10. Apuesta perdida, noche ganada
Durante unos segundos que a Deathmask le parecieron horas, nadie habló ni se movió en aquella estancia. Shura sostenía a Kyrene como si fuese una muñeca hermosa y pálida, y ella mantenía los párpados cerrados, dejándose manejar con docilidad mientras el italiano memorizaba cada detalle del espectáculo.
Ninguno objetó cuando Shura retrocedió hasta dejar solo el extremo de su erección en la estrecha cavidad y la penetró por segunda vez, con tal rudeza que la habría hecho caer sobre el diván si no la estuviese sujetando con el torso contra su espalda. Asistido por el lubricante, embestía con rapidez, incansable, sin prestar oídos a las súplicas ahogadas e ininteligibles que ella musitaba mientras él atrapaba su clítoris entre los dedos en una tortura tan deliciosa como mortificante. El tiempo parecía haberse detenido en la habitación, inmersa en un silencio solo quebrado por los gemidos de la joven y por el sonido que producían ambos cuerpos al chocar entre sí.
Contra cualquier pronóstico, Deathmask había sido fiel a su promesa, limitándose a tocarse en su privilegiado palco, desde el cual veía ahora a la perfección cómo su amigo sodomizaba a su novia: convertido en un animal, entraba y salía, jadeando en el oído de Kyrene, que parecía a punto de pedir clemencia a juzgar por el temblor que sacudía sus rodillas.
—Dinos qué sientes, mi amor... —solicitó el guardián de la cuarta casa.
Al escuchar las palabras de Deathmask, Shura le soltó la garganta, le sacó el flogger de la boca y le giró el rostro para permitirle responder. Ella tragó saliva y guardó silencio todavía durante unos segundos, en busca de las palabras para describir aquella compleja amalgama de impresiones. Todo su cuerpo reaccionaba, vibrando y estremeciéndose, ante el toque de Shura y la grave voz de Deathmask. Pensar con claridad era imposible, se dijo a sí misma; estaba perdida sin referencias en un universo desconocido.
—Me... me duelen las muñecas... —comenzó, titubeando— pero me gusta... no, joder... me encanta... quiero tocarle, pero no me... ¡Ah...! ¿Qué...?
Su explicación fue interrumpida por Shura, que acababa de introducirle el extremo del látigo suavemente en la vagina y lo movía al mismo ritmo que sus caderas, ahora con calma. Su otra mano ya no la sujetaba, apenas la rodeaba: la había abandonado a sus propias fuerzas, con aquella mueca malvada tan inusual en él.
—No vayas a perder el equilibrio ahora...
—No... oh, por la diosa, no...
Desesperada. Así era como se sentía: maniatada y rígida para no caer de cara sobre el asiento, asediada por dos zonas y, por mucho que la avergonzase, de nuevo al borde del orgasmo gracias a aquella maniobra traicionera que volvía a ponerla a prueba. A Deathmask no le pasó inadvertido que su mirada, poderosa y segura al comienzo de la noche, estaba ahora cargada de un matiz de ruego, como si se creyese incapaz de seguir. Temiendo que Shura hubiese llevado las cosas demasiado lejos, se levantó con rapidez y se aproximó para sostenerla contra su pecho mientras ella temblaba, con los ojos llorosos y la piel cubierta por una fina capa de sudor frío.
—¡Death...! ¡No puedo...!
—Sí que puedes, gatita —la confortó—, puedes hacer lo que quieras; nosotros vamos a cuidar de ti, decidas lo que decidas...
—Aún tienes nuestra palabra clave, preciosa —le recordó Shura, que proseguía con sus hondas estocadas—; pero creo que, en realidad, quieres que siga...
—No... sí... sí, señor, quiero... que sigas...
Deathmask la contempló una vez más; acercándose al límite de su resistencia, con las mejillas surcadas de líneas negras y la respiración errática, la encontraba atractiva de un modo diferente a como la había percibido siempre, dotada de una fortaleza nueva y distinta. Se moría de ganas de participar, de tomarla con vehemencia, pero había prometido no hacerlo, pese a que el espectáculo era enfermizamente incitante. El intenso y embriagador aroma a sexo que emanaba de sus cuerpos exacerbaba sus instintos más primarios y salvajes. ¡Maldición! No había calibrado la tensión que tendría que aguantar y ahora le quedaba claro que no lograría mantenerse quieto. Con los dedos crispados en torno a los hombros de la chica, que inspiraba con lentitud, concentrada en mantener la postura, bufó, reconociendo de antemano su derrota:
—¡Joder, Kyrene, a la mierda la apuesta! —masculló, sujetándola por el mentón para besarla, fuera de sí— ¡No puedo mirar sin más...!
—Eso estaba claro desde antes de empezar... —se ufanó Shura con una sonrisa sarcástica, soltando el mosquetón que mantenía las muñecas de Kyrene unidas a la parte trasera del collar y abriendo las esposas—. Desnuda a mi amigo, juguetito: tenemos compañía.
