15. Shion está ya muy mayor
Deathmask no dio a Kyrene opción a responder: apenas sus miradas se cruzaron, la recostó contra la pared, besándola desenfrenadamente, como si llevase años sin verla. Todavía abrumada por la reunión, ella le echó los brazos al cuello y se pegó a su cuerpo para corresponder a aquel salvaje contacto, desesperada por sentirle cerca después de haber creído que tendría que separarse de él. Sin preocuparse de ser vistos por algún trabajador del santuario, la pareja se perdió en su propio universo durante unos minutos, hasta que él se retiró para enfriarse un poco, apoyando la frente en la de ella.
—Tanto como tú a mí... —musitó por fin la joven, sin soltarle.
Sus palabras fueron recibidas con una risotada presuntuosa por parte de Deathmask, que se echó el cabello hacia atrás y la tomó de la mano para conducirla a la salida.
—¿Y qué tal te ha ido con Shion, gatita? Ya me han contado que le abriste el brazo al tal Helios como si estuvieses desollando un cerdo... —indagó, todavía risueño— ¡Seguro que se lo merecía, el muy cabrón!
—Si hay algún soldado o caballero en el local, suele comportarse, más o menos, pero anoche no era el caso y se vino muy arriba... —comentó ella, más calmada.
—¿Te hizo algo? —Deathmask se detuvo de repente, mirándola con aquel aire escrutador que Kyrene conocía tan bien y pasándole el dedo por la mejilla— Tienes una marca en la cara.
—¿Con quién te crees que hablas? Intentó propasarse con Eugenia y me cabreó. Eso es todo.
Él arqueó una ceja, con suspicacia.
—Gatita...
—¡Vale, vale, no me agobies! También te criticó a ti: te llamó lunático y moroso y dijo que tengo cara de amargada porque eres un mal amante...
—¿Qué? ¿Será machista? ¡Pero si tú ya tenías esa cara antes de conocerme!
—No me gustó que hablase así de ti...
—¡Claro que no! Y entonces, mi guerrera encolerizada saltó como una pantera para defender la honra de su hombre, ¿no? —rio él, divertido con las explicaciones de Kyrene.
—¡No te burles de mí! ¿Tienes idea de la bronca que me ha pegado el patriarca? —apretó el paso para intentar dejarle atrás, pero él la agarró por la cadera, aprovechando para toquetearle el trasero— Me ha contado incluso lo de tu voto de castidad —agregó, en un susurro malintencionado.
—Oh, ¿ese voto que todos incumplen en cuanto tienen ocasión, dices?
—Me ha insistido en la necesidad de mantenerlo —mintió, con su mejor cara de ángel.
—Shion está ya muy mayor. Chochea. No le hagas demasiado caso, dice tonterías.
—Pues yo creo que seguiré su consejo...
—Te estás marcando un farol que no te lo crees ni tú, gatita.
—¿Eso piensas? Ya me lo dirás cuando te pases un mes a pan y agua...
—¡No serías capaz! Te gusto demasiado... —se pavoneó él, llegando a la salida— Y tus noches serían mucho más frías sin esto. ¡Me necesitas! —agarró la mano de Kyrene para introducirla bajo su camiseta, haciéndole palpar los graníticos abdominales y sonriendo satisfecho al advertir que los dedos de ella se deslizaban a lo largo de su torso, como dotados de voluntad propia hasta recalar en sus pectorales.
—Eso es jugar sucio, Deathmask de Cáncer...
—Pero el juego sucio es nuestra especialidad, ¿no?
—Voy a tener que penalizarte...
—¿Penalizarme? ¿A qué te refieres, gatita?
—¡No llevas puesto lo que dijimos!
El caballero estalló en una tremenda carcajada; Kyrene habría jurado que sus mejillas habían enrojecido:
—¡Tengo un motivo más que justificado!
—Ah, ¿sí? A ver qué excusa te inventas...
