendían ser intensas y se quedaban en ridículas.

—Death, ¿quién os hizo estas fotos? —consiguió preguntar, a punto de empezar a hipar de risa.

—No lo creerías, gatita...

El caballero volvió la hoja y ella contuvo una exclamación de asombro: junto a Milo y Deathmask, unos jovencísimos Afrodita y Shura se adherían a la estética de sus compañeros; el sueco, con la nuca rasurada y un flequillo indomable, llevaba una sugerente camiseta de rejilla, y el español, los vaqueros más ceñidos del mundo y una levita de cuero con la que habría podido presentarse al casting de "Matrix".

—¿Shura y Dita también? ¡Esto sí que no me lo imaginaba!

—Ya te lo dije. Mira a Shurita, de ahí le viene el gusto por lo oscuro... Saga era muy partidario de dejarnos hacer estas gilipolleces en tanto no nos despistásemos cuando había que trabajar. Éramos caballeros de oro, pero también unos críos...

—Me queda claro... ¡Oh! ¿Y os pintabais las uñas? —inquirió, señalando una imagen que mostraba a los cuatro amigos con las palmas sobre un tablero de oui-ja.

—¡Pues claro! Éramos unos mamarrachos guapísimos. Míranos, habríamos estado bien incluso con hábitos de hare-krishna... —su índice delineó la fotografía, con cierta nostalgia.

Aquel ligero ramalazo de tristeza no le pasó inadvertido a Kyrene, que le besó la mejilla y cerró el álbum para dejarlo sobre la mesita de noche. Mimosa y deseosa de devolverle el buen humor, le rodeó con los brazos, se inclinó hacia él y le hizo caer de espaldas, rozándole el lóbulo de la oreja al murmurar:

—Oh, pero ahora estás mucho más sexy... has ganado con los años y deberías usar ese kilt algún día para mí... ¿nunca te he contado que me ponen súper caliente los tíos con guyliner y las uñas pintadas?

—Bueno, puede que aún lo guarde en lo alto del armario, aunque no sé si me valdrá, ahora soy más alto y tengo bastante más músculo... — se dejó agasajar, satisfecho con la admiración que ella le profesaba.

—Íbamos a decidir el destino de nuestro viaje... —continuó la chica, mientras le acariciaba el abdomen, pasando las yemas por aquella línea de vello que tan sensual le parecía— ¿Sigues queriendo enseñarme Italia?

—¡Ah, sí!

Girándose para quedar sobre ella, le sujetó una muñeca y le besó la cara interna del antebrazo. Con la mano libre, se las arregló para destapar el lápiz, calentó el extremo con su hálito y escribió una palabra sobre la piel que sus labios acababan de recorrer: "Firenze".

Kyrene, que había cerrado los ojos un instante por el agradable cosquilleo, sonrió al leerlo.

—¿"Firenze"? ¿Es tu ciudad natal?

—¿Qué más da eso?

—Nunca me has dicho de dónde eres...

—Me mudé muy niño a Sicilia y luego vine a Grecia; soy de aquí y de allá.

—Está bien. ¿Alguna otra idea?

—Muchas, gatita... —Deathmask le bajó la copa del sujetador para anotar "Ítaca" y se aseguró de que la tilde de la "i" coincidiese con el pezón, rodeándolo con un cómico corazoncito— No hace falta avión y llevo tiempo queriendo conocer la "cueva de las ninfas"...

Ella le arrebató el lápiz, respiró hondo para reunir valor y escribió sobre el bíceps del caballero: "Francia".

—¿Alguna región en concreto? Estaría bien colarnos en las catacumbas de París para ver esas galerías forradas de huesos humanos...

—Me da igual. Todas serán nuevas para mí...

—Bien, en ese caso, gatita valiente... —él recuperó el delineador y anotó "Escocia" en su vientre, depositando un suave mordisco sobre el ombligo.

—Creía que odiabas los sitios lluviosos...

—¡Y los odio, pero pienso saltar al lago para saludar a Nessie...! Y me compraré un sporran a juego con ese kilt que te da tanto morbo... —bromeó mientras le pasaba el lápiz y le acariciaba los muslos.

—Entonces, Irlanda... —le garabateó ella en el torso, con pulso tembloroso debido a que el italiano ya presionaba su sexo con la palma, hundiendo un dedo entre los labios sobre la ropa interior.

—No olvides poner Japón, nena: iremos a un karaoke y sufriremos ataques epilépticos con las luces nocturnas de Tokio...

—Voy... mmmmh... —la mano del caballero había apartado las bragas y buscaba su clítoris, formando un equipo perfecto con la boca, que se había adueñado de su garganta— Y visitaremos templos y un onsen... Salvo que vayamos a China...

—No tengo buenos recuerdos de mi última estancia en "Dohkolandia" —replicó él al apuntar "Ruta 66" entre sus pechos.

"Natal" surgió, letra a letra, en el abdomen de Deathmask, seguido por "Madeira" en su hombro.

—¿Suficiente?

—Diría que sí... —murmuró ella.

Dejando caer el lápiz al suelo, Kyrene pasó los dedos por los caracteres que ahora adornaban la piel de Deathmask, que sonreía con su eterna mueca de depredador.

—Entonces... Ahora es un cuerpo a cuerpo, gatita... iremos al lugar que continúe siendo legible cuando terminemos de follar, ¿te parece bien?

—Todo me parece perfecto —asintió ella, acogiéndole entre sus piernas con un gemido.

¿Dónde crees que irán de viaje Deathmask y Kyrene? ¿Veremos alguna vez el tatuaje de Shion, si es que existe? ¿Están preparados en el resto del planeta para soportar a un tío tan descarado e inaguantable? Resolveremos alguna de estas cuestiones en el capítulo 19: "¿Quién es la señora Dimitraki?"

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