Ella jadeó de alivio al sentir que la presión sobre sus antebrazos disminuía y cumplió la orden de Shura, desabrochando a toda prisa el chaleco y la camisa de Deathmask con dedos trémulos y lanzándolos a cualquier rincón mientras devoraba sus labios con avidez. En su fuero interno, agradecía el balón de oxígeno que ambos le habían suministrado en el momento exacto en el que había temido quebrarse, así como la combinación de rigor y afecto con la cual Shura la había conducido hasta ese punto. Sin esperar ninguna otra indicación, arañó el pecho de su novio, asió su miembro y empezó a masturbarlo gimiendo con sus bocas pegadas, gozosamente atrapada entre Deathmask, que, impaciente, la abrazaba como si la tocase por primera vez, robándole el aire en cada beso, y Shura, que había retomado la enloquecedora cadencia de sus movimientos y le recordaba quién llevaba el control a base de mordiscos en el cuello.
—Juguetito, usa esa boca maravillosa que tienes...
Acompañó la indicación con una leve presión en la nuca de Kyrene y una mirada a Deathmask, que se acomodó en el diván, preparado para gozar con ellos de la noche antes de comenzar a pagar su apuesta. Desde luego, no era la primera vez que tenía a la chica de rodillas ante él, pero nunca había pensado que su fantasía de compartirla con su amigo llegaría a materializarse de aquel modo, y menos aún que aplicarían en ella tan exigente disciplina.
Ella se apoyó en los codos, le miró, provocativa y dócil, e inició una serie de lametazos que replicaban con precisión el ritmo con el que Shura, tomándola por las caderas, horadaba su cuerpo sin piedad. Por su parte, como si fuese necesario ofrecer alguna prueba de que Kyrene estaba a gusto, el español extrajo el floggerempapado que ella aún apretaba en su sexo, lo lamió con un gesto obsceno y volvió a introducirlo, haciéndola erguirse por un instante para gritar de placer.
—Nadie te ha dicho que descanses —la reprendió, con un azote.
Servicial, Kyrene volvió a atender a Deathmask, ensalivando su erección hasta la base y jugando con la lengua por toda su extensión, con serias dificultades para retrasar el orgasmo que la derribaría sobre su cuerpo, mientras él le acariciaba el pelo con aquella expresión indómita que ella conocía bien. Joder, estaba a punto de enloquecer... llevaba demasiado tiempo rondando el clímax y ahora Shura la estaba follando por partida doble, haciéndola sentir tan llena, tan rendida y sumisa que no iba a tener tiempo siquiera de pedirle permiso... Intentó levantar la cabeza para rogar, pero el italiano, que había percibido con claridad su estado, se colocó el índice sobre los labios para acallarla y la asió por el cabello con ambas manos, boicoteándola con una mueca diabólica. ¡Maldito Mefistófeles...! ¡Mierda, así era aún más excitante...! Sin otro modo de comunicarse, apoyó las palmas en el pecho de Deathmask y echó atrás la cadera para ofrecerse a Shura a modo de disculpa en el mismo instante en que la primera sacudida la arrastraba, provocando en su interior contracciones que la delataron ante el caballero de Capricornio.
—Juguetito, ¿así que corriéndote sin preguntarme...? Bien, disfruta, porque luego vas a sufrir... —la amenazó, redoblando la potencia de sus embestidas.
También Deathmask se había contenido toda la noche, prohibiéndose a sí mismo alcanzar el apogeo, pero ahora que los labios de Kyrene le apretaban sin medida, notaba el ímpetu con que su falo palpitaba en busca del desahogo largamente esperado. Resistiéndose al deseo de eyacular en la boca de su novia para no distraerla de su placer, consiguió retirarse a tiempo de hacerlo en su propia palma, pero ella, entregada a su rol, seguía lamiéndole los testículos y el tronco, causándole espasmos que le hicieron jadear.
—Mierda, gatita... Me gusta demasiado verte así... —confesó, atrapando con la mano libre el pedazo de tela que Shura le lanzaba para que se limpiase y que resultó ser su camisa.
Por toda respuesta, ella se mordió el labio, respirando los últimos segundos de su orgasmo con una plácida expresión en el rostro que duró solo hasta que Shura le retiró súbitamente el flogger, propinándole de nuevo media docena de latigazos al tiempo que se vaciaba en el prieto conducto con envites tan enérgicos que Deathmask se vio compelido a sujetarla por los hombros.
—Condenado juguetito... Juro que no vas a dormir en toda la noche... —le advirtió el décimo guardián mientras la asía por las axilas para ayudarla a enderezarse, adosando el torso, empapado de sudor, a su espalda.
—No necesito dormir, señor —musitó ella, con los ojos cerrados, dejando que él le acariciase el abdomen al ritmo de los embates finales.