—Se me rompió durante el segundo día de misión. Sonó un chasquido y reventó; los corchetes saltaron de tal modo que, si no hubiese llevado la armadura, te juro que le habría sacado un ojo a Aioria ... No veas la que tuve que liar para tirarlo sin que se diesen cuenta. Imagina sus caras si me llegan a ver con tu sujetador puesto...
—¿Y lo otro? —quiso saber ella, contagiada de su risa al imaginarle en aquella coyuntura, pero él se zafó:
—Mira, solo he comido un bocadillo a toda prisa mientras Shion y tú hablabais de vuestras chorradas, así que ponme algo rico para beber y luego subiremos al dormitorio para que me demuestres cuánto respetas mis votos. Podemos rezar juntos a la diosa... Me gusta verte de rodillas.
Nikos y Eugenia ya estaban esperando a Kyrene en la puerta de la taberna cuando ella llegó, acompañada por Deathmask. La joven abrió el establecimiento y ayudó a sus empleados a iniciar la jornada, después de lo cual sirvió bebida para los cuatro y les ofreció un sucinto resumen de la reunión, censurado, eso sí, para omitir las consideraciones del patriarca sobre su relación con el caballero.
—Gracias por zurrar a ese indeseable, Kyrene —sonrió Eugenia—. Me alegro de que no te hayas metido en un lío con el Santuario...
—Es lo mínimo que podía hacer. Gracias a ti por no dejar el trabajo. Temía que, después de esto, no quisieras volver.
—¡Pero si estuvo divertidísimo! Ayer fui la estrella entre mis amigas cuando les conté al llegar a casa la que se había montado...
Kyrene se echó a reír. Eugenia, al igual que Nikos, procedía del orfanato del pueblo, que desalojaba a sus residentes en cuanto cumplían la mayoría de edad. Sin embargo, merced a la solidaridad de los rodorienses, los jóvenes siempre encontraban un empleo con el que subsistir y, habituados a estar rodeados de aquellos a quienes consideraban sus hermanos, solían compartir vivienda con ellos hasta que alguno se comprometía o abandonaba la localidad para explorar otros modos de ganarse la vida.
—¡Y yo me lo perdí! ¡Con lo que me gusta verte sembrando el caos y la destrucción! —bromeó Deathmask.
—¡Nadie se imaginaba que llevaba un cuchillo! —exclamó Eugenia, entusiasmada.
—¿Uno? ¡Llevaba dos! ¡No sabía si reírme, esconderme o aplaudir! —Nikos parecía encantado con el recién descubierto talento de su jefa.
—¡Si vieras la cara que puso Kyrene cuando la besó! ¡Qué asco! —rememoró la chica, haciendo expresivas muecas.
—¡Es que le metió la lengua! ¡Yo pensé que lo reventaría a escobazos, pero va y saca un cuchillo! ¡Me quedé alucinado!
Deathmask escudriñó a Kyrene al escuchar aquel dato nuevo para él, buscando más información de su parte, pero ella giró el rostro.
—Venga, dejemos ya la cháchara. Enseguida empezará a llegar la gente —ordenó, cambiando de tema abruptamente.
No estaba orgullosa de haber mostrado sus armas ni de haberse descontrolado con Helios, a pesar de que seguía convencida de que se lo había ganado a pulso, y solo esperaba no haber ahuyentado a la clientela: una cosa era ser respetada por correr borrachos con la escoba y otra, que la temiesen por liarse a cuchilladas...
—Creo que voy a llevar a este caballero a dar un paseo. Volveré temprano para ayudaros, ¿de acuerdo?
—Claro, jefa, es domingo y apenas vendrán clientes; necesitas despejarte —concordó Nikos.
—¡Y yo sé cómo ayudarla a conseguirlo! —exclamó el aludido, levantándola en brazos para salir con ella por la puerta.
—Oye, Nikos, ¿no te da la sensación de que el señor Deathmask camina raro? Como si tuviese algo en el... —cuestionó Eugenia en un susurro.
—Bueno, el señor Deathmask es raro en general... Ya te acostumbrarás.
Deathmask no dejó a Kyrene en el suelo hasta llegar a las afueras del pueblo, cerca de la playa. En cuanto recuperó la verticalidad, ella se quitó las botas y echó a correr hacia la orilla con una en cada mano, pillando por sorpresa al italiano, que se descalzó a su vez y la alcanzó en unas pocas zancadas.
—Eh, gatita, ¿qué pasa? —inquirió cuando estuvo a su lado.
—Nada... solo necesito moverme, me siento como enjaulada ahora mismo.
—¿Por qué no me habías contado que Helios te besó?
—Tenía tantas ganas de verte que no quería estropear el momento...
—¿Acaso pensabas que me daría un ataque de cuernos y lo curtiría a bofetones como esa mierda de pieles que vende?
—Era un detalle menor entre todas las gilipolleces que hizo ayer.
—Sabes que me encanta tu forma de sacarte solita las castañas del fuego, ¿verdad? Respeto tu mecha corta, es más, es algo que admiro de ti.
Ella asintió con la mirada perdida en el horizonte y echó a caminar.
—Pues, por lo visto, justo ese es el problema. Quizá el patriarca tenga razón... —aventuró, dejando que las olas le mojasen los pies y el borde de los leggings.
—¿Razón en qué? —quiso saber él, rodeándole los hombros.
—Me ha pedido que me marche de Rodorio una temporada. Dice que lo de ayer no estuvo bien.
Él no se alteró ni se detuvo al escuchar aquellas palabras. Parecía acostumbrado a los ceremoniosos veredictos del representante de la diosa.
—Me reafirmo: Shion está chocho y se le va la cabeza, ni le escuches. Sé que lo que hiciste fue lo mejor, para tu negocio y para Rodorio. ¿Y qué es eso de que salgas del pueblo, gatita?
—Quiere que hagamos un viaje, tú y yo. Dijo que te daría unos días libres.
—¡Shion es un patriarca excelente! ¡Qué digo, es el mejor! ¡Un dechado de virtudes! —proclamó él en voz alta, con los brazos levantados hacia el cielo— Si los junto con los que me corresponden por esta misión, podemos montar algo interesante... ¿dónde te gustaría ir?
Kyrene le oteó de soslayo. La luz de la luna, que se encontraba en cuarto menguante, apenas alcanzaba a delinear sus varoniles rasgos contra la oscuridad nocturna.
—No he tenido tiempo de pensar en eso. Tampoco sé si puedo... Quiero decir, dejar a Eugenia y Nikos una noche al mando, pase; pero no me parece responsable darles las llaves y decirles "ahí os quedáis"...
Habían llegado al final de la cala, cerca de la gruta secreta que él le había mostrado en una ocasión. Deathmask se aseguró de que estaban solos con una ojeada y se deshizo de la camiseta, acercándose a ella hasta que pudo aspirar su familiar aroma a sándalo.
—Te llevaría al lago, pero hace demasiado calor. Vamos a bañarnos aquí, en agua fría.
—¿Y crees que eso te aliviará el eterno calentón en el que vives? —se mofó ella al bajarse los ajustadísimos leggings con un provocativo contoneo.
—No. Tengo muy asumido que, desde que follas conmigo, la causa más probable de mi muerte no es la defensa de mi diosa, sino un accidente cerebrovascular... —replicó él, tirando del lazo que mantenía en su lugar el top de la joven como si desenvolviese un regalo.
—Sí, claro, ahora tengo yo la culpa de que no te llegue la sangre a la cabeza... Quítate todo, anda.
Kyrene le desabrochó el pantalón e introdujo ambas manos bajo la tela para constatar que había cumplido al menos una parte de la apuesta: en vez de su habitual bóxer, llevaba un tanga de algodón con estampado de rayas, tan abultado que daba la sensación de que correría el mismo destino que el sujetador.