Ahora que se había liberado de su promesa, Deathmask no tenía por qué limitarse a observarles, pero aun así gozaba con la imagen que ofrecían: los brazos de Kyrene, estirados hacia atrás, rodeaban el cuello de Shura, que apretaba entre sus dedos los erguidos pechos y seguía moviéndose, resistiéndose a salir de su interior aunque su erección comenzaba a perder turgencia. El italiano se levantó, arrojó la camisa sucia al otro extremo de la habitación y cruzó una vez más la mirada con la de su amigo, que estaba decorando el cuello de Kyrene a base de escandalosas succiones.
—¿Un baño, chicos? —depositó un beso en los labios de su pareja, se dirigió a la pequeña piscina, se deshizo de la ropa que aún llevaba, comprobó la temperatura del agua y entró con un suspiro de satisfacción, hundiéndose hasta la barbilla— Joder, está buenísima... ¡y el agua también!
Shura, algo más sosegado tras el clímax, aceptó la sugerencia y ayudó a sentarse a Kyrene, cuyas rodillas apenas conseguían sostenerla. Le retiró el collar, desabrochó los corchetes del corsé con dedos hábiles y se arrodilló con galantería para descalzarla, palpando los tobillos, las pantorrillas y los muslos hasta llegar a la blonda de las medias, que deslizó para dejar al descubierto sus piernas. La chica, desnuda ante él por primera vez, le sonrió con cierto absurdo pudor que él eliminó con una caricia en su mejilla y una orden que dejaba claro que el juego continuaba:
—Mi pantalón, preciosa.
Ella obedeció enseguida, bajándoselo y humedeciéndose los labios con un mohín travieso.
—¿Algo más, señor?
—Ven aquí.
La tomó en brazos y la llevó al agua, entregándola como una muñeca a Deathmask, que la abrazó y se acercó a su oído para susurrar de modo que solo ella pudiese oírle:
—¿Estás bien, gatita? No tienes por qué hacer nada que te desagrade, ya lo sabes.
—Perfectamente... No me esperaba esto, pero es alucinante. Gracias, mi amor.
—Bueno, pensé que, si te contaba de primeras el plan completo podrías sentirte abrumada; por eso decidí arriesgarme hasta ver si te sentías a gusto con Shura. De hecho, él estaba dispuesto a solo dejarse hacer a tu modo, sin ponerte un dedo encima si tú lo ordenabas —le explicó, utilizando los pulgares húmedos para limpiarle los restos de máscara de pestañas de las mejillas.
—Te quiero, jodido Mefistófeles —murmuró ella, al tiempo que le besaba con suavidad.
En aquel momento, Shura, que había pasado por el baño para asearse, se sumergió junto a ellos y tomó asiento en el banco que rodeaba el perímetro interior de la piscina, portando un cuenco lleno de uvas que dejó en el borde.
—Oye, es bastante profunda, si me pongo de pie, el agua me llega por el cuello...
—Y todos sabemos para qué te pondrías de pie, ¿verdad, "señor"? —dijo Deathmask, con sorna.
—¿Para darle al juguetito otro asalto? Por supuesto... No quiero que tenga queja de mí —contestó el español, colocándose una uva en la boca y posando la palma en la nuca de Kyrene para compartirla con ella.
Apenas Shura la soltó, Deathmask le imitó, ofreciéndole otra pieza de fruta de sus labios; recostado en la pared, la estrechaba de espaldas contra su torso, tan cerca unos de otros que Kyrene ya no habría sabido decir a quién pertenecía la pierna sobre la cual estaba sentada mientras mordía la uva del italiano y se giraba hacia Shura, pasándosela con la lengua y riendo al notar el jugo que goteaba entre ambos.
—Quieres seguir, ¿verdad? —preguntó él, entre besos.
—No puedo parar... —admitió ella, estremeciéndose al sentir un mordisco en el trapecio y un par de manos apretándole los pechos desde atrás sin contemplaciones.
—¿Y por qué tendrías que parar, gatita?
—No, Death, no me des alas, no me digas que...
—¿Que me encantas así, loca y desesperada?
Los dientes de Deathmask continuaban haciendo presa en el lado izquierdo de su cuello, arrancándole suaves gemidos que pronto se vieron incrementados por el roce de los labios de Shura en el derecho.
—¿Es eso, juguetito? ¿Te volvemos loca? —cuestionó el español.
—¿Y vosotros os hacéis llamar "santos"...? —ironizó ella, en un susurro entrecortado por el placer.
—Shura, haz los honores...
Bueno, pues al final ha sucedido lo que todos nos esperábamos: Deathmask ha sucumbido a la tentación y tendrá que pagar su parte de la apuesta, pero la noche no ha hecho más que empezar para estos tres. El próximo capítulo se titula "Cortesía de Mefistófeles" y no os haré esperar: edito y lo subo ahora mismo. ¡Gracias por leerme!
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