—¿Ves como soy un caballero de palabra, gatita? —preguntó él, despojándola de todas sus prendas hasta desnudarla.
—Lo eres...
—Y eso que los elásticos se me clavaban por todos lados; llegué a pensar que me daría una orquitis, o se me necrosaría algo... ¡Y, aun así, he hecho mi parte!
—¿Le has cogido gusto a usar ropa interior de mujer, entonces? —se burló ella, tomándole de la mano y adentrándose en el mar.
—No pienso responder a eso hasta comprobar si todavía me acuerdo de cómo usar esta —replicó él, con la mano sobre la entrepierna.
El agua estaba deliciosamente fresca, idónea para mitigar la sofocante temperatura de la noche estival. Acalorados, nadaron durante un rato antes de que ella se le encaramase por detrás, enroscándole las piernas en torno a la cintura con ganas de jugar.
—¡Llévame a caballito!
—¿En serio? ¡Se supone que deberías estar dándome el reposo del guerrero! —respondió él, doblándose y agarrándola para sumergirla hasta la coronilla, como un saco.
—¡Idiota! —Kyrene sacó la cabeza tosiendo y riendo y le apoyó las manos en los hombros para intentar devolverle la jugarreta, pero él la tomó en brazos sin esfuerzo y la lanzó de nuevo contra el fondo.
—¡Tienes las de perder!
—¡Pues haré caso al patriarca y seremos castos!
—¡Habla por ti, gatita! —exclamó Deathmask, arrojándola al agua cada vez que ella se aproximaba— ¡Yo esta noche pienso echar tres sí o sí...! ¡Tú sabrás si quieres ser la afortunada!
Kyrene, decidida a no dar su brazo a torcer, probó varias estrategias, pero no logró vencerle hasta que optó por acercarse buceando desde atrás y esperar a que el caballero se girase hacia ella; entonces, estiró la mano y le propinó un buen tirón en la zona más sensible de su anatomía. Deathmask se encogió ante el imprevisto ataque y ella aprovechó para salir y saltar sobre su espalda una vez más, consiguiendo desequilibrarle para caer juntos entre risas.
—¡Condenada gata canija! ¡Ahora verás!
—¿Ver qué? ¡Es tan pequeña que no veo nada!
El caballero ignoró su comentario, se echó sobre ella apartándole del rostro el cabello lleno de arena y la besó mientras las olas se abatían contra sus cuerpos en la orilla.
—Shion tiene razón, princesa. Necesitamos unos días lejos de Rodorio... —murmuró, lamiendo la sal de su cuello— Por cierto, ¿cómo tuviste los ovarios de preguntarle si llevaba un tatuaje a juego con el de Dohko?
—Yo... ¿qué? —preguntó ella, completamente absorta en el firme tacto del trasero que estaba apretando con fuerza entre sus dedos.
—No sé, es lo que dice Milo...
—¿Será cabrón? ¡Pero si fue él quien sacó el tema! ¡Me pasé la audiencia pensando en eso por su culpa! —exclamó, con una carcajada.
—Sí, ya me imaginé que por ahí iban los tiros —asintió él al tiempo que descendía hacia sus pechos, listo para lamer y morder.
—Y ahora, haz el favor de dejar de hablar de tus compañeros de trabajo o te follaré pensando en ellos...
—Y no queremos invitar a nadie más por el momento, ¿verdad...?
—¡No!
Deathmask es un hombre de palabra y ha cumplido su parte de la historia. Ahora ya sabemos que Kyrene tiene un sujetador menos, pero la parte buena es que Aioria conserva los dos ojos.
¿Dónde irán de viaje? ¿Le habrá cogido Deathmask vicio a lo de usar bragas? ¿Tiene Shion un tatuaje a juego con el de Dohko? ¿Invitarán a algún otro caballero o amazona a pasar un ratito entre las sábanas?
¡Todas estas preguntas y muchas más que jamás te hiciste tendrán respuesta... en algún momento de este fanfic! ¡Gracias por leerme!